7 Minutos y 3 Personajes. Problemas de una familia por culpa del alcohol.
LA BOTELLA QUE TODO LO CONSUME
Dramatización del cuento de Adolfo Roblero
PERSONAJES
MADRE
PADRE
HIJO
ACTO PRIMERO
(Una sala. Hay una mesa de pobre presentación. Una botella colocada sobre la mesa y también un candil o una lámpara tubular. Los taburetes o sillas en mal estado. Una mujer, bastante joven, pero muy pobremente vestida y de aspecto triste, está sentada junto a la mesa, con la cabeza recostada sobre la mesa. Después de algunos momentos, levanta el rostro frente al público y casi entre sollozos habla.)
MADRE. Si yo hubiera sabido todo lo que me sucedería al casarme con este hombre, estoy segura que lo habría pensado mejor. Pero ahora es tarde… Tengo que cargar con esta cruz tan pesada. ¡Cuántas mujeres sufren igual desdicha a la mía y cuán incautas somos las jóvenes al no pedir la dirección de Dios en un asunto tan importante como es el amor! ¡Pobre mi hijito! ¡Cómo se fue a la escuela sin tomar café! Tendré que ir a la tienda a que me fíen algunas cositas, para que siquiera cuando venga de la escuela mi muchachito encuentre algo que comer. ¡Qué ingrato que es mi marido! Todo lo que gasta en las cantinas... Y hasta he tenido que engañar a mi hijo diciéndole que todo lo que me pide está en el fondo de esa botella maldita. Dios mío, ten piedad de mi arruinado hogar.
(Deja caer su rostro sobre la mesa. En eso entra su hijo de la escuela.)
MADRE. ¿Cómo hijito? ¿Y por qué vienes tan temprano?
HIJO. ¡Ay, mamacita! Como me fui sin tomar café me sentí muy débil. Y también tuve vergüenza de que me vieran mis compañeros de clase con estos zapatos tan rotos. Mamá, ¿y dónde están mis zapatos nuevos, que me dijiste me los tenías guardados? Yo me los quiero poner.
MADRE. ¡Ay, hijito! Están allí, en esa botella, y no solo tus zapatos, sino que allí también, en el fondo de esa botella, están tus vestidos y el pan que necesitas para alimentarte.
HIJO. ¿Y cómo es eso, mamá?
(En este momento se oye desde adentro una voz áspera.)
PADRE. Mujer, ¿cuándo irás a la cocina a preparme el café? Solo de haragana vives.
(El niño sale para conseguir una piedra.)
MADRE. No seas ingrato, Alberto. Bien sabes que viniste ebrio a la una de la mañana, y ¿dónde me has dado dinero para hacer las compras?
PADRE. (Entrando, todo desaliñado y con la expresión del vicio en su rostro.) Anda a la tienda, que yo respondo.
MADRE. Sí, como tú no te das cuenta… Si supieras cuánto debo ya… que hasta me da vergüenza seguir pidiendo fiado la comida.
PADRE. (Jalándola del brazo y empujándola hacia adentro.) Digo que vayas a traer el jarro para la leche.
MADRE. (Casi llorando.) ¿Y qué leche voy a encontrar a estas horas? (Sale hacia adentro.)
(Al momento entra el hijo con una piedra en la mano. Toma la botella y se sienta en el suelo y se pone a examinarla.)
HIJO ¿Estarán dentro de esta botella los zapatos como dice mama? Voy a darme cuenta. (Entonces con la piedra golpea la botella hasta quebrarla. Emocionado busca a ver si encuentra los zapatos.) ¡Y cómo! Mi mamá me engañó. Aquí no hay zapatos ni nada. (Se pone a llorar.)
(En eso sale el padre del aposento.)
PADRE. ¿Qué es eso? ¿Quién ha quebrado la botella?
HIJO. (Con miedo.) He sido yo, papá.
PADRE. ¿Y por qué la quebraste? (En tono suave.)
HIJO. Yo quería ver si había dentro un par de zapatos nuevos porque los mío están rotos, y mi mamá no los puede componer.
PADRE. ¿Cómo podías imaginarte que hubiera dentro de la botella un par de zapatos nuevos?
HIJO. Es mamá la que me ha dicho... Siempre que le suplicaba que me comprara un par de zapatos, me decía que mis zapatos y sus vestidos, y el pan y otras muchas cosas están en el fondo de una botella... y yo creía encontrar alguna de estas cosas dentro... Pero ya no lo haré más, papaíto.
PADRE. (Poniéndose las manos en la cabeza y algo entristecido.) Dios mío, ¡qué situación la mía! Está bien, hijo querido, no te volverá a suceder esto. Dile a tu mamá que me voy y que no vendré hasta no ser un nuevo hombre y hacer frente a las necesidades de mi hogar. Adiós.
(Sale con paso firme, mientras su hijo se queda sorprendido. A los pocos momentos entra de la cocina la madre con un jarro en la mano.)
MADRE. ¿Y tu papá, Alberto?
HIJO. Se acaba de ir y dice que no vendrá hasta que sea un hombre bueno y traiga mucho dinero para la casa.
MADRE. ¿Y no te dejó para comprar la leche?
HIJO. No, mamacita.
MADRE. ¡Ay, hijito, qué se haga la voluntad de Dios! Vamos a comer nuestro bocadito aunque sea sin café. Pero nuestro Padre Celestial no nos desamparará y Él tendrá misericordia de nosotros.
(Salen.)
ACTO SEGUNDO
(Aparece la misma sala. La madre está sentada y sobre la mesa aparece una Biblia grande abierta y ella le está leyendo y explicando a su hijo Alberto, quien escucha atentamente.)
HIJO. Mamá, ya tarda en venir papa.
MADRE. Sí, hijo. Pero yo tengo confianza en que el Señor lo transformará, pues así le he estado pidiendo en mis oraciones.
PADRE. (Entra de pronto, decentemente vestido y con un gran paquete sobre sus brazos.) Hola, mi querida esposa y mi adorado hijo. (Los abraza emocionado.)
MADRE. Hola Alberto.
HIJO. Hola papacito. ¿Y dónde estabas?
PADRE. No me lo preguntes, solo les dire que soy un hombre nuevo y de hoy en adelante seré buen esposo y buen padre. Aquí está este paquete que traigo para ustedes. Ya nada volverá a irse al fondo de aquella infame botella.
(La madre y el hijo abren con alegría el paquete y sacan de allí zapatos, vestidos, etc.)
HIJO. ¡Cuántas cosas, mamá! Allí están mis zapatos, ¡qué bueno! Ahora sí no faltaré a la escuela y podré jugar con todos los niños, mamá.
MADRE. Sí, hijo, Dios ha contestado mi oración. ¡Gloria sea a su nombre! Ahora creo que siempre seremos felices, y que, aunque seamos pobres, no faltará el pan en nuestro hogar. ¿No es así, Alberto?
PADRE. Así es, mi querida esposa. Con la ayuda de Dios mi hijo nunca volverá a quebrar otra botella para buscar zapatos nuevos.
(Una sala. Hay una mesa de pobre presentación. Una botella colocada sobre la mesa y también un candil o una lámpara tubular. Los taburetes o sillas en mal estado. Una mujer, bastante joven, pero muy pobremente vestida y de aspecto triste, está sentada junto a la mesa, con la cabeza recostada sobre la mesa. Después de algunos momentos, levanta el rostro frente al público y casi entre sollozos habla.)
MADRE. Si yo hubiera sabido todo lo que me sucedería al casarme con este hombre, estoy segura que lo habría pensado mejor. Pero ahora es tarde… Tengo que cargar con esta cruz tan pesada. ¡Cuántas mujeres sufren igual desdicha a la mía y cuán incautas somos las jóvenes al no pedir la dirección de Dios en un asunto tan importante como es el amor! ¡Pobre mi hijito! ¡Cómo se fue a la escuela sin tomar café! Tendré que ir a la tienda a que me fíen algunas cositas, para que siquiera cuando venga de la escuela mi muchachito encuentre algo que comer. ¡Qué ingrato que es mi marido! Todo lo que gasta en las cantinas... Y hasta he tenido que engañar a mi hijo diciéndole que todo lo que me pide está en el fondo de esa botella maldita. Dios mío, ten piedad de mi arruinado hogar.
(Deja caer su rostro sobre la mesa. En eso entra su hijo de la escuela.)
MADRE. ¿Cómo hijito? ¿Y por qué vienes tan temprano?
HIJO. ¡Ay, mamacita! Como me fui sin tomar café me sentí muy débil. Y también tuve vergüenza de que me vieran mis compañeros de clase con estos zapatos tan rotos. Mamá, ¿y dónde están mis zapatos nuevos, que me dijiste me los tenías guardados? Yo me los quiero poner.
MADRE. ¡Ay, hijito! Están allí, en esa botella, y no solo tus zapatos, sino que allí también, en el fondo de esa botella, están tus vestidos y el pan que necesitas para alimentarte.
HIJO. ¿Y cómo es eso, mamá?
(En este momento se oye desde adentro una voz áspera.)
PADRE. Mujer, ¿cuándo irás a la cocina a preparme el café? Solo de haragana vives.
(El niño sale para conseguir una piedra.)
MADRE. No seas ingrato, Alberto. Bien sabes que viniste ebrio a la una de la mañana, y ¿dónde me has dado dinero para hacer las compras?
PADRE. (Entrando, todo desaliñado y con la expresión del vicio en su rostro.) Anda a la tienda, que yo respondo.
MADRE. Sí, como tú no te das cuenta… Si supieras cuánto debo ya… que hasta me da vergüenza seguir pidiendo fiado la comida.
PADRE. (Jalándola del brazo y empujándola hacia adentro.) Digo que vayas a traer el jarro para la leche.
MADRE. (Casi llorando.) ¿Y qué leche voy a encontrar a estas horas? (Sale hacia adentro.)
(Al momento entra el hijo con una piedra en la mano. Toma la botella y se sienta en el suelo y se pone a examinarla.)
HIJO ¿Estarán dentro de esta botella los zapatos como dice mama? Voy a darme cuenta. (Entonces con la piedra golpea la botella hasta quebrarla. Emocionado busca a ver si encuentra los zapatos.) ¡Y cómo! Mi mamá me engañó. Aquí no hay zapatos ni nada. (Se pone a llorar.)
(En eso sale el padre del aposento.)
PADRE. ¿Qué es eso? ¿Quién ha quebrado la botella?
HIJO. (Con miedo.) He sido yo, papá.
PADRE. ¿Y por qué la quebraste? (En tono suave.)
HIJO. Yo quería ver si había dentro un par de zapatos nuevos porque los mío están rotos, y mi mamá no los puede componer.
PADRE. ¿Cómo podías imaginarte que hubiera dentro de la botella un par de zapatos nuevos?
HIJO. Es mamá la que me ha dicho... Siempre que le suplicaba que me comprara un par de zapatos, me decía que mis zapatos y sus vestidos, y el pan y otras muchas cosas están en el fondo de una botella... y yo creía encontrar alguna de estas cosas dentro... Pero ya no lo haré más, papaíto.
PADRE. (Poniéndose las manos en la cabeza y algo entristecido.) Dios mío, ¡qué situación la mía! Está bien, hijo querido, no te volverá a suceder esto. Dile a tu mamá que me voy y que no vendré hasta no ser un nuevo hombre y hacer frente a las necesidades de mi hogar. Adiós.
(Sale con paso firme, mientras su hijo se queda sorprendido. A los pocos momentos entra de la cocina la madre con un jarro en la mano.)
MADRE. ¿Y tu papá, Alberto?
HIJO. Se acaba de ir y dice que no vendrá hasta que sea un hombre bueno y traiga mucho dinero para la casa.
MADRE. ¿Y no te dejó para comprar la leche?
HIJO. No, mamacita.
MADRE. ¡Ay, hijito, qué se haga la voluntad de Dios! Vamos a comer nuestro bocadito aunque sea sin café. Pero nuestro Padre Celestial no nos desamparará y Él tendrá misericordia de nosotros.
(Salen.)
ACTO SEGUNDO
(Aparece la misma sala. La madre está sentada y sobre la mesa aparece una Biblia grande abierta y ella le está leyendo y explicando a su hijo Alberto, quien escucha atentamente.)
HIJO. Mamá, ya tarda en venir papa.
MADRE. Sí, hijo. Pero yo tengo confianza en que el Señor lo transformará, pues así le he estado pidiendo en mis oraciones.
PADRE. (Entra de pronto, decentemente vestido y con un gran paquete sobre sus brazos.) Hola, mi querida esposa y mi adorado hijo. (Los abraza emocionado.)
MADRE. Hola Alberto.
HIJO. Hola papacito. ¿Y dónde estabas?
PADRE. No me lo preguntes, solo les dire que soy un hombre nuevo y de hoy en adelante seré buen esposo y buen padre. Aquí está este paquete que traigo para ustedes. Ya nada volverá a irse al fondo de aquella infame botella.
(La madre y el hijo abren con alegría el paquete y sacan de allí zapatos, vestidos, etc.)
HIJO. ¡Cuántas cosas, mamá! Allí están mis zapatos, ¡qué bueno! Ahora sí no faltaré a la escuela y podré jugar con todos los niños, mamá.
MADRE. Sí, hijo, Dios ha contestado mi oración. ¡Gloria sea a su nombre! Ahora creo que siempre seremos felices, y que, aunque seamos pobres, no faltará el pan en nuestro hogar. ¿No es así, Alberto?
PADRE. Así es, mi querida esposa. Con la ayuda de Dios mi hijo nunca volverá a quebrar otra botella para buscar zapatos nuevos.
6 comentarios:
Creo que ese cuento es de León Tolstoi.
Gracias sin mas comentrio
gracias por recopilarlos y buscarlos para nosotros,que Dios les bendiga.
Hola k bonito drama es muy bueno para para la enseñanza de los padres dios les bendiga
SIRVE PARA DARSE CUENTA EN QUE SITUACION ESTA EL MUNDO Y QUE CON DIOS TODO SE PUEDE...
Está bonito El Drama eso Está bien para muchos Padres q andan perdidos sin CRISTO..Bendiciones
Megusta mucho esta lindo pero medio. Un poco de tristesa Bendisiones
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