1 Hora y 14 Persoanjes. Historia moderna del nacimiento de Jesús.
GRACIAS, SOFÍ
Anma Troncoso Pérez
PERSONAJES
SOFÍ
HERMANA
SEÑOR DEL TIEMPO
JOSÉ
MARÍA
JOSÉ 2
MARÍA 2
DOCTORA
ENFERMERA
MELCHOR
GASPAR
BALTASAR
RABINO
SEÑOR
(Estamos en casa de Sofí. Una niña está adornando un árbol de Navidad.)
SOFÍ. ¡Hola! ¡Qué cansada estoy! Se sienta. ¿Dónde está mamá?
HERMANA. Ha salido a comprar un pesebre. Este año papá ha decidido poner el árbol y el pesebre.
SOFÍ. ¿El pesebre? ¡Vaya tontería!
HERMANA. ¿Por qué? El pesebre representa el nacimiento de Jesús.
SOFÍ. Ya, y Jonás vivió dentro de una ballena, ¿no?
HERMANA. Eso es lo que dice la Biblia.
SOFÍ. ¡Qué infantil eres! ¿No comprendes que lo de la ballena y lo del portalito de Belén con los reyes magos no son más que fábulas?
HERMANA. ¡No es cierto! ¿Es que acaso existió Jesús?
SOFÍ. ¡Claro que existió! No lo estoy negando, sólo digo que lo del nacimiento entre un buey y una mula no es más que una parábola para entender mejor los mensajes de la Biblia.
HERMANA. ¿Y qué mensaje nos irá a transmitir un buey y una mula?
SOFÍ. Ahora mismo no sé pero lo que está claro es que la historia real no debió ser tan simple: los pastorcitos, la estrella, los reyes... ¡Cuentos!
HERMANA. No estoy de acuerdo contigo.
SOFÍ. Porque eres pequeña aún y no comprendes.
HERMANA. Lo único que comprendo es lo que papá y mamá dicen ya, que lo del pesebre es verdad.
SOFÍ. ¡Qué inocente eres! Y seguro que los reyes magos traen regalos a los niños buenos, ¿no?
HERMANA. Será mejor que me vaya a estudiar al cuarto. No tengo ganas de discutir.
(Se va. Sofí, sentada en el sofá, coge una revista.)
SOFÍ. ¡Un pesebre! ¡Hasta dónde ha llegado la ridiculez de mis padres! No comprenden que la Biblia no se puede interpretar tal y como fue escrita. Puede que hace tres siglos sirviera para las mentes más atrasadas pero el hombre del siglo XXI es demasiado inteligente para creer esos mitos. Opino que la Biblia debería actualizarse a nuestro lenguaje actual, más científico y filosófico. Cualquier persona de hoy en día encuentra simplista el lenguaje de la Biblia. Creo que muchas historias deberían ser adaptadas, por ejemplo el engendramiento de Cristo. ¿Quién puede creer hoy en día que José aceptó la increíble historia de María de que estaba embarazada del Espíritu Santo? Vamos, José debió ser tonto para creerlo. Estoy segura de que si esto aconteciese en el futuro en vez de en el pasado José no habría sido tan ingenuo, a pesar de ser verdad.
SEÑOR DEL TIEMPO. No estés tan segura.
SOFÍ. ¿Quién es usted? ¿Cómo ha entrado?
SEÑOR DEL TIEMPO. Soy el Señor del Tiempo. Viajo a través del tiempo y del espacio y he visto todo lo visto y lo de por ver. Puedo situarme en el siglo que desee sin ningún problema.
SOFÍ. ¡Vamos! Déjese de bromas y diga quién es.
SEÑOR DEL TIEMPO. Ya te lo he dicho. Soy el Señor del Tiempo, ¿quieres que te lleve a ver los jardines colgantes de Babilonia o prefieres sentarte en la mesa redonda del Rey Arturo?
SOFÍ. Estoy bien donde estoy, gracias.
SEÑOR DEL TIEMPO. ¿De verás? Hace un momento decía que si José viviera en la época actual no habría creído a María.
SOFÍ. ¿Cómo lo sabe?
SEÑOR DEL TIEMPO. No pude evitar escucharte. Así que eso es lo que piensas, ¿no?
SOFÍ. ¡Claro! Y también creo que todo aquello acerca de que Jesús nació en un pesebre de paja es un mito.
SEÑOR DEL TIEMPO. Entonces, según tú, ¿dónde nació?
SOFÍ. Pues en una casa como cualquier niño de esa época. ¿Acaso hoy en día nacen niños en un garaje o en cubo de basura?
SEÑOR DEL TIEMPO. Supongo que la mejor forma de contestarte será llevándote al presente hipotético de que Jesús naciera en el siglo XXI. Osea, como si los años no fueran contados a partir del nacimiento de Cristo porque no hubiese nacido aún.
SOFÍ. Vamos, ¡no me tome el pelo! Eso supondría un cambio radical en los sucesos de la historia.
SEÑOR DEL TIEMPO. En algunas cosas sí pero en otras no necesariamente. Olvidas que Aristóteles era un filósofo griego del siglo V a.C. y ya descubrió que la Tierra era redonda.
SOFÍ. Eso es cierto...
SEÑOR DEL TIEMPO. Pues empecemos el viaje.
ESCENA II
(Aparecen José y María del futuro que llegan a casa de María y se sientan el sofá.)
JOSÉ. Entonces, ¿nos quedamos con la casa?
MARÍA. Yo creo que está muy bien, además tiene una vista muy acogedora.
JOSÉ. Eso sí, está en las afueras de New York, en pleno campo y eso es maravilloso aunque sea un poco pequeña.
MARÍA. Pero eso no importa, José, lo importante es que es acogedora y tranquila.
JOSÉ. Estoy deseando que nos casemos. Por mí compraría ya esta casa y mañana mismo nos casaríamos.
MARÍA. Pero, ¡qué cosas tienes! Todavía tienes que cobrar el sueldo de la oficina.
JOSÉ. Sí, es cierto. A propósito, ¿dónde quieres que vayamos de viaje de novios?
MARÍA. Ya sabes que siempre me ha hecho mucha ilusión visitar Jerusalén, mis padres me llevaron cuando tenía dos años y no recuerdo nada.
JOSÉ. Sí, yo también he querido siempre ver Jerusalén, al fin y al cabo somos judíos aunque vivamos en América y deberíamos conocer nuestro lugar de origen.
MARÍA. Tú incluso eres de la familia de David.
JOSÉ. Y tú ayudarás a que el linaje continúe.
MARÍA. (Ruborizada.) ¡Qué cosas tienes, José! Si mi madre escuchara esto... ¡Ah! Creo que irán a visitar a mi tía Elísabet. Me irá bien que no estén, así podré estudiar más calmada.
JOSÉ. Es verdad, olvidé que mañana tienes examen en la Universidad.
MARÍA. Yo también lo olvidé y la culpa la tienes tú que me desconcentras.
JOSÉ. Te pongo nerviosa, ¿eh?
MARÍA. ¡José, por favor! Anda, vete, que tengo que aprobar ese examen de lo contrario nunca terminaré el magisterio.
JOSÉ. Vale, ya me voy. Mañana te paso a recoger a las cuatro de la tarde, ¿de acuerdo?
MARÍA. De acuerdo, José.
(Se despiden y María se queda sola. Coge un libro y se pone a estudiar. Aparece una voz.)
VOZ. ¡Salve, muy favorecida!
MARÍA. ¿Quién está ahí? ¿Eres tú, José? Sabes que no me gustan esas bromas.
VOZ. El Señor está contigo. Bendita tú entre las mujeres.
MARÍA. Pero, ¿quién está ahí? ¡Salga!
VOZ. Deja de temer, María, porque has hallado gracia ante Dios.
MARÍA. (Se arrodilla.) ¡Eres un ángel! ¡Oh, Dios mío!
VOZ. Mira, concebirás en tu seno y darás a luz un hijo y lo llamarás Jesús. Éste será grande y será llamado Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su padre David y reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin.
MARÍA. Pero, ¿cómo será esto si soy virgen?
VOZ. El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra por lo cual también lo santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. Y de aquí que tu parienta Elísabet también ha concebido un hijo en su vejez y ya está de seis meses porque ninguna cosa será imposible para Dios.
MARÍA. He aquí la sierva del Señor, hágase conmigo conforme a tu palabra.
ESCENA III
(Casa de María. Llega José.)
JOSÉ. ¡Hola, cariño! ¿Nos vamos?
MARÍA. Pasa un momento, quiero hablar contigo. Mis padres no están.
JOSÉ. De acuerdo. (Se sienta.) ¿Qué ocurre?
MARÍA. Sé que lo que te voy a explicar es un poco difícil de entender pero es cierto.
JOSÉ. ¡Ya! Se trata del examen, ¿no te ha ido muy bien?
MARÍA. No es eso, José. Tú conoces la profecía del Mesías, ¿verdad?
JOSÉ. ¿Cómo no la voy a conocer si ese es el centro de nuestra religión judía? Pero, ¿a qué viene esa pregunta?
MARÍA. Pues ese Mesías pronto llegará al mundo.
JOSÉ. ¡Claro! Cada vez falta menos para que nazca; después de 6000 años ya me dirás si no falta menos.
MARÍA. Quiero decir que no pasará de este año.
JOSÉ. ¿Cómo lo sabes tú, María?
MARÍA. Porque me lo dijo un ángel.
JOSÉ. ¿Qué?
MARÍA. Sí, y me dijo que yo le daría luz.
JOSÉ. ¿Quieres decir que estás embarazada?
MARÍA. Sí, y eso no es todo. ¿Recuerdas que ayer te dije que mis padres estaban en casa de mi tía Elísabet? Pues cuando volvieron a casa me dijeron que ella estaba embarazada de seis meses. Y yo ya lo sabía pues el mismo ángel me lo dijo. Como una dijo también que había hallado gracia ante los ojos de Dios y me había elegido para ser madre del Mesías, del Hijo de Dios. ¿Comprendes que nos ha elegido a los dos? ¿A ti y a mí para ser sus padres y educarlo?
JOSÉ. Yo no soy su padre. ¿Quién es, María?
MARÍA. ¿Quién va a ser? ¡El Espíritu Santo!
(José se levanta y se pone de espaldas.)
MARÍA. José, debes creerme. No te he mentido.
(José enmudece.)
MARÍA. (Triste.) Supongo que es un poco fuerte para ti pero para mí también lo fue. (José sigue sin mirarla.) ¡Mírame, José! ¿Acaso dudas de mis palabras? (José calla.) ¿Crees que yo sería capaz de serte infiel? Para mí no existe otro hombre que no seas tú, José. ¡No dudes de mí! ¡Habla, por favor! ¡Di algo!
JOSÉ. (Sin mirarla.) Necesito tiempo para pensar.
MARÍA. Supongo que sí. Pero no olvides que te quiero.
(José se va.)
ESCENA IV
(Aparece Sofí y el Señor del Tiempo.)
SOFÍ. ¡Ostras! ¡Es verdad! ¡Usted es el Señor del Tiempo!
SEÑOR DEL TIEMPO. ¿Ahora te das cuenta? Anda que no te ha costado.
SOFÍ. ¿Éste sería el presente si José y María viviesen en el siglo XXI?
SEÑOR DEL TIEMPO. Sí y ahora puedes probar si lo que decía era correcto o no.
SOFÍ. Ya verá cómo tengo razón y José no será tan ingenuo.
SEÑOR DEL TIEMPO. ¿A pesar de que sea cierto lo que le dijo María?
SOFÍ. Sí que es cierto pero lo contradictorio para mí es que José lo crea tan fácilmente.
SEÑOR DEL TIEMPO. ¿Quién te ha dicho a ti que lo creyó a la primera?
SOFÍ. A la vista está si se casó con María.
SEÑOR DEL TIEMPO. Vamos a ver.
ESCENA V
(Aparece José andando mientras piensa.)
JOSÉ. Tal vez María no mintió. Tal vez está embarazada del Espíritu Santo. (Sofí interviene como conciencia aunque para José es increíble.)
SOFÍ. Vamos. Cualquier chico del siglo XXI sabe que los niños no se engendran por casualidad. En el colegio ya nos enseñan que se necesita a un hombre y una mujer para engendrar un hijo.
JOSÉ. ¡Claro! Los niños no vienen de París. Si es cierto que María está embarazada no es por casualidad.
SOFÍ. Y si tú no has sido...
JOSÉ. ¡Me ha estado engañando! Pero, ¿con quién? No, no puede ser, ella no había sido infiel con nadie. Ella me ama. No puede haberme mentido. Además, lo que ha explicado de su tía Elísabet...
SOFÍ. ¿Quién te dice a ti que no la llamó por teléfono y se enteró del embarazo de Elísabet antes de que volvieran sus padres?
JOSÉ. Es posible. María me ha traicionado. ¿Por qué si yo la amaba?
ESCENA VI
(En la casa de María. José entra.)
MARÍA. ¡Hola, José! Sabía que volverías. ¿Has pensado en lo que te dije? Mis padres ya lo saben.
JOSÉ. ¿No les habrás dicho que fui yo, no?
MARÍA. Por supuesto que no. ¿Por qué habría de mentirles? Les he dicho la verdad.
JOSÉ. ¿Te han creído?
MARÍA. Sí, ¿sabes por qué? Por lo que te conté acerca de Elisabet. Ella también fue avisada por un ángel como yo.
JOSÉ. ¿Tienes pruebas?
MARÍA. ¿Qué pruebas?
JOSÉ. De que dices la verdad.
MARÍA. ¿No te basta mi palabra, José?
JOSÉ. Sinceramente, María, no soy tan ingenuo. No debiste haber llegado tan lejos al utilizar esa excusa. Cuéntasela al padre de tu hijo. Quizás él te crea.
MARÍA. (Abofetea a José.) ¿Cómo puedes acusarme de pecadora?
JOSÉ. Aquí tienes las llaves de la que iba a ser nuestra casa. Haz lo que quieras con ellas y por favor, olvídame.
(José se va. María se queda llorando.)
ESCENA VII
SOFÍ. ¿Ves como tenía razón? Era imposible que José creyera a María.
SEÑOR DEL TIEMPO. Sí, sobre todo si tú has influido en su opinión.
SOFÍ. Yo no he influido, sólo le he ayudado a ser lógico. Él ya tenía la respuesta lo que ocurre es que se negaba a admitir la verdad. Ha quedado clarísimo que yo tenía razón al decir que la historia del engendramiento de Jesús era muy simple e infantil.
SEÑOR DEL TIEMPO. Antes de darte por satisfecha, echa una ojeada a esta Biblia. (Saca una Biblia.)
SOFÍ. ¿Qué pasa?
SEÑOR DEL TIEMPO. Busca el Nuevo Testamento.
SOFÍ. ¡No está! ¿Por qué?
SEÑOR DEL TIEMPO. Porque tú lo has hecho inexistente.
SOFÍ. ¿Cómo?
SEÑOR DEL TIEMPO. Alterando la historia.
SOFÍ. ¿Qué historia? Esto no ha sido más que una hipótesis, un juego.
SEÑOR DEL TIEMPO. Aún no crees que soy realmente el Señor del Tiempo. Olvidas que pasado y futuro van unidos estrechamente en un cable de causa y efecto. Al hacer que José rechace a María, mira lo que ha hecho a la historia del pasado.
ESCENA VIII
JOSÉ 2. ¡Shalom, maestro rabino!
RABINO. Esta noche no he podido conciliar el sueño. (El rabino aparta los ojos del manuscrito y se levanta. Como es muy anciano, José le ayuda a bajar.)
RABINO. ¿Y eso es lo que te inquieta? Todos pasamos alguna noche de insomnio en nuestra vida.
JOSÉ 2. Sí, pero...
RABINO. Pero, ¿qué? La juventud, llena de vida y vigor no necesita tanto dormir. Tiene cosas más interesante en qué pensar.
JOSÉ 2. Sí, pero...
RABINO. Pero, ¿qué? En tu caso está muy claro. Has conocido a una tierna y dulce doncella llamada María y además te vas a casar con ella. Eso quitaría el sueño a cualquiera.
JOSÉ 2. Sí, pero maestro...
RABINO. (Agarrándole el hombro.) Sinceramente, José, creo que te llevas la mejor de todas las doncellas de Nazaret.
JOSÉ 2. Eso creía pero...
RABINO. ¿Qué más puedes pedir? He conocido a María desde que nació y si el sabio Salomón viviera la compararía sin duda con la yegua de los carros de Faraón.
JOSÉ 2. Sí, es preciosa... Pero...
RABINO. Ya sé lo que te ocurre, José. Estás nervioso con los preparativos de la boda. Te surgen las típicas dudas de cualquier futuro marido. Crees que quizás no seas suficiente para la dulce María. Pero no te valores tan poco. Piensa que Dios te ha regalado a esta mujer de la misma manera que entregó a Eva para Adán. ¿Cómo decía el Génesis? Con los años la memoria me falla...
JOSÉ 2. ¡No es bueno que el hombre esté solo!
RABINO. No, no era eso. Creo que decía algo así como que “no era bueno que el hombre estuviera solo”. (José suspira.) Fueron palabras dichas por Dios, José y muy ciertas. ¿Qué sería de nosotros sin nadie que nos cuidase, que nos mimara, que nos diese ilusiones... que alegrara nuestra vista, que nos sacase alguna sonrisa, que nos diese primogénitos? ¡Oh, mujeres, mujeres, juguetonas como cervatillas e inquietas como ardillas del bosque! (Se dirige a José.) Anda y ve corriendo a ver a María y dile cuánto la quieres.
JOSÉ 2. No puedo...
RABINO. ¿Por qué, José? Tienes unas tonterías... (Vuelve a sentarse a leer el manuscrito.)
JOSÉ 2. María espera un hijo. (Silencio absoluto. El rabino se gira lentamente hacia José con mirada asesina.)
RABINO. ¿Cómo has podido, José?
JOSÉ 2. No, si yo...
RABINO. ¡Nunca creí algo así de ti! ¡Has violado la ley de Dios! ¿Comprendes? ¡Una noche sin dormir no es suficiente, merece la vida entera!
JOSÉ 2. Yo no he sido Rabino.
RABINO. ¿Insinúas que María te ha estado engañando? ¡No escuchas tu pecado, José!
JOSÉ 2. ¡Es cierto! ¡Yo no he sido!
RABINO. Entonces, ¿quién ha sido? (Silencio.) ¡Habla, José!
JOSÉ 2. María dice que fue de (señala hacia arriba).
RABINO. ¿De qué? No te entiendo.
JOSÉ 2. Del Espíritu Santo.
RABINO. (El rabino deja caer sin querer el manuscrito en tierra.) Eso es imposible (con voz baja).
JOSÉ 2. Eso es lo que asegura María.
RABINO. Eso es lo mismo que decir que espera al Mesías. Como dice la Escritura: “Nacerá por obra del Espíritu Santo”.
JOSÉ 2. Entonces, ¿cree que es cierto?
RABINO. Sería una probabilidad. (Se levanta solo.) Pero, ¿por qué iba a nacer el Mesías en una familia tan humilde? ¿Cómo iba a llegar a ser así rey de este mundo? ¡No! Al Mesías le corresponde nacer en una familia real.
JOSÉ 2. ¿Cree que María miente?
RABINO. ¿Tú qué crees, José?
JOSÉ 2. No lo sé. Pero usted mismo dijo hace un momento que María era sin duda la mejor doncella de Nazaret.
RABINO. Sí, por eso me cuesta creer que María haya pecado. (José suspira de alivio.) Sin embargo, María sabe la escritura y conoce esa promesa del Espíritu Santo. ¿Quién nos niega que no se ha valido de ello como tapadera?
JOSÉ 2. ¿Es posible que María haya utilizado la palabra de Dios para encubrir un pecado?
RABINO. Ahora mismo lo veo. (Le duele el corazón.) ¡Ay! (José coge al rabino y lo sienta.)
JOSÉ 2. ¿Se encuentra mejor, rabino?
RABINO. María, María. ¡Cuánto me has decepcionado!
JOSÉ 2. Así pues, María mintió. (Baja la cabeza afligido.)
RABINO. Hijo mío, se me olvidó decirte que las mujeres son también mentirosas, traidoras. Recuerda a Eva cuando desobedeció la voz de Dios y por ello la humanidad fue condenada.
JOSÉ 2. Y María...
RABINO. Sí, María ha de ser castigada también con la ley de Moisés.
JOSÉ 2. (José se levanta desesperado.) ¿Con el apedreamiento?
RABINO. (El rabino asiente con la cabeza.) Sé fuerte, José. Piensa que María es una mujer adúltera, una pecadora.
JOSÉ 2. Sí.
RABINO. (Se levanta.) Vamos, busquemos a María
ESCENA IX
MARÍA. ¿Qué ocurre? ¿Qué van a hacer conmigo?
(Aparecen José y el Rabino.)
MARÍA. José, diles que me dejen. Yo no les he hecho nada. (José baja la cabeza.) Te expliqué la verdad y me creíste. Vamos, diles a todos que no he pecado.
RABINO. ¡Basta, María! No utilices la Palabra de Dios para encubrir tu culpa.
MARÍA. Rabino, usted me conoce y sabe que amo a Dios sobre todas las cosas es por esto que Él me ha elegido para ser madre de su hijo.
RABINO. ¡No mientas, pecadora!
TODOS. ¡Pecadora, pecadora! (Menos José.)
MARÍA. (Llorando.) José...
RABINO. José, dile lo que acordamos.
JOSÉ 2. En presencia de todos niego de María. (María llora desconsoladamente.)
RABINO. Por la Ley de Moisés consiento que ésta mujer sea apedreada para ejemplo de las demás mujeres judías.
TODOS. Sí. (Cogen piedras.)
MARÍA. ¡No! ¡No cometáis el crimen de matar al hijo que llevo dentro de mis entrañas! ¡No matéis al Mesías tan esperado!
ESCENA X
SOFÍ. Tengo que impedirlo, de lo contrario Jesús no nacerá.
SEÑOR DEL TIEMPO. No puedes hacer nada, Sofí.
SOFÍ. Pero, ¿no comprendes? Si Jesús no nace, el mundo no tendrá ninguna esperanza.
SEÑOR DEL TIEMPO. Es cierto pero la incredulidad de José lo ha impedido.
SOFÍ. ¡Es culpa mía! No debía haber persuadido a José pero yo no quería ponerlo en contra de María. Sólo quería hacer la historia más excitante y no tan simple.
SEÑOR DEL TIEMPO. ¡Ya! Querías hacerla más creíble para el siglo XXI.
SOFÍ. ¡Eso! Pero nunca creí que llegara tan lejos. ¡Debo arreglarlo de algún modo! ¿Por qué no retrocedes en el tiempo para arreglar lo de José?
SEÑOR DEL TIEMPO. Lo siento pero eso es imposible.
SOFÍ. ¿Por qué? No podré vivir con esta carga.
SEÑOR DEL TIEMPO. Eso es algo que yo no puedo solucionar.
(Sofí llora; el Señor del Tiempo se ríe.)
SOFÍ. ¿Por qué te ríes? ¿No comprendes la gravedad del problema?
SEÑOR DEL TIEMPO. ¡Ay, Sofí! ¡Qué poco conoces la Escritura!
SOFÍ. ¿Por qué dices eso?
SEÑOR DEL TIEMPO. ¿Todavía no has comprendido que Dios es el único capaz de darnos fe?
ESCENA XI
(Aparece José moderno en la cama. De pronto aparece una voz.)
VOZ. ¡José, hijo de David!
JOSÉ. ¿Quién habla? ¿Quién está ahí?
VOZ. ¡José, hijo de David!
JOSÉ. (Se tapa la cabeza con la almohada.) Dios mío, aparta el mal de mí.
VOZ. ¡José, hijo de David!
JOSÉ. (Se arrodilla.) ¡Heme aquí!
VOZ. No temas recibir a María por mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo.
JOSÉ. ¡Gracias, Dios mío! Y perdona mi poca fe. Me casaré con María.
ESCENA XII
SEÑOR DEL TIEMPO. Olvidaste que Dios mandó un ángel a José para que creyera.
SOFÍ. Mira, el Nuevo Testamento ha aparecido de nuevo. Esto quiere decir que María no fue apedreada. ¡Estupendo!
SEÑOR DEL TIEMPO. La verdad que por un momento creíste que toda la historia se había ido a pique.
SOFÍ. No. Desde el principio sabía que no sucedería nada malo. Al fin y al cabo esto no es más que un juego.
SEÑOR DEL TIEMPO. ¿Crees que realmente es un juego?
SOFÍ. Pues, claro.
SEÑOR DEL TIEMPO. Pues te asustaste de verdad.
SOFÍ. ¡Qué va! Fue una buena interpretación que formaba parte del juego también.
SEÑOR DEL TIEMPO. ¡Ya! Supongo que querrás seguir jugando, ¿no?
SOFÍ. Sí, y si no recuerdo mal, la segunda cosa que no entendía era por qué Jesús nació en un pesebre en vez de en una casa con comadrona, como era normal.
SEÑOR DEL TIEMPO. Debía ser así. Jesús debía dar muestras de humildad y reconocimiento por los más pobres para que éstos supieran que Él los entendía perfectamente.
SOFÍ. ¡No pienso igual! Sin duda, si Jesús hubiera nacido en el siglo XXI lo haría en un buen hospital, con los medios necesarios. Creo que nacer en un pesebre era innecesario. Además, suena a fábula.
SEÑOR DEL TIEMPO. Está bien, Sofí, tu deseo será cumplido.
ESCENA XIII
(Aparece la sala de espera de un hospital. José está de pie dando vueltas de un lado para otro. Otro señor está sentado fumando un cigarrillo.)
SEÑOR. ¿Quiere uno? (Enseñándole el cigarrillo.)
JOSÉ. No, gracias, no fumo y le aconsejo que tampoco fume; no es bueno para sus pulmones.
SEÑOR. ¡Oh, vamos! ¿No me diga que es usted uno de esos deportistas obsesionados con la salud?
JOSÉ. Me gusta el deporte pero no soy ningún deportista.
SEÑOR. ¿Le pongo un café? Ahí hay una máquina de café instantáneo. No es que sea muy bueno pero para esperar despierto va bien.
JOSÉ. No, tampoco tomo café.
SEÑOR. ¡Pero, bueno! ¿Qué es usted, entonces?
JOSÉ. Un simple señor, ¿por qué?
SEÑOR. No fuma, no toma café... (José sonríe.) ¿Es su primer hijo?
JOSÉ. Sí.
SEÑOR. Ya se nota. Lleva dos horas dando vuelta de un lado a otro.
JOSÉ. ¿Y usted?
SEÑOR. ¡Ja, ja, ja! He venido aquí tantas veces que ya me conozco hasta el nombre de las mujeres de la limpieza.
JOSÉ. ¿Cuántos hijos tiene?
SEÑOR. Con los que vengan ahora, serán ocho.
JOSÉ. ¿Ocho?
SEÑOR. Sí, caballero. Es que mi mujer los tiene a pares. Tengo dos niñas y cuatro niños. ¿Qué le parece?
JOSÉ. Que necesitará una salud de caballo para cuidar a tantos.
SEÑOR. ¡Qué ocurrente es! Pero no me trate de usted, mi nombre es Marc Robinson, Marc para los amigos y espero que después de tres horas en la misma sala de espera, lleguemos a serlo.
JOSÉ. ¡Por supuesto! Mi nombre es José de David.
SEÑOR. ¿Y el apellido?
JOSÉ. Pues eso, David.
SEÑOR. No son nombres americanos, ¿acaso es español?
JOSÉ. No, tengo la nacionalidad americana pero soy judío.
SEÑOR. ¡Ah! Ahora comprendo por qué ese empeño por mantener la salud.
JOSÉ. ¿Conoce usted algo sobre nuestras creencias?
SEÑOR. Sí. Creo que los judíos esperáis el nacimiento de un Mesías.
JOSÉ. Sí, es cierto.
SEÑOR. Dime, José, ¿y aún creéis que después de tantos años nacerá un Mesías?
JOSÉ. Por supuesto.
SEÑOR. No sé pero creo que la ciencia ha demostrado la inexistencia de cualquier Dios es cierto que hasta hace muy poco adorábamos a Zeus. Recuerdo que mi abuela incluso tenía una estampa de Venus en el tocador cuando yo era pequeño pero en cincuenta años la ciencia ha adelantado mucho y ha demostrado que no existe el Olimpo.
JOSÉ. Pues los judíos siempre hemos sabido que no existían esos dioses.
SEÑOR. Pero habláis de un Mesías.
JOSÉ. Sí, del hijo del único y verdadero Dios. El que escribió los mandamientos con la yema de sus dedos. Todavía conservamos las tablas en el arca de la alianza que se encuentra en el templo de Jerusalén.
SEÑOR. ¡Qué interesante! Creo que me tomaré esa taza de café. Cambiando de tema. ¿Le han dicho los médicos lo que será?
JOSÉ. ¿Quién?
SEÑOR. ¡Lo que espera su señora!
JOSÉ. No nos lo han dicho pero sabemos que es un niño.
SEÑOR. ¡Ah, sí! Pues como le salga niña...
JOSÉ. No, será un niño y se llamará Jesús.
SEÑOR. ¿Cómo puede estar tan seguro de ello si los médicos no os han dicho nada?
JOSÉ. Porque un ángel nos lo dijo.
SEÑOR. ¿Un qué?
JOSÉ. Un mensajero de nuestro Dios.
SEÑOR. No me digas que nuestro Dios se dedica a decir a los matrimonios qué van a tener.
JOSÉ. No, sólo se lo ha dicho a mi esposa y a su tía.
SEÑOR. Y, ¿a qué se debe ese honor?
JOSÉ. A que María va a dar a luz al hijo de Dios.
SEÑOR. ¡Ya! Y mi mujer al hijo del presidente de los EEUU. ¿Qué te parece?
JOSÉ. Sabía que no creerías pero no tienes por qué burlarte.
SEÑOR. (Toma a José por el hombro.) Vamos, lo que te pasa a ti es que estás muy nervioso y deliras un poco. Será mejor que te relajes.
ENFERMERA. ¿Marc Robinson?
SEÑOR. Me llaman. Esta enfermera debe de ser nueva porque no me conoce. ¡Sí, soy yo!
ENFERMERA. Puede pasar a ver a los dos preciosos hijos que acaba de dar a luz su mujer.
SEÑOR. ¿Dos niños? Pero si el médico me aseguró que eran niñas.
JOSÉ. Ya ves, Marc, los médicos se equivocan.
SEÑOR. Sí, bueno, adiós José. Ha sido un placer conocerte.
JOSÉ. Igualmente.
SEÑOR. (En voz baja a la enfermera.) Creo que este señor de ahí necesita visitar al psicólogo; dice unas cosas muy raras. (La enfermera y Marc se van.)
DOCTORA. ¿José de... David?
JOSÉ. Sí, soy yo.
DOCTORA. Puede pasar a ver a su esposa y a su hijo. Sinceramente, este niño es precioso, créame, he visto muchos. (José desaparece.)
(Se oye un grito.)
DOCTORA. ¿Qué pasa? (Aparece la enfermera.)
ENFERMERA. Doc-to-to-ra.
DOCTORA. ¿Qué?
ENFERMERA. En la entra-tra-tra...
DOCTORA. ¿Quiere hablar bien?
ENFERMERA. En la entrada hay tres señores muy raros que quieren entrar en la maternidad.
DOCTORA. Les habrá dicho que no se puede entrar si no son familiares.
ENFERMERA. Sí, pero insisten. (Se gira.) ¡Están ahí! (Aparecen los tres reyes magos.)
GASPAR. Mahalaja, mojoloca.
DOCTORA. Pero, ¿qué es esto?
BALTASAR. Majaleja tocaloja.
ENFERMERA. No entiendo nada.
MELCHOR. Mujeres no entender... Callar... Hablar yo. Nos buscar rey aquí.
DOCTORA. ¿Buscar un rey aquí? Ustedes se han equivocado, aquí sólo hay niños.
MELCHOR. Sí, buscar niño rey. Nosotros pasar a buscar niños.
DOCTORA. ¿Son familiares?
MELCHOR. No, nosotros buscar niño.
DOCTORA. Lo siento pero sólo está permitida la entrada a los familiares.
BALTASAR. ¡Cacatoca fei!
MELCHOR. ¡Callar! (A los reyes.) Necesitar ver niño urgente.
ENFERMERA. La doctora ha dicho claramente que no.
MELCHOR. Y estrella brillante decir sí.
DOCTORA. Me importa un bledo quién dice sí pero las órdenes son las órdenes.
ENFERMERA. ¡Ya está! Doctora no se altere, seguro que esto es una broma de la “Cámara Oculta”. Lo único que tenemos que hacer es sonreír y ya dirás que es una broma.
DOCTORA. Pues yo no veo ninguna cámara.
(La enfermera levanta la túnica de Baltasar para ver si debajo de él está la cámara de vídeo.)
BALTASAR. (Enfadado.) ¡Cacatola, mojole cola!
DOCTORA. Me parece que esto no es la “Cámara Oculta”.
MELCHOR. No entiendes nada.
ENFERMERA. Seguro que sí. Quédese con ella que yo me asomaré a la ventana para ver si está la furgoneta de televisión y no se olvide de sonreír. (La enfermera se va. La doctora se siente incómoda pero empieza a sonreír. Al verla sonreír todos sonríen y al final se monta una juerga de risa. Aparece la enfermera corriendo.)
ENFERMERA. ¡Doctora!
DOCTORA. ¡Ja, ja!
ENFERMERA. ¡Doctora! Me parece que esto no es la “Cámara Oculta”. (La doctora se calla de golpe.)
DOCTORA. ¿No había ninguna furgoneta de televisión?
ENFERMERA. No. Lo único que había eran tres...
DOCTORA. Tres, ¿qué?
ENFERMERA. Tres camellos formando un atasco de circulación. (Los reyes aún se ríen.)
DOCTORA. ¡Basta! (Todos enmudecen.) Esto es demasiado. Si no abandonan el hospital llamaré a seguridad.
ENFERMERA. ¡Eso!
MELCHOR. Nosotros ver niño rey.
DOCTORA. Contaré hasta cinco y si no se van llamaré a seguridad. 1, 2...
MELCHOR. (Dirigiéndose a los otros reyes.) Acalecola pa...
ENFERMERA. ¿Qué ha dicho?
(Los tres reyes empujan a la doctora y a la enfermera e intentan pasar.)
DOCTORA. ¡Llama a seguridad!
(La enfermera aprieta el botón rojo. Mientras hay lucha entre los reyes y la doctora.)
GUARDIA. ¡Alto! ¡Quedan arrestados!
ESCENA XIV
SOFÍ. ¡Qué divertido!
SEÑOR DEL TIEMPO. ¿Ah, sí? ¿Quieres mirar de nuevo la Biblia?
SOFÍ. No es posible. ¡Otra vez ha desaparecido el Nuevo Testamento! ¿Por qué?
SEÑOR DEL TIEMPO. Vamos al pasado y lo verás.
ESCENA XV
(María está en casa con su bebé en la cuna. Está cosiendo y hablándole al niño. Llaman a la puerta. María abre.)
VECINA. ¡Corre, María! ¡Saca al niño y huye!
MARÍA 2. ¿Por qué?
VECINA. Los soldados romanos están llegando a Belén.
MARÍA. ¿Para qué?
VECINA. No sé pero todas tenemos miedo y queremos salir (se oyen gritos en la calle).
VECINA y MARÍA. ¿Qué ocurre? ¿Ya están aquí los soldados? (Se oye la voz de una madre).
VOZ. ¡No, no mate a mi hijo, asesino!
(Se oyen más voces de mujeres chillando.)
VECINA. ¡Están matando a niños! ¡Mi hijo! (Se va corriendo.)
(María coge al niño en brazos e intenta salir pero al girarse aparece un soldado.)
MARÍA. ¿Qué va a hacer?
SOLDADO. ¡Deme al niño!
MARÍA. ¿Para qué?
SOLDADO. Démelo.
MARÍA. ¡No! (Forcejean por el niño.)
MARÍA. ¡Socorro! ¡José, ven pronto! (Soldado golpea a María y ésta cae al suelo desmayándose; el niño está en brazos del soldado y éste levanta la espada).
ESCENA XVI
SOFÍ. Pero, ¿por qué ha pasado eso? Siempre entendí que José y María huyeron antes de la matanza de los niños.
SEÑOR DEL TIEMPO. Pero olvidas que fueron los reyes magos los que avisaron a José y María de la rabia de Herodes y luego le despertaron.
SOFÍ. Ah sí, si los reyes no han visto a Jesús no han podido avisar a José y a María.
SEÑOR DEL TIEMPO. ¡Exacto!
SOFÍ. Y entonces Jesús morirá en manos del soldado romano.
SEÑOR DEL TIEMPO. Sí.
SOFÍ. Este juego ha ido demasiado lejos. No me gusta nada. Así que vuelve todo como estaba.
SEÑOR DEL TIEMPO. Es un juego.
SOFÍ. Es un juego.
SEÑOR DEL TIEMPO. No es un juego, Sofí. Si no, mira las noticias. (Aparece una presentadora sentada explicando las noticias.)
PRESENTADORA. Noticias de última hora. En la madrugada de éste día tres presuntos ladrones disfrazados de reyes orientales intentaban pasar a la sala de maternidad del hospital central de New York. Los cargos que por los que fueron acusados son tres:
Uno, el ya mencionado, el segundo por no llevar identificación y el tercero por extorsión del tráfico al aparcar sus camellos en medio de la carretera.
SOFÍ. Eso era el telediario.
SEÑOR. Sí.
SOFÍ. Así que no es un juego.
SEÑOR. No.
SOFÍ. ¿Qué quieres que diga? ¿Qué lo siento? Pues sí, lo siento y tengo mucho miedo. He sido una estúpida. No entendí que si las cosas fueron escritas así es porque debían ser así. He subestimado los designios de Dios. Lo siento (agacha la cabeza. De pronto, aparece otro telediario. La presentadora rebobina la noticia y vuelve a empezar).
PRESENTADORA. Noticias de última hora. Esta mañana de madrugada una mujer dio a luz a un niño en los suburbios de la ciudad al no encontrar cobijo. Unos vagabundos fueron a contemplar al niño diciendo que habían visto una luz en el cielo que les guió hasta él. Pero la llegada inesperada fue la de tres reyes procedentes de Oriente que trajeron unos presentes muy singulares: oro, mirra e incienso.
SEÑOR DEL TIEMPO. Ha sucedido como debía ser en el siglo XXI.
SOFÍ. Sí, pero, ¿cómo ha sido?
SEÑOR DEL TIEMPO. Lo has hecho tú, Sofí.
SOFÍ. ¿Yo? ¿Cómo?
SEÑOR DEL TIEMPO. Reconociendo tu error y pidiendo perdón. No olvides que ese niño que nació dio luego su vida por nosotros en una cruz y lo único que nos pide es arrepentimiento.
SOFÍ. Si, es cierto...
SEÑOR DEL TIEMPO. Has aprendido la lección. Así que debo decirte la verdad.
SOFÍ. ¿Qué verdad?
SEÑOR DEL TIEMPO. Todo esto ha sido una ilusión, un juego.
SOFÍ. Entonces, ¿no ha sucedido en la realidad?
SEÑOR DEL TIEMPO. Claro que no, pero te ha ayudado a comprender que la historia del nacimiento de Jesús nos es un cuento de hadas a pesar de que a veces la gente lo cuenta como si tal cosa.
SOFÍ. Sí. A partir de ahora no subestimaré las historias de la Biblia.
SEÑOR DEL TIEMPO. Te tengo reservado un viaje más como regalo final.
SOFÍ. ¿A dónde?
ESCENA XVII
(Aparece el portal de Belén. Está José, María, Jesús y los pastores. Aparece Sofí, suena la música de navidad.)
JOSÉ. Sofí, acércate.
SOFÍ. ¿Yo?
JOSÉ. Sí, tú.
(Sofí se acerca al portal.)
JOSÉ. Gracias por comprender que era necesario que Jesús naciera en ciertas circunstancias para cumplimiento de la palabra de Dios.
SOFÍ. ¡Qué bien suena eso de gracias! Aunque no lo merezco.
MARÍA. Si quieres, puedes coger al niño. (Sofí coge al niño emocionado.)
SOFÍ. Piensa que este niño llegará a morir en la cruz por nosotros.
MARÍA. Sí, pero también este niño volverá con todos sus ángeles para vivir eternamente en un mundo de paz.
ESCENA XVIII
(Aparece Sofí dormida en el sofá. Su hermana la despierta.)
HERMANA. Sofí, despierta, despierta.
SOFÍ. ¿Eh?
HERMANA. Has tenido un sueño, estabas hablando en voz alta diciendo no sé qué de un portal, un Señor del Tiempo, unos reyes...
SOFÍ. Sí, he tenido un sueño maravilloso (se levanta) ¿Sabes? Tenías razón, la historia del portal de Belén no es un cuento para niños pequeños, ni una metáfora. Es una realidad.
HERMANA. Sí.
SOFÍ. ¿Y sabes por qué?
HERMANA. ¿Por qué?
SOFÍ. Porque si no, el rabino hubiera apedreado a María, los reyes no hubieran podido avisar a José porque habrían sido arrestados, sus camellos hubieran extorsionado el tráfico...
HERMANA. Pero, ¿qué tonterías dices?
SOFÍ. No son tonterías, pero tú no lo comprendes, claro.
HERMANA. Desde luego que no. A propósito, Sofí, ¿dónde tienes el teleprograma de la tele?
SOFÍ. En mi cuarto. ¿Por qué?
HERMANA. Porque hoy dan una película muy bonita de Steven Spielberg.
SOFÍ. ¡Ah, sí! ¿Cuál?
HERMANA. Regreso al Futuro.
SOFÍ. Me es familiar.
Anma Troncoso Pérez
PERSONAJES
SOFÍ
HERMANA
SEÑOR DEL TIEMPO
JOSÉ
MARÍA
JOSÉ 2
MARÍA 2
DOCTORA
ENFERMERA
MELCHOR
GASPAR
BALTASAR
RABINO
SEÑOR
(Estamos en casa de Sofí. Una niña está adornando un árbol de Navidad.)
SOFÍ. ¡Hola! ¡Qué cansada estoy! Se sienta. ¿Dónde está mamá?
HERMANA. Ha salido a comprar un pesebre. Este año papá ha decidido poner el árbol y el pesebre.
SOFÍ. ¿El pesebre? ¡Vaya tontería!
HERMANA. ¿Por qué? El pesebre representa el nacimiento de Jesús.
SOFÍ. Ya, y Jonás vivió dentro de una ballena, ¿no?
HERMANA. Eso es lo que dice la Biblia.
SOFÍ. ¡Qué infantil eres! ¿No comprendes que lo de la ballena y lo del portalito de Belén con los reyes magos no son más que fábulas?
HERMANA. ¡No es cierto! ¿Es que acaso existió Jesús?
SOFÍ. ¡Claro que existió! No lo estoy negando, sólo digo que lo del nacimiento entre un buey y una mula no es más que una parábola para entender mejor los mensajes de la Biblia.
HERMANA. ¿Y qué mensaje nos irá a transmitir un buey y una mula?
SOFÍ. Ahora mismo no sé pero lo que está claro es que la historia real no debió ser tan simple: los pastorcitos, la estrella, los reyes... ¡Cuentos!
HERMANA. No estoy de acuerdo contigo.
SOFÍ. Porque eres pequeña aún y no comprendes.
HERMANA. Lo único que comprendo es lo que papá y mamá dicen ya, que lo del pesebre es verdad.
SOFÍ. ¡Qué inocente eres! Y seguro que los reyes magos traen regalos a los niños buenos, ¿no?
HERMANA. Será mejor que me vaya a estudiar al cuarto. No tengo ganas de discutir.
(Se va. Sofí, sentada en el sofá, coge una revista.)
SOFÍ. ¡Un pesebre! ¡Hasta dónde ha llegado la ridiculez de mis padres! No comprenden que la Biblia no se puede interpretar tal y como fue escrita. Puede que hace tres siglos sirviera para las mentes más atrasadas pero el hombre del siglo XXI es demasiado inteligente para creer esos mitos. Opino que la Biblia debería actualizarse a nuestro lenguaje actual, más científico y filosófico. Cualquier persona de hoy en día encuentra simplista el lenguaje de la Biblia. Creo que muchas historias deberían ser adaptadas, por ejemplo el engendramiento de Cristo. ¿Quién puede creer hoy en día que José aceptó la increíble historia de María de que estaba embarazada del Espíritu Santo? Vamos, José debió ser tonto para creerlo. Estoy segura de que si esto aconteciese en el futuro en vez de en el pasado José no habría sido tan ingenuo, a pesar de ser verdad.
SEÑOR DEL TIEMPO. No estés tan segura.
SOFÍ. ¿Quién es usted? ¿Cómo ha entrado?
SEÑOR DEL TIEMPO. Soy el Señor del Tiempo. Viajo a través del tiempo y del espacio y he visto todo lo visto y lo de por ver. Puedo situarme en el siglo que desee sin ningún problema.
SOFÍ. ¡Vamos! Déjese de bromas y diga quién es.
SEÑOR DEL TIEMPO. Ya te lo he dicho. Soy el Señor del Tiempo, ¿quieres que te lleve a ver los jardines colgantes de Babilonia o prefieres sentarte en la mesa redonda del Rey Arturo?
SOFÍ. Estoy bien donde estoy, gracias.
SEÑOR DEL TIEMPO. ¿De verás? Hace un momento decía que si José viviera en la época actual no habría creído a María.
SOFÍ. ¿Cómo lo sabe?
SEÑOR DEL TIEMPO. No pude evitar escucharte. Así que eso es lo que piensas, ¿no?
SOFÍ. ¡Claro! Y también creo que todo aquello acerca de que Jesús nació en un pesebre de paja es un mito.
SEÑOR DEL TIEMPO. Entonces, según tú, ¿dónde nació?
SOFÍ. Pues en una casa como cualquier niño de esa época. ¿Acaso hoy en día nacen niños en un garaje o en cubo de basura?
SEÑOR DEL TIEMPO. Supongo que la mejor forma de contestarte será llevándote al presente hipotético de que Jesús naciera en el siglo XXI. Osea, como si los años no fueran contados a partir del nacimiento de Cristo porque no hubiese nacido aún.
SOFÍ. Vamos, ¡no me tome el pelo! Eso supondría un cambio radical en los sucesos de la historia.
SEÑOR DEL TIEMPO. En algunas cosas sí pero en otras no necesariamente. Olvidas que Aristóteles era un filósofo griego del siglo V a.C. y ya descubrió que la Tierra era redonda.
SOFÍ. Eso es cierto...
SEÑOR DEL TIEMPO. Pues empecemos el viaje.
ESCENA II
(Aparecen José y María del futuro que llegan a casa de María y se sientan el sofá.)
JOSÉ. Entonces, ¿nos quedamos con la casa?
MARÍA. Yo creo que está muy bien, además tiene una vista muy acogedora.
JOSÉ. Eso sí, está en las afueras de New York, en pleno campo y eso es maravilloso aunque sea un poco pequeña.
MARÍA. Pero eso no importa, José, lo importante es que es acogedora y tranquila.
JOSÉ. Estoy deseando que nos casemos. Por mí compraría ya esta casa y mañana mismo nos casaríamos.
MARÍA. Pero, ¡qué cosas tienes! Todavía tienes que cobrar el sueldo de la oficina.
JOSÉ. Sí, es cierto. A propósito, ¿dónde quieres que vayamos de viaje de novios?
MARÍA. Ya sabes que siempre me ha hecho mucha ilusión visitar Jerusalén, mis padres me llevaron cuando tenía dos años y no recuerdo nada.
JOSÉ. Sí, yo también he querido siempre ver Jerusalén, al fin y al cabo somos judíos aunque vivamos en América y deberíamos conocer nuestro lugar de origen.
MARÍA. Tú incluso eres de la familia de David.
JOSÉ. Y tú ayudarás a que el linaje continúe.
MARÍA. (Ruborizada.) ¡Qué cosas tienes, José! Si mi madre escuchara esto... ¡Ah! Creo que irán a visitar a mi tía Elísabet. Me irá bien que no estén, así podré estudiar más calmada.
JOSÉ. Es verdad, olvidé que mañana tienes examen en la Universidad.
MARÍA. Yo también lo olvidé y la culpa la tienes tú que me desconcentras.
JOSÉ. Te pongo nerviosa, ¿eh?
MARÍA. ¡José, por favor! Anda, vete, que tengo que aprobar ese examen de lo contrario nunca terminaré el magisterio.
JOSÉ. Vale, ya me voy. Mañana te paso a recoger a las cuatro de la tarde, ¿de acuerdo?
MARÍA. De acuerdo, José.
(Se despiden y María se queda sola. Coge un libro y se pone a estudiar. Aparece una voz.)
VOZ. ¡Salve, muy favorecida!
MARÍA. ¿Quién está ahí? ¿Eres tú, José? Sabes que no me gustan esas bromas.
VOZ. El Señor está contigo. Bendita tú entre las mujeres.
MARÍA. Pero, ¿quién está ahí? ¡Salga!
VOZ. Deja de temer, María, porque has hallado gracia ante Dios.
MARÍA. (Se arrodilla.) ¡Eres un ángel! ¡Oh, Dios mío!
VOZ. Mira, concebirás en tu seno y darás a luz un hijo y lo llamarás Jesús. Éste será grande y será llamado Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su padre David y reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin.
MARÍA. Pero, ¿cómo será esto si soy virgen?
VOZ. El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra por lo cual también lo santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. Y de aquí que tu parienta Elísabet también ha concebido un hijo en su vejez y ya está de seis meses porque ninguna cosa será imposible para Dios.
MARÍA. He aquí la sierva del Señor, hágase conmigo conforme a tu palabra.
ESCENA III
(Casa de María. Llega José.)
JOSÉ. ¡Hola, cariño! ¿Nos vamos?
MARÍA. Pasa un momento, quiero hablar contigo. Mis padres no están.
JOSÉ. De acuerdo. (Se sienta.) ¿Qué ocurre?
MARÍA. Sé que lo que te voy a explicar es un poco difícil de entender pero es cierto.
JOSÉ. ¡Ya! Se trata del examen, ¿no te ha ido muy bien?
MARÍA. No es eso, José. Tú conoces la profecía del Mesías, ¿verdad?
JOSÉ. ¿Cómo no la voy a conocer si ese es el centro de nuestra religión judía? Pero, ¿a qué viene esa pregunta?
MARÍA. Pues ese Mesías pronto llegará al mundo.
JOSÉ. ¡Claro! Cada vez falta menos para que nazca; después de 6000 años ya me dirás si no falta menos.
MARÍA. Quiero decir que no pasará de este año.
JOSÉ. ¿Cómo lo sabes tú, María?
MARÍA. Porque me lo dijo un ángel.
JOSÉ. ¿Qué?
MARÍA. Sí, y me dijo que yo le daría luz.
JOSÉ. ¿Quieres decir que estás embarazada?
MARÍA. Sí, y eso no es todo. ¿Recuerdas que ayer te dije que mis padres estaban en casa de mi tía Elísabet? Pues cuando volvieron a casa me dijeron que ella estaba embarazada de seis meses. Y yo ya lo sabía pues el mismo ángel me lo dijo. Como una dijo también que había hallado gracia ante los ojos de Dios y me había elegido para ser madre del Mesías, del Hijo de Dios. ¿Comprendes que nos ha elegido a los dos? ¿A ti y a mí para ser sus padres y educarlo?
JOSÉ. Yo no soy su padre. ¿Quién es, María?
MARÍA. ¿Quién va a ser? ¡El Espíritu Santo!
(José se levanta y se pone de espaldas.)
MARÍA. José, debes creerme. No te he mentido.
(José enmudece.)
MARÍA. (Triste.) Supongo que es un poco fuerte para ti pero para mí también lo fue. (José sigue sin mirarla.) ¡Mírame, José! ¿Acaso dudas de mis palabras? (José calla.) ¿Crees que yo sería capaz de serte infiel? Para mí no existe otro hombre que no seas tú, José. ¡No dudes de mí! ¡Habla, por favor! ¡Di algo!
JOSÉ. (Sin mirarla.) Necesito tiempo para pensar.
MARÍA. Supongo que sí. Pero no olvides que te quiero.
(José se va.)
ESCENA IV
(Aparece Sofí y el Señor del Tiempo.)
SOFÍ. ¡Ostras! ¡Es verdad! ¡Usted es el Señor del Tiempo!
SEÑOR DEL TIEMPO. ¿Ahora te das cuenta? Anda que no te ha costado.
SOFÍ. ¿Éste sería el presente si José y María viviesen en el siglo XXI?
SEÑOR DEL TIEMPO. Sí y ahora puedes probar si lo que decía era correcto o no.
SOFÍ. Ya verá cómo tengo razón y José no será tan ingenuo.
SEÑOR DEL TIEMPO. ¿A pesar de que sea cierto lo que le dijo María?
SOFÍ. Sí que es cierto pero lo contradictorio para mí es que José lo crea tan fácilmente.
SEÑOR DEL TIEMPO. ¿Quién te ha dicho a ti que lo creyó a la primera?
SOFÍ. A la vista está si se casó con María.
SEÑOR DEL TIEMPO. Vamos a ver.
ESCENA V
(Aparece José andando mientras piensa.)
JOSÉ. Tal vez María no mintió. Tal vez está embarazada del Espíritu Santo. (Sofí interviene como conciencia aunque para José es increíble.)
SOFÍ. Vamos. Cualquier chico del siglo XXI sabe que los niños no se engendran por casualidad. En el colegio ya nos enseñan que se necesita a un hombre y una mujer para engendrar un hijo.
JOSÉ. ¡Claro! Los niños no vienen de París. Si es cierto que María está embarazada no es por casualidad.
SOFÍ. Y si tú no has sido...
JOSÉ. ¡Me ha estado engañando! Pero, ¿con quién? No, no puede ser, ella no había sido infiel con nadie. Ella me ama. No puede haberme mentido. Además, lo que ha explicado de su tía Elísabet...
SOFÍ. ¿Quién te dice a ti que no la llamó por teléfono y se enteró del embarazo de Elísabet antes de que volvieran sus padres?
JOSÉ. Es posible. María me ha traicionado. ¿Por qué si yo la amaba?
ESCENA VI
(En la casa de María. José entra.)
MARÍA. ¡Hola, José! Sabía que volverías. ¿Has pensado en lo que te dije? Mis padres ya lo saben.
JOSÉ. ¿No les habrás dicho que fui yo, no?
MARÍA. Por supuesto que no. ¿Por qué habría de mentirles? Les he dicho la verdad.
JOSÉ. ¿Te han creído?
MARÍA. Sí, ¿sabes por qué? Por lo que te conté acerca de Elisabet. Ella también fue avisada por un ángel como yo.
JOSÉ. ¿Tienes pruebas?
MARÍA. ¿Qué pruebas?
JOSÉ. De que dices la verdad.
MARÍA. ¿No te basta mi palabra, José?
JOSÉ. Sinceramente, María, no soy tan ingenuo. No debiste haber llegado tan lejos al utilizar esa excusa. Cuéntasela al padre de tu hijo. Quizás él te crea.
MARÍA. (Abofetea a José.) ¿Cómo puedes acusarme de pecadora?
JOSÉ. Aquí tienes las llaves de la que iba a ser nuestra casa. Haz lo que quieras con ellas y por favor, olvídame.
(José se va. María se queda llorando.)
ESCENA VII
SOFÍ. ¿Ves como tenía razón? Era imposible que José creyera a María.
SEÑOR DEL TIEMPO. Sí, sobre todo si tú has influido en su opinión.
SOFÍ. Yo no he influido, sólo le he ayudado a ser lógico. Él ya tenía la respuesta lo que ocurre es que se negaba a admitir la verdad. Ha quedado clarísimo que yo tenía razón al decir que la historia del engendramiento de Jesús era muy simple e infantil.
SEÑOR DEL TIEMPO. Antes de darte por satisfecha, echa una ojeada a esta Biblia. (Saca una Biblia.)
SOFÍ. ¿Qué pasa?
SEÑOR DEL TIEMPO. Busca el Nuevo Testamento.
SOFÍ. ¡No está! ¿Por qué?
SEÑOR DEL TIEMPO. Porque tú lo has hecho inexistente.
SOFÍ. ¿Cómo?
SEÑOR DEL TIEMPO. Alterando la historia.
SOFÍ. ¿Qué historia? Esto no ha sido más que una hipótesis, un juego.
SEÑOR DEL TIEMPO. Aún no crees que soy realmente el Señor del Tiempo. Olvidas que pasado y futuro van unidos estrechamente en un cable de causa y efecto. Al hacer que José rechace a María, mira lo que ha hecho a la historia del pasado.
ESCENA VIII
JOSÉ 2. ¡Shalom, maestro rabino!
RABINO. Esta noche no he podido conciliar el sueño. (El rabino aparta los ojos del manuscrito y se levanta. Como es muy anciano, José le ayuda a bajar.)
RABINO. ¿Y eso es lo que te inquieta? Todos pasamos alguna noche de insomnio en nuestra vida.
JOSÉ 2. Sí, pero...
RABINO. Pero, ¿qué? La juventud, llena de vida y vigor no necesita tanto dormir. Tiene cosas más interesante en qué pensar.
JOSÉ 2. Sí, pero...
RABINO. Pero, ¿qué? En tu caso está muy claro. Has conocido a una tierna y dulce doncella llamada María y además te vas a casar con ella. Eso quitaría el sueño a cualquiera.
JOSÉ 2. Sí, pero maestro...
RABINO. (Agarrándole el hombro.) Sinceramente, José, creo que te llevas la mejor de todas las doncellas de Nazaret.
JOSÉ 2. Eso creía pero...
RABINO. ¿Qué más puedes pedir? He conocido a María desde que nació y si el sabio Salomón viviera la compararía sin duda con la yegua de los carros de Faraón.
JOSÉ 2. Sí, es preciosa... Pero...
RABINO. Ya sé lo que te ocurre, José. Estás nervioso con los preparativos de la boda. Te surgen las típicas dudas de cualquier futuro marido. Crees que quizás no seas suficiente para la dulce María. Pero no te valores tan poco. Piensa que Dios te ha regalado a esta mujer de la misma manera que entregó a Eva para Adán. ¿Cómo decía el Génesis? Con los años la memoria me falla...
JOSÉ 2. ¡No es bueno que el hombre esté solo!
RABINO. No, no era eso. Creo que decía algo así como que “no era bueno que el hombre estuviera solo”. (José suspira.) Fueron palabras dichas por Dios, José y muy ciertas. ¿Qué sería de nosotros sin nadie que nos cuidase, que nos mimara, que nos diese ilusiones... que alegrara nuestra vista, que nos sacase alguna sonrisa, que nos diese primogénitos? ¡Oh, mujeres, mujeres, juguetonas como cervatillas e inquietas como ardillas del bosque! (Se dirige a José.) Anda y ve corriendo a ver a María y dile cuánto la quieres.
JOSÉ 2. No puedo...
RABINO. ¿Por qué, José? Tienes unas tonterías... (Vuelve a sentarse a leer el manuscrito.)
JOSÉ 2. María espera un hijo. (Silencio absoluto. El rabino se gira lentamente hacia José con mirada asesina.)
RABINO. ¿Cómo has podido, José?
JOSÉ 2. No, si yo...
RABINO. ¡Nunca creí algo así de ti! ¡Has violado la ley de Dios! ¿Comprendes? ¡Una noche sin dormir no es suficiente, merece la vida entera!
JOSÉ 2. Yo no he sido Rabino.
RABINO. ¿Insinúas que María te ha estado engañando? ¡No escuchas tu pecado, José!
JOSÉ 2. ¡Es cierto! ¡Yo no he sido!
RABINO. Entonces, ¿quién ha sido? (Silencio.) ¡Habla, José!
JOSÉ 2. María dice que fue de (señala hacia arriba).
RABINO. ¿De qué? No te entiendo.
JOSÉ 2. Del Espíritu Santo.
RABINO. (El rabino deja caer sin querer el manuscrito en tierra.) Eso es imposible (con voz baja).
JOSÉ 2. Eso es lo que asegura María.
RABINO. Eso es lo mismo que decir que espera al Mesías. Como dice la Escritura: “Nacerá por obra del Espíritu Santo”.
JOSÉ 2. Entonces, ¿cree que es cierto?
RABINO. Sería una probabilidad. (Se levanta solo.) Pero, ¿por qué iba a nacer el Mesías en una familia tan humilde? ¿Cómo iba a llegar a ser así rey de este mundo? ¡No! Al Mesías le corresponde nacer en una familia real.
JOSÉ 2. ¿Cree que María miente?
RABINO. ¿Tú qué crees, José?
JOSÉ 2. No lo sé. Pero usted mismo dijo hace un momento que María era sin duda la mejor doncella de Nazaret.
RABINO. Sí, por eso me cuesta creer que María haya pecado. (José suspira de alivio.) Sin embargo, María sabe la escritura y conoce esa promesa del Espíritu Santo. ¿Quién nos niega que no se ha valido de ello como tapadera?
JOSÉ 2. ¿Es posible que María haya utilizado la palabra de Dios para encubrir un pecado?
RABINO. Ahora mismo lo veo. (Le duele el corazón.) ¡Ay! (José coge al rabino y lo sienta.)
JOSÉ 2. ¿Se encuentra mejor, rabino?
RABINO. María, María. ¡Cuánto me has decepcionado!
JOSÉ 2. Así pues, María mintió. (Baja la cabeza afligido.)
RABINO. Hijo mío, se me olvidó decirte que las mujeres son también mentirosas, traidoras. Recuerda a Eva cuando desobedeció la voz de Dios y por ello la humanidad fue condenada.
JOSÉ 2. Y María...
RABINO. Sí, María ha de ser castigada también con la ley de Moisés.
JOSÉ 2. (José se levanta desesperado.) ¿Con el apedreamiento?
RABINO. (El rabino asiente con la cabeza.) Sé fuerte, José. Piensa que María es una mujer adúltera, una pecadora.
JOSÉ 2. Sí.
RABINO. (Se levanta.) Vamos, busquemos a María
ESCENA IX
MARÍA. ¿Qué ocurre? ¿Qué van a hacer conmigo?
(Aparecen José y el Rabino.)
MARÍA. José, diles que me dejen. Yo no les he hecho nada. (José baja la cabeza.) Te expliqué la verdad y me creíste. Vamos, diles a todos que no he pecado.
RABINO. ¡Basta, María! No utilices la Palabra de Dios para encubrir tu culpa.
MARÍA. Rabino, usted me conoce y sabe que amo a Dios sobre todas las cosas es por esto que Él me ha elegido para ser madre de su hijo.
RABINO. ¡No mientas, pecadora!
TODOS. ¡Pecadora, pecadora! (Menos José.)
MARÍA. (Llorando.) José...
RABINO. José, dile lo que acordamos.
JOSÉ 2. En presencia de todos niego de María. (María llora desconsoladamente.)
RABINO. Por la Ley de Moisés consiento que ésta mujer sea apedreada para ejemplo de las demás mujeres judías.
TODOS. Sí. (Cogen piedras.)
MARÍA. ¡No! ¡No cometáis el crimen de matar al hijo que llevo dentro de mis entrañas! ¡No matéis al Mesías tan esperado!
ESCENA X
SOFÍ. Tengo que impedirlo, de lo contrario Jesús no nacerá.
SEÑOR DEL TIEMPO. No puedes hacer nada, Sofí.
SOFÍ. Pero, ¿no comprendes? Si Jesús no nace, el mundo no tendrá ninguna esperanza.
SEÑOR DEL TIEMPO. Es cierto pero la incredulidad de José lo ha impedido.
SOFÍ. ¡Es culpa mía! No debía haber persuadido a José pero yo no quería ponerlo en contra de María. Sólo quería hacer la historia más excitante y no tan simple.
SEÑOR DEL TIEMPO. ¡Ya! Querías hacerla más creíble para el siglo XXI.
SOFÍ. ¡Eso! Pero nunca creí que llegara tan lejos. ¡Debo arreglarlo de algún modo! ¿Por qué no retrocedes en el tiempo para arreglar lo de José?
SEÑOR DEL TIEMPO. Lo siento pero eso es imposible.
SOFÍ. ¿Por qué? No podré vivir con esta carga.
SEÑOR DEL TIEMPO. Eso es algo que yo no puedo solucionar.
(Sofí llora; el Señor del Tiempo se ríe.)
SOFÍ. ¿Por qué te ríes? ¿No comprendes la gravedad del problema?
SEÑOR DEL TIEMPO. ¡Ay, Sofí! ¡Qué poco conoces la Escritura!
SOFÍ. ¿Por qué dices eso?
SEÑOR DEL TIEMPO. ¿Todavía no has comprendido que Dios es el único capaz de darnos fe?
ESCENA XI
(Aparece José moderno en la cama. De pronto aparece una voz.)
VOZ. ¡José, hijo de David!
JOSÉ. ¿Quién habla? ¿Quién está ahí?
VOZ. ¡José, hijo de David!
JOSÉ. (Se tapa la cabeza con la almohada.) Dios mío, aparta el mal de mí.
VOZ. ¡José, hijo de David!
JOSÉ. (Se arrodilla.) ¡Heme aquí!
VOZ. No temas recibir a María por mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo.
JOSÉ. ¡Gracias, Dios mío! Y perdona mi poca fe. Me casaré con María.
ESCENA XII
SEÑOR DEL TIEMPO. Olvidaste que Dios mandó un ángel a José para que creyera.
SOFÍ. Mira, el Nuevo Testamento ha aparecido de nuevo. Esto quiere decir que María no fue apedreada. ¡Estupendo!
SEÑOR DEL TIEMPO. La verdad que por un momento creíste que toda la historia se había ido a pique.
SOFÍ. No. Desde el principio sabía que no sucedería nada malo. Al fin y al cabo esto no es más que un juego.
SEÑOR DEL TIEMPO. ¿Crees que realmente es un juego?
SOFÍ. Pues, claro.
SEÑOR DEL TIEMPO. Pues te asustaste de verdad.
SOFÍ. ¡Qué va! Fue una buena interpretación que formaba parte del juego también.
SEÑOR DEL TIEMPO. ¡Ya! Supongo que querrás seguir jugando, ¿no?
SOFÍ. Sí, y si no recuerdo mal, la segunda cosa que no entendía era por qué Jesús nació en un pesebre en vez de en una casa con comadrona, como era normal.
SEÑOR DEL TIEMPO. Debía ser así. Jesús debía dar muestras de humildad y reconocimiento por los más pobres para que éstos supieran que Él los entendía perfectamente.
SOFÍ. ¡No pienso igual! Sin duda, si Jesús hubiera nacido en el siglo XXI lo haría en un buen hospital, con los medios necesarios. Creo que nacer en un pesebre era innecesario. Además, suena a fábula.
SEÑOR DEL TIEMPO. Está bien, Sofí, tu deseo será cumplido.
ESCENA XIII
(Aparece la sala de espera de un hospital. José está de pie dando vueltas de un lado para otro. Otro señor está sentado fumando un cigarrillo.)
SEÑOR. ¿Quiere uno? (Enseñándole el cigarrillo.)
JOSÉ. No, gracias, no fumo y le aconsejo que tampoco fume; no es bueno para sus pulmones.
SEÑOR. ¡Oh, vamos! ¿No me diga que es usted uno de esos deportistas obsesionados con la salud?
JOSÉ. Me gusta el deporte pero no soy ningún deportista.
SEÑOR. ¿Le pongo un café? Ahí hay una máquina de café instantáneo. No es que sea muy bueno pero para esperar despierto va bien.
JOSÉ. No, tampoco tomo café.
SEÑOR. ¡Pero, bueno! ¿Qué es usted, entonces?
JOSÉ. Un simple señor, ¿por qué?
SEÑOR. No fuma, no toma café... (José sonríe.) ¿Es su primer hijo?
JOSÉ. Sí.
SEÑOR. Ya se nota. Lleva dos horas dando vuelta de un lado a otro.
JOSÉ. ¿Y usted?
SEÑOR. ¡Ja, ja, ja! He venido aquí tantas veces que ya me conozco hasta el nombre de las mujeres de la limpieza.
JOSÉ. ¿Cuántos hijos tiene?
SEÑOR. Con los que vengan ahora, serán ocho.
JOSÉ. ¿Ocho?
SEÑOR. Sí, caballero. Es que mi mujer los tiene a pares. Tengo dos niñas y cuatro niños. ¿Qué le parece?
JOSÉ. Que necesitará una salud de caballo para cuidar a tantos.
SEÑOR. ¡Qué ocurrente es! Pero no me trate de usted, mi nombre es Marc Robinson, Marc para los amigos y espero que después de tres horas en la misma sala de espera, lleguemos a serlo.
JOSÉ. ¡Por supuesto! Mi nombre es José de David.
SEÑOR. ¿Y el apellido?
JOSÉ. Pues eso, David.
SEÑOR. No son nombres americanos, ¿acaso es español?
JOSÉ. No, tengo la nacionalidad americana pero soy judío.
SEÑOR. ¡Ah! Ahora comprendo por qué ese empeño por mantener la salud.
JOSÉ. ¿Conoce usted algo sobre nuestras creencias?
SEÑOR. Sí. Creo que los judíos esperáis el nacimiento de un Mesías.
JOSÉ. Sí, es cierto.
SEÑOR. Dime, José, ¿y aún creéis que después de tantos años nacerá un Mesías?
JOSÉ. Por supuesto.
SEÑOR. No sé pero creo que la ciencia ha demostrado la inexistencia de cualquier Dios es cierto que hasta hace muy poco adorábamos a Zeus. Recuerdo que mi abuela incluso tenía una estampa de Venus en el tocador cuando yo era pequeño pero en cincuenta años la ciencia ha adelantado mucho y ha demostrado que no existe el Olimpo.
JOSÉ. Pues los judíos siempre hemos sabido que no existían esos dioses.
SEÑOR. Pero habláis de un Mesías.
JOSÉ. Sí, del hijo del único y verdadero Dios. El que escribió los mandamientos con la yema de sus dedos. Todavía conservamos las tablas en el arca de la alianza que se encuentra en el templo de Jerusalén.
SEÑOR. ¡Qué interesante! Creo que me tomaré esa taza de café. Cambiando de tema. ¿Le han dicho los médicos lo que será?
JOSÉ. ¿Quién?
SEÑOR. ¡Lo que espera su señora!
JOSÉ. No nos lo han dicho pero sabemos que es un niño.
SEÑOR. ¡Ah, sí! Pues como le salga niña...
JOSÉ. No, será un niño y se llamará Jesús.
SEÑOR. ¿Cómo puede estar tan seguro de ello si los médicos no os han dicho nada?
JOSÉ. Porque un ángel nos lo dijo.
SEÑOR. ¿Un qué?
JOSÉ. Un mensajero de nuestro Dios.
SEÑOR. No me digas que nuestro Dios se dedica a decir a los matrimonios qué van a tener.
JOSÉ. No, sólo se lo ha dicho a mi esposa y a su tía.
SEÑOR. Y, ¿a qué se debe ese honor?
JOSÉ. A que María va a dar a luz al hijo de Dios.
SEÑOR. ¡Ya! Y mi mujer al hijo del presidente de los EEUU. ¿Qué te parece?
JOSÉ. Sabía que no creerías pero no tienes por qué burlarte.
SEÑOR. (Toma a José por el hombro.) Vamos, lo que te pasa a ti es que estás muy nervioso y deliras un poco. Será mejor que te relajes.
ENFERMERA. ¿Marc Robinson?
SEÑOR. Me llaman. Esta enfermera debe de ser nueva porque no me conoce. ¡Sí, soy yo!
ENFERMERA. Puede pasar a ver a los dos preciosos hijos que acaba de dar a luz su mujer.
SEÑOR. ¿Dos niños? Pero si el médico me aseguró que eran niñas.
JOSÉ. Ya ves, Marc, los médicos se equivocan.
SEÑOR. Sí, bueno, adiós José. Ha sido un placer conocerte.
JOSÉ. Igualmente.
SEÑOR. (En voz baja a la enfermera.) Creo que este señor de ahí necesita visitar al psicólogo; dice unas cosas muy raras. (La enfermera y Marc se van.)
DOCTORA. ¿José de... David?
JOSÉ. Sí, soy yo.
DOCTORA. Puede pasar a ver a su esposa y a su hijo. Sinceramente, este niño es precioso, créame, he visto muchos. (José desaparece.)
(Se oye un grito.)
DOCTORA. ¿Qué pasa? (Aparece la enfermera.)
ENFERMERA. Doc-to-to-ra.
DOCTORA. ¿Qué?
ENFERMERA. En la entra-tra-tra...
DOCTORA. ¿Quiere hablar bien?
ENFERMERA. En la entrada hay tres señores muy raros que quieren entrar en la maternidad.
DOCTORA. Les habrá dicho que no se puede entrar si no son familiares.
ENFERMERA. Sí, pero insisten. (Se gira.) ¡Están ahí! (Aparecen los tres reyes magos.)
GASPAR. Mahalaja, mojoloca.
DOCTORA. Pero, ¿qué es esto?
BALTASAR. Majaleja tocaloja.
ENFERMERA. No entiendo nada.
MELCHOR. Mujeres no entender... Callar... Hablar yo. Nos buscar rey aquí.
DOCTORA. ¿Buscar un rey aquí? Ustedes se han equivocado, aquí sólo hay niños.
MELCHOR. Sí, buscar niño rey. Nosotros pasar a buscar niños.
DOCTORA. ¿Son familiares?
MELCHOR. No, nosotros buscar niño.
DOCTORA. Lo siento pero sólo está permitida la entrada a los familiares.
BALTASAR. ¡Cacatoca fei!
MELCHOR. ¡Callar! (A los reyes.) Necesitar ver niño urgente.
ENFERMERA. La doctora ha dicho claramente que no.
MELCHOR. Y estrella brillante decir sí.
DOCTORA. Me importa un bledo quién dice sí pero las órdenes son las órdenes.
ENFERMERA. ¡Ya está! Doctora no se altere, seguro que esto es una broma de la “Cámara Oculta”. Lo único que tenemos que hacer es sonreír y ya dirás que es una broma.
DOCTORA. Pues yo no veo ninguna cámara.
(La enfermera levanta la túnica de Baltasar para ver si debajo de él está la cámara de vídeo.)
BALTASAR. (Enfadado.) ¡Cacatola, mojole cola!
DOCTORA. Me parece que esto no es la “Cámara Oculta”.
MELCHOR. No entiendes nada.
ENFERMERA. Seguro que sí. Quédese con ella que yo me asomaré a la ventana para ver si está la furgoneta de televisión y no se olvide de sonreír. (La enfermera se va. La doctora se siente incómoda pero empieza a sonreír. Al verla sonreír todos sonríen y al final se monta una juerga de risa. Aparece la enfermera corriendo.)
ENFERMERA. ¡Doctora!
DOCTORA. ¡Ja, ja!
ENFERMERA. ¡Doctora! Me parece que esto no es la “Cámara Oculta”. (La doctora se calla de golpe.)
DOCTORA. ¿No había ninguna furgoneta de televisión?
ENFERMERA. No. Lo único que había eran tres...
DOCTORA. Tres, ¿qué?
ENFERMERA. Tres camellos formando un atasco de circulación. (Los reyes aún se ríen.)
DOCTORA. ¡Basta! (Todos enmudecen.) Esto es demasiado. Si no abandonan el hospital llamaré a seguridad.
ENFERMERA. ¡Eso!
MELCHOR. Nosotros ver niño rey.
DOCTORA. Contaré hasta cinco y si no se van llamaré a seguridad. 1, 2...
MELCHOR. (Dirigiéndose a los otros reyes.) Acalecola pa...
ENFERMERA. ¿Qué ha dicho?
(Los tres reyes empujan a la doctora y a la enfermera e intentan pasar.)
DOCTORA. ¡Llama a seguridad!
(La enfermera aprieta el botón rojo. Mientras hay lucha entre los reyes y la doctora.)
GUARDIA. ¡Alto! ¡Quedan arrestados!
ESCENA XIV
SOFÍ. ¡Qué divertido!
SEÑOR DEL TIEMPO. ¿Ah, sí? ¿Quieres mirar de nuevo la Biblia?
SOFÍ. No es posible. ¡Otra vez ha desaparecido el Nuevo Testamento! ¿Por qué?
SEÑOR DEL TIEMPO. Vamos al pasado y lo verás.
ESCENA XV
(María está en casa con su bebé en la cuna. Está cosiendo y hablándole al niño. Llaman a la puerta. María abre.)
VECINA. ¡Corre, María! ¡Saca al niño y huye!
MARÍA 2. ¿Por qué?
VECINA. Los soldados romanos están llegando a Belén.
MARÍA. ¿Para qué?
VECINA. No sé pero todas tenemos miedo y queremos salir (se oyen gritos en la calle).
VECINA y MARÍA. ¿Qué ocurre? ¿Ya están aquí los soldados? (Se oye la voz de una madre).
VOZ. ¡No, no mate a mi hijo, asesino!
(Se oyen más voces de mujeres chillando.)
VECINA. ¡Están matando a niños! ¡Mi hijo! (Se va corriendo.)
(María coge al niño en brazos e intenta salir pero al girarse aparece un soldado.)
MARÍA. ¿Qué va a hacer?
SOLDADO. ¡Deme al niño!
MARÍA. ¿Para qué?
SOLDADO. Démelo.
MARÍA. ¡No! (Forcejean por el niño.)
MARÍA. ¡Socorro! ¡José, ven pronto! (Soldado golpea a María y ésta cae al suelo desmayándose; el niño está en brazos del soldado y éste levanta la espada).
ESCENA XVI
SOFÍ. Pero, ¿por qué ha pasado eso? Siempre entendí que José y María huyeron antes de la matanza de los niños.
SEÑOR DEL TIEMPO. Pero olvidas que fueron los reyes magos los que avisaron a José y María de la rabia de Herodes y luego le despertaron.
SOFÍ. Ah sí, si los reyes no han visto a Jesús no han podido avisar a José y a María.
SEÑOR DEL TIEMPO. ¡Exacto!
SOFÍ. Y entonces Jesús morirá en manos del soldado romano.
SEÑOR DEL TIEMPO. Sí.
SOFÍ. Este juego ha ido demasiado lejos. No me gusta nada. Así que vuelve todo como estaba.
SEÑOR DEL TIEMPO. Es un juego.
SOFÍ. Es un juego.
SEÑOR DEL TIEMPO. No es un juego, Sofí. Si no, mira las noticias. (Aparece una presentadora sentada explicando las noticias.)
PRESENTADORA. Noticias de última hora. En la madrugada de éste día tres presuntos ladrones disfrazados de reyes orientales intentaban pasar a la sala de maternidad del hospital central de New York. Los cargos que por los que fueron acusados son tres:
Uno, el ya mencionado, el segundo por no llevar identificación y el tercero por extorsión del tráfico al aparcar sus camellos en medio de la carretera.
SOFÍ. Eso era el telediario.
SEÑOR. Sí.
SOFÍ. Así que no es un juego.
SEÑOR. No.
SOFÍ. ¿Qué quieres que diga? ¿Qué lo siento? Pues sí, lo siento y tengo mucho miedo. He sido una estúpida. No entendí que si las cosas fueron escritas así es porque debían ser así. He subestimado los designios de Dios. Lo siento (agacha la cabeza. De pronto, aparece otro telediario. La presentadora rebobina la noticia y vuelve a empezar).
PRESENTADORA. Noticias de última hora. Esta mañana de madrugada una mujer dio a luz a un niño en los suburbios de la ciudad al no encontrar cobijo. Unos vagabundos fueron a contemplar al niño diciendo que habían visto una luz en el cielo que les guió hasta él. Pero la llegada inesperada fue la de tres reyes procedentes de Oriente que trajeron unos presentes muy singulares: oro, mirra e incienso.
SEÑOR DEL TIEMPO. Ha sucedido como debía ser en el siglo XXI.
SOFÍ. Sí, pero, ¿cómo ha sido?
SEÑOR DEL TIEMPO. Lo has hecho tú, Sofí.
SOFÍ. ¿Yo? ¿Cómo?
SEÑOR DEL TIEMPO. Reconociendo tu error y pidiendo perdón. No olvides que ese niño que nació dio luego su vida por nosotros en una cruz y lo único que nos pide es arrepentimiento.
SOFÍ. Si, es cierto...
SEÑOR DEL TIEMPO. Has aprendido la lección. Así que debo decirte la verdad.
SOFÍ. ¿Qué verdad?
SEÑOR DEL TIEMPO. Todo esto ha sido una ilusión, un juego.
SOFÍ. Entonces, ¿no ha sucedido en la realidad?
SEÑOR DEL TIEMPO. Claro que no, pero te ha ayudado a comprender que la historia del nacimiento de Jesús nos es un cuento de hadas a pesar de que a veces la gente lo cuenta como si tal cosa.
SOFÍ. Sí. A partir de ahora no subestimaré las historias de la Biblia.
SEÑOR DEL TIEMPO. Te tengo reservado un viaje más como regalo final.
SOFÍ. ¿A dónde?
ESCENA XVII
(Aparece el portal de Belén. Está José, María, Jesús y los pastores. Aparece Sofí, suena la música de navidad.)
JOSÉ. Sofí, acércate.
SOFÍ. ¿Yo?
JOSÉ. Sí, tú.
(Sofí se acerca al portal.)
JOSÉ. Gracias por comprender que era necesario que Jesús naciera en ciertas circunstancias para cumplimiento de la palabra de Dios.
SOFÍ. ¡Qué bien suena eso de gracias! Aunque no lo merezco.
MARÍA. Si quieres, puedes coger al niño. (Sofí coge al niño emocionado.)
SOFÍ. Piensa que este niño llegará a morir en la cruz por nosotros.
MARÍA. Sí, pero también este niño volverá con todos sus ángeles para vivir eternamente en un mundo de paz.
ESCENA XVIII
(Aparece Sofí dormida en el sofá. Su hermana la despierta.)
HERMANA. Sofí, despierta, despierta.
SOFÍ. ¿Eh?
HERMANA. Has tenido un sueño, estabas hablando en voz alta diciendo no sé qué de un portal, un Señor del Tiempo, unos reyes...
SOFÍ. Sí, he tenido un sueño maravilloso (se levanta) ¿Sabes? Tenías razón, la historia del portal de Belén no es un cuento para niños pequeños, ni una metáfora. Es una realidad.
HERMANA. Sí.
SOFÍ. ¿Y sabes por qué?
HERMANA. ¿Por qué?
SOFÍ. Porque si no, el rabino hubiera apedreado a María, los reyes no hubieran podido avisar a José porque habrían sido arrestados, sus camellos hubieran extorsionado el tráfico...
HERMANA. Pero, ¿qué tonterías dices?
SOFÍ. No son tonterías, pero tú no lo comprendes, claro.
HERMANA. Desde luego que no. A propósito, Sofí, ¿dónde tienes el teleprograma de la tele?
SOFÍ. En mi cuarto. ¿Por qué?
HERMANA. Porque hoy dan una película muy bonita de Steven Spielberg.
SOFÍ. ¡Ah, sí! ¿Cuál?
HERMANA. Regreso al Futuro.
SOFÍ. Me es familiar.
3 comentarios:
Haber tenido esta obra en mi iglesia El faro en Ocala, Florida y tener el honor de haber sido la enfermera fue algo tremendo. Durante los ensayos podianmos sentir la presencia de Dios.
Ivette, Florida
Dios les Continue Bendiciendo
GRACIAS, Por la oportunidad que nos dan de poder usar sus obras para Predicar la Palabra del Señor.
Queremos compartir con ustedes la bendición que fue la Obra. Nosotros la editamos y adaptamos Ya que tuvimos q reducirla a 30min. para nuestra iglesia pero siempre guardando la esencia de la misma. Me encantarla mostrarle las fotos y enviarles el libreto editado para beneficio de otros. Bendiciones ¡Sigan Adelante! Es un ministerio hermoso,y en Este nuevo año el Señor les llene Bendiciones, de nuevos retos y propósitos. Sra. Quintana San Juan PR
Hola Sra. Quintana. Nos alegramos mucho de que la obra haya sido de bendición para su iglesia. Nos encantaría poder subir el libreto si usted nos lo presta, pero por favor, escríbame de nuevo e indíqueme su email porque si no, no podré ponerme en contacto con usted. Bueno, muchas gracias y espero escuchar pronto noticias suyas. Saludos y bendiciones!
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