15 Minutos y 10 Personajes. Basado en la historia que narra el momento en que Natán amonesta a David, luego de que éste pecara con Betsabé. Dios nos conoce y sabe todo lo que hemos hecho, aun nuestros pecados ocultos.
TÚ ERES ESE HOMBRE
Luís Enrique Torres
Pasaje bíblico: 2ª Samuel 11, 121-25, Salmo 51.
Objetivos:
a) Comprender que Dios conoce nuestros caminos.
b) Reconocer y confesar nuestros pecados ocultos.
c) Al finalizar la obra los espectadores deben tener la convicción de su necesidad de arrepentimiento y de confesión de sus pecados y faltas.
PERSONAJES
NARRADOR
DAVID
NATÁN
GUARDIA
HOMBRE POBRE
ESPOSA
HIJO
HOMBRE RICO
SIRVIENTE
VISITANTE
Nota: Esta obra puede usarse también para títeres.
ESCENA 1
Esta escena se desarrolla en el salón del trono del palacio de David, en el se encuentra el trono en donde se encuentra sentado David, vestido de ropas reales y una corona de oro en su cabeza. David se encuentra pensativo, parece que algo le preocupa.
NARRADOR. Muchas veces pensamos que nuestros actos quedan ocultos, pero ante Dios no podemos esconder nada, porque él escudriña y conoce los más profundo de nuestro ser, porque como alguien dijo ante Dios somos libros abiertos, cartas leídas.
Esto es lo que descubrió David, rey de Israel, quien pecó quebrantado la ley de Dios; y trató de ocultar lo que había hecho, pero Dios que todo lo sabe envió a su profeta, Natán para que exhortará a David y lo moviera al arrepentimiento –porque a pesar de su pecado Dios amaba a David-
GUARDIA. ¡Su majestad!
DAVID. Si ¿Qué sucede?
GUARDIA. Afuera hay alguien que quiere verlo.
DAVID. ¿Tiene audiencia para hoy?
GUARDIA. No.
DAVID. Entonces decidle que saque turno y que venga otro día, que sin audiencia no lo puedo recibir.
GUARDIA. Pero esta persona dice que tiene algo muy importante que decirle.
DAVID. ¿Y quién es esta persona si se puede saber?
GUARDIA. El profeta Natán,
DAVID. ¿Natán? Pero hombre porque no empezó por ahí, hágalo pasar rápido.
(El guarda sale rápidamente, y cuando regresa lo hace con Natán.)
GUARDIA. su majestad, aquí está el profeta Natán.
DAVID. Está bien, puedes irte.
(El guardia sale, y quedan David y Natán.)
DAVID. Natán, ¿cómo estás? Perdona que te hice esperar, lo que pasa que el guardia no me dijo que eras vos, es que es nuevo y todavía no esta acostumbrado a los asuntos del palacio.
NATÁN. No se preocupe su majestad, que no hay problema.
DAVID. De seguro que viajaste mucho para venir hasta el palacio ¿quieres tomar algo?
NATÁN. No, está bien.
DAVID. Bueno, que es lo tan importante que me querías decir.
NATÁN. Su majestad, tengo que contarle algo que ha pasado en el pueblo, entre dos hombre, es terrible, es algo muy serio.
DAVID. Bien te escucho...
ESCENA 2
En esta escena los personajes son mudos, ya que ellos representan lo que el narrador va diciendo, estos pueden ser mimos.
NARRADOR. Un hombre muy pobre tenía una ovejita, a quien había criado desde muy pequeña, ella había crecido junto a él y su familia, hasta tal punto que era como parte de su familia.
Tanto que la ovejita dormía con ellos, jugaba con sus hijos, iba a donde ellos iban, todos eran muy felices juntos, porque a pesar de toda su pobreza ellos tenían la riqueza del amor que tenían mutuamente.
ESCENA 3
(El hombre rico se encuentra sentado en un gran escritorio con muchos libros y carpetas, demás de cajas con monedas, él se encuentra leyendo un libro y sacando cuentas.)
NARRADOR. Pero cerca de allí, en una gran mansión vivía un hombre muy rico, más también muy egoísta y avaro, con un corazón muy duro, que no conocía lo que era la misericordia.
Este hombre sólo pensaba en cómo tener más dinero, poder y riqueza, solamente quería hacerse más rico, y para ello no le importaba hacer lo que fuera.
El vivía en su enorme casa rodeado por sus sirvientes –más bien esclavos, porque a todos los había comprado al menor precio y no les pagaba nada, y apenas les daba el alimento- pero sin tener familia ni amigos; además no dejaba que nadie entrara en su casa porque era muy desconfiado y miraba de reojo a todo el mundo, en especial a los pobres, pero había alguien a quien él aborrecía más que a todos, y éste era su vecino pobre y su familia.
De más está decir que no ayudaba a nadie, más que a sí mismo.
HOMBRE RICO. Veamos, dos me llevo el tres, y así me da cuatro, más un interés del 20% por sobre las ganancias. Pero a ver, tengo que proteger mis inversiones, así que voy aumentar el valor del alquiler de la porción de campo que tengo alquilada desde ahora, y por eso mañana le voy a cobrar con un sobrecargo del 50% porque ya se atrasó. ¡Qué bien que van mis negocios! A este ritmo para fin de año voy a ser dos veces más rico de lo que era al empezar. ¡Cómo me gusta cuando todo sale como está planeado! Excelente.
Cierto día este hombre recibió la visita sorpresa de un viejo conocido de lejanas tierras, aunque trató por todos los medio posibles de que se fuera, que la casa era un desastre, que muchos de sus sirvientes tenían vacaciones, que no había podido comprar nada, excusas, excusas y más excusas; y para pesar del dueño de la casa, éste estaba dispuesto a quedarse, no tenía otra alternativa que prepararle la cena.
(En ese momento se escucha que alguien llama a la puerta.)
HOMBRE RICO. Pero ¿quién podrá ser a esta hora yo no espero a nadie? Es más, nunca viene nadie.
(En ese momento entra uno de los sirvientes.)
SIRVIENTE. Señor, perdóneme que lo moleste, pero alguien que dice que lo conoce lo busca.
HOMBRE RICO. ¿Qué, eso no puede ser? ¿Te dijo qué quería? ¿Quién era?
SIRVIENTE. Ese hombre me dijo que venía de lejanas tierras y me dio esta tarjeta para usted.
HOMBRE RICO. A ver, le dijo la lombriz al topo y al murciélago, leamos...
(El hombre rico toma la tarjeta y la lee.)
HOMBRE RICO. Este tipo era compañero mío de la facultad de economía, encima se le ocurrió pasar hoy por acá, ¡qué pesado! Seguro que se va a querer quedar a cenar.
SIRVIENTE. ¿Qué hago señor, lo hago pasar?
HOMBRE RICO. Y otra no me queda, que pase, que algo se me va a ocurrir para sacármelo de encima.
(El sirviente sale, y cuando regresa lo hace en compañía del visitante.)
VISITANTE. ¿Qué haces? ¡Tanto tiempo sin verte! No sabes el gusto que me da visitarte.
HOMBRE RICO. (Sin mucho animo) No te imagines el gusto que me causa a mí recibirte en mi casa. Pero como se hace tarde, no te entretengo más, mucho gusto en volver a verte, y ya puedes seguir tu camino, no sea que no llegues hacia donde vas
VISITANTE. Pero si no tengo apuro, vine para quedarme esta noche.
HOMBRE RICO. Pero eso va a ser imposible, no porque yo no quiera tenerte en mi casa, lo que pasa es que tengo a muchos sirvientes de vacaciones y a otros los tengo con parte médico, la casa está hecha un desastre...
VISITANTE. Pero eso no es problema, yo me arreglo con lo que haya.
HOMBRE RICO. Parece que este tipo no entiende una indirecta cuando se la dicen, ¿no es cierto?
VISITANTE. Además, yo quiero probar una de tus ovejas, que según dicen son las mejores carnes de la región.
HOMBRE RICO. ¿Probar una de mis ovejas? (Se agarra el pecho como si le fuera a dar un infarto) Esteee… Bueno, yo, este… ¿Qué hago? Quiere probar una de mis ovejas, yo no puedo matar una de mis ovejas porque a un Juan de los Palotes cualquiera se le antoja venir a visitarme de improviso… ¡Vamos, cabeza, piensa en algo! Necesito salir de esto… ¡Ya sé! No te preocupes que esta noche vas probas una de mis ovejas.
(El hombre rico palmea sus manos y entra su sirviente.)
SIRVIENTE. ¿Usted mandó llamar, señor?
HOMBRE RICO. Sí, tengo algo que decirte.
(El hombre rico lleva a su sirviente aparte y le dice algo al oído, el sirviente luego de oír a su señor sale, mientras el hombre rico se dirige al visitante y salen por el otro lado.)
NARRADOR. El asunto es que esa noche hubo una gran fiesta en la casa del rico, ya que preparó una gran cena y su plato principal fue asado de cordero.
ESCENA 4
NARRADOR. Al siguiente día el hombre pobre empezó a llamar a si ovejita porque era hora de desayunar, y ella siempre lo hacia con ellos; pero sorpresivamente ésta no aparecía ni respondía al llamado.
La familia toda empezó a buscarla por toda la casa y sus alrededores, pero nada.
Cada vez estaban más preocupados porque sabían que nunca se había alejado de la casa y se podía haber perdido o ser presa de alguna fiera. Y así pasó todo el día y llegó la noche, y todos supieron que la ovejita se había ido para siempre y no la volvería a ver. Los niños lloraban porque su amiga se había marchado, todos estaban muy tristes.
Creo que todos imaginan lo que pasó, el hombre rico para no matar una de sus ovejas mandó a su sirviente a que robara la oveja del hombre pobre y la matará para preparar con ella la cena a su visitante.
Así fue como este hombre actuó sin misericordia.
ESCENA 5
(Cuando Natán concluyó su relato se podía ver a David consternado y muy enojado, estaba furioso.)
DAVID. (Enojado e indignado.) ¡Esto no puede ser! Nadie puede ser tan malo como para hacer algo semejante, este hombre no podía quedar impune, no podía quedar sin castigo debía aprender a mostrar misericordia.
NATÁN. ¿Te enoja lo que hizo este hombre?
DAVID. Claro que me enoja, debe ser castigado como dije antes, hiciste muy bien en decírmelo.
NATÁN. ¿Y cuál sería el castigo que le pondrías?
DAVID. Este hombre es digno de muerte, y debe pagar cuatro veces por la oveja que robó ¿Qué clase de hombre puede hacer algo así, me quieres decir, quién es este hombre?
NATÁN. “¡TÚ ERES ESE HOMBRE!”...
DAVID. ¿Qué yo soy ese hombre? ¿Qué quieres decir Natán?
NATÁN. Quiero decir exactamente eso, que tú eres ese hombre, porque de la misma manera que ese hombre rico pecó contra el pobre robándole su oveja sin que nadie lo supiera y lo ocultó, tú también has quebrantado la ley de Dios, y has tratado de ocultar tu pecado y no confesarlo, y al hacerlo has dañado a tu prójimo. Esto es lo que en estos días no te ha dejado tranquilo.
DAVID. Pero ¿cómo lo sabes?
NATÁN. Porque Dios me lo ha dicho y me ha mandado a hablar contigo para exhortarte y amonestarte al arrepentimiento. Por eso te digo que debes reconocer y arrepentirte de tu pecado para que Dios te perdone.
DAVID. Es cierto yo he pecado y traté de ocultarlo, yo soy ese hombre, porque con mi pecado dañé a otros, y me quise esconder de Dios, pero esto ha estado en mi y no tengo paz ni gozo, sino que por esto mi alma se seca y no tengo paz, por eso yo ahora te pido, Dios, que me perdones, porque me arrepiento de todo corazón por lo que he hecho...
“Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia;
Conforme a la multitud e tus piedades borra mis rebeliones.
Lávame más y más de mi maldad,
Y límpiame de mi pecado...
Crea en mí, ¡oh Dios!, un corazón limpio,
Y renueva un espíritu recto dentro de mí.
No me eches de delante de ti,
Vuélveme el gozo de tu salvación,
Y espíritu noble me sustente”...
NARRADOR. Recuerda que cuando quebrantes la ley de Dios y trates de ocultarlo, sus ojos te están mirando y te dice: “TÚ ERES ESE HOMBRE”, por eso hoy arrepiéntete, vuélvete a él, confiesa tu pecado y él te perdonará y te redimirá, te dará paz y restaurará tu vida, porque te ama y quiere lo mejor para tu vida.
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