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2012 - España

Hogar, ¿dulce hogar?

15 Minutos y 14 Personajes. Lucía desea escaparse de su casa porque no soporta a su familia. Su novio la acompañará pero el retraso del mismo y el encuentro con varias personas, le harán replantearse mejor su situación.


HOGAR, ¿DULCE HOGAR?
Cesiah Pimentel



PERSONAJES

LUCÍA
VECINO
AMIGA DEL VECINO
VOCERO
FORÁNEO
AMIGA 1
AMIGA 2
PADRE
COMPAÑERO DE TRABAJO
ANA
ANCIANO
VAGABUNDO 1
VAGABUNDO 2
ALBERTO

(Escena única: Un parque con tres bancas, plantas, farol y un teléfono público. Lucía entra por el lado derecho. Trata de pasar inadvertida pero en su afán llama la atención por su actitud sospechosa. Viste ropa cómoda y carga una mochila repleta. Voltea a todos lados como buscando a alguien. Ve su reloj y hace una negativa con la cabeza.)

LUCÍA. (Hablando sola.) ¡Si siempre es tan puntual! Justo cuando más necesidad, ¡ay...! Llega tarde. (Cruza los brazos. Su actitud es nerviosa. Decide sentarse en la banca de la derecha.)

(Repentinamente entra un señor por el lado izquierdo.)

LUCÍA. (Con voz de asombro) ¡Mi vecino! (Busca algo para esconderse y encuentra debajo de la banca un periódico con el cual finge leer y se tapa la cara.)

(El señor entra con la misma actitud nerviosa. Lucía baja lentamente el periódico para verlo. En ese momento entra una joven por el lado derecho.)

VECINO. ¿Nadie te vio?

AMIGA. Nadie. No sabes cómo te extrañé. (Trata de acercarse más. El señor lo impide.)

VECINO. ¡Aquí no!... ¡Vamos! Ya sabes cómo es la gente de chismosa.

(Voltean a todos lados y salen por el lado izquierdo.)

LUCÍA. (Hablando sola.) ¡Quién lo pudiera creer! Si es mi vecino y tiene dos niños... y su esposa que se ve que lo quiere tanto. ¡Qué bárbaro! Engañándola de esa manera... (Hace una negativa con la cabeza.)

(Entran por el lado derecho dos hombres trajeados, los cuales acaban de salir de su oficina.)

LUIS. ¿Qué paso, Sergio? Vamos a la casa. Les dije a los muchachos de la otra vez que nos juntáramos esta vez en mi casa para el partido de domingo. Seguro en ésta sí nos reponemos.

SERGIO. Lo que pasó la otra vez fue que nos pesaron medio cansados. Esta sí les ganamos.

LUIS. Está bien, voy a por ti a las 8:00 pm.

SERGIO. Vale pues... (Como recordando algo.) ¡No! Espérame… Ahora que recuerdo le prometí a mi hijo que lo llevaría a aprender a montar en bici.

LUIS. ¿Qué? Deja eso para otra ocasión, ¡vamos!

SERGIO. Tú sabes que me encantaría pero le prometí a mi esposa que pasaría más tiempo con mis hijos.

LUIS. ¡Ay, Sergio! Esto de ser padre te lo estás tomando muy a pecho... Pero en fin... Ni hablar. En otra ocasión será.

(Salen por la puerta izquierda. Entra niño vocero por el lado izquierdo.)

VOCERO. ¡Extra! ¡Extra! Niño de seis años mata a su compañera de clases. ¡Extra! Acusan a Padres de falta de atención. ¡Extra! (Sale por la puerta derecha.)

LUCÍA. ¡Qué terrible!! ¿Qué tan importante será que los padres les pongan atención a sus hijos? Y hablando de atención… y Alberto que no llega... ya me desesperó.

(Entra joven por la puerta izquierda. Como buscando algo en su cartera saca una tarjeta de teléfono y se dirige al teléfono. Marca y espera.)

FORÁNEO. ¡Mamá! ¡Qué gusto escuchar tu voz! (Finge tener una conversación.) ¿Cómo está todo por allá? ... ¿Y mis hermanas y mi papá?... Salieron... Sí, sí, estoy comiendo bien... Pero, ¡cómo extraño la comida que me hacías!... Sí, voy en tres meses... Te llamo en dos semanas... Te quiero mucho... Te extraño mucho... (Como llorando.) No, no estoy llorando es que me está cambiando la voz… (En son de broma.) Besos... Salúdame a todos. Bye. (Para sí en tono melancólico.) ¿Quién pudiera estar en su casa? Me encantaría poder estar allá.

(Sale por el lado izquierdo mientras Lucía lo observa.)

LUCÍA. (Reflexionando.) Y yo que me quiero ir lejos... (Reaccionando.) ¡Pero ya no los aguanto! Ese muchacho no ha de tener papás como los míos.

(Entran por el lado derecho dos jóvenes platicando.)

AMIGA 1. Oye, ¿viste el programa de Cristina ayer?

AMIGA 2. No, pues estaba haciendo el trabajo. ¿De qué trato?

AMIGA 1. ¡Hombre, hubieras visto! Se trató de dos hombres que los casaron.

AMIGA 2. ¿Qué? ¡Huácale!

AMIGA 1. Bueno, pues ahí dijeron hasta que ellos van a buscar la manera para poder adoptar a un hijo y así poder ser una verdadera familia. ¿Tú crees?

AMIGA 2. Bueno. Pues ya no sé ni qué pensar. ¿Será que la familia tradicional está pasando de moda?

(Durante su conversación Lucía hace muecas de rechazo. Cuando se alejan piensa en voz alta.)

LUCÍA. Definitivamente a ese extremo no, pero eso sí, la familia ya no es lo mismo.

(Salen por el lado izquierdo. Entra un hombre mayor por el lado derecho, busca un asiento y se sienta en la banca donde está Lucía. Saca un libro y empieza a leer. Por el lado izquierdo entra Ana. Mientras Lucía y Ana dialogan el hombre desvía la vista de su lectura en varias ocasiones como interesándose en la plática.)

ANA. ¿Lucía? ¿Qué haces aquí? (Como sorprendida.) ¿No se supone que hoy era el paseo de la escuela? Me contaste que iban a ir a nadar.

LUCÍA. (Inquieta se para.) Pues sí, Ana pero ya ves, no fui. ¿Y tú? (Como esquivando la pregunta.) ¿Qué haces aquí? ¿Salieron temprano de tu escuela?

ANA. No, no fui a clases. Lo que pasa es que mis papas cumplen 25 años de casados. Y le vamos a hacer una fiesta sorpresa. Así que estamos preparando todo. Yo hablé con los maestros. No había otra forma de que saliera. Mis papas siempre saben donde ando. Me da tanto gusto verlos juntos... Pareciera que todavía son novios.

LUCÍA. ¡Ay, Ana! ¡Quién fuera tú! Tan bonita que es tu familia... Si yo tuviera una así, ni siquiera pensaría en escaparme.

ANA. ¿Qué? ¿Pensabas escaparte?

LUCÍA. Pues, no exactamente.

ANA. Pero, ¿qué ibas a hacer tú sola?

LUCÍA. (Como defendiéndose.) ¿Y quién te dijo que me iba a ir sola? Lo siento, Ana, no te lo quería decir pero, prométeme que no se lo dirás a nadie.

(Ana asiente con la cabeza.)

LUCÍA. Alberto y yo hemos decidido fugarnos. Ya hablamos, le pedí que me hiciera ese favor. Ya no aguanto a mis papás; se han puesto de lo más pesado.

ANA. Lo de tu familia no creo que sea para tanto. Piénsalo, Lucía. Si realmente quieres a Alberto tanto, ¿por qué no se esperan mejor a que terminen las clases y organizan una boda, aunque sea sencilla? (Tratando de ayudar.)

LUCÍA. Ese es el punto, Lucía, yo no quiero formar una familia. La unión libre es la mejor opción. No hay compromisos. Cuando él se harte se puede ir y cuando yo quiera, me voy. No le rindo cuentas a nadie de mis actos. Además, (como buscando otra excusa) la familia tradicional ya ha pasado de moda.

ANA. ¡Ay, Lucía! Pues no estoy de acuerdo contigo pero en fin... Sinceramente, te deseo lo mejor y te sugiero que lo pienses dos veces. Me tengo que ir, cualquier cosa ya sabes donde encontrarme.

(Con tristeza se retira y sale por el lado derecho. Lucía se sienta y suspira.)

HOMBRE. Es increíble cómo las historias se repiten una y otra vez.

LUCÍA. ¿Perdón? (Extrañada.)

HOMBRE. Como humanos repetimos los mismos errores, ¿no crees? Y no queremos aprender en cabeza ajena.

LUCÍA. Disculpe señor, pero no sé de qué está hablando. Quizá usted me está confundiendo.

HOMBRE. Discúlpame tú a mí, jovencita, sé que no es de mi incumbencia pero no pude evitar escuchar la conversación que sostuviste con tu amiga. Sé que los jóvenes como tú ven en nosotros, los que ya hemos vivido un tramo mucho más que ustedes, como a enemigos, anticuados y hasta obsoletos. Pero si me permites, te cuento mi historia:
Yo aunque en esto no lo creas, fui joven, como tú. Bueno, hace ya un tiempo... Y pensé que mi familia me restringía demasiado. Todo eran reglas; creí que no buscaban mi felicidad así que decidí alejarme. Me fui de mi casa y creí que había encontrado la felicidad. Eran fiestas interminables las que pasaba. Según yo, había encontrado la felicidad. Pero en una ocasión un muchacho amigo mío intento hacer una broma mayor a las acostumbradas y tuvimos grandes problemas. Las autoridades nos detuvieron y ahora, cuando buscaba a los supuestos amigos, todos me daban la espalda. Nadie quería ayudarme. Con humildad pedí que avisaran a mi familia. No puedo explicarte cómo me sentí cuando ellos vinieron y actuaron como si nunca hubiera sucedido nada. Pagaron la fianza y me llevaron a casa. Ahí aprendí que ellos siempre habían tenido la razón y trataban de protegerme al prohibirme algunas cosas. Descubrí que ellos me querían más de lo que yo me podía imaginar. Desde entonces, aprecié a mis padres y mis hermanos como nunca antes lo había hecho. Ellos ya no viven pero decidí formar otro pedacito de cielo como en el que había vivido. Y ahora tengo una gran familia a la que quiero mucho. La familia no ha pasado de moda, aunque según veo se pretende hacer creer a la gente que existen otras nuevas modalidades. Existen muchos inconvenientes, no te lo voy a negar, como la infidelidad, el engaño, la falta de atención, entre otras cosas... Pero eso no significa que sean factores imposibles para crear un hogar estable. Todos pasamos por dificultades, pero si buscamos algunos importantes valores como el amor, la confianza, la paciencia y la honestidad te aseguro que tú podrás formar un hogar diferente.

(Lucía asiente con la cabeza en actitud de reflexión, cuando repentinamente entran dos niños corriendo y abrazan al señor.)

NIETO 1. Abuelito, te estamos buscando.

NIETO 2. Nos envío mi abuelita por ti.

HOMBRE. Pero, ¿qué pasa? ¿Todo está bien?

NIETO 1. Sí, abuelito, lo que pasa es que mamá y papá te trajeron una torta a ti y a mi abuelita.

NIETO 2. No, no le digas, mamá dijo que era sorpresa...

HOMBRE. No se preocupen, no he escuchado nada. Andando pues. (Se detiene y voltea con Lucía.) Piénsalo, hija, te perderías un gran tesoro.

(Lucía se queda sola. Entran por el lado izquierdo dos vagabundos recogiendo basura. El Vagabundo 1 encuentra una revista y la empieza a hojear.)

VAGABUNDO 1. Mira no mas esta revista, está interesante este artículo.

VAGABUNDO 2. ¿Qué dice?

VAGABUNDO 1. Menciona a todos los enemigos de la familia. (Leyendo mal) “La f_a_l_t_a de ti_e_m_po, d_e c_om_un_ic_a_ci_ón...”

VAGABUNDO 2. Pepe, ¿pero tú crees que exista alguien que no quiera a su familia?

VAGABUNDO 1. No lo creo. Bueno, al menos si yo tuviera una la querría mucho.

VAGABUNDO 2. Ya basta, Jorge, que me haces ponerme a llorar aquí mismo…

(Salen con abrazados por el lado derecho.)

LUCÍA. (Suspira y hablando sola.) ¡Y yo que sí tengo una familia…!

(Entra Alberto por el lado derecho. Lucía se para y va hacia él.)

LUCÍA. ¿Por qué llegaste tan tarde?

ALBERTO. ¿Tan tarde? Si apenas son las 11:59.

LUCÍA. ¿Cómo que las 11:59? Si ya es la una.

ALBERTO. ¿La una? ¡Ay, Lucía! ¿No recuerdas que ayer fue el cambio de horario? Tenías que adelantar tu reloj una hora.

LUCÍA. ¡Ups! Con lo enojada que estaba con mis papas, ni me acordé.

ALBERTO. Lucía, hablando de tus papás, he pensado mejor las cosas... Y creo que mejor...

LUCÍA. ¿Tú también? Por un lado, ¡qué bueno que te tardaste! He visto tantas cosas hoy que estoy segura que mi hogar es el mejor lugar. Alberto, ¿te gustaría formar una verdadera familia?

ALBERTO. Claro.

LUCÍA. Creo que mejor esperamos. Me gustaría llegar a casa y poder decir “Hogar dulce hogar”.

ALBERTO. Creo que podemos formar ese hogar que haga la diferencia, ¿no crees?

(Salen de la mano por el lado izquierdo.)

MÚSICA. “Todo es bello en el hogar”

El otro mago

25 Minutos y 18 Personajes. El mago Artabán descubre la estrella de David y organiza un viaje para conocer al pequeño Rey. Varios sucesos le impedirán que llegue con los otros magos y emprenderá una búsqueda de Jesús que lo llevará hasta el Calvario.

EL OTRO MAGO

PERSONAJES

ARTABÁN
MAGO 1
MAGO 2
MAGO 3
MAGO 4
HEBREO 1
MUJER 1
MUJER 2
MUJER 3
MUJER 4
HEBREA
SOLDADO 1
SOLDADO 2
JOVEN
COBRADOR 1
COBRADOR 2
HEBREO 2

VOZ


PRIMERA ESCENA

(Aparecen en escena cuatro hombres o seis, ricamente vestidos a la moda oriental. La mayor parte son ancianos. Uno de ellos, Artabán, representa a un hombre joven de aspecto soñador. La escena se representa en una terraza, donde se ven telescopios y aparatos astronómicos. Todos sentados en cojines en el suelo menos el mago joven que se acerca con una charola con café y galletas.)

ARTABÁN. Veo en sus venerables rostros que están deseosos de saber el motivo que me ha impulsado a reunirles en mi casa. En verdad, algo extraordinario acontece. Si miran el brillo de las estrellas, que brillan más que nunca en esta noche tan llena de misterios, ellas podrían contarles lo que sucede.

MAGO 1. En verdad, te veo como iluminado por una luz misteriosa. ¿Podríamos saber cuál es el motivo de esa dicha que te embarga?

ARTABÁN. Verán. Ustedes conocen, como yo, los antiguos manuscritos. Ustedes saben observar el curso de las estrellas, su brillo y sus movimientos. Pues bien, yo he consultado dichos manuscritos, porque me he sentido atraído más que nunca por el brillo de las estrellas y ¿saben cuál ha sido mi descubrimiento?

MAGO 1. ¡Nos tienes llenos de curiosidad!

MAGO 2. No demores tu respuesta, ¡habla!

ARTABÁN. ¿No recuerdan ustedes, hombres sabios, que los rollos antiguos nos hablan de un Rey que ha de ser enviado de los Cielos?

MAGO 3. Justamente dices bien, noble señor. Y… si mal no recuerdo, los manuscritos nos hablan de su nacimiento y de la aparición de una misteriosa y deslumbrante estrella.

MAGO 1. Tienen razón, mas nada nos dice que esos tiempos estén próximos.

ARTABÁN. Se equivocan y…. he aquí justamente la causa de que les haya invitado a venir a mi morada.

MAGO 2. ¿Has descubierto algo?

ARTABÁN. Sí. Desde hace varias noches observo el firmamento y escudriño los antiguos manuscritos. He notado un movimiento anormal en el espacio sideral, como si estuviéramos en vísperas de algún gran acontecimiento.

MAGO 2. Y, ¿qué dicen los manuscritos antiguos?

ARTABÁN. Las señales y signos indican la aparición de una extraordinaria estrella, la cual, según nos dicen los manuscritos antiguos, ha de servir como guía al lugar donde nacerá el Rey de reyes, el Enviado de los Cielos.

MAGO 3. Pero, ¿quién puede fiarse de tales cosas? A veces las Escrituras son torcidas por nuestras falsas interpretaciones y pudiera ser producto de tu mente cansada a causa de los desvelos en el estudio de los astros.

ARTABÁN. No, venerable sabio. Para estar seguro de mis observaciones, he enviado mensajes a otros tres sabios, cuya fama y seriedad no dejan lugar a dudas y todos están de acuerdo con mis observaciones. Y hay más aún. Dentro de dos días nos hemos de encontrar en la Peña Grande, para continuar unidos hasta el lugar de ese acontecimiento sobrenatural. Y he aquí el motivo de esta reunión: quiero invitarles a que vengan con nosotros a encontrar al Rey de reyes. Ya he vendido todas mis posesiones, aun este mismo lugar donde estamos. Y con el importe, he comprado tres preciosas joyas, las más preciosas que jamás he contemplado, para ofrecerlas al Rey que ha de venir. (Pausa.) ¿Vendrán conmigo, venerables señores?

MAGO 1. (Se pone en pie.) Has de dispensarnos, pues hemos prometido asistir a la inauguración de un nuevo templo.

MAGO 2. (También se pone de pie.) Es verdad, nos has de dispensar al no aceptar tan sincera invitación. (Ambos salen.)



SEGUNDA ESCENA

MAGO 3. (Todos menos magos 1 y 2. El Mago 3 se pone en pie y Artabán también.) Aun cuando quisiera acompañarte, no me sería posible por mi edad. Más imploraré la bendición de los dioses para que te vaya bien en tu viaje. ¡Hasta luego! (Hace una reverencia y sale.)




TERCERA ESCENA

ARTABÁN. (Solo. Por un momento aparece entristecido, pero de pronto recobra su buen humor, saca una bolsa y de ella tres joyas.) He aquí mi tesoro que he de ofrecer al Rey que ha de venir. Un diamante que iguala al fulgor de las estrellas, un rubí, como una gota de sangre y la más hermosa perla que han contemplado mis ojos. Todo, todo, para el Enviado del Dios de los Cielos. (Pausa.) Prepararé pronto el viaje y a la media noche saldré hacia la Peña Grande.




SEGUNDO ACTO

(La escena representa un camino junto a unos matorrales y junto a los matorrales un hombre mal herido vestido como un hebreo.)

ARTABÁN. (Entra precipitadamente, y ya al salir oye un quejido y se detiene.) No quisiera engañarme, pero me parece haber oído a alguien quejarse. (Ve al hombre, lo contempla de cerca.) ¡Pobre hombre, es un hebreo, y está gravemente herido! ¿Qué puedo hacer yo por este hombre? El tiempo de que dispongo es limitado, sólo me queda el preciso para llegar a la Peña Grande, donde encontraré a los otros Magos. Si no estoy a la media noche, ellos partirán solos y… cómo podré saber dónde nacerá el Rey de reyes. ¡Mejor es que no me detenga! (Vuelve a andar más, otro quejido lo detiene.) ¡Señor! ¿Qué he de hacer? ¡Ilumíname para que haga yo voluntad! (Pausa.) ¡He de curarlo! Después me apresuraré y recobraré el tiempo perdido. (Se arrodilla junto al herido y le cura sus heridas por unos 30 segundos. Le da de beber y le habla.) Buen hombre, ¿quiénes le han puesto en este estado tan miserable? ¿Se siente mejor?

HEBREO 1. Sí, mil gracias. ¡Jehová se lo pague en bendiciones!

ARTABÁN. Entonces, me apresuro, pues si no me encuentro con los otros Magos, ¿cómo podré saber dónde nacerá el Rey de reyes? Sé que será de tu pueblo, de los hebreos; pero… (El hebreo le interrumpe.)

HEBREO 1. Puedo ayudarte, y así pagar en algo el favor que me has prestado. Las Escrituras dicen que nacerá en Belén de Judea.

ARTABÁN. ¡Adiós, buen hombre, y gracias por tu consejo! ¡Sí! ¡Llegaré a tiempo!



TERCER ACTO

(Aparece en la Peña Grande, que representa lugar a las afueras de la ciudad en donde se ve una gran roca color rojo ladrillo. Recoge un papel y lo lee.)

ARTABÁN. He llegado tarde. He aquí la nota que me han dejado. (Leyendo.) “Te esperamos hasta la media noche y seguimos en pos de la estrella. Te esperamos en Belén.” ¿Cómo pasaré el desierto? Tengo que comprar camellos y provisiones y todo mi capital está en estas joyas. Señor, ¿qué debo hacer? ¿He de vender una de estas joyas que tengo para ofrecer al Rey que nos envías? Oigo en mi corazón tu voz que me dice que bien vale tal sacrificio. La vida de aquel hombre fue salvada de una muerte segura. La venderé, aun me quedan dos para ofrecerle. (Sale.)



CUARTO ACTO

(La escena representa una calle de Jerusalén y aparece en ella Artabán.)

PRIMERA ESCENA

ARTABÁN. ¡Al fin he llegado! El inmenso desierto no ha mermado mis ansias de contemplar al Rey de los Cielos. ¿A quién preguntaré? He aquí tres mujeres. Al parecer son hebreas. Les preguntaré. (Entran dos mujeres con cántaros en los hombros.) Mujeres de Jerusalén, ¡la paz de Dios les acompañe!

MUJER 1. ¡La paz sea con usted, noble extranjero! Su rostro y sus ropas, a la par de su nobleza, denuncian un largo viaje.

ARTABÁN. Bien dice, pues de lejanas tierras he venido en busca del Rey de reyes que ha nacido. Pero, perdí a mis compañeros de viaje. ¿Saben por ventura dónde ha nacido el Hijo de Dios?

MUJER 2. ¿Quién no conoce tan gratas nuevas? Hace poco han pasado por aquí tres Magos con rico séquito y vestiduras preciosas y han seguido a una estrella que les guiaba. Creo que fueron hacia Belén de Judea.

MUJER 1. Las Escrituras dicen que en ese lugar nacerá el Cristo. ¿Piensa ir también usted?

ARTABÁN. Justamente. Sólo he viajado día y noche para encontrarlo. Salgo pronto hacia Belén Muchas gracias. Dios les premie. ¡Adiós!

MUJERES. ¡Adiós, noble Señor! ¡Hasta la vista!

(Sale Artabán.)



SEGUNDA ESCENA

MUJER 3. En verdad que todo esto es misterioso: Magos, estrella. Todo parece anunciar el cumplimiento de las Escrituras.

MUJER 2. ¿No saben que Herodes pidió a los Magos que volvieran por aquí para ir él también a adorarle? He oído que los Magos no regresaron y Herodes, lleno de grande ira, ¡piensa enviar a su ejército para dar muerte a todos los niños menores de dos años!

MUJER 3. Temo que sucedan cosas graves, lo mejor será que estemos tranquilas en nuestras casas.

MUJER 2. Tienes mucha razón, ¡no me gustan los asuntos donde estos romanos se meten! ¡Vámonos!



QUINTO ACTO

(La escena representa una casa en Belén. En el fondo aparece una hebrea con un niño en brazos.)

ARTABÁN. (Se detiene al verlos.) ¡Será éste, Señor, el niño! Estoy muy agotado, no podré encontrarlo. ¡Señora! ¡Señora! (En este momento un ruido inmenso les interrumpe. Artabán sale a la puerta rápidamente, se oyen gritos, llantos, ruido de aceros.) ¡Algo grave sucede, veo mujeres corriendo, con niños en brazos y soldados con espadas en alto! ¡Dios Santo! ¡Matan a los niños! (Detiene a una mujer que pasa.) ¿Qué pasa, qué sucede, buena mujer?

MUJER 4. ¡Dios tenga misericordia de nuestros hijitos! ¡Herodes ha mandado matar a nuestros niños! (La hebrea se arrincona apretando el niño entre los brazos.)

ARTABÁN. Pero, ¿qué crimen pueden haber cometido estas inocentes criaturas?

MUJER 4. Herodes, el sanguinario, en su ira, y temiendo que el Rey que ha nacido, tome su trono, ha ordenado la muerte de todos los niños menores de dos años.

ARTABÁN. ¡No podrá contra el enviado de Dios!

(La Mujer 4 se apresura en su camino y es interceptada por el Soldado 2.)

HEBREA. ¡Señor, ten piedad de mi hijito! (Hacia Artabán.) ¡Ayúdeme, señor!

ARTABÁN. ¿Qué podré hacer yo?

(Aparece en la puerta el Soldado 2 con la espada en alto, roja, ensangrentada, detiene a la Mujer 4 y trata de arrebatarle su niño mientras ella grita y forcejea. Al no poder con ella, el Soldado 1 mata a la Mujer 4 y a su niño juntos.)

SOLDADO 2. ¡Mueran, sucios hebreos! (La mujer cae muerta. Entra el Soldado 1 y se abalanza contra el niño de la hebrea que da un gran grito. Artabán interpone su cuerpo protegiendo a la hebrea.)

SOLDADO 1. ¡Quítate de en medio, extranjero, si no quieres probar el filo de mi espada!

ARTABÁN. (Sacando de la bolsa el rubí que mira a la luz.) Mire, valiente soldado, lo que tengo aquí: el rubí más grande y precioso de la tierra. Parece sangre, ¿verdad? ¿Creo que podremos encontrar la forma de arreglarnos? El rubí será suyo.

SOLDADO 1. (Titubea por unos segundos y luego se dirige a Artabán, toma el rubí de su manos y lo codicia.) Lo aceptaré, solo por piedad, pero no lo dirán a nadie, o de lo contrario... (Amenaza con su espada, y luego hecha el rubí en una bolsa de cuero y sale.)

ARTABÁN. (Voltea hacia la hebrea, se sienta en una silla y dice en un tono triste.) Señor mío, perdóname si he hecho mal. ¡Tomé el rubí ofrecido al Rey! (Pausa.) Pero he salvado la vida de un inocente.

HEBREA. (Arrodillada.) Gracias, señor, ha salvado a mi hijo. ¿Cómo podré pagarle?

ARTABÁN. (Mientras le ayuda lentamente a levantarse.) No tiene que pagarme, sólo he hecho lo que creí correcto y bueno. Buscaba al Rey de los judíos que ha nacido y Jehová me da la oportunidad de salvar a su hijo. ¡Más aun no he encontrado al Rey de reyes!

HEBREA. ¿Se refiere al Mesías del que hablan las Escrituras?

ARTABÁN. ¡Precisamente! A él mismo me refiero.

HEBREA. Ha nacido para salvación de nuestro pueblo, en un humilde mesón fuera de la aldea.

ARTABÁN. (Con ansias.) ¡Dígame, pronto, dónde está él, deseo mucho entregarle mis presentes y adorarle!

HEBREA. No le encontrará, ya hace algún tiempo sucedió.

ARTABÁN. ¿No le habrán dado muerte los soldados?

HEBREA. No. Los hombres no podrán contra Él, y se rumora que han partido hacia Egipto.

ARTABÁN. Pues hacia Egipto he de partir. Dios me ha de permitir hallarle. (Pausa.) ¡Adiós, buena mujer!

HEBREA. ¡Adiós, noble extranjero! Dios le premie por su noble corazón.

(Sale Artabán.)



SEXTO ACTO

(La escena representa una calle de Jerusalén, aparece Artabán caminando lentamente, sus cabellos blancos, su paso indeciso, se apoya en un bastón viejo, sus ropas desgastadas y polvorientas. Gran número de personas de un lado para otro, algunas rápidamente.)

ARTABÁN. Hace 33 años que le busco en vano. De Belén fui a Egipto, de Egipto a Jerusalén, de Jerusalén a Galilea. ¡He recorrido toda Palestina!, y ahora, por tercera vez, vuelvo a Jerusalén, viejo y extenuado. Quizá el Dios de los Cielos me permita verle antes de morir. (Pasan algunos.) ¿Qué sucederá hoy en Jerusalén? Noto un cierto alboroto en la gente, poco común. (Pasa un hombre.) Dígame, buen hombre, ¿qué sucede?


HEBREO 2. Pero, ¿acaso es usted el único en Jerusalén que no lo sabe? Todos vamos hacia la Puerta de Damasco (señala con su mano izquierda hacia la panorámica), porque van a crucificar a un nazareno, que se dice Rey de los Judíos. También le llaman Hijo de Dios. Hace poco pasó por aquí cargando su cruz. Ya me voy, pues ¡no quiero perder tal espectáculo!

ARTABÁN. ¡Al fin le hallo! Pero, Señor, ¿cómo han de matarle? ¿Qué mal ha hecho? Tengo que hallarle antes de que muera (Saca la perla.) Aun guardo la preciosa perla, y he de ponerla a sus pies, aun cuando sea en el momento de su muerte. (Camina hacia la salida, pero al oír un ruido y gritos, se da la vuelta. Aparecen una mujer y dos hombres siguiéndola, la mujer corre y se abraza a los pies de Artabán.)

JOVEN. ¡Sálveme, señor! ¡Sálveme! ¡Me quieren meter en la cárcel porque no tengo dinero para pagar! ¡Quieren venderme como esclava para saldar la cuenta! Usted es noble, solo usted podrá salvarme.

ARTABÁN. (Sostiene aún la perla en la mano.) Pero, ¿cómo, hija mía?

COBRADOR 1. (Tiran de la mujer.) A la cárcel con ella, allí se pudrirá hasta que pague.

COBRADOR 2. ¡A la cárcel con la mujer, y veremos si no paga!

ARTABÁN. ¡Deténganse! ¡Deténganse ya! Yo pagaré por ella. Tomen esta preciosa perla.

COBRADOR 1. (Toma la perla con indecisión, pero al verla de cerca, la codicia.) Parece un buen ejemplar de perla. Creo que… a penas cubre la deuda de esta mujer. Bien, la mujer es suya.

COBRADOR 2. ¡Sí, la mujer es suya! (Guardan la perla entre sus ropas y se retiran con burla.)

ARTABÁN. (Artabán ayuda a la joven a levantarse. En ese momento se siente un fuerte temblor de tierra.) ¡Está temblando la tierra! ¡Es Jesús que ha muerto y no pude ofrecerle mis tesoros! ¡Me he esforzado por tantos años y no pude mostrarle mi lealtad al Señor Jesús! (Le cae a Artabán una gran roca en la cabeza que lo tierra al suelo. La joven se acerca para ayudarle.)

JOVE. ¿Qué le pasa, señor? ¡Contésteme, responda! (Artabán no contesta, ella solloza suavemente. Se oye una música muy dulce y suave y después una voz.)

VOZ. “Buen, siervo y fiel. En lo poco has sido fiel, en lo mucho te podré. Porque estuve desnudo y me vestiste, hambriento y me diste de comer, sediento y me diste agua para beber”.


ARTABÁN. (Alza los ojos a los cielos.) Señor Jesús, si yo nunca te conocí, ni te vi hambriento, ¿cómo dices que te di de comer? Si nunca te vi herido, ¿cómo dices que sané tus heridas? Si nunca te vi desnudo, ¿cómo pude haberte vestido? (Inclina la cabeza y muere.)

VOZ. “Por cuanto lo hiciste a uno de estos mis hermanos pequeñitos, a mí lo hicisteis”. Tu vida ha sido una ofrenda que me ha sido grata. “Ven, entra al gozo de tu Señor.”

Un lugar llamado hogar

70 Minutos y 17 Personajes. Los hijos de Bárbara no se pueden creer que su madre les pida como regalo de Navidad ayuda para coser una colcha.
Tienen ante sus ojos la obra favorita de la autora del blog.

UN LUGAR LLAMADO HOGAR
Escrito por Peggy Barnell y traducido con permiso por Loida Somolinos
PERSONAJES

Bárbara (viuda)
Amigas de Bárbara: Elena, Carlota, Marisa, Rosario
Hijos de Bárbara: Sonia, Bea, José, Eli.
El tío Arturo
Antonio (marido de Bárbara)
Marta (hija de Eli)
Raúl (hijo de José)
Marido de Sonia
Ana y Óscar (hijos de Sonia)
Lucía (hija de Marisa)




NOTAS
El sitio ideal para desarrollar esta obra es la casa de una familia moderna: cuarto de estar, cocina, decoración navideña, etc.… Si vuestra iglesia tiene un piano, se podría incorporar como parte del mobiliario del salón. En la obra hay varias escenas de flash-back que llevan a eventos del pasado, se podría pensar en algo que hiciera pasar de escena a escena de forma natural, como enfocar diferentes partes del escenario, etc. Por ejemplo, nuestro grupo representó alguna escena del tiempo presente en el centro del escenario; después las luces cambiaban hacia otra parte y no era necesario que los actores se movieran porque la escena se desarrollaba en otro lugar.



OBRA


ESCENA 1

(Bárbara y sus amigas entran al cuarto de estar después de haber estado ensayando con el coro de la iglesia.)

BÁRBARA. (A todas) ¡Qué poco falta para Navidad! La verdad es que con tanto ensayo, música navideña y demás, me parece estar ya en esas fechas. (Le coge la mano a Elena y da unos pasos de baile.)

ELENA. Me encanta la música de este año es una de las más vivas que hemos tenido en el coro.

CARLOTA. A mí también me gusta mucho. Y me pasa como a Bárbara: ya siento el espíritu navideño.

MARISA. Pues yo no estoy de acuerdo con vosotras; no sé si me gustan mucho todas estas novedades...

ROSARIO. Tienes razón, Marisa. Con las ideas de la nuevea directora del coro... Se tiene que dar cuenta de que ella es más joven, con otros gustos y que a las más abuelas del coro, es decir, a nosotras, nos gustaría que la música navideña fuera más solemne y respetuosa.

ELENA. Venga, chicas. Esta noche nos lo hemos pasado muy bien. ¿Cuándo fue la última vez que nos reímos tanto? Rosario, no lo niegues, que tú no parabas de reírte.

ROSARIO. Me estaba riendo de Marisa que no podía seguir el ritmo. Nunca ha tenido muy buen oído y se ha pasado toda la tarde cantando después de que todos habíamos terminado ya.

MARISA. Mira qué bien. Pues yo sí que tengo ritmo... Lo que pasa es que la artritis hace que me retrase un poco y no puedo hacer mucho más. (Se acerca a Carlota y le ayuda a sentarse.)

CARLOTA. Marisa, no te preocupes que ensayaremos un poquito más y ya verás cómo lo pillas, que tú puedes.

ELENA. Es maravilloso que el ayuntamiento nos haya pedido que preparemos un programa de Navidad para el centro comercial, ¿no te parece, Bárbara? ¿Bárbara?

BÁRBARA. ¿Qué? ¡Ah, sí, sí, muy emocionantes! (Pausa.) ¿Sabéis? Me lleva rondando por la cabeza una idea desde hace varios días y no estoy muy segura qué hacer. A ver qué opináis vosotras. (Se sientan y se preparan para escuchar.) Cada año por estas fechas los chicos me preguntan que qué quiero para Navidad y cada año me pasa lo mismo: no sé qué pedirles porque no me hace falta nada y todas las Navidades termino con un montón de colonias, pañuelos y demás regalos, que nunca uso. No es que no los aprecie, ya me entendéis, lo que pasa es que lo que realmente me gustaría es pasar más tiempo con ellos. Así que he pensado que les voy a decir que lo que quiero para este año es que hagamos todos juntos una cubierta. (Se miran todas con cara asombrada.)

CARLOTA. ¿Como que una cubierta?

BÁRBARA. Sí, una cubierta. Veréis, lo que quiero es que mis hijos me ayuden a coserla… algo así como un proyecto familiar. Con esta idea no aumentaré mi colección de perfumes y pañuelos y tendré lo que realmente quiero para Navidad: mis hijos.

ELENA. Bárbara, ¡es una idea estupenda!

CARLOTA. Así que una cubierta, ¿eh?

MARISA. Pues yo creo que es una locura.

CARLOTA y ELENA. ¡Marisa!

MARISA. Que me parece una tontería. Es la primera vez que oigo que alguien les pide a sus hijos como regalo de Navidad que se pongan a coser una cubierta. Y eso que los chicos viven cerca... Pero todos tienen sus vidas, trabajos y están muy ocupados para hacer esto. Vamos, que te van a poner unas caras…

ROSARIO. Pues igual tiene razón Marisa.

BÁRBARA. No, mirad. Lo tengo todo pensado. Ya sé que mis hijos están muy ocupados con sus vidas pero también sé que esta Navidad va a ser la más difícil para todos nosotros ya que es la primera sin Antonio y él siempre se ocupaba de hacernos sentir esos días de forma muy especial. (Suspira.)

CARLOTA. Todos le vamos a echar en falta, Bárbara.

BÁRBARA. Antonio planeaba un montón de pequeñas sorpresas para los chicos y para nuestros nietos en estas fechas. A todo el mundo le encantaban y las esperaban con muchas ganas y ahora que él no está nos va a dejar un vacío enorme. Sé mejor que nadie que no hay nada que podamos hacer para reemplazar a Antonio, pero he pensado que quizás deberíamos hacer algo diferente este año… algo que nos una como familia. Así por lo menos tendremos algo más en lo que fijar nuestra atención en vez de recordar que él no está con nosotros.

CARLOTA. Con que una cubierta… Bueno, cuando nos lo has dicho no parecía tener muchos pies ni cabeza pero quizá, ¡quién sabe...! Y, ¿José? ¿Qué pensará de esto? ¿Le parecerá bien?

BÁRBARA. A José le encantaba ayudarme en esas cosas cuando era pequeño. Tendrá que ir madurando esta idea pero siempre ha hecho lo que le he pedido.

MARISA. Ya lo estoy viendo. (Hace como si estuviera leyendo los titulares de un periódico.) Supervisor de la Construcción ayuda a su madre y a sus hermanas a coser una cubierta. Bárbara, le va a dar un ataque de risa con todo esto y tú serás la culpable.

ROSARIO. Tiene razón, Bárbara, todo el mundo le va a tomar el pelo con esto.

MARISA. ¿Y qué hay de Bea y Eli? ¿Te las imaginas perdiendo el tiempo cosiendo? Pues yo no. (Rosario asiente con la cabeza.)

ELENA. Venga, callaos ya, por favor. Ya ha sido suficiente. Creo que Bárbara ha tenido una idea magnífica. Quizás este proyecto les una un poco más. No sabemos lo que puede pasar e igual sale todo de maravilla.

CARLOTA. Bárbara, quiero que sepas que estaré orando por vosotros para que Dios os conforte y guíe en estas Navidades.

BÁRBARA. Gracias, Carlota… y a ti también, Elena. Aprecio vuestras oraciones (Se dirige a Marisa y a Rosario.) ¡Que Dios os bendiga a las dos! Voy a llamar a mis hijos esta noche y se lo voy a contar. Chicos, no sabéis lo que os espera.


ESCENA 2

(En un restaurante.)

SONIA. (Ojeando el menú.) ¿Qué hacemos? ¿Pedimos ya o esperamos un poco más? Aunque… todavía no sé lo que quiero. La ensalada de pollo tenía muy buena pinta. ¿Qué vas a coger tú, Bea?

BEA. ¡No sé cómo puedes comer pollo! Desde que vi un documental en la televisión en el que explicaban cómo se procesaba la carne, no he vuelto a probar bocado… e incluso le he cogido mucho cariño a los pobres animalitos. Creo que me voy a pedir una ensalada de judías con brotes de soja.

SONIA. Pero si eso no está en el menú.

BEA. Sí, ya lo sé, pero les voy a preguntar si me la pueden preparar. Este tipo de restaurantes te deja hacer estas cosas. Si sabes lo que quieres no hay ningún problema.

SONIA. ¡Ah, bien! Mira, ahí viene José. ¡José! ¡Estamos aquí!

JOSÉ. (Saluda a sus hermanas y se sienta.) ¡Por fin! Bueno, me alegra saber que no soy el último.

SONIA. Ya conocéis a Eli…

BEA. Por lo menos se ha preocupado de reservar la mesa. No creo que tarde mucho ya.

JOSÉ. Doña ocupada.

SONIA. No te pases con ella, José. Ya sabes que tiene mucho trabajo.

JOSÉ. Sí, vale, pero ha sido ella la que ha querido que nos reuniésemos aquí porque no tenía mucho tiempo. (Bebiendo una taza de café.)

BEA. (Todavía riéndose.) Bueno, José, ¿y qué opinas de lo que nos ha pedido mamá?

SONIA. Bea, espera que llegue Eli y lo hablamos todos juntos, ¿vale? (Llega Eli.) ¡Eli! ¡Estamos aquí!

ELI. (Entra con un maletín, y un ordenador portátil.) Siento llegar tarde pero me han llamado para algo muy urgente y no podía dejarlo. Un buen negocio. Estamos en contacto con una internacional muy importante y ésta podría ser la oportunidad de mi vida. No os puedo contar más pero esto promete…

JOSÉ. Bueno, miss trabajo, nos has dejado a todos impresionados con semejante excusa para llegar tarde. ¿Te he contado el proyecto que tengo en la parte sur de la ciudad? Tiene grandes ladrillos, grandes puertas y ventanas. Y hay tipos muy grandes que están trabajando en este edificio.

ELI. Vale, vale, José, he pillado la indirecta. (La llaman por el busca.) Bueno, éste puede esperar.

BEA. Creo que los dos necesitáis un buen masaje para relajaros. Yo voy tres veces a la semana y ayuda un montón. Mi masajista dice que los músculos de mi espalda han mejorado mucho y que el llevar una vida estresada puede producir toxinas en nuestro cuerpo que solo se pueden eliminar con una buena terapia como la que él hace.

JOSÉ. (Sarcástico.) ¡Oh, vaya! ¿De veras?

ELI. (Igual de sarcástica.) ¿Solo tu masajista?

SONIA. Venga, vale, ya está bien. Echadle un vistazo al menú para que podamos pedir ya y concentrémonos en lo que nos ha reunido aquí: el regalo de mamá para esta Navidad.

ELI. Buena idea, Sonia. A ver, a ver… me pediría un buen filete pero creo que no debería. (Bea se molesta por el comentario.) Sonia, tú eres la que pasa más tiempo con mamá así que dinos, ¿ha tenido algún comportamiento extraño últimamente?

SONIA. No, nada, yo la encuentro muy bien.

ELI. Es que lo que nos ha pedido me parece una pasada. ¿Que hagamos una cubierta? ¿Nosotros? No quiero saber de dónde le ha venido esta idea. Es que no me lo puedo creer.

BEA. Bueno, Eli, no nos tendría que sorprender tanto; si leéis el horóscopo de mamá dice que su signo se encuentra en la séptima casa en este mismo momento. Desde el día 27 hasta el día 12 podemos esperarnos cualquier cosa: que esté más vulnerable, sentimental y que…

JOSÉ. (Cortándola.) ¡Corta el rollo, Bea! Puede que tú te lo creas pero nosotros no. Eso son sólo tonterías. Pero tampoco puedo imaginarme por qué mamá nos ha pedido que hagamos eso. Parece de lo más raro. Pensad un momento: ¿alguna de vosotras ha notado algo fuera de lo común cuando ha hablado con mamá estos últimos meses? He oído que los síntomas de la vejez pueden aparecen de diferentes maneras, dependiendo de la persona. Oye, ¿y el tío Arturo? ¿Os ha dicho algo del comportamiento de mamá?

ELI. Como si el tío Arturo nos lo fuera a decir, José. Todos lo queremos mucho, pero vamos, el tío Arturo no es de gran ayuda, y tampoco es que esté tanto tiempo con mamá para que haya notado algo fuera de lo común.

SONIA. Yo creo que mamá está bien. Si pensáis un poquito en lo que nos ha pedido no nos debería parecer tan raro. A mamá lo que le encanta es que estemos todos juntos, ¿no? Yo creo que es su forma de intentar que esto suceda. Es la primera Navidad sin papá. Quizás quiere que estemos allí con ella para ayudarla en estos momentos tan duros. Y además, a mí me parece que puede ser muy divertido. José, a ti te gustaba hacer estas cosas cuando eras un crío y yo creo que por eso eres tan bueno en tu trabajo ahora.

JOSÉ. De eso hace muchos años, Sonia. Yo era muy pequeño. Joder, os imagináis lo que dirían mis colegas si se enteraran de que estoy cosiendo una cubierta con mi madre. ¿Y mi jefe, y mi hijo? ¡Sería un cachondeo!

SONIA. ¿Se te ha ocurrido pensar que igual te admiraban por complacer a tu madre de esa forma? ¿Y quién te dice que se tienen que enterar?

JOSÉ. Mira, yo quiero mucho a mamá, todos la queremos y sabemos lo mucho que le debemos, pero venga, hombre… ¿Hacer una cubierta? ¡Que yo no puedo hacer eso!

ELI. No entiendo cómo puede pedirnos que hagamos tal sacrificio. Ya sabe lo liada que estoy este año con mi trabajo para bajar la guardia ahora, después de que he tenido que trabajar tanto… José, ya sabes cómo es esto. Si me descuido ponen a otra persona en mi oficina y todo por una estúpida cubierta.

SONIA. Eli, tú no eres la única que está ocupada. ¡Va a ser un sacrificio para todos!

JOSÉ. Conmigo no contéis. No puedo hacerlo. Esto no es un trabajo… de… de… hombres.

SONIA. Venga ya... No tomemos ninguna decisión hasta que no lo hayamos sopesado todo, ¿vale? Estamos hablando de nuestra madre y si accedemos a ayudarle con la cubierta será como volver a nuestra niñez. ¿Os acordáis cuánto tiempo pasábamos juntos? Especialmente en Navidad. ¡Era tan divertido!

BEA. Sonia, no es bueno volver a recrear las situaciones vividas en la niñez. El terapeuta de mi mascota dice que eso es una mala idea.

SONIA, ELI y JOSÉ. ¿El terapeuta de tu mascota?

BEA. Sí, bueno, para Puky, mi cuchicú. Aunque claro, se refería a su niñez… o puede que no, no estoy segura. Os lo aclararé la próxima vez que hable con mi psicólogo.

ELI. Yo no tengo tiempo.

JOSÉ. Yo no voy a hacerlo.

SONIA. Estoy segura de que mamá no nos habría pedido algo así a la ligera. Creo que tenemos que considerarlo seriamente. Vamos a hablarlo un poco más mientras comemos. Eli, ¿vas a pedir finalmente un filete? No creo que sea lo mejor porque…


ESCENA 3

(Se ilumina el cuarto de Bárbara. Todos los hijos están ahí. Bea y Sonia están buscando entre las cajas de ropa con Bárbara, José está viendo los regalos que hay en el árbol, Eli está ocupada en la mesa del comedor con su portátil.)

BÁRBARA. Todavía hay más cajas pero le he dicho a Arturo que traiga dos o tres cada vez para que no se nos acumulen. ¡Cuántos recuerdos me traen! ¡No me puedo creer que vuestra ropita de bebé huela todavía a vosotros!

BEA. ¡Cómo es posible que aún guardes toda esta ropa? ¡Son nuestros vestiditos! Algunos deben tener 25 ó 30 años, ¿no? ¿Cómo es que no las vendiste o las regalaste?

BÁRBARA. No quería desprenderme de ellas. Os parecerá una locura pero vuestras cositas de bebé las he guardado como un tesoro.

SONIA. Me parece increíble que hayas guardado todas estas cosas y lo mejor es que ahora nos van a servir. Has tenido una idea fabulosa en usar estas ropitas para hacer la cubierta, mamá. La va a hacer tan especial que se va a guardar de generación en generación.

BEA. (Saca un pijama de niño.) ¡Ey, José! ¿Te acuerdas cuando cabías en este pijama?

JOSÉ. ¡Mamá! Si vas a usar estas cosas para la cubierta espero que no le digas a la gente qué parte es de cada uno, ¿vale? No quiero que mis amigos sepan que solía llevar pijamitas de color rojo con trenecitos…

ELI. Mira el machito, oye, que todos hemos sido niños alguna vez, ¿eh?

(Eli y José se sacan la lengua.)

BÁRBARA. Eli, casi me había olvidado de que estabas aquí, te veo tan ocupada allí en la mesa… José, te prometo que no le diré a ninguno de tus amigos que esa parte era tu pijama, pero igual no hacen falta todas las ropas. Vamos a ir viendo todas las cosas y después decidimos qué vamos a usar para la cubierta antes de ponernos a cortarlas.
Pero, antes de empezar, me gustaría hacer una oración con vosotros. Eli, José, venid aquí, me gustaría orar por esta cubierta.

ELI. Mamá, ¿quieres que oremos por la cubierta?

BÁRBARA. Sí, Eli, por la cubierta, pero principalmente por nosotros. Quiero que el Señor nos bendiga el tiempo que estemos juntos. Así que por favor venid con nosotras.

ARTURO. (Entra con una caja llena de polvo.) Aquí hay otra, Bárbara, pero aún hay más.

BÁRBARA. Gracias, Arturo. Déjala con las otras y ven a orar con nosotros.

(Arturo se acerca, inclina su cabeza y hace mención de coger a José y a Eli de las manos pero a ellos no les hace mucha gracia.)

BÁRBARA. Querido Señor, te doy gracias por esta familia que llevo tan dentro de mi corazón. Como la Navidad está cerca no quisiera olvidarme de agradecerte el mayor regalo que nos has hecho: tu hijo Jesús. Gracias por su nacimiento, su vida, y por la esperanza que nos has dado de que algún día veremos a Antonio en los cielos. Te pedimos, Señor, que en este tiempo que vamos a estar juntos como una familia nos unas más entre todos y sobre todo, nos acerques más a ti. Guía nuestros corazones y nuestras manos mientras trabajamos juntos en esta cubierta. En el nombre de Jesús, amén.

(Un momento de silencio incómodo, y el busca de Eli se apaga.)

BEA. Gracias, mamá. Ha sido una experiencia muy retro. Le voy a comentar a Walter esto. Siempre incluye una oración y una pequeña meditación como parte de sus sesiones de yoga. Realmente es una experiencia muy espiritual.

JOSÉ. ¡Otra vez Bea! ¿Por qué no coges a todos tus terapeutas y los mandas a…

ARTURO. (Le interrumpe.) ¡Me encanta la Navidad! Sé que estamos cerca porque empieza a hacer más frío. Es un frío especial que sólo hace en este tiempo. ¿Te gusta la Navidad, José?

JOSÉ. ¿Eh? Sí… bueno, sí, claro. Me gusta. Es el tiempo más divertido de todo el año.

ARTURO. Me gusta la Navidad porque es cuando nació Jesús, como ha recordado Bárbara en su oración. Bueno, os dejo, tengo un montón de cosas que hacer en el garaje. Bárbara, cuando quieras te traigo más cajas.

BÁRBARA. Gracias, Arturo, ya te las pediré cuando terminemos con éstas. Venga, sigamos con nuestro trabajo. José, sube esa caja aquí y echémosle un vistazo para ver lo que contiene. Eli, ¿te acuerdas de que estamos haciendo esto juntos? Cualquier cosa que os traiga algún recuerdo quiero que la seleccionéis y la pongáis aquí. Esas son las cosas que usaremos para la cubierta y así podremos compartir lo que nos sugieren.

BEA. Mamá, ¿estás bien con el tío Arturo aquí? ¿No te resulta un poco raro ahora que el papá no está?

BÁRBARA. No, para nada. ¿Te acuerdas cuando tus abuelos murieron? Tu padre y yo le dijimos a Arturo que siempre que quisiera tendría un hogar aquí con nosotros. Y a pesar de que vuestro padre no está, por nada del mundo me retractaría de esa promesa. Es más, Arturo es una gran ayuda para mí en la casa y siempre disfruto de su compañía. Algunas noches le escucho tocar su armónica…

BEA. Me pregunto cómo alguien como el tío Arturo ha aprendido a tocar un instrumento tan bien. ¡Es buenísimo!

SONIA. Los caminos del Señor son misteriosos. Papá decía que el tío Arturo siempre había tenido el don de tocar cualquier instrumento a pesar de su incapacidad. Creo que el hecho de que viva en el cuartito de abajo le da cierta independencia, que es buena. Oye, mira, así cuidáis el uno del otro, ¿no, mamá?

(Bárbara asiente.)

JOSÉ. Pues yo me alegro de que esté aquí y te ayude con las cosas más pesadas.

BEA. ¡Mirad! Es el vestido de novia de mamá. (Saca el vestido.)

BÁRBARA. ¡Qué bonito! Y qué pequeño... Ya sé, usaremos el vestido para el centro de la cubierta.

SONIA. ¿Vas a cortar tu vestido de novia para la cubierta?

ELI. Pero mamá…

BEA. ¿Estás segura de que quieres hacer eso, mamá?

BÁRBARA. Este vestido ha estado en mi armario por, ¿43 años? Y seguro que acabaría en el armario de otra persona a no ser que lo usemos para esto. Así que vamos a separarlo para la cubierta.

JOSÉ. ¡Ey, mirad! ¡Es mi uniforme de los boys scouts! ¿Vamos a usarlo para la cubierta? ¡Sí, por favor!

BÁRBARA. (Admirando el uniforme.) Claro que lo vamos a usar.

JOSÉ. (Formando como un boy scout.) ¡Era uno de los mejores de mi patrulla! ¡Y todas las chicas estaban loquitas por mí!

BEA. (Sacando un vestido.) ¡Mira, mamá! ¿Te acuerdas de este vestido? Es uno que me hiciste. Estaba tan orgullosa. Era la primera cosa mía que no heredaba de Eli.

JOSÉ. Esa es una de las ventajas de ser el único chico de la familia…

SONIA. ¿Es que ya no te acuerdas? Más de una vez, Bea y yo te vestíamos con nuestros vestidos y jugábamos a que eras nuestro bebé.

(Bea anda sigilosamente detrás de José para ponerle un lazo en la cabeza.)

JOSÉ. ¡Oye! (Tira el lazo.) ¡Que estoy aquí! ¿Eh? Voy a ver qué es lo que está haciendo el tío Arturo en el garaje. No voy a aguantar más esto.

BÁRBARA. (Riéndose.) José, siéntate. Me prometiste que me ibas a ayudar con la cubierta, ¿ya no te acuerdas? (Suena el busca de Eli.) Eli, ¿no podrías hacer algo para que se esté calladito? No nos podemos concentrar si está sonando a cada rato.

ELI. Mamá, no puedo hacer eso. Tengo una posición muy importante y no puedo dejar todas las cosas de lado por una cubierta.

SONIA. ¿Por qué no paras de recordarnos lo ocupada que estás? ¡Ey, mirad! ¡Mi vestido rojo de terciopelo! Me acuerdo que lo estrené una Navidad… debía tener unos seis o siete años. ¡Me encantaba este vestido! Me sentía muy especial y guapa. Chicos, ¿os acordáis de esa vez que papá se fue de viaje antes de Navidad? Nos trajo a todos un regalo: y esto es lo que me regaló a mí. Sigue igual de suave… La de recuerdos que me trae esta vieja casa, especialmente las Navidades que pasamos aquí. Revisando todas estas ropas me está haciendo revivir esos momentos. ¿No os acordáis de ese maravilloso sentimiento de confianza total en la gente que nos rodeaba? Parece como si fuera ayer…



ESCENA 4

(Las luces se encienden y aparecen Sonia, Bea, Eli y José cuando eran pequeños, entre 5 y 10 años. Llevan pijama y acaban de ayudar a su madre a decorar el árbol en el comedor.)

BÁRBARA. Está bien, chicos, es hora de que os vayáis a dormir. Y muchas gracias por ayudarme a decorar el árbol. Sin vuestra ayuda no lo podría haber terminado. ¡Ha quedado muy bonito!

SONIA. ¿Cuánto falta para Navidad, mamá?

BÁRBARA. Ya falta poco, Sonia, solo un par de días. (Todos empiezan a bailar de alegría). Venga, chicos, es hora de ir a la cama. ¿Qué os parece si cantamos una canción antes de irnos a dormir? Una canción que nos recuerde el significado de la Navidad. ¿Os parece bien?

JOSÉ. ¿Cuándo va a venir papá?

BÁRBARA. Va a venir esta noche. Pero papá me ha dicho que os dará un besito a todos cuando llegue aunque estéis durmiendo.

NIÑOS. ¡Bien! ¡Bien!

(Todos cantan la primera estrofa de “Venid pastorcillos”.)

BÁRBARA. ¡Qué bonito! ¿Qué historia de la Biblia vamos a leer esta noche?

(Los chicos dan sugerencias mientras se reúnen para escuchar la historia, Bárbara hace mímica mientras lee la historia, después entra Antonio con regalos y besa y abraza a los niños mientras le luz se va apagando.)

(Una solista canta: How Could I Ask For More? – Cindy Morgan)



ESCENA 5

SONIA. Tenemos tantas cosas por las que dar gracias, mamá. Estoy tan contenta de que tú y papá fueseis nuestros padres… En medio del ajetreo navideño, siempre nos guiabais para que entendiéramos el verdadero significado de la Navidad. Los dos habéis sido como una antorcha para nuestras vidas; siempre habéis estado allí para nosotros.

BÁRBARA. Gracias, Sonia. Esto significa mucho para mí.

JOSÉ. Mamá, Sonia tiene razón. Ya sabes que me cuesta mucho expresar mis sentimientos pero tenemos mucho que agradeceros y estoy muy feliz de que seas mi madre.

BEA. ¿Cómo es que cuando éramos pequeños todo parecía tan simple? ¿Éramos diferentes antes o es que en aquel tiempo todo era más sencillo? Las cosas eran o blancas o negras, no había zonas grises o preguntas sobre lo que estaba bien o estaba mal. Mamá ¿te acuerdas de esa Navidad que mi amiga Sara Rodríguez pasó con nosotros? Debía tener… ¿15 años? Sí, eso, porque estaba haciendo 2 de BUP cuando me hice amiga de Sara. Eli y Sonia se enfadaron mucho conmigo porque la traje sin avisar.



ESCENA 6

(Se encienden las luces en el hogar de los Lecina, hace 16 años. Bárbara Lecina está sentada en un lado del escenario (salón) mientras están riñendo en el comedor, en el otro lado del escenario.)

ELI. ¿Estás loca, Bea? No me puedo creer que hayas traído a esta chica a casa. ¿No sabes lo que la gente dice de ella?

BEA. No me importa lo que la gente diga. ¡Me cae muy bien y es mi amiga!

SONIA. No tienes ni idea de cómo la llaman los chicos de mi curso. ¡Tiene muy mala fama!

BEA. ¡Que no me importa! Y además no me creo nada de eso.

JOSÉ. Todo el mundo habla de ella, Bea.

BEA. Su madre está en el hospital. ¿No os dais cuenta de que no tiene ningún otro sitio en el que estar?

ELI. Venga, Bea, todo el mundo sabe que cuando Sara dice que su madre está en el hospital significa que la han metido en la cárcel otra vez por ir borracha.

BEA. ¡Eso no es verdad! ¡No me lo creo!

ELI. ¡Despierta, Bea! ¡Si sigues yendo con ella la gente va a empezar a decir las mismas cosas de ti!

(Bárbara y Antonio entran y escuchan la última intervención.)

BÁRBARA. Bea, me alegro que hayas traído a una amiga para que pase las Navidades con nosotros. ¿Quieres presentárnosla?

ELI. Mamá, papá, escuchad. Tenemos que contaros algo de la amiga de Bea. ¿Sabéis lo que la gente dice de ella? Esta vez se ha pasado.

SONIA. Sí, ¡no la queremos aquí!

ANTONIO. Ya está bien. Si la amiga de Bea necesita un lugar donde estar, le abriremos nuestro hogar y la haremos sentir como uno de nosotros. La vamos a tratar como un invitado especial y quiero que todos la respetemos. ¿Queda claro?

BÁRBARA. Venga, Bea, preséntanos a tu amiga.

BEA. Vamos, papás, ya veréis como es muy maja y os gusta.

(Se van apagando las luces excepto una luz que enfoca a un solista: Each One Reach One de Babbi Mason.)



ESCENA 7

(Vuelta al tiempo presente.)

ELI. ¡Qué mal nos portamos con Sara! ¿Verdad?

SONIA. Si papá no nos hubiera puesto firmes… Pero mamá ayudó a Sara también.

JOSÉ. Sí, es verdad. Mamá, tú le hablaste a Sara de Jesús, ¿verdad?

BÁRBARA. En realidad fuimos Bea y yo las que le hablamos a Sara de Jesús, después de que viniera con nosotros al programa de Navidad de la iglesia.

ELI. ¿Qué ha sido de Sara?

BEA. Le he perdido la pista pero la última vez que la vi acababa de terminar sus estudios e iba a empezar a trabajar con adolescentes en un programa de desintoxicación. Ey, mamá, ¿puedo traer a Walter la próxima vez que trabajemos en este proyecto? Es superdivertido esto de recordar los viejos tiempos. Quizás podría ayudarle más para nuestra próxima sesión, si pudiera comprender mejor mi niñez.

JOSÉ. Bea, no creo que…

BÁRBARA. (Interrumpiéndole.) Está bien, José. Quiero que mi familia trabaje en esta cubierta pero si alguien quiere venir será bienvenido. Si Bea quiere traer a su novio, me parece bien.

SONIA. La pregunta es: ¿Cuál de todos traerá?

(José choca los cinco con Sonia.)

BÁRBARA. ¡Sonia!

SONIA. Lo siento, Bea.

JOSÉ. Me da rabia admitirlo pero me está divirtiendo mucho esto. El proyecto de coser con mi familia resulta muy gracioso. No le he contado nada de esto a Raúl pero la semana que viene estará conmigo. Quizás podría venir aquí también.

BÁRBARA. Buena idea.

ELI. Pues yo no sé cuánto tiempo más podré seguir viniendo. Me veo muy pillada con el tiempo especialmente ahora.

SONIA. Eli, algunas veces actúas como si fueras la única que tiene un horario que cumplir. ¿No crees que todos estamos sacrificando un poco de nuestro tiempo? Estoy haciendo horas extras en la oficina porque se necesita terminar algunas cosas antes de que finalice el año, además de ocuparme de dos hijos y un marido. ¡Tú no eres la única que tiene una vida!

BÁRBARA. Todo el mundo anda muy estresado estos días. Creo que bajar la marcha será bueno para ti, Eli. Quizás te ayude a ver las cosas desde otra perspectiva si te tomaras un poco de tiempo para relajarte. Recuerda, Jesús es la única razón de estos días.

ELI. No empieces otra vez con las historias de Jesús, mamá. Están un poquito pasadas de moda. Si quieres puedes volverme a contar las mismas historias sobre Santa Claus, o el Ratoncito Pérez como cuando éramos pequeños, bien, pero ahora ya somos mayorcitos para esos cuentos.

JOSÉ y SONIA. ¡Eli!

BÁRBARA. Eli, aunque ahora eres mayorcita, este comentario no lo ha demostrado mucho.

ELI. Mamá, yo no quería…

BÁRBARA. (Cortándola.) ¡Elísabet! Te he pedido que formaras parte de este proyecto familiar porque eres mi hija y porque te quiero con toda mi alma. Pero bajo ninguna circunstancia te permitiré que ridiculices mi fe en Dios sobre la que he construido mi vida. A todos nos gustaban los cuentos cuando éramos pequeños pero Jesucristo es la cosa más real de este mundo para mí. Es mi Salvador y mi Señor. Es la luz a la que me aferro cuando todas las cosas a mi alrededor van mal y Él forma parte de todo lo que hago y de todo lo que soy. Te pido que seas respetuosa siempre que estés en mi casa o en mi presencia. ¿Te ha quedado claro?

(Eli se va enfadada de la casa y se encuentra con su tío Arturo que está limpiando el suelo.)

TÍO ARTURO. Hola, Eli.

ELI. (Fuerte suspiro) Hola, tío Arturo.

TÍO ARTURO. ¿Estás enfadada por algo, Elísabet?

ELI. No… no, necesitaba un poco de aire fresco. Aunque, sí, estoy un poco mal. Mi madre me vuelve loca. Es… es… tan… tan… inflexible.

TÍO ARTURO. Oh, vaya (pausa.) Pues no te entiendo muy bien.

ELI. No, claro que no, tío.

TÍO ARTURO. Mi madre está dormida, esperando que Jesús vuelva y la echo mucho en falta.

ELI. Lo siento, tío Arturo. Me imagino cuánto la echas en falta.

TÍO ARTURO. No importa. Ella descansa en Jesús como mi padre y mi hermano. Y alguna vez yo también lo haré. Y cuando Jesús vuelva y vuelva a ver a mi mamá no le haré rabiar más.

ELI. ¿Realmente crees que todos irán al Cielo?

TÍO ARTURO. (Asiente y dice después de una pausa.) Sí. Están todos dormidos esperando a Jesús y tu pequeña Marta, también. (Eli es pillada por sorpresa y se perturba al oír el nombre de Marta) ¿He dicho algo malo?

ELI. No, no, no has dicho nada malo. Tío Arturo, ¿qué es lo que te hace que estés tan seguro? ¿Cómo puedes saber que todos irán al Cielo con Jesús?

TÍO ARTURO. (Pausa.) Lo sé. Jesús me lo ha dicho en la Biblia y también aquí. (señala su corazón.)

(Cuando el tío Arturo está hablando se oyen cantar unos villancicos “Oh Come All Ye Faithful”. El tío Arturo se pone a cantar mientras las luces se apagan y Eli frunce el ceño.)



ESCENA 8

(En el salón, Bárbara está tomando café con Carlota y Elena.)

ELENA. Bárbara, ¿cómo va la cubierta?

CARLOTA. He estado orando por vosotros todos los días. Cuéntanos.

BÁRBARA. Creo que tus oraciones se están respondiendo porque por lo menos estamos trabajando todos a la misma vez. Además creo que está quedando muy bonita y estamos recordando historias de cuando eran pequeños. Pero lo mejor de todo es que estamos disfrutando del tiempo todos juntos.

ELENA. Pero, ¿qué tal los chicos? ¿Qué tal Eli y José?

BÁRBARA. Con Eli he tenido algún problema pero sigue viniendo y por fin le he convencido para que deje su busca y su portátil en casa cuando venga a trabajar con nosotros y eso, es todo un logro. José ha tenido un año muy duro. Después de perder a su padre esta primavera, tiene que enfrentarse a su divorcio. Lo veo contento cuando está con nosotras. ¡Quién lo diría con esas pintas de hombretón que tiene!

CARLOTA. ¿Y Sonia y Bea? ¿Cómo lo llevan ellas?

BÁRBARA. ¡Cuántas gracias debo darle al Señor por Sonia! Es la que más ánimos me da cuando me siento sola y pienso en Antonio. Tiene tanta fe en Dios… Cuanto me gustaría que los otros fueran igual que ella. Con Bea no sé qué hacer. Unas veces muy contenta y otras muy triste. Hay veces que es como una niña pequeña que no sabe qué camino tomar. Espero que esto que hacemos sea bueno para ella.

ELENA. ¡Estoy tan contenta! Tus oraciones se están contestando. Estás pasando más tiempo con tu familia e igual inauguras una nueva tradición familiar.

BÁRBARA. Estoy muy agradecida, Elena, pero me gustaría conseguir algo más que pasar un buen rato juntos. Sigue orando, ya te lo contaré.

CARLOTA. En Mateo 18:19,20 Jesús dijo que si dos en la tierra se ponían de acuerdo en oración, aquello que pidieran les iba a ser hecho por su Padre.

BÁRBARA. ¿Qué haríamos sin Carlota?

(Marisa y Rosario entran.)

MARISA. ¡Yuju! Bárbara, ¿hay alguien en casa? Estupendo, me alegro de que estéis todas aquí. Rosario y yo acabamos de escribir esto y lo vamos a llevar al ayuntamiento tan pronto como recojamos 100 firmas.

ROSARIO. Así que ya estáis firmando todas.

BÁRBARA. ¿Una petición? ¿De qué va todo esto?
MARISA. Pero por favor, ¿no habéis salido de casa, o qué? ¿Cuándo fue la última vez que estuvisteis en el centro de reuniones del pueblo?
CARLOTA. El martes por la tarde fuimos para la merienda benéfica que se organizó allí.
ROSARIO. ¿Entonces sabéis de qué va nuestra petición?

MARISA. El papel que han puesto en las paredes. El nuevo papel es de color amarillo y rosa.

ROSARIO. Sí, con los bordes en verde oscuro. ¡Es horrible!

MARISA. Queremos que lo quiten inmediatamente. Firmad aquí. (Les señala la hoja en la que van a recoger las firmas.)

ROSARIO. Ningún ciudadano respetable podría estar más de dos minutos en ese cuarto tan feo. Parece un sitio en el que hubieran vivido hippies.

(Bárbara y Elena se aguantan la risa mientras Carlota contesta.)

CARLOTA. Marisa, Rosario, sentaos aquí y tomad una taza de café con nosotras. Vamos a hablar de esto y también podríamos orar…

MARISA. (Le corta y le empuja hacia su silla.) No podemos pararnos a descansar o a hablar. Tenemos algo que hacer, así que firmad aquí.

ELENA. ¿Sabes? Ese papel no lo habría elegido yo tampoco, pero no entiendo por qué te enfadas tanto. Si estás muy segura de esto, ¿por qué no vas a hablar con el director del centro?

ROSARIO. Marisa, si no quieren firmar, sigamos por nuestro lado. Tenemos un montón de sitios a los que ir.

MARISA. Rosario, vámonos a otro sitio donde la gente sea más comprensiva.

(Marisa y Rosario se marchan enfadadas mientras las otras intentan no reírse. Si se pone la música de “Jaws” en este punto quedaría muy bien.)

(Se oscurece.)

(La luz enfoca al solista que canta: Heirlooms. La canción la canta Amy Grant.)



ESCENA NUEVE

(Se encienden las luces del salón. Hay una cubierta en el centro del cuarto. Tanto la madre como los hijos (excepto Eli) están ocupados cosiendo. Eli entra cuando se encienden las luces.)

ELI. (Quitándose el abrigo.) Siento llegar tarde, había mucho tráfico. Mira qué bonita está quedando. Mamá, le has echado unas cuantas horas, ¿eh?

BÁRBARA. Bueno, la he cogido alguna que otra vez. Ya está tomando forma, ¿verdad? Además, José y Bea han sacado algo de tiempo extra para trabajar conmigo.

JOSÉ. Ya me conoces, cuando empiezo algo tengo que acabarlo.

BEA. Mira, Eli, aquí hay una pieza del bolso que hiciste en 8º en trabajos manuales. ¿Te acuerdas del material tan raro del que estaba hecho? Y aquí hay un trozo de la cinta que llevé en el pelo cuando hicimos la fiesta de fin de curso.

JOSÉ. Y mamá ha puesto algunos trozos de los trapos que tenía para limpiar mi primer coche. ¿Te acuerdas del Renault 21 que arreglé con papá?

SONIA. ¿No es interesante esto?

ELI. Ey, aquí está el lazo del mantel de la abuela.

SONIA. Aunque es una pena que no hayamos podido encontrar algunas cosas de papá. Lo que sí hemos encontrado son sus viejas camisas. ¿Os acordáis de esa de franela que no se quitaba nunca? (Señala hacia una parte de la manta.)

BÁRBARA. Intenté tirársela un montón de veces pero siempre aparecía de nuevo. Creo que vuestro padre le había puesto un ojo encima para que no se la tirara.

SONIA. Pero hay algo que no hemos podido encontrar: su caja de recuerdos. El tío Arturo ha sacado todas las cosas de la buhardilla y el garaje y no aparece por ningún lado. ¿Dónde la guardaría?

JOSÉ. Hemos buscado por todas partes pero en esta casa llena de cosas puede que esté en cualquier rincón.

ELI. (Sentándose.) Vamos chicos, dejadme un huequecito.

BEA. Mamá, ¿qué vas a hacer con la cubierta cuando esté hecha?

JOSÉ. Sí, no nos lo has dicho.

BÁRBARA. Estaba pensando en guardármela para mí, pero he guardado todos los retazos que no hemos usado y quizá podríamos empezar otra manta el año que viene.

SONIA. ¡Qué buena idea!

BÁRBARA. Y así cada año uno tendrá una manta.

ELI. Una especie de tradición familiar.

SONIA. Pienso que ha sido bueno para nosotros haber hecho algo esta Navidad. Se me hace muy raro sin papá aquí. Cuánto echo en falta sus abrazos.

BÁRBARA. Algunos días no me lo puedo creer. Tengo que autoconvencerme de que vuestro padre se ha ido.

BEA. Lo echo mucho en falta. A veces estoy aquí esperando a que entre y…

JOSÉ. ¡Uyyyyyyyyy! (Salta de la silla agarrándose el dedo.) Ostras, cómo duele.

BÁRBARA. Déjame ver. ¿Qué te has hecho? (Le muestra el dedo.) Es un pinchazo, cariño. No te preocupes que vivirás.

JOSÉ. ¿Pero qué estoy haciendo? ¡Odio las agujas! Y ¡odio los dedales! ¡Los hombres de verdad no se ponen dedales! (Tira el dedal con mala leche.)

SONIA. José, ¿qué es lo que te pasa?

BÁRBARA. ¿Qué es lo que te ocurre?

SONIA. Si te molesta hablar de papá nos lo dices y ya está.

JOSÉ. Sí, supongo que es eso: recordar…

BEA. Lo sé. Yo también lo echo en fatal. Creo que todos lo sentimos así.

TÍO ARTURO. (Entra.) Lo siento, Bárbara. No puedo encontrar esa caja por ningún lado.

BÁRBARA. Está bien, Arturo, no te preocupes.

TÍO ARTURO. Ese café huele muy bien, ¿os importa si cojo un poco?

BÁRBARA. Claro que no, échate lo que quieras.

JOSÉ. No es que eche en falta a papá. Es más que eso. Parece que las cosas se enfriaron un poco entre nosotros antes de que muriera… Papá y yo tuvimos ese encontro… No sé cómo describirlo muy bien. No soy muy bueno en esto, pero estábamos muy unidos. Siempre nos entendíamos a la perfección y coincidíamos en casi todas las cosas hasta el año pasado cuando Andrea y yo empezamos con los problemas. No entiendo cómo papá tuvo que morir de forma tan repentina cuando nos distanciamos tanto. Ya no teníamos esa especie de complicidad entre nosotros. Había como una tensión en el aire cada vez que intentábamos hablar. Me acuerdo muchas veces de la última conversación que tuve con él. Ojalá pudiera borrar lo que le dije. Jamás habíamos hablado así antes…



ESCENA DIEZ

(Se encienden las luces en el salón y allí están Antonio y José.)

JOSÉ. Papá, es que tú no entiendes lo que nos pasa. Ya no queda nada de nuestra relación. No se puede salvar nada.

ANTONIO. José, cuando os casasteis en la iglesia hicisteis un pacto con Dios y no sólo entre vosotros dos. Dios fundó el matrimonio y se creó para que durara toda la vida. No se puede abandonar porque las cosas no marchen muy bien.

JOSÉ. Papá, te estoy intentando explicar esto de la mejor manera posible. Andrea y yo ya no tenemos nada en común. Ella dice que no me quiere más y creo que yo tampoco la quiero a ella. ¿Tú crees que Dios quiere que estemos juntos toda la vida si eso es lo que sentimos? ¿Y qué pasa con Raúl? Él sabe lo que está pasando. ¿Qué clase de ejemplo le estamos dando? Es que no tiene sentido que sigamos juntos.

ANTONIO. José, escúchame. ¿Has dejado que Dios se ocupe de esto? ¿Cuándo fue la última vez que Andrea y tú orasteis juntos? ¿Cuándo fue la última vez que le pedisteis a Dios que os mostrara la dirección a seguir en vuestras vidas? ¡El matrimonio es para toda la vida! ¿Tú crees que ha sido fácil para tu madre y para mí?

JOSÉ. Eso es diferente. Tú y mamá os amáis, nosotros no.

ANTONIO. Para y piensa por un momento en tu madre y en mí y en lo cabezotas que somos los dos. ¿Crees que ha sido casualidad que nos levantásemos cada mañana loquitamente enamorados el uno del otro? ¡No! Hemos tenido muchos desacuerdos y dificultades a lo largo de estos años, pero le prometimos a Dios y a nosotros mismos, que nos amaríamos a pesar de lo que fuera. Amo a tu madre porque decidí amarla, y eso no depende de lo que sentía en un momento concreto.

JOSÉ. Papá, tienes que comprender que las cosas no funcionan así ya. Los tiempos cambian. Tú vives en la Edad de la Piedra y nadie cree ya en esos principios pasados de moda. Mi matrimonio se ha terminado y no hay nada que se pueda hacer.

ANTONIO. No. No puedo aceptarlo.

JOSÉ. Esta es mi vida y voy a vivirla a mi manera. Ya he empezado con los papeles del divorcio y tanto si lo aceptas como si no, esto es lo que hay. Mi matrimonio se ha acabado.


ESCENA ONCE

(De vuelta al presente.)

JOSÉ. No me acuerdo de haber hablado nunca antes con papá así, de esa manera, hasta ese momento y después no tuve la oportunidad de hablar con él otra vez.

BÁRBARA. No sabía que tu padre lo sabía… me refiero a lo del divorcio.

JOSÉ. El caso es que ahora después de pensar mucho en todo esto puede que tuviera razón, pero desgraciadamente ya es muy tarde para decírselo o hacer algo al respecto.

(El tío Arturo empieza a tocar en el piano “Noche de Paz” cuando José dice la última frase. Poco a poco todos se dan cuenta y empiezan a cantar la canción. Hay un momento de silencio y reflexión entre los personajes cuando la canción se termina. Arturo sale.)

BÁRBARA. José, nunca es demasiado tarde para acercarse a Dios. No sabes qué es lo que puede hacer en los momentos tan difíciles de la vida. Mira, mira esta cubierta. Cuando le das la vuelta, ¿qué ves? Está todo enredado, hay un montón de hilos que cuelgan sin orden lógico para que todas las telas estén unidas. No atrae para nada pero cuando la giras es preciosa. Lo que parecía una tela de araña se convierte en una bonita cubierta de color en el otro lado. José, nuestras vidas pueden ser así en algunas ocasiones. Algunas veces pasamos por muchas dificultades en la vida. No sabemos por qué nos vienen o suceden de esa forma, pero a medida que pasa el tiempo, si reconocemos a Jesús como nuestro salvador empezamos a ver la parte bonita de la cubierta. Vemos que Jesús usa esos momentos difíciles para hacernos más fuertes y acercarnos más a Él. Quiere que nos parezcamos cada vez más a Él. Nuestras vidas pueden estar llenas de hermosura y paz cuando le seguimos.

BEA. Oh, mamá, haces que suene tan fácil. He esperado por mucho tiempo encontrar a un hombre como papá, pero los tiempos han cambiado tanto… Lo que teníais papá y tú era maravilloso pero no creo que me funcionara a mí. Lo he intentado mucho pero yo no soy como tú. La vida me ha traído muchas desgracias y nunca he visto nada bueno. Cada vez se vuelve todo más confuso.

BÁRBARA. Bea, no vas a encontrar lo que estás buscando en el grupo de terapia perfecto… el único que puede ayudarte es Jesucristo. Yo sé lo que te has esforzado por hacer lo que es correcto pero creo que has intentado todo menos acercarte a Jesús. Ese es el quid de la cuestión.

BEA. He buscado a Jesús, de veras. Siempre estaba allí, en la iglesia, con papá y contigo pero no lo he conseguido. Quería creer lo que la Biblia decía, lo que el predicador hablaba, pero estaba segura de que nadie más allí sentía lo que yo estaba sintiendo. Era muy frustrante. Después de un tiempo supuse que no era muy buena cristiana y que Dios no quería o no necesitaba a alguien como yo. Supuse que no era lo suficientemente buena para Él y no quería seguir viviendo una mentira, o continuar yendo a la iglesia cuando en mi interior no lo sentía así.

BÁRBARA. Bea, ¿por qué no me dijiste cómo te sentías entonces?

ELI. (Interrumpe.) ¿De dónde ha salido esto? ¿Quién lo ha puesto aquí?

SONIA. Ah, lo siento si te molesta, Eli. Pensé que Marta debería estar representada también en la cubierta.

BÁRBARA. Eli, le dije que estaba bien. Encontramos un abrigo de Marta cuando estábamos revolviendo las ropas… y tú no estabas aquí para preguntártelo.

ELI. (Examina el material con cuidado.) Sí, ella debería estar representada en la cubierta.

(Una pausa molesta.)

JOSÉ. Eli, ¿estás bien?

ELI. Sí… sólo que la tela me ha recordado cuando se lo puso en casa después de comprarlo. Estaba tan contenta de llevarlo a la escuela… Le encantaba todo lo que fuera de color morado. ¿Es posible que hayan pasado ya tres años? No me lo puedo creer… Todavía puedo ver su cara… y escuchar su voz…



ESCENA DOCE

(Las luces se encienden y enfocan a Eli mientras Marta se acerca a ella desde fuera del escenario.)

MARTA. ¡Mamá! ¡Me sienta de maravilla! ¿Qué te parece?

ELI. Te está fabuloso, cariño, tan bonito como tú (se abrazan). Ahora prométeme que vas a trabajar duro mañana y que te vas a esforzar mucho. No me puedo creer que vayas a hacer segundo este año.

MARTA. Me da un poco de miedo, mamá. ¿Qué pasa si no le gusto a mi profesor? ¿Y si ninguno de mis amigos está en la clase conmigo? ¿Y qué hago si tengo que ir al baño?

ELI. Mira, esto es lo que vamos a hacer. Oraremos juntos esta noche tú, papá y yo, antes de que te vayas a dormir. Le pediremos a Dios que envíe un ángel para que te cuide mañana. ¿Qué te parece?

MARTA. Es una buena idea. Te quiero, mamá. (Se vuelven a abrazar.)

ELI. Y yo a ti, Marta.

MARTA. (Va a salir pero se para para despedirse de su madre con la mano.) ¡Adiós!

(Las luces se van apagando y sólo hay un foco para el solista que cantará: Healing Hands.)



ESCENA TRECE

(De nuevo al presente.)

SONIA. Lo siento si esto te ha traído recuerdos dolorosos pero Marta era parte de nuestra familia y sólo queríamos incluirla.

BÁRBARA. Eli… cariño, ya sé que el dolor sigue ahí contigo todo el tiempo. Ya sé cuánto amabas a Marta.

ELI. ¡No digas eso! ¡Tú no sabes cuánto amaba a Marta! ¡No te puedes imaginar cuánto la echo en falta! ¡Y ni se te ocurra siquiera mencionarme a un Dios de amor! ¡No quiero saber nada de un Dios que permite que mi única hija se me arranque de los brazos por un estúpido borracho!

BÁRBARA. Eli, me duele mucho oírte hablar así. ¿No creerás que Dios permitió la muerte de Marta para hacerte daño a ti?

ELI. ¡Mi vida no ha sido la misma sin ella! Cuando Marta murió pensé que me moriría yo también. Nunca me hubiera imaginado que una persona pudiera soportar tanto dolor y después seguir viviendo. Andrés pensaba que me recuperaría después de unos meses… Así que no le costó mucho abandonarme cuando eso no pasó. Los amigos que tenía no soportaban escucharme hablar de Marta a todas horas. Al final conseguí recuperarme un poco y seguir con mi vida pero fui yo la que lo conseguí. Lo único que sé es que sólo puedo confiar en mí misma. ¡En mí! Soy la única que no me decepciona.

SONIA. Tienes razón. No tenemos ni idea de lo mucho que amabas a Marta, o de cuánto la echas en falta pero aquí estamos para escucharte si quieres hablar sobre ello.

ELI. No gracias, queridas hermana y madre. Será otra trampa para empezar a hablarme de vuestro amante Dios. ¡Paso de esto!

BÁRBARA. Eli, Dios te ama y Él también sufre contigo. Él sabe todo sobre tu dolor. Está deseando darte su consuelo y paz y puedo ver que esto te falta.

(Entra el tío Arturo.)

TÍO ARTURO. ¡La he encontrado! ¡La he encontrado, Bárbara! La caja que no podíamos encontrar… estaba debajo de unas alfombras en el garaje y por eso no la podíamos ver pero la he encontrado.

BÁRBARA. ¡Arturo, es fabuloso! Es la caja de recuerdos (abre la caja.) Mirad, es su vieja camiseta de fútbol. Quería usarla para la cubierta…Fijaos en estas cosas, todos los momentos preciosos están aquí (todos los hijos se reúnen alrededor excepto Eli que se ha apartado para mirar lo que hay dentro y sacan algunas cosas mientras Bárbara sigue recordándolas.) Cómo guardaba todo… Mirad esto, es el álbum de recortables de papá. Guardaba todos los poemas o dibujos que le hicisteis cuando erais pequeños, noticias de periódicos, etc. Pero, ¿qué es esto? Está muy nuevo. (Saca un papel doblado y lo examina.)

SONIA. ¿Qué es mamá?

BÁRBARA. Es una carta que vuestro padre escribió. A ver… 8 de Abril… Dios mío, escribió esta carta unas semanas antes de que muriera. Es una carta para el Señor.

JOSÉ. ¿Papá le escribía cartas a Dios?

BÁRBARA. Vuestro padre me mencionó que lo había hecho dos o tres veces pero nunca llegué a leer ninguna. Me decía que le ayudaba a poner en claro sus pensamientos. Las llamaba ‘oraciones en papel’.

BEA. Vamos mamá, léenosla.

BÁRBARA. (Se sienta y empieza a leer la carta. Después del primer parágrafo, se escucha la voz de Antonio en vez de la de Bárbara.)

Querido Padre:

Aunque hablamos todo el tiempo los dos parece que nunca me he visto obligado a sentarme y escribir todo lo que siento a menos que esté pasando verdaderos problemas. Ya sabes que me puedo organizar mejor en papel. No podría empezar una carta así sin primero darte las gracias por haber estado conmigo a lo largo de mi vida; por haberme guiado en los momentos de dificultad. No entiendo cómo la gente que no te conoce puede llegar al final del día. Gracias por ser mi Señor y mi mejor amigo.
Ya sabes cuál es el motivo de esta carta: mis hijos y sus problemas. Los he criado lo mejor que he sabido y últimamente me aferro a la promesa que nos hiciste en Proverbios en la que dices que si educas a un niño en el camino no se apartara de él cuando sea viejo. Yo creo en tu palabra pero al mismo tiempo veo a mis hijos seguir unos caminos que los apartan de ti en lugar de acercarlos a ti.
Ellos te pertenecen a ti antes que a mí. Tú los conoces mejor que yo y sabes lo que les va a costar regresar a tu hogar.
Miro a mi Eli, mi primogénita, tan fuerte y segura por fuera. Siempre sabía lo que quería de la vida y no tenía miedo de ir a por ello. Admiro su fortaleza pero al mismo tiempo sé que nunca ha puesto sus miras en lo que Tú deseas para ella. Cuando Marta murió hace unos años, pensé que la mataría. Fue un tiempo horrible para todos nosotros. Marta era el motor de su vida y cuando su marido la abandonó tiempo después… bueno, me imagino que la presión de perder a Marta era más de lo que podía soportar. Si estas cosas no le han hecho volverse a ti, ¿qué es lo que tiene que pasar para que esto ocurra? Ahora veo que se ha volcado en cuerpo y alma en su trabajo.
Ayúdala a comprender que esto también desaparecerá en algún momento.
Y después Bea. Ella es todo amor. Me preocupa muchísimo. Cuando era pequeña pensaba que sería como una estrella que brillaría por ti. Traía a casa cualquier gato, perro o persona extraviada que estuviera en apuros. Con su compasión pensaba que sería una misionera algún día. Bea siempre parecía estar buscando algo. Algunas cosas que ha intentando serían de risa si su búsqueda no fuera tan seria. Muéstrale que Tú eres lo que está buscando, Señor. Ayúdale para que dé ese primer paso en la fe.
¿Qué puedo decir de Sonia? Ella es mi foco de luz. Tiene una tierna visión de sabiduría que a veces me recuerda a su madre. La he visto en medio de una batalla verbal y hacer paz a toda costa. Sé que ella está en paz contigo, Señor, y te lo agradezco tanto, porque esto me da esperanza con los otros. Al mismo tiempo sé que en el mundo que vive intenta quitarle la paz y el gozo que Tú le das. La pongo ante ti, Señor, y te pido que le des fortaleza y seas la fuente de su sabiduría.
Por último mi hijo José. Él es carpintero, como tú, Señor, cuando viniste a la Tierra. Estoy muy preocupado por José. Es un buen hombre. Tiene un gran sentido de lo que está bien y está mal pero sé que ahora está desorientado. Lo veo en la forma que está actuando últimamente. Está siguiendo las modas del mundo en las que buscan dentro de sí mismos para encontrar la fortaleza necesaria para seguir adelante. Veo los efectos que eso tiene en Andrea y Raúl. Te necesita desesperadamente, ¿cómo es que no se da cuenta?
¿En qué he fallado, Señor? Me llevo haciendo esa pregunta últimamente pero no lo veo. He dedicado mi vida a ti, Señor. He intentado ser el mejor padre que he podido, y siempre me he fijado en ti, nuestro padre celestial para buscar dirección. He hecho todo lo que has querido que hiciera y ahora estoy rogándote que hagas tu parte para contestar mi oración. Alzo a mis hijos ante ti, Padre. Haz lo que sea para llamar su atención pero por favor, haz que todos estemos juntos algún día en tu hogar. Quiero que mi familia pasé la eternidad contigo.
Gracias por escucharme, Señor. Tu fiel servidor,

Antonio

(Pausa.)

SONIA. Vaya…

BÁRBARA. (Se lleva la carta al pecho.) ¡Qué tesoro hemos encontrado!

JOSÉ. Creo que papá tenía razón. Ojalá pudiera decírselo ahora mismo. Tenía razón. Necesito algo. Necesito a Jesús en mi vida.

SONIA. ¡Qué bueno, José!

BEA. ¿Quieres decir que siempre ha sido todo así de simple?

BÁRBARA. Cariño, no hay nada complicado en dar tu corazón a Jesús, y tan pronto como lo hagas, Él lo va a llenar con su paz.

(Una pequeña pausa.)

TÍO ARTURO. ¿Es ahora el momento de orar?

BÁRBARA. (Sonríe.) Sí, Arturo, creo que es el momento de orar.

(Se reúnen todos para orar excepto Eli. Bárbara espera y observa a Eli por un momento pero no hay ninguna señal por parte de ella y continúa.)

BÁRBARA. Voy a empezar con una oración y después cada uno puede hacer sus propios comentarios a Jesús para pedirle su perdón y para que more en nuestros corazones… (Empieza a orar mientras las luces se oscurecen un poco.) Querido Señor, cómo puedo darte las gracias por los acontecimientos de esta noche…

(Se oscurece.)

(Entre las escenas 13 y 14 es un buen momento para una canción del coro de la iglesia.)



ESCENA CATORCE

(Las luces están encendidas en el salón. Todos los niños adultos están allí como también el marido de Sonia y los niños, el hijo de José, Raúl, y el Tío Arturo. Bárbara y Eli están trabajando en la cubierta, otros están descansando o jugando.)

BÁRBARA. (Mirando a Eli.) No sabes la ilusión que me ha hecho verte hoy en el programa navideño, la verdad es que no esperaba que fueras…

ELI. Yo tampoco pensaba hacerlo, pero el otro día, mientras orabais yo no podía dejar de pensar en el día en que Andrés y yo enseñamos a nuestra niña a orar. Al llegar a mi casa empecé a llorar y a preguntarle por primera vez a Dios “por qué”. En todo este tiempo sólo he guardado el dolor dentro de mi corazón, pero nunca había hablado con Él de esto, me era más fácil ignorarle… pero al hacerlo, algo cambió y me pasé horas y horas llorando y quejándome por mi dolor, luego empecé a hablar con Él, algo que hacía años que no hacía y por primera vez sentí paz y consuelo, sentí que Él me entendía y que sufría tanto como yo y me dí cuenta que la actitud que había tomado sólo me hacía más daño, así que decidí volver a empezar y no sabes lo feliz que estoy de pensar que pronto volveré a ver a mi niña…

BÁRBARA. (Abrazando a Eli.) ¡No sabes lo feliz que estoy, hija mía!

JOSÉ. Mamá, no quiero darte muchas esperanzas pero quiero que sepas que Andrea y yo hemos hablado… Todavía no hemos firmado los papeles y aunque no sé lo que va a pasar le he pedido a Dios que me muestre qué es lo que quiere que haga. Así que vamos a esperar y a ver qué pasa.

BÁRBARA. José, esas sí que son buenas noticias.

SONIA. Vamos a orar todos por ti, José. (A su marido.) ¿Tienes más hambre? (A sus hijos) Ana, Óscar, vale ya de pelearos con vuestro primo.

JOSÉ. ¡Raúl!

BEA. Creo que ésta va a ser una Navidad que todos vamos a recordar. No sólo celebramos el nacimiento de Jesús sino que varios de nosotros vamos a celebrar nuestro bautismo espiritual también.

JOSÉ. Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. 2ª de Corintios 5.17

SONIA. Mamá, ¿te ha gustado tu regalo de Navidad? ¿Se ha hecho realidad tu deseo para estas fechas?

BÁRBARA. Cariño, tengo todo lo que mi corazón puede desear esta Navidad.

JOSÉ. ¡Ey! Tiene gracia que el deseo navideño de mamá se haya convertido en el mejor regalo de Navidad que pudiéramos tener.

ELI. Espera un momento. ¿Mamá? El regalo de Navidad, ¿era para ti o para nosotros?

BÁRBARA. Este es el regalo de Jesús para vosotros, el regalo de salvación y de paz que has mencionado antes. Pero es cierto que todos nos hemos beneficiado de las respuestas que el Señor nos ha dado por nuestras oraciones.

(Entra Marisa con su hija Lucía.)

MARISA. Ho-la, ¿Bárbara?

BÁRBARA. Sí, Marisa, ¿qué hay?

MARISA. Siento molestar pero me he enterado de lo que ha pasado con la cubierta y demás… y me preguntaba si nos podrías enseñar a mi hija Lucía y a mí cómo hacer una.

BÁRBARA. (Con cierta pausa.) Claro, Marisa, nos encantaría enseñároslo a las dos.

(Las luces se oscurecen a medida que la familia se acerca a Marisa y a Lucía aunque hay un foco de luz sobre Lucía y el círculo creado para recibir instrucciones de costura.)

(Las luces se vuelven a oscurecer un poco para enfocar a un solista que cantara “A place to call home”.)

(Sería estupendo escuchar esta canción mientras la audiencia continúa observando a la familia en su quehacer, los niños pequeños jugando por ahí, etc. Al final de la canción se oscurecerá por completo.)

© Peggy Barnell

Todos los derechos reservados. Esta obra puede llevarse a escena gratuitamente con la condición de que no se vendan las copias para sacar ningún provecho económico, ni se cobre entrada para su visualización. A cambio de la obra, la autora agradecería que se le notificara cuándo se va a realizar y con qué propósitos. Se puede contactar con ella en la siguiente dirección electrónica: pedge58@hotmail.com

Engranajes

7 Minutos y 9 Personajes. La vida de un cristiano se asemeja a las piezas de un reloj. Cada pieza tiene una función y todas juntas contribuyen a un buen funcionamiento.


ENGRANAJES

PERSONAJES

CONDUCTOR
MUELLE REAL
BARRILETE
RUEDA CENTRO
RUEDA 1
RUEDA 2
RUEDA ESCAPE
ÁNCORA
VOLANTE


CONDUCTOR. Cada día nos sorprende ver cómo el hombre avanza en tecnología. Sofisticados electrodomésticos, ordenadores, y un sin fin de objetos que encontramos en nuestras casas llenan la vida moderna del hombre, para poder aprovechar un poco más su precioso tiempo. Uno de esos múltiples avances son los relojes.
Las máquinas que nos ayudan a controlar el tiempo de algún modo. Y un dato curioso es que, aunque existan relojes muy avanzados, está comprobado que un buen reloj de cuerda tiene menos error de tiempo que uno normal. ¿No les parece increíble? Pero eso sí, las piezas deben de encontrarse en perfecto estado para que cada engranaje funcione correctamente. Esto sólo se consigue con un buen cuidado. Y hablando de relojes, hoy queremos mostrarles el interior de uno de ellos. Vamos a conocer algunas de sus piezas más importantes y a saber qué función desempeñan cada una de ellas. Seguro que resulta interesante para cada uno de nosotros.
Hasta aquí hemos visto el interior de un reloj. ¿Verdad que es curioso? Si nos damos cuenta cada pieza está hecha a la medida necesaria para su función y todas dependen unas de otras. Nosotros queremos obsequiarles con este mecanismo y para que lo recuerden vamos a hacerlo de un modo especial. Vamos a ver de nuevo cada una de las piezas y vamos a descubrir de qué forma podemos hallar el mejor funcionamiento de nuestro reloj.


MUELLE REAL (Jesús). Hola, yo soy el muelle real. Me llamo así porque además de ser el único muelle del mecanismo doy la fuerza para que todos los engranajes se empiecen a mover. Por ello se me considera la pieza de más alto valor dentro de los engranajes del reloj. Pero ninguna de estas piezas puede funcionar sin mí. Yo soy el muelle real, Jesús. Es la pieza que da la fuerza que necesita todo el mecanismo para moverse. Al contrario que las demás piezas él es único. Es la pieza que de tanta fuerza realizada por hacer mover el engranaje se ha gastado y roto por ti y lo ha realizado amor. Porque según dice en su palabra: “Y yo rogaré al Padre y os dará otro ayudador para que esté con vosotros para siempre.”


BARRILETE (Espíritu Santo). Mi nombre es barrilete. Me llamo así por la forma que tengo y sirvo para accionar la rueda centro. Pero esto no puedo hacerlo sin la ayuda del muelle real. Sin embargo, la rueda centro nada puede hacer sin mí, sin el Espíritu Santo. Yo he sido enviado para que cada uno de nosotros reciba el mejor funcionamiento. Tu vida no podrá tener un buen rendimiento si no me aceptas como tu pieza de acople.


RUEDA CENTRO (El hombre). Hola, soy un engranaje bastante importante del reloj. Me llamo la rueda centro. Estoy situada en la zona central del mecanismo y soy la pieza de mayor tamaño. Yo represento a cada uno de nosotros. Somos la pieza escogida, el engranaje que Dios cuida y el mayor dentro de este reloj llamado mundo.


RUEDA 1 (Amor). Nosotras somos las ruedas primera y segunda. No significa que una sea más importante que la otra puesto que las dos tenemos la misma. También estamos fabricadas del mismo tamaño y material nosotras accionamos la rueda escape. Nosotras por sí solas no nos podemos mover. Necesitamos que nuestro movimiento lo genere la rueda centro. Yo soy el Amor

RUEDA 2 (Buenas Acciones). Y yo las Buenas Acciones

RUEDA 1. Si tú, como Rueda Centro, dejas que te impulse el Espíritu Santo yo me accionaré por mí misma, casi sin esfuerzo.

RUEDA 2. Y yo daré mi movimiento si en tu caminar diario, en tu esfuerzo, todo lo haces por amor, como hace Dios por ti.

RUEDA 1. Dios es amor. Y si me amáis guardaréis mis mandamientos.

RUEDA 2: Toda rama que en mí no lleva fruto, la quitará y toda rama que lleva fruto la limpiará para que lleve más fruto.


RUEDA ESCAPE (Vida Espiritual). Hola, soy la Rueda Escape. Mi curiosidad es que voy más rápida en movimiento que los demás engranajes porque soy la rueda que marca los segundos. Dependo del rendimiento de las ruedas primera y segunda para mi buen funcionamiento. Entonces, con la fuerza que generen las Ruedas 1ª y 2ª podré ponerme a funcionar a la velocidad que necesito. Pero si ellas empiezan a desgastarse y a bajar su rendimiento, todo se reflejará en mí, en la vida espiritual. Y mi nombre, Rueda de Escape, rueda de victoria sobre el temor y el dolor quedará sin ningún sentido. Si tus esfuerzos y tus frutos los llevas de acuerdo con Dios entonces harás que cada segundo sea para honrarle a Él.


ÁNCORA (Oración). De mí no puedo hablar. Soy solamente una pequeña pieza de acople pero no por ello dejo de tener importancia. Sin mí no hay conexión entre la rueda de escape y el volante. Me llamo áncora. Y soy yo la oración. Cuando nuestro volante no marca la dirección idónea significa que yo no funciono muy bien. Y no es por mi diseño sino por la falta de uso. Si mantenemos un buen enlace con Dios como es a través de mí nuestra vida seguirá el rumbo adecuado. Velad y orad para que no entréis en tentación. Porque la oración eficaz del justo puede mucho.


VOLANTE (Dirección de nuestra vida). Y yo soy el volante. Me llamo así por mi forma y porque soy el engranaje que mueve por fin las agujas del reloj después de que todos los demás engranajes se han accionado. Si no voy bien acoplado no marcaría bien la hora y no existiría la única y principal misión del reloj. Yo soy la última pieza en moverme. Dependo del movimiento de todos los engranajes anteriores. Al igual que mi nombre es volante y sirvo para mover las agujas del reloj; así ocurre con nuestra vida. Si hacemos que todos los engranajes funcionen como es debido nuestra dirección a indicar será la correcta para nosotros. Y para que a pesar de todo intentemos seguir la mejor dirección nos es imprescindible una pequeña y muy importante pieza. Buscad primeramente el reino de dios y su justicia y todas las demás os serán dadas por añadidura.


CONCLUSIÓN

Deseamos que todos podamos conseguir un mecanismo perfecto para nuestra vida y que siempre sea de acuerdo con lo que Dios quiere para nosotros.