10 Minutos y 9 Personajes. La madre de Moisés tiene miedo de que maten a su niño recién nacido y decide dejarlo en una canasta en el río con la esperanza de que Dios lo guíe. El niño es rescatado por la hija de Faraón que lo adoptará como hijo.
MOISES EL FUTURO LIBERTADOR
© Ilva Monsalvo Peña
PERSONAJES
NARRADOR
FARAÓN
SOLDADO 1
SOLDADO 2
JOCABED
MARÍA
PRINCESA
DONCELLA 1
DONCELLA 2
NARRADOR.
Nos encontramos en Egipto y el Faraón acaba de volver de inspeccionar las
ciudades de Pitón y Ramesés que están aún en construcción. Pero el faraón está
muy preocupado.
FARAON.
(Hablando consigo mismo) ¡No es posible! He visto multitud de hebreos hoy. Parece
que se multiplican cada día más... Ni el trabajo agotador que les impongo los
debilita; se ven fuertes y sanos. Debo hacer algo pronto, usar otro método para
eliminarlos… ¡Tengo una idea! Guardias, traed a mi secretario, necesito
dictarle un nuevo decreto: todo varón que nazca de aquí en adelante debe ser
arrojado al río.
NARRADOR.
Unos meses después, en casa de Amram y Jocabed…
MARÍA.
¡Mamá, date prisa, vienen los soldados!
JOCABED.
Pronto, hija, quédate en la puerta y ponte a barrer como te dije.
NARRADOR.
Jocabed necesitaba tiempo para esconder a su hijo de tres meses en un hueco que
había preparado dentro de la casa.
SOLDADO
1. Esclava, dinos si por aquí vive alguna pareja que haya tenido un niño hace
poco.
SOLDADO
2. Nos han avisado de que por aquí muchas veces se oye el llanto lejano de un
bebé. ¡No nos mientas o podrás morir!
MARÍA.
Se lo aseguro, por aquí no he visto ni oído nada. Mi madre está sola en casa y
se dirige a llevarle agua y comida a mi padre que está trabajando en la
ladrillera.
SOLDADO
1. Pues estaremos atentos vigilando… Pronto regresaremos para ver si es verdad
o no lo que dices, ¡muchachita!
NARRADOR.
Los soldados se alejan murmurando. Jocabed sabía que algo malo iba a pasarle a
su hijo si no actuaba pronto.
JOCABED.
María, quédate en la puerta y me avisas en cuanto veas soldados o algún
movimiento extraño. Debo tener tiempo para esconder a tu hermanito.
MARÍA.
No te preocupes, mamá, de aquí no me moveré, estaré atenta, no quiero que a mi
hermanito le pase lo mismo que a nuestros vecinos. Pobrecitos, todavía recuerdo
los gritos angustiosos de sus madres… y el llanto desesperado de los bebés.
Pero eso no le pasará a mi hermanito. Le he pedido a Jehová que nos ayude, Él
nos dará alguna solución.
JOCABED.
Yo también le pido a Jehová que nos ayude, pero ya no sé qué más hacer, hija.
Tu hermanito cada vez es más grande y últimamente está muy llorón. Además, los
soldados prometieron volver. Mira lo que he hecho (toma una canasta con su tapa).
He hecho esta especie de camita con juncos del río y la he impermeabilizado con
asfalto y brea.
MARÍA.
¿Y qué piensas hacer con eso? ¿No irás a dejar allí a mi hermanito abandonado a
su suerte en el río…?
JOCABED.
No precisamente, hija, pero algo así. Mira, se me ha ocurrido que podemos colocarlo
durante el día allí a ver qué pasa y que tú lo vigiles para que nada le pase.
En el río hay muchos peligros, pero Jehová proveerá.
MARÍA.
Como tú digas, mamá.
NARRADOR.
Juntas se fueron a la orilla del río a dejar la preciosa carga. Jocabed le dio
un beso a su hijo y cerró la tapa de la cesta. Lágrimas corrían por sus
mejillas al regresar a su casa para pedirle a Dios que protegiera a su hijito.
Mientras tanto, María estaba escondida vigilando al bebé, pero no estaba sola,
allí también había ángeles que lo protegían. Así pasó un buen rato sin que nada
ocurriera cuando de repente sucedió algo inesperado: la princesa se acercaba
asistida por varias doncellas.
PRINCESA.
Doncella, tened aquí mi capa mientras me mojo los pies en la orilla del río. El
agua se ve muy fresquita y hace mucho calor… Pero, ¿qué es eso que se ve allá?
Pronto, ¡traedme esa canasta con mucho cuidado!
NARRADOR.
Cuando la princesa abrió la cesta vio al hermoso niño que estaba llorando.
PRINCESA.
Sin duda es hijo de algún hebreo que lo ha colocado aquí para salvarlo.
Pobrecito, tiene hambre y es tan hermoso... No permitiré que le pase nada. No
para de llorar, está hambriento. ¿Quién sabe cuánto tiempo habrá estado aquí?
NARRADOR.
María, muy valiente, se fue acercando disimuladamente. Estaba dispuesta a todo
por salvar la vida de su hermanito.
MARÍA.
Perdóneme, alteza, ¿quiere que vaya a buscar entre las hebreas una nodriza para
que críe al niño?
PRINCESA.
¡Magnífica idea, muchacha! Corre, date prisa, ¡el bebé tiene hambre!
NARRADOR.
María corrió como el viento para encontrar… ¡a su propia madre!
MARÍA.
¡Mamá! ¡Mamá! ¡Apresúrate! ¡Ven Conmigo!
JOCABED.
¡Ay, María! ¿No me digas que le ha pasado algo malo al bebé?
MARÍA.
Pues ¡que la princesa lo ha encontrado!
JOCABED.
¿Quéeeeee? No puede ser, ¡lo va a enviar a la muerte!
MARÍA.
Te equivocas, mamá, ella quiere una nodriza para criar al bebé.
JOCABED.
No puedo creer lo que me dices, hija, ¡Dios ha hecho un milagro! ¡Te lo dije!
NARRADOR.
María y Jocabed pronto llegaron al río donde se encontraba la princesa apurada
porque el bebé no paraba de llorar. Jocabed trató de aparentar calma para que
la princesa no descubriera que ella era la verdadera madre del pequeño.
JOCABED.
Su alteza, estoy para servirle.
PRINCESA.
¿Tienes leche para amamantar a un bebé?
JOCABED.
Sí, su alteza.
PRINCESA.
Pues bien, llévate a este niño y críamelo, y yo te daré un salario. Inmediatamente
avisaré a los soldados para que sepan dónde vives y que no le puedan hacer daño
porque de ahora en adelante será como mi hijo.
JOCABED.
Sí, su alteza.
NARRADOR.
Mientras regresaban a casa, María y Jocabed sentían sus corazones rebosantes de
agradecimiento a Dios, por la manera en que había salvado la vida de su
precioso hijo.
JOCABED.
Todo es muy hermoso para ser verdad, María. No sólo tengo a mi bebé en casa,
sino que los soldados ya no podrán matarlo por ser ahijado de la princesa.
Además le podré proporcionar los mejores alimentos y cuidados ¡porque ella
pagará todos los gastos! Y después
recibirá la educación de un príncipe. ¡Mi hijo es un príncipe!
MARÍA.
Mamá, tengo una pregunta: ¿Ya has decidido qué nombre le vas a poner a mi
hermanito? Pues ya tiene tres meses y nunca te decides.
JOCABED.
Pues hija, la princesa lo ha salvado en la ribera del río. Se llamará Moisés,
que significa “sacado de las aguas”.
NARRADOR.
Todavía Jocabed ni María sabían lo que ese pequeñuelo llegaría a ser. Lo cierto
es que ese niño aparentemente indefenso, pobre, hijo de esclavos y sin nada
especial, sería utilizado por Dios para rescatar a su pueblo y conducirlo desde
Egipto hacia la libertad.
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