15 Minutos y y 9 Personajes. Relacionar el significado de la parábola de Jesús acerca del hijo pródigo en relación con la redención del ser humano.
Este drama puede aplicarse para los siguientes temas o conclusiones:
1) Cuando el joven se ha apartado de la iglesia y Dios espera para su retorno a casa.
2) Hablar de los talentos que Dios nos da (como el padre había dado a Juan) y los desperdició.
3) Para una semana de mayordomía juvenil. Se puede hablar de cómo cuidar, usar, ahorrar e invertir nuestro dinero. Se puede invitar a un contador o tesorero para hablar de este tema.
Este drama puede aplicarse para los siguientes temas o conclusiones:
1) Cuando el joven se ha apartado de la iglesia y Dios espera para su retorno a casa.
2) Hablar de los talentos que Dios nos da (como el padre había dado a Juan) y los desperdició.
3) Para una semana de mayordomía juvenil. Se puede hablar de cómo cuidar, usar, ahorrar e invertir nuestro dinero. Se puede invitar a un contador o tesorero para hablar de este tema.
EL JOVEN DESCONTENTO
PERSONAJES
NARRADOR
JUAN
PADRE
CRIADA
ANDRÉS
SAMUEL
MENSAJERO
SIMEÓN
MARCOS
NARRADOR. Jesús estaba junto a la montaña y a su alrededor se había reunido publicanos y pecadores de todas clases. "Los fariseos y escribas murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come". (Lucas 15:2) Jesús oyó las expresiones de descontento y comenzó a contar una historia.
(Se abre la cortina del escenario.)
PARTE I
(El padre aparece sentado junto a la mesa escribiendo en un rollo con la pluma. Tiene aspecto pensativo.)
JUAN. (Entra con unos papeles en la mano.) ¡Padre! ¡Padre! ¿Está usted ocupado?
PADRE. No, hijo. ¿Por qué estás tan agitado?
JUAN. Bueno... La otra noche... usted dijo algo acerca de la herencia que iba a dividir entre mi hermano y yo.
PADRE. Sí.
JUAN. Bueno, yo estaba pensado... ¿No cree usted que sería mucho mejor que yo recibiera mi herencia ahora para disfrutarla? ¡Mire esta propaganda de una agencia de viajes! (Entrega el papel que lleva en la mano.)
PADRE. No, hijo, eres demasiado joven e inexperto. Y además te estoy preparando para que atiendas mi negocio.
JUAN. Pero, padre, usted mismo dijo el otro día que pronto yo tendría edad suficiente para encargarme de su negocio. Entonces, también tengo edad para viajar por mi cuenta.
PADRE. (Con bondad.) No creo que haya llegado el tiempo todavía. Necesitas aprender el valor del dinero. He tenido que trabajar muchos años para edificar mi negocio, y deseo que siga progresando.
JUAN. Hace tres semanas que ahorro mi dinero.
PADRE. ¡Tres semanas! Debieras haberlo ahorrado durante tres años.
JUAN. Seguiré ahorrando. Ahora déme mi herencia y la duplicaré muy pronto y mientras tanto lo pasaré muy bien.
PADRE. No debiera hacerlo, pero... muy bien. (Toma un nuevo rollo.) Escribiré cuál es tu parte y luego puedes llevar el rollo a mi escriba para que te entregue tu dinero. (Cuando termina entrega el rollo a Juan.) Ahí lo tienes, pero ten mucho cuidado con él para que no se pierda.
JUAN. ¡Oh, muchas gracias! Usted no se arrepentirá de lo que ha hecho. Venga, le mostraré estos anuncios de viaje y luego iré a comprar un carro nuevo. (Ambos salen.)
HIMNO. "Abrigadas y salvas en el redil".
PARTE II
(Juan entra llevando su equipaje, golpea en la puerta de una casa de huéspedes. Una criada acude a abrir.)
CRIADA. ¿Qué se le ofrece?
JUAN. (Mira detrás de ella hacia el interior del cuarto.) ¡Hola! ¡Soy Juan! Quiero alquilar el departamento más grande y con más ventanas.
CRIADA. Entre. (Juan entra.) Tenemos un departamento grande con vista al río. (Entran dos hombres y se sientan junto a una mesa. Mientras comienzan a jugar cuchichean y escuchan con atención. ) Es un departamento grande, muy bien decorado y capaz de acomodar hasta a cien personas. Le costará ciento ochenta siclos al mes. El primer pago es por adelantado. (Extiende la mano.)
JUAN. ¡Pero eso es más caro que lo que cobran en la Posada Real!
CRIADA. Pero usted quiere lo mejor.
JUAN. ¡Por supuesto, por supuesto! (Juan cuenta el dinero y lo entrega a la criada.)
CRIADA. Muchas gracias. (Sale.)
ANDRÉS. (Extiende la mano hacia Juan.) Me alegro de que haya venido, porque este lugar necesita una cara nueva. Mi nombre es Andrés, ¿y el suyo? (se estrechan las manos.)
JUAN. Me llamo Juan.
SAMUEL. (Estrecha la mano de Juan.) Mi nombre es Samuel. Venga, amigo; parece cansado. Déme su equipaje. (Tomas sus cosas y las coloca sobre una silla.) Siéntese y conversemos un poco.
ANDRÉS. ¿No va al colegio?
JUAN. Estaba en el colegio pero persuadí a mi padre a que me diera mi parte de la herencia mientras todavía soy joven y libre para gozar de ella. ¿Por qué tendría que preocuparme de terminar mi educación? Con dinero puedo ir a cualquier parte. Invertiré una parte, pero ahora mismo, quiero pasarlo bien.
ANDRÉS. ¡Por supuesto! Usted podrá estudiar después cuando sea demasiado viejo para gozar de la vida. Iremos ahora a celebrar su buena suerte. (Se levanta de la silla y toma a Juan por el brazo.) Le mostraremos dónde hay buena comida y dónde hay diversión. ¡Deje eso por nuestra cuenta! Más tarde podrá ocuparse de su equipaje. (Salen los tres.)
NARRADOR. Transcurren los días y Juan va de una fiesta a otra. Rodeado por así llamados amigos, siempre está dispuesto a dar grandes fiestas para aumentar su reputación. Es él también el que paga las cuentas de todos los gastos que se realizan. El dinero pasa por sus manos con tanta facilidad como las hojas caen de los árboles. Pero a su cofre no entra ningún dinero. Llega el día inevitable cuando ha gastado el último centavo. Antes de mucho tiempo, sobreviene una hambruna en esa región y el alimento se torna escaso. El nivel de vida de Juan desciende en forma alarmante, y a sus amigos se hacen cada vez más escasos.
HIMNO. ¿Del rebaño no bastan, tierno pastor, las noventa y nueve aquí? Más responde el pastor "Una oveja hoy descarriada va lejos de mí. Y en la sierra escarpada ya voy a entrar, mi pobre oveja a rescatar, mi pobre oveja a rescatar."
PARTE III
(Samuel, Andrés y Juan entran a la habitación del último. Juan se sienta y coloca los pies sobre la mesa.)
SAMUEL. ¡Juan, tienes un agujero en tu sandalia!
JUAN. ¡Oh! ¿Sí? Tú también tendrías uno en la tuya si hubieras caminado como yo lo he hecho en las últimas semanas. Creo que tendré que conseguir un trabajo.
ANDRÉS. No he visto a María por aquí últimamente. ¿Se habrá mudado a otra parte?
JUAN. No... Piensa que estoy enojado con ella. No le regalé nada para su cumpleaños... ¡Pero no tenía nada de dinero!
(Entra un mensajero.)
MENSAJERO. Tengo un mensaje para Juan, de la casa de los escribas. (Lo lee.) "Los registros que tenemos en esta casa revelan que usted no ha pagado el alquiler durante casi cuatro meses. Por lo tanto le ordenamos desocupar inmediatamente el departamento." (El mensajero enrolla el mensaje. Juan se pone a meditar profundamente. El mensajero lo mira y luego se retira.)
ANDRÉS. Esas son malas noticias, Juan. te echaremos mucho de menos. Quisiera poder ayudarte pero yo tampoco tengo dinero. Bueno, ahora tengo que irme. Te veré luego. (Se va.)
SAMUEL. Yo también me voy. No tengo nada más que hacer aquí. (Se va.)
JUAN. (Se toma la cabeza con las manos y sale lentamente.)
HIMNO. "No sabrá el mortal del río veloz que el pastor tuvo que cruzar, ni cuán negra la noche fue en que él salió su oveja perdida a buscar. Sus gemidos y quejas podía oír, enferma está y por morir, enferma estaba y por morir."
PARTE IV
NARRADOR. Juan ha salido del departamento y busca trabajo. Durante varios días llama a las puertas, caminando... caminando.
JUAN. (Se aproxima a una puerta con su equipaje; llama; la puerta se abre; habla con voz cansada, sin entusiasmo.) Buenos días. Estoy buscando un trabajo... cualquier cosa.
SIMEÓN. (Con incredulidad.) ¡Buscando trabajo! ¿En este tiempo de hambre? (Mira a Juan de arriba abajo.) Lo único que tengo son mis cerdos pero usted puede cuidarlos si quiere. ¿Puede comenzar ahora mismo?
JUAN. ¡Cuidar los cerdos! ¿Yo? Pero necesito trabajar. Sí, creo que puedo empezar ahora mismo, porque no tengo nada más que hacer.
SIMEÓN. Venga conmigo. (lo lleva al otro lado del patio, lo hace sentarse y le entrega un canasto con comida para los cerdos.) Desgrane el maíz. Eso debe hacerlo cada día, y después de la hora de comer, venga a la casa y coma las sobras de nuestra mesa. Esto no es muy bueno que digamos, pero es un trabajo. (Sale.)
NARRADOR. Juan alimentó los cerdos día tras días. Lo único que le quedaba era mucho tiempo para pensar: no tenía dinero, ni amigos, ni respeto de sí mismo. sus pensamientos se volvían hacia su hogar cuando se disgustaba consigo mismo. El recuerdo de las posesiones de su padre, la abundancia de alimento, la cómoda casa, los siervos bien vestidos, todo eso llena sus pensamientos.
JUAN. (En voz alta y con amargura.) ¡Oh, soy tan miserable! ¡Estoy vestido con harapos (mira sus ropas) y no tengo dinero, ni amigo... nada sino cerdos! (Juan oculta la cara entre las manos. Repentinamente se pone de pie.) ¡Tengo que ir a casa! No puedo esperar nada porque ya tomé mi parte de mi herencia, pero tal vez mi padre me permitirá ser un siervo. (Llama.) ¡Señor Simeón, venga! ¡He decidido volver a casa!
SIMEÓN. (Juan entra en la casa.) ¿Qué has decidido hacer? ¡Volver a casa! ¿No te he estado pagando suficiente? Juan, ya nos habíamos acostumbrado a tenerte con nosotros. Pensábamos que podríamos confiar en ti.
JUAN. Me voy a casa, señor. He tenido mucho tiempo para pensar. Mi hogar es donde quiero estar, aunque tenga que ser un siervo allí.
SIMEÓN. Bueno. Estoy seguro que tu padre estará contento. Puedes irte cuando quieras.
JUAN. Muchas gracias, señor.
(Ambos salen.)
HIMNO. "Estas huellas sangrientas, ¿quién las dejó? ¿No lo puedes decir, Señor? Cuando fue a buscar la que se extravió, las dejó vuestro amante Pastor. Y tus manos, Señor, ¿quién las laceró? El áspero bosque las hirió, el áspero bosque las hirió".
PARTE V
NARRADOR. Las sombras se alargan mientras una figura solitaria sube la colina cerca del hogar de Juan. Tal como lo había hecho durante años, desde que Juan salió de la casa, el padre mira tristemente el horizonte. Luego se deja caer con aspecto cansado en un banco. (Juan entra.) Mientras tanto, Juan recorre el largo camino de regreso al hogar, ensayando su discurso mientras avanza. Más que nada desea volver a formar parte de la casa de su padre, a cualquier costo. Repentinamente se detiene y luego se apresura. Puede ver la casa donde vive su padre.
PADRE. ¿Quién es aquel que viene? ¡Es mi hijo! ¡Juan! (Corre a su encuentro.)
JUAN. (Cae de rodillas.) ¡Oh, padre! ¡Estaba equivocado! Ahora sé cómo los amigos y el dinero pueden desaparecer. He despilfarrado toda mi herencia y no merezco nada más, de modo que permíteme ser como uno de tus siervos.
PADRE. ¿Servir? ¡No digas necedades! Todavía eres mi hijo y siempre lo serás. (Llama.) ¡Marcos! Trae el mejor traje y ponlo sobre mi hijo. Y trae sandalias nuevas para sus pies. Atiene a mi muchacho y dale todo lo que necesite. Y tú ve a llamar a mi otro hijo y a mis amigos. Prepara una fiesta para que todos nos alegremos. ¡Mi hijo que estaba perdido ha sido hallado! (Sale.)
HIMNO. "Una grande algazara luego se oyó, por doquier retumbando fue, a la célica puerta la voz llegó: Alegraos que mi oveja encontré. Y cantaban los ángeles en redor: ¡Lo suyo rescata el buen Pastor, lo suyo rescata el buen Pastor!
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