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2012 - España

Un nacimiento especial

10 Minutos y 19 Personajes. Dos muñecas nos cuentan una historia diferente sobre la Navidad en la que todo el mundo y todas las razas de la tierra tienen cabida.


UN NACIMIENTO ESPECIAL




PERSONAJES

LORENA
JIMENA
MELCHOR
PAJE MELCHOR
GASPAR
PAJE GASPAR
BALTASAR
PAJE BALTASAR
PASTORA
RAPERO
BACALADO
RAPERO
VIRGEN
CHINA
SAN JOSÉ
INDIA
ÁNGEL
EGIPCIA
MARROQUÍ



DECORADO. El escenario representa un nacimiento sin figuras. Puede haber un fondo de montañas pintadas, y un portal realizado con cartones pintados. A los lados deben aparecer simuladas dos cajas de donde saldrán las figuras y los juguetes.



PRIMERA PARTE

LORENA. ¡Hola! ¿Cómo estás? Me llamo Lorena y, como veis, soy una muñeca.

JIMENA. Y yo soy Jimena, y también soy una muñeca. Nuestra dueña se llama Mónica y tiene 8 años. La queremos mucho. Somos sus muñecas preferidas... Bueno, no sólo nosotras, porque como pronto verán, a Mónica le gustan mucho las muñecas.

LORENA. Pero se preguntarán qué hacemos aquí. Vamos a contarles una historia de Navidad. Aunque un poco extraña, o mejor dicho, un poco fantástica, o un poco milagrosa. Veréis…

JIMENA. Unos días antes de Navidad, Mónica quiso poner su nacimiento. Colocó las montañas, las casitas, el río y el portal. Mónica fue sacando de la caja las figuritas del Portal y las fue colocando.

(De la caja van saliendo las figuras del Portal que Mónica va colocando.)

MÓNICA. Primero la Virgen y San José. Luego el Ángel y el Niño... Después todas las demás figuras.

LORENA. Pero, ¡qué fatalidad! Sólo quedaba una pastorcilla. Es que el año pasado se le cayó la caja y se le rompieron las demás figuras.

MONICA. ¿Y qué hago ahora?

JIMENA. Mónica no sabía qué hacer. De repente tuvo una idea muy extraña. Se dirigió a la caja donde guardaba todas sus muñecas, y fue colocándolas en el nacimiento.

(De la caja del lado opuesto, Mónica va sacando muñecos.)

JIMENA. Primero, las muñecas que sus padres le habían traído de todas las partes del mundo.

LORENA. Una muñequita de la China.

JIMENA. Una pequeña muñeca India.

LORENA. Una elegante muñeca egipcia.

JIMENA. Una preciosa muñequita marroquí...

LORENA. Pero también sacó de la caja tres marchosos personajes: un rockero, un fan de la música bacalao y un rapero.

JIMENA. Mónica estaba contenta con aquel original nacimiento. Lo miró con cariño y como estaba muy cansada se fue a la cama.


SEGUNDA PARTE

MELCHOR. ¡Qué oscuro está esto! Nos hemos perdido. ¿Dónde estará el portal?

(Aparecen por el fondo del teatro y avanzan entre los espectadores.)

PAJE MELCHOR. No sé, majestad. Quizás es mejor que vayamos a recoger los camellos y volvamos a Oriente.

GASPAR. Ni hablar, Melchor. No hemos hecho un viaje tan largo para rendirnos ante las dificultades.

PAJE GASPAR. ¡Majestad! ¡Allí! Iluminado por esa gran estrella.

BALTASAR. ¡Sí, sí, ya la veo! ¡Vamos, vamos deprisa!

MELCHOR. Pero, ¿qué es esto?

PAJE MELCHOR. Majestad, nos hemos equivocado de siglo.

GASPAR. ¿Puede decirme alguien qué es todo esto?

LORENA. Es un nacimiento, Majestad. Pero con figuras de todos los tiempos. ¿O es que vuestra majestad no sabe que Jesús ha nacido para todos?

PAJE GASPAR. ¡Me gusta esto! ¿Quiénes son ustedes?

JIMENA. Muñecas. Somos muñecas que formamos parte del nacimiento. ¿No les gusta la idea?

BALTASAR. ¡Humm...! A mí me gusta. Es cierto que para dios todos somos iguales.

LORENA. Pero subid, subid, majestades...Estaréis muy cansados... Sentaos, sentaos aquí.

PAJE BALTASAR. Pero, ¿no hay ni una sola figura de verdad?

JIMENA. Sí, majestad, hay una. Es una pastora. ¡Pastora, pastora! Ven aquí que sus majestades quieren verte.

PASTORA. Aquí estoy majestad.

LORENA. Majestades, ¿os gustaría oír villancicos? Es el canto típico de Navidad.

MELCHOR. Sí, sí... Pero, tú sóla.

RAPERO. Déjenme a mí. Van a ver lo que es ritmo.

(Se oye música rap y el rapero se pone a bailar.)

PAJE MELCHOR. Pero esto no es un villancico de los de toda la vida.

JIMENA. Tenéis razón. Pastora, ven a cantar.

GASPAR. ¡Ah! ¡No hay nada como los villancicos de toda la vida!

BACALADO. Pues ahora me toca a mí. Prepárense a oír villancicos modernos.

(Se oye música bacalao y baila al ritmo de la música.)

LORENA. ¡Qué horror! Esto no es un villancico. Pastora, ahora te toca a ti.

ROCKERO. No, no. El rock es el mejor ritmo para un villancico. ¡A bailar!

(Se oye un rock y baila a su ritmo.)



TERCERA PARTE

VIRGEN. (Sale del portal y se acerca a la parte exterior del escenario.) ¿Qué escándalo es éste? Me van a despertar al Niño.

CHINA. Tiene razón, María ¡Nos han despertado a todos! ¿Verdad compañeras? Vengan todas para acá.

(Se acercan las muñecas del mundo.)

PAJE GASPAR. Perdonen. Estábamos discutiendo sobre música.

SAN JOSÉ. Pero, ¿qué pasa aquí? ¿Quiénes son todos ustedes?

INDIA. Somos personas de todo el mundo que hemos venido a ver al Niño Jesús.

ÁNGEL. Pero... aquí ocurren cosas muy extrañas.

EGIPCIA. No, Ángel, no es extraño: es más natural. Aquí estamos todas las razas y todos los siglos y todas las edades.

VIRGEN. Es cierto. Pensándolo bien, éste es el nacimiento verdadero y no el que han puesto otros años.

MARROQUÍ. Claro, Jesús nace para todos los siglos, y para todas las razas y para todas las edades.

SAN JOSÉ. Muchachas, ¡esto me gusta! Deberían conseguir que en todas partes se pusieran nacimientos como éste.

CHINA. Yo estoy muy orgullosa de poder estar aquí representando todas las razas.

INDIA. ¡Y todos los colores!

EGIPCIA. ¡Y todas las culturas!

MARROQUÍ. ¡Y todas las naciones!

LORENA. Y así acabó aquella maravillosa noche. En aquel nacimiento se reunieron todas las razas, edades y gustos, porque Jesús ha nacido para todos.

JIMENA. ¡Jesús ha nacido para todos! Y cada Navidad debemos hacer que este nacimiento se haga realidad en nuestras vidas. ¿Qué les parece si nos unimos para cantar un villancico?

(Buscar un villancico popular para que canten todos los participantes y animen al público a hacerlo con ellos.)

Disputa en Belén

8 Minutos y 31 Personajes. En Belén se corre la voz de que va a nacer el niño Dios. Los animales y las plantas discuten sobre cuándo es el mejor momento para que nazca.


DISPUTA EN BELÉN

PERSONAJES

NARRADOR 1
NARRADOR 2
SOL
FLOR 1
FLOR 2
FLOR 3
LUNA
ESTRELLA 1
ESTRELLA 2
ESTRELLA 3
PASTOR 1
PASTOR 2
PASTOR 3
OVEJA 1
OVEJA 2
OVEJA 3
PERRO
PÁJARO
BÚHO
MULA
BUEY
LAVANDERA
PAJA
REY 1
REY 2
REY 3
ÁNGEL 1
ÁNGEL 2
ÁNGEL 3
ÁNGEL 4
ÁNGEL 5



NARRADOR 1. Esto que van a ver pudo ocurrir una vez hace muchos años.

NARRADOR 2. Fue en mi pueblo, en Belén. Era un pueblecito muy pequeño y los niños vestíamos así, como nosotros.

NARRADOR 1. Sucedió que se corrió la voz de que iba a nacer un niño muy bonito que era Dios. Según se fueron enterando todos: el sol, la luna, las estrellas, las flores, los pastores, la lavandera, los animales, la paja, la noche… y hasta unos Reyes Magos de Oriente, se reunieron todos en la plaza del pueblo muy contentos para festejarlo y hacer todos los preparativos para recibirlo.

NARRADOR 2. Pero, de repente, empezaron a discutir porque se dieron cuenta de que eran muy diferentes, unos vivían de noche y otros de día. Unos querían que el niño naciera de noche para ser ellos los primeros en verlo y estar con él…otros querían que naciera de día para ser ellos los primeros y recibirlo como se merecía.

SOL. Nacerá de día, cuando yo esté en lo más alto, alumbre y caliente fuerte; no dejaré que esté ni una nube y así se le podrá ver bien, todos podrán enterarse, y Él podrá ver lo bonitos que son todos.

FLORES. (TODAS) ¡Eso, eso!

FLOR 1. Desde luego, así nosotras estaremos abiertas y podrá ver todo el campo y vernos bailar movidas por el aire.

FLOR 2. Y sentirá nuestros olores y podrá acariciarnos con sus manitas y notar lo suavecitas que somos.

FLOR 3. Y verá nuestros colores. Brillaremos con las gotitas del rocío de la mañana, ¡le gustaremos tanto!

LUNA. ¡Sol, mira! Yo creo que les asustarías con tanta luz y tanto calor. Yo creo que yo soy más fresquita y mi luz es más suave y no le daré miedo. Si nace de noche yo, poquito a poco, le prepararé para cuando tú salgas por la mañana.

ESTRELLA 1. Tiene razón la luna; nosotras la ayudaremos con nuestra luz. Esa noche tampoco habrá nubes y estaremos todas y se nos verá muy grandes.

ESTRELLA 2. Brillaremos fuerte en lo alto y le entretendremos bailando en el cielo. Seremos como colgantes en su cuna y mirándonos se dormirá tranquilo.

ESTRELLA 3. Sus ojitos se acostumbrarán poquito a poco a la luz y nosotros guiaremos a todos hacia el Portal; nos pararemos allí encima para que sepáis dónde está.

PASTOR 1. Pero si es de día podremos llevarle todo lo que necesite. Le llevaremos la leche recién ordeñada para que la tome calentita.

PASTOR 2. Miel dulce que poner en su chupete y que le ayude a crecer y la lana de nuestras ovejas para que su mamá le haga jerseys.

PASTOR 3. Bueno, pero a nosotros nos da igual, no nos dormimos nunca pronto. Siempre charlamos junto a la hoguera y si nace de noche también seremos los primeros en llegar y llevarle cosas.

OVEJA 1. Pero si nace de noche no nos verá a los animales que estemos dormidos.

OVEJA 2. En cambio si nace de día podrá jugar con nosotras y le dejaremos tocarnos para que note lo blanditas que somos.

OVEJA 3. Además nosotras andamos muy despacio y llegaríamos las últimas.

PERRO. A mí me da igual; yo siempre vigilo de día y de noche y guardo las ovejas. Le cuidaré de noche, y de día le dejaré subirse encima de mí para pasear y que me agarre de las orejas para no caerse.

PÁJARO. ¡Ah! no, pero los pájaros sólo cantamos de día y de noche va a perderse nuestros trinos y no va a ver nuestros colores brillando bajo el sol y nuestros hermosos vuelos.

BÚHO. ¡Pero bueno! También hay animales que vivimos de noche y cantamos y además cuidaremos de que nada le pase, haremos guardia con nuestros grandes y brillantes ojos y les avisaremos moviendo las ramas de los árboles.

MULA. Nosotros le cedemos nuestro establo, le haremos compañía, dormiremos con Él y le daremos calor con nuestro aliento.

BUEY. Y con nuestros grandes cuerpos le protegeremos y le adormeceremos con nuestros mugidos.

LAVANDERA. Sí, todo esto está muy bien, ¡pero no son nada prácticos! Necesitará sábanas y baberos y pañales limpios y yo tendré que ir al río a lavarlos y esperar a que el sol los seque, tú (a la luna) no me sirves para eso.

PAJA. No te preocupes, hasta que tú llegues a hacer tu trabajo yo le serviré de colchón. Estaré secándome todo el día al sol y así al llegar la noche estaré calentita y me ahuecaré mucho para estar muy blandita.

REY 1. Nosotros viajaremos de noche y llegaremos llamando bien la atención, para que todos vean nuestra importancia.

REY 2. Llevaremos criados, camellos, telas, oro, incienso y mirra.

REY 3. Nuestra caravana se verá y oirá en todo el país y así todos nos admirarán y adorarán con nosotros al Niño.

LUNA. No seáis tontos, cuando nazca necesitará silencio, paz, estará cansado y querrá dormir. Para dormir lo mejor soy yo, el silencio, la noche. Dormirá con todos ustedes y así al amanecer será de todos y podremos disfrutar con Él.

NARRADOR 1. Aquello no tenía fin, todos tenían buenas intenciones pero no se ponían de acuerdo.

NARRADOR 2. Pero de repente sucedió algo…

ÁNGEL 1. ¡Escuchen todos! Conocemos sus buenas intenciones, pero la luna tiene razón. Tienen que ponerse de acuerdo. Lo importante es hacer lo mejor para el Niño.

ÁNGEL 2. Háganlo todos de acuerdo, juntos y contentos, así que ahora ¡a hacer las paces y a prepararse!

ÁNGEL 3. El Niño nacerá en silencio, de noche; lo acompañarán la luna y las estrellas en lo alto; la paja lo acogerá y la mula y el buey lo calentarán; los animales nocturnos se lo irán contando unos a otros, nosotros avisaremos a los pastores y las estrellas avisarán a los Reyes.

ÁNGEL 4. Los Reyes caminarán sigilosos, nadie importante debe enterarse porque Herodes quiere matar al Niño.

ÁNGEL 5. Y luego al amanecer, todos los demás iréis llegando y juntos estaremos con Él.

Los platudos

5 Minutos y 10 Personajes. Esta obra muestra la importancia de la ofrenda en la iglesia: varios billetes y monedas disputan por qué unos son más importantes que otros.


LOS PLATUDOS
Francisco Badilla

(Contexto: Se trata de una conversación entre billetes y monedas dando su punto de vista de quién es el más importante dentro de la Iglesia. Esta Obra se debe adaptar a los distintos valores que tienen las monedas y billetes de cada país. En lo posible realizarlo con atuendos chistosos.)

PERSONAJES

BILLETE DE 20000
BILLETE DE 10000
BILLETE DE 5000
BILLETE DE 1000
BILLETE DE 500
MONEDA DE 100
MONEDA DE 50
MONEDA DE 10
MONEDA DE 5
MONEDA DE 1



ESCENA 1

BILLETE DE 20.000. Yo, soy el más importante, a mí me andan trayendo los ricos en sus billeteras, las señoras ricas en sus carteras de cuero, soy tan importante que valgo más que todos ustedes juntos, conmigo compran las cosas más grandes y bonitas... “soy el más platudo”.

BILLETE DE 10.000. Tú te equivocas, porque yo sí que soy importante, soy azulito, bonito tengo encima la foto de un peladito súper importante, además soy más sencillo que tú. Conmigo compran cosas medianamente caras sin que estén dando tanto sencillo... “yo sÍ que valgo”.

BILLETE DE 5.000. Se equivocan los 2, yo sí que soy importante. A ustedes nadie los quiere porque cuando van a pagar nadie tiene vuelto, no son como yo, conmigo se paga la luz, el agua, soy súper práctico, además miren a quién llevo conmigo: “la Gabrielita” (según nuestro dinero), ella sí que sabe lo que es bueno... “yo sí que soy útil”.

BILLETE DE 1.000. ¡Qué pena me dan! Están tan ilusionados en ser los primeros que no se dan cuenta de que yo estoy ahí. Yo ando en el bolsillo de todo el mundo: del pobre, del rico, el joven, el viejo, todos… Soy súper sencillo, sirvo para todo y soy verde, verde, verdecito... “yo sí que soy necesario”.

BILLETE DE 500. Todos se equivocan, porque si hablamos de importancia y sencillez, yo soy lo más importante y lo más sencillo que existe. A mí me ocupan para todas las cosas, soy el más ocupado, nadie que tenga plata puede andar sin mí, sirvo para todo, desde lo más grande hasta lo más pequeño... “yo sí que soy indispensable”.

(Entre todos miran a las monedas.)

BILLETES: ¿Ustedes no conversan?

MONEDAD DE 100. No, nosotras no jugamos.

MONEDA DE 50. Nosotras vamos a la iglesia.

MONEDA DE 10. Sí, somos evangélicas.

MONEDA DE 5. La única parte donde nos reciben es en la iglesia.

MONEDA DE 1. Sí, pero el tesorero se enoja con nosotras cuando tiene que contarnos porque somos muchas.

MONEDA DE 10. Es más, allá somos tan importantes que somos las únicas que estamos en la ofrenda.

MONEDA DE 50. Sí, casi nunca nos encontramos con uno como ustedes.

MONEDA DE 100. Sí, y cuando llegan es porque hay visitas.

MONEDA DE 5. Pero cuando no viene nadie, jugamos entre nosotras no más.

MONEDA DE 1. Ya, ahora nos vamos porque va a empezar el servicio.

MONEDA DE 10. Sí, mejor nos vamos rápido que están por pasar la ofrenda.

(Todas las monedas se van y se quedan los billetes solos.)

BILLETE DE 20.000. Vamos a comer algo... yo pago.

BILLETE DE 10.000. Estás loco, yo cancelo.

BILLETE DE 5.000. Si no comemos tanto, yo pago.

BILLETE DE 1.000. Si falta, cuenten conmigo.

BILLETE DE 500. Entonces yo dejo la propina.


(Reflexión: Esta actuación nos muestra qué importancia le damos a nuestra entrega económica en la Iglesia. Texto Reflexivo: 2 Corintios 9:7 “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre”.)

El tren de la vida

35 Minutos y 17 Personajes. Al tren de la vida suben algunos pasajeros poco recomendables como compañeros de viaje. Con la ayuda del Guardián del Tren, nuestros personajes se juntarán con otros compañeros más recomendables para comenzar el año que empieza.


EL TREN DE LA VIDA
Millys Sánchez


PERSONAJES

ENTREVISTADOR
AÑO NUEVO
AÑO VIEJO
GUARDIÁN DEL TREN
LUIS
JUAN
ANTONIA
ORGULLO
MARÍA
DESAMOR
AMOR
INCONSTANCIA
FE
NEGLIGENCIA
PERSEVERANCIA
PEDRO
UNIDAD




ESCENARIO

(El interior de un tren con asientos típicos de vagones de tren, donde quepan todos los personajes a la vez. Dibujar un fondo con dos ventanas y dibujos de la naturaleza en ellas, dando la apariencia de ser las ventanas del tren vistas desde el interior.)



PLANES PARA EL PROGRAMA

(En iglesias pequeñas, algunos personajes pueden hacer dos papeles, como por ejemplo, quien haga de Año viejo y de Año nuevo, pueden ser uno de los personajes de los que viajan en el tren.)

(Este programa puede hacerse para la ocasión de la entrada de un nuevo año, sin embargo si se omite la parte de la introducción, es propicio para cualquier época.)



INTRODUCCIÓN (Entrevista al Año Viejo y al Año Nuevo)

(Se anuncia al Año viejo, que entra al escenario.)

ENTREVISTADOR. Buenos días, Señor Año Viejo (mencionar el año saliente.) Bienvenido a nuestra iglesia de (mencionar el nombre de la iglesia.)

AÑO VIEJO. (Poniendo voz de anciano.) Buenas noches Iglesia de (mencionar el nombre de la iglesia), me siento muy, muy agradecido de poder estar aquí para decirles a todos ustedes: “Adiós”.

ENTREVISTADOR. Nos sentimos tristes en realidad, porque sabemos que pronto no le volveremos a ver, ¿cómo se siente usted ante su pronta partida?

AÑO VIEJO. Bueno, para serte sincero, me siento triste, pero también satisfecho.

ENTREVISTADOR. (Con cara de desconcierto.) No le entiendo muy bien, señor Año Viejo. ¿Podría explicarnos mejor?

AÑO VIEJO. Por supuesto que puedo. Me siento satisfecho porque para muchos signifiqué la realización de sus sueños y metas, y además un acercamiento estrecho con nuestro Señor Jesús.

ENTREVISTADOR. Y, ¿por qué se siente usted triste?

AÑO VIEJO. Porque muchos en vez de acercarse al Creador, se alejaron, otros se propusieron metas y no las alcanzaron, es decir, dejaron que yo fuera un año más en sus vidas, pero nada más, nada significativo e importante.

ENTREVISTADOR. Pero, Señor Año Viejo, alguna solución debe de haber para que usted no se marche así, tan triste, tan desanimado... ¿No?.. ¿Qué nos propone?

AÑO VIEJO. Tienes razón, hijo mío. Hay una solución. Los seres humanos sólo tienen que proponerse nuevamente esas metas espirituales y materiales que se plantearon al inicio de mis días, que hoy están a punto de terminar, y con el apoyo del año que me sustituirá muy pronto, junto a Jesús, lograrlas cada día y cada momento. La solución sería que todos hicieran del Año nuevo_____, un año tan feliz como nunca lo ha habido para cada uno de sus participantes. Esa sería mi satisfacción más grande y con eso me despediría feliz y contento.

ENTREVISTADOR. Entonces, no creo que eso sea problema Señor Año Viejo. (Se pone en pie dirigiéndose a la congregación.) ¿Creen ustedes, amigos y hermanos, que podríamos prometerle esto al Año Viejo____? Y lo más importante, ¿prometérselo a Nuestro Señor Jesucristo? Levanten sus manos los que están dispuestos a hacer del sueño del Año Viejo, una realidad....... (Se dirige al Año Viejo.) Ve, Señor Año Viejo, ya puede marcharse tranquilo y en paz. Gracias por habernos regalado estos 365 días de recuerdos que siempre perdurarán en nuestra memoria.

AÑO VIEJO. Gracias a ustedes. Ahora me marcho. Que Dios os bendiga. (Sale)

ENTREVISTADOR. Después de decirle adiós al viejo año, recibamos con nuestras manos en alto, en señal de saludo, al Nuevo Año_______. Muy buenas noches, Señor Año Nuevo_____

AÑO NUEVO. (Entrando.) Buenas noches a todos. Muchas felicidades.

ENTREVISTADOR. (Sentándose e invitando a sentarse al Año Nuevo.) Bien, Año Nuevo, quisiéramos saber, qué mensaje tienes para nosotros ya que sabemos que eres un nuevo regalo de Jesús para todos los que aquí estamos.

AÑO NUEVO. Pues tienes razón, sí que traigo un mensaje para todos los que hoy han podido recibirme. Como todo regalo, traigo una tarjeta dirigida para ustedes, del que me envía: Cristo Jesús. (Le pasa la tarjeta al Entrevistador.) Léala usted mismo.

ENTREVISTADOR. Veamos… (Lee un versículo bíblico que se adapte al mensaje que se quiera dejar a la iglesia para un nuevo año.)

AÑO NUEVO. Este es el mensaje para estos nuevos 365 días que comienzan.

ENTREVISTADOR. Muy bien, Señor Año Nuevo, lo hemos entendido. Pero nos gustaría saber si usted personalmente nos trae algún mensaje, además del que nos envía el Señor.

AÑO NUEVO. (Toma unas hojas en blanco y se pone en pie.) Yo les traigo estas páginas en blanco, suman un total de 365. De ustedes, de cada uno de ustedes, depende lo que se escriba en ellas, tanto a nivel personal e individual, como a nivel colectivo y de iglesia. Mi deseo es que al finalizar mi jornada, estas hojas que representan mis días de vida puedan salir limpias, sin mancha alguna, y que en ellas hayan escrito solo cosas buenas y obras de bien, o cosas malas quizás, pero que lleven al lado el sello de PERDONADO y BORRADO, colocado por nuestro Salvador. Quisiera ver que en mis días, todos sus sueños y metas se cumplan y, ¿quién sabe?, quizá podamos ver en mis días el regreso del Señor Jesucristo en las nubes de los cielos. Ese sería un gran privilegio para mí.

ENTREVISTADOR. Tal y como usted desea, esperamos nosotros también, Señor Año Nuevo. Esperamos poder cumplir todas las promesas que te hagamos. Gracias por estar con nosotros. Pero antes de irte te invito para que nos acompañes en un viaje que realizaremos en el Tren de la Vida, como se titula nuestra obra de esta noche, y que juntos veamos qué cosas nos pueden pasar en él, y cuáles podríamos evitar. Adelante Tren de la Vida. (Salen.)




ESCENA PRIMERA


JUAN. (Aparece sentado en uno de los asientos leyendo un periódico.)

GUARDIÁN DEL TREN. (Entra uniformado de ferrocarrilero.) Creo Señor que aquí se siente a gusto, pues como me dijo prefiere viajar solo, ¿no es así?

JUAN. (Bajando el periódico.) Sí, así es. Aquí me siento muy cómodo. Muchas gracias, Señor Guardián.

GUARDIÁN. De nada. (Comienza a alejarse, pero vuelve hacia Juan.) Oiga, perdone, ¿cree usted que puede iniciar el camino en este tren, viajando solo, sin querer relacionarse con nadie, tal y como me pidió antes de subir?

JUAN. Bueno, la verdad es que no lo sé, pero por ahora no es algo que me importe mucho.

GUARDIÁN. Bueno, pues entonces, ¡que tenga buen viaje, Señor! (Sale moviendo la cabeza de un lado a otro, con gesto de preocupación.)

JUAN. (Suelta el periódico, extiende los brazos y se ríe.) ¡Ja, ja, ja, ja, ja! ¡Qué bien me siento aquí! No tengo que ayudar a nadie, ni darle mi asiento a ninguna viejecita, ni nada por el estilo. Podré llegar a mi destino, totalmente descansado. Voy a dormir un rato. (Se recuesta y se cubre la cara con el periódico.)

(Se escucha música instrumental de marcha.)

JUAN. (Se despierta sobresaltado.) ¿Qué pasa? ¿Por qué se detiene el tren? ¿Qué está sucediendo? (Se acerca a la ventana para mirar hacia fuera)... ¡Oh! Es que hemos llegado a algún pueblo del camino. (Mira por la ventana como tratando de ver a lo lejos.) A ver, alcanzo a leer el nombre del pueblo.... se llama “¡Pueblo Obstáculos del Camino!” (Se sobresalta y dice en voz alta.) ¡Oh, no...! ¡Se me acabó el descanso! Tan bien que estaba aquí sin nadie en el vagón... Ahí vienen.... uno, dos, tres.....CUATRO PASAJEROS. ¡Qué fastidio! (Se sienta de golpe en su asiento con cara de mucho enfado.)

(Suben al tren Orgullo, Desamor, Inconstancia y Negligencia.)

TODOS. (Acercándose a Juan.) ¡Buenos Días!

JUAN. (Enfadado y hablando entre dientes.) Me haré el sordo.

TODOS. ¡BUENOS DIAS!

JUAN. Me haré el dormido. (Reclina la cabeza como dormido.)

TODOS. (Más fuerte.) BUENOSSSS DÍASSSSSS.

JUAN. Me haré el tonto.

ORGULLO. Éste se está haciendo el desentendido. Sentémonos. (Se sientan todos.)

NEGLIGENCIA. Éste tiene cara de tonto.

INCONSTANCIA. Debe de ser una persona muy aburrida.

JUAN. (Hablando muy enfadado.) Solo soy un hombre que quisiera que lo dejaran en paz.

DESAMOR. ¿Por decirte buenos días te hemos molestado? ¡Qué delicado eres!

NEGLIGENCIA. Sí que lo es, y además muy nervioso.

JUAN. (Cediendo un poco.) Bueno, bueno, quizás tengan razón. ¿Quiénes son ustedes? ¿Cómo se llaman?

DESAMOR. (Poniéndose en pie.) Mi nombre es Desamor. Me caracterizo porque me fascina guardar rencor y criticar a todo el mundo, también por hacer daño a mis compañeros, y por no ponerme nunca, nunca, en su lugar.

INCONSTANCIA. Mi nombre es Inconstancia. Nunca termino nada de lo que empiezo. Siempre dejo todo por la mitad. En lo único que he sido constante en toda mi vida es en continuar día tras día, año tras año, en este Tren de la Vida.

ORGULLO. (Con arrogancia.) Mi majestuoso y hermoso nombre es Orgullo. Y para tu información yo no me doblego ante nada, ni nadie.

NEGLIGENCIA. (Sin ponerse en pie, de forma muy vaga.) ¡Hola! Mi nombre es negligencia. No me inclino a hacer nada. Siempre estoy muy cansada, o tengo cosas más importantes que hacer. Además, no creo que comenzar a actuar, tomar la iniciativa, tenga mucha importancia.

JUAN. (Se pone en pie de golpe muy asustado.) ¡Nooooo! También en este tren. ¿Cómo no les había reconocido? Hasta aquí me perseguís... ¡No! ¡Márchense, déjenme en paz!

TODOS. (En grupo comienzan a reírse, señalando a Juan y acercándose amenazantes y despacio a él.) Siempre viajamos en el tren de la vida, disfrazados de diferentes maneras para que no nos reconozcan, por eso, no advertiste inmediatamente quienes somos. Así que no nos iremos. No te librarás de nosotros nunca.

JUAN. (Intenta salir corriendo por la puerta del vagón, pero se detiene de golpe cuando entran otros cuatro pasajeros.) ¿Y ustedes? ¿Quiénes son? (Pregunta muy sobresaltado.)

PEDRO. (Saludándolo) Yo soy Pedro, también he iniciado este viaje de la vida junto con mis amigos: Rosa (la señala presentándola y ésta se inclina y saluda), Antonia (se inclina y saluda) y Luis (se quita el sombrero y saluda) Pero,.... pensábamos que te marchabas, pues te dirigías hacia la puerta, ¿no?

JUAN. (Acercándose a ellos y hablándoles en voz baja, en susurro.) Sí, me marchaba porque no quiero viajar con ellos (señala a los habitantes del pueblo “Obstáculos del Camino”). En cada viaje que inicio en el Tren de la Vida repetidamente, siempre están, siempre suben, sea al inicio o durante el trayecto... y no me gustan, son muy malas compañías. Me han causado muy malas experiencias.

LUIS. No te preocupes, hombre. Nosotros también los conocemos. Todos los que viajamos en el Tren de la Vida alguna que otra vez, tenemos siempre que toparnos con ellos. La clave para poder viajar con ellos, pero sin que te hagan daño, ni te afecten en lo absoluto, es ignorarlos. No tengas ningún tipo de conversación con ellos. Absolutamente ninguna. No le des lugar en tu mente, ni en tus actos, y verás cómo te dejarán tranquilo y no te molestarán.

MARÍA. Así es, amigo. Ven, vamos a sentarnos juntos y verás como tendrás un viaje tranquilo.

(Todos se dirigen al segundo asiento y lo ocupan. Los habitantes del Pueblo Obstáculos del camino también se sientan y siguen haciendo gestos como que conversan entre ellos.)

JUAN. (Dirigiéndose a los nuevos pasajeros.) ¿Hacia dónde van ustedes?

LUIS. Pues vamos hacia el final del trayecto. Al Pueblo de ______ (Año que comienza u otro nombre apropiado.)

JUAN. ¡Ah, qué bien! Pues vamos todos al mismo lugar. Y, ¿a qué van allá?

ANTONIA. Yo voy a una boda.

PEDRO. Y yo a un entierro, ¿y tú?

JUAN. Yo me dirijo hacia mi empresa. Negocio en la ciudad.

MARÍA. Pues yo voy a ver a un hermano que tengo en el hospital.

LUIS. Pues yo voy a una fiesta. (Se pone en pie con alegría.) Estoy de vacaciones y como hemos de morir algún día, creo que es cosa de sabios aprovechar el buen tiempo. ¡Fuera la pena!, ¡viva la alegría! (Se ríe.)

(Todos se ríen. Entra el Guardián.)

GUARDIÁN. Creo que todos se equivocan. Van más lejos del lugar que piensan.

(Todos miran asombrados al Guardián, con caras de interrogación.)

JUAN. Pero, ¿qué dice usted?

MARÍA. (Se pone de pie buscando algo.) No puede ser... ¿Dónde está el timbre de emergencia?

ANTONIA. ¡Ayyy! Esto es imposible. Yo quiero bajar para tomar el tren correcto, no puedo llegar tarde a la boda.

JUAN. Oiga usted, pero entonces, si estamos equivocados, ¿hacia dónde se dirige este tren?

GUARDIÁN. Este es el tren de la vida, como bien sabéis... que en esta ocasión viaja desde el pueblo de (año que se deja atrás o nombre apropiado), hasta el Pueblo de (Año que inicia o nombre apropiado.)

JUAN. (Dando un suspiro de alivio.) ¡Ah, qué susto me ha dado! ¿Y cómo decía usted que estábamos equivocados, si es dónde usted dice que nosotros pensamos que se dirige el tren?

ANTONIA. ¡Uf! Menos mal. Menudo susto…

PEDRO. Yo de verdad que me asusté bastante con sus palabras, Señor Guardián.

GUARDIÁN. ¿No dicen que van a bodas, hospital, a un entierro, a negociar, a una fiesta?

JUAN. Sí, efectivamente, hacia esas actividades vamos.

GUARDIÁN. Esa es la verdad a medias.

LUIS. Pero bueno, ¿usted está loco o solo bromea con nosotros?

GUARDIÁN. No. Estoy diciendo verdades más luminosas que el Sol.

MARÍA. Pues, yo estoy tan oscura como una ciega. No entiendo absolutamente nada.

LUIS. Todos vamos en buen camino a diferentes ocupaciones en este tren de la vida, pero al final, al mismo destino.

PEDRO. Por favor, Señor Guardián, explíquese. Nos tiene muy inquietos. ¿A qué se refiere?

GUARDIÁN. Permítanme hacerles una pregunta: ¿Creen en Jesús? ¿Saben que Él les brinda la eterna salvación al final del Trayecto del tren de la vida?

(Todos se ríen.)

JUAN. Ahora resulta que nos va a predicar un sermón. Hasta me asusta. (Dice en tono burlón.)

GUARDIÁN. Si entendieran lo que les digo, me darían la razón.

PEDRO. (Fastidiado.) Definitivamente está loco de remate.

ANTONIA. ¿Cuál es esa verdad a la que se refiere?

MARÍA. Sí, ¿qué quiere decir?

GUARDIÁN. ¿Obtuvieron un billete para subir al Tren? Y si fue así, ¿se fijaron antes de subirse al tren, en el billete que les entregaron? Había una casilla para marcar qué conductor querían que guiase el Tren.

LUIS. Claro que obtuvimos el billete, pues si no, no estaríamos aquí. Pero yo por la rapidez, le dije al vendedor que me marcase el que él quisiere. Total, a mí no me importa quién conduzca, lo importante es llegar.

(Todos asienten diciendo que lo hicieron de igual manera.)

GUARDIÁN. Pues a juzgar por sus compañeros (señala a los obstáculos del camino que dejan de simular que hablan y se ponen en pie.) Todos marcaron como conductor al Enemigo de las almas.

MARÍA. No puede ser. Es por eso que están aquí estos malos acompañantes. Yo sé que siempre tiene uno que encontrarse con ellos en los viajes, pero nunca les había visto tan activos.

ANTONIA. (Buscando una excusa.) Pero si los ignoramos, ellos no nos molestan. ¿No lo nota?

GUARDIÁN. Se equivocan, queridos amigos. No molestan de manera que ustedes lo noten a simple vista, pero van haciendo su obra sutilmente en cada una de vuestras mentes y vidas, y lo más importante les hacen perder de vista el Objetivo Mayor.

TODOS. (Con las cabezas cabizbajas.) ¡Oh, no! ¿Qué hemos hecho?

JUAN. Señor Guardián, ¿cómo podremos deshacernos de ellos ahora? Ya no podemos hacer nada para quitarlos de nuestro tren.

PEDRO. Nuestro destino es fatal.

GUARDIÁN. (Asiendo a Pedro por los hombros y dirigiéndose a todos.) Claro que no... No todo está perdido. Hay una esperanza.

TODOS. (Levantan la cabeza y miran con ojos esperanzados.) ¿Cuál es? Díganosla.

GUARDIÁN. Dentro de poco hay una parada en el Pueblo Diciembre de (Año que termina o nombre apropiado), para viajar en el camino de (año que inicia o nombre apropiado), y llegar al destino. Allí pueden comprar otros billetes y con cuidado y sabia decisión, elijan a Cristo Jesús como conductor del Tren. Entonces verán qué buenos compañeros de viaje os acompañarán. (Sale.)

(Todos se ponen en pie alegres.)

ANTONIA. Vamos a hacer lo que dijo el Guardián. Su consejo es muy sabio. Dentro de un minuto estaremos llegando a la parada de Diciembre de (año que termina o nombre apropiado). (Se enciende la luz con el cartel que diga esto.) Bajaremos inmediatamente.

(Se escucha sonido de que el tren se detiene y una voz anunciando la parada.)

VOZ. Estamos llegando a la Parada de Diciembre de (año que termina o nombre apropiado). Los pasajeros que tengan que comprar billete nuevo o cambiar el que tienen podrán hacerlo en las ventanillas señalizadas para estos fines. Dentro de cinco minutos iniciaremos la marcha. Gracias.

DESAMOR. (Se acerca a los jóvenes impidiéndoles el paso a la salida.) No crean que se van a librar tan fácilmente de nosotros.

INCONSTANCIA. (Acercándose y llamando a sus demás compañeros.) Venid. Que éstos no tienen escapatoria. Si nos eligieron, no nos marcharemos de su lado.

(Todos los obstáculos comienzan a acercarse lentamente para acosarlos.)

LUIS. ¡No, no se acerquen! Déjennos en paz.

ANTONIA. (En voz alta.) EL TREN SE DETIENE YA POR COMPLETO. CORRAMOS, VAMOS POR ESTA PUERTA.

JUAN. Sí, corramos antes de que nos atrapen.

(Todos salen por la puerta corriendo. Los obstáculos se sientan frustrados sin moverse. Se escucha música y letra del Himno 285 o un especial.)




ESCENA SEGUNDA


(Todos entran sonrientes y con sus nuevos billetes en las manos.)

JUAN. ¡Qué alegría que logramos bajar a tiempo, y comprar nuevos billetes. Yo marqué la casilla donde elegía a Jesús como el Conductor de mi predilección en este nuevo viaje con destino hacia (año próximo o nombre apropiado).

PEDRO. Yo también seguí el consejo del Guardián.

ANTONIA. Yo lo hice igual y no me arrepiento.

MARÍA. Creo que es la mejor decisión que he podido hacer.

LUIS. Yo también creo lo mismo que ustedes.

GUARDIÁN. (Entrando.) Muy buena decisión, Jóvenes amigos. Ahora observen quiénes serán sus acompañantes en este viaje.

(Entran Amor, Fe, Unidad y Perseverancia y se presentan.)

AMOR. Yo soy el Amor. Durante todo este viaje desde el Pueblo de (año que inicia o nombres apropiados) hasta el Pueblo de (año próximo o nombre apropiado), y si quieren todos los pueblos hasta el final del viaje, les acompañaré y verán cómo amarán a todos sus compañeros de viaje por igual, teniendo con ustedes el maravilloso don del perdón y la consideración a todos los que les rodean. Y sobre todo, el amor supremo hacia nuestro Guía fiel, Jesucristo. (Se sienta.)

PERSEVERANCIA. Yo soy Perseverancia. Conmigo nunca se arrepentirán de haber elegido a Jesús como el conductor de este Tren. Siempre tendrán fuerzas aunque a veces parezcan desmayar para resistir cualquier obstáculo que se les presente en este viaje. Si me buscan en este tren siempre tendrán deseos de continuar sin detenerse.

UNIDAD. Yo soy Unidad. Conmigo como compañera de viaje siempre permanecerán con un mismo sentir y un mismo objetivo. Estarán juntos en las buenas y en las malas, para realizar la obra que nuestro Conductor Jesús les encomiende y aunque tengan diversidad de opiniones, que seguro será así, conmigo siempre podrán ponerse de acuerdo.

FE. Mi nombre es Fe. Es indispensable que me posean como compañero durante el viaje que emprenden, para poder mirar siempre al conductor y agradarle, porque sin mí es imposible agradar a Dios. A través de mis ojos podrán seguir las instrucciones del Conductor. También para poder observar la hermosa tierra prometida, que es el galardón que espera a todos los que eligen a Jesús como el Conductor de este tren. Así que marchemos hacia delante y no desistan jamás.

PEDRO. (Se pone en pie de repente muy asustado.) Miren (señala a los obstáculos del camino, sentados sin moverse.) Son nuestros antiguos acompañantes. No se han marchado como nos dijo usted, Señor Guardián. Siguen aquí con nosotros.

JUAN. Es cierto... pero, ¿qué ha pasado? Usted nos dijo que ellos no estarían aquí al volver de comprar nuevos billetes y elegir a Jesús como el Conductor del Tren. ¿Por qué nos ha mentido?

(Todos se abrazan a las virtudes asustados.)

GUARDIÁN. Tranquilos todos. Yo nunca dije que no estarían en el Tren, si es que recuerdan bien, dije que no serían vuestros acompañantes. Observen (señala a los obstáculos). Notad que no se mueven y que ni siquiera habíais notado su presencia.

(Pausa.... todos observan.)

LUIS. Ni siquiera parpadean. Parece que están muertos.

ANTONIA. O quizás dormidos.

GUARDIÁN. ¡Jóvenes! Esto que observáis significa que estos habitantes del Pueblo Obstáculos del camino, como son Desamor, Negligencia, Inconstancia, Orgullo, y muchos más que no han subido en aquella parada donde subieron ellos, tales como Soberbia, Altivez, Rencor, Impaciencia, etc., pero que pueden subir en cualquier momento… Siempre viajarán en este tren de la vida aunque vosotros no queráis, porque a este tren suben todos los pasajeros de esta tierra, y por tanto aquí también hay pasajeros que no elijen a Jesús como el Conductor principal de su viaje, y entonces sus acompañantes, como pasó con vosotros, son estos obstáculos del camino. Pero si los pasajeros todos, al igual que vosotros, deciden hacer una parada en el camino y elegir a nuestro Maestro Jesús como el Conductor preferido de este tren, estos habitantes de Obstáculos del Camino estarán inactivos, como muertos, exactamente como están ahora y no podrán hacerles daño alguno, ni molestarlos siquiera.

MARÍA. ¿Es así realmente, Señor Guardián?

PEDRO. ¿No tenemos nada qué temer de ellos?

GUARDIÁN. Si en el viaje por el Pueblo (Año que inicia o nombre apropiado), hasta el pueblo (Año próximo o nombre apropiado), que es la próxima parada, mantienen firmes su decisión de seguir todas las instrucciones del Conductor Jesús, sus acompañantes siempre serán Amor, Fe, Unidad y Perseverancia, y muchos otros más habitantes del Pueblo Virtudes y dones del camino, tales como paciencia, felicidad, regocijo, gratitud, servicio, etc. Por la presencia de ellos, los habitantes del pueblo Obstáculos del camino no se les pueden acercar, ni pueden siquiera moverse de su sitio, pues la presencia de estas virtudes aniquila y elimina cualquier poder que ellos puedan tener. ¿Entendéis?

JUAN. (Alegre). Claro que entiendo y prometo solemnemente que no me alejaré de estas virtudes durante los 365 kilómetros del viaje, y todos los demás que tenga que recorrer. (Se acerca a las virtudes.)

LUIS. Yo prometo lo mismo. No quiero ni pensar el daño que me pueden causar a mí y a mis compañeros de viaje estos horribles personajes.

ANTONIA. Claro que no. Ni siquiera lo pensemos. Cultivemos nuestra amistad estrecha con estas virtudes que nos acompañan y nunca tendremos la molestia de estos horribles obstáculos del camino.

MARÍA. Yo como joven que soy, prometo ser fiel compañera de estas preciosas virtudes, porque con ellas sí que alegraré al Conductor del tren y podré vivir en armonía con mis compañeros de viaje.

GUARDIÁN. (Se sienta pensativo y un poco triste.)

PEDRO. (Dirigiéndose al guardián.) ¿Qué le pasa, Señor guardián? ¿Por qué está triste?

GUARDIÁN. Es que veo que no habéis hablado aún acerca de las cosas que vais a hacer al llegar al pueblo de destino. Me parece que pensáis hacer lo mismo que decíais antes: fiestas, bodas, negocios, etc., y entonces me temo que con esos objetivos los habitantes del pueblo Obstáculos del camino volverán a molestaros y os atraparán.

JUAN. No.... No es así, Señor Guardián. Puede estar tranquilo. Alégrese, por favor. Antes de subir en la última parada donde adquirimos los nuevos billetes, hicimos un listado de las cosas que queremos alcanzar al llegar al pueblo de (año próximo o nombre apropiado.)

ANTONIA. Así es. Amigos, mostrémosle al Guardián del Tren lo que queremos lograr en este viaje.

(Todos muestran sus letreros y los leen en voz alta.)

LUIS. Compañerismo profundo con el Conductor del Tren.

ANTONIA. Buenas relaciones con los demás.

PEDRO. Desarrollo eficaz de las facultades mentales.

MARÍA. Trabajo consagrado en la Obra de Dios.

JUAN. Metas aprobadas por Jesús. Esto no quiere decir que no iremos a la boda, al hospital, de vacaciones, a negociar, sí que iremos, pero ahora pensamos aplicar a todas nuestras diferentes actividades estas nuevas metas que le hemos mencionado. ¿Qué le parece?

GUARDIÁN. ¡Que alegría me dais! No sabéis lo feliz que me siento al escucharos, al oír cuáles son las cosas que desarrollarán durante el viaje. Pero, hay algo que deben hacer, y es que a los otros pasajeros de este tren de la vida, que todavía no han elegido a Jesús como el Conductor de este Tren, o a los que como ustedes por rapidez, no se fijaron en su elección, o quizás cambiaron sin darse cuenta por la influencia de los habitantes del pueblo Obstáculos del camino sus billetes en alguna parada y eligieron a otro conductor, debéis ayudarles a tomar la correcta decisión de una manera libre, pero orientándoles siempre con amor. Debéis hacer lo mismo que yo hice con vosotros, para que ellos no tengan nunca como acompañantes en su viaje a los habitantes del Pueblo Obstáculos del camino, sino a estas y otras preciosas virtudes. El trabajo es arduo... lo sé perfectamente, pero con la ayuda de Jesús se que pueden hacerlo.

JUAN. Claro que lo haremos, Señor Guardián. Cuente con nosotros. Será un verdadero placer.

PEDRO. En ese caso, ustedes (dirigiéndose a la congregación)... que también viajan en este tren. Únanse a nosotros en nuestro trabajo y recibamos la primera Instrucción de nuestro Conductor.

VOZ. (Narrada con música de fondo: “FIRMES Y ADELANTE HUESTES DE LA FE, SIN TEMOR ALGUNO QUE JESUS LOS VE”.)

MARÍA. Entonces, entonemos el Himno Nº 378, el cual nos inspirará con su música y letra para la lucha que nos espera.

La búsqueda

25 Minutos + Cantos y lecturas bíblicas. 13 Personajes + Extras. Una serie de personajes con anhelos de una vida mejor se juntan para ir en su búsqueda. Los personajes, que reflejan un tiempo actual, con problemas actuales, acabarán adorando en el Portal de Belén y señalando a Jesús como la Vida Eterna.


LA BÚSQUEDA




PERSONAJES

CAMINANTE
CIEGO
BUSCADOR DE LA VERDAD
MADRE
SORDOMUDO
JOVEN
JOVEN 1
JOVEN 2
JOVEN 3
POBRE
LECTORA 1
LECTOR 2
JUAN BAUTISTA
EXTRAS




(En la pared detrás del altar en letras grandes: “BUSCO A JESÚS DE NAZARET NACIDO EN BELÉN”.)

(La iglesia está oscura. Desde distintos puntos dentro de la iglesia se hacen escuchar las siguientes voces:)

BUSCO EL CAMINO
BUSCO LA LUZ
BUSCO LA VERDAD
BUSCO LA VIDA
BUSCO LA VOZ Y LA PALABRA
BUSCO LA FELICIDAD
BUSCO AL HERMANO
BUSCO EL AMOR

TODOS. Busco la salvación.

(Efecto sonoro: “Busco, busco...busco....” con efectos de eco.)

CAMINANTE. (Entrando por el pasillo central, caminando con un bastón en la mano.) Hermanos, yo busco el camino. Desconozco el rumbo, desconozco el destino. ¿Quién me lo indicará? ¿No habrá nadie en el mundo que me lo pueda señalar? Un camino que tenga sentido, un camino.... ¡No! El camino. Busco el camino. ¿Quién sostendrá mi esperanza?

(Efecto sonoro: Isaías 40, 3-5: “Abran el camino a Yahvé en el desierto. En la estepa tracen una senda para Dios. Que todas las quebradas sean rellenadas y todos los cerros y lomas sean rebajados, que se aplanen las cuestas, que queden las colinas como un llano; porque aparecerá la gloria de Yahvé y todos la verán porque Yahvé ha hablado”.

MÚSICA. Un pueblo que camina por el mundo gritando ven, Señor, Un pueblo que busca en esta vida la gran liberación…

(El caminante encuentra a un ciego que va entrando por el pasillo lateral de la izquierda caminado a tientas con las manos extendidas.)

CAMINANTE. ¿Qué buscas?

CIEGO. Busco la luz. No puedo ver. El mundo es la oscuridad para mí. Soy ciego. No me cuentan del sol, de la aurora y del ocaso, no lo veo. Me hablan del esplendor de las estrellas, no las miro. Me dicen que la luna es bella, no conozco la belleza. Oigo palabras hermosas sobre el azul del cielo, las flores del campo, el agua clara, los cerros y volcanes y tantas maravillas que hay en el mundo: colores, matices suaves y brillantes. Para mí el mundo es gris. No veo el rostro de los niños, no veo sus sonrisas. No veo el reflejo de alegrías y penas en sus ojos. Soy ciego. ¡Quiero ver! ¿Quién me dará la luz? (volteándose hacia el caminante) Y tú, tú… ¿Quién eres? ¿Qué buscas?

CAMINANTE. Busco el camino. Pero me doy cuenta de que también soy ciego como tú, pues no sé dónde poner el próximo paso. Buscamos lo mismo: “LUZ Y CAMINO”. Vamos hermano, busquemos juntos...

CIEGO. ¡Vamos, fortalece mi esperanza!

(Los dos siguen caminando, el caminante toma del brazo al ciego. Luego caminan despacio y se colocan en un lugar mientras se escucha lo siguiente:)

(Efecto sonoro: Isaías 42: 6-7)
“Yo Yahvé te he llamado para cumplir mi justicia, te he formado y tomado de la mano, te he destinado para que unas a mi pueblo y seas luz para todas las naciones. Para abrir los ojos a los ciegos, para sacar a los presos de la cárcel y del calabozo a los que estaban en la oscuridad”.

MÚSICA:
Nacidos de la luz hijos del día
Nacidos de la luz.
1. Nacidos de la luz, hijos del día
vamos hacia el Señor de la mañana,
su claridad disipa nuestras sombras
y llena el corazón de regocijo.
2. Que nuestro Dios el Padre de la gloria
limpie la oscuridad de nuestros ojos
y nos revele al fin cuál es la herencia
que nos legó en su hijo primogénito.



BUSCADOR DE LA VERDAD. (Entrando por el pasillo lateral derecho, mientras que el caminante y el ciego lo miran desde lejos.) Hace tanto tiempo que estoy buscando. Buscando por el camino de las ciencias. Buscando en las distintas filosofías, buscando en las ideologías, buscando la VERDAD… ¿Qué es la verdad? ¿Quién me la enseña? Unos me dijeron que buscara en los astros, el tarot, otros que la encontraría en las religiones y sectas; otros me quisieron convencer de que la verdad está en el TENER, en el PLACER, y en el PODER… Probé de todo y lo que me quedó fue un gran vacío. No la riqueza es la verdad, ni el poder, ni el placer. Las ciencias y la filosofía sólo me dieron una chispa de luz. Pero la VERDAD VERDADERA ha de ser una llama que arde sin apagarse jamás. ¿Dónde está la verdad?

(Efecto sonoro: Éxodo 3:2-6 “El ángel de Yahvé se mostró en una llama de fuego, en medio de una zarza. Moisés vio que la zarza ardía pero no se consumía... Y Dios llamó a Moisés en medio de la zarza diciendo: “Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”.)

(El Caminante y Ciego se acercan.)

CAMINANTE. Hermano, ¿tú también buscas?

BUSCADOR DE LA VERDAD. ¿Quiénes son ustedes?

CAMINANTE. Soy caminante, peregrino en busca del camino. Pero veo que busco igual que tú. Soy errante y también busco la verdad.

BUSCADOR DE LA VERDAD. (Dirigiéndose al ciego.) Y tú, ¿quién eres?

CIEGO. ¡Ay amigo! Soy ciego. Busco la luz. Mi deseo es ver. Pero me doy cuenta que nos parecemos. Los dos somos ciegos y buscamos la verdad. Mi ceguera es más grande de lo que pensaba, por desconocer la VERDAD. Hermano, vamos, juntos buscaremos.

BUSCADOR DE LA VERDAD. Vamos, les ruego hermanos, afirmen mi esperanza.


(Efecto sonoro: Isaías 11: 1-2 “Una rama saldrá del tronco de Jesé, un brote surgirá de sus raíces. Sobre él reposará el espíritu de Yahvé. Espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de prudencia y fuerza, espíritu de temor y de conocimiento de Yahvé”.)

MÚSICA:
Donde reina la verdad, donde existe libertad
donde hay paz, está presente el Señor.
Porque Dios es la verdad, porque Dios es libertad,
Porque Dios es justicia y amor.

(Desde el lado más oscuro del lugar, se deja oír el llanto de una mujer que está inclinada sobre el cuerpo muerto de su hijo.)

MADRE. ¡Ay Dios mío! Se ha muerto mi hijo. Éste era el último que me quedaba. Era mi única esperanza. Ahora su cuerpo está frío, sin vida. (Llora desconsolada.)

CAMINANTE. ¿Por qué lloras, mujer?

MADRE. ¡Ay Dios, hombre! Mi hijo ha muerto. No tenía con qué alimentarlo. De pura hambre murió. Uno tras otro se me ha ido. Como digo, el mayor murió por un pleito, el segundo se accidentó; luego murió mi marido. El alcohol lo arruinó y terminó arruinando el hogar. Ya no había con qué mantener a mis hijos. Las cosas todas se volvieron tan caras. La vida se me acabó con todos ellos. Ustedes no saben cuánto dolor llevo en mi corazón. (Llora.) Y lo que además me da pena, es que algún día yo voy a morir también. Pero ¡yo quiero vivir! ¡Quiero la vida! ¿Dónde está la vida?

CAMINANTE. Todos buscamos la vida, no cualquier vida, sino la VIDA VERDADERA.

CIEGO. Ven con nosotros mujer, acompáñanos en nuestra búsqueda.

BUSCADOR DE LA VERDAD. Juntos nos ayudaremos a encontrar lo que buscamos.

MADRE. Gracias hermanos, así se reaviva mi esperanza por la vida.

(Efecto sonoro: Isaías 49: 15-16 “¿Puede una mujer olvidarse del niño que cría o dejar de querer al hijo de sus entrañas? Pues bien, aunque se encontrara alguna que lo olvidase, yo nunca me olvidaré de ti. Mira cómo te tengo grabada en la palma de mis manos”. Isaías 7: 4 “El Señor entonces les dará una señal: miren que una virgen está embarazada y dará a luz un hijo varón a quien le pondrá el nombre de Emmanuel: Dios con nosotros”

MÚSICA.
El mundo por la guerra sangra sin razón,
Familias destrozadas buscan un hogar.
El mundo tiene puesta la esperanza en ti, Dios de la Paz.
Un pueblo que camina por el mundo,
gritando VEN SEÑOR.
Un pueblo que busca en esta vida,
la gran liberación.

(Todos siguen caminando...)

CAMINANTE. (Dirigiéndose hacia un lugar del escenario.) Miren hermanos, alguien nos está haciendo señas.... Nos está llamando. (Yendo hacia el sordomudo...) ¿Qué buscas, hermano?

SORDOMUDO. (Explica con señas que no oye, ni puede hablar, sólo los ha visto)

CAMINANTE. (Con señas) ¿No oyes? ¿No hablas? (Hablando para sí mismo.) Un mundo sin voz ni palabra, un mundo con muros altos y barreras, sin comunicación. Una vida sorda, de silencio, monótona. (Hablando con gestos hacia el sordomudo) Pero te quedan las señas como una chispa de esperanza, ¿qué buscas?

SORDOMUDO. (Con gestos da a entender que desea oír y hablar.)

CAMINANTE. El oído es para oír, la lengua para hablar. Ven con nosotros hermano. Seremos tu voz, seremos tu oído, todos buscamos aquello de lo que carecemos, cada uno según su necesidad. En nuestro buscar y caminar nos ayudaremos juntos y estoy seguro de que existe Alguien que nos ha de traer lo esperado.

CIEGO. Vamos juntos. Entre muchos aumenta nuestra esperanza.

BUSCADOR DE LA VERDAD. A veces todos somos sordos. Yo también he sido sordo. Quizás haya estado cerca de la verdad y no le he prestado oído; he sido mudo porque no he sabido responder.

MADRE. Él también busca una VIDA MEJOR, como todos nosotros. Vamos pues...

(Todos siguen caminando...)

(Efecto sonoro: Isaías 50: 4-5 “El Señor Yahvé me ha concedido el poder de hablar como su discípulo y ha puesto en mi boca las palabras para aconsejar como es debido, al que está aburrido, cada mañana él me despierta y lo escucho como lo hacen sus discípulos. El Señor Yahvé me ha abierto los oídos, y no me resistí, ni me eché atrás”.)

MÚSICA.
No temas arriesgarte, porque contigo yo estaré,
no temas anunciarme porque en tu boca yo hablaré.
Te encargo hoy mi pueblo para arrancar y derribar,
Para edificar, destruirás y plantarás.
Tengo que gritar, tengo que arriesgar
¡Ay de mí si no lo hago!
¿Cómo escapar de ti, cómo no hablar?
Si tu voz me queda dentro.
Tengo que andar, tengo que luchar
¡Ay de mí si no lo hago!
¿Cómo escapar de ti, cómo no hablar?
Si tu voz me queda dentro.

JOVEN. (Acercándose desde el campanario.) Hombres, mujeres, jóvenes, niños, niñas, escúchenme. Esta vida no tiene sentido. Sólo desgracia y amargura y, a fin de cuentas, sólo tristeza y soledad. ¿No habrá algo mejor en este mundo?

CAMINANTE. Ahí viene un joven, parece que está buscando algo. (Dirigiéndose a él.) ¿Qué buscas muchacho?

JOVEN. Busqué la alegría, busqué la felicidad, pero no la encontré. En mi afán por ser feliz pensaba encontrarla en el vicio. Me perdí. Terminé con todo lo que tenía y acabo de terminar de pisotear mi dignidad de hombre. Luego quise pasar la vida gozando con mujeres. No pensaba en hacerlas felices, sino abusar de ellas egoístamente. Sólo para mi propio gusto, sólo para un rato de placer. Y ¡de cuántas no he abusado, al dejarlas en desgracia a cada una de ellas! Después comencé a probar la droga. Era tan fácil por medio de un cigarrillo, ponerme en “onda”, olvidarlo todo y olvidar esta amarga vida. De momento estoy echando a perder mi juventud. ¿Hasta cuando voy a aguantar?

CAMINANTE. Buscas la alegría, buscas la felicidad, buscas una vida mejor. La vida que pasaste no es la vida verdadera. Todos nosotros estamos en busca de ella. Si quieres ven con nosotros.

CIEGO. Ven, la juventud ha de tener la esperanza de una nueva luz, has de fortalecer también nuestra esperanza.

BUSCADOR DE LA VERDAD. Ven, ya has dado un paso reconociendo que en el vicio y la droga no está la felicidad. Hay algo más grande para nosotros. Y se me hace que nos estamos acercando cada vez más hacia la VERDAD.

MADRE. Ven, hijo mío. Todavía estás con vida, busca con nosotros la VIDA VERDADERA y encontrarás la felicidad.

JOVEN. Si me aceptan en su compañía, vamos juntos pues.

(Desde otro punto se acercan otras tres jóvenes mujeres.)

1ª JOVEN. Hermanos, acéptennos también a nosotras que vamos buscando lo mismo. Hemos buscado la felicidad, ¿dónde podemos encontrarla?

2ª JOVEN. Ustedes nos dan una nueva luz y una nueva esperanza.

3ª JOVEN. Ustedes llevan un mensaje de vida verdadera que es ALEGRÍA.

CAMINANTE. Vengan todos y todas quienes quieran acompañarnos en nuestra búsqueda.

(Poco a poco se juntan más personas de distintos lados caminando con el grupo.)

(Efecto sonoro: Isaías 60 y 61, 10 “Levántate y brilla, que ha llegado tu luz, y la gloria de Yahvé amanecerá sobre ti. La oscuridad sobre la tierra y los pueblos están en la noche, pero sobre ti aparece su gloria. Salto de alegría delante de Yahvé, y mi alma se alegra en mi Dios. Pues me puso ropas de salvación y me abrigó con el manto de justicia, como un novio se coloca su anillo o como la esposa se arregla sus joyas. Pues así como brotan de la tierra las semillas o como aparecen las plantitas en el jardín, así el Señor Yahvé hará brotar la justicia y la felicidad a la vista de todas las naciones”.)

MÚSICA. Himno a la alegría.

POBRE. (Cojeando y pidiendo limosna con su sombrero entre la gente del público.) Por el amor de Dios, por el amor de Dios, una limosnita por el amor de Dios. Dios lo bendiga, Dios se los pague. Regáleme mi pan, por el amor de Dios... unos reales, por el amor de Dios, un tamalito por el amor de Dios… (Llegando hasta el grupito, y mirándoles con desconfianza.) Ustedes, ¿quiénes son? No me vayan a quitar lo que mendigué como muchas veces me ha pasado...

CAMINANTE. Ten confianza, hermano.

POBRE. (Amargado.) Hermano, hermano... suena bonita esa palabra. Yo no creo en la hermandad, no existe el hermano. En este mundo sólo existe la ambición, el aprovecharse de los demás, el oportunismo. Sólo hay lobos que devoran a los corderos y leones que se comen a los cabritos. No, hombre, hace tiempo que no creo ya en esta palabra.

CAMINANTE. Sin embargo, lo que buscas, precisamente es al HERMANO/A, alguien que te tienda la mano, alguien que te abra el corazón, alguien que te brinde su amor.

CIEGO. ¿No será que también tú, en el fondo, busques una nueva luz?

BUSCADOR DE LA VERDAD. ¿Acaso no es en la hermandad donde está la razón de nuestra vida? ¿No son hermanos la verdad y el amor?

MADRE. ¿No buscas acaso tú la vida verdadera?

JOVEN. ¿No tienes también ansias de felicidad?

POBRE. Tienen razón. Mi hambre no sólo es de pan, sino de algo más. Parece que han encendido en mí, una chispa de esperanza.

CAMINANTE. Ven con nosotros y nosotras, todos y todas buscamos lo mismo, buscamos la salvación.


(Efecto sonoro: Isaías 41: 17-18 “Los pobres y los humildes buscan agua pero no encuentran, y se les seca la lengua de sed. Pero yo, Dios de Israel, no los abandonaré. Yo Yahvé los escucharé. Haré brotar ríos en los cerros pelados y vertientes en medio de los valles. Convertiré el desierto en lagunas y la tierra seca en manantiales”.)

MÚSICA.
Cuando el pobre nada tiene y aún reparte...

(El grupo sigue caminando.)

CAMINANTE. Vengan, hermanos y hermanas, vengan todos y todas quienes tengan ansia de encontrar el CAMINO.

CIEGO. Vengan quienes tengan deseos de ver la LUZ.

BUSCADOR DE LA VERDAD. Vengan quienes tengan deseos de VERDAD.

MADRE. Acompáñennos los que tengan el anhelo de LA VIDA VERDADERA

GRUPO DE JÓVENES. Vengan quienes buscan la FELICIDAD.

POBRES. Vengan quienes tengan hambre de HERMANDAD.

(El grupo sigue caminando cantando el siguiente canto…)

CANTO
Esperando
Esperando, esperando,
esperando al Mesías que nos ha de salvar
tierra y hombres que sueñan porque Dios va a llegar.
Esperando... Esperando Señor tu venida, tu venida de verdad.
Buscamos la luz que nos guía
y encendemos estrellas de papel,
¿hasta cuando Señor jugaremos
como niños con la fe?
Aunque vanos discursos gritemos,
pregonando una falsa hermandad,
¿hasta cuándo Señor viviremos
sin justicia y caridad?

Esperando...

(Se van encendiendo algunas luces.)

EFECTO SONORO: “YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA. Quien me sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”.

Mateo 5: 3-10
“Felices los que tienen espíritu de pobre,
porque de ellos es el reino de los cielos...

CAMINANTE. Creo que ya no estamos lejos de lo que buscamos, se me abre un nuevo CAMINO.

(Aparece Juan Bautista por algún lugar inesperado del escenario y camina despacio mirando a la gente.)

LECTORA 1. Mateo 3: 1 “En ese tiempo se presentó Juan el Bautista en el desierto de Judea predicando de esta forma”.

JUAN BAUTISTA. “Cambien su vida y su corazón, porque está cerca el Reino de los Cielos”. (Mt. 3, 2)

LECTOR 2. Juan empezó a predicar por toda la región del río Jordán diciéndoles que cambiaran su manera de vivir, que conviertan su corazón. (Lc. 3, 3)

JUAN BAUTISTA. Preparen el camino del Señor, allanen los senderos, y escuchen la Palabra de Dios.

(Mientras se lee el Evangelio, las luces se enfocan a un lugar donde está el Niño, María y José, puede ser un “cuadro vivo” o símbolos que representan que Dios ha nacido hoy.)

LECTORA 1. Proclama el Evangelio de Lc. 2, 1-20 (Durante la lectura del Evangelio los personajes se van acercando poco a poco al lugar donde ha nacido el Niño.)

MÚSICA.
“Navidad sin pandereta” de Manzano


CONCLUSIÓN

(Uno a uno, los actores se van levantando según su turno y se van dirigiendo al público, los demás se quedan en postura de contemplación y meditación del cuadro de nacimiento.)

CAMINANTE. Nosotros hemos encontrado lo que buscamos. Y ustedes, ¿qué buscan? ¿Cuál es su esperanza? ¿Por qué han venido aquí esta noche?

(Son preguntas que se hacen al público para que respondan una o dos personas.)

CAMINANTE. Todas nuestras esperanzas se cumplen en Jesús que ha nacido en Belén, que ha venido a hacerse uno de nosotros. Desde esta noche todos estamos invitados a buscar, a ver y a reconocer a aquel “Dios con-nosotros” presente hoy como ayer en el más humilde de sus hermanos, presente en su Palabra y en los signos de vida. Desde esta noche existe Alguien a favor del hombre y mujer marginados.

CIEGO. Desde esta noche el hombre y la mujer pueden levantar la cabeza y comenzar a vivir en la LUZ, porque Dios le ha otorgado una alta dignidad en su Hijo.

BUSCADOR DE LA VERDAD. Desde esta noche, la VERDAD es que el pequeño ya no es pequeño, y el grande ya no es grande, el pobre ya no es pobre y el rico ya no es rico, porque cambiaron los valores: “Dios levanta del polvo a los humildes y derriba a los poderosos de sus tronos, colma de bienes a los pobres y a los ricos los despide vacíos”. (Lc. 1: 52-53)

MADRE. Desde esta noche ha nacido la VIDA, ¿queremos quedarnos muertos por no dejarla nacer en nosotros/as mismos/as?

SORDOMUDO. Desde esta noche “Alguien se ha hecho voz de los/as que no tienen voz”

JOVEN. Desde esta noche ha venido la FELICIDAD, la juventud camina al encuentro del LIBERTADOR, sólo él hace libre verdaderamente a la persona. Él comprende nuestras debilidades y nos ofrece un encuentro muy personal y transformador. Es amigo que no falla nunca. Camino de total realización.

POBRE. Desde esta noche hay Alguien que ofrece su vida por el AMOR, LA PAZ Y LA SOLIDARIDAD entre la humanidad. Desde esta noche, Alguien nos hizo hermanos y hermanas, haciéndose hermano nuestro.

LECTOR 2. Desde esta noche, hermanos y hermanas, sabemos que Dios entra en nuestra historia, en nuestro mundo. Desde esta noche, Dios llega a nosotros y nosotras, ahí donde hay:
• Rebaños y pesebres
• Cafetales y maizales
• Ranchos y hogares humildes
• Talleres y oficinas
• Ahí donde hay hambre y frío
• Ahí donde hay corazones quebrantados
• Donde el egoísmo, la envidia, el orgullo y la violencia destruyen lo mejor que hay en la persona humana.
• Donde la guerra y la ambición de los poderosos ha desfigurado el rostro humano, la imagen de Dios.
Cristo asume nuestra condición humana, con todos sus valores y con todas sus debilidades, y asumiéndola la redime.
Cada vez que reconocemos la grandeza de lo pequeño y lo sencillo, NACE JESÚS, SE HACE NAVIDAD.
Cada vez que logramos superar las divisiones entre hermanos, en los hogares, entre las clases sociales, entre religiones, culturas y naciones, NACE JESÚS, SE HACE NAVIDAD.
Cada vez que vencemos nuestra indiferencia frente al hermano y hermana que sufren, frente al dolor de la humanidad, frente a la destrucción de la naturaleza y la casa donde habitamos toda la humanidad, NACE JESÚS, SE HACE NAVIDAD.

TODOS. Hermanos y hermanas, les deseamos a todos y a todas una FELIZ NAVIDAD.

Escenas de Navidad

5 Minutos y 13 Personajes. Los habitantes de Belén llevan sus presentes al portal de Belén.



ESCENAS DE NAVIDAD
Marisol Perales

PERSONAJES
NARRADOR
FAUSTINO
TOMASA
TURRONERO
BRUNO
LEÑADOR
LAVANDERA 1
LAVANDERA 2
LAVANDERA 3
LAVANDERA 4
PASTOR 1
PASTOR 2
PASTOR 3


NARRADOR
El molinero Faustino
echa harina en el barreño,
agua, sal y levadura,
para que el pan salga tierno.

FAUSTINO (dirigiéndose a su mujer.)
Ya puedes hacer el pan
y unas rosquillas Tomasa,
que al niño le gustarán
y está en su punto la masa.

NARRADOR
Arrastrando su carreta
pregonaba el turronero.

TURRONERO
¡Salgan y compren, señoras!
¡dos tabletas por un euro!

NARRADOR
Con su gavilla de leña
Bernardo viene cargado,
cojeando el pobre va
se le nota muy cansado.

BRUNO (el zagalillo)
¿Dónde va, señor Bernardo
con esa carga de leña?

LEÑADOR
Voy a llevarla a Belén,
haré una lumbre con ella,
que dicen que va a nevar
esta noche por la sierra.

NARRADOR
Las famosas lavanderas
lavan la ropa en el río
y entre sus dedos florecen
llagas de escarcha y rocío.

LAVANDERA 1
¿Tú no sabes, Isabel,
que anoche mientras dormías
nació un niño en el portal
y dicen que es el Mesías.

LAVANDERA 2
Tomasa, la molinera
dice que es un churumbel
que brilla como un lucero,
más hermoso que un clavel.

LAVANDERA 3
Vamos a tender la ropa
a la orillita del río
y corramos a Belén
a conocer a ese niño.

LAVANDERA 4
¿Qué le podemos llevar
a ese chiquillo tan “grande”?

Todas las lavanderas
Le llevaremos jabón
“pa” que lo lave su madre.

NARRADOR
Los pastores y pastoras
contentos y emocionados
al conocer la noticia
recogieron sus rebaños.

PASTOR 1
Las cuatro ovejas que tengo
se las voy a regalar,
“pa” que no le falte leche
a ese niño del portal.

PASTOR 2
Yo le llevaré un cordero.

PASTOR 3
Y yo una gorra de lana
y una manta, para que lo tape
su madre por la mañana.

PASTORES
¡Nosotros le cantaremos
un villancico al zagal,
y a ustedes les deseamos
una feliz navidad!
(Terminan cantando todos un villancico.)

Juicio de fe

5 Minutos y 2 Personajes. El marido de una señora es encontrado culpable de un cristianismo activo mientras que su esposa, que se considera una cristiana comprometida, no es encontrada culpable del mismo "delito".


JUICIO DE FE
John D. Clement


PERSONAJES

BRIGGS
SADLER


(Una sala de estar. Hay un sofá y una silla. Una maleta posa cerca de la puerta. La señora Sadler está sentada sobre el sofá, claramente agitada. Se levanta y camina, luego se sienta, luego se vuelve a parar. Hay unos golpes en la puerta. Ella la abre para que Briggs ingrese.)

BRIGGS. (Entra.) Buenas tardes, señora Sadler. He venido por las cosas de su marido.

SADLER. ¿Qué han hecho con él?

BRIGGS. Su esposo, señora Sadler, ha sido condenado por mantener un sistema de creencias que es incompatible con los valores progresivos de nuestra sociedad.

SADLER. ¿Qué, porque él es cristiano?

BRIGGS. Sus creencias radicales amenazan la esencia de la estabilidad y harmonía que tanto esfuerzo nos ha costado establecer.

SADLER. Pero no es un predicador que ocasione disturbios.

BRIGGS. Eso es irrelevante, señor Sadler. Su marido se niega a participar en actividades de la comunidad. Sus acciones y declaraciones cuestionan la sanidad espiritual de nuestros ciudadanos. En resumen, su sola presencia amenaza en perturbar la paz y orden de nuestra comunidad.

SADLER. ¿Qué va a pasar con él?

BRIGGS. No somos unos salvajes, señora Sadler. Su marido será exiliado a una colonia penal en las islas Aletuanias.

SADLER. ¿Lo están encarcelando? ¿Por cuánto tiempo?

BRIGGS. No es encarcelamiento. Exilio es una mejor palabra. Me temo, por otro lado, que él no va a poder retornar, nunca. En la colonia, él puede vivir como desee. Como ya he dicho, no somos unos salvajes.

SADLER. (Suspira.) Bueno, si no le permiten volver, entonces deseo irme con él.

BRIGGS. ¿Me perdona? No la entiendo

SADLER. Deseo irme con mi esposo al exilio. Después de todo, yo también soy cristiana.

BRIGGS. (Sonríe.) Me temo que no es tan simple. Su marido fue condenado sólo después de meses de larga observación, numerosos testigos y correspondencia incriminatoria. La evidencia era clara en demostrar que él poseía una única fe y que nunca se desviaría de ella. Su lealtad yacía a los pies de Cristo Jesús. El juez no tuvo otra alternativa que exiliarlo. Su caso es totalmente diferente.

SADLER. (Frunce el ceño.) ¿Mi caso?

BRIGGS. Pero, claro. Usted también estuvo procesada.

SADLER. ¿Lo estuve?

BRIGGS. Y tengo el placer de informarle que usted fue encontrada inocente.

SADLER. ¿Qué quiere decir eso?

BRIGGS. El exilio es sólo para aquellas personas donde su fe no encaja, que no pueden conformarse.

SADLER. ¿Usted quiere decir que yo no puedo estar con mi esposo?

BRIGG. Por favor, entienda, señora Sadler, nosotros no tenemos ningún deseo en perderla.

SADLER. Pero, yo soy cristiana. ¡Tengo una Biblia! ¡Mire! (Busca una Biblia.)

BRIGGS. (Toma la Biblia y la abre.) Hay muchos quienes se llaman a sí mismos cristianos. Yo me considero uno. Por otro lado, no todos los cristianos tienen la misma fe. En su caso, nuestras investigaciones no revelaron ninguno de los signos peligrosos. Había poca, o casi ninguna oración. Su Biblia yacía sin tocar. Ningún reporte de evangelización. Por el contrario, observamos una clara voluntad de su parte por aferrarse al progreso de nuestra civilización. Uno por uno, usted sacrificó las "morales" cristianas irrelevantes para conformase con los nuevos ideales de nuestra sociedad. En resumen, señora Sadler, usted es una ciudadana modelo. Nosotros no podemos permitir perderla. (Mira su reloj.) Ya debo irme. Estoy atrasado. Buen día, señora Sadler (le devuelve la Biblia y toma la maleta.)

SADLER. (Le grita.) Pero yo soy cristiana, realmente lo soy. (La señora Sadler se sienta en el sofá y rompe en llanto.) Realmente lo soy...

Copyright 1999, John D. Clement, todos los derechos reservados.
Restricciones de uso. Este libreto tiene derecho de propiedad y es exclusivo de John D. Clement. Prohibida su distribución, excepto para propósitos de presentación. Presentaciones han de estar restringidas a los confines de la iglesia y no puede ser presentada fuera de la iglesia sin el permiso escrito del autor. Cambios o alteraciones de este libreto, sin la autorización escrita del autor está expresamente prohibido. Como cortesía, por favor háganme saber si han presentado el libreto. Me pueden enviar un E-mail a john-clement@bigfoot.com señalando el lugar, el libreto presentado, volumen de la audiencia y cualquier otra retroalimentación que puedan ofrecer.

El cuarto vacante

45 Minutos y 11 Personajes + Extras. Hamar es un joven betlehemita que por ventura ha heredado el mesón de sus padres, negocio que con mucho esmero administra para tener un buen pasar en la vida.
Él desea conquistar el corazón de Juana a quien ama, pero el empeño en las cosas materiales se convierten para él en una obsesión que lo vuelve avaro y ciego.
Juana es todo lo opuesto a Hamar. Ella es capaz de discernir el lado romántico y espiritual de la vida. La joven disfruta contemplando la floración silvestre y el suave olor de las florecitas de Belén.
Pronto se presagia la venida del mesías, pronto vendría al mundo el salvador prometido.
“El profeta” ha venido personalmente a darle esta nueva a Hamar. Le recomienda que lo acoja en su mejor cuarto y de esta manera será bendecido por tener el alto privilegio de tenerlo en su mesón. El joven se alegra por esta noticia porque piensa para él que este príncipe le hará ganar mucho dinero y riquezas. Esto acrecienta cada vez más su materialismo y avaricia. Cegado por esta obsesión de poseer oro, al conocer a María la madre de Jesús, no sólo le niega su cuarto vacante sino que groseramente la expulsa a la calle. Nada puede hacer Juana para evitarlo a pesar de sus ruegos quien debe, a su pesar, acompañarla a la puerta para despedirla.
Pasan los días y Hamar no comprende porque su supuesto Mesías no aparece. Un noble de Capernaún le explica que el Mesías no es un príncipe fastuoso sino un enviado de Dios que nacería en humildad. El joven mesonero se niega a creer esto. Finalmente, después de que todos los que se alojan en el mesón van a las montañas a un viejo pesebre a adorar al Mesías, Hamar llevado solamente por la duda decide ir a ver a este humilde príncipe. Cuando regresa a su hogar, Hamar ya no es el mismo. Llorando comprende su terrible error y lamenta de corazón no haber acogido en su mesón al príncipe de paz, al hijo de Dios. Hamar arrepentido pide perdón al cielo. Al instante es transformado y de la mano de Juana que reconoce como su amado, se hacen promesas junto a las hermosas florecitas de Belén.




EL CUARTO VACANTE






ESCENA I

REBECA
HAMAR
SIRVIENTE
NOBLE
HIJA DEL NOBLE
JUANA
PROFETA
MARÍA
PASTOR 1
PASTOR 2
PASTOR 3



(Escenario: Un cuarto en el viejo mesón de Belén. Tapices colgados de las paredes; divanes o bancos entapizados con telas de colores, imitando el estilo oriental. Al fondo una puerta que conduce al patio. Es de noche.)

(Por la puerta del patio entra Hamar con paso firme; se fija en su derredor para estar seguro de que nadie lo ve, luego saca de su cinturón una bolsa de cuero. Se para detrás de una puerta, desata la bolsa, saca unas cuantas monedas y las deja caer entre los dedos de una mano a otra. Al entrar Rebeca, aprisa vuelve a meter la bolsa a su cinturón.)

HAMAR. (Severamente.) ¡Madre! ¡Me asustaste! ¿Qué hay? ¿Vienen más forasteros?

REBECA. Sí, hay una multitud en las puertas. Se necesitan dos guardas para imponer el orden en el patio. A mí no me agrada esto. El alboroto es demasiado. No parece ésta la ciudad de nuestros padres.

HAMAR. (Con entusiasmo.) No hables así, madre. ¿No es esta una magnífica oportunidad para ganar mucho dinero? ¿No están las provincias de Galilea, Judea, y aun el país más allá del Jordán, derramando sobre nosotros sus riquezas? ¡Mira! (Saca la bolsa y se la enseña a su madre; ésta se asoma para ver su contenido). Tú nunca viste tanto dinero durante todos los años que vivió mi padre.

REBECA. (Moviendo la cabeza) A mí no me importa el oro. Y este tumulto de gente... ¡Me llena de espanto!

HAMAR. ¡Ah, madre! A ti no te llama la atención el oro porque ya has dejado atrás los anhelos y deseos de la juventud. Pero a Juana, ¡cómo hará brillar sus ojos negros! Quizá ahora accederá a mis ruegos de que sea mi esposa.

REBECA. (Con temor.) No, hijo mío, tú no puedes ganar el corazón puro de tu prima por medio del oro. No la tientes con promesas de riqueza, o la perderás para siempre.

HAMAR. (Con impaciencia.) Tú hablas palabras necias. ¿Qué mujer hay que no sea atraída por los encantos del oro? (Entra el sirviente y se para respetuosamente a un lado. Hamar, con entusiasmo, al sirviente.) ¿Qué nuevas me traes? ¿Hay algunos marchantes más afuera?

SIRVIENTE. Sí, mi señor, llegó un noble de Capernaum que desea hospedaje para él y su hija. Suplica con insistencia.

HAMAR. Debemos tener mucho cuidado. Quedan solamente dos cuartos. Déjame pensar un momento. (Pausa.) Está bien, dale el pase.

(Entra el noble de Capernaum, un hombre de rico atavío y de regio porte junto a su hija. Se muestra muy inquieto.)

NOBLE. ¿Es usted el dueño de este mesón?

HAMAR. Yo soy Hamar de Belén, dueño de este mesón.

NOBLE. ¿Le quedan a usted cuartos? Dicen que todas las casas del pueblo están completamente llenas. Mi hija y yo debemos hallar hospedaje.
HAMAR. (Con precaución.) El hospedaje en Belén esta noche es caro. Tengo un cuarto en el lado sur, más allá del patio. Es suyo... por buen precio.

NOBLE. Le ofrezco Diez piezas de oro por su cuarto.

HAMAR. (Moviendo la cabeza.) ¡No! No, mi Señor, me temo que me debe ofrecer un poco más.

NOBLE. (Mirando a su hija angustiado como buscando alguna respuesta.)

HIJA. Padre... No vale la pena, vámonos de aquí.

NOBLE. ¡Espera, hija! (A Hamar.) Le ofrezco veinte piezas de oro por ese cuarto… ¡nada más!

HAMAR. (Satisfecho.) Muy bien, es suyo el cuarto. Yo mismo iré para ver que lo alisten Pronto. (Se va Hamar, seguido por el noble y por el sirviente.)

REBECA. (Caminando de un lado a otro del cuarto.) Todo esto me abruma sobremanera. La sombra de Roma cubre como un espíritu maligno, las tranquilas montañas de la ciudad de David. ¿Que no prohibió Jehová mismo al gran rey, nuestro padre David, que contara a su pueblo? ¡Y no se ha oído la voz de Jehová por tanto tiempo! (Se sienta y recarga la cabeza en la pared). Tengo temor. ¡Quizá Jehová guarda enojo para con su pueblo! Mi corazón me dice que en estos días algo muy extraño y trascendental va a acontecer.

(Entra Juana, sonriendo felizmente. Se detiene repentinamente cuando ve a Rebeca y luego se acerca y la abraza.)

JUANA. No hay nada que temer, Rebeca querida. Esta gente que ha venido a nuestro pequeño pueblo, lo ama como tú y yo. Como nosotros, ellos también honran la memoria de nuestro padre David, y también aman los campos verdes en donde él pastoreaba sus ovejas.

REBECA. ¡Juana, al fin has regresado a casa. Me tenías con cuidado! ¿En dónde has estado, hija mía?

JUANA. He estado allá junto a las montañas ayudando a las mujeres que tienen que pasar la noche en el campo sin abrigo. Muchas no tienen carpas, ni alimento, y los niños tienen frío y hambre. Volví para ver si podía llevarles alimento y cobijas. Necesito ver a Hamar. ¿En dónde está?

REBECA. No, no le pidas nada a Hamar. Temo que él no esté dispuesto a ayudarte.

JUANA. (Pensativa.) Quizá dices bien. No es el mismo Hamar de antes que reía tan alegremente, el Hamar que hubiera compartido todo lo que tenía para ayudar a otros.

(Sin ser vista por Juana, sale Rebeca, y después de un momento, entra Hamar.)

HAMAR. (Extendiendo los brazos.) ¡Juana!

JUANA. (Sacando una flor de su blusa.) ¡Mira, Hamar, mira! Ya están en flor las estrellitas blancas de Belén, allá en la falda de las montañas, junto al viejo establo. ¿No te acuerdas cómo amábamos estas estrellitas blancas?

HAMAR. (Con menosprecio.) Pero, ¡mira! Ahora yo tengo algo que darte mucho mejor que flores, Juana. Por años lo he soñado y ahora los cielos se han abierto y lo han derramado sobre mí a manos llenas. (Abre la bolsa, saca unas cuantas monedas y las tiende hacia ella.) Mira, ¿verdad que es más brillante y más hermoso que la flor más bella? Seguramente ahora me escucharás porque, ¿qué hay que se desee más que el oro?

JUANA. (Volviendo el rostro.) Pero el oro no me llama la atención, Hamar. Todo lo que a mí me atrae del oro es su color dorado como el del brillante sol sobre el rocío de las flores, y como el de las estrellas que iluminan la nebulosa obscuridad.

HAMAR. (Mostrando impaciencia.) Pero tú no entiendes, Juana. El oro te dará todo lo que puedas desear en la vida. Tendrás trajes delicados de color carmesí; de los tesoros del oriente tendrás brazaletes y collares, como los que adornan a las esposas de los ricos mercaderes que acabo de ver en el patio exterior. Tendrás rubíes y zafiros para adornar tu suave y hermosa cabellera, y anillos de oro para tus blancos dedos. Y dentro de poco tiempo... tendremos una magnífica casa en Jerusalén con patios hermosos, con jardines, y fuentes de mármol finísimo.

JUANA. (Tranquila.) Sí, Hamar, todo eso es hermoso. Pero las joyas que a mí me agradan y me llenan de contento, son las gentiles florecitas blancas que cubren las faldas de las montañas. Ningún jardín podría ser tan hermoso como el suave verdor de los valles y las montañas, en donde los pastores vigilan sus rebaños.

HAMAR. (Volteando desesperado.) ¡Oh, ya entiendo! Es porque no tengo bastante. Algún día, cuando tenga más oro, me escucharás.

(Juana se sienta sobre el diván, y voltea su rostro tristemente. Entra el sirviente.)

SIRVIENTE. El extraño anciano está afuera, señor... al que llaman el "profeta", que pasa su tiempo soñando en el desierto. Yo le dije que usted estaba ocupado; pero él insiste mucho en verlo. Los otros sirvientes le tienen miedo y no lo echan fuera. ¿Qué hago, señor?

HAMAR. ¿El profeta, dices? No hay nada que temer. Ha sido amigo mío desde una vez que me extravié en el desierto cuando era niño. Dale el pase.

SIRVIENTE. Dicen las gentes que nunca aparece en el pueblo a menos que algo vaya a suceder. (El sirviente sale, y después de un momento vuelve a entrar seguido del profeta.)

HAMAR. (Se arrodilla ante el profeta.) Bienvenido, padre mío. (Se levanta.) ¿Qué es lo que se te ofrece?

PROFETA. (Poniendo su mano sobre la cabeza de Hamar.) Hijo, que las bendiciones del Señor sean contigo. Aquel que habla a los hombres en el silencio del desierto y la quietud de las estrellas, ha hablado un mensaje a su siervo.

HAMAR. Pero, seguramente ese mensaje no tiene nada que ver conmigo.

PROFETA. (Alzando las manos en actitud de súplica). Escucha, hijo mío, las palabras que he recibido en el desierto: “Antes del amanecer llegará un Príncipe a la ciudad de David, a la casa de Hamar el Betlehemita. La bendición del Altísimo sea sobre aquel que lo reciba”.

HAMAR. (Con sorpresa.) ¡Un príncipe! ¿Un príncipe viene a Belén? ¿Y a mi casa? Si es verdad, debo hacer los preparativos para recibirlo. Sólo un cuarto me queda.

PROFETA. He aquí, los caminos de Jehová son extraños y llenos de misterio. He buscado su presencia en el sol poniente, solamente para hallar su Espíritu brillando en las arenas del desierto. El que tiene oídos, oiga. Volveré al desierto.

JUANA. (Siguiéndole.) Voy a prepararle algo para su viaje.

HAMAR. (Parado en donde el profeta lo dejó, muestra sorpresa e interés.) ¡Un príncipe va a venir! (Va a la puerta y llama con voz fuerte.) ¡David! (Entra el sirviente.) Prepara el cuarto del poniente. Y no permitas que nadie entre allí sin mi consentimiento. Saca los más finos tapices y las sábanas de lino fino de Damasco. Además, prepara una comida con los más ricos manjares.

SIRVIENTE. Sí, señor mío.

HAMAR. (Entusiasmado.) Un gran príncipe viene esta noche y debemos hacer los preparativos propios para su llegada. El profeta me lo ha revelado, y sus revelaciones raras veces yerran.

SIRVIENTE. ¡Un príncipe! (Hablando solo, con expresión de asombro.)

HAMAR. Permanece en el patio y vigila. Si llega alguien de categoría ilustre dale el pase. Puede ser que llegue con traje humilde por temor al pueblo; pero traerá oro, y esto es lo que me interesa sobre todo. Ten mucho cuidado, ¿me entiendes?

SIRVIENTE. (Alborozado.) ¡Un príncipe! ¡Cuánto he soñado ver a un príncipe! Cuidaré bien, mi señor. (El sirviente sale y al ratito entra Juana.)

JUANA. Ya se fue el profeta. Nadie sabe cómo desapareció tan pronto.

HAMAR. Así es él… Viene y se va silenciosamente como la noche; pero siempre trae buenas nuevas, Juana. (Extiende sus manos hacia ella.) ¿Oíste lo que dijo el profeta? La suerte nos favorece. La recámara del poniente está todavía desocupada; les he encargado a mis criados que la arreglen con el mobiliario más fino de la casa.

JUANA. (Con entusiasmo.) Ha de ser un príncipe noble que trae una misión celestial, de otro modo, el profeta no hubiera venido a anunciar su llegada. A él le interesan solamente las cosas de Jehová. Oh, Hamar, ¡qué maravilloso sería si nosotros pudiéramos tener parte en alguna obra gloriosa para el levantamiento de Israel!

HAMAR. ¡Qué cosas tan extrañas hablas, Juana! ¿Qué no entiendes? El príncipe nos traerá oro. La recámara del poniente es la única que queda vacante en todo el pueblo, y él pagará reglamente por ella. Seremos ricos, Juana. ¡Quizá tú y yo podremos pronto ir juntos a Jerusalén!

JUANA. (Suspirando.) ¡Oh, Hamar! Pensé por un momento que tú también habías entendido la visión del profeta; pero no, no la entiendes.

(Entra el sirviente.)

SIRVIENTE. (Con entusiasmo.) Ya está aquí, mi señor, afuera, en el patio. Ya vino. Estoy seguro que él es.

HAMAR. ¿Quién vino? ¿El profeta?

SIRVIENTE. ¡No, no! ¡El príncipe! Estoy seguro que es él. Tiene la apariencia de un rey, y su semblante es de verdadera nobleza. Venid y ved, mi señor.

HAMAR. ¿Viene con elegancia, acompañado de muchos sirvientes? Y sus vestidos, ¿son semejantes a los de los príncipes?

SIRVIENTE. No, mi señor, viene solamente con su esposa, cuya belleza, ni la más humilde vestidura de las campesinas podría ocultar. Pero, como usted dijo, mi señor, él podría ocultar su verdadera identidad y posición bajo un humilde disfraz.

HAMAR. Es verdad. Invita a la esposa a pasar mientras yo voy a hablar con él. (Sale Hamar seguido por el sirviente.)

(Juana se sienta con la cabeza inclinada como en profunda meditación. Al ratito aparece María al fondo. Si se quiere, una luz suave puede alumbrar sobre ella, mientras camina despacio hacia adelante y Juana voltea y la ve. Intempestivamente Juana extiende sus brazos hacia ella.)

JUANA. ¡Usted es la princesa! ¡Qué hermosa es!

María (sonriendo dulcemente): No, niña, no me llames hermosa. Si notas alguna hermosura en mi semblante, es la luz de la dicha que gozo... y quizá un reflejo del amor de Dios, porque él ha estado cerca de mí durante todos los días de nuestra larga jornada.

JUANA. (Con asombro.) ¡Un reflejo del amor de Dios! Yo he pensado en la justicia y misericordia de Dios, pero nunca en su amor. Querida princesa, usted se siente fatigada, ¿no? Debe haber viajado desde muy lejos.

MARÍA. Sí, es algo lejos de donde vinimos. Pero hemos viajado despacio, descansando durante las horas del calor más intenso del día. Así es que hemos tardado algunos días en llegar. Vinimos de Nazaret de Galilea.

JUANA. ¡Nazaret! ¡Un príncipe de Nazaret!

MARÍA. No un príncipe, no, niña. Mi esposo, José, es solamente un humilde carpintero. Hemos venido por mandato de César para ser empadronados en nuestro propio suelo. Somos del linaje de David.

JUANA. Me alegro mucho de que hayan venido.

MARÍA. Quisiéramos hospedaje por esta noche. Podemos pagar sólo unas cuantas piezas de plata. Ojalá tengan lugar para nosotros.

JUANA. Sí, sólo nos queda un cuarto, y es sumamente elegante. Lo hemos reservado para ustedes (Entra Hamar, con expresión de enfado. Juana se vuelve hacia él repentinamente). ¡Qué gusto tengo que hayas reservado el cuarto del poniente! ¡Los llevaré para que vayan a descansar!

HAMAR. (Con expresión de contrariedad.) ¿Qué quieres decir? Este no es príncipe. El sirviente cometió un error necio e imperdonable al juzgarlo un príncipe. ¡Tomar por príncipe a un rústico carpintero de Nazaret! ¡Bah! ¡Y de todos los lugares, Nazaret! ¿Qué cosa buena puede venir de Nazaret? ¡Y tuvo la osadía de ofrecerme cinco piezas de plata por el último cuarto que me queda!

JUANA. ¡Calla, Hamar! ¿Qué vale el oro cuando dos compatriotas nuestros necesitan de nuestro auxilio? Seguramente el cuarto vacante está disponible para estas dos buenas personas.

HAMAR. (Apartando la mano de Juana de su brazo. Se dirige a María.) Señora, su esposo la está esperando afuera. No tenemos lugar para ustedes. ¿Lo oye? ¡No hay lugar!

JUANA. (Se acerca a María y la abraza, y se dirige a Hamar.) ¡Hamar, tú no podrás ser tan cruel! Tú no debes obligar a estas personas a que vayan a las montañas a pasar la noche a la intemperie. Hace bastante frío. Primero iría yo.

MARÍA. Yo no temo las montañas, niña. Las estrellas son más bondadosas que algunos techos, y el Espíritu de Jehová está en todas partes. El cuidará de los suyos. Solamente por ti, amiga mía, quisiera que nos pudieran servir, dándonos hospedaje por esta noche. Porque sé que es la voz del Señor que te inspira a hablar por nosotros.

(Hamar está parado medio vuelto de espaldas. Juana se le acerca con súplica.)

JUANA. Oh, Hamar, ¿no me permites llevarlos al cuarto vacante?

HAMAR. (Levantando el brazo con enojo.) ¡No! ¡Nunca! La palabra del profeta nunca se cumplirá. Si tú quieres complacer a estos nazarenos, llévalos al viejo establo que está en la falda de la montaña, en donde se guarecen los animales. El techo de un establo, y paja para su lecho, es bastante bueno para gente como ellos.

(Juana sale con María del cuarto, con el brazo alrededor de sus hombros. Hamar se queda parado, pensativo por un momento. Saca la bolsa de su cinturón, pero al oír pasos, la vuelve a guardar. Entra el sirviente).

SIRVIENTE. Hay un gentío en el patio, mi señor. Están ofreciendo vastas sumas de oro por el cuarto vacante. Un mercader de Cesárea ofrece cincuenta piezas de oro.

HAMAR. (Los ojos muy abiertos expresando gran sorpresa.) ¿Cincuenta? Esto es más de lo que vale la cosecha de fruta de todo el año.

SIRVIENTE. El príncipe no ha venido. ¿Lo rentamos al mercader, señor?

HAMAR. (Pensativo.) No, eso no es bastante. Quizá habrá alguien que ofrezca cien piezas de oro. No... Esperaremos mejor al príncipe. Me conviene más. El vendrá. Quizá no tarda.



ESCENA II

(Es de noche. Casi al alborear el día. Las luces muy débiles.)

(Hamar está sentado ante una mesa, con su bolsa de oro enfrente. Hay monedas sobre la mesa y él las está contando. Repentinamente se levanta, pone las monedas en la bolsa y se dirige a la puerta del patio, al llegar a ésta se asoma hacia afuera, se vuelve caminando despacio hacia el centro del cuarto y se para con la cabeza inclinada dando el frente al auditorio, las manos oprimiendo la bolsa. Se oyen voces en el patio. Levanta la cabeza repentinamente y escucha. Estas voces pueden ser de los mismos que tienen parte. Estando ocultos pueden leer sus partes; pero claro y despacio.)

1ª VOZ. ¡Callen! No despierten al vecindario. Vamos a ver si es verdad.

2ª VOZ. ¡Qué obscuro está el patio! Vengo casi ciego por esa luz que vimos.

3ª VOZ. Vámonos. No hay pesebre cerca de esta casa. Hay que buscar en otra parte.

1ª VOZ. ¡Miren! ¿Qué no ven una luz algo extraña en la falda de aquella montaña?

2ª VOZ. ¿Y si es algún ardid para engañarnos? Siento miedo. Las piernas me tiemblan. Volvámonos con nuestras ovejas que dejamos en el campo.

3ª VOZ. ¡No seas cobarde! Sigamos buscando antes de que amanezca y todo el pueblo despierte.

(Cesan las voces. Con una expresión de temor, Hamar se dirige al patio, en la puerta cuchichea en voz audible.)

HAMAR. ¡David! (Entra el sirviente silenciosamente.) ¿Quiénes andan por allí? Se oyen voces en el patio.

SIRVIENTE. (Temblando.) Señor mío, yo no sé. Cosas extrañas están sucediendo esta noche. Siento mucho miedo.

HAMAR. (Cogiendo fuertemente su bolsa.) ¿Qué cosas? No te estés allí como un tonto, temblando. ¡Habla!

SIRVIENTE. (Los dos mirando hacia afuera y el sirviente apuntando hacia las montañas.) ¿No ve usted algo extraño allá?

HAMAR. (Haciéndose sombra a los ojos con la mano.) No veo más que las lumbres campestres de los pastores; pero seguramente no hay nada extraño en eso.

SIRVIENTE. Se está opacando más y más. Ya no se ve tan brillante.

HAMAR. ¿Qué no se ve tan brillante?

SIRVIENTE. La luz. Le digo que había una luz allá más brillante que la luz de pleno día. Parecía como si de los cielos descendiera una luz dorada y brillante sobre las montañas.

HAMAR. ¡Qué luz dorada ni qué nada! Ahora sé que estabas soñando. Es que hoy has visto demasiado oro.

SIRVIENTE. No, mi señor, era una luz... una luz tan brillante que pude distinguir a los pastores de rodillas en medio de ella. Alguien estaba parado cerca de ellos... y oí una voz... y luego muchas voces cantando...

HAMAR. (Con incredulidad y desprecio.) ¿Eso es todo? Eres un soñador. ¡Oye! ¿Qué fue eso?

SIRVIENTE. (Asomándose hacia fuera.) Son los extranjeros. Rodearon el establo y vienen de regreso.

HAMAR. (Se retira de la puerta y se dirige al sirviente.) Fíjate muy bien, a ver si los conoces. Hay gente de todas las naciones en el pueblo esta noche. ¿Y si algunos de ellos están pensando en robarme el dinero? (Pronto esconde la bolsa en su cinturón.)

SIRVIENTE. (Se retira de la puerta.) ¡Señor mío, tengo miedo!

HAMAR. (Cogiéndolo del brazo.) ¿Quiénes son? ¿Pudiste ver bien?

SIRVIENTE. Son los pastores. ¿Qué no los vio como inundados por una luz extraña? Y ¿cuándo han dejado sus rebaños en la noche? Le digo a usted, señor mío, que una calamidad ha caído sobre nosotros. (Solloza.)

HAMAR. (Con energía.) ¡No estés llorando! ¡Ve! ¡Síguelos! A ver qué hacen.

(Sale el sirviente. Hamar va hacia el centro del cuarto, se para, se acerca al diván, esconde la bolsa debajo del cojín, se detiene como indeciso y escucha. Después de un momento vuelve a quitar la bolsa de donde la puso y la coge entre las manos, como con miedo de que se la arrebaten. Al entrar Rebeca, la esconde en su cinturón.)

REBECA. ¡Hamar! ¡Hijo mío! ¡Se ha ido! He buscado en todas partes y no la puedo hallar.

HAMAR. ¿Quién se ha ido? ¿Juana?... iNo!

REBECA. (Frotándose las manos.) ¿Qué haré, Hamar? Ella no pudo haberse ido a las montarías tan noche. Los extranjeros hace mucho que se durmieron. ¡Oh, Hamar! (Coge el manto de Hamar.) Tengo miedo. La noche está llena de misterio. Se me oprime el corazón. Es semejante a un profundísimo silencio... espera... espera que hable esa voz. Hamar... ¿qué dirá esa voz?

HAMAR. (No hace caso de las últimas palabras de Rebeca.) Juana... se ha ido. No lo entiendo. (Se sienta en el diván o silla con la cabeza inclinada.)

REBECA. Ella... la del alma más pura entre nosotros. Quizá algún poder extraño nos la ha arrancado antes que caiga sobre nosotros alguna terrible calamidad. Hamar ¿qué haremos?

HAMAR. (Sentado en el diván, pasándose la mano sobre la frente.) Madre, déjame pensar. ¿Qué no tengo ya bastantes penas y dificultades sin que venga esto también? El príncipe no ha venido y mi oro está en peligro de ser robado, y luego esto... (Se levanta y camina nerviosamente de un lado a otro). Puede ser que haya ido a traer algún mandado... pero, ¿salir sabiendo que tanto peligro nos rodea? No... Creo que no. Sin embargo, no la podremos buscar hasta que amanezca. (Entra el sirviente, respirando fatigosamente. Hamar, como asustado, voltea a verlo). ¡David! ¿Qué ha sucedido?

SIRVIENTE. Señor mío, los seguí. Fueron a la falda de la montaña, hasta el establo. Me fui hasta la puerta, pero no me atreví a entrar. Se oían voces extrañas y había una luz muy tenue. Tuve miedo y me vine luego.

HAMAR. Yo voy allá. Esto es muy extraño en verdad. No comprendo lo que significa. (Sale con el sirviente).

REBECA. (Siguiéndolos apresuradamente.) ¡Hamar, no me dejes sola! ¡Hamar! (Se devuelve y se sienta sobre el diván. Entra suavemente Juana, una luz de gozo reflejada en su rostro. Como asustada, Rebeca la ve y extiende sus brazos hacia ella.) ¡Juana!

JUANA. (Oprimiendo las manos contra su pecho.) ¡Oh, Rebeca, nunca he sentido tanta felicidad en mi vida!

REBECA. Hija mía, ¿en dónde has estado? Me has causado mucha angustia y temor. Creí que algún mal te había pasado, con tantas cosas extrañas que suceden en el pueblo en esta noche.

JUANA. Rebeca querida, siento mucho haberte causado intranquilidad. (Se arrodilla ante Rebeca). Pero, no hay nada que temer. Sentí al caminar por donde quiera que iba como si las estrellas estuvieran muy cerca alumbrando mi senda.

REBECA. Juana, ¿qué ha sucedido? ¿Qué ha traído a tus ojos ese brillo tan extraño? Temo que...

JUANA. Oh, Rebeca, yo sabía que algo hermoso iba a acontecer. Lo supe esta mañana cuando encontré floreciendo las estrellas de Belén. Ahora comprendo que florecieron por su venida.

REBECA. (Con asombro.) Juana, me parece que has estado escuchando la voz suave de algún rico extraño. No des importancia a sus promesas, niña. Son, quizá tan pasajeras como el viento.

JUANA. (Tiernamente.) Tú no entiendes, querida Rebeca. Permíteme decirte. Es un niño pequeñito, hermoso, que ha nacido esta noche.

REBECA. (Olvidando su temor.) ¿Un niño... nacido en medio de todo este alboroto? ¿En dónde está? Seguramente perecerá si no está bien abrigado.

JUANA. Tiene el abrigo de un establo en donde la fragancia del heno fresco llena el aire, y en donde las "estrellitas de Belén" se extienden como en una vereda hasta sus pies. Ella me permitió cogerlo en mis brazos.

REBECA. (Suspirando.) ¡Qué dicha sería para mí, arrullar otra vez un niño en mis brazos! ¡Hamar, mi hijito Hamar!

JUANA. Te digo, Rebeca, que el mundo está lleno de luz esta noche... irradiaciones de luces extrañas envuelven las montañas en misterio celestial. Y se oyen músicas lejanas como el dulce cantar de los ángeles.

REBECA. (Volviendo a su temor.) Ya lo sabía. Sentí que la noche abrigaba cosas extrañas. Luces... voces... y ahora un niño que ha nacido. ¡Quizá estemos para oír la voz de Jehová otra vez anunciando la venida de algún castigo! Temo que el niño haya venido de Dios.

JUANA. (Con regocijo.) Rebeca, ¿qué no sería por eso que mi corazón palpitaba con tanta alegría cuando lo cogí en mis brazos? ¡Oh, qué maravilloso sería si verdaderamente el niño hubiera venido de Dios! Ven, vamos las dos a verlo.

REBECA. (Tímidamente.) Tengo miedo.

JUANA. (En la puerta.) Entonces debo ir sola.

REBECA. No, no me dejes sola: iré contigo. (Salen. Casi inmediatamente entra Hamar, seguido por el sirviente. Hamar está muy pensativo.)

SIRVIENTE. ¿No le dije que estaban sucediendo cosas extrañas? ¿Qué haré, mi señor? ¿Llamaré a los otros sirvientes y echaremos a esta gente de aquí?

HAMAR. (Enérgicamente.) No, no despiertes a los huéspedes. No hay nada que temer porque unos cuantos viejos se hayan juntado por la curiosidad de un niño recién nacido.

SIRVIENTE. Pero, mi señor, usted no vio la luz sobre las montañas. Le digo que es bastante para hacer temblar a cualquiera. Y lo veían como si fuera un dios.

HAMAR. (Sarcásticamente.) ¡Bah! ¡Un dios! ¡El hijo de un carpintero de Nazaret! ¡Vaya! ¡Pues el nombre de ese noble de Capernaum que está hospedado en ese cuarto sería inscrito en bronce cuando el nombre de ese campesino fuera inscrito en el polvo de la tierra! Ve al patio y espera al príncipe. Puede ser que aún venga. (Sale el sirviente. Hamar anda para allá y para acá, pensativo). ¡Qué extraño que lo adoraran! Estoy convencido de que lo estaban adorando. (Repentinamente se fija en la "estrellita de Belén" que trae en la mano.) ¿De dónde cogí esta flor? Debo haberla arrancado cuando estuvimos escondidos en la entrada de la vieja cueva. (Saca la bolsa, la retiene en la mano derecha y la flor en la otra, como si las estuviera pesando.) Yo, que antes amaba más una flor que todo el oro del mundo. ¡Vaya! ¡Gustos insensatos de la juventud! (Tira la flor cuando aparece en la puerta el noble de Capernaum. Se vuelve repentinamente.) ¡David! ¿El príncipe ha.... (muestra que se da cuenta de su equívoco)? ¿Mi señor, lo han molestado a usted en algo? No deseo que sufra ninguna incomodidad. Llamaré a mi sirviente.

NOBLE. (Levantando su mano en señal de protesta.) Le ruego que no se preocupe usted por mí. Me sentí algo inquieto, la atmósfera parece oprimirme. Pero quizá esto sea porque cuando uno está viejo y cansado de la vida, todo le molesta, y es difícil hallar un descanso que satisfaga.

HAMAR. (Con sorpresa.) ¡Cansado de la vida y con tanta riqueza! ¿Cómo puede la vida ser una carga así?

NOBLE. ¡Riqueza! Ah, sí, tengo muchas riquezas. Tengo joyas propias para adornar a los reyes. Tengo cofres de oro con que podría comprar mil caravanas. Pero, ¿eso qué? ¿Con esos cofres de oro se podría comprar un momento de felicidad? ¡No! ¡Mil veces, no!

HAMAR. Señor, sin duda usted habla en broma. ¿Qué cosa hay que no se pueda comprar con el oro?

NOBLE. Hijo, con el oro no se puede comprar el amor, ni la felicidad... ni a Dios.

HAMAR. (Sosteniendo un poco alto su bolsa.) Esta noche llega un príncipe. La recámara vacante está preparada y espera su venida. Cuando el oro que me dé por su hospedaje llene esta bolsa, yo le mostraré que sí se puede comprar el amor y la felicidad.

NOBLE. (Se inclina y levanta la flor que Hamar ha tirado.) Yo también tuve sueños tan bellos y hermosos como esta flor. Quisiera yo poseer, en cambio de todo el oro que tengo, el conocimiento de Dios y la pureza de esta sencilla flor.

HAMAR. Se expresa de un modo extraño, señor. No le entiendo…

(Entra el sirviente.)

SIRVIENTE. Alborea el día, señor. Ya el cielo se esclarece y los extranjeros del campo se están levantando.

HAMAR. ¿Que no ha venido? ¿No has visto a nadie que parezca un príncipe?

SIRVIENTE. A nadie, mi señor.

HAMAR. Quién sabe si te hayas dormido un rato en tu puesto y él haya venido y se haya vuelto a ir.

SIRVIENTE. Le aseguro, mi señor, que mis ojos no se han cerrado ni por un momento. Mire, todavía estoy temblando a causa de la tensión de esta noche extraña. ¿Cree usted que podría dormir así?

HAMAR. (Volteando hacia un lado.) Así que el profeta me ha engañado. No vendrá tal príncipe.

SIRVIENTE. ¡Oiga! Vuelven ya. ¿Que no terminará esta terrible noche?

(Se oyen voces afuera como antes. El noble escucha atentamente.)

1ª VOZ. Es verdad. Esa luz brillará en nuestros corazones para siempre.

2ª VOZ. ¡Y qué raro que el Señor nos lo revelara a nosotros, humildes pastores!

3ª VOZ. ¡Un Salvador, que es Cristo el Señor! ¡Al fin el sueño de Israel se ha realizado!

1ª VOZ. Vamos a extender las nuevas por toda la comarca, para que otros sientan también este gozo.

NOBLE. ¿Qué es lo que están diciendo? Hablan de una luz, un gozo, un Salvador. Voy a seguirlos para saber de qué se trata.

HAMAR. Espere usted, mi señor. No dé usted importancia a eso. Son unos cuantos pastores tras una vana ilusión.

(Sale el noble sin hacerle caso a Hamar.)

SIRVIENTE. ¿Oyó usted lo que estaban diciendo? Dijeron que el Señor se lo había revelado a ellos. Esto me turba mucho.

HAMAR. (No hace caso de las palabras del sirviente.) Ese comerciante rico de Cesárea me hubiera dado cincuenta piezas de oro. ¡Qué necio he sido! ¿Pudo el profeta haberse equivocado respecto al tiempo en que había de venir el príncipe? ¿O quizá vino, y entre tanta confusión, fue devuelto de la puerta? He tenido una suerte ingrata. Juana se ha ido... y he perdido la oportunidad de mi vida.

(Aparece Juana en la puerta.)

JUANA. (Con voz suave). Sí, Hamar, la has perdido; pero quizá... aún hay tiempo.

HAMAR. (Volviendo repentinamente al oír la voz de Juana. Extiende sus brazos hacia ella.) ¡Juana! ¡Has vuelto!

JUANA. ¿Verdad que es maravilloso, Hamar? Vamos a traerlos aquí, al cuarto vacante, no es demasiado tarde.

HAMAR. ¿Y tú también? ¿Qué se ha vuelto loco todo el pueblo por un niño recién nacido? ¿Qué hay de raro en que nazca un niño?

JUANA. Pero ese niño ha venido de Dios, Hamar. ¿Qué no oíste decir cómo los ángeles anunciaron a los pastores que el Cristo había nacido?

HAMAR. ¿Y tú crees esa fábula?

JUANA. ¿Los traeré, Hamar?
(Hamar hace un gesto de oposición. Entra con alborozo el noble.)

NOBLE. Ya ha venido. Dios se ha revelado a los hombres. (Camina de un lado a otro, pensativo.) ¡Quién hubiera pensado que lo haría por medio de un niño! Y sin embargo... ¿De qué otro modo sería más propio? Una vida pura y blanca... como una flor; pero, dicen que está acostado en un pesebre. Esto no debe ser. (Con entusiasmo.) ¡Su cuarto vacante, Hamar! Permita usted que lo traigamos aquí. Mire usted. ¡Cien piezas de oro por su cuarto vacante! (Deja caer una bolsa sobre la mesa.)

HAMAR. (Mirando con interés dentro de la bolsa, fijándose en su contenido; una luz de satisfacción embarga su rostro, saca las monedas y las deja caer de una mano a la otra.) Cien piezas de oro... ¿Por el cuarto vacante? ¡Rentado!

NOBLE. (Al sirviente.) Llévame con él. Deseo con anhelo verlo y traerlo aquí.

(Salen los dos. Hamar se sienta sobre el diván y cambia el oro de la bolsa que le dio el noble a la suya. Juana lo ve tristemente.)

HAMAR. (Levantando y extendiendo sus brazos hacia ella.) ¡Juana, mira! Todo es tuyo. Seguramente que ahora no me rechazarás. Tendrás joyas para adornar tu cuello y trajes de terciopelo carmesí... ¿Que todavía no es suficiente?

JUANA. (Tristemente.) Oh, ¿qué no entiendes? El Hamar a quien yo amaba fue el Hamar que esperaba con anhelo que florecieran las silvestres estrellitas de Belén, aquel que hubiera creído con todo su corazón el mensaje de los ángeles dado a los pastores. ¿Ya has olvidado cómo platicábamos acerca de esta noche, cuando las profecías se habrían de cumplir? Oh, Hamar, ¿no te acuerdas cómo soñábamos y pensábamos acerca de Dios?

(Hamar está parado en silencio, con la bolsa en la mano. Ella lo ve tristemente, y sale con la cabeza inclinada.)

HAMAR. (Hablando despacio.) El noble de Capernaum habló la verdad. Con el oro no se compra el amor.... ni la felicidad... ni a Dios.


ESCENA III

(Es de noche, una semana más tarde.)

(Rebeca está sentada cosiendo una tela blanca. Entra Juana.)

REBECA. Mira, Juana, le estoy haciendo un vestido para cuando sea más grandecito.

JUANA. (Tocándolo suavemente.) Ese es un vestido hecho de una sola pieza, ¿verdad? Y lo estás haciendo de una tela fina de Damasco que has estado atesorando por tanto tiempo.

REBECA. Sí, voy a hacerle vestidos durante todos los días de su vida... a lo menos mientras puedan trabajar estas manos. Seguramente ellos vendrán algunas veces a Jerusalén a la Pascua y entonces se los puedo llevar. Y cuando yo me muera, se los puedes hacer tú, ¿verdad, Juana? Pero también, puede ser que llegue a ser un gran rey y no use más que vestidos de seda y terciopelo.

JUANA. (Suavemente.) ¿Que no nació en un pesebre y fue revelado por los ángeles primeramente a los humildes pastores? No, hay algo que me indica que él querrá siempre usar estos humildes trajes.

REBECA. Me he sentido muy feliz en estos días. He sido tan dichosa de poder coger a un niño en mis brazos otra vez. ¿No crees tú, Juana, que Hamar llegará a creer también la historia de los pastores?

JUANA. (Volteando a un lado tristemente.) No sé. Ha estado tan cabizbajo y callado en estos días que parece haber perdido toda esperanza e interés en la vida. Anda como en la obscuridad.

REBECA. (Mirando hacia el patio.) Allá viene con el noble de Capernaum. Quizá deseen entrar aquí. Vámonos antes de que lleguen.

(Salen e inmediatamente después entran Hamar y el noble. Hamar anda de allá para acá; se para en actitud pensativa.)

NOBLE. Tengo que salir mañana. He retardado mi estancia aquí, gozando de la nueva paz que he encontrado y esperando con anhelo que mi hija la encuentre también.

HAMAR. ¿Ella no la ha encontrado?

NOBLE. No, ella no la ha encontrado. Ojalá y se verificara alguna otra señal milagrosa para convencerla... y a ti también.

HAMAR. (Con desaliento.) No puedo concentrar mi mente. Siempre que procuro pensar en él, aparece delante de mis ojos una visión de oro. (Toca la bolsa que está en su cinturón.) Lo veo cuando alzo la vista para mirar a las estrellas, cuando veo la luz del sol, o las flores. Ha llegado a ser para mí un peso inmenso que me está arrastrando hacia abajo. No sé que me pasa.

NOBLE. Ya lo entiendo. Y sin embargo, ¿no podría la dulzura del canto de los ángeles traer paz a su corazón como al mío?

HAMAR. ¿Cómo puedo yo saber que hubo tal coro de ángeles? Ya confié en las palabras del profeta, pero el príncipe prometido no vino. ¿Por qué había yo de creer en un cuento de pastores? Me gustaría creer. Daría cuanto poseo por creer, porque quizá creyendo, ella volvería a mi lado.

(Entra el sirviente.)

SIRVIENTE. Vienen otros extranjeros, mi señor. Traen riquezas en joyas y una caravana de camellos y criados.

HAMAR. ¿Por qué no los invitaste a entrar? ¿Buscan hospedaje?

SIRVIENTE. No, señor, están buscando a un rey.

HAMAR. ¿Buscando a un rey... aquí?

SIRVIENTE. (Señalando hacia el patio.) Mire usted. Están esperando allá en aquella puerta.

HAMAR. (Mirando y cogiendo el brazo del noble.) ¡Mire usted, señor! Esos hombres son ricos. Los adornos de sus camellos brillan como joyas. Sus vestidos son de finísimo terciopelo, de color carmesí y azul celeste. ¡David! (Con entusiasmo.) Ve y prepara las más elegantes recámaras. Estos huéspedes son de la verdadera nobleza. Ellos pagarán bien... (Repentinamente se voltea, anda hacia un lado, como si recordara algo.) Ah, se me olvidaba. ¿Para qué quiero yo su oro? ¡Otra carga más!

SIRVIENTE. ¿Qué debo decirles? Buscan a un rey. Yo les dije que el rey de los judíos estaba en Jerusalén; pero ellos dicen que una estrella los ha conducido a este lugar.

NOBLE. (Extendiendo sus brazos hacia Hamar.) Hamar, eso es, ¿qué no comprendes? Están buscando al niño. Esta es la otra señal. Dios la ha mandado.

HAMAR. (Volviendo despacio.) ¿El niño? ¿Están buscando al niño del carpintero?

NOBLE. Quizá querrán ir a adorarlo como los pastores. Vamos nosotros con ellos a ver.

HAMAR. Puede ser que sea verdad. David, acompáñalos a donde está el niño en el cuarto vacante. ¡Qué extraño! No veo más que el oro relumbrar ante mis ojos. (Talla los ojos como si sintiera que algo le estorba.)

(Salen el sirviente y el noble. Pronto entra el profeta.)

PROFETA. (Levantando sus brazos en acción de gracias.) Lo he visto. He visto al Cristo. Bendito tú, Hamar, que el mensajero del Altísimo mora dentro de tus puertas.

HAMAR. ¿Por qué he de creer lo que tú me dices? Me dijiste que vendría un príncipe, y lo esperé toda la noche. Esa fue una patraña tuyo para engañarme.

PROFETA. Oh, hijo, no digas eso. ¿No te dije que buscaras a Dios en el polvo del desierto así como en el ardiente sol poniente? Hay coronas de oro y coronas de estrellas. Escucha las palabras del Altísimo: "Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado... y llamarás su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de paz". (Sale el profeta.)

HAMAR. ¿El príncipe... de paz? El príncipe... (Inclina la cabeza.) Oh, Dios mío, ha venido y yo no lo recibí. Nació en un pesebre cuando yo tenía un lugar vacante. ¡Perdón, Padre mío!

(Entra el noble.)

NOBLE. Hamar... ¡Lo están adorando y ofreciéndole mirra, incienso y oro!

HAMAR. ¿Oro... dice usted que le están ofreciendo oro?

NOBLE. Uno de los magos le presentó un cofre del oro más fino de ofir.

(Hamar toca la bolsa que trae en el cinturón, y asume una expresión de arrepentimiento.)

HAMAR. (Mirando hacia arriba, teniendo la bolsa en alto.) Dios mío, ¿querrías convertir esto que me ha sido una carga, en bendición? ¿Cree usted que lo aceptará Señor?

NOBLE. Por supuesto que sí, Hamar, ve y adóralo... Jehová mismo te bendecirá.

HAMAR. (Después de vacilar un poco.) ¡Sí, mi Señor, iré donde el niño!

(Entra Juana.)

JUANA. ¡Hamar! ¿En dónde estás?

NOBLE. Ha ido a poner su oro a los pies del Salvador.

JUANA. ¡Oh, alabado sea Dios! (Junta sus manos, y mira hacia arriba en actitud de dar gracias. Luego se vuelve hacia el noble.) Su hija, señor, lo está esperando entre las estrellitas de Belén que crecen en la falda de las montañas. Y se nota en su rostro una mirada de nuevas esperanzas.

NOBLE. (Reverentemente.) ¡Gracias a Dios! (Sale.)

REBECA. (Entrando aprisa.) ¡Juana! Hamar lo está adorando también. ¿Verdad que es una bendición? ¡Y pensar que yo temía que Jehová hablara otra vez, cuando su voz es una voz de amor!

JUANA. ¿Se han marchado los extranjeros, Rebeca?

REBECA. No. Esta noche se van a quedar en el mesón. Iré a ver que todo esté arreglado para que estén cómodamente. (Sale.)

(Entra Hamar, con una expresión de contento.)

HAMAR. (Al ver a Juana.) ¡Juana! ¡Todo ha pasado! La carga que sentía ya no la siento. Todo lo he puesto a sus pies, y sé que soy perdonado.

JUANA. ¡Hamar!

HAMAR. Juana, (al auditorio) mira, florecen las estrellitas de Belén, y otra estrella brilla sobre nosotros... la estrella del Salvador. iLa seguiremos... juntos para siempre!

JUANA. Sí, querido Hamar, y ella nos conducirá hacia el verdadero amor... hacia la eterna felicidad...

HAMAR. (Inclinando su cabeza.) Y hasta Dios.