LOS DOS LADRONES
Héctor López
PERSONAJES
LADRÓN 1
LADRÓN 2
ESCENARIO
En el escenario una cruz tamaño natural centrada al fondo y dos sillas en ¾ una a cada lado de la cruz.
VESTUARIO
Sacos sucios con una amarra a la cintura. Lucen embarrados, transpirados y desastrados.
SONIDO
Canto gregoriano o un violín o un redoble de tambor, como el de un fusilamiento. Comienza antes de entrar y baja hasta antes del primer parlamento.
(Los actores entran por detrás del público, dando resoplidos de cansancio.)
LADRÓN 1. ¿Porqué absurda razón del destino tenía que tocarme vivir los últimos momentos de mi vida contigo? ¡Precisamente contigo! (Se sienta en una de las sillas airado.)
LADRÓN 2. ¿Y qué esperabas: morir acaso, al lado de un rey?
LADRÓN 1. (Se pone de pié sarcástico.) ¿Un rey? Tú no eres precisamente un rey. ¿Sabes lo que nos harán? ¿Sabes lo que nos harán? Nos atravesarán las manos con un clavo... las dos manos, y luego los pies. Se acerca la fiesta solemne de los judíos y no nos dejarán colgando de ese madero. Tú eres débil y puede que mueras el primer día. Yo soy más fuerte que tú y tardaré más en morir. ¿Y sabes lo que los soldados van a hacer entonces? ¡Me van a quebrar las piernas para que muera desangrado!
LADRÓN 2. (Temeroso, luego desesperado.) ¿Por qué me dices eso? ¿Quieres aumentar el miedo que me produce todo esto? ¿Cómo salir de aquí? ¿Y ustedes, qué miran, vinieron a ver el espectáculo? ¿Cómo poder huir? ¿Cómo salir de aquí?
LADRÓN 1. (Reflexivo.) Dos poderosas fuerzas luchan en mi interior. Una me hace negar todo aquello en que creí cuando era un niño, quitándome la fe. La otra en cambio me seduce con lazos de amor, derramando piedad y misericordia, sólo reclamándome fe.
LADRÓN 2. ¿No crees que es muy tarde ya para arrepentirte? Mejor es que ruegues porque esto termine pronto, así dejaremos de sufrir y seremos nada.
LADRÓN 1. (Desilusionado.) ¿Rogar? Para rogar hay que humillarse y reconocer quién eres y qué has hecho.
LADRÓN 2. (Parado frente a la cruz.) ¡Basta! ¿Cómo poder huir? ¡Ey, tú! Si eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros... Dicen de ti maravillas: que caminaste sobre el agua, que multiplicaste panes y peces y que resucitaste muertos. ¡Ja, ja, ja! Mírate ahora, ¡sólo! ¿Dónde están los que te seguían? Sólo veo algunas mujeres allá lejos ¡Contesta! ¿Dónde está tu Dios? ¿Eh? ¡Contesta! ¿Eh? ¿Eh?
LADRÓN 1. ¿Ni aún temes tú a Dios estando en la misma condenación? Nosotros justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos pero éste ningún mal hizo.
LADRÓN 2. Escuché que el concilio lo halló culpable y que Pilatos lo azotó y lo condenó. He ahí su culpa. ¿Y qué sabes tú acerca de éste, acaso lo conociste?
LADRÓN 1. (Para si mismo.) Sí, lo conocí...
LADRÓN 2. (Burlón.) ¿No me digas que escuchabas al predicador...?
LADRÓN 1. (Comienza pensativo y termina desesperado.) Sí... No... Les robaba a esos pobres ilusos. Estaban todos en silencio escuchando a ese profeta. Fue entonces cuando sus ojos se clavaron en mí. Su mirada era tan penetrante... entonces dijo esas palabras, él dijo: “Bienaventurados los de limpio corazón”. Después dijo: “El que no nace de nuevo no puede entrar en el Reino de los Cielos” ¡Esas palabras me quebraron! Fue como si de repente mi conciencia cargara con toda la maldad que cometí en mi vida... ¡Entonces huí, huí lejos...! Tenía tanto a qué renunciar...
LADRÓN 2. Lo que pasa es que tú eres uno de esos débiles que necesitan aferrarse a algo en los momentos difíciles. ¡Sé hombre y enfrenta tu muerte con dignidad “como buen ladrón” y ya, deja de mirar a éste!
LADRÓN 1. (Gritando mientras lo sacude de las solapas.) ¡Escúchame, ése es más que un simple hombre!
LADRÓN 2. (Enloquecido. Se sube a la silla que está a la izquierda y vocifera a la cruz.) Eres un cobarde. ¡Y tú! Gente como tú es la que convierte a hombres como éste en un pobre guiñapo… Si eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros... ¿No eres un rey? Vamos, contesta... Dicen que eres Dios. Si eres Dios, ¿cómo dejas que te maten? Denle agua. ¡Denle agua para que hable! ¡Vamos, contesta! ¡Si eres el Cristo, sálvate a ti mismo! ¡Bájate de esa cruz! ¡Bájate de esa cruz, charlatán!
LADRÓN 1. ¡Detén tu lengua! ¡No corrompas lo que es santo y puro! Este es más que un simple hombre... Ahora comprendo, ahora verdaderamente creo. Tus amigos desearían bajarte de esa cruz pero sé que no debes. Tu amor sobrepasa mi entendimiento y lo único que deseo es tu perdón. ¡Jesús, realmente creo en Ti! ¡Jesús, acuérdate de mí cuando vuelvas en tu Reino! Señor mío... y Dios mío...
(Estalla en furia mientras se sube a su silla. Durante sus primeras palabras el otro ladrón sufre la crucifixión con gran dolor de pié en la silla, luego va sufriendo la propia, pero con sumisión, hasta que con gran dulzura dice sus últimos parlamentos.)
(Quedan ambos crucificados de pié en cada silla.)
LADRÓN 1
LADRÓN 2
ESCENARIO
En el escenario una cruz tamaño natural centrada al fondo y dos sillas en ¾ una a cada lado de la cruz.
VESTUARIO
Sacos sucios con una amarra a la cintura. Lucen embarrados, transpirados y desastrados.
SONIDO
Canto gregoriano o un violín o un redoble de tambor, como el de un fusilamiento. Comienza antes de entrar y baja hasta antes del primer parlamento.
(Los actores entran por detrás del público, dando resoplidos de cansancio.)
LADRÓN 1. ¿Porqué absurda razón del destino tenía que tocarme vivir los últimos momentos de mi vida contigo? ¡Precisamente contigo! (Se sienta en una de las sillas airado.)
LADRÓN 2. ¿Y qué esperabas: morir acaso, al lado de un rey?
LADRÓN 1. (Se pone de pié sarcástico.) ¿Un rey? Tú no eres precisamente un rey. ¿Sabes lo que nos harán? ¿Sabes lo que nos harán? Nos atravesarán las manos con un clavo... las dos manos, y luego los pies. Se acerca la fiesta solemne de los judíos y no nos dejarán colgando de ese madero. Tú eres débil y puede que mueras el primer día. Yo soy más fuerte que tú y tardaré más en morir. ¿Y sabes lo que los soldados van a hacer entonces? ¡Me van a quebrar las piernas para que muera desangrado!
LADRÓN 2. (Temeroso, luego desesperado.) ¿Por qué me dices eso? ¿Quieres aumentar el miedo que me produce todo esto? ¿Cómo salir de aquí? ¿Y ustedes, qué miran, vinieron a ver el espectáculo? ¿Cómo poder huir? ¿Cómo salir de aquí?
LADRÓN 1. (Reflexivo.) Dos poderosas fuerzas luchan en mi interior. Una me hace negar todo aquello en que creí cuando era un niño, quitándome la fe. La otra en cambio me seduce con lazos de amor, derramando piedad y misericordia, sólo reclamándome fe.
LADRÓN 2. ¿No crees que es muy tarde ya para arrepentirte? Mejor es que ruegues porque esto termine pronto, así dejaremos de sufrir y seremos nada.
LADRÓN 1. (Desilusionado.) ¿Rogar? Para rogar hay que humillarse y reconocer quién eres y qué has hecho.
LADRÓN 2. (Parado frente a la cruz.) ¡Basta! ¿Cómo poder huir? ¡Ey, tú! Si eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros... Dicen de ti maravillas: que caminaste sobre el agua, que multiplicaste panes y peces y que resucitaste muertos. ¡Ja, ja, ja! Mírate ahora, ¡sólo! ¿Dónde están los que te seguían? Sólo veo algunas mujeres allá lejos ¡Contesta! ¿Dónde está tu Dios? ¿Eh? ¡Contesta! ¿Eh? ¿Eh?
LADRÓN 1. ¿Ni aún temes tú a Dios estando en la misma condenación? Nosotros justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos pero éste ningún mal hizo.
LADRÓN 2. Escuché que el concilio lo halló culpable y que Pilatos lo azotó y lo condenó. He ahí su culpa. ¿Y qué sabes tú acerca de éste, acaso lo conociste?
LADRÓN 1. (Para si mismo.) Sí, lo conocí...
LADRÓN 2. (Burlón.) ¿No me digas que escuchabas al predicador...?
LADRÓN 1. (Comienza pensativo y termina desesperado.) Sí... No... Les robaba a esos pobres ilusos. Estaban todos en silencio escuchando a ese profeta. Fue entonces cuando sus ojos se clavaron en mí. Su mirada era tan penetrante... entonces dijo esas palabras, él dijo: “Bienaventurados los de limpio corazón”. Después dijo: “El que no nace de nuevo no puede entrar en el Reino de los Cielos” ¡Esas palabras me quebraron! Fue como si de repente mi conciencia cargara con toda la maldad que cometí en mi vida... ¡Entonces huí, huí lejos...! Tenía tanto a qué renunciar...
LADRÓN 2. Lo que pasa es que tú eres uno de esos débiles que necesitan aferrarse a algo en los momentos difíciles. ¡Sé hombre y enfrenta tu muerte con dignidad “como buen ladrón” y ya, deja de mirar a éste!
LADRÓN 1. (Gritando mientras lo sacude de las solapas.) ¡Escúchame, ése es más que un simple hombre!
LADRÓN 2. (Enloquecido. Se sube a la silla que está a la izquierda y vocifera a la cruz.) Eres un cobarde. ¡Y tú! Gente como tú es la que convierte a hombres como éste en un pobre guiñapo… Si eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros... ¿No eres un rey? Vamos, contesta... Dicen que eres Dios. Si eres Dios, ¿cómo dejas que te maten? Denle agua. ¡Denle agua para que hable! ¡Vamos, contesta! ¡Si eres el Cristo, sálvate a ti mismo! ¡Bájate de esa cruz! ¡Bájate de esa cruz, charlatán!
LADRÓN 1. ¡Detén tu lengua! ¡No corrompas lo que es santo y puro! Este es más que un simple hombre... Ahora comprendo, ahora verdaderamente creo. Tus amigos desearían bajarte de esa cruz pero sé que no debes. Tu amor sobrepasa mi entendimiento y lo único que deseo es tu perdón. ¡Jesús, realmente creo en Ti! ¡Jesús, acuérdate de mí cuando vuelvas en tu Reino! Señor mío... y Dios mío...
(Estalla en furia mientras se sube a su silla. Durante sus primeras palabras el otro ladrón sufre la crucifixión con gran dolor de pié en la silla, luego va sufriendo la propia, pero con sumisión, hasta que con gran dulzura dice sus últimos parlamentos.)
(Quedan ambos crucificados de pié en cada silla.)
1 comentario:
Ha pasado el tiempo y se repite este misterio día a día. El incrédulo y sin temor de Dios que vocifera en su incongruencia, mientras otros ruegan por ser perdonados.
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