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2012 - España

El otro mago

25 Minutos y 18 Personajes. El mago Artabán descubre la estrella de David y organiza un viaje para conocer al pequeño Rey. Varios sucesos le impedirán que llegue con los otros magos y emprenderá una búsqueda de Jesús que lo llevará hasta el Calvario.

EL OTRO MAGO

PERSONAJES

ARTABÁN
MAGO 1
MAGO 2
MAGO 3
MAGO 4
HEBREO 1
MUJER 1
MUJER 2
MUJER 3
MUJER 4
HEBREA
SOLDADO 1
SOLDADO 2
JOVEN
COBRADOR 1
COBRADOR 2
HEBREO 2

VOZ


PRIMERA ESCENA

(Aparecen en escena cuatro hombres o seis, ricamente vestidos a la moda oriental. La mayor parte son ancianos. Uno de ellos, Artabán, representa a un hombre joven de aspecto soñador. La escena se representa en una terraza, donde se ven telescopios y aparatos astronómicos. Todos sentados en cojines en el suelo menos el mago joven que se acerca con una charola con café y galletas.)

ARTABÁN. Veo en sus venerables rostros que están deseosos de saber el motivo que me ha impulsado a reunirles en mi casa. En verdad, algo extraordinario acontece. Si miran el brillo de las estrellas, que brillan más que nunca en esta noche tan llena de misterios, ellas podrían contarles lo que sucede.

MAGO 1. En verdad, te veo como iluminado por una luz misteriosa. ¿Podríamos saber cuál es el motivo de esa dicha que te embarga?

ARTABÁN. Verán. Ustedes conocen, como yo, los antiguos manuscritos. Ustedes saben observar el curso de las estrellas, su brillo y sus movimientos. Pues bien, yo he consultado dichos manuscritos, porque me he sentido atraído más que nunca por el brillo de las estrellas y ¿saben cuál ha sido mi descubrimiento?

MAGO 1. ¡Nos tienes llenos de curiosidad!

MAGO 2. No demores tu respuesta, ¡habla!

ARTABÁN. ¿No recuerdan ustedes, hombres sabios, que los rollos antiguos nos hablan de un Rey que ha de ser enviado de los Cielos?

MAGO 3. Justamente dices bien, noble señor. Y… si mal no recuerdo, los manuscritos nos hablan de su nacimiento y de la aparición de una misteriosa y deslumbrante estrella.

MAGO 1. Tienen razón, mas nada nos dice que esos tiempos estén próximos.

ARTABÁN. Se equivocan y…. he aquí justamente la causa de que les haya invitado a venir a mi morada.

MAGO 2. ¿Has descubierto algo?

ARTABÁN. Sí. Desde hace varias noches observo el firmamento y escudriño los antiguos manuscritos. He notado un movimiento anormal en el espacio sideral, como si estuviéramos en vísperas de algún gran acontecimiento.

MAGO 2. Y, ¿qué dicen los manuscritos antiguos?

ARTABÁN. Las señales y signos indican la aparición de una extraordinaria estrella, la cual, según nos dicen los manuscritos antiguos, ha de servir como guía al lugar donde nacerá el Rey de reyes, el Enviado de los Cielos.

MAGO 3. Pero, ¿quién puede fiarse de tales cosas? A veces las Escrituras son torcidas por nuestras falsas interpretaciones y pudiera ser producto de tu mente cansada a causa de los desvelos en el estudio de los astros.

ARTABÁN. No, venerable sabio. Para estar seguro de mis observaciones, he enviado mensajes a otros tres sabios, cuya fama y seriedad no dejan lugar a dudas y todos están de acuerdo con mis observaciones. Y hay más aún. Dentro de dos días nos hemos de encontrar en la Peña Grande, para continuar unidos hasta el lugar de ese acontecimiento sobrenatural. Y he aquí el motivo de esta reunión: quiero invitarles a que vengan con nosotros a encontrar al Rey de reyes. Ya he vendido todas mis posesiones, aun este mismo lugar donde estamos. Y con el importe, he comprado tres preciosas joyas, las más preciosas que jamás he contemplado, para ofrecerlas al Rey que ha de venir. (Pausa.) ¿Vendrán conmigo, venerables señores?

MAGO 1. (Se pone en pie.) Has de dispensarnos, pues hemos prometido asistir a la inauguración de un nuevo templo.

MAGO 2. (También se pone de pie.) Es verdad, nos has de dispensar al no aceptar tan sincera invitación. (Ambos salen.)



SEGUNDA ESCENA

MAGO 3. (Todos menos magos 1 y 2. El Mago 3 se pone en pie y Artabán también.) Aun cuando quisiera acompañarte, no me sería posible por mi edad. Más imploraré la bendición de los dioses para que te vaya bien en tu viaje. ¡Hasta luego! (Hace una reverencia y sale.)




TERCERA ESCENA

ARTABÁN. (Solo. Por un momento aparece entristecido, pero de pronto recobra su buen humor, saca una bolsa y de ella tres joyas.) He aquí mi tesoro que he de ofrecer al Rey que ha de venir. Un diamante que iguala al fulgor de las estrellas, un rubí, como una gota de sangre y la más hermosa perla que han contemplado mis ojos. Todo, todo, para el Enviado del Dios de los Cielos. (Pausa.) Prepararé pronto el viaje y a la media noche saldré hacia la Peña Grande.




SEGUNDO ACTO

(La escena representa un camino junto a unos matorrales y junto a los matorrales un hombre mal herido vestido como un hebreo.)

ARTABÁN. (Entra precipitadamente, y ya al salir oye un quejido y se detiene.) No quisiera engañarme, pero me parece haber oído a alguien quejarse. (Ve al hombre, lo contempla de cerca.) ¡Pobre hombre, es un hebreo, y está gravemente herido! ¿Qué puedo hacer yo por este hombre? El tiempo de que dispongo es limitado, sólo me queda el preciso para llegar a la Peña Grande, donde encontraré a los otros Magos. Si no estoy a la media noche, ellos partirán solos y… cómo podré saber dónde nacerá el Rey de reyes. ¡Mejor es que no me detenga! (Vuelve a andar más, otro quejido lo detiene.) ¡Señor! ¿Qué he de hacer? ¡Ilumíname para que haga yo voluntad! (Pausa.) ¡He de curarlo! Después me apresuraré y recobraré el tiempo perdido. (Se arrodilla junto al herido y le cura sus heridas por unos 30 segundos. Le da de beber y le habla.) Buen hombre, ¿quiénes le han puesto en este estado tan miserable? ¿Se siente mejor?

HEBREO 1. Sí, mil gracias. ¡Jehová se lo pague en bendiciones!

ARTABÁN. Entonces, me apresuro, pues si no me encuentro con los otros Magos, ¿cómo podré saber dónde nacerá el Rey de reyes? Sé que será de tu pueblo, de los hebreos; pero… (El hebreo le interrumpe.)

HEBREO 1. Puedo ayudarte, y así pagar en algo el favor que me has prestado. Las Escrituras dicen que nacerá en Belén de Judea.

ARTABÁN. ¡Adiós, buen hombre, y gracias por tu consejo! ¡Sí! ¡Llegaré a tiempo!



TERCER ACTO

(Aparece en la Peña Grande, que representa lugar a las afueras de la ciudad en donde se ve una gran roca color rojo ladrillo. Recoge un papel y lo lee.)

ARTABÁN. He llegado tarde. He aquí la nota que me han dejado. (Leyendo.) “Te esperamos hasta la media noche y seguimos en pos de la estrella. Te esperamos en Belén.” ¿Cómo pasaré el desierto? Tengo que comprar camellos y provisiones y todo mi capital está en estas joyas. Señor, ¿qué debo hacer? ¿He de vender una de estas joyas que tengo para ofrecer al Rey que nos envías? Oigo en mi corazón tu voz que me dice que bien vale tal sacrificio. La vida de aquel hombre fue salvada de una muerte segura. La venderé, aun me quedan dos para ofrecerle. (Sale.)



CUARTO ACTO

(La escena representa una calle de Jerusalén y aparece en ella Artabán.)

PRIMERA ESCENA

ARTABÁN. ¡Al fin he llegado! El inmenso desierto no ha mermado mis ansias de contemplar al Rey de los Cielos. ¿A quién preguntaré? He aquí tres mujeres. Al parecer son hebreas. Les preguntaré. (Entran dos mujeres con cántaros en los hombros.) Mujeres de Jerusalén, ¡la paz de Dios les acompañe!

MUJER 1. ¡La paz sea con usted, noble extranjero! Su rostro y sus ropas, a la par de su nobleza, denuncian un largo viaje.

ARTABÁN. Bien dice, pues de lejanas tierras he venido en busca del Rey de reyes que ha nacido. Pero, perdí a mis compañeros de viaje. ¿Saben por ventura dónde ha nacido el Hijo de Dios?

MUJER 2. ¿Quién no conoce tan gratas nuevas? Hace poco han pasado por aquí tres Magos con rico séquito y vestiduras preciosas y han seguido a una estrella que les guiaba. Creo que fueron hacia Belén de Judea.

MUJER 1. Las Escrituras dicen que en ese lugar nacerá el Cristo. ¿Piensa ir también usted?

ARTABÁN. Justamente. Sólo he viajado día y noche para encontrarlo. Salgo pronto hacia Belén Muchas gracias. Dios les premie. ¡Adiós!

MUJERES. ¡Adiós, noble Señor! ¡Hasta la vista!

(Sale Artabán.)



SEGUNDA ESCENA

MUJER 3. En verdad que todo esto es misterioso: Magos, estrella. Todo parece anunciar el cumplimiento de las Escrituras.

MUJER 2. ¿No saben que Herodes pidió a los Magos que volvieran por aquí para ir él también a adorarle? He oído que los Magos no regresaron y Herodes, lleno de grande ira, ¡piensa enviar a su ejército para dar muerte a todos los niños menores de dos años!

MUJER 3. Temo que sucedan cosas graves, lo mejor será que estemos tranquilas en nuestras casas.

MUJER 2. Tienes mucha razón, ¡no me gustan los asuntos donde estos romanos se meten! ¡Vámonos!



QUINTO ACTO

(La escena representa una casa en Belén. En el fondo aparece una hebrea con un niño en brazos.)

ARTABÁN. (Se detiene al verlos.) ¡Será éste, Señor, el niño! Estoy muy agotado, no podré encontrarlo. ¡Señora! ¡Señora! (En este momento un ruido inmenso les interrumpe. Artabán sale a la puerta rápidamente, se oyen gritos, llantos, ruido de aceros.) ¡Algo grave sucede, veo mujeres corriendo, con niños en brazos y soldados con espadas en alto! ¡Dios Santo! ¡Matan a los niños! (Detiene a una mujer que pasa.) ¿Qué pasa, qué sucede, buena mujer?

MUJER 4. ¡Dios tenga misericordia de nuestros hijitos! ¡Herodes ha mandado matar a nuestros niños! (La hebrea se arrincona apretando el niño entre los brazos.)

ARTABÁN. Pero, ¿qué crimen pueden haber cometido estas inocentes criaturas?

MUJER 4. Herodes, el sanguinario, en su ira, y temiendo que el Rey que ha nacido, tome su trono, ha ordenado la muerte de todos los niños menores de dos años.

ARTABÁN. ¡No podrá contra el enviado de Dios!

(La Mujer 4 se apresura en su camino y es interceptada por el Soldado 2.)

HEBREA. ¡Señor, ten piedad de mi hijito! (Hacia Artabán.) ¡Ayúdeme, señor!

ARTABÁN. ¿Qué podré hacer yo?

(Aparece en la puerta el Soldado 2 con la espada en alto, roja, ensangrentada, detiene a la Mujer 4 y trata de arrebatarle su niño mientras ella grita y forcejea. Al no poder con ella, el Soldado 1 mata a la Mujer 4 y a su niño juntos.)

SOLDADO 2. ¡Mueran, sucios hebreos! (La mujer cae muerta. Entra el Soldado 1 y se abalanza contra el niño de la hebrea que da un gran grito. Artabán interpone su cuerpo protegiendo a la hebrea.)

SOLDADO 1. ¡Quítate de en medio, extranjero, si no quieres probar el filo de mi espada!

ARTABÁN. (Sacando de la bolsa el rubí que mira a la luz.) Mire, valiente soldado, lo que tengo aquí: el rubí más grande y precioso de la tierra. Parece sangre, ¿verdad? ¿Creo que podremos encontrar la forma de arreglarnos? El rubí será suyo.

SOLDADO 1. (Titubea por unos segundos y luego se dirige a Artabán, toma el rubí de su manos y lo codicia.) Lo aceptaré, solo por piedad, pero no lo dirán a nadie, o de lo contrario... (Amenaza con su espada, y luego hecha el rubí en una bolsa de cuero y sale.)

ARTABÁN. (Voltea hacia la hebrea, se sienta en una silla y dice en un tono triste.) Señor mío, perdóname si he hecho mal. ¡Tomé el rubí ofrecido al Rey! (Pausa.) Pero he salvado la vida de un inocente.

HEBREA. (Arrodillada.) Gracias, señor, ha salvado a mi hijo. ¿Cómo podré pagarle?

ARTABÁN. (Mientras le ayuda lentamente a levantarse.) No tiene que pagarme, sólo he hecho lo que creí correcto y bueno. Buscaba al Rey de los judíos que ha nacido y Jehová me da la oportunidad de salvar a su hijo. ¡Más aun no he encontrado al Rey de reyes!

HEBREA. ¿Se refiere al Mesías del que hablan las Escrituras?

ARTABÁN. ¡Precisamente! A él mismo me refiero.

HEBREA. Ha nacido para salvación de nuestro pueblo, en un humilde mesón fuera de la aldea.

ARTABÁN. (Con ansias.) ¡Dígame, pronto, dónde está él, deseo mucho entregarle mis presentes y adorarle!

HEBREA. No le encontrará, ya hace algún tiempo sucedió.

ARTABÁN. ¿No le habrán dado muerte los soldados?

HEBREA. No. Los hombres no podrán contra Él, y se rumora que han partido hacia Egipto.

ARTABÁN. Pues hacia Egipto he de partir. Dios me ha de permitir hallarle. (Pausa.) ¡Adiós, buena mujer!

HEBREA. ¡Adiós, noble extranjero! Dios le premie por su noble corazón.

(Sale Artabán.)



SEXTO ACTO

(La escena representa una calle de Jerusalén, aparece Artabán caminando lentamente, sus cabellos blancos, su paso indeciso, se apoya en un bastón viejo, sus ropas desgastadas y polvorientas. Gran número de personas de un lado para otro, algunas rápidamente.)

ARTABÁN. Hace 33 años que le busco en vano. De Belén fui a Egipto, de Egipto a Jerusalén, de Jerusalén a Galilea. ¡He recorrido toda Palestina!, y ahora, por tercera vez, vuelvo a Jerusalén, viejo y extenuado. Quizá el Dios de los Cielos me permita verle antes de morir. (Pasan algunos.) ¿Qué sucederá hoy en Jerusalén? Noto un cierto alboroto en la gente, poco común. (Pasa un hombre.) Dígame, buen hombre, ¿qué sucede?


HEBREO 2. Pero, ¿acaso es usted el único en Jerusalén que no lo sabe? Todos vamos hacia la Puerta de Damasco (señala con su mano izquierda hacia la panorámica), porque van a crucificar a un nazareno, que se dice Rey de los Judíos. También le llaman Hijo de Dios. Hace poco pasó por aquí cargando su cruz. Ya me voy, pues ¡no quiero perder tal espectáculo!

ARTABÁN. ¡Al fin le hallo! Pero, Señor, ¿cómo han de matarle? ¿Qué mal ha hecho? Tengo que hallarle antes de que muera (Saca la perla.) Aun guardo la preciosa perla, y he de ponerla a sus pies, aun cuando sea en el momento de su muerte. (Camina hacia la salida, pero al oír un ruido y gritos, se da la vuelta. Aparecen una mujer y dos hombres siguiéndola, la mujer corre y se abraza a los pies de Artabán.)

JOVEN. ¡Sálveme, señor! ¡Sálveme! ¡Me quieren meter en la cárcel porque no tengo dinero para pagar! ¡Quieren venderme como esclava para saldar la cuenta! Usted es noble, solo usted podrá salvarme.

ARTABÁN. (Sostiene aún la perla en la mano.) Pero, ¿cómo, hija mía?

COBRADOR 1. (Tiran de la mujer.) A la cárcel con ella, allí se pudrirá hasta que pague.

COBRADOR 2. ¡A la cárcel con la mujer, y veremos si no paga!

ARTABÁN. ¡Deténganse! ¡Deténganse ya! Yo pagaré por ella. Tomen esta preciosa perla.

COBRADOR 1. (Toma la perla con indecisión, pero al verla de cerca, la codicia.) Parece un buen ejemplar de perla. Creo que… a penas cubre la deuda de esta mujer. Bien, la mujer es suya.

COBRADOR 2. ¡Sí, la mujer es suya! (Guardan la perla entre sus ropas y se retiran con burla.)

ARTABÁN. (Artabán ayuda a la joven a levantarse. En ese momento se siente un fuerte temblor de tierra.) ¡Está temblando la tierra! ¡Es Jesús que ha muerto y no pude ofrecerle mis tesoros! ¡Me he esforzado por tantos años y no pude mostrarle mi lealtad al Señor Jesús! (Le cae a Artabán una gran roca en la cabeza que lo tierra al suelo. La joven se acerca para ayudarle.)

JOVE. ¿Qué le pasa, señor? ¡Contésteme, responda! (Artabán no contesta, ella solloza suavemente. Se oye una música muy dulce y suave y después una voz.)

VOZ. “Buen, siervo y fiel. En lo poco has sido fiel, en lo mucho te podré. Porque estuve desnudo y me vestiste, hambriento y me diste de comer, sediento y me diste agua para beber”.


ARTABÁN. (Alza los ojos a los cielos.) Señor Jesús, si yo nunca te conocí, ni te vi hambriento, ¿cómo dices que te di de comer? Si nunca te vi herido, ¿cómo dices que sané tus heridas? Si nunca te vi desnudo, ¿cómo pude haberte vestido? (Inclina la cabeza y muere.)

VOZ. “Por cuanto lo hiciste a uno de estos mis hermanos pequeñitos, a mí lo hicisteis”. Tu vida ha sido una ofrenda que me ha sido grata. “Ven, entra al gozo de tu Señor.”

1 comentario:

Anónimo dijo...

Wow! Muchísimas gracias. Dios siga bendiciendo su obra.