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2012 - España
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No estás sola

20 Minutos y 4 Personajes. Sally es una viuda que vive en la más absoluta miseria después de la muerte de su marido. Lo que no sabe es que guardaba en su casa una gran cantidad de dinero...



NO ESTÁS SOLA
loidasomo@gmail.com




(Basada en un hecho real e inspirada en una predicación sobre el Espíritu Santo. Se trata de un estudio de 5 conferencias en inglés. Si desea obtener gratuitamente esas predicaciones, clique aquí. )



PERSONAJES

SALLY
MARIAN
VECINA 1
VECINA 2


(Dos mujeres conversan en la calle.)

VECINA 1. ¿Cómo han quedado los injertos que te di? ¿Los plantaste?

VECINA 2. Sí, ya han empezado a florecer y están muy bonitos.

VECINA 1. Me alegro que te gusten. Ya te dije que te saldrían enseguida.

VECINA 2. Pues sí… (Bajando la voz.) ¡Uy! Mira quién viene por ahí.

VECINA 1. ¿Quién?

VECINA 2. Date la vuelta y la verás.

VECINA 1. (Se gira.)

(Aparece Sally cabizbaja, con ropas viejas.)

VECINA 2. Cada vez está peor esta mujer…

VECINA 1. Igual tendríamos que llamar a los servicios sociales para que se ocuparan de ella.

VECINA 2. Sí, para que les eche los gatos…

VECINA 1. ¿Qué gatos?

VECINA 2. ¿No has visto los gatos que hay siempre en su puerta?

VECINA 1. Pues no tengo mucho tiempo para observar a mis vecinas.

VECINA 2. Ni yo tampoco, mujer, pero es inevitable si vives enfrente de ella.

VECINA 1. Pues yo vivo a su lado y nunca los he visto.

VECINA 2. Bueno, que me da igual, que una mujer loca no debería vivir sola. Mira cómo tiene la casa, cualquier día se le cae encima.

VECINA 1. Da pena ver cómo está todo… Además se está haciendo mayor y va a ser mucho peor…

VECINA 2. A mí me da miedo: tan solitaria y misteriosa siempre…

VECINA 1. Es verdad, nunca habla con nadie. Igual tendríamos que ir a ver si necesita algo.

VECINA 2. Sí, y que te eche los gatos… ¡quita, quita!

VECINA 1. ¡Qué pesada eres con los gatos!

VECINA 2. Y tú pareces una monjita de la caridad…

VECINA 1. Hombre, no, sólo que me da un poco de pena.

VECINA 2. Pues eso, “hermana” (con retintín). ¿Sabes lo que te digo? Que me voy a mi casa, no vaya a llegar la sangre al río…

VECINA 1. Pero, ¡qué exagerada que eres…! Anda, dame la mano, haya paz…

(Se dan la mano.)

VECINA 2. En serio, que me voy a preparar la cena a los chicos que vendrán a casa de un momento a otro.

VECINA 1. Está bien, está bien. ¿Quedamos mañana para dar otra vuelta?

VECINA. (Despidiéndose.) Sí, a la misma hora.

VECINA 1. Entonces, hasta mañana.

VECINA 2. Hasta mañana.


ACTO II

(Interior de la casa de Sally. La casa está bastante abandonada. Se notan los muebles viejos, las ropas con remiendos y bastante desordenada.)

(Llaman a la puerta y Sally se extraña. Mira por la mirilla.)

SALLY. ¿Quién es?

MARIAN. Sally, soy yo, Marian.

SALLY. ¿Marian?

MARIAN. Sí, abre la puerta.

(Sally abre la puerta.)

SALLY. ¡Qué sorpresa!

(Se abrazan por largo rato y se besan.)

SALLY. ¡Cuánto tiempo!

MARIAN. ¡Qué alegría de volver a verte!

SALLY. ¿Cómo estás?

MARIAN. Bien, muy bien.

SALLY. Pero, ¿qué haces aquí?

MARIAN. Que quería verte y he intentado hablar contigo por teléfono pero no me daba línea.

SALLY. Es que no tengo teléfono.

MARIAN. ¿Cómo puedes estar sin teléfono?

SALLY. Bueno, ya te contaré… Pero, pasa, pasa, no te quedes en la puerta.

(Al entrar a la casa Marian se queda atónita y se muestra en su cara y en su tono de voz.)

MARIAN. Pe… Pero Sally, ¿qué ha pasado en la casa?

SALLY. ¿Está mal, verdad?

MARIAN. Bueno… Está un poco… vieja…

SALLY. Ven, siéntate aquí y hablamos.

(Se sientan en el sofá.)

SALLY. ¡Hace mucho que no nos veíamos!

MARIAN. Mucho. La última vez que vine aquí Jeff aún estaba vivo.

SALLY. Pues de eso hace más de veinte años.

MARIAN. ¡No puede ser! ¿Tanto tiempo ya?

SALLY. Sí, Jeff murió hace 22 años… así que calcula.

MARIAN. Madre mía… ¿Quién lo diría?

SALLY. ¿Te apetece una limonada o algo de comer?

MARIAN. Un vaso de agua.

SALLY. ¿Segura?

MARIAN. Sí, sí, tengo sed de agua.

SALLY. Está bien, ahora te lo traigo. (Mientras sale.) Ya sabes, como si estuvieras en tu casa.

MARIAN. Gracias, Sally. (Marian se acomoda en el sofá y se empieza a hundir. Se alza para acomodarse mejor y del impulso el sofá se rompe.) ¿Sally?

SALLY. (Desde fuera.) ¿Sí?

MARIAN. Creo que te he roto el sofá…

SALLY. (Entra con el agua y unas galletas.) Ah, no, ya verás… Levanta un momento. (Levanta el sofá de un lado y arregla la pata con un calzador.) ¡Ya está! ¿Has visto?

MARIAN. ¡Menos mal! Pensé que lo había roto…

SALLY. Ya estaba roto…

MARIAN. (Tomando el vaso y una galleta.) Dime, Sally, ¿qué tal estos años? ¿Qué has hecho?

SALLY. Pues poca cosa.

MARIAN. ¿Has hecho algún viaje? ¿Algún curso? ¿Sales con amigas?

SALLY. (Negando con la cabeza mientras Marian le preguntaba.) No, no, qué va…

MARIAN. Pues tenemos que hacer una excursión ahora que estoy yo aquí.

SALLY. Bueno, bueno…

MARIAN. No te veo muy entusiasmada.

SALLY. No, solo que…

MARIAN. ¿No te encuentras bien? ¿Pasa algo, Sally?

SALLY. No, no, estoy bien pero es que… desde que murió Jeff no he vuelto a ser la misma.

MARIAN. Es normal, pero ya ha pasado mucho tiempo.

SALLY. Sí, mucho tiempo.

MARIAN. ¿Estás bien, Sally?

SALLY. Bueno, a ratos…

MARIAN. ¿A ratos?

SALLY. Que han sido 22 años muy duros.

MARIAN. Me lo imagino.

SALLY. No, no te lo imaginas. No es sólo la pérdida de Jeff sino la vida que llevo…

MARIAN. ¿Qué quieres decir?

SALLY. Bueno, ya has visto la casa.

MARIAN. Sí, ¿qué ha pasado?

SALLY. Que se cae a pedazos: el sofá o este mantel con agujeros, (levantándose) las paredes con humedad y (acercándose a la lamparita) sin luz.

MARIAN. ¿Estás sin luz?

SALLY. Sí, sin luz.

MARIAN. Pero, ¿por qué no lo has arreglado?

SALLY. Porque no he podido.

MARIAN. Pues haber llamado a alguien para que lo arreglara…

SALLY. No es eso, Marian. (Pausa como si le costase hablar.) Lo que pasa es que no tengo dinero para permitirme esos lujos.

MARIAN. Pero estas cosas no son lujos, son cosas necesarias… Quizá algún vecino te podría haber ayudado a repararlas…

SALLY. Seguro que habría sido así pero no me hablo con ningún vecino.

MARIAN. Pero, ¿por qué? ¿Qué ha pasado?

SALLY. Pues ya ni me acuerdo de por qué… Supongo que he estado tan centrada en mi dolor que me he aislado de todo el mundo…

MARIAN. ¿Nadie vino a visitarte?

SALLY. Sí, al principio, sí, pero luego pasa el tiempo y la gente deja de preocuparse de forma tan seguida… Pero no los culpo, tampoco hice un esfuerzo yo por mantener la amistad.

MARIAN. Sally, cuánto lo siento. Perdóname por no haberte llamado antes, por no haberme preocupado por ti lo suficiente.

SALLY. Y tú a mí. Es muy egoísta por mi parte esperar que sean los demás los que muevan ficha y no preocuparme yo por ellos tampoco.

(Se abrazan.)

MARIAN. Me has hecho saltar las lágrimas. (Limpiándose los ojos.)

SALLY. Y tú a mí…

(Se echan a reír.)

SALLY. Bueno, ¿te vas a quedar varios días, no?

MARIAN. ¡Claro! Si no me echas… (Riéndose.)

SALLY. ¡Cómo te iba a echar a ti…! Dime, ¿qué te gustaría hacer estos días?

MARIAN. Nada en especial, estar contigo, hablar, dar paseos… o lo que te apetezca.

SALLY. Eso suena muy bien. ¡Ay, Marian! (Abrazándola.) Gracias por venir.

(Se apagan las luces.)



ACTO III

(Al encenderse otra vez Marian está limpiando el escritorio de Jeff. La sala tiene mejor aspecto; entra Sally.)

SALLY. ¡No me lo puedo creer! ¡La sala parece otra! Y no sólo la sala sino la casa entera.

MARIAN. Creo que los vecinos han agradecido que cortásemos los setos y además se han ofrecido para plantarnos unas flores alrededor.

SALLY. Creo que les has caído muy simpática.

MARIAN. ¡Hombre, claro! ¿No voy a caerles simpática? Les he ido recortando sus setos también estos días…

(Las dos se echan a reír.)

SALLY. No sé cómo agradecerte todo lo que estás haciendo por mí y por la casa…

MARIAN. ¿Qué te parece si me lo agradeces con una limonada fresquita?

SALLY. ¡Ja, ja! Eres una ayuda muy barata. (Sale de la sala.)

MARIAN. (Sigue limpiando el escritorio de Jeff. De repente se queda asombrada y lee…) ¿Para Sally? ¡Sally!

SALLY. (Desde fuera.) ¿Qué?

MARIAN. ¿Qué es esto?

SALLY. ¿El qué?

MARIAN. Esta carta sin abrir a tu nombre.

SALLY. No lo sé, espera, ya voy…

(Al poco aparece Sally con una limonada en la mano. Se la da a Marian.)

MARIAN. He encontrado esta carta en el escritorio de Jeff.

SALLY. Nunca la había visto, pero es la letra de Jeff.

MARIAN. ¿Y no la has abierto todavía?

SALLY. Pues no; Jeff me dijo antes de morir que mirara en sus cosas pero he estado tan sumida en mi desesperación que no he tenido ganas de hacer nada. Ni siquiera he limpiado el escritorio y está igual que lo dejó él.

MARIAN. ¿Y no vas a abrirla?

SALLY. Ábrela tú, Marian. (Entregándosela.) El corazón me va a 100.

MARIAN. (Abre la carta y la lee.) “Mi amada, el tiempo que he vivido contigo ha pasado rápido pero quiero que sepas que he dejado todo arreglado para que no te tengas que preocupar de nada cuando yo no esté. Mira en la libreta del banco que hay dentro del sobre y luego toma la llave que hay dentro. Con ella podrás abrir una caja fuerte del banco. Acuérdate del amor que he tenido por ti y por favor, disfruta la vida al máximo. Con todo mi amor, Jeff”. ¡Sally, esta carta es un tesoro!

SALLY. Sí, sí que lo es. (Saltándosele las lágrimas.) Marian, no te puedes imaginar lo duros que han sido estos años.

MARIAN. (Abrazándola.) ¡Oh, Sally! Lo siento mucho. Mira, vamos a ver cómo están todas las cosas en el banco. Arréglate que salimos ahora mismo.

(Se apagan las luces.)


ACTO IV

(Se encienden las luces. Las dos mujeres están sentadas en la mesa de la sala.)

MARIAN. ¿Te das cuenta de todo lo que tenías?

SALLY. 32.000 dólares en metálico, más la libreta del banco con los intereses que se han generado en 22 años…

MARIAN. Y las acciones, y la colección de monedas antiguas… ¡Es increíble!

SALLY. ¿Qué valor alcanza todo lo que tengo?

MARIAN. Un momento que lo sumo… (Con calculadora y papeles en la mano.) 883.000 dólares.

SALLY. ¡883.000 dólares! ¡Tanto dinero en mis manos y yo sin saberlo…!

MARIAN. ¡Cómo podrías haber vivido estos años! El sufrimiento y la pena que te podrías haber ahorrado.

SALLY. Todo este tiempo aquí, en el escritorio de Jeff y viviendo en la más absoluta miseria. ¡Cuánto me alegro de que hayas venido a verme! ¿Qué habría sido de mí?

MARIAN. No pienses ya en eso. Dios ha sido muy bueno contigo y no te ha abandonado.

SALLY. Tienes razón. Dios no me ha dejado sola.

(Fin)

Cuando Jesús subió al cielo, no nos dejó solos sino que dejó al Espíritu Santo para que fuese nuestra gran ayuda. Qué pena es tenerlo y no saber que está a nuestra disposición. Si deseas saber más sobre su labor en tu vida, te animo a que escuches las siguientes predicaciones (sólo en inglés). Estas charlas me han ayudado en gran manera. Espero que sean una bendición para ti.

Cuando Jesús toca a mi puerta

14 Minutos y 7 Personajes. Una mujer y sus hijas son asistidas por una doctora que desinteresadamente ofrece su trabajo a las personas más necesitadas. Lo mejor es que les testificará de Jesús en las fechas de Acción de Gracias y todos juntos compartirán ese día tan especial.


CUANDO JESÚS TOCA A MI PUERTA
Cedida amablemente por su autor: Luis Vallín


(Apc. 3:20) “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”.

PERSONAJES

NARRADOR
DOCTORA BORJON
JULISA
VALERIA
ANA
JOSÉ
SOFÍA



PRIMER ACTO


(El primer panorama que se ve es una sala de espera en una clínica. La gente pasando de un lado a otro, algunos pacientes sentados esperando su turno, una recepcionista apurada en el teléfono y escribiendo notas, la doctora llamando al siguiente paciente, y ahí se encuentran los personajes principales que son; la Doctora Borjon, Julisa (la mama soltera), sus hijas: Valeria y Ana, y su hijo José, y Sofía, la amiga de la Doctora. (Luz apagada.)


NARRADOR. Una sala de espera en la clínica de la doctora Borjon, un día como cualquier otro con pacientes de todo tipo es el escenario de todo el año, pero aun siendo hoy uno de los días más festejados en toda la nación: el Día de Acción de Gracias, en esta clínica siempre es lo mismo: quejas aquí, llamadas allá, y es que la Doctora Borjon trabaja horas extras ayudando a su comunidad. Una comunidad que no tiene los recursos económicos para pagar un doctor general. Ella siempre le da gracias a Dios por haberle dado ese talento de ser doctora y el don de servicio; su lema es: ‘Jesús vino a servir, no para ser servido y yo digo lo mismo’. Aquí todos la llaman: ‘el ángel’. A ella no le gusta que la llamen así pero ellos así le dicen. Hoy será un día muy especial para ella y para Julisa, ¡hoy Jesús las sorprenderá haciendo una de las suyas!

(Se enciende la luz.)

RECEPCIONISTA. ¡Disculpe! ¿Quién falta de registrarse?

JULISA. ¡Falto yo!

RECEPCIONISTA. Tenemos que llenar este formulario para nuestros archivos, luego usted lo firma. Pero antes necesito verificar alguna información personal requerida por la política de nuestra clínica. ¿Está usted de acuerdo?

JULISA. Sí, está bien.

RECEPCIONISTA. ¿Su nombre?

JULISA. Julisa González.

RECEPCIONISTA. ¿Nombre de su esposo?

JULISA. Soy divorciada, ¿tiene algún problema con eso?

RECEPCIONISTA. Ninguno, ah… Puede tomar el formulario y llenarlo en su lugar si usted lo desea. Lo firma y me lo trae. Gracias.

(Mientras Julisa va a sentarse, sus hijas empiezan a discutir por lo que siempre discuten las jóvenes de su edad (improvisar). Julisa empieza a regañarlas para que se comporten. Se apaga la luz.)

NARRADOR. A Julisa la vida no le ha sonreído muy bien que digamos. Quedó embarazada a le edad de 15 años de su primera hija: Valeria y su novio no quiso casarse. Luego, un año más tarde volvió a quedar embarazada y fue la misma historia: quedó sola una vez más y cuando por fin encontró a alguien de quien realmente se enamoró y decidió casarse a los 5 años, la abandonaron. De ese matrimonio nació José, su hijo menor, que es muy callado y que siempre pasa desapercibido.

(Se enciende la luz. Cuando el narrador termina, aparece Sofía, la amiga de la doctora. Se sienta y ahí empieza la conversación.)

SOFÍA. ¡Buenas tardes! ¿Cómo está?

(No recibe respuesta, y pregunta otra vez.)

SOFÍA. No hay mucha gente el día de hoy, ¿verdad?

JULISA. (Cortante.) No.

SOFÍA. ¿Son sus hijas?

JULISA. Sí.

SOFÍA. Hola, ¿cómo están? Yo me llamo Sofía. ¿Y ustedes?

VALERIA. Yo me llamo Valeria y ella Ana, y aquella cosa se llama José.

JOSÉ. Shut-up!

ANA. You shut-up!

JOSÉ. Whatever!!

JULISA. ¿Ya van a empezar de nuevo? ¡Compórtense como la gente y como lo que son!

VALERIA. ¡Mira quien habla! ¿No te mordiste la lengua, mamá? Si tú eres la que hace más escándalo que nosotros tres juntos, ¡con tu mal genio que ni tú te lo aguantas!

SOFÍA. ¡Perdón, perdón, no quise provocar un problema entre ustedes!

ANA. No se preocupe, ya tenemos muchos, lo mismo nos da uno más.

JULISA. ¡Perdone usted! Como ve, no somos una familia muy normal que digamos. Es solo que… no he podido ser una buena madre para llevar las riendas de esta familia y…

JOSÉ. (Interrumpe.) Here we go again!

JULISA. Y… desde que él nos abandonó… pues no he podido con estos tres, la verdad ¡no sé cómo hemos sobrevivido!

SOFÍA. Bueno, no se preocupe por eso, yo la entiendo perfectamente. Mi mamá también fue madre soltera y yo también le di muchos problemas, y por supuesto ella también sufría. Recuerdo que un día la encontré llorando en su habitación con una fotografía en la mano, en la cual estábamos mi papa, ella y yo, que tenía como cuatro anos de edad y… ella se culpaba así misma de la desgracia. Ahí me di cuenta que las dos sufríamos por igual, y que lo único que tenía yo era ella y ella a mí.

ANA. ¿Y su mamá dónde está?

SOFÍA. ¡Ella descansa en Dios! Falleció hace 3 años.

VALERIA. ¿Y cómo murió?

SOFÍA. Un accidente de carro. Otro carro la impactó en una luz del semáforo. La persona venía ebria y no vio la luz que ya estaba en rojo… y golpeó el auto de ella y ahí murió instantáneamente.

JULISA. ¿Y cómo hizo para recuperarse de todo eso? Le pregunto porque usted habla con mucha paz en su interior...

SOFÍA. No fue fácil, pero cuando conocí a Jesús y dejé que entrara en mi corazón todo cambió para bien. Pude superar muchas cosas.

ANA. ¿Y cómo puedes conocerlo?

SOFÍA. La doctora Borjon fue la que me habló de Jesús…

(Se apaga la luz.)

NARRADOR. Entonces ella empezó a contarles toda la historia entre ella y la Doctora. De cómo en medio de la tormenta de sufrimiento la doctora la guió a conocer y aceptar a Jesús como Salvador. También les contó de cómo cada día de Acción de Gracias se reunían para cenar y dar gracias por las cosas buenas que Dios nos da, y por la amistad que habían encontrado entre ellas porque no tenían familiares con quien compartir ese día. Julisa y sus hijos se sintieron identificados en ese área, pues ellas no solían celebrar nada porque la soledad las deprimía y al mismo tiempo le pidieron a Sofía que le mostrara a Jesús como Salvador…

(Se enciende la luz.)

JULISA. Entonces, ¿tú podrías ayudarnos a encontrar a ese Jesús el Salvador?

SOFÍA. ¡Por supuesto que sí! ¡La Doctora puede ayudarnos también! ¡Mira, ahí está! ¡Hola!

DOCTORA. ¡Hola Sofía! Pensé que no ibas a venir.

SOFÍA. ¿Cómo crees que se me va a olvidar un día como este? Mira, te presento a Julisa y su familia: Valeria, Ana, y José, nuestros invitados de honor para la cena. No tienen con quién celebrar el día de Acción de Gracias.

DOCTORA. ¡Qué bueno! Tan pronto termine nos vamos a cenar.

(Se apaga la luz.)

NARRADOR. Esa noche Jesús tocó la puerta del corazón de Julisa y sus hijos. Estaban a punto de tomar la mejor decisión de su vida, que era abrir la puerta de sus corazones a Jesús. De ahí se fueron a casa de Sofía, prepararon la mesa, conversaron sobre sucesos de su pasado, hablaron de todas las cosas que les habían sucedido: buenas y malas, y luego se sentaron a la mesa para dar gracias y cenar. Pero faltaba algo por hacer…

(Se enciende la luz.)


SEGUNDO ACTO

DOCTORA. Bueno, antes de empezar a cenar yo quiero decirles que hoy no sólo se puede celebrar un día histórico o festivo, sino celebrar dando gracias a Dios por todo lo que Él ha hecho en nuestras vidas, y lo que hizo por nosotros al dar a su hijo para que pagara con su muerte y sufrimiento nuestros pecados. Pero con su resurrección nos dio vida eterna.

VALERIA. Sofía nos habló acerca de Jesús que fue el que le ayudó vivir una vida nueva. ¿Usted nos puede ayudar?

DOCTORA. Sí, yo les puedo ayudar. Como les estaba diciendo Dios mandó a su Hijo Jesús para que por medio de su muerte en la cruz, pagara por todos nuestros pecados. Luego resucitó al tercer día y subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre. Eso lo declara la Biblia. Pero hay un problema… y es que para estar con Jesús hay dos formas de hacerlo: una es siendo perfecto y yo no soy perfecta, solo Dios es perfecto, nadie es perfecto. La otra es aceptando a Jesús como tu único Salvador, porque Él es perfecto y pagó el precio por nosotros. ¿Quieren ustedes hacer esa decisión hoy?

FAMILIA. ¡Sí!

DOCTORA. OK. Primero permítanme orar por ustedes, y luego hacemos una oración juntos: Señor te damos gracias no solo por el día de hoy, sino todos los días, gracias que me permitiste conocer a esta familia, tan necesitada de ti, que nunca te habían conocido porque nadie les había hablado de ti. Pero ahora te conocerán, ¡gracias Padre! Por este privilegio que me das de guiarlos a ti. Ahora, repitan conmigo esta pequeña oración: “Señor Jesús, entra a mi Corazón y sálvame, te pido perdón por todos mis pecados y me arrepiento de ellos; creo con todo mi Corazón que tú eres Hijo de Dios, que diste tu vida por mí para salvarme y darme vida eterna, hoy te entrego mi vida, en el nombre de Cristo Jesús. Amén”

SOFÍA. Ahora que ya aceptaron a Jesús como su único Señor y Salvador de sus vidas, yo quisiera que tú, Julisa, oraras dando gracias por el día de hoy y por este milagro.

JULISA. Señor te doy gracias por habernos encontrado, gracias por poner en nuestro camino a la Doctora y a Sofía; gracias por tu amor y tu perdón. Ahora guíanos con tu poder y amor. Amén.

NARRADOR. Esa noche fue maravillosa: no sólo se celebró el Día de Acción de Gracias sino cuatro nacimientos nuevos, cuatro almas más para Cristo y se cumplió lo que Dios quería: que esta familia lo conociera, se entregara y cenara con Él. Posiblemente tú te has sentido solo o sola en estos días donde se celebra la comunión con tus seres queridos, y aun así te sientes solo, hoy Dios te habla a ti que estás sufriendo y te dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. Apc. 3:20