¿Quieres ver tu foto aquí?

¿Quieres ver tu foto aquí?
2012 - España
Mostrando entradas con la etiqueta David. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta David. Mostrar todas las entradas

MUSICAL DE DAVID

1 hora y 15 Personajes + extras. Musical que repasa la vida de David. El personaje de David cambia a lo largo de la obra a media que va envejeciendo.
MUSICAL DE DAVID
© Arrate Gallego
PERSONAJES
DAVID
ELIAB
SAÚL
CORTESANO
DONCELLA 1
DONCELLA 2
MERAB
MICAL
SOLDADO 1
SOLDADO 2
SOLDADO 3
BETSABÉ
SALOMÓN
MÚSICO REAL
AYUDANTE
Aspirantes al coro
ESCENA PRIMERA
(David aparece en el escenario, sentado sobre una roca vestido de pastor, con un instrumento musical en la mano. al fondo las ovejas pastando. David canta el salmo veintitrés -versión de Aline Barros traducida.)
ELIAB. ¿Ya estás cantando otra vez? ¿Dónde crees que vas a llegar dedicándote a eso?
DAVID. No sé qué será de mi vida, pero de lo que sí estoy seguro es de que la música me acerca a Dios.
ELIAB. Deberías dedicarte a labores serias, como cuidar mejor el rebaño.
DAVID. No he perdido ninguna oveja a manos de las alimañas. Ayer mismo me enfrenté a un león para protegerlas.
ELIAB. ¿Tú? ¿Y con qué te enfrentaste a él? ¿Con la lira?
(David se levanta y se encara con su hermano.)
DAVID. Con estas dos manos le hice frente.
ELIAB. ¿No sería que te pusiste a cantar y el animal salió huyendo de miedo?
DAVID. ¡No se puede hablar contigo! ¡No entiendes nada!
ELIAB. ¿Qué no entiendo nada? Yo tengo responsabilidades que tú ni conoces. Crees que por cuidar de un puñado de ovejas ya eres un hombre.
DAVID. Yo hago mi parte, como vosotros.
ELIAB. A ninguno de nosotros nos sobra tiempo para canturrear por ahí.
DAVID. Yo no desatiendo mis tareas, pero las hago al son de la música.
ELIAB. ¡Niñato!
ESCENA SEGUNDA
(David se encuentra en una estancia del palacio, cantando o tocando una canción para Saúl. El rey aparece sentado descansando.)
CORTESANO. ¿Os encontráis mejor, mi señor?
REY. Debo confesar que así es.
CORTESANO. ¿Es de vuestro agrado la música?
REY. Lo es. Gracias a su armonía puedo encontrar la paz.
CORTESANO. Sabía que la presencia de este joven le harías bien, majestad.
REY. No sólo es buen música, sino que además posee una buena educación.
CORTESANO. Y no olvidéis que además es un hábil guerrero.
REY. Su padre Isaí ha hecho un gran trabajo con él.
CORTESANO. Sus conocidos dicen que el Señor está con él, en todo lo que hace.
REY. ¡Calla! Esta parte de la composición me deleita. (Comienza a tararear siguiendo la música.) Su cadencia serena mi espíritu atormentado, haciéndome creer que puedo liberarme para siempre de mis pensamientos tortuosos.
CORTESANO. Lo que vos digáis, mi Señor.
(David sigue tocando su instrumento, mientras el rey poco a poco se va adormeciendo. El cortesano se retira caminando hacia atrás simulando no hacer ruido. Se puede poner música de arpa y usar una de plástico. David observa al rey dormido y deja de tocar. Saúl abre un ojo furioso y le arroja la sandalia. David la esquiva y continúa tocando. El cortesano se acerca a David y en un susurro le dice...)
CORTESANO. Más vale que tengáis cuidado, cuando se altera es peligroso.
DAVID. Seguiré tocando hasta que se calme, aunque tenga que hacerlo durante toda la tarde.
ESCENA TERCERA
(Aparece un grupo de mujeres en el salón hablando entre ellas.)
DONCELLA 1. ¿Habéis visto al nuevo muchacho que ha llegado para servir al rey?
DONCELLA 2. Sí. ¡Es un muchacho muy apuesto!
MERAB. ¿De quién habláis?
DONCELLA 1. Del gallardo joven que toca para el rey.
MICAL. ¿Lo habéis visto? ¿Cómo es?
DONCELLA 2. Es alto, castaño, de buen porte... (Habla embelesada.)
MERAB. ¡Ya estás exagerando!
DONCELLA 1. ¡No exagera ni lo más mínimo! Es gentil y buen músico.
MICAL. ¿Dónde está ahora?
DONCELLA 2. En el salón, tocando para vuestro padre.
(Se acercan todas hacia una cortina y observan en silencio unos segundos. Luego regresan al centro del escenario emocionadas.)
DONCELLA 1. ¡A que es maravilloso!
MERAB. Yo no lo veo tanto. Es un chico de lo más normal.
MICAL. Pues a mí me gusta. ¿Sabéis cómo se llama?
DONCELLA 1. He oído decir a un cortesano que se llama David.
MICAL. ¡Qué nombre más bonito!
MERAB. ¡Vamos! Si es un nombre normal y corriente como Ebiasaf o Amasay.
DONCELLA 2. ¡Qué cosas dices! Lo que pasa es que a ti te gusta Adriel y ya no hay otros hombres, fuera de él.
MICAL/DONCELLA 1. ¿Queeeeéé?
MERAB. ¿Cómo has podido decir eso? ¡Era un secreto! Te voy a...
(Merab persigue a su doncella mientras las otras dos intentan detenerla. Salen corriendo del escenario.)
ESCENA CUARTA
(Aparece en el escenario David huyendo, vestido de soldado. Varios hombres ataviados para la lucha, lo acompañan.)
DAVID. ¡Ya no puedo más! Estoy cansado de vivir huyendo. ¡Con todo lo que he hecho por el rey! ¿Cómo puede ser que pretenda matarme?
SOLDADO 1. No lo sé. Pero esta vez ha estado muy cerca.
SOLDADO 2. Podríamos atacarle nosotros por sorpresa y acabar con él.  
DAVID. Tiene que haber otra manera de solucionar el problema. (David se sienta en el suelo y sus acompañantes también.)
SOLDADO 3. Saúl desea acabar con tu vida, pero su hijo te tiene en gran estima. Si acabas con el padre, podrás vivir en paz.
SOLDADO 1. Cierto. Si el rey muere, terminará tu pesadilla. Podrás ser libre y vivir donde te plazca.
SOLDADO 2. Si decides luchar contra él, yo te seguiré. Aunque me cueste la vida.
DAVID. Vuestras palabras me halagan. Pero, ¿cómo podría yo hacer daño al ungido de Dios?
SOLDADO 3. Puede que sea el ungido de Dios, pero se comporta como un pagano.
DAVID. (Se levanta.) Lo sé. Su comportamiento está lejos de lo que debería ser un líder de Israel. Aún así yo debo ser fiel a Dios a pesar de todo.
SOLDADO 1. Tu integridad te honra. Sólo espero que tu decisión sea la acertada.
SOLDADO 2. Continuaremos a tu lado en cualquier circunstancia.
DAVID. Agradezco vuestra fidelidad. Si todavía sigo vivo es gracias a la ayuda divina y a vuestra compañía.
SOLDADO 3. Somos nosotros los que debemos agradecerte que nos dejes acompañarte. Tú nos has dado esperanza.
DAVID. La esperanza nos la da el Señor. El que habita al abrigo de Dios...
SOLDADO 1. Se acoge a su sombra...
(Canción: "El que habita al abrigo de Dios" - Steve Green. Sería genial si la cantaran los cuatro.)
ESCENA QUINTA
(David aparece en su palacio, vestido como rey dando vueltas por el salón del trono. Su esposa Betsabé está bordando en un rincón.)
DAVID. ¿Cómo podría yo honrar a mi Dios como se merece? yo tengo un palacio y riquezas y el Señor mora en una tienda hecha de telas.
BETSABÉ. ¿Por qué no descansas un rato de tus preocupaciones?
DAVID. Porque los días se me van y ya estoy viejo.
BETSABÉ. Dios sabe que te has esforzado por seguir sus caminos toda tu vida.
DAVID. Pero aún me queda una cosa por hacer. La última misión de mi vida.
SALOMÓN. ¿De qué estás hablando, padre?
DAVID. ¡Ven aquí, hijo mío! En mi cabeza da vueltas una idea desde hace algún tiempo, que no me deja descansar.
SALOMÓN. ¿Y cuál es esa idea? ¿Qué te tiene tan preocupado?
DAVID. Quisiera construir un templo para nuestro Dios.
SALOMÓN. ¿Un templo? ¿De piedra y madera? ¡Es una gran idea!
DAVID. Celebro que te guste, porque tú tendrás que ayudarme.
SALOMÓN. ¿Yo? ¿Por qué? ¡No me necesitas! Eres el rey y tienes todo a tu disposición.
DAVID. No se trata de eso, hijo mío. Sé que dispongo de muchas cosas...
SALOMÓN. ¿Qué te impide empezar la obra? ¡Eres un hombre de fe! Toda tu vida has perseverado al lado del Señor.
DAVID. Yo he sido sólo un hombre, un pecador de quien Dios ha tenido misericordia. Mis manos están manchadas de sangre (se mira las manos). yo no soy digno de esa obra.
SALOMÓN. Pero, padre, el templo debe ser construido. Es tu aspiración y sé que Dios prosperará tu empresa.
DAVID. Tú serás el que edifique ese templo.
SALOMÓN. ¿Yo? ¡Si no sabré hacerlo! ¡Soy sólo un muchacho! Nadie me tomará en serio.
DAVID. Tendrás a tu disposición los planos y las instrucciones que vas a necesitar. Todo está ya diseñado: el atrio, los pórticos... Además he hecho provisión de materiales diversos, para cuando comiences la tarea.
SALOMÓN. Padre mío, agradezco tu confianza, pero no me veo capaz de llevar a cabo tal obra.
DAVID. Sé fuerte y valiente. El Señor no te dejará ni te abandonará hasta que hayas terminado toda la obra del templo del Señor.
(Desaparecen hablando entre ellos detalles de la construcción.)
ESCENA SEXTA
(Aparecen en escena el música real y su ayudante.)
MÚSICO. ¡Vamos! ¡Vamos! El rey quiere tener todo listo cuanto antes.
AYUDANTE. Sí, sí, ya voy. Pero tienes que saber que me has avisado con muy poco tiempo. Aún así ha venido mucha gente.
MÚSICO. Eso es bueno, podremos elegir a los mejores talentos de Israel.
AYUDANTE. ¿El rey quiere un coro muy numeroso?
MÚSICO. Se le h ocurrido la ingeniosa cifra de doscientos ochenta y ocho.
AYUDANTE. ¿Qué? ¿Sabéis lo que cuesta dirigir a tanta gente?
MÚSICO. Sí. Por eso he ideado un proyecto para hacer varios grupos y tener siempre canciones nuevas en el servicio del templo.
AYUDANTE. Eres muy ingenioso... ¿Seguro que eso no se le ha ocurrido al rey?
MÚSICO. Bueno... en parte, pero yo concreté la idea.
AYUDANTE. (Señalando hacia el público.) ¡Mira! ¡Todos estos se han presentado para el coro!
MÚSICO. ¡Muy bien! Estoy más que satisfecho con tu trabajo. Ahora ve indicándoles que pasen en orden, para que nos muestren su talento.
AYUDANTE. (Señalando al público.) Tú y tú, acercaos para la prueba.
(Dos actores se acervan y cantan una estrofa de un himno.)
MÚSICO. ¡Me gusta!
(El Ayudante va señalando a distintas personas del público que se van colocando para formar un coro. Puede ser un octeto. Aunque la idea original de David fueron doce personas. Aparece David, algo encorvado por los años y se sienta frente a ellos. El músico real dirige un canto con el nuevo coro. La canción puede ser "Yo iré" de Steve Green.)
DAVID. (Se ve emocionado. Se vuelve hacia el público y levantando las manos dice...) Señor, bendice nuestra alabanza, para que sea agradable a tus oídos.
TODOS. Amén.

David y Goliat

10 Minutos y 2 Personajes. Goliat intenta convencer a los niños de la iglesia para que reciban sus regalos pero entre sus filas saldrá un David que ayudará a los niños a vencer esos regalos que les entrega Goliat.


DAVID Y GOLIAT
Versión Moderna para Niños
Virginia Pineda





Basada en 1 Samuel 17: 1-54

PERSONAJES

GOLIAT


DAVID

(Luego de las alabanzas, la Directora le dirá a los niños que tiene que bajar a buscar algo que olvidó, pero que guarden reverencia y hagan silencio. Cuando el escenario esté solo, aparecerá Goliat, temible, amenazador y lanzará grandes amenazas)

GOLIAT. (Dirigiéndose a los niños.) ¿Quiénes son ustedes? ¿Qué hacen todos allí sentados y mirándome? ¡¡Contéstenme!! No se queden calladotes, ¿les comieron la lengua los ratones?
¡Ah! Ya sé… Ustedes están allí, cantándole a ese Jesús, ¿verdad?, entonces, si es así, ¡¡todos ustedes son mis enemigos!! ¿Y saben qué? A todos los voy a destruir porque soy más fuerte que ustedes, les voy a dar cosas que a ustedes les gusta, pero que los lleva a la muerte… ¡Ja, ja, ja!

(Tiene una bolsa llena de globos inflados. Cada globo representa una tentación o pecado que nos aleja de Dios.)

(Goliat a medida que va sacando los globos, los identifica claramente y pregunta quién lo quiere. Ej.: Saca el globo amarillo que dice “MENTIRAS” y dice: “Miren, niños, qué globo tan hermoso y qué color tan brillante. ¿Quién lo quiere?”

(Lógicamente algún niño lo pedirá; entonces Goliat dirá: “¡Ja, Ja, Ja! Claro que te lo regalo, allí te va”. Lo tira al público. Y así saca de la bolsa globos con diferentes nombres como: ROBO, EGOÍSMO, PALABRAS SUCIAS, MALDAD, DESOBEDIENCIA, ETC. Finalmente saca un globo rojo que dice “VIOLENCIA” y dice: “¡Oh, éste es hermoso y aquí tengo más de éstos!” (Saca más globos rojos que digan “violencia” y los tira a los niños. Les dice: “Tomen niños, son todos para ustedes, ¡contágiense y destrúyanse! ¡Ja, ja, ja! Todos morirán… a menos que… ¡¡A menos que salga un valiente y venga a pelear conmigo por sus vidas!! ¡Ja, ja, ja! Pero no creo que haya ningún valiente que se atreva a pelear conmigo, ¡ja, ja, ja! ¡¡¡Todos son unos GALLINAS!!!

(De repente sale de entre los niños, David, un niño pequeño, pero valiente, con túnica, un biombo y varias piedras pequeñas, le tira a los globos que aún están frente al escenario y debe reventarlos.)

DAVID. (A Goliat.) ¡Detente! ¡¡En el nombre de Jesús! Yo defenderé a estos niños y te mataré.

GOLIAT. ¡Ja, ja, ja! ¿Túuu? ¿Y cuántos más? No me hagas reír, mírate, ¡eres un enano! ¿Cómo te atreves a desafiarme?

DAVID. Tú vienes aquí, con tus mentiras y porquerías de regalo para destruir a estos niños, pero eso no va a pasar, porque tú no los puedes destruir ¿y sabes por qué? Hay algo que tú no sabes, ellos tienen un amigo poderoso que te botará de este lugar.

(Goliat busca entre los niños a ver si ve a ese Poderoso.)

DAVID. (A los niños) A ver, niños, vamos a llamar a ese amigo poderoso para que saque a este gigante mentiroso de este lugar. (Lleva a los niños a corear: JESÚS, JESÚS, JESÚS, JESÚS.)

GOLIAT. (Cuando escucha ese nombre, hace como que se cubre el rostro, da varios traspiés y sale gritando) ¡No! ¡No! ¡¡¡A él no, a él no!!! (sale corriendo del escenario.)

DAVID. (A los niños) ¡Niños! ¿Quién de ustedes se quiere morir? Nadie, ¿verdad?

NIÑOS. ¡¡¡Nadie!!!

DAVID. Entonces destruyan todos los regalos que les dio Goliat, porque eso sólo les hará daño. ¡¡¡A romperlos!!!

Joven y amigo

6 Minutos y 4 Personajes. Este drama forma parte de un programa relativo a la amistad en el que se pretende enfatizar la necesidad de tener, como cristianos, relaciones significativas los unos con los otros. Trata de la amistad profunda entre Jonatán y David. Si desea el programa, nos lo solicite.

JOVEN Y AMIGO

PERSONAJES

NARRADOR
JONATÁN
DAVID
SAÚL


NARRADOR. Hay pocas cosas en la vida que amanecen más a algunos individuos que la pérdida del poder. Y eso era lo que el rey Saúl estaba enfrentando. En su esfuerzo por retener el trono de Israel, decidió acabar con la vida de David, el hijo de Isaí, que era su potencial sucesor. La Biblia relata un intento de Saúl para matarlo. Irónicamente, el mismo hijo de Saúl, Jonatán, es quien ayudó a David a evitar su muerte prematura. La historia de esa increíble amistad se encuentra en 1 Samuel 20, donde vemos a David buscando desesperadamente una respuesta de su amigo de confianza, Jonatán.

DAVID. (Implorando.) ¿Qué hice yo? ¿Cuál es mi ofensa? ¿Qué piensa tu padre que hice equivocadamente para tratar de matarme?

JONATÁN. ¡Por Dios! No hay la idea de matarte. Sé que mi padre no hará nada sin decírmelo. ¿Por qué escondería mi padre una cosa así de mí? ¡No puedo creerlo!

DAVID. Estoy pronto para jurarte que es así, tu padre dijo para sí mismo: "Jonatán no debe saberlo, porque si lo sabe quedará resentido", ya que él sabe que tú me tienes en gran consideración. Así como vive el Señor, y tú vives, hay apenas un paso entre mí y la muerte.

JONATÁN. ¿Qué deseas que haga?

DAVID. (Pensativo.) Mañana es luna nueva, y deberé cenar con el rey. Déjame ir y esconderme en el campo hasta la tercera noche. Si tu padre nota mi falta, entonces dile: "David me pidió que lo dejara ir a hacer una visita rápida a su hogar en Belén, pues es el sacrificio anual de toda su familia". Si el dice: "Está bien", será una buena señal para mí; pero si él se indigna, sabrás que decidió hacerme mal. (Serio.) Querido Jonatán, usa de misericordia conmigo; pues tú y yo hicimos una solemne alianza ante el Señor. Mátame si tengo culpa. ¿Por qué me dejarás caer en las manos de tu padre?

JONATÁN. (Atónito.) ¡Por Dios! Si descubro que mi padre planea tu mal, te avisaré.

DAVID. ¿Cómo me lo harás saber?

JONATÁN. (Pausa.) Ven conmigo al campo.

NARRADOR. De esa forma fueron juntos al campo y Jonatán le dijo a David…

JONATÁN. (Intensamente.) Te prometo a ti, David, delante del Señor Dios de Israel, que mañana a esta misma hora sondearé a mi padre por tercera vez y, si veo que él tiene buena disposición para contigo, haré que lo sepas. Si mi padre se vuelve desconfiado, que el Señor haga conmigo el mismo mal y más, si yo no te lo hiciera saber y no te pusiera a resguardo. ¡El Señor será contigo como ha sido con mi padre! Te prometo que mientras yo viva tendrás mi amistad fiel, como el Señor requiere; y si yo muero, tú continuarás siendo leal a mi familia para siempre. Cuando el Señor elimine de la tierra a todos los enemigos de David, que el Señor te llame a prestar cuentas si tú y tu casa dejaren de ser mis amigos.

NARRADOR. Jonatán renovó su promesa a David por causa de su amor por él, pues lo amaba como a sí mismo. Entonces le dijo…

JONATÁN. Mañana es luna nueva, y se darán cuenta de tu ausencia cuando vean tu lugar vacío. Por lo tanto, vete al caer la noche, por tercera vez, al mismo lugar donde te escondiste en la tarde de la fiesta, y queda allí escondido. Cuando yo vaya, lanzaré tres flechas en aquella dirección, como si estuviera intentando acertar un blanco. Mandaré a mi ayudante que vaya a buscar las flechas. Si yo le digo: "Mira, las flechas están de este lado, júntalas", entonces podrás salir del escondite. Estarás seguro, te lo prometo. Pero si yo le digo: "Mira, las flechas están del otro lado, más adelante", entonces el Señor te habrá dicho que debes partir. El Señor quede entre tú y yo para siempre.

NARRADOR. Así que David se escondió en los campos. Llegó la luna nueva, la cena estaba preparada, y el rey se sentó para cenar. Saúl se sentó en su lugar de costumbre junto a la pared. Y Abner se sentó a su lado; Jonatán también estaba presente, (hacer una pequeña pausa), pero el lugar de David estaba vacío. Aquel día Saúl no dijo nada, pues pensó que David estaba ausente por algún motivo, tal vez por estar ritualmente impuro. Pero al segundo día, el día siguiente a la luna nueva, el lugar de David todavía estaba vacío, y Saúl le dijo a su hijo Jonatán: "¿Por qué el hijo de Isaí no vino a la fiesta, ni ayer ni hoy?"

JONATÁN. David me pidió permiso para ir a Belén. Dijo: “Nuestra familia está sacrificando en la ciudad y mi hermano me pidió que estuviera allí. Ahora, si hallé gracia delante de ti, déjame ir a ver a mis hermanos". Por eso no vino a cenar con el rey.

SAÚL. (Airado.) ¡Hijo de madre perversa y rebelde! Te hiciste amigo del hijo de Isaí sólo para traer vergüenza a ti mismo y deshonra a tu madre, pero yo lo voy a arreglar. Mientras el hijo de Isaí viva, ni tú ni tu corona estarán seguras. Manda que lo busquen, merece morir.

JONATÁN. (Resentido.) ¡El merece morir! ¿Por qué? ¿Qué hizo?

NARRADOR. Entonces Saúl tomó su lanza e intentó matarlo; y él supo que su padre quería la muerte de David. Jonatán dejó la mesa violentamente y no comió nada ese segundo día de las fiestas; pues estaba indignado por causa de David, pues su padre lo había humillado. A la mañana siguiente, Jonatán salió al campo para encontrar a David en la hora combinada, llevando un ayudante con él. Le dijo al muchacho…

JONATÁN. Corre a buscar las flechas; voy a tirarlas.

NARRADOR. El muchachito corrió, y él tiró las flechas por sobre su cabeza. Cuando el muchacho llegó al lugar donde las flechas habían caído, Jonatán gritó…

JONATÁN. ¡Mira, las flechas están más allá, rápido! ¡No hay tiempo que perder! ¡Apresúrate!

NARRADOR. El muchachito juntó las flechas y se las llevó a su maestro; pero sólo Jonatán y David sabían lo que significaba; el muchacho no entendió nada. Jonatán entregó sus armas al ayudante y le mandó que las llevara de vuelta a la ciudad. Cuando el muchacho se fue, David salió de su escondite y se inclinó humildemente tres veces. Se besaron y lloraron juntos, y el dolor de David era todavía mayor que el de Jonatán. Jonatán le dijo a David…

JONATÁN. ¡Vete y ponte a salvo! Porque juramos ambos en el nombre del Señor, que es el testigo para siempre entre tú y yo y entre tus descendientes y mis descendientes.

NARRADOR. David se fue y Jonatán volvió a la ciudad. Sus caminos se separaron en ese momento, pero estaban unidos para siempre por la amistad.

El pecado de David

13 Minutos y 7 Personajes. Desarrollo de plan de David para ocultar su pecado de adulterio con Betsabé.


EL PECADO DE DAVID
Ángel Maguiña


PERSONAJES


NARRADOR
DAVID
NATAN
JOAB
HET
BETSABÉ
URÍAS




NARRADOR. Al año siguiente, al tiempo en que salen los reyes a la guerra, David envió a Joab a sus siervos y a todo el ejército. Y destruyeron a los amonitas, y sitiaron a Rabá; pero David se quedó en Jerusalén

(Aparece David echado en un diván, luego se levanta y se pasea mirando a todos lados y sus ojos se fijan con atención, después de observar largamente. Da dos palmadas.)

HET. (Haciendo reverencia.) ¿Señor?

DAVID. Mira allá Het, dime, ¿quién es esa mujer?

HET. Aquella es Betsabé, Hija de Eliam, mujer de Urías Heteo.

DAVID. (Aparte.) Es casada. (A Het) Envía mensajeros y traedme aquella mujer.

HET. Así será, señor. (Se retira.)

DAVID. Ah, hermosuras de Jerusalén, ¿quién pudiera andar por todos tus caminos? La victoria me sonríe, los Amonitas ya están derrotados, solo falta caer a Rabá, es cuestión de tiempo, y lo que tiene que caer, caerá.

(Ingresa Het con Betsabé.)

HET. Señor, aquí esta Betsabé, hija de Eliam.

DAVID. Muy bien. (Le hace una señal a Het para que se retire.) Tu hermosura es incomparable.

BETSABÉ. Mi Señor, ¿para qué has hecho venir a tu sierva?

DAVID. Solo el destino podrá explicar tu presencia, sígueme.

(Salen David y Betsabé.)

NARRADOR. Al caer la noche y recibir una mañana la tarde, se bosqueja el sentimiento atraído por una traición, la deslealtad envuelta en sombrías tentaciones, recompensará el delito.

DAVID. (Ingresando,) Dulce encanto de mi ser y mi reino.

HET. Mi Señor: la señora Betsabé. (Se retira.)

BETSABÉ. Señor...

DAVID. ¿Qué te hace tan afligida, mujer? Ten tu reposo en mí y cuéntame tus desconsuelos.

BETSABÉ. La tierra que fue sembrada rendirá su fruto para cuando llegue el...

DAVID. Parece un acertijo, dime ya lo que te impacienta.

BETSABÉ. Estoy en cinta...

DAVID. ¿En cinta? ¿Cómo pudo suceder esto?

BETSABÉ. Mi alma está afligida por la sentencia que recibiré…

DAVID. Recuerda, mujer, soy el rey. (Pensando.) Esto se debe solucionar cuanto antes y poner todo en orden. (Dirigiéndose a la mujer.) Ve tranquila que solucionaré esto cuanto antes.

BETSABÉ. Señor. (Se retira.)

HET. (Ingresa.) Señor.

DAVID. Het, envía a un mensajero a Joab, que haga venir pronto a Urías el Heteo que tiene en el frente de batalla.

HET. Así lo haré, señor, en cuanto llegué a Rabá de los Amonitas se lo enviaré. (Sale.)

NARRADOR. Con la velocidad del viento Urías el Heteo corrió traspasando montañas, y llanuras llegando por fin hasta Jerusalén.

URÍAS. Señor, en cuanto recibí su mensaje vine aprisa sin tardar.

DAVID. Hazme saber sobre la salud del general Joab y del pueblo que sitia a Rabá y cómo va la guerra.

URÍAS. Su salud es inmejorable y el pueblo espera el momento para entrar a la ciudad...

DAVID. Desciende a tu casa, y lava tus pies.

URÍAS. Se lo agradezco, mi rey, con su permiso me retiraré. (Sale.)

(Het ingresa.)

DAVID. Envía algunos presentes a la casa de Urías el Hitita.

(Het se retira.)

NARRADOR. Pero Urías durmió a la puerta de la casa del rey con los demás siervos de su señor, y no descendió a su casa.

HET. (Ingresa.) Señor.

DAVID. Dime, buen Het.

HET. Urías no había descendido a su casa.

DAVID. Ese hombre no sabe cumplir órdenes, le envié para que fuera a casa y no ha ido; haz venir pronto a Urías Heteo.

(Het sale.)

DAVID. (Pensativo.) Este plan otro plan dará resultado…

(Het Ingresa con Urías.)

DAVID. ¿No has venido de camino? ¿Por qué no descendiste a tu casa?

URÍAS. El Arca e Israel y Judá están bajo tiendas; y mi señor Joab y sus oficiales, en el campo, ¿y había yo de entrar en mi casa, y dormir con mi esposa? Por vida de tu alma que yo no haré tal cosa.

DAVID. Quédate aún hoy, y mañana te despacharé. (Le hace una seña a Het y este sale.)

URÍAS. Bien, Señor.

(Het ingresa con un azafate que contiene comida y abundante bebida, y les sirve.)

(Música. Comen y beben, por un tiempo.)

URÍAS. (Ebrio.) Después de dos días de banquete y bebida debo partir a mi hogar.

DAVID. Es una decisión sabia; tu esposa te espera con ansias.

URÍAS. Entonces, mi Rey, me retiro. (Sale.)

NARRADOR. Y él salió a dormir en su cama con los siervos de su señor, pero no descendió a su casa. Entonces la ira del Rey se encendió en gran manera debido a que sus planes no daban resultado y los días pasaban.

DAVID. ¿De dónde viene tanta osadía el desobedecer mis órdenes? (Pensativo. Se oye en voz en off su voz: “Si esto se llega a saber ni la flauta ni el tamboril sonarán para mí debo hallar una solución o la desgracia llegará a mi reino. Actuaré con rapidez.” Coge una pluma y escribe: “A Joab, general de los ejércitos de Israel, que el sitio sea de victoria para nuestra causa. Joab, te ruego que Urías marche al frente, en lo más recio de la batalla, y abandónalo para que sea herido y muera. Hasta pronto.”) ¡Het!

HET. (Ingresa.) ¿Señor?

DAVID. Envía esta carta a Joab. ¡Con urgencia!

(Salen.)

NARRADOR. Aliento de ciudad fortificada, Rabá sitiada por Joab. Escoge a los más valientes, urga entre sus filas para enviar a Urías Heteo. Enviará una ofensiva con un solo objetivo: cumplir una orden expresada en un crimen -matar a Urías para borrar aquel pecado-. Cual aguijón molesta al rey, sabiendo las consecuencias que acarrearía dejarlo vivir. Joab envía a estos guerreros, les insta, les arenga a pelear por Dios y su rey... Y Urías Heteo dispuesto a la lucha con el valor y el vigor de corazón que da la convicción de su Dios y su rey, marcha al frente sin vacilar, sin saber que razones entenebrecidas ya han dictado su sentencia: morir para preservar el reino, sin mancha, la traición cruel marca su camino. ¡Ha muerto! Víctima de la injusticia.

JOAB. Ya la jornada del día de hoy ha terminado, mi valiente Het.

HET. Sí, creo que muy pronto.

JOAB. Llevarás un mensaje a Jerusalén. Cuando acabes de dar al rey todas las noticias de la guerra, si el rey empieza a enojarse, y te dice: “¿Por qué os acercasteis a la ciudad? ¿No sabéis lo que suelen arrojar desde la muralla? ¿Quién hirió a Abimelec, hijo de Jerobaal? ¿No echó una mujer desde la muralla un pedazo de rueda de molino, y murió en Tebes? ¿Por qué os llegasteis a la muralla?” Entonces le dirás: “También tu siervo Urías hitita ha muerto”.

HET. Lo llevaré, señor.

(Salen.)

(David ingresa.)

HET. (Le da alcance a David.) Señor, traigo mensaje de los últimos acontecimientos en Rabá.

DAVID. Decidme, que ansioso estoy por oírlos.

HET. Prevalecieron los hombres que salieron contra nosotros al campo, bien que les hicimos retroceder hasta la entrada de la ciudad pero los arqueros tiraron a tus siervos desde la muralla, y murieron algunos de los siervos del rey, y entre ellos, Urías hitita.

DAVID. Decidle a Joab: “No tengas pesar por eso, porque la espada consume tanto a uno como a otro. Refuerza el ataque contra la ciudad hasta que la rindas”. Y tú, aliéntalo.

HET. Eso haré. (Sale.)

NARRADOR. Al oír la esposa de Urías que su esposo había muerto, hizo duelo por él. Y pasado el luto, David envió y la trajo a su casa. Ella fue su esposa, y dio a luz un hijo. Pero esta acción de David desagradó al Eterno, y Jehová envió a Natán.

NATÁN. (Ingresa) Rey de Israel, aquí os traigo un caso que quisiera relatar.

DAVID. Dilo, Natán, ¿qué profecías traéis?

NATÁN. Había dos hombres en una ciudad, uno rico y el otro pobre. El rico tenía numerosas ovejas y vacas, pero el pobre tenía una sola cordera que había comprado y criado. Había crecido con él y con sus hijos. Comía de su bocado, bebía de su vaso y dormía en su seno. Y la tenía como a una hija. Un viajero llegó a casa del hombre rico, y él no quiso tomar de sus ovejas, ni de sus vacas para dar de comer al viajero que lo visitaba, sino que tomó la oveja de aquel hombre pobre, y la aderezó para su huésped.

DAVID. (Enfurecido.) Vive el Eterno que el que tal hizo es digno de muerte. Y debe pagar la cordera con cuatro tantos, porque hizo tal cosa y no tuvo compasión.

NATÁN. Tú eres ese hombre. Así dice el Eterno, Dios de Israel: “Yo te ungí por rey de Israel, y te libré de manos de Saúl. Te di la casa de tu señor, y las mujeres de tu señor en tu seno. Además, te di la casa de Israel y de Judá. Y si esto fuera poco, te añadiría mucho
más. ¿Por qué, pues, tuviste en poco la Palabra de Jehová y cometiste lo malo en sus ojos? A Urías hitita heriste a espada, y tomaste su esposa para que fuera tuya, y a él lo mataste con la espada de los amonitas. Por eso, la espada no se apartará jamás de tu casa por cuanto me menospreciaste, y tomaste la esposa de Urías hitita para ti”. Así dice Dios: “Yo levantaré el mal en tu misma casa. Tomaré tus mujeres ante tus ojos, y las daré a tu prójimo que yacerá con ellas a la vista de este sol. Tú lo hiciste en secreto, pero yo haré esto ante todo Israel, y ante el sol”.

DAVID. Pequé contra Dios.

NATÁN. También Jehová ha perdonado tu pecado. No morirás. Pero por cuanto con esta acción hiciste blasfemar a los enemigos de Dios, el hijo que te ha nacido morirá. (Sale.)

NARRADOR. Cuando Natán volvió a su casa, el Señor hirió al niño que la esposa de Urías había engendrado a David, y enfermó gravemente. Entonces David rogó a Dios por el niño. Ayunó, se retiró y pasó la noche acostado en tierra. Los ancianos de su casa lo instaron a que se levantara de la tierra pero él no quiso, ni comió con ellos. El niño murió conforme a lo dicho por Natán.

David y Goliat

10 Minutos y 15 Personajes. Historia de la lucha entre David y Goliat.
DAVID Y GOLIAT

PERSONAJES

NARRADOR
SAÚL
SOLDADO 1
SOLDADO 2
SOLDADO 3
GENERAL FILISTEO
FILISTEO 1
FILISTEO 2
FILISTEO 3
GOLIAT
ESCUDERO
DAVID
HERMANO 1
HERMANO 2
HERMANO 3




NARRADOR. Los filisteos juntaron sus ejércitos para la guerra y se congregaron en Soco, que es de Judá y acamparon en Efes-danim. También Saúl y los hombres de Israel se juntaron y acamparon en el valle de Ela, y se pusieron en orden de batalla contra los filisteos.

(Aquí cada grupo de soldados entra en el escenario colocándose un grupo a la izquierda y otro a la derecha.)

SAÚL. ¡Vamos muchachos, firmes! Hoy vamos a vencer a los filisteos. Como ya saben, Jehová nos dará la victoria. ¡No tengan temor! A ver tú, soldado, muéstrame tu mejor arma...

SOLDADO 1. (Cantando.) Jehová es mi Guerrero ¡jo, jo, jo! Jehová es mi Guerrero ¡jo, jo, jo! Y con mi alabanza pelearé, pues no es mi guerra sino la de Dios. Danza y pandero yo daré, pues no es mi guerra sino la de Dios, y con alta voz yo gritaré: “Jehová es mi guerrero!

(Todos le ayudan a cantar.)

SAÚL. Muy bien, esa es nuestra mejor arma…

NARRADOR. Y los filisteos estaban sobre un monte a un lado y el valle entre ellos…

GENERAL FILISTEO. ¡Filisteos! ¡Estén listos! Hoy vamos a vencer a nuestros enemigos en el nombre de los dioses…

FILISTEO 1. Sí, ¡hoy venceremos a los Israelitas en el nombre del dios Oruga!

FILISTEO 2. No, ¡hoy vamos a vencer en el nombre de dios zope! ¡Sííííí!

(Todos gritan: “Sííí”.)

NARRADOR. Salió entonces del campamento de los filisteos un paladín, el cual se llamaba Goliat de Gat y tenía gran altura. Era un gigante, tenía un casco de bronce en su cabeza, y un vestido de malla muy pesado. El asta de su lanza era como un rodillo de telar e iba su escudero delante de él.

FILISTEO 3. (Al frente del escuadrón.) ¡Vamos muchachos, como lo ensayamos!

(Los filisteos comienzan a cantar: “A la bin, a la ban, a la bin bon ban, Goliat, Goliat, ra r ra”.)

NARRADOR. Y se paró Goliat y dio voces a los escuadrones…

GOLIAT. (Detrás de una cortina en el escenario se dirige a su escuadrón.) ¡Filisteos! ¡Cállense, cállense que me desesperan...! ¿No ven que me están sonrojando? (A los israelitas) Israelitas, ¿por qué se ponen en orden de batalla? Yo soy el filisteo y ustedes los siervos de Saúl. Escoged a un solo hombre que venga en contra de mí. Si él pudiere vencerme, nosotros seremos sus siervos, pero si yo lo venzo, ustedes serán nuestros esclavos. No se les olvide que hoy he desafiado a los escuadrones de Israel. ¡Enviadme a un hombre que pelee conmigo…! ¡Ja, ja, ja!

(Cuando Goliat habla los israelitas tienen gran temor, y se ponen uno al frente de otro para evitar ser el primero en la fila.)

SAÚL. (Se quita la corona y se la ofrece a un soldado.) Tú serás el nuevo rey mientras dure la guerra.

SOLDADO 2. No, no la quiero, mi rey. Ésta es suya, tal vez despuecito de la guerra, con mucho gusto. (Le devuelve la corona colocándosela en la cabeza.)

NARRADOR. Pero había un joven llamado David que era pastor de ovejas…

(La oveja entra caminando por el pasillo, imitando a una ovejita, hasta llegar a la primera fila. Luego David la alcanza y la lleva hacia fuera.)

DAVID. (Entra buscando la oveja y la llama.) ¡Dulcinea, Dulcinea! ¿Dónde estás, Dulcinea? ¡Ahh! Ya te vi, oveja descarriada, siempre andas escapándote... (Con el palo de pastor la dirige hacia fuera mientras la oveja va feliz.)

NARRADOR. He allí David, el menor los ocho hijos de Isaí, el cual no había ido a la guerra por su corta edad. Pero este muchacho se convertiría en el instrumento usado por Dios para darle libertad a su pueblo.

En el campo de batalla había únicamente tres de los hermanos mayores de David, temerosos por el gigante que mañana y tarde amenazaba al pueblo de Israel.

Uno de tantos días David fue enviado por su padre a dejar provisiones a sus hermanos y al llegar al campo de batalla sucedió lo inesperado por David…

HERMANO 1. ¿Qué haces aquí, pastorcillo? Deberías de estar cuidando las ovejas…

HERMANO 2. Sí, ¿qué haces aquí? El lobo se llevará las ovejas y mi padre te castigará…

HERMANO 3. Conozco tu corazón y sé que solo a husmear has venido

NARRADOR. De repente se oyó nuevamente aquella voz espantosa que los soldados Israelitas conocían muy bien…

GOLIAT. (Sale con su escudero.) ¡Ja, ja, ja! Enviadme al hombre que peleará conmigo. Si me venciere, todos nosotros seremos sus siervos pero si yo venzo… ¡Ustedes nos servirán! ¡Ja, ja, ja!

(Cuando Goliat habla los israelitas tienen gran temor, y se ponen uno al frente de otro para evitar ser el primero en la fila.)

SOLDADO 3. (A David.) ¿Viste a este hombre que ha salido? El que lo venza el rey le dará grandes riquezas y a su hija.

DAVID. ¿Quién es este cabezón? ¿Quién es este filisteo para que provoque a los escuadrones del Dios viviente?

HERMANO 1. David, es hora de que te vayas a casa a cuidar a nuestro padre y a las ovejas; ya no hables más.

DAVID. (A otros soldados.) Varones, no tengan temor de este gigantón porque Jehová está con nosotros. (Dirigiéndose a Saúl.) No desmaye el corazón de ninguno a causa de ese cabezón, tu siervo irá y peleará contra este filisteo.

SAÚL. Tú no podrás ir a pelear contra el filisteo, porque tú eres un muchacho y él es un hombre de guerra desde su juventud.

DAVID. Yo soy pastor de ovejas pero he vencido leones y osos cuando han querido tomar alguno de mis corderos. De igual modo mataré a este filisteo que ha provocado al ejército del Dios viviente.

SAÚL. Entonces ve y que Jehová este con tigo.

NARRADOR. Y Saúl vistió a David y puso sobre su cabeza un casco de bronce y le armó de coraza y ciñó David su espada sobre sus vestidos y probó a caminar porque nunca había hecho la prueba.

DAVID. (Después de intentar caminar.) Yo no puedo andar con esto porque nunca lo he hecho. (Se quita la armadura.)

NARRADOR. Y luego de quitarse aquella pesada armadura, tomó su onda y recogió 5 piedras lisas del arroyo y las puso en su saco pastoril. Tomó la onda en su mano y fue hacia el filisteo. El gigante venía andando acercándose a David y el escudero delante de él. Cuando el filisteo miró y vio a David le tuvo en poco porque era un muchacho, de pelo rubio y de hermoso parecer. Y dijo el filisteo a David:

GOLIAT. ¿Acaso soy yo un chucho para que vengas con palos y piedras? Ven a mí y daré tu carne a los zopes del cielo, y a las bestias del campo.

DAVID. ¡Tú vienes a mí con espada lanza y jabalina mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos quien hoy te entregará en mis manos y hoy te venceré, y te cortaré esa cabezota que tienes! Porque de Jehová es la batalla.

NARRADOR. Y aconteció que cuando el filisteo fue al encuentro de David, David se dio prisa y corrió a la línea de batalla y metió David su mano en la bolsa, tomó una piedra y la colocó en su onda y lanzándola hirió al filisteo en la frente y cayó sobre su rostro y así venció David al filisteo y lo mató David sin tener espada en su mano. Y entonces corrió David y se puso sobre el Gigante y tomando la espada de él lo acabó de matar y le cortó la cabeza. Cuando los filisteos vieron a su paladín muerto huyeron, y los Israelitas fueron tras de ellos para perseguirlos y exterminarlos.

David y Goliat

40 Minutos y 12 Personajes. Historia de David desde que es ungido rey hasta que vence a Goliat. Se trata de una obra en la que se interactúa con una audiencia de niños.



DAVID Y GOLIAT
Adaptado de La Biblia, por Ángel Israel Barrós Vargas


PERSONAJES

NARRADOR
SAMUEL
SOLDADO
ISAÍ
ELIAB
ABINADAD
SAMA
VOZ EN OFF
DAVID
LEON
GOLIAT
REY SAÚL


NARRADOR. Esta historia que les voy a contar, ocurrió hace mucho tiempo, es una historia que habla de una de las más grandes aventuras que haya tenido un joven en su vida: la historia del niño que le enseñó a su pueblo cómo matar un gigante… (Diálogo con los niños.) ¿Saben cómo se llamaba este niño? Muy bien, se llamaba David y esta es su historia...

SAMUEL. Creo que por aquí se va, sí, creo que sí. Ha pasado tanto tiempo que no visito Belén y eso que es una ciudad muy bonita: hay árboles por todos lados, las frutas son deliciosas y la gente muy hospitalaria. Vamos a ver, (dirigiéndose al público) Oh, hola amiguitos, mi nombre es Samuel, discúlpenme que no los haya visto antes, es que estoy buscando el camino que lleva a Belén y ¿saben por qué estoy yendo a Belén? ¿No...? Pues Dios me ha enviado para ungir a un nuevo rey que gobierne Israel porque Saúl no ha obedecido a Dios y por tanto, lo ha descartado como rey. (Volviéndose misterioso.) Pero debo tener cuidado porque si Saúl se entera es capaz de arrestarme o lo que es peor aún, me puede (mirando hacia ambos lados) asesinar. ¡Ah! Pero Dios me dijo también que tomara conmigo una becerra y la llevara a sacrificar y que cuando alguien me preguntara a que había venido a Belén, le dijera que “he venido a ofrecer sacrificio a Jehová” así que, amiguitos, si alguien les pregunta a qué he venido, ustedes le dirán que soy un anciano llamado Samuel, que ha venido de muy lejos para hacer un sacrificio a Jehová, ¿entendido? Ustedes no estarán mintiendo porque eso es verdad ¿no es así? (El público responde que sí.)

SOLDADO. (Apareciendo en escena.) ¡Alto!

SAMUEL. (A los niños.) Ya saben amiguitos lo que tienen que decir...

SOLDADO. Le dije que se detenga.

SAMUEL. ¿A mí se me habla, señor soldado?

SOLDADO. Sí, a ti, dime quién eres, identifícate.

SAMUEL. Pues mi nombre es Samuel.

SOLDADO. Samuel el profeta.

SAMUEL. Bueno, me conformo con que me digan Samuel a secas, señor soldado.

SOLDADO. No se me haga el graciosito y dígame ¿a qué ha venido a Belén?

SAMUEL. He venido a sacrificar una becerra a Jehová.

SOLDADO. No te creo nada de lo que me dices, será mejor notificarle al rey de tu venida, a mí más bien me parece que vienes para hablar en contra del Rey.

SAMUEL. Ho... Yo no hablo mal de nadie, señor, sólo digo lo que Dios me ordena que diga, nada más.

SOLDADO. Como te dije, no te creo nada de lo que me has dicho.

SAMUEL. Pues si no me cree, pregúntele a los niños, ellos le dirán la verdad...

SOLDADO. ¿Cuales niños?

SAMUEL. A los que están allí (señala al público.)

SOLDADO. ¡Oh! Perdónenme, niños, no me había dado cuenta de que estaban allí. ¿Ustedes me pueden decir para que ha venido este hombre a Belén? (Los niños responden que ha venido a sacrificar a Jehová.) Bueno, yo les creo.

SAMUEL. Sí, porque los niños no mienten y yo tampoco.

SOLDADO. Bueno, Samuel, entonces puedes seguir tu camino, pero te advierto que te voy a estar vigilando, así que mucho cuidado, ya sabes...

SAMUEL. El que anda con Dios no tiene de qué cuidarse ni por qué temer y gracias amiguitos por ayudarme, adiós, hasta pronto...

SOLDADO. Ya casi termina mi guardia. Saliendo del servicio me iré a casa para visitar a mi mamita y de allí donde mi enamorada para llevarla al teatro. (Suspira.) ¡Ah…! El amor, el amor... (Saliendo de escena.) ¡Oh, no! Mi reloj de arena se ha malogrado; ahora tendré que llevarlo al relojero.

NARRADOR. Así fue como Samuel llegó a Belén, porque Dios lo había enviado, y ofreció holocausto tal y como Dios también le había ordenado, y se encontró con Isaí, el padre de David y se pusieron a conversar de muchas cosas.

ISAÍ. ¿Qué te parece, Samuel? Ahora los sacrificios ya no son como los de antes.

SAMUEL. Sí, pues, es que como estamos en guerra, le gente últimamente o bien está en el campo de batalla o escondida por ahí...

ISAÍ. Antes, para un sacrificio se reunía toda la familia y se mataba lo mejor del ganado; no sólo era un deber sino también un orgullo sacrificar a Dios lo mejor de nuestros animales.

SAMUEL. Pero de todos modos el sacrificio estuvo muy bueno.

ISAÍ. ¡Oh, sí! Eso ni negarlo.

SAMUEL. Pero Isaí, tengo que decirte algo muy importante.

ISAÍ. ¿Y qué será, mi buen amigo?

SAMUEL. Pues que Dios me ha enviado para ungir a uno de tus hijos para que en un futuro sea el nuevo rey de Israel.

ISAÍ. (Asombrado.) ¡No te creo!

SAMUEL. Pues es la verdad y necesito que todos tus hijos vengan inmediatamente.

ISAÍ. Alabado sea Dios, los llamaré ahora mismo. (Sale.)

SAMUEL. ¡Ay, Dios mío! Aún recuerdo cuando era un niño y estaba en el templo sirviéndote día y noche, Señor, porque mi madre hizo un juramento contigo, que si tú le dabas un hijo, ella lo entregaría al templo para que sirviera a Dios… Y ahora estoy aquí, cumpliendo la promesa que te hizo mi madre. (Sale.)

NARRADOR. (Cambiando la escenografía.) Ahora, veamos lo que sucede en el campo donde se encuentran los hijos de Isaí.

(En el campo. Se encuentran recostados los hijos de Isaí.)

ELIAB. (Roncando.) Oye, Abinadad, Abinadad...

ABINADAD. (Medio despierto.) ¿Eh? ¿Quién me habla?

ELIAD. Soy yo: Eliab.

ABINADAD. ¿Qué quieres? ¿No ves que estoy descansando?

ELIAB. ¿Ah, sí? ¿Y de qué estás descansando?

ABINADAD. ¿Que no lo ves? De descansar, ¿que acaso no sabes que mi trabajo consiste en descansar por todos ustedes?

ELIAB. Déjate de tonterías y dime dónde está David.

ABINADAD. No lo sé, ¿acaso soy su hermano para que me preguntes por él?

ELIAB. Pues claro que lo eres.

ABINADAD. Verdad no... Déjame preguntarle a Sama... Oye, Sama, despierta...

SAMA. Déjame mamá, no me gusta levantarme temprano.

ABINADAD. Sama, despierta ya...

SAMA. No, mamá, no me gusta la sopa… Dile a papá que estoy enfermo para que no me lleve al campo a trabajar...

ABINADAD. (Gritando.) ¡Sama, despierta!

SAMA. ¿Qué pasa, Abinadad? ¿Por qué haces tanta bulla?

ABINADAD. Despierta ya y dime dónde está David.

SAMA. Espérate, déjame recordar... ¡Ah, sí! Ya me acuerdo... Lo envié al que apaciente las ovejas...

ABINADAD. Oye, Eliab...

ELIAB. ¿Qué pasa?

ABINADAD. Dice Sama que ha enviado a David para que apaciente las ovejas...

ELIAB. Bien hecho.

ABINADAD. Sí, que trabaje duro…

SAMA. Para eso es el hermano menor, él tiene que hacer todo lo que le digamos...

ELIAB. Oye, Sama...

SAMA. ¿Qué pasa?

ELIABA. Sería bueno que vayas a echarle una miradita a David, no vaya a ser que ese flojo se haya quedado dormido y los leones se coman las ovejas...

SAMA. ¿Y por qué no va Abinadad? Eso es trabajo para los hermanos mayores, yo no tengo nada que ver en eso...

ABINADAD. Oye Sama, no te metas conmigo porque si me levanto, soy capaz de... de...

SAMA. (Levantándose.) ¿De qué?

ABINADAD. De volverme a dormir, y quiero evitar la fatiga de levantarme por gusto.

ELIAB. Tienes que obedecernos, Sama, porque tú eres el menor.

SAMA. ¿Y por qué no van este par de flojos que son menores que yo?

ABINADAD. Porque ellos se han pasado todo el día recogiendo el trigo en el campo y tienen derecho a descansar.

SAMA. Pero yo no quiero ir...

ELIAB. Pero tienes que ir.

SAMA. ¡No!

ISAÍ. (Ingresando.) ¿Qué pasa aquí?

ELIAB. (Levantándose rápidamente.) A ver, todos a trabajar.

ABINADAD. (Repitiendo la misma acción de Eliab.) ¡Vamos haraganes, ya dejen de dormir y vamos a trabajar!

ISAÍ. Hijos, vengan conmigo pronto.

SAMA. ¿Qué pasa, Padre? ¡Dinos!

ISAÍ. Nos ha visitado Samuel, un profeta de Dios y quiere conocerlos a ustedes para ungir a uno y convertirlo en el próximo rey de Israel.

ELIAB. Seguramente Samuel me ungirá a mí, por ser el mayor y el más guapo de todos.

ABINADAD. No te hagas ilusiones porque papá no ha dicho que el profeta ungirá al primogénito sino a uno de nosotros.

SAMA. Si entre nosotros hay alguien a quién ungir, seguramente será a mí, porque yo soy el más inteligente de todos.

ISAÍ. ¡Ya! Dejen de pelear y vámonos. ¿Dónde está David?

ABINADAD. Está en el campo haciendo pastar a las ovejas.

ISAÍ. Bueno, no creo que haga falta, es el menor de todos mis hijos, así que no creo que Dios lo haya escogido a él... Vamos rápido, rápido. (Salen de escena.)

NARRADOR. (Va cambiando la escenografía.) ¡Qué tales hijos! ¿No? Unas joyitas, pero no todos seguramente. Recuerden que dos de ellos estaban descansando porque habían trabajado todo el día recogiendo el trigo y David que se encontraba en el campo apacentando las ovejas. Veamos qué sucede…


(En la casa de Isaí.)

SAMUEL. Bueno, vamos a ver a cuál de ustedes ha escogido Dios para que sea el nuevo rey de Israel en el futuro. Que se acerque el primogénito.

ELIAB. Aquí estoy, listo para ser ungido...

SAMUEL. Parece que este joven es el ungido...

VOZ EN OFF. (Voz con efecto de eco.) No mires su parecer, ni lo grande de su estatura, porque yo lo desecho, porque Jehová no mira lo que mira el hombre, el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.

ELIAB. ¿Qué espera para ungirme? Ya estoy agachado...

SAMUEL. Lo siento mucho, jovencito, pero Dios no te ha escogido a ti.

ELIAB. Pero eso no es posible.

SAMUEL. Ya te dije que lo siento. El que sigue...

ABINADAD. ¡Qué pena, hermanito! Pero cuando sea rey, te nombraré mi escudero. (A Samuel.) Únjame Señor.

SAMUEL. Lo siento mucho, pero tampoco a ti te ha escogido Dios.

SAMA. Parece que voy a tener dos escuderos en mi palacio de Rey.

SAMUEL. Lo siento, pero a éste tampoco lo ha escogido Dios, el siguiente. (Pasan los otros cuatro hermanos y el texto que usa es el mismo para todos.) Lo siento pero el Señor tampoco te ha escogido a ti. ¿Isaí?

ISAÍ. ¿Sí, Samuel?

SAMUEL. ¿Estos son todos tus hijos?

ISAÍ. Bueno, todavía falta David, el menor de todos, pero todavía es un chiquillo...

SAMUEL. Pues tráelo, por favor, es necesario que también esté presente para ver si Dios lo ha escogido a él.

ISAÍ. Se hará como tú digas, Abinadad.

ABINADAD. ¿Sí, padre?

ISAÍ. Ve por David y tráelo aquí.

ABINADAD. Pero papi, el campo está muy lejos y además él es el menor y no creo que Dios lo haya escogido a él.

ISAÍ. Pero, hijo...

ABINADAD. Además, yo soy el más alto y (poniendo gruesa la voz) el más fuerte...

ISAÍ. Lo sé, hijo, pero esa es la voluntad de Dios y no la nuestra, ahora anda, rápido.

ABINADAD. Pero papá...

SAMUEL. No nos sentaremos en la mesa hasta que él venga aquí.

ABINADAD. (Mirando a Samuel.) En ese caso ¡Voy volando! (Sale.)

ISAÍ. Un poquito desobediente, pero es porque su madre lo ha engreído un poco.

SAMUEL. Ya veo.

ISAÍ. Es que los hijos de ahora ya no son como los de antes, pero ven por aquí, Samuel, hay algo que quiero mostrarte, lo he separado para el próximo sacrificio... (Salen.)

(David y el león.)

LEÓN. (Rugiendo desde fuera de escena.) Estoy tan hambriento que me comería un león... Pero, ¿qué estoy diciendo? Si yo soy un león… (Oliéndose) Y como comida no huelo muy bien, ¿será porque hace un mes que no me baño? No lo creo porque uso un buen desodorante. ¡Rexona, no te abandona! (Esto lo puede hacer levantando un desodorante.) ¡Oh!, pero, ¿qué veo allí? Un inocente niñito apacentando sus ovejitas. ¡Hum! Me daré un buen banquete, con lo que me gusta la carne... (Se dirige hacia otro lateral pero lo intercepta David ingresando a escena.)

DAVID. Disculpe la curiosidad, señor león, pero me gustaría saber a dónde va, si no es mucha molestia.

LEÓN. (Mirando hacia el público.) Se me tiene que ocurrir algo (volteando hacia David e imitando a un viejito.) Hijito, soy un pobre león viejo que de tanto comer carne se le han gastado los dientes y ha tenido que volverse vegetariano, ¿me dejarías un ratito comer pasto junto a tus ovejitas? Se ven buenitas, y gorditas y blanditas, permiso hijo, permiso que tengo hambre. (Trata de pasar ágilmente pero David se lo impide.)

DAVID. Un momento, si usted fuera un león viejo, tendría canas y no caminaría tan ágil, me parece que usted está mintiendo.

LEÓN. Yo nunca miento, jovencito, (dejando de fingir la voz de anciano) y ya déjame pasar porque tengo hambre, ¡Ejem...! (Imitando al viejito. Tengo hambre, hijito, no he comido en días.)

DAVID. (Interrumpiéndolo.) Déjeme primero preguntarle a los niños...

LEÓN. Ellos no saben, mejor déjalos tranquilos, ellos han venido a ver la función y no para que les estés preguntando cosas.

DAVID. De todas formas les voy a preguntar, ¿verdad niños que este león está viejito y que sólo come pasto?

(Los niños responden que no y que está mintiendo.)

LEÓN. (Les hace señas para que se callen.) Cállense...

DAVID. Los niños dicen que me estás mintiendo...

LEÓN. (Rugiendo.) Muy bien, se acabaron los modales, sí estoy mintiendo y soy un león muy malo y he venido a comerme tus ovejitas ¡y qué!

DAVID. ¡Que yo no te voy a dejar que te comas mis ovejas! (Se lanza al ataque, el león ruge y también ataca.)

LEÓN. En la cara no, en la cara no...

(David lo agarra por el cuello y lo vence.)

LEÓN. Ya no, ya no, basta.

DAVID. Tienes que decir: “me rindo”.

LEÓN. Me rindo, me rindo, chepa...

DAVID. Ahora tienes que prometer que no volverás por estos lugares.

LEÓN. Lo prometo, lo prometo, palabra de león, ahora suéltame y déjame ir, por favorcito.

DAVID. ¿Ustedes qué dicen, niños? ¿Lo suelto para darle una oportunidad?

(Los niños opinan.)

LEÓN. Ahora sí, niñitos, les prometo que me voy a portar bien, se los prometo. ¡Ay David! Me duele mucho esa llave, ¡ay!

DAVID. Los niños opinan que debo soltarte, sólo por eso lo voy a hacer.

LEÓN. ¡Ay, gracias niñitos! Les prometo a ustedes y a David que ya no volveré más por estos lugares, adió. (Sale de escena.)

DAVID. ¿Qué les parece, amiguitos? Ese león se quería pasar de vivo, pero no se imaginaba que yo me sé de memoria todas sus mañas… ¡Ja! Lo que sucede es que siempre vienen por aquí osos y leones para tratar de comerse las ovejas de mi padre y yo ya me sé sus mentiras de memoria, además de eso yo soy muy fuerte… Miren, miren mis músculos… Bueno, todavía no salen porque aún soy chiquito, pero ahí están.

ABINADAD. David, David, ¿dónde te has metido?

DAVID. Ese parece mi hermano Abinadad...

ABINADAD. David, David...

DAVID. Aquí estoy, hermano.

ABINADAD. (Ingresando a escena.) Te estuve buscando por todas partes.

DAVID. Es que estuve peleando con un león que se quería comer las ovejas de nuestro padre.

ABINADAD. Sí, ¿como no?

DAVID. Pero, es la verdad, ¿no es así, niños?

(Los niños responden.)

ABINADAD. Bueno, no tengo tiempo para andar preguntando, además nuestro padre quiere verte inmediatamente.

DAVID. Está bien, nos vemos amiguitos.

(Salen de escena.)


(En casa de Isaí.)

ISAÍ. (Apareciendo seguido de Samuel.) Y como te venia diciendo, este asunto de los impuestos, y los filisteos insolentes que amenazan con invadirnos siempre...

ABINADAD. Padre, padre, aquí vengo trayendo a David.

ISAÍ. Buen trabajo, hijo.

DAVID. ¡Hola padre!

ISAÍ. Pasa rápido hijo, que este señor quiere conocerte.

SAMUEL. ¡Oh! Tú debes ser David, ¿no es así?

DAVID. Sí, Señor.

SAMUEL. Ven aquí conmigo, hijo, Dios me ha enviado a ungirte con aceite pues tú serás el nuevo rey de Israel, pero eso ocurrirá más adelante todavía. (Lo unge con aceite.) Bien, ahora que mi misión ha terminado, tengo que retirarme.

ISAÍ. ¡Que Dios este contigo, Samuel!

SAMUEL. Gracias por todo y que Dios los bendiga.

(Sale Samuel y después todos.)

NARRADOR. Así fue como David fue ungido por Samuel para que fuera el nuevo rey de Israel, pero la historia no termina aquí, pues hubo guerra en Israel y sus enemigos de siempre, los Filisteos, se disponían a invadir Israel con sus tropas. El rey ordenó que todo hombre que ya tuviera la fuerza suficiente para empuñar un arma se enlistara en el ejército y fue así que los tres hijos mayores de Isaí se enlistaron para seguir en la guerra a Saúl, el rey de Israel.

(Sale el narrador e ingresa Goliat.)

(Goliat sale como de casualidad, también uno de los hermanos de David muy distraído y cuando ve a Goliat grita y sale disparado.)

GOLIAT. ¿Para qué os habéis puesto en orden de batalla? ¿No soy yo filisteo y vosotros los siervos de Saúl? ¡Escoged entre vosotros un hombre que venga contra mí! Y si él me vence, nosotros seremos sus esclavos; pero si yo lo venzo, ustedes serán nuestros esclavos y nos servirán… ¿Me han escuchado? Hoy yo he desafiado a los guerreros de Israel, dadme un hombre que pelee conmigo.

NARRADOR. ¡Dios mío, este gigante es tremendo! Ya van cuarenta días que sale por la mañana y por la tarde desafiando a los escuadrones de Israel, y hasta ahora nadie ha osado aceptarle el reto. Dicen que Saúl y sus generales tienen mucho miedo y ya no saben qué hacer...

ISAÍ. (Llamando.) ¡David, David, hijo...! ¿Dónde se habrá metido este chico? ¡Caramba! Si parece un venado… Anda todo el día saltando de aquí para allá... ¡David...!

DAVID. (Aparece por la espalda.) ¿Sí, padre?

ISAÍ. Caramba hijo, que me has asustado...

DAVID. Perdóneme es que venía a toda prisa y no me di cuenta de que estaba cerca de la puerta...

ISAÍ. Quiero que les lleves a tus hermanos este grano tostado y estos diez panes. Llévalo pronto al campamento y fíjate si están todos bien.

DAVID. Sí, papá.

ISAÍ. Y no te demores, no te distraigas por el camino.

DAVID. No, padre, descuide. (Al público.) ¿Saben amiguitos? Mis hermanos están peleando contra los filisteos, voy a llevarles esta comida y de paso veo si están bien, ¡ojalá que pronto termine esta guerra porque extraño a mis hermanos! Aunque a veces son un poco fastidiosos pero los quiero mucho y no deseo que nada malo les suceda.

(Sale David e ingresan sus hermanos. Están recostados en una posición parecida a la del campo.)

ELIAB. (Roncando.) ¡Oye, Abinadad! ¡Abinadad...!

ABINADAD. (Medio despierto.) ¿Eh...? ¿Quién me habla?

ELIAB. Soy yo, Eliab.

ABINADAD. ¿Qué quieres? ¿No ves que estoy descansando…?

ELIAB. ¡Ah, sí! ¿Y de qué estás descansando?

ABINADAD. ¿Que no lo ves? De descansar...

ELIAB. Déjate de tonterías y anda a ver si ya llegó David porque tengo hambre.

ABINADAD. Ya llegará hombre, no te preocupes.

ELIAB. Pues claro que me preocupo: tengo hambre.

ABINADAD. Verdad no... Déjame despertar a Sama. Oye, Sama, despierta...

SAMA. ¡Hey, ya, dejen dormir! ¡No hagan bulla!

ABINADAD. Sama, despierta ya...

SAMA. No, mamá, no me gusta la sopa, dile a papá que estoy enfermo para que no me lleve al campo a trabajar...

ABINADAD. (Gritando.) ¡Sama despierta!

SAMA. ¿Qué pasa, Abinadad? ¿Por qué haces tanta bulla?

ABINADAD. Despierta ya y ve a ver si ha llegado David.

SAMA. Espérate un ratito más, déjame descansar bien...

ABINADAD. Ya has descansado lo suficiente, anda, ve...

SAMA. ¡Oh...! Está bien... (Levantándose.)

DAVID. (Entrando.) ¡Hola hermanos!

ELIAB, ABINADAD y SAMA. (Se levantan bruscamente pensando que es el capitán.) ¡Siempre listos!

DAVID. No es necesario que se emocionen tanto por mi llegada.

ELIAB. David, eres tú.

ABINADAD. Pensamos que era el capitán.

SAMA. ¡Qué susto nos has dado!

DAVID. Perdónenme, es que no me di cuenta que estaban descansando…

SAMA. Es que estar en la guerra cansa mucho.

ELIABA. La próxima vez ten más cuidado.

DAVIDA. Lo haré… Papá quiere saber si se encuentran bien.

ABINADAD. A ver qué nos has traído…

(Rebuscan en la canasta desesperados.)

DAVID. Sólo un poco de pan y grano tostado.

SAMA. ¿No hay miel?

DAVID. No, lo siento...

GOLIATA. (Voz en off.) ¡Escoged entre vosotros un hombre que venga contra mí! Y si él me vence, nosotros seremos sus esclavos; pero si yo lo venzo, ustedes serán nuestros esclavos y nos servirán, ¿me han escuchado? Hoy yo desafío a los guerreros de Israel, dadme un hombre que pelee conmigo.

SAMA. (Temeroso.) Otra vez él... No quiero verlo, no quiero verlo, no... (Se esconde detrás de David.)

DAVID. ¿Quién es ese hombre?

ABINADAD. No es un hombre, es un gigante… Voy a ver si alguien se atreve a enfrentársele, aunque lo dudo mudo mucho. (Sale.)

ELIAB. Y todos los días se adelanta para provocar a Israel.

DAVID. ¿Qué harán al hombre que venza a este filisteo y quite la vergüenza de Israel?

SAMA. Ya te lo dijo Abinadad, no es un hombre, es un gigante, pero al que lo venza el rey le dará grandes riquezas, le dará también la mano de su hija y exonerará de tributos a la casa de su padre.

DAVID. ¿Qué se habrá creído este filisteo malvado, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente?

ELIAB. (Enojado.) Ya es hora de que regreses al lado de nuestro padre y le digas que estamos bien, además, tú deber es cuidar las pocas ovejas que nos quedan.

ABINADAD. (Alarmado.) ¡David! ¡David!...

DAVID. ¿Qué sucede?

ABINADAD. El Rey ha escuchado tus palabras y quiere hablar contigo.

ELIAB. Seguramente piensa que eres uno de sus mejores soldados y que has decidido pelear contra Goliat.

DAVID. Pues sea soldado o no lo venceré.

(Salen todos por un lateral.)

NARRADOR. David ha sido llamado por el rey y no sabemos para qué, ¡ojalá que no sea nada malo! pero veamos...

(Por el lateral contrario al que salieron ingresa el rey seguido de David.)

REY SAÚL. Ya te he dicho que tú no podrás pelear contra ese filisteo porque aún eres un muchacho, mientras que él es un hombre de guerra desde su juventud.

DAVID. Pero mi Rey, tu siervo era pastor de ovejas de su padre y cuando venía un león o un oso y se llevaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, lo hería y se lo arrancaba de la boca y si me atacaba pues lo mataba. Así también este filisteo será como uno de ellos...

REY SAÚL. Bueno, pues ve, y que Dios esté contigo.

DAVID. Ya verá mi rey que todo va a salir bien. (Sale.)

REY SAÚL. Eso espero, David, eso espero... ¿Ustedes creen amiguitos que ese muchachito pueda vencer al gigantón de Goliat? ¿¡Sí!? Pues eso espero. (Sale.)

NARRADOR. Ambos ejércitos ya se han puesto en orden de batalla, muy pronto comenzará la guerra, pero antes de esto...

GOLIAT. (Voz en off.) ¡Escoged entre vosotros un hombre que venga contra mí!

NARRADOR. Sí, el Gigante Goliat está retando nuevamente al ejército de Israel...

GOLIAT. Si él me vence, nosotros seremos sus esclavos; pero si yo lo venzo, ustedes serán nuestros esclavos y nos servirán, ¿me han escuchado? Hoy yo desafío a los guerreros de Israel, dadme un hombre que pelee conmigo.

NARRADOR. Mejor veamos, porque parece que este gigante está impaciente por pelear y para serles franco, yo también le tengo algo de temor, veamos...

GOLIAT. (Aparece en escena.) Escoged entre vosotros un hombre que venga contra mí. (Viendo a David.) ¿Qué es esto? ¿Acaso soy yo un perro para que un miserable chiquillo venga contra mí? ¡Yo te maldigo en nombre de mis dioses! ¡Ven hacia mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo!

DAVID. Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo voy contra ti en el nombre del Dios de los ejércitos, a quién tú has provocado y Él te entregará hoy en mis manos, así toda la tierra que hay un único Dios en Israel.

GOLIAT. (Comienza la batalla.) ¡Te voy a destrozar!

DAVID. (Esquivando la espada.) Dios no salva con espada ni con lanza.

GOLIAT. Toma.

DAVID. (Esquivando.) De Dios es la batalla. (Dispara con su honda.)

(Goliat gritando cae y sale de escena.)

DAVID. Lo vencí, amiguitos, vencí al gigante, ahora tengo que presentarme ante el rey y darle la noticia.

NARRADOR. Así como David venció a Goliat y los filisteos al ver derrotado a su paladín huyeron despavoridos y llenos de temor, Israel ganó la guerra y también se libraron sus habitantes de ser esclavos de gente muy mala.

(Se escuchan rumores “Saúl hirió a sus miles, David a sus diez miles”.)

NARRADOR. “Saúl hirió a sus miles y David a sus diez miles”. Así aclamaron a David aquel día y después de un tiempo se hizo rey. Todos tenemos la oportunidad de ser algo útil y bueno en la vida, amiguitos, sólo es cuestión de esforzarse, así como David. ¡Ah! Casi me olvido: Goliat no fue el único gigante que vivía por ese entonces, hubo muchos, pero también nacieron hombres de guerra en Israel que inspirados por las proezas de David, aprendieron a matar gigantes, bueno eso es todo y hasta la próxima amiguitos, Chau…

Tú eres ese hombre

15 Minutos y 10 Personajes. Basado en la historia que narra el momento en que Natán amonesta a David, luego de que éste pecara con Betsabé. Dios nos conoce y sabe todo lo que hemos hecho, aun nuestros pecados ocultos.


TÚ ERES ESE HOMBRE
Luís Enrique Torres

Pasaje bíblico: 2ª Samuel 11, 121-25, Salmo 51.

Objetivos:
a) Comprender que Dios conoce nuestros caminos.
b) Reconocer y confesar nuestros pecados ocultos.
c) Al finalizar la obra los espectadores deben tener la convicción de su necesidad de arrepentimiento y de confesión de sus pecados y faltas.


PERSONAJES

NARRADOR
DAVID
NATÁN
GUARDIA
HOMBRE POBRE
ESPOSA
HIJO
HOMBRE RICO
SIRVIENTE
VISITANTE

Nota: Esta obra puede usarse también para títeres.


ESCENA 1

Esta escena se desarrolla en el salón del trono del palacio de David, en el se encuentra el trono en donde se encuentra sentado David, vestido de ropas reales y una corona de oro en su cabeza. David se encuentra pensativo, parece que algo le preocupa.

NARRADOR. Muchas veces pensamos que nuestros actos quedan ocultos, pero ante Dios no podemos esconder nada, porque él escudriña y conoce los más profundo de nuestro ser, porque como alguien dijo ante Dios somos libros abiertos, cartas leídas.
Esto es lo que descubrió David, rey de Israel, quien pecó quebrantado la ley de Dios; y trató de ocultar lo que había hecho, pero Dios que todo lo sabe envió a su profeta, Natán para que exhortará a David y lo moviera al arrepentimiento –porque a pesar de su pecado Dios amaba a David-

GUARDIA. ¡Su majestad!

DAVID. Si ¿Qué sucede?

GUARDIA. Afuera hay alguien que quiere verlo.

DAVID. ¿Tiene audiencia para hoy?

GUARDIA. No.

DAVID. Entonces decidle que saque turno y que venga otro día, que sin audiencia no lo puedo recibir.

GUARDIA. Pero esta persona dice que tiene algo muy importante que decirle.

DAVID. ¿Y quién es esta persona si se puede saber?

GUARDIA. El profeta Natán,

DAVID. ¿Natán? Pero hombre porque no empezó por ahí, hágalo pasar rápido.

(El guarda sale rápidamente, y cuando regresa lo hace con Natán.)

GUARDIA. su majestad, aquí está el profeta Natán.

DAVID. Está bien, puedes irte.

(El guardia sale, y quedan David y Natán.)

DAVID. Natán, ¿cómo estás? Perdona que te hice esperar, lo que pasa que el guardia no me dijo que eras vos, es que es nuevo y todavía no esta acostumbrado a los asuntos del palacio.

NATÁN. No se preocupe su majestad, que no hay problema.

DAVID. De seguro que viajaste mucho para venir hasta el palacio ¿quieres tomar algo?

NATÁN. No, está bien.

DAVID. Bueno, que es lo tan importante que me querías decir.

NATÁN. Su majestad, tengo que contarle algo que ha pasado en el pueblo, entre dos hombre, es terrible, es algo muy serio.

DAVID. Bien te escucho...


ESCENA 2

En esta escena los personajes son mudos, ya que ellos representan lo que el narrador va diciendo, estos pueden ser mimos.

NARRADOR. Un hombre muy pobre tenía una ovejita, a quien había criado desde muy pequeña, ella había crecido junto a él y su familia, hasta tal punto que era como parte de su familia.
Tanto que la ovejita dormía con ellos, jugaba con sus hijos, iba a donde ellos iban, todos eran muy felices juntos, porque a pesar de toda su pobreza ellos tenían la riqueza del amor que tenían mutuamente.


ESCENA 3

(El hombre rico se encuentra sentado en un gran escritorio con muchos libros y carpetas, demás de cajas con monedas, él se encuentra leyendo un libro y sacando cuentas.)

NARRADOR. Pero cerca de allí, en una gran mansión vivía un hombre muy rico, más también muy egoísta y avaro, con un corazón muy duro, que no conocía lo que era la misericordia.
Este hombre sólo pensaba en cómo tener más dinero, poder y riqueza, solamente quería hacerse más rico, y para ello no le importaba hacer lo que fuera.
El vivía en su enorme casa rodeado por sus sirvientes –más bien esclavos, porque a todos los había comprado al menor precio y no les pagaba nada, y apenas les daba el alimento- pero sin tener familia ni amigos; además no dejaba que nadie entrara en su casa porque era muy desconfiado y miraba de reojo a todo el mundo, en especial a los pobres, pero había alguien a quien él aborrecía más que a todos, y éste era su vecino pobre y su familia.
De más está decir que no ayudaba a nadie, más que a sí mismo.

HOMBRE RICO. Veamos, dos me llevo el tres, y así me da cuatro, más un interés del 20% por sobre las ganancias. Pero a ver, tengo que proteger mis inversiones, así que voy aumentar el valor del alquiler de la porción de campo que tengo alquilada desde ahora, y por eso mañana le voy a cobrar con un sobrecargo del 50% porque ya se atrasó. ¡Qué bien que van mis negocios! A este ritmo para fin de año voy a ser dos veces más rico de lo que era al empezar. ¡Cómo me gusta cuando todo sale como está planeado! Excelente.

Cierto día este hombre recibió la visita sorpresa de un viejo conocido de lejanas tierras, aunque trató por todos los medio posibles de que se fuera, que la casa era un desastre, que muchos de sus sirvientes tenían vacaciones, que no había podido comprar nada, excusas, excusas y más excusas; y para pesar del dueño de la casa, éste estaba dispuesto a quedarse, no tenía otra alternativa que prepararle la cena.

(En ese momento se escucha que alguien llama a la puerta.)

HOMBRE RICO. Pero ¿quién podrá ser a esta hora yo no espero a nadie? Es más, nunca viene nadie.

(En ese momento entra uno de los sirvientes.)

SIRVIENTE. Señor, perdóneme que lo moleste, pero alguien que dice que lo conoce lo busca.

HOMBRE RICO. ¿Qué, eso no puede ser? ¿Te dijo qué quería? ¿Quién era?

SIRVIENTE. Ese hombre me dijo que venía de lejanas tierras y me dio esta tarjeta para usted.

HOMBRE RICO. A ver, le dijo la lombriz al topo y al murciélago, leamos...

(El hombre rico toma la tarjeta y la lee.)

HOMBRE RICO. Este tipo era compañero mío de la facultad de economía, encima se le ocurrió pasar hoy por acá, ¡qué pesado! Seguro que se va a querer quedar a cenar.

SIRVIENTE. ¿Qué hago señor, lo hago pasar?

HOMBRE RICO. Y otra no me queda, que pase, que algo se me va a ocurrir para sacármelo de encima.

(El sirviente sale, y cuando regresa lo hace en compañía del visitante.)

VISITANTE. ¿Qué haces? ¡Tanto tiempo sin verte! No sabes el gusto que me da visitarte.

HOMBRE RICO. (Sin mucho animo) No te imagines el gusto que me causa a mí recibirte en mi casa. Pero como se hace tarde, no te entretengo más, mucho gusto en volver a verte, y ya puedes seguir tu camino, no sea que no llegues hacia donde vas

VISITANTE. Pero si no tengo apuro, vine para quedarme esta noche.

HOMBRE RICO. Pero eso va a ser imposible, no porque yo no quiera tenerte en mi casa, lo que pasa es que tengo a muchos sirvientes de vacaciones y a otros los tengo con parte médico, la casa está hecha un desastre...

VISITANTE. Pero eso no es problema, yo me arreglo con lo que haya.

HOMBRE RICO. Parece que este tipo no entiende una indirecta cuando se la dicen, ¿no es cierto?

VISITANTE. Además, yo quiero probar una de tus ovejas, que según dicen son las mejores carnes de la región.

HOMBRE RICO. ¿Probar una de mis ovejas? (Se agarra el pecho como si le fuera a dar un infarto) Esteee… Bueno, yo, este… ¿Qué hago? Quiere probar una de mis ovejas, yo no puedo matar una de mis ovejas porque a un Juan de los Palotes cualquiera se le antoja venir a visitarme de improviso… ¡Vamos, cabeza, piensa en algo! Necesito salir de esto… ¡Ya sé! No te preocupes que esta noche vas probas una de mis ovejas.

(El hombre rico palmea sus manos y entra su sirviente.)

SIRVIENTE. ¿Usted mandó llamar, señor?

HOMBRE RICO. Sí, tengo algo que decirte.

(El hombre rico lleva a su sirviente aparte y le dice algo al oído, el sirviente luego de oír a su señor sale, mientras el hombre rico se dirige al visitante y salen por el otro lado.)

NARRADOR. El asunto es que esa noche hubo una gran fiesta en la casa del rico, ya que preparó una gran cena y su plato principal fue asado de cordero.


ESCENA 4

NARRADOR. Al siguiente día el hombre pobre empezó a llamar a si ovejita porque era hora de desayunar, y ella siempre lo hacia con ellos; pero sorpresivamente ésta no aparecía ni respondía al llamado.
La familia toda empezó a buscarla por toda la casa y sus alrededores, pero nada.
Cada vez estaban más preocupados porque sabían que nunca se había alejado de la casa y se podía haber perdido o ser presa de alguna fiera. Y así pasó todo el día y llegó la noche, y todos supieron que la ovejita se había ido para siempre y no la volvería a ver. Los niños lloraban porque su amiga se había marchado, todos estaban muy tristes.

Creo que todos imaginan lo que pasó, el hombre rico para no matar una de sus ovejas mandó a su sirviente a que robara la oveja del hombre pobre y la matará para preparar con ella la cena a su visitante.
Así fue como este hombre actuó sin misericordia.


ESCENA 5

(Cuando Natán concluyó su relato se podía ver a David consternado y muy enojado, estaba furioso.)

DAVID. (Enojado e indignado.) ¡Esto no puede ser! Nadie puede ser tan malo como para hacer algo semejante, este hombre no podía quedar impune, no podía quedar sin castigo debía aprender a mostrar misericordia.

NATÁN. ¿Te enoja lo que hizo este hombre?

DAVID. Claro que me enoja, debe ser castigado como dije antes, hiciste muy bien en decírmelo.

NATÁN. ¿Y cuál sería el castigo que le pondrías?

DAVID. Este hombre es digno de muerte, y debe pagar cuatro veces por la oveja que robó ¿Qué clase de hombre puede hacer algo así, me quieres decir, quién es este hombre?

NATÁN. “¡TÚ ERES ESE HOMBRE!”...

DAVID. ¿Qué yo soy ese hombre? ¿Qué quieres decir Natán?

NATÁN. Quiero decir exactamente eso, que tú eres ese hombre, porque de la misma manera que ese hombre rico pecó contra el pobre robándole su oveja sin que nadie lo supiera y lo ocultó, tú también has quebrantado la ley de Dios, y has tratado de ocultar tu pecado y no confesarlo, y al hacerlo has dañado a tu prójimo. Esto es lo que en estos días no te ha dejado tranquilo.

DAVID. Pero ¿cómo lo sabes?

NATÁN. Porque Dios me lo ha dicho y me ha mandado a hablar contigo para exhortarte y amonestarte al arrepentimiento. Por eso te digo que debes reconocer y arrepentirte de tu pecado para que Dios te perdone.

DAVID. Es cierto yo he pecado y traté de ocultarlo, yo soy ese hombre, porque con mi pecado dañé a otros, y me quise esconder de Dios, pero esto ha estado en mi y no tengo paz ni gozo, sino que por esto mi alma se seca y no tengo paz, por eso yo ahora te pido, Dios, que me perdones, porque me arrepiento de todo corazón por lo que he hecho...

“Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia;
Conforme a la multitud e tus piedades borra mis rebeliones.
Lávame más y más de mi maldad,
Y límpiame de mi pecado...
Crea en mí, ¡oh Dios!, un corazón limpio,
Y renueva un espíritu recto dentro de mí.
No me eches de delante de ti,
Vuélveme el gozo de tu salvación,
Y espíritu noble me sustente”...

NARRADOR. Recuerda que cuando quebrantes la ley de Dios y trates de ocultarlo, sus ojos te están mirando y te dice: “TÚ ERES ESE HOMBRE”, por eso hoy arrepiéntete, vuélvete a él, confiesa tu pecado y él te perdonará y te redimirá, te dará paz y restaurará tu vida, porque te ama y quiere lo mejor para tu vida.