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2012 - España
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La caja del abuelo

7 Minutos y 2 Personajes. Carmen y Ángela son dos primas cuyo abuelo acaba de morir. Carmen está interesada es saber qué es lo que hay en la caja. Ángela está interesada en asuntos relacionados con su familia.


LA CAJA DEL ABUELO
Fred Lane, traducido por Loida Somolinos con permiso


PERSONAJES

CARMEN
ÁNGELA


OBRA

(Escenario. Las jóvenes están en el hogar después del funeral, y la acción se desarrolla en un cuarto de estar. Hay una lámpara, una mesa pequeña con un mantel, una caja de tamaño mediano envuelta en papel de regalo con una tapa movible.)

ÁNGELA. Estoy contenta de estar de vuelta aquí. Me sentía muy rara en el coche funerario y en la tumba.

CARMEN. (Baja la caja con cuidado.) Sí, lo sé. No conocía a casi nadie allí. Todos esos lloros y demostraciones de dolor son demasiado para mí.

ÁNGELA. Aunque me dio mucha pena por la abuela y por mi madre. Estaban tan tristes… Sólo me apetece abrazarlas y decirles cuánto las quiero.

CARMEN. (Levanta la caja y la examina mientras habla.) Bueno, yo también quiero a la abuela y a mi madre pero no entiendo por qué están tan tristes. Quiero decir, el abuelo no era una gran persona. (Pausa.) En realidad, él se portaba muy mal con ellas. (Pone la caja en el suelo.)

ÁNGELA. Sí, es cierto. Mamá me ha contado cómo fue su niñez y cómo se comportaba el abuelo en casa. Ella lloraba muchas veces. Pero luego él cambio, ¿te acuerdas?

CARMEN. ¿Y? (Ángela mira a Carmen sorprendida.) Eso no cambia lo que hizo. Si me hubiera criado con él, no creo que hubiera llorado en su funeral. (Mira directamente a Ángela.) ¿Y tú?

.
ÁNGELA. Yo creo que sí… Aunque realmente no conocía al abuelo muy bien, me daba mucha pena por mamá y por la abuela.

CARMEN. Vale, vale, está bien… (Pausa.) Oye, ¿qué crees que hay en la caja del abuelo? Él nos dijo que iba a poner aquí las cosas más importantes que tenía para nosotros.

ÁNGELA. No lo sé (levanta la caja y la mira.)

(Pausa corta)

CARMEN. ¿Por qué no la movemos un poco? Igual es alguna joya, o dinero, o algo de valor…

ÁNGELA. ¡Vale ya! (Pone la caja en el suelo rápidamente.) ¡Eso no está bien, Carmen! El abuelo acaba de morir y tú estás interesada en lo que te ha dejado...

CARMEN. ¡Vamos, hombre! ¿A quién le voy a hacer mal? ¿Al abuelo?

ÁNGELA. Puede que le siente mal a la abuela o nuestras madres. Aunque te dé igual el abuelo, respeta por lo menos los sentimientos de ellas. ¿Y si es algo delicado para la abuela y se rompe?

CARMEN. ¿Y si es algo para ti o para mí? ¡Quiero saber lo que es!

ÁNGELA. (Con las manos en jarra.) Se supone que toda la familia la tiene que abrir junta. (Pausa) Mira, voy a ver cómo están la abuela y mi madre. Además, creo que necesitas pensar un poco más en todo esto.

(Ángela sale del escenario. Carmen coge lentamente la caja, mira la tapa, la vuelve a dejar en el suelo y mira alrededor para ver si alguien la observa.)

CARMEN. ¿Quién se va a dar cuenta si echo una miradita adentro? ¡Quizá haya algo especial para mí!

(Abre despacio la caja, mira adentro y se sorprende.)

CARMEN. Hay... hay sólo un trozo de papel...

(Lo coge lentamente, hace como que lo lee. Lo baja y mira al infinito en incredulidad.)

CARMEN. No… No me lo puedo creer.

(Alza el papel y lee.)

CARMEN. A mi maravillosa familia le dejo el mayor tesoro que tengo. “En todo momento y cualquier sitio, amad, amaos con todo vuestro corazón. No hay otro regalo que pueda dejaros”. Firmado, el abuelo.

(En shock, deja el papel de nuevo en la caja y la cierra. En ese momento Ángela entra y caminando hacia Carmen la llama.)

ÁNGELA. Carmen, Carmen, ¿puedes ayudarme en la cocina? Mamá me ha pedido... (Ve la cara de Carmen) Carmen, ¿estás bien?

CARMEN. (Como ausente.) ¿Qué? ¿Cómo...?

ÁNGELA. (Fijándose en Carmen.) ¿Puedes...ayudarme en... la cocina?

CARMEN. Sí, sí, claro.

ÁNGELA. ¿Seguro que estás bien?

CARMEN. Sí, (despejándose.) Sí, estoy bien. ¡Creo que ayudar en la cocina estará bien!

(Carmen sale sonriendo, Ángela se queda en el escenario y coge la caja a medida que las luces se apagan.)
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© Fred Lane, Crosswind Community Church, todos los derechos reservados. Esta obra se puede representar gratuitamente, a condición de que no se vendan copias para sacar ningún beneficio, ni de que se cobre por una entrada. A cambio del drama, el autor agradecería que se le notificara cuándo y con qué propósitos se va a escenificar. Se puede contactar con él en:
crosswindonline@cox.net

Sala de espera

1 hora y 14 Personajes. En la sala de espera de una estación de tren, se encuentran varios personajes que a medida que vayan presentándose y relatando su historia personal, reflexionarán sobre el sentido de sus vidas.


SALA DE ESPERA
V. Ruíz Iriarte, adaptación Roberto Badenas


PERSONAJES

VOZ
PROFESOR
JEFE DE ESTACIÓN
LARRY
MADAME
PRÍNCIPE
BETY
ESTUDIANTE
OBRERO
ANCIANO
MUJER
NIÑO
ELLA
ÉL



ESCENA I

(Sala de espera de una estación pequeña. Estufa antigua con tubo visible. Bancos para los viajeros. Un cartel que dice: “Sala de espera”. Luz pobre y ruidos propios de una estación. Se oye el silbido de una locomotora que se acerca.)

VOZ. El tren cuatrocientos diez procedente de Roma acaba de efectuar su entrada en la estación, andén número dos. Los viajeros que han de continuar el viaje a París, pasen, por favor, a la sala de espera.

(Entra el profesor Cantina. Gabardina, sombrero, cartera de documentos y un periódico en la mano.)

PROFESOR. ¿Qué estación será esta? ¿Por qué se ha parado aquí el tren? No sé cuándo legaremos a París. Son las doce menos cinco. Espero no tener que pasar aquí toda la madrugada…

(El profesor deja su cartera con cuidado. Se sienta y entra el jefe de estación.)



ESCENA II

JEFE. Buenas noches, señor.

PROFESOR. Buenas noches. ¿Es usted el jefe de estación?

JEFE. Para servirle, señor.

PROFESOR. Dígame, por favor. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué se ha detenido aquí el tren? Tengo prisa, mucha prisa…

JEFE. Me hago cargo, señor. Pero la espera será muy breve. Un pequeño accidente, ¿sabe? Una avería en el coche-cama en que viaja el señor, precisamente. Pero la van a arreglar en pocos minutos y el expreso llegará mañana a Paría a la hora prevista o un poco más tarde. Esté usted tranquilo, señor profesor.

PROFESOR. ¿Cómo me conoce usted?

JEFE. Tengo ese placer, señor. Estoy hablando con el señor Héctor Cantini, profesor de física de la Universidad de Roma. Todo un sabio, ¿no es así?

PROFESOR. ¡Oh, un sabio! ¿Qué es ser sabio?

JEFE. Estábamos advertidos de su paso por esta estación. Por lo visto es muy importante que llegue el señor profesor sano y salvo mañana a París. En la estación hay varios policías. Por ahí andan como fantasmas los pobres, entre las sombras del andén…

PROFESOR. ¡Ah! Con que me vigilan…

JEFE. ¡Oh, no! Todo lo contrario. Le custodian, señor profesor. No es lo mismo, ¿sabe?

PROFESOR. ¿De veras?

JEFE. Naturalmente. ¿Usted cree que Dios nos vigila o nos custodia?

PROFESOR. Bueno… Pues, no sé, no comprendo. Pero le advierto querido amigo, que en realidad, esos policías lo que custodian como un tesoro no es a mí, sino a mi cartera con documentos.

JEFE. ¡Ah, su cartera..!

PROFESOR. Sí, ¿no lo sabía? Pues ahí está el secreto…

JEFE. ¿Es un secreto?

PROFESOR. Así es. Tres pequeños pliegos de papel llenos de números y fórmulas, guardados en esta cartera. ¿Qué le parece?

JEFE. Me parece terrible, señor…

PROFESOR. ¿De veras? ¿Por qué?

JEFE. No lo sé. Pero a un pobre hombre como yo los secretos de los sabios siempre le dan miedo.

PROFESOR. (Serio y pensativo.) Tiene usted razón, buen hombre. Yo también estoy asustado, muy asustado. Porque esta vez no se trata de una bomba más. Es la última, la más terrible de todas, la definitiva. Es la destrucción total. Bastará pulsar un pequeño botón para que toda vida de la tierra desaparezca. Y he sido yo quien ha descubierto ese poder monstruoso. ¡Yo, Héctor Cantina! Es horrible, ¿verdad?

(Silencio.)

JEFE. ¿Por qué me mira usted así, señor?

PROFESOR. (Reaccionando.) ¡Oh, por nada, disculpe! Quizá me ha caído usted simpático.

JEFE. ¿Me permite usted una pregunta, señor profesor?

PROFESOR. Diga.

JEFE. ¿Y le ha llevado a usted mucho tiempo, mucho trabajo inventar esa arma mortífera?

PROFESOR. Todo mi tiempo, todo mi trabajo, toda mi vida… Ahí está la obra de mi vida…

JEFE. La obra de su vida… Gracias, buenas noches, señor profesor…

PROFESOR. ¿Por qué se marcha?

JEFE. Disculpe. Tengo trabajo…

PROFESOR. ¿Y podría decirme en qué consiste su trabajo?

JEFE. Es muy sencillo, pero exige una atención muy continuada. Debo procurar que todos los trenes, que todos los viajeros, lleguen a su destino.

PROFESOR. Y dígame, ¿le gusta a usted su trabajo? ¿Le parece bastante importante?

JEFE. Me gusta, es cierto. Y en cuanto a su importancia… sólo sabría decirle que me parece un trabajo que me permite hacer algún bien a la humanidad, salvo en contadas ocasiones… (Mira sin querer a la cartera.)

PROFESOR. ¿Qué me ha dicho?

JEFE. No vale la pena. Buenas noches, señor profesor.



ESCENA III

(El profesor se queda pensativo. Lentamente se sienta, coge su cartera, la mira y la vuelve a dejar al lado. Saca un periódico y se pone a leer.)

PROFESOR. Siempre los mismo remordimientos. Soy incorregible. ¿Soy un sabio o un sentimental? Dejémonos de historias… Me gustaría descansar un poco. Mañana la reunión con la comisión técnica de París va a ser larga y difícil. Muy difícil. (Coge el periódico y se pone a leer.) Veamos qué ha pasado hoy en el mundo… (Va leyendo y de vez en cuando comenta en voz alta.) ¡Vaya! Ha muerto Larry Hudson, aquel viejo actor que tanto me gustaba en mis años mozos. ¡Qué ocurrencia a su edad! Dice que murió interpretando un papel de payaso para la película “El mayor circo del mundo”. Quiso rodar sin doblajes un número peligroso y perdió el equilibrio al intentar andar sobre un alambre. ¡Pobre viejo loco!... Parece que hoy está muy nutrido el capítulo de sucesos. “Aparece muerta en su lujoso piso de París, Madame Floor, rodeada de joyas, oro y millones. Se desconocía que poseyera tan inmensa fortuna”. Y yo que siempre creí que Madame Floor era una de las mayores benefactoras de la humanidad. ¿De dónde sacaría tanto dinero? ¿Y para qué lo quería si no tenía más familia en el mundo? ¡Qué gente más extraña hay por ahí! “¡El Príncipe Sergio de Burgulia, asesinado por un estudiante revolucionario! El estudiante sucumbe acribillado cuando huía perseguido por los oficiales de la guardia del palacio de la capital del reino”. ¡Qué horror, no se dónde vamos a ir a parar! ¡Vaya! Ha muerto la hija del famoso multimillonario Rochefield. La hija del famoso multimillonario de la Costa Azul ha sufrido un accidente cuando conducía su coche por las estribaciones de la costa a una velocidad de 200 Km. por hora. ¡Qué barbaridad! Esta gente millonaria no tiene límite de prudencia. Dice que estaba probando un coche nuevo que le había regalado su padre. ¡Bonita manera de disfrutar! Un viejo payaso, una anciana benefactora de caridad, el príncipe Sergio de Burgulia, un estudiante y una muchacha multimillonaria, todos terminaron ayer su vida, de un modo inesperado. ¡Qué curioso mundo! La vida es como un viaje fascinante y maravilloso. Pero la muerte, debe ser algo así como la llegada a la última estación… ¿Qué habrá realmente al otro lado de la estación término? ¿Habrá algo más allá de la última sala de espera? No puedo más. Me caigo de sueño… (Se acomoda y se duerme.)



ESCENA IV

(Cambia la luz de modo que todo lo que ocurre tenga una apariencia extrañamente irreal. Se oyen los mismos sonidos que al principio.)

VOZ. Atención, atención, el tren ha entrado en la estación término. Los viajeros procedentes de todos los lugares del mundo, pasen por favor, a la sala de espera…

JEFE. Pasen, pasen por aquí, por favor.

(Entra Larry Ludeson.)

LARRY. Gracias, buenas noches. (Habla con afectació0n declamatoria, como actuando.)

JEFE. Buenas noches. ¿El señor ha tenido un buen viaje?

LARRY. ¡Oh, sí! Ha sido un viaje extraordinario. El tren volaba, ¿sabe? Me encantan los trenes que vuelan.

JEFE. ¿Le lleven donde le lleven? ¿Aunque lo traigan aquí?

LARRY. Dígame, ¿es usted el Jefe de estación?

JEFE. Así me llaman, aunque en realidad no soy mas que el guarda-agujas. Para servirle, señor.

LARRY. Encantado. Yo soy Larry Ludson, el famoso Larry Ludson. El mejor actor del mundo, ¿me conoce?

JEFE. Desde luego, señor. ¿Quién no conoce a Larry Ludson?

LARRY. Esto ya me gusta más que esa extraña pregunta…

(Entra Madame Floor.)

MADAME. Bonsoir, messieurs-dames.

JEFE. Buenas noches, señora.

LARRY. Bonsoir, Madame.

MADAME. ¡Oh, qué caballero tan galante!

LARRY. Larry Ludson para servirle, Mdame. ¿No conoce usted a Larry Ludson?

MADAME. ¡Oh, como no! ¡Qué grata sorpresa! Yo soy Madame Floor.

LARRY. ¡Oh, Madame Flor, la sin par Madame Flor!

MADAME. Madame Flor, de Pompon Chantilly y Delapierre-Doré.

LARRY. El gusto es mío, Madame Flor, de Pompon Chantilly y Delapierre-Doré.

MADAME. Merci, monsieur. Es usted un verdadero caballero. La clase, eso se ve.

LARRY. Oh, Madame…

(Entra el Príncipe.)

PRÍNCIPE. Buenas noches.

JEFE. Buenas noches, Alteza.

PRÍNCIPE. ¿Por aquí?

JEFE. Por aquí, alteza.

PRÍNCIPE. Gracias.

(Entra el estudiante.)

ESTUDIANTE. Hola.

JEFE. Hola.

(Entra Bety.)

BETY. ¿Qué tal?

JEFE. Encantado.

(Bety, después de mirar a todos se dirige hacia el príncipe.)

BETY. Buenas noches.

PRÍNCIPE. Buenas noches, señorita.

BETY. ¿Me permite?

PRÍNCIPE. Desde luego. (Se sienta a su lado.) ¿Nos vimos en el tren?

BETY. No sé…

JEFE. (Sale el jefe cerrando la puerta.) Hasta pronto. Cuando llegue el momento, ya se les llamará.

PROFESOR. ¿Cómo? ¿Qué pasa aquí?



ESCENA V

(Hay un momento de silencio embarazoso.)

MADAME. ¡Qué extraño privilegio, encontrarnos de este modo tan… tan… inesperado, querido Larry Ludson!

LARRY. ¡Oh, Madame!

PROFESOR. ¡No, no es posible! No puede ser.

LARRY. ¿Cómo?

MADAME. ¿Qué dice?

PROFESOR. Señores, por favor. ¿Qué hacen ustedes aquí? ¿Quiénes son y por qué se encuentran en este lugar?

(Todos se miran sorprendidos en silencio.)

PRÍNCIPE. ¡Oh!

BETY. ¿Qué ha dicho?

MADAME. ¡Cielos, pero qué preguntón y que mal educado es este señor!

PROFESOR. Pero es que me parece que ustedes…

LARRY. Tiene razón el señor. No nos hemos presentado unos a otros. Pues vamos a empezar por un servidor. Pero, ¡oiga! ¿Es que no me conoce? ¡Señor mío, yo soy Larry Ludson!

PROFESOR. Larry Ludson…

LARRY. El mismo. Larry Ludson. El grande, el de siempre. El mejor actor que ha pisado los escenarios y los platós del mundo en los últimos 30 años. La grande estrella de la grandiosa película “El mayor circo del mundo”. Todo el mundo conoce a Larry Ludson, Larr Ludson es famoso en París, en Berlín, en Moscú, en New York, y en el Japón. En oriente y en occidente. Su gran película estará pronto en todas partes. El éxito de su vida. No hay un gran espectáculo en el mundo en el que no aparezca un momento Larry Ludson como estrella invitada. Es el momento más importante de la función. El presentador hace silencio desde el centro del escenario, se quita su chistera y anuncia: “Atención señoras y señores, distinguido público. Tengo el honor de presentarles a ¡Larry Ludson!”, entonces, de pronto, entro yo corriendo, con mi sonrisa juvenil de toda la vida y el público estalla en una ovación… Hermoso, ¿no? Algo grande (como el profesor no reacciona, se dirige a Madame Flor). Este hombre no entiende, no comprende, no sabe apreciar nada. ¡Qué pena!

MADAME. No tiene importancia, señor Larry Ludosn. De veras. Yo le aconsejo que no dé usted ningún valor a la actitud de este caballero, que desde luego, es un señor muy raro. Rarísimo. Yo estoy segura, muy segura, de que ese momento maravilloso, cuando usted surge en escena y el público estalla en un aplauso, ese momento es sin duda muy hermoso…

LARRY. ¿Verdad que sí, Madame? Yo siempre he vivido para mi público.

MADAME. ¡Oh, sí, es tan bonito vivir para los demás!

LARRY. Yo lo he dado todo por los demás: mi público. Les he dado mi arte, mi talento, mi persona, todo. Solo he vivido para ellos, para hacerlos felices…

PROFESOR. ¿Y cree usted que lo ha conseguido?

LARRY. ¿Qué? NO he hecho otra cosa que vivir para encantar a mi público.

PROFESOR. Usted ha vivido para los aplausos. La popularidad y el dinero que le ha dado su público… Usted ha vivido, como todos los vanidosos, los orgullosos y los soberbios, para sí mismo, y solo para sí mismo. Porque la vanidad, el orgullo y la soberbia no son más que formas disfrazadas de egoísmo…

LARRY. Mentira, señor, usted es testigo. Este hombre es de los que me acusan porque piensan que soy viejo y estoy acabado. Pero mienten, Madame. Yo lo sé y usted también. Son calumnias que propagan por ahí mis enemigos. Mala gente, ¿sabe? Mucha envidia. Envidia. La verdad es que todos envidian a Larry Ludson porque es, ha sido y será siempre el primero, el mayor y el mejor. Larry Ludson es inmortal…

MADAME. Desde luego.

LARRY. Le voy a contar mi última actuación, para que vea que Larry Ludson está en plena forma. Estoy filmando la película “El mayor circo del mundo”, el mayor espectáculo jamás filmado, y hago nada menos que un número de equilibrio, sin doblajes.

MADAME. ¡No! ¡Qué horror!

LARRY. Mire. Imagine la mayor y la más bella bóveda de un circo. Todas las luces y a 15 metros de altura sobre la pista, sin red, yo solo, de pie en el alambre.

MADAME. ¡Qué locura!

LARRY. Y entonces, Larry Ludson se pone a tocar una pieza de Vivaldi con su clarinete.

MADAME. No es posible.

LARRY. Oh, sí, es un número muy peligroso, desde luego. Pero no importa. Es el número que Larry Ludson estaba necesitando para demostrar a su público que Larry Ludson no está acabado. Ayer, ensayando la prueba final, unos minutos antes de iniciar el rodaje mi empresario se me acerca y me dice muy bajito, casi llorando: “No subas, Larry, por lo que más quieras, no subas”. ¡Je, je, je! Pobre señor Rigaud, mi empresario es casi como mi padre, pero a veces parece un niño tonto. Hasta que, por fin anoche, nos lanzamos definitivamente al rodaje, yo estaba en lo más alto y…

MADAME. ¿Qué?

LARRY. La música empezó a sonar…

PROFESOR. ¿Qué pasó anoche?

LARRY. Es curioso. Ahora no me acuerdo de nada más… Dios mío, ¿qué pasó anoche?

(Todos quedan inmóviles, en silencio, mientras que sigue la melodía.)


ESCENA VI

MADAME. Déjelo, no tiene importancia. Creo que debo presentarme yo también. Soy Madame Flor de Pompom Chantilly y Delapierre-Doré. Presidente de la Sociedad Protectora de bebés canguro de Australia, Directora de la casa Retiro de perros y gatos ancianos. Vicepresidente de la compañía de repatriación de niñas huérfanas de Somalia interior. Vocal de la liga mundial contra la esterilización de las palomas de las ciudades, y un pequeño etc. A propósito, usted tiene su casa en París, Rue de la Concorde, número 22. Soy una benefactora de la humanidad, una modesta benefactora. Tengo una vida social muy intensa, aunque vivo siempre sola. Pero no me importa. Soy feliz entre mis 12 gatos. Me figuro que no será usted una de esas horribles personas que detestan a los gatos. Le daré una tarjeta después para que venga a visitarme. A pesar de nuestras grandes diferencias, los dos tenemos una cosa en común: no vivimos más que para los demás… Y ahora les toca a ustedes presentarse.

PRÍNCIPE. Bueno, empezaré yo mismo. Soy el príncipe Sergio Arturo Federico de Burgulia.

TODOS. ¡Oh!

BETTY. ¿Un príncipe? ¿Es usted un príncipe?

PRÍNCIPE. Naturalmente.

LARRY. ¡Un príncipe!

MADAME. ¡Qué emoción, un príncipe!

BETTY. Es increíble. ¡Un príncipe de verdad!

PRÍNCIPE. Bueno, no tanto. ¿Conoces ustedes Burgulia? ¿No? Lástima. Es un pequeño principado, un minúsculo país plantado en medio de la vieja Europa. Un valle fresco y verde, rodeado de montañas. Un rincón de romance que enloquece a los turistas americanos. Tenemos un bosque bellísimo plagado de leyendas. Y un lago romántico y encantador. Una catedral antigua, muy antigua. Algunas costumbres ingenuas y pintorescas. Música y danzas de otros tiempos. Y arriba, en lo alto de la montaña, en la cumbre dominando todo el valle, se alza el palacio del príncipe. De piedra, siglo XIV, creo. ¡Una joya, señores! Desde hace siglos ese palacio está siempre ocupado por un miembro de mi familia, que es el soberano de Burgulia. Yo soy el último de la dinastía. Hoy, precisamente, el principado de Burgulia está en fiesta porque celebramos el 5 aniversario de mi coronación. Esta mañana, cuando montado en mi caballo blanco pasé revista a la guardia real, el pueblo prorrumpió en gritos de júbilo. Y todos aclamaron a su príncipe. Fue algo verdaderamente hermoso. Bueno, mi gobierno es paternal, a la antigua, ¿comprende? Feudal se decía antes. Nadie discute en Burgulia las decisiones de su príncipe. Pero lo cierto es que los diez mil habitantes del principado viven felices bajo mi autoridad. No les oculto a ustedes… eso sí, que en los últimos años ha surgido una pequeña minoría disidente y revolucionaria. Parece que el jefe es un muchacho estudiante. (El estudiante se sobresalta.) Mi vida, después de todo, es amable. No me quejo. Por lo general paso los otoños en París. Es una delicia París en otoño, ¿verdad? Los teatros, las fiestas, los restaurantes, los desfiles de modas. Tengo allí algunas amistades muy interesantes. Los veranos vivo en mi casa de la Costa Azul. Tengo un pequeño yate en Montencarlo. Unos cuantos coches y sobre todo caballos. Los caballos son la pasión de mi vida… Bien, ya lo sabe usted todo señor. El príncipe de Burgulia no tiene secretos para usted (al profesor).

PROFESOR. Gracias pero…

PRÍNCIPE. Por cierto, yo también soy muy curioso. ¿Quién es usted, señorita?

BETTY. ¡Oh, alteza! Yo no soy mas que una chica como muchas.

PRÍNCIPE. En todo caso, una preciosa chica, como pocas.

BETY. (Se ríe.) ¡Oh, no!

PRÍNCIPE. Veamos. Yo pregunto y usted contesta, ¿vale?

BETY. Vale.

PRÍNCIPE. ¿Cómo se llama?

BETY. Bety.

PRÍNCIPE. Me gusta. ¿Soltera?

BETY. Naturalmente.

PRÍNCIPE. Bravo, como yo. (Se ríen los dos.) Y, ¿qué hace usted en la vida?

BETY. (Encantada.) Nada.

PRÍNCIPE. Pero, ¿nada, nada?

BETY. Nada. Bueno, procuro pasarlo fantásticamente bien. Bailo todas las noches hasta la madrugada. Monto a caballo todas las mañanas y a cualquier hora, en carretera, piso el acelerador y pongo el coche a 160.

PRÍNCIPE. ¡Soberbio! ¿Y todavía dice que no hace nada, señorita? Usted lleva una vida sencillamente terrible.

BETY. Bueno, tengo un padre millonario. Eso es todo.

PRÍNCIPE. Enhorabuena.

BETY. Un padre fabuloso, que me adora y que me dice todos los días: “Vive, hija mía. Vive aprisa, muy aprisa. No pierdas ni un solo minuto. La vida es corta. Hay que aprovecharla al máximo. Vive, vive, ja, ja, ja”.

PRÍNCIPE. Admirable filosofía.

BETY. ¿Le gusta?

PRÍNCIPE. ¡Cómo no! Es casi la mía.

BETY. ¡Fantástico! (Se ríen los dos.)

PRÍNCIPE. Señorita…

BETY. ¿Qué?

PRÍNCIPE. ¿Está usted enamorada?

BETY. Pero claro, ¿no sabe? Yo me enamora todos los días…

PRÍNCIPE. ¡No!

BETY. ¡Sí!

(Estallan en una carcajada.)



ESCENA VII

MADAME. ¡Vamos! Pero qué descarada y qué fresca es esta chica…

BETY. ¿Cómo? ¿Qué ha dicho la abuelita?

MADAME. ¿Quién? ¿Yo? ¿Abuelita yo? ¡Oiga!

BETY. ¡Váyase usted a paseo!

MADAME. ¡Descarada!

LARRY. Madame, por favor…

PRÍNCIPE. Señorita…

(Hay un embarazoso silencio.)

ESTUDIANTE. ¿Me toca a mí ahora? Yo importo poco, de veras. Además, si quieren saber la verdad les diré que ustedes no me gustan.

TODOS. ¿Cómo?

ESTUDIANTE. ¡No! No me gusta usted, señor Larry Ludson porque usted es vanidoso, un payaso grotesco que no vive más que para satisfacer su vanidad egoísta. Usted no vive para su público. Usted vive de su público, explotando la estupidez de la gente para llenar sus ridículos bolsillos.

LARRY. ¿Cómo? ¿Qué dice?

MADAME. ¡Señor! Este chico es un bárbaro.

ESTUDIANTE. No se escandalicen. Tampoco me gusta usted, señora, porque la encuentro tonta, presumida, y sobre todo hipócrita. Usted no es ninguna benefactora de la humanidad. Bajo el manto de la caridad usted es una absurda presumida.

MADAME. ¡Grosero!

ESTUDIANTE. ¡Cállese, hipócrita!

BETY. ¡Imbécil!

ESTUDIANTE. Cállese usted también, odio las coquetas frívolas e insustanciales como usted, verdadera gangrena de la sociedad.

BETY. ¡Estúpido!

ESTUDIANTE. ¡Bah!

PRÍNCIPE. No le hago caso…

ESTUDIANTE. ¡No le haga caso! Los seres más despreciables que existen son aquellos que tienen en su mano todo para hacer el bien, y solo viven para satisfacer su egoísta persona.

PROFESOR. Muchacho, ¿de veras nos odia a todos?

ESTUDIANTE. Lo peor de todo es que me odio a mí mismo con todas las fuerzas de mi alma… (cubriéndose el rostro con las manos, llora.)

PROFESOR. ¿Por qué?

ESTUDIANTE. ¿No lo sabe? Soy un asesino…

TODOS. ¿Cómo? ¿Qué?

ESTUDIANTE. (Sollozando.) Sí, he matado al príncipe de Burgulia.

TODOS. ¿Qué? (Todos miran al príncipe.)

PRÍNCIPE. ¿A mí? ¡Dice que me ha matado a mí!

MADAME. ¡Jesús!

BETY. Está loco.

TODOS. (Menos el profesor.) ¡No! ¡Ja, ja, ja!

MADAME. ¡Qué locura!

PRÍNCIPE. ¡Es un loco!

TODOS. ¡Un loco…!

(El estudiante está todo el rato con el rostro entre las manos, el profesor lo mira con afecto, y de repente se levanta.)

PROFESOR. ¡Cállense!

(Silencio total.)

(Todos murmuran contra él.)

PROFESOR. ¡Basta! ¡Cállense! ¡No se rían más! ¡Les digo que no se rían!

MADAME. ¡Oiga, aguafiestas! ¿Qué le ocurre?

BETY. Pero que impertinente es este sujeto…

PROFESOR. (Mirándolos con angustia.) Pero, ¿cómo pueden ustedes reír así? ¿Es que están locos? ¿Es que todavía no han comprendido? ¿Es que aún no se han dado cuenta? Piensen un poco, se lo suplico…

MADAME. ¡Y dale! Pero, ¿en qué tenemos que pensar?

PROFESOR. Madame.

MADAME. ¿Qué?

PROFESOR. Príncipe, señorita, Larry Ludson. Miren en torno suyo. Miren dentro de sí mismos. Mírense los unos a los otros. ¿No se dan cuenta del enorme misterio que nos rodea? ¿Por qué hemos emprendido este viaje que no sabemos dónde empezó ni adonde nos lleva? ¿Adonde vamos? ¿Dónde estamos? ¿Qué es esta sala de espera? ¿Cuál es la estación término? ¿Por qué hemos venido a parar aquí? ¿Qué habrá detrás de esa puerta?

PRÍNCIPE. ¿Por qué pregunta usted todo eso?

PROFESOR. Piense, se lo suplico. Están ciegos. Abran los ojos… Larry Ludson.

LARRY. Dígame.

PROFESOR. Piense, recuerde. Haga un esfuerzo. ¿Qué es lo último que usted recuerda?

LARRY. ¿Yo?

PROFESOR. Sí, usted, Larry Ludson, usted.

LARRY. Yo estaba filmando una película. “El mayor circo del mundo”. Hacía el papel principal, el de un famosísimo payaso. Estaba en la pista, haciendo reír, como es normal. El público estaba entusiasmado. Aplaudía y se reía como nunca. Yo me sentía fabulosamente feliz, veinte años más joven. Casi casi estaba un poco borracho de felicidad. Podía demostrar al mundo que Larry Ludson es todavía el indiscutido, el de siempre, el mejor. De pronto me llamaron para mi número. Levanté la vista hacia la gran bóveda del circo mundial de Hamburgo. Allí estaba todo dispuesto para mi actuación, que yo había exigido en directo, auténtica, y sin doblajes. El alambre tirante. La pequeña plataforma de plata con cascabeles. Y una escala de cuerdas colgando para que yo subiera hasta allá, hasta lo más alto. Era la ocasión de mi vida. O triunfaba o fracasaba para siempre. Mi apoderado, el pobre señor Rigaud me gritó: “¡No subas, Larry, no subas! ¡Por Dios te lo pido!”. Entonces yo me volví y le sacudí una tremenda bofetada. Me puso nervioso. Estaba harto de oírle y subí la escalera aprisa, aprisa, como cuando tenía 20 años. Estaba encendido de entusiasmo, de ira y de nervios. Cuando llegué a lo más alto y pisé la plataforma de plata, todos los cascabeles sonaron a la vez. Era una música maravillosa. Entonces, se hizo un gran silencio. Empecé a avanzar poco a poco por el alambre. ¡Se estaba rodando en directo mi proeza! Larry Ludson andando por el alambre, como en sus años mozos. Abajo, las cámaras y todos mis compañeros conteniendo la respiración, muertos de envidia. Y entonces, de pronto… (Se calla, se espanta.)

PROFESOR. ¿Qué?

LARRY. ¡No! ¡Cielo santo! ¿Qué ha pasado? ¿Por qué gritan? ¡No! ¡Eso no! ¡No quiero! ¡No es verdad! ¡No puede ser! (Mira a todos y se dirige a la puerta y la golpea con los puños.) ¡No quiero! ¡No quiero! (Solloza impotente.)



ESCENA VIII

MADAME. Yo estaba en mi piso de la Rue Rachel. Sola. Siempre estoy sola, como todas las noches puse un disco. ¿Qué disco era? Quizá la “viuda alegre”, ¿por qué? No sé. Los gatos iban y venían por todas partes, tengo 12 gatos, ¿saben? Ah, los gatos son unos animalitos dulces, perezosos, llenos de encanto y de misterio. Y me puse a contar el dinero. Todas las noches cuento el dinero. Es un placer que a nadie hace daño, ¿verdad? Esa noche, no sé por qué, me puse a pensar en qué había hecho de mi vida. La verdad es que he hecho mucho bien a la humanidad. No sé por qué me sentí de pronto tan insatisfecha… Quizá al pensar en el origen del destino de mi dinero. ¡Oh, perdón…! El caso es que sentí de pronto, sin saber cómo, algo así como una aguda punzada, seguida de un vahído. Y enseguida, sueño, mucho sueño, un sueño terrible. (Se calla.) Cuando desperté me encontré sola, sentadita en un departamento de ese tren que nos ha traído hasta aquí. Pero, ¿por qué? ¿Por qué he emprendido yo este absurdo viaje? ¿Por qué estoy yo aquí ahora, con ustedes? No lo entiendo. ¿O es que…?

PROFESOR. Sí, madame, ha ocurrido lo que usted se teme…

MADAME. ¡No! ¡Dios mío, ten piedad de mí! (Solloza convulsivamente.)



ESCENA IX

BETY. No entiendo nada de lo que nos pasa. Recuerdo, eso sí, que ayer cenamos en el “Astoria Club”, un restaurante nuevo que está en la playa, a la misma orilla del mar. Hacía una noche de luna maravillosa. Los otros se fueron a bailar pero yo estaba harta de bailar y conmigo se quedó Marcel. Marcel es el marido de Katy. Bueno, Katy y yo somos amigas de toda la vida, ¿saben? Desde niñas, desde que estuvimos juntas en aquel internado de Suiza. Pero yo, ¿por qué lo voy a negar? Odio a Katy con toda mi alma. No lo puedo remediar. Es tonta, vanidosa, pedante y bastante estúpida. Pero en cambio, ¡ay, sí! Adoro a Marcel. Es un hombre tan guapo, tan desenvuelto, tan fascinante. Enseguida me di cuenta que la ocasión era única para jugarle una buena trastada a Katy. Y entonces invité a Marcel a dar un paseo por la carretera en mi coche nuevo. Un coche fabuloso, rojo, brillante, estupendo que papá me había comprado justo hace unos días, para mi cumpleaños. Bueno, no sé si ya les he dicho que mi papá siempre me está regalando coches. Es una manía graciosa, ¿verdad? A Marcel, que es un pájaro, le hizo mucha gracia la idea del paseo. Y subimos al coche. Pisé el acelerador y en unos minutos me puse a 120. ¡Oh, con un coche así es fácil! Enseguida a 130 y de pronto, Marcel me quiso besar. ¡Figúrense ustedes! ¿Qué puede hacer una muchacha con un volante entre las manos y el coche a 130, si un hombre tan fuerte y tan terco, como Marcel, se empeña en besarla? Nada. Una no puede hacer nada, absolutamente nada. Yo me eché a reír con toda mi alma. No sé por qué me acordó de Katy y de su insufrible superioridad. Y cada vez me daba más risa… (se para perpleja.) Y de pronto, no sé lo que pasó, se me escapó el volante de las manos, como si alguien se lo llevara brutalmente. Oí un estrépito espantoso. Y un golpe terrible, aquí en el pecho, y luego, silencio. Y la voz de Marcel gritando: “¡Bety, Bety, di algo! ¡Di algo! ¡Bety, Bety!” (Se calla con los ojos desorbitados.) Dios mío, ¿qué pasó? ¿Por qué? ¡Papá! ¿Dónde estoy? ¡Papá! ¡Quiero vivir, quiero vivir! ¡Papá!... (Solloza.)



ESCENA X

PRÍNCIPE. El viejo palacio de piedra de Burgulia, allá en lo alto de la montaña, resplandecía como un ascua de luz en medio de la noche. Todas las antiguas lámparas de cristal de todos los salones se hallaban encendidas. Todo estaba lleno de rosas y tulipanes traídos de los más hermosos jardines del principado. Se celebraba el gran baile de gala. Habían llegado invitados de todos los lugares del mundo. Era el quinto aniversario de mi coronación. En el fantástico salón rojo de la princesa Catalina, las luces, las músicas, el perfume de tantas flores, y las risas alegres de mis invitados me hacían sentirme profundamente eufórico. Yo bailaba con mi prima Alicia, que había sido mi último amor unos meses antes en la Riviera. Recordábamos juntos mil cosas absurdas y deliciosas, porque el amor es así, absurdo y delicioso, y nos reíamos. Y entonces fue cuando en el gran salón rojo de la princesa Catalina estalló un enorme revuelo. Todos gritaban. Alicia se escapó de mis brazos y huyó no sé adonde. Me rodearon los oficiales de mi guardia y ante mí se plantó un muchacho con los ojos brillantes, como un loco, con una pistola en la mano… (Se calla y mira al estudiante.) ¿Eras tú?

ESTUDIANTE. Sí, era yo. (Pausa.) Esa misma tarde, en un café, se reunió el comité de los conspiradores, y por sorteo fui yo el elegido para matar al príncipe aquella misma noche, en el baile de gala del Palacio. Me escondí entre árboles del jardín hasta que se hizo de noche. Temblaba de piedad. Después de todo fue muy fácil, increíblemente fácil, absurdamente fácil. Apenas empezó el baile salté por un ventanal del salón de la princesa Catalina y allí estaba el príncipe; risueño, inconsciente, y alegre, como siempre, casi maravilloso, con una hermosa muchacha entre los brazos vestido con su uniforme de mariscal. Corrí atropellando todo, como un ciego, y llegué hasta él. Me miró sonriente. En aquel momento no sé por qué sentí un inmenso deseo de gritar: “¡Huye, Príncipe, escapa! ¡Corre! ¿No ves que tengo una pistola y voy a matarte? ¡Vete, por favor, vete! No dejes que te mate. ¡No permitas que yo me convierta en un asesino! ¡Sálvame, príncipe, sálvame! ¡Eres tú quien tiene que salvarme a mí! ¿No lo entiendes? ¡Huye! ¡Vete!” (Silencio.) Pero no se fue. Se quedó ahí quieto, mirándome y sonriendo. Y yo disparé. Luego ya no recuerdo nada, quise disparar, pero me cerraron el paso. Gritaban. Se oyeron muchos disparos… (Estremeciéndose.) ¡Dios mío! ¿Por qué? ¡Si yo no quería! ¡Soy un asesino y quería el bien de mi pueblo, sólo eso! Pero no quería ser un asesino. ¡Soy un asesino! (Solloza.) ¡Príncipe!

PRÍNCIPE. (Amablemente.) ¿Qué quieres, muchacho?

ESTUDIANTE. ¿Por qué no huyó cuando me vio llegar con la pistola en la mano?

PRÍNCIPE. Oh, no pude… De veras.

ESTUDIANTE. Pero, ¿por qué?

PRÍNCIPE. Porque un Príncipe de Burgulia no debe huir nunca ante el peligro. ¿No lo sabías? Es la tradición. Y créame que lo siento. Me hubiera gustado mucho hacerte ese favor…

ESTUDIANTE. Yo quería hacer algo a favor de mi pueblo. Yo creía que su alteza era inconscientemente un explotador del pueblo. Yo quería hacer algo…

PRÍNCIPE. ¿Me odiabas mucho?

ESTUDIANTE. Sí, porque su alteza tenía en sus manos el hacer el bien, y no lo hizo. Yo sufría al ver sufrir a mis padres, a los obreros…

PRÍNCIPE. Tienes razón. Yo también quería hacer mucho bien a mi país. Todos me decían que me querían mucho, que Burgulia era un país modelo. Yo creía que todos eran felices. Es cierto, mis caprichos salían de los impuestos que recaían sobre el pueblo… Y algunos se quejaban… Pero yo quería hacer el bien… Más tarde, cuando hubiere disfrutado de la vida. No sé por qué fui tan egoísta… Mi inconsciencia me ha costado la vida.

ESTUDIANTE. Lo siento. Yo también creo que me equivoqué de camino.

PRÍNCIPE. Sí. No se puede llegar a la justicia por el camino del crimen. Tú también has dado tu vida por un ideal equivocado. Pero por lo menos eras sincero. (Silencio.)



ESCENA XI

LARRY. Pero, ¿qué es esto? Entonces, ¿es que ya no vivimos? ¿Ha muerto Larry Ludson? ¡No, Larry Ludson no puede morir! Larry Ludson no quiere morir, Larry Ludson debe vivir para su público.

ESTUDIANTE. Larry Ludson no ha vivido más que para Larry Ludson. Para Larry Ludson los demás, a los que llama público, no son más que peldaños de una escalera para subir más alto, porque para Larry Ludson la vida es fama, aplausos, premios, honores, es decir, vanidad, orgullo, nada… como para todos ustedes.

LARRY. ¡Calla! No me hagas sufrir más.

MADAME. Yo he vivido para los demás. He pertenecido a todas las sociedades de beneficencia de categoría de París, y he dado mi vida para ellas.

ESTUDIANTE. Sí, para las cenas de gala, las mesas de cuestación, las conferencias elegantes… Usted ha aparentado vivir para hacer el bien. Porque eso está bien visto y le permitía llevar una vida social y mundana agradable. Pero no bastan las apariencias. En el fondo usted no amaba ni a los obreros, ni a los pobres, ni a los desgraciados, sino a las sociedades elegantes que hacen bailes de gala para la lucha contra el cáncer, pero que serían incapaces de cuidar una sola noche a un solo enfermo.

MADAME. ¡Silencio, maleducado! Oh, no quiero escucharle…

BETY. Yo no he hecho mal a nadie. Pasarlo bien. ¿Es malo? Yo creía que así es la vida. Unos son ricos y otros pobres. Unos lo pasan bien y los otros mal, mala suerte…

PRÍNCIPE. Pero no es así, señorita. Aunque no nos demos cuenta, todos somos responsables de todo. Nuestras vidas han sido todas inútiles… ¿Verdad profesor?

PROFESOR. Es curioso. Yo no me acuerdo cómo fue. ¿Qué pasó? Ni siquiera sé si me di cuenta…



ESCENA XII

(Aparece el jefe de estación.)

JEFE. A veces es así, señor profesor. Sin agonía y sin dolor. La vida se va sin ruido, de puntillas, sin avisar, casi casi a traición…

PROFESOR. ¡Hable! Siga. Usted tiene el secreto. ¿Dónde estamos? ¿Qué estación es ésta?

JEFE. Usted ya lo sabe, señor profesor. Esta es la última estación. La estación término. Aquí acaban todos los caminos de la vida…

(Gran tensión y expectación en todos.)

PROFESOR. Oiga…

JEFE. ¿Sí?

PROFESOR. Y ahora, ¿qué va a pasar? ¿Por qué estamos aquí?

JEFE. Esta es la sala de espera. Dentro de unos instantes, los viajeros serán llamados de uno en uno. Deben explicar qué hicieron de su vida. Es un trámite obligado. ¿Comprende? Y cada uno tendrá que explicarse. Algo así como una rendición de cuentas. (Un gran silencio.) Los que pueden sentirse satisfechos de su vida, no tienen nada que temer…

PROFESOR. Pero, ¿y los otros?

JEFE. (Serio.) Los otros…

BETY. ¡No! Yo no tengo la culpa. ¡Papá! ¿Por qué me has engañado? ¿Qué has hecho de mí? Por favor, déjame volver a casa. ¡Déjame volver! ¡Déjame volver!

JEFE. Para este viaje, no existen billetes de vuelta…

LARRY. Escuche, por favor. Yo soy Larry Ludson, un hombre importante, famoso, he hecho felices a los hombres con mi arte. Debe haber un error, puedo volver y repartir mi dinero entre los pobres, lo haré todo gratis. Por favor, tiene que haber una solución. Yo debo salir de aquí. ¡Por favor!

JEFE. Demasiado tarde…

MADAME. Tengo miedo. Siempre he tenido miedo. Guardaba dinero, acumulaba joyas por miedo a la vejez… Déjeme solo que arregle unas cositas. Puedo firmar estos cheques y resolverlo todo. Olvidé dejar en mi testamento que todo lo mío fuera para las fundaciones benéficas en las que colaboré. No me dio tiempo.

JEFE. Señora, su miedo a la vejez no tiene sentido. Sólo hay algo que temer… y es precisamente el que no nos dé tiempo…

PRÍNCIPE. Es así. El que no nos dé tiempo. El dejar nuestro deber para mañana.

JEFE. Esa es la gran verdad. Unos viven sólo para sus intereses egoístas (señala a Bety) ni siquiera saben que se puede vivir para los demás. Otros creen vivir para los demás y viven para su gloria (a Larry). Otros hacen creer que sirven a la humanidad; pero se contentan con aparentarlo. Otros podrían hacer mucho bien, pero lo dejan para más tarde (al príncipe) para un día que nunca llega. Otros, deseosos de vivir para un ideal son engañados y manipulados (al estudiante) estropeando así tan hermosas posibilidades de una vida fructífera y positiva…

ESTUDIANTE. ¿Y yo qué? Oiga señor, ¿qué ocurre con los asesinos?

JEFE. La vida es para los que respetan la vida. La propia y la ajena.

PROFESOR. Entonces, yo he perdido mi vida buscando la fórmula de la destrucción. Para mí será terrible, ¿verdad? (El Jefe le mira y calla.) Porque hay alguien más allá de la estación término. Alguien con quien encontrarnos, al otro lado de la sala de espera…

JEFE. Pero, ¡naturalmente! ¡Señor profesor! Si no hubiera nadie ni nada, la vida sería una estafa colosal. ¡Oiga! ¿De verdad no lo sabía? Usted tan inteligente, tan sabio, es increíble…

PROFESOR. Lo sabía. Pero no quería saberlo…

JEFE. Lo siento. ¿Por qué tanta gente se olvida de lo más importante? (Silencio.) Señores viajeros, ha llegado el momento…

(Se abre una puerta llena de luz y van entrando. Se oscurece todo.)



ESCENA XIII

(El profesor dormido en la sala de espera de la primera estación. Se sobresalta y despierta a la llegada de algunos viajeros. Entra un obrero. Se sienta fatigado, al lado del profesor, que sigue durmiendo. Entra un anciano.)

ANCIANO. Ave María purísima. Buenas.

OBRERO. ¡Hum!

ANCIANO. Qué manera de saludar. Si no digo yo que…

(Entra una mujer con unos niños.)

MUJER. Niño, estate callado y quieto. Buenas noches.

ANCIANO. Buenas noches nos dé Dios.

MUJER. Oiga, señor, ¿puede usted decirme a qué hora sale el tren para París? Es la primera vez que voy y estoy asustada.

NIÑO. Mi papá trabaja en París.

MUJER. Niño, cállate, por favor, no me dejas hablar. Usted, ¿no irá también a París por casualidad?

ANCIANO. Sí señora, a casa de mi hija casada con un francés. Rue de la Violette, n° 18, 7° Izq., París 20, Francia.

MUJER. ¡Qué suerte! Porque yo solita me veía perdida.

NIÑO. Es que mi papá ha dicho que no podría venir a esperarnos a la estación, que el patrón no le deja. Mi papá es albañil…

MUJER. Niño, cállate. No molestes a la gente.

ANCIANO. Si no me molesta. Yo ya tengo 9 nietos. ¡Ay, señor, y dos que no conozco aún! Es que yo paso un año en casa de cada uno de mis dos hijos, desde que falta mi esposa, que en paz descanse. Y va ya para 6 años. Y ahora mi hijo el pequeño le han despedido del trabajo por no sé qué asuntos: y como en casa del mayor, pues como ya tiene 5 criaturas… Total que voy a ver si puedo quedarme en casa de mi hija, aunque no me ha contestado. Yo ya le decía que se quedara, que no se fuera a París, que donde comen 3 comen 4, pero ella, erre que erre, y ¡qué le vamos a hacer! Ahora me dice que se ha casado con un francés, ¿no te digo? ¡Ay, señor, adonde vamos a parar!

(Entra una pareja de recién casados.)

ELLA. ¿Tú crees que París será bonito?

ÉL. Que sea como quiera. Eso es lo de menos.

ELLA. Me vas a hacer una foto en la Torre “Infiel”.

ÉL. Una docena.

ANCIANO. Señor, pero qué mal educados, ni siquiera saludan al personal.

MUJER. ¿Qué quiere usted? La juventud…

ANCIANO. La juventud está perdida…

(Ellos lo oyen y se callan. Silencio.)

ANCIANO. (Al obrero.) Oiga, ¿me puede decir qué hora es?

OBRERO. No tengo reloj.

NIÑO. Mi papá me va a comprar uno de verdad.

MUJER. Niño, cállate.

ANCIANO. (A él.) Oiga, joven, ¿me podría decir la hora?

ÉL. Anda, pues me he dejado el reloj en el hotel… (Mirándose.)

ELLA. ¿De veras?

ÉL. De veras. En el cuarto de baño.

ELLA. Bueno, y ¿qué falta nos hace?

ÉL. Eso, (ríen los dos.)

ANCIANO. ¡Qué cabezas! ¡Ay señora! El mundo está loco de atar.

MUJER. (Suspirando.) Son jóvenes. (Preocupada.) ¿Cuándo saldrá el tren? A ver si lo perdemos.

OBRERO. No se preocupe, que yo también voy a coger el mismo.

MUJER. Gracias, es que estoy nerviosa.

ANCIANO. Nada, y sin saber la hora. Ya podrían poner relojes en las estaciones, que con lo que nos cobran…

ÉL. ¿Salimos fuera?

ELLA. Vale.

ANCIANO. ¿Y este señor, allí, durmiendo a pierna suelta? ¡Qué frescura!

MUJER. Estará cansado.

VOZ. Señores viajeros, el tren con destino a París efectuará su salida dentro de breves minutos, en el andén n° 2.

ANCIANO. Vamos, señora, corra.

MUJER. Niños, no os soltéis de mí, vamos.

(Salen todos, el profesor sigue durmiendo.)



ESCENA XIV

(Llega el jefe de estación.)

JEFE. Vamos, señor profesor, que le están esperando.

PROFESOR. ¿Esperando? (Sobresaltado.) ¿Qué dice?

JEFE. ¡Que se ha dormido usted!

PROFESOR. ¿Que me he dormido?

JEFE. Pues claro, hale, en marcha. La avería está reparada.

PROFESOR. ¿La avería?

JEFE. Sí, la avería. El tren partirá dentro de 5 minutos.

PROFESOR. ¿Qué tren?

JEFE. Pues el tren de París, su tren. ¿Ha olvidado que dentro de unas horas le esperan unos señores muy importantes?

PROFESOR. Pero entonces… es que he estado soñando…

JEFE. ¡Ah! ¿Sí?

PROFESOR. Ha sido un sueño, un sueño nada más. Oiga, ¿qué puerta es esa? ¿Adónde lleva?

JEFE. ¿Esa puerta? Esa puerta lleva al andén.

PROFESOR. ¿De veras?

JEFE. ¡Claro! Pero, ¿le ocurre a usted algo, profesor?

PROFESOR. (Sonríe.) No, nada. No me ocurre nada. Gracias. (Se levanta.)

JEFE. Entonces, dése prisa. Tome, no olvide su cartera.

PROFESOR. (Deteniéndose.) Ah, mi cartera. (Se queda pensativo.) Buen hombre, ¿quiere usted hacerme un gran favor?

JEFE. Naturalmente, estoy a sus órdenes.

PROFESOR. Gracias. Entonces llame usted a París y diga a esos señores que no me esperen.

JEFE. ¿Cómo? ¿Y no va usted a París?

PROFESOR. No. Ya no voy a París. Acabo de decidirlo.

JEFE. Pero, señor profesor, le esperan, ¿qué van a pensar?

PROFESOR. No importa. Lo que importa es lo que voy a hacer no yendo a París. Mire, aquí se acaban 20 años de mi vida. (Saca unos papeles de la cartera y los rompe a trocitos y los echa a la estufa.)

JEFE. ¿Por qué ha hecho usted esto, señor profesor?

PROFESOR. He perdido mi vida hasta ahora, buscando un arma para destruir a la humanidad. Ahora, voy a dedicar lo que me queda de vida para ayudar a salvarla.

JEFE. Señor profesor, ¿sólo por un sueño?

PROFESOR. Bueno, quizá no sea sólo por un sueño. Quizá sea también un poco, por los ancianos que nadie puede cuidar con cariño, los obreros agotados, las esposas de los que tienen que emigrar de su tierra, los niños que todo lo preguntan y todo lo aprenden, los recién casados, que piensan que la vida es de color de rosa, los estudiantes que, buscando un ideal, sólo encuentran consignas de un partido, los jóvenes irresponsables e inconscientes, las mujeres frustradas que en ninguna parte encuentran equilibrio, esa juventud que sólo piensa en divertirse sin pensar en su destino y su mañana, los adultos vanidosos e hipócritas… Por todos aquellos que han emprendido el viaje de la vida y que yo quisiera, como usted, que llegasen todos a un mejor destino. Me quedo por eso, y por mucho más que he aprendido… en una sala de espera.

Ya soy feliz

14 Minutos y 6 Personajes. A un joven desencantado con la vida, se le presentan diversos personajes que le indicarán cómo puede encontrar la felicidad, pero la felicidad la encontrará en las promesas de una vieja Biblia.

YA SOY FELIZ
Esther Villanueva

PERSONAJES

Joven
Dinero
Fama
Poder
Biblia
Radio


OBRA

En una sala hay un joven recostado en un sillón. Frente a él hay una mesa y a su espalda una librería.

JOVEN. (Pensativo) Pero… ¿Qué hago yo aquí? ¿Qué hago yo en este mundo? Nada. Absolutamente nada. Bueno… estudio, trabajo, me divierto: salgo los viernes por la noche con unos amigos para ir juntos a una discoteca, unas cañas, un poco de marcha y… y el lunes me despierto a otra monótona semana. Sí… realmente es muy divertido sobre todo si ese fin de semana no tenemos plan y encargamos un poco de chocolate. La gente se empeña en decir que es peligroso, que luego eso te engancha a otra cosa más dura pero ¿qué más dará? Lo importante es huir de todo esto, de esta tensión que se respira en el ambiente (se coge la cabeza entre las manos) ¡Ojalá explotara todo esto de una vez! (Se levanta y se apoya en la librería) Me pregunto dónde está esa felicidad tan buscada. Yo… yo sólo la puedo ver de lejos, sólo cuando voy a ver alguna de esas películas que te hacen llorar viendo a esos personajes tan buenos, tan delicados que a pesar de todo siguen siendo felices. Lástima que sean tan reales como… como Dios. (Sarcásticamente) Vaya, vaya con Dios. Si existiera un Dios tan bueno y tan amante… locos buscadores de felicidad: han encontrado en Dios su mejor trampa. En fin, cada loco… (Se recuesta y se queda dormido).

Las luces cambian, se vuelven más tenues y aparecen en escena tres personajes interrumpiendo el sueño del joven.

DINERO. (Sacudiéndole) ¡Hey, muchacho, despierta! ¿Cómo puedes dormir en un momento tan hermoso? Vamos, la vida es bella y hay que vivirla.

FAMA. ¡Claro! Y si tú no sabes cómo, aquí nos tienes a nosotros.

JOVEN. ¿Me podéis ayudar? ¿Cómo?

PODER. (Arrogante) Primero te presentaré a mis compañeros. Éste (señala a dinero) es Dinero.

DINERO. Aunque no te lo creas, la felicidad existe y nosotros, especialmente, podemos conseguir todos tus deseos.

PODER. (Señalando a Fama) Te presento a Fama.

FAMA. Vamos a ser grandes amigos. Juntos vamos a encontrar la felicidad, tu felicidad.

PODER. (Muy arrogante) Y yo, yo soy Poder. Gracias a mí, lo vas a conseguir todo. Y si lo tienes todo serás feliz.

JOVEN. (Desbordado de esperanza) Decidme, ¿qué debo hacer?

FAMA. Sólo tienes que desearlo y dejar que nosotros te guiemos. Tendrás que sacrificar algunas cosillas pero no te apenará.

JOVEN. ¿Qué cosas?

DINERO. (Despreocupado) ¡Bah! Cositas sin importancia, tonterías y fábulas. Te pondré un ejemplo: si empiezas a pensar en no hacer daño a otras personas, a ayudar a los amigos a cambio de nada, a perdonar… vamos, tonterías como el amor, no conseguirás avanzar en la vida, y por tanto no serás feliz.

PODER. Otra cosa que debes tener en cuenta es que las ideas propias siempre son estúpidas. Lo mejor que puedes hacer es dejarte llevar, no pensar y todo te irá sobre ruedas.
(Se enciende una luz procedente de la librería y se escucha una voz dulce)

BIBLIA. Ten cuidado. Piensa lo que vas a hacer antes de comprometerte.

JOVEN. ¿Quién eres?

BIBLIA. ¿No me conoces? Desde que eras un niño he estado aquí. Soy ese libro negro del centro. Recuerdo que de niño te gustaba cogerme y abrir mis finas páginas mientras el abuelo te contaba acerca de mí o de las historias que hay en mis páginas. Una de las historias que te contaba cuando hacías alguna travesura de mal gusto hablaba de un niño.

JOVEN. Jesús. Te recuerdo: eres mi Biblia.

BIBLIA. Supongo que recordarás el final de la historia. Cuando fue un joven como tú, Jesús fue asesinado para que algún día tú encontraras la felicidad. Sufrió mucho por ello, pero ahora está sentado junto a Dios, su Padre.

JOVEN. ¿Por qué apareces ahora si estabas ahí todo este tiempo?

BIBLIA. He estado observando cómo crecías y esperaba el momento en el que estuvieras preparado para comprenderme. Pero veo que no soy la única que te ofrece la felicidad.

PODER. (Enfadado) Oye, Biblia. Tú siempre has sido tan oportuna, y créeme, llega un momento en el que fastidias.

JOVEN. Un momento. Antes me habéis presentado las razones para confiar en vosotros para llegar a ser feliz. Dejad a mi vieja Biblia que se explique.

BIBLIA. Una sabia decisión. Te voy a demostrar las verdaderas intenciones de tus amigos. Enciende tu radio.
(Sobre la mesa coloca un aparato de radio y lo enciende)

RADIO. La situación en Centroamérica. Después de un tiempo de enfrentamientos entre la guerrilla y el ejército, ambos bandos han quedado francamente deteriorados. En la mañana de ayer murieron cerca de 1500 personas entre combatientes y población civil. Todavía queda el dolor en los muchos heridos, que se estiman el doble. La lucha por el poder en los países centroamericanos está…
(El joven apaga la radio visiblemente afectado)

BIBLIA. Hace falta escuchar poco para darte cuenta de lo que tu amigo Poder es capaz de hacer. Pero por favor, sigue escuchando.

RADIO. Tenemos en nuestro estudio un famoso psicólogo y sociólogo que nos va a hablar de las enfermedades nerviosas, psíquicas y sus causas. Díganos, doctor, ¿qué personas son más propensas a las enfermedades nerviosas?
Son propensas todas las personas sin excepción pero en índice de afección son las personas con grandes responsabilidades: ejecutivos, dirigentes sociales y políticos, y todo tipo de personas con un contacto especial con el público en general. Las causas se deben buscar en el intenso acoso físico y psíquico y a la falta de intimidad y vida privada. Esto unido a un trabajo muy duro hace que estas personas sufran un constante estrés, cansancio emocional y otras enfermedades que les obligan a refugiarse en el alcohol, drogas y otros tóxicos cuando no en la muerte.
Ahora continuaremos con usted, mientras escuchan un poco más de música para relajar los nervios.

BIBLIA. ¿Te das cuenta?

FAMA. No digas tonterías. La popularidad y la fama son mucho más gratificantes que lo que puedan acarrear.

DINERO. (Al joven) ¿No te hubiera gustado llevar la vida de lujo o poseer alguna de sus propiedades?

JOVEN. Lo que en realidad me importa es si eso les sirve para ser felices.

FAMA. ¿Lo puedes dudar? La felicidad es no necesitar de nada porque lo tienes todo.

BIBLIA. No te dejes confundir. Eso puede ser un factor pero lo que te proporcionará mayor felicidad es el amor. Une todos los factores que creas necesarios al amor y tendrás la fórmula de la felicidad. Ahora, deberás aprender a conservarla.

JOVEN. (Preocupado) Hasta el momento no has hecho otra cosa que acusar. ¿Qué me aconsejas?

BIBLIA. La mejor manera de vivir y ser feliz está en mis páginas. Cógeme, abre y lee.

JOVEN. (Obedece) “Busca primero el Reino de Dios y su justicia…”

PODER. (Interrumpiendo) ¡Pamplinas! Dios, su reino, su poder, su amor. Todo son fantasías.

JOVEN. Espera un momento. Deja que se explique. ¿Qué significa eso de buscar el Reino de Dios?

BIBLIA. Es intentar estar cerca de Dios.

DINERO. (Burlonamente) ¿Desde cuándo se puede estar cerca de lo que no existe?

FAMA. Y aunque existiera, no está aquí, y si no está, ¿cómo lo vas a encontrar?

BIBLIA. Abre y lee.

JOVEN. Jehová miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres para ver si había algún entendido que buscara a Dios. Bueno ¿se va a conformar con mirar?

BIBLIA. Abre y lee.

JOVEN. Porque has puesto a Jehová que es mi esperanza, al Altísimo por mi habitación; no te sobrevendrá mal ni plaga tocará tu morada, pues a sus ángeles mandará cerca de ti que te guarden en todos tus caminos. Oye, ¿por qué ha de hacer Dios eso?

BIBLIA. Porque Dios es amor.

PODER. Sí, de acuerdo, pero Dios no ha hecho nada por este mundo.

BIBLIA. Abre y lee.

JOVEN. Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su hijo unigénito para que todo aquel que en él cree no se pierda más tenga vida eterna.

FAMA. ¡Fantasías! Todo son promesas, promesas para una vida más allá.

BIBLIA. Abre y lee.

JOVEN. Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia y todas las demás cosas se os darán por añadidura.

BIBLIA. Todo lo que tú necesitas puede dártelo Dios; sólo porque te ama y porque ya le perteneces desde la creación y luego Cristo murió por ti.

JOVEN. (Angustiado) Dejadme, dejadme. Tengo las ideas confusas. Necesito pensar y recapacitar sobre lo que habéis dicho.
(Se deja caer sobre el sillón y salen los personajes. Desaparece la luz y al momento despierta. La luz vuelve a ser la del principio)
(Con angustia) Vaya sueño extraño. He soñado que me visitaban unas personas muy raras y que un libro hablaba. (Se queda mirando la librería, se levanta y se dirige hacia ella) ¡Qué raro! El libro está aquí, y es una Biblia como en el sueño. (Coge la Biblia) Este libro me cautivaba, sus palabras eran dulces, como llegadas de otro mundo… el libro me decía: “Abre y lee” y cada vez que lo decía era como un rayo de luz que penetraba en mi vida y me obligaba a obedecerle. Era capaz de convertir mi desilusión en esperanza. Lástima que sólo sea un sueño.
(Se sienta, abre la Biblia y lee. Se sobresalta) ¡Dios mío! Las palabras de mis sueño están aquí escritas.
(Comienza a buscar impaciente en las páginas) ¿Qué me ha ocurrido? ¿Será verdad? (Inclina su cabeza) Señor, creo que existes, y si es así Tú eres el único camino para encontrar la felicidad. No comprendo bien tu amor, pero sé que me amas. Sólo ahora he conseguido tener una ilusión para el futuro, un ideal para esta vida, necesidad de vivir, necesidad de ser útil, de hacer algo por los demás, y sobre todo, Señor, necesito saber cómo eres para poder seguirte, para poder amar como Tú amas, como Tú me has amado. Siempre te agradeceré que sin pedírtelo Tú me has ayudado y me has hecho comprender que sin ti no tengo nada, no soy nada. Te ruego que me perdones todo lo que me he reído de ti, todo lo que me he burlado de los que me hablaban de ti, y por las veces que he desoído los consejos que tenías para mí. Gracias por la esperanza que has puesto en mí y por dejar que te descubriera, y que así encontrara una vida hermosa que Tú pones delante de mí llena de amor. Gracias por este regalo, este libro insignificante pero lleno de sabiduría, amor, consejos y promesas para esta vida. Gracias por enseñarme a ser feliz.

¡Adiós, año viejo!


13 Minutos y 10 Personajes. Estimular a la juventud para permitir que Cristo reine supremo en su corazón durante el próximo año.

¡ADIÓS, AÑO VIEJO!


PERSONAJES

JOVEN. Que sea enérgico, de tipo atlético y dinámico. Se viste de sport.
AÑO VIEJO. Vestido con manto largo, con cabello y barba blancos. Trae una guadaña.
DEPORTES. Vestido para practicar un deporte. Trae consigo una pelota de baloncesto o algún otro objeto que se usa en deportes.
DIVERSIONES. Vestido para fiesta. Trae un casete en que está grabado algún canto objetable.
EDUCACIÓN. Con ropa apropiada para clase y trayendo varios libros grandes.
TRABAJO. Vestido con ropa de trabajo. Trae un martillo y un serrucho, u otras herramientas.
CRISTIANISMO. (Preferiblemente una señorita), vestida en ropa elegante o con un manto blanco trae una Biblia.
RECREACIÓN. Vestido con ropa de sport. Trae paletas de ping pong o de tenis, u otros objetos usados para recreación.
ENTRETENIMIENTO APROPIADO. Vestido con ropa de casa. Trae un casete con una grabación aceptable y un bueno libro.
MEDITACIÓN. Con ropa de vestir. Trae una Biblia y un libro devocional.



ESCENARIO.

Una sala amueblada con un sillón, una mesita, un estante para revistas, una lámpara, una radio pequeña, periódicos y otros objetos que puedan exhibir en el lugar disponible.

LA JUVENTUD MIRA RETROSPECTIVAMENTE

Un joven entra ruidosamente. Deja a un lado su bicicleta, se quita el sombrero y la chaqueta que deja desordenadamente sobre una mesa.

JOVEN. ¡Qué día! ¡Esto sí que es vivir! ¡Podría seguir andando en bicicleta toda la noche... si no tuviera que venir a comer! Me pregunto dónde estará mamá. ¡Tengo un hambre terrible! (Ve los titulares de un periódico.) ¿Y eso? (lee los titulares más sobresalientes acerca de la condición del mundo.) ¿Por qué tienen que suceder esas cosas para robarle a uno el placer de la vida? (Hojea el diario.) ¡Guerras, dificultades, crímenes, tumultos! Todo lo que uno lee está lleno de esas cosas. (Deja el diario a un lado y toma una revista.) Hasta las revistas están llenas de esos asuntos. Temo escuchar la radio, pues también en los informativos hablan de dificultades en (úsense nombres de lugares que en el momento tengan dificultades o algún otro lugar). Prefiero sentarme y leer mientras espero la cena. Probablemente pueda encontrar algún relato interesante que me ayude por un momento a olvidar los problemas del mundo. Se sienta en una silla cómoda, lee, cabecea y se duerme.

(Entra el Año Viejo, se dirige lentamente hacia el joven y le toca con una guadaña.)

JOVEN. (Hablando como en sueños, sorprendido pero sin levantarse.) ¿Quién... quién eres tú?

AÑO VIEJO. Soy el Año Viejo (poner la fecha del año de la representación.)

JOVEN. ¿El Año Viejo? ¿Qué quieres decir? ¿Por qué estás aquí?

AÑO VIEJO. Estoy aquí para cumplir una misión. Eres joven y fuerte, lleno de gozo de vivir y tienes la energía para realizar grandes cosas. Pero no estás listo para el Año Nuevo. He venido para estimularte a pensar en el pasado y para darte una visión de las cosas por venir. Te ayudaré a hacer frente al futuro.

JOVEN. ¡Vete! No te quiero aquí. El pasado se ha ido ¿Por qué no olvidarlo! Nadie sabe lo que le depara el mañana. Deja que el futuro traiga consigo sus sorpresas.

AÑO VIEJO. ¡Así no, joven amigo! Todas las perspectivas del mañana se basan en las realidades de hoy; mediante el uso juicioso del conocimiento y la experiencia del pasado es como un joven puede prepararse para los triunfos del mañana. Haz caso, entonces, a lo que voy a revelarte. Las cosas que te ocupan el tiempo te hablarán. (Con voz autoritaria): Deporte, entra y trae tu mensaje de otros tiempos.

DEPORTE. (Entra rápidamente). Sí, la juventud y yo somos grandes amigos. Hemos pasado juntos muchas horas y tenido momentos muy alegres. Hemos llamado la atención del Mundo y nos hemos cubierto de gloriosa fama. Hemos vivido muy bien juntos... ¡La juventud y yo!

AÑO VIEJO. Permíteme hacerte una pregunta: ¿Cuánto bien verdadero has hecho?

DEPORTE. He formado centenares de cuerpos sanos.

AÑO VIEJO. ¡Y arruinado la salud de muchos otros centenares!

DEPORTE. Sí, debo admitir eso. Pero he traído fama y fortuna a muchos.

AÑO VIEJO. Y derrota y tristeza a otros tantos.

DEPORTE. Bien, pero he proporcionado mucho dinero que se ha destinado a la caridad.

AÑO VIEJO. Y empobrecido a muchos millones que han apostado grandes sumas de dinero como resultado de tus torneos. Ponte a un lado, que más tarde oiremos acerca de ti. Ahora hablaremos un poco más acerca de tu hermana la Diversión. (Deportes se mueve hacia atrás, y entra Diversión).

DIVERSIÓN. La juventud se alegrará de verme, porque muchas veces se cansa de los deportes demasiado intensos. Lleno las horas tranquilas con pasatiempos placenteros: juegos de azar de todas las clases, música popular, lectura excitante y cómica, el cine, los bailes y muchas cosas enervantes. Proporciono bebidas, comidas... y hasta perfumes que apasionan. Me gusta ver alegre a la juventud. Y a todos los jóvenes también les gusta mantener la mente libre de la opresión de las cosas serias.

AÑO VIEJO. ¡Basta! Tus propias palabras te condenan. No debo siquiera argüir contigo. Ponte a un lado, que deseamos seguir viendo que más nos viene del pasado. ¿Qué puedes decir tú, Educación? ¿Qué tienes que decir? (Entra Educación, y Diversión se coloca junto a Deporte).

EDUCACIÓN. Bien, cierto tipo de jóvenes no se preocupan tanto por mí como por las demás cosas aquí presentes. He tenido que cambiar por completo mi plan y mi propósito a través de los años a fin de complacer a la juventud. He tratado de disfrazar el aprendizaje con juegos; he tenido que ocultar el conocimiento en historias, dramas, películas y programas de radio y televisión; y he tenido que recurrir al ofrecimiento de muchos premios para estimular a la juventud a seguirme. Por lo que acabo de decir, ves que he tenido que llamar a mi auxilio a Deporte y a Diversión a fin de hacerme popular. He tenido que abandonar muchas ideas antiguas a fin de que el aprendizaje se torne fácil y exija el menor esfuerzo posible.

AÑO VIEJO. ¿Quieres decir que eres la misma Educación que conocieron los padres de la generación actual?

EDUCACIÓN. Se espera que yo produzca los mismos resultados, pero soy completamente distinta.

AÑO VIEJO. Permíteme formularte la misma pregunta que le hice a Deporte: ¿Cuánto bien real has hecho?

EDUCACIÓN. ¿Bien? Simplemente, para tener tu respuesta, mira a los millones de jóvenes que pasan por las aulas de excelentes escuelas.

AÑO VIEJO. ¿Están ellos preparados para el futuro?

EDUCACIÓN. ¡Por supuesto! Les enseño cómo llevarse bien unos con otros y cómo ganarse la vida.

AÑO VIEJO. Esto está bien; pero lo que preguntan es si están preparadas para el futuro final, cuando el tiempo se convierta en eternidad.

EDUCACIÓN Nada sé acerca de eso. Esa materia no es de mi incumbencia. Dejo eso para el Cristianismo.

AÑO VIEJO. En eso fallas. Más tarde interrogaremos a Cristianismo, pero antes escucharemos a alguien a quien solemos llamar Vocación, Labor o Trabajo. (La Educación se junta con los otros y entra Trabajo).

TRABAJO. No tengo tanta suerte con la juventud como la Educación. Nadie me ha hecho demasiado popular con los jóvenes. Por supuesto, si la paga es muy elevada, la gente está dispuesta a dedicarme algo de tiempo. Al igual que Educación, he cambiado mucho en los tiempos modernos. Antes los obreros se sentían orgullosos de mí, y trataban de terminar su labor en la forma más perfecta posible. Ahora, sin embargo, la mayoría de ellos sólo se interesa en pasar conmigo el menor tiempo posible y llevarse grandes sumas de dinero. A pesar de eso, todavía soy quien alimenta, viste y aloja al mundo.

AÑO VIEJO. Sí, amigo, tu preocupación es justificada, puesto que muchos jóvenes no aprenden que el trabajo honrado es honorable.

TRABAJO. Lo que más me pena es contemplar la enorme cantidad de gente que pasa por la vida con la idea de que el mundo le debe lo necesario para la subsistencia.

AÑO VIEJO. ¡Eso es verdaderamente triste! Pero, por ahora, no podemos resolver ese problema. Únete también a esos otros y veremos más tarde lo que podemos hacer. Ahora debemos invitar a otro visitarte. Cristianismo, ven por favor y presenta tu mensaje (el Trabajo se junta con los demás y entra Cristianismo, pero se detiene apenas traspasa la puerta).

CRISTIANISMO. Temo estar fuera de lugar. No se me invita aquí muy a menudo. Esos otros ocupan tanto tiempo de la juventud que ésta casi me ha olvidado. Generalmente no entro aquí a menos que se me desee; por tanto, quizá no debo quedarme. (Se da la vuelta para retirarse).

AÑO VIEJO. ¡Espera, Cristianismo! Se te necesita aquí. Tienes un mensaje que nadie más puedes dar.

CRISTIANISMO. Es verdad. Tengo un gran mensaje: Buscad primero el reino de Dios y su justicia (Mateo 6:33).

DEPORTE. ¡Escuchad eso! ¡Qué egoísmo! El Cristianismo no se satisface con el tiempo que se le dedica. ¡Desea todo el tiempo!

EDUCACIÓN. Sí, por eso es que hace tiempo que no quiero saber nada de Cristianismo. Si uno le permite, domina todas las cosas.

AÑO VIEJO. ¡Escuchad! Cristianismo entró aquí para dar su mensaje; Guardad silencio y escuchadlo. Ahora, Cristianismo, toma la palabra. Muestra a la juventud lo que puedes hacer cuando se te permite llevar a cabo tu programa. (El Año Viejo poco a poco se encamina hacia la puerta, pero no sale).

CRISTIANISMO. Voy a tratar de hacer una demostración lo más claramente posible. Es verdad que trato de controlar cada momento; pero no como dictador, sino como un compañero amigable en todas las actividades. Hago que cada momento sea más feliz al dar un significado más profundo a todas las coas. Verán todos lo que quiero decir tan pronto como toque a cada uno de estos personajes que representan las cosas que ocupan el tiempo de la juventud. Bajo mi programa, aparecerán de distinta manera. Primero, trabajo. (Cristianismo toca Trabajo; este se adelanta.)

TRABAJO. Cuando Cristianismo rige las cosas, ocupo el lugar que me corresponde. La mensajera del Señor dice que la religión debe influir sobre todo trabajo, que cualquier trabajo físico honrado es una bendición, y que tanto el trabajo físico como el mental mantienen la salud mental y moral. Nuestro propio Salvador glorificó el trabajo con el oficio de carpintero, en el taller de su padre adoptivo, José.

CRISTIANISMO. Ahora hemos comenzado. Acto seguido tocará a Educación y ved los cambios que se verifican en ella. Educación dijo que nada sabía de Dios, porque a mí me corresponde enseñar las cosas espirituales a la juventud. Sí, es verdad; esa es mi función; pero la Educación puede ayudarme a llevarla a cabo. (Cristianismo toca a Educación, que se adelanta. Toma una Biblia que está oculta entre los libros que traía y la pone encima de todos).

EDUCACIÓN. Sí, con el Cristianismo soy muy diferente. Ahora veo que el “temor de Jehová es el principio de la sabiduría”. Cuando descarto la así llamada “Ciencia” y la especulación humana, hay armonía perfecta entre la palabra de Dios y sus propias obras.

CRISTIANISMO. Hasta ahora hemos andado muy bien. Ahora tocaré a Diversión y a Deportes juntos y veremos qué sucede. (Cristianismo toca a los mencionados, que inmediatamente se retiran).

DIVERSIÓN y DEPORTE. ¡No podemos estar aquí! ¡Nos vamos!

CRISTIANISMO. ¡Exactamente como yo pensaba! Ahora ¿qué podemos esperar? ¿Hay algo con qué remplazar a estos ausentes? (Entran Recreación y Entretenimiento apropiado).

RECREACIÓN. Nos alegramos de ocupar los lugares dejados vacíos por Diversión y Deporte.

CRISTIANISMO. Bien, ¿quiénes sois? Y, ¿en qué sentido sois diferentes?

RECREACIÓN. Soy Recreación, y aquí está mi compañero, Entretenimiento apropiado. Hay una gran diferencia entre nosotros dos y los que se han ido. Nunca traigo un espíritu combativo de competencia a mis juegos. No apruebo el hecho de que miles de personas se sientan en nerviosa excitación mientras unos pocos competidores hacen todo el ejercicio. No permito que los participantes se lastimen unos a otros. Junto con el placer de mis juegos, proporciono ejercicio saludable. Hasta el trabajo físico de una naturaleza diferente al del trabajo regular puede convertirse en una recreación placentera. Recreación significa: Re-creación. Una renovación de las energías del cuerpo y de la mente.

ENTRETENIMIENTO APROPIADO. También soy diferente de pasatiempo ocioso. En vez de llenar los momentos libres con actividades sin valor o perjudiciales, trato de que cada momento sea bien usado. Ofrezco buena lectura, música elevadora y pensamientos puros. Estimulo toda clase de aficiones y fomento intercambio social sano con compañeros cristianos.

CRISTIANISMO. Todo esto me gusta mucho. Si los jóvenes solamente aceptan nuestros planes, estoy seguro de que serán felices. Pero todavía nos queda una sorpresa. ¡Meditación!, ¿puedes venir?

MEDITACIÓN. Cuando los jóvenes permiten que el Cristianismo actúe libremente, siempre me invitan. Vengo para llenar las horas con pensamiento de Dios. Ahora, como nunca antes, la juventud, debe dedicar tiempo al estudio de la Biblia y la oración. La oración es lo que da poder en la vida y permite tener éxito al seguir las instrucciones de la Palabra de Dios. La juventud encontrará nueva paz y gozo al dedicar tiempo para mí. (El Año Viejo, de pie en la puerta, se vuelve a todos los otros personajes).

AÑO VIEJO. ¡Muy bien hecho, amigos! Habéis defendido magníficamente vuestras respectivas causas, pero ahora debemos irnos. No podemos decidir por la juventud en cuanto a la manera de usar su tiempo. Hemos hecho lo mejor que nos ha sido posible, y ahora nos corresponde irnos rápida y silenciosamente. (Todos se van mientras Año Viejo se queda en la puerta. Un solista canta un himno apropiado.) (El Joven se mueve, y al terminar el canto habla el Año Viejo.) ¡Joven, despiértate! Debes decidir cómo has de usar tu tiempo en el futuro. (Sale)

JOVEN. Debo de haber estado durmiendo. ¡Qué sueño he tenido! Me doy cuenta de cuán necio he sido; pero, con la ayuda de Dios, daré el primer lugar a las cosas más importantes. De ahora en adelante, daré al Maestro el primer lugar de mi corazón, y le permitiré que me dirija a fin de que pueda usar cada precioso momento de la mejor manera.