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2012 - España

El pecado de David

13 Minutos y 7 Personajes. Desarrollo de plan de David para ocultar su pecado de adulterio con Betsabé.


EL PECADO DE DAVID
Ángel Maguiña


PERSONAJES


NARRADOR
DAVID
NATAN
JOAB
HET
BETSABÉ
URÍAS




NARRADOR. Al año siguiente, al tiempo en que salen los reyes a la guerra, David envió a Joab a sus siervos y a todo el ejército. Y destruyeron a los amonitas, y sitiaron a Rabá; pero David se quedó en Jerusalén

(Aparece David echado en un diván, luego se levanta y se pasea mirando a todos lados y sus ojos se fijan con atención, después de observar largamente. Da dos palmadas.)

HET. (Haciendo reverencia.) ¿Señor?

DAVID. Mira allá Het, dime, ¿quién es esa mujer?

HET. Aquella es Betsabé, Hija de Eliam, mujer de Urías Heteo.

DAVID. (Aparte.) Es casada. (A Het) Envía mensajeros y traedme aquella mujer.

HET. Así será, señor. (Se retira.)

DAVID. Ah, hermosuras de Jerusalén, ¿quién pudiera andar por todos tus caminos? La victoria me sonríe, los Amonitas ya están derrotados, solo falta caer a Rabá, es cuestión de tiempo, y lo que tiene que caer, caerá.

(Ingresa Het con Betsabé.)

HET. Señor, aquí esta Betsabé, hija de Eliam.

DAVID. Muy bien. (Le hace una señal a Het para que se retire.) Tu hermosura es incomparable.

BETSABÉ. Mi Señor, ¿para qué has hecho venir a tu sierva?

DAVID. Solo el destino podrá explicar tu presencia, sígueme.

(Salen David y Betsabé.)

NARRADOR. Al caer la noche y recibir una mañana la tarde, se bosqueja el sentimiento atraído por una traición, la deslealtad envuelta en sombrías tentaciones, recompensará el delito.

DAVID. (Ingresando,) Dulce encanto de mi ser y mi reino.

HET. Mi Señor: la señora Betsabé. (Se retira.)

BETSABÉ. Señor...

DAVID. ¿Qué te hace tan afligida, mujer? Ten tu reposo en mí y cuéntame tus desconsuelos.

BETSABÉ. La tierra que fue sembrada rendirá su fruto para cuando llegue el...

DAVID. Parece un acertijo, dime ya lo que te impacienta.

BETSABÉ. Estoy en cinta...

DAVID. ¿En cinta? ¿Cómo pudo suceder esto?

BETSABÉ. Mi alma está afligida por la sentencia que recibiré…

DAVID. Recuerda, mujer, soy el rey. (Pensando.) Esto se debe solucionar cuanto antes y poner todo en orden. (Dirigiéndose a la mujer.) Ve tranquila que solucionaré esto cuanto antes.

BETSABÉ. Señor. (Se retira.)

HET. (Ingresa.) Señor.

DAVID. Het, envía a un mensajero a Joab, que haga venir pronto a Urías el Heteo que tiene en el frente de batalla.

HET. Así lo haré, señor, en cuanto llegué a Rabá de los Amonitas se lo enviaré. (Sale.)

NARRADOR. Con la velocidad del viento Urías el Heteo corrió traspasando montañas, y llanuras llegando por fin hasta Jerusalén.

URÍAS. Señor, en cuanto recibí su mensaje vine aprisa sin tardar.

DAVID. Hazme saber sobre la salud del general Joab y del pueblo que sitia a Rabá y cómo va la guerra.

URÍAS. Su salud es inmejorable y el pueblo espera el momento para entrar a la ciudad...

DAVID. Desciende a tu casa, y lava tus pies.

URÍAS. Se lo agradezco, mi rey, con su permiso me retiraré. (Sale.)

(Het ingresa.)

DAVID. Envía algunos presentes a la casa de Urías el Hitita.

(Het se retira.)

NARRADOR. Pero Urías durmió a la puerta de la casa del rey con los demás siervos de su señor, y no descendió a su casa.

HET. (Ingresa.) Señor.

DAVID. Dime, buen Het.

HET. Urías no había descendido a su casa.

DAVID. Ese hombre no sabe cumplir órdenes, le envié para que fuera a casa y no ha ido; haz venir pronto a Urías Heteo.

(Het sale.)

DAVID. (Pensativo.) Este plan otro plan dará resultado…

(Het Ingresa con Urías.)

DAVID. ¿No has venido de camino? ¿Por qué no descendiste a tu casa?

URÍAS. El Arca e Israel y Judá están bajo tiendas; y mi señor Joab y sus oficiales, en el campo, ¿y había yo de entrar en mi casa, y dormir con mi esposa? Por vida de tu alma que yo no haré tal cosa.

DAVID. Quédate aún hoy, y mañana te despacharé. (Le hace una seña a Het y este sale.)

URÍAS. Bien, Señor.

(Het ingresa con un azafate que contiene comida y abundante bebida, y les sirve.)

(Música. Comen y beben, por un tiempo.)

URÍAS. (Ebrio.) Después de dos días de banquete y bebida debo partir a mi hogar.

DAVID. Es una decisión sabia; tu esposa te espera con ansias.

URÍAS. Entonces, mi Rey, me retiro. (Sale.)

NARRADOR. Y él salió a dormir en su cama con los siervos de su señor, pero no descendió a su casa. Entonces la ira del Rey se encendió en gran manera debido a que sus planes no daban resultado y los días pasaban.

DAVID. ¿De dónde viene tanta osadía el desobedecer mis órdenes? (Pensativo. Se oye en voz en off su voz: “Si esto se llega a saber ni la flauta ni el tamboril sonarán para mí debo hallar una solución o la desgracia llegará a mi reino. Actuaré con rapidez.” Coge una pluma y escribe: “A Joab, general de los ejércitos de Israel, que el sitio sea de victoria para nuestra causa. Joab, te ruego que Urías marche al frente, en lo más recio de la batalla, y abandónalo para que sea herido y muera. Hasta pronto.”) ¡Het!

HET. (Ingresa.) ¿Señor?

DAVID. Envía esta carta a Joab. ¡Con urgencia!

(Salen.)

NARRADOR. Aliento de ciudad fortificada, Rabá sitiada por Joab. Escoge a los más valientes, urga entre sus filas para enviar a Urías Heteo. Enviará una ofensiva con un solo objetivo: cumplir una orden expresada en un crimen -matar a Urías para borrar aquel pecado-. Cual aguijón molesta al rey, sabiendo las consecuencias que acarrearía dejarlo vivir. Joab envía a estos guerreros, les insta, les arenga a pelear por Dios y su rey... Y Urías Heteo dispuesto a la lucha con el valor y el vigor de corazón que da la convicción de su Dios y su rey, marcha al frente sin vacilar, sin saber que razones entenebrecidas ya han dictado su sentencia: morir para preservar el reino, sin mancha, la traición cruel marca su camino. ¡Ha muerto! Víctima de la injusticia.

JOAB. Ya la jornada del día de hoy ha terminado, mi valiente Het.

HET. Sí, creo que muy pronto.

JOAB. Llevarás un mensaje a Jerusalén. Cuando acabes de dar al rey todas las noticias de la guerra, si el rey empieza a enojarse, y te dice: “¿Por qué os acercasteis a la ciudad? ¿No sabéis lo que suelen arrojar desde la muralla? ¿Quién hirió a Abimelec, hijo de Jerobaal? ¿No echó una mujer desde la muralla un pedazo de rueda de molino, y murió en Tebes? ¿Por qué os llegasteis a la muralla?” Entonces le dirás: “También tu siervo Urías hitita ha muerto”.

HET. Lo llevaré, señor.

(Salen.)

(David ingresa.)

HET. (Le da alcance a David.) Señor, traigo mensaje de los últimos acontecimientos en Rabá.

DAVID. Decidme, que ansioso estoy por oírlos.

HET. Prevalecieron los hombres que salieron contra nosotros al campo, bien que les hicimos retroceder hasta la entrada de la ciudad pero los arqueros tiraron a tus siervos desde la muralla, y murieron algunos de los siervos del rey, y entre ellos, Urías hitita.

DAVID. Decidle a Joab: “No tengas pesar por eso, porque la espada consume tanto a uno como a otro. Refuerza el ataque contra la ciudad hasta que la rindas”. Y tú, aliéntalo.

HET. Eso haré. (Sale.)

NARRADOR. Al oír la esposa de Urías que su esposo había muerto, hizo duelo por él. Y pasado el luto, David envió y la trajo a su casa. Ella fue su esposa, y dio a luz un hijo. Pero esta acción de David desagradó al Eterno, y Jehová envió a Natán.

NATÁN. (Ingresa) Rey de Israel, aquí os traigo un caso que quisiera relatar.

DAVID. Dilo, Natán, ¿qué profecías traéis?

NATÁN. Había dos hombres en una ciudad, uno rico y el otro pobre. El rico tenía numerosas ovejas y vacas, pero el pobre tenía una sola cordera que había comprado y criado. Había crecido con él y con sus hijos. Comía de su bocado, bebía de su vaso y dormía en su seno. Y la tenía como a una hija. Un viajero llegó a casa del hombre rico, y él no quiso tomar de sus ovejas, ni de sus vacas para dar de comer al viajero que lo visitaba, sino que tomó la oveja de aquel hombre pobre, y la aderezó para su huésped.

DAVID. (Enfurecido.) Vive el Eterno que el que tal hizo es digno de muerte. Y debe pagar la cordera con cuatro tantos, porque hizo tal cosa y no tuvo compasión.

NATÁN. Tú eres ese hombre. Así dice el Eterno, Dios de Israel: “Yo te ungí por rey de Israel, y te libré de manos de Saúl. Te di la casa de tu señor, y las mujeres de tu señor en tu seno. Además, te di la casa de Israel y de Judá. Y si esto fuera poco, te añadiría mucho
más. ¿Por qué, pues, tuviste en poco la Palabra de Jehová y cometiste lo malo en sus ojos? A Urías hitita heriste a espada, y tomaste su esposa para que fuera tuya, y a él lo mataste con la espada de los amonitas. Por eso, la espada no se apartará jamás de tu casa por cuanto me menospreciaste, y tomaste la esposa de Urías hitita para ti”. Así dice Dios: “Yo levantaré el mal en tu misma casa. Tomaré tus mujeres ante tus ojos, y las daré a tu prójimo que yacerá con ellas a la vista de este sol. Tú lo hiciste en secreto, pero yo haré esto ante todo Israel, y ante el sol”.

DAVID. Pequé contra Dios.

NATÁN. También Jehová ha perdonado tu pecado. No morirás. Pero por cuanto con esta acción hiciste blasfemar a los enemigos de Dios, el hijo que te ha nacido morirá. (Sale.)

NARRADOR. Cuando Natán volvió a su casa, el Señor hirió al niño que la esposa de Urías había engendrado a David, y enfermó gravemente. Entonces David rogó a Dios por el niño. Ayunó, se retiró y pasó la noche acostado en tierra. Los ancianos de su casa lo instaron a que se levantara de la tierra pero él no quiso, ni comió con ellos. El niño murió conforme a lo dicho por Natán.

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