8 Minutos y 7 Personajes. Pepe, un niño que le encantaba ir a la iglesia, cambia su actitud frente a ésta y no desea asistir más.
APARTADO PARA CRISTO
PERSONAJES
NARRADOR
PADRE
MADRE
HIJOS: dos niños en edad escolar
HIJOS: dos jóvenes
ESCENA UNO
(Los padres están alrededor de la mesa listos para empezar el devocional familiar.)
NARRADOR. (Voz en off.) Desde niño sus padres lo dedicaron a Jesucristo frente a la congregación de la iglesia a la cual asistían. Iba todas las semanas a la Iglesia, y participaba de las actividades de entre semana y de las actividades especiales durante el verano. Le encantaban los concursos en la Escuela porque era el que más sabía en su clase y siempre ganaba. Era puntual, le gustaba ser el primero en llegar a la clase para poder ayudar a su maestra; por eso se sentía mal cuando su mamá o su hermano se retrasaban.
MADRE. Hijos salgan ya de su cuarto que la hora avanza y no quiero que lleguen tarde a la escuela.
(Entran los hijos y se sientan alrededor de la mesa junto a sus padres.)
MADRE. ¿Quién quiere leer la Biblia hoy?
PEPE. ¡Yo, yo!
PADRE. Está bien, pero mañana le tocará a tu hermano, porque tú siempre la lees.
PEPE. Lo que pasa es que a él no le gusta leerla y a mí, sí. Bueno, leamos: Salmo 1:1-3. (Lee el pasaje bíblico.)
PADRE. Oremos. Padre Nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre, Danos el pan de cada día y perdónanos como nosotros perdonamos a los demás. Líbranos de todo peligro, en el Nombre de Jesús, amén.
(La familia se despide y todos salen de escena.)
ESCENA DOS
NARRADOR. (Voz en off.) Ya han pasado varios años en esta hermosa familia. Los hijos crecieron y los padres continúan activos en sus trabajos y en la congregación, sin dejar de fomentar el altar familiar y la asistencia a la iglesia. Lamentablemente algunas cosas han cambiado, sobre todo en la vida de Pepe. Ya no es el mismo niño de antes.
(De aquí en adelante los padres muestran el paso de los años en su apariencia, y los dos hermanos están representados por los jóvenes. El padre, la madre y el otro hermano están sentados alrededor de la mesa.)
PADRE. Pepe, date prisa que te estamos esperando para empezar el devocional.
PEPE. (Asomando la cabeza.) ¿Por qué no empiezan sin mí? Todavía me falta mucho para terminar de arreglarme. No quiero a ir a la escuela desarreglado solo por tener que leer la Biblia y orar.
(Los padres y su hermano se quedan asombrados al escuchar el comentario de Pepe; se miran unos a los otros y suspiran.)
MADRE. Pepe, sal de tu habitación ahora mismo. Y si es que vas a necesitar más tiempo para arreglarte, te sugiero que pongas tu alarma media hora antes de lo acostumbrado. No vamos a empezar el devocional sin ti, tú eres parte de esta familia.
(Pepe se une de mala gana a su familia. Hacen el devocional y salen de escena.)
NARRADOR. (Voz en off.) ¿Qué estaba pasando con Pepe? Era como si no estuviera presente. Su mirada estaba perdida en el vacío, no tenía interés, no había pasión por escuchar la lectura de la Biblia o estar junto a su familia. Este fue el punto que marcó la diferencia en la vida de Pepe; fue una de las tantas veces en que sus padres tuvieron que casi forzarlo para que participara en el devocional familiar y las demás actividades, incluyendo asistir a la iglesia.
ESCENA TRES
(Todos, menos Pepe, están arreglados y con su Biblia en la mano para ir a la Iglesia.)
PADRE. Pepe, solo faltas tú, te estamos esperando.
PEPE. No quiero ir a la Iglesia hoy. Mis amigos me invitaron a un concierto y prefiero acompañarlos a ellos. Perdóname que no te lo dijera antes pero, ¿me das permiso para ir con ellos?
PADRE. Pero hijo, ¿cómo se te ocurre eso? Tú sabes que hoy lo dedicamos a Dios y a estar unidos como familia. ¿O ya se te olvidó que te gustaba ser el primero en llegar a la clase?
PEPE. Papá yo he cambiado y los tiempos también. En aquella época yo era un niño, pero ahora ya soy un joven. Tengo otras cosas que hacer, no solo ir a la iglesia.
MADRE. Hijo, sí he visto tu cambio hacia las cosas de Dios últimamente pero en realidad me sorprende tu actitud y que te expreses de esa manera.
HERMANO. Mamá, Papá, si él no quiere ir, que se vaya con sus amigos. Vámonos nosotros.
PADRE. ¿Sabes qué, Pepe? En esta casa hay reglas, y se tienen que cumplir. Diles a tus amigos que tú tienes seis días más para acompañarlos, pero que hoy es el día del Señor y de la familia.
(Salen todos.)
NARRADOR. (Voz en off.) Durante los días que siguieron a este episodio hubo mucha tensión en el hogar. La madre trataba de mostrarse fuerte, pero en su interior estaba destruida. Ella sabía lo que estaba pasando dentro de su hijo; lo comprendía porque ella había sido criada de la misma manera que ella y su esposo lo habían criado a él. Pero un día, al igual que Pepe, ella se llenó de dolor, rebelión y frustración, y empezó a llenarla una frialdad y apatía hacia las cosas de Dios y de la familia. La madre lo entendía, pero le dolía. Porque también sabía por lo que su hijo tendría que pasar para volver a experimentar el gozo del Señor. Sabía que Dios lo iba a tener que moldear, y eso no iba a ser fácil, iba a doler. Ella tenía un consuelo. En su corazón sabía que un día Dios iba hacer la obra en su hijo, porque se apoyaba en una gran promesa que Dios le había dado en su Palabra: "Instruye al niño en su camino, y aún cuando sea viejo, no se apartará de el”. Pepe se había olvidado de Dios, pero Dios no se olvidó de él. Esa madre sabe que algún día él volverá y será diferente. Ese hijo todavía va a la 1glesia de vez en cuando. Dice que ama a Dios. Pero el ambiente ha sido más fuerte; los amigos y las actividades no lo dejan acercarse al verdadero Camino. Pero un día todo cambiará, él volverá. Sí, él volverá.
NARRADOR
PADRE
MADRE
HIJOS: dos niños en edad escolar
HIJOS: dos jóvenes
ESCENA UNO
(Los padres están alrededor de la mesa listos para empezar el devocional familiar.)
NARRADOR. (Voz en off.) Desde niño sus padres lo dedicaron a Jesucristo frente a la congregación de la iglesia a la cual asistían. Iba todas las semanas a la Iglesia, y participaba de las actividades de entre semana y de las actividades especiales durante el verano. Le encantaban los concursos en la Escuela porque era el que más sabía en su clase y siempre ganaba. Era puntual, le gustaba ser el primero en llegar a la clase para poder ayudar a su maestra; por eso se sentía mal cuando su mamá o su hermano se retrasaban.
MADRE. Hijos salgan ya de su cuarto que la hora avanza y no quiero que lleguen tarde a la escuela.
(Entran los hijos y se sientan alrededor de la mesa junto a sus padres.)
MADRE. ¿Quién quiere leer la Biblia hoy?
PEPE. ¡Yo, yo!
PADRE. Está bien, pero mañana le tocará a tu hermano, porque tú siempre la lees.
PEPE. Lo que pasa es que a él no le gusta leerla y a mí, sí. Bueno, leamos: Salmo 1:1-3. (Lee el pasaje bíblico.)
PADRE. Oremos. Padre Nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre, Danos el pan de cada día y perdónanos como nosotros perdonamos a los demás. Líbranos de todo peligro, en el Nombre de Jesús, amén.
(La familia se despide y todos salen de escena.)
ESCENA DOS
NARRADOR. (Voz en off.) Ya han pasado varios años en esta hermosa familia. Los hijos crecieron y los padres continúan activos en sus trabajos y en la congregación, sin dejar de fomentar el altar familiar y la asistencia a la iglesia. Lamentablemente algunas cosas han cambiado, sobre todo en la vida de Pepe. Ya no es el mismo niño de antes.
(De aquí en adelante los padres muestran el paso de los años en su apariencia, y los dos hermanos están representados por los jóvenes. El padre, la madre y el otro hermano están sentados alrededor de la mesa.)
PADRE. Pepe, date prisa que te estamos esperando para empezar el devocional.
PEPE. (Asomando la cabeza.) ¿Por qué no empiezan sin mí? Todavía me falta mucho para terminar de arreglarme. No quiero a ir a la escuela desarreglado solo por tener que leer la Biblia y orar.
(Los padres y su hermano se quedan asombrados al escuchar el comentario de Pepe; se miran unos a los otros y suspiran.)
MADRE. Pepe, sal de tu habitación ahora mismo. Y si es que vas a necesitar más tiempo para arreglarte, te sugiero que pongas tu alarma media hora antes de lo acostumbrado. No vamos a empezar el devocional sin ti, tú eres parte de esta familia.
(Pepe se une de mala gana a su familia. Hacen el devocional y salen de escena.)
NARRADOR. (Voz en off.) ¿Qué estaba pasando con Pepe? Era como si no estuviera presente. Su mirada estaba perdida en el vacío, no tenía interés, no había pasión por escuchar la lectura de la Biblia o estar junto a su familia. Este fue el punto que marcó la diferencia en la vida de Pepe; fue una de las tantas veces en que sus padres tuvieron que casi forzarlo para que participara en el devocional familiar y las demás actividades, incluyendo asistir a la iglesia.
ESCENA TRES
(Todos, menos Pepe, están arreglados y con su Biblia en la mano para ir a la Iglesia.)
PADRE. Pepe, solo faltas tú, te estamos esperando.
PEPE. No quiero ir a la Iglesia hoy. Mis amigos me invitaron a un concierto y prefiero acompañarlos a ellos. Perdóname que no te lo dijera antes pero, ¿me das permiso para ir con ellos?
PADRE. Pero hijo, ¿cómo se te ocurre eso? Tú sabes que hoy lo dedicamos a Dios y a estar unidos como familia. ¿O ya se te olvidó que te gustaba ser el primero en llegar a la clase?
PEPE. Papá yo he cambiado y los tiempos también. En aquella época yo era un niño, pero ahora ya soy un joven. Tengo otras cosas que hacer, no solo ir a la iglesia.
MADRE. Hijo, sí he visto tu cambio hacia las cosas de Dios últimamente pero en realidad me sorprende tu actitud y que te expreses de esa manera.
HERMANO. Mamá, Papá, si él no quiere ir, que se vaya con sus amigos. Vámonos nosotros.
PADRE. ¿Sabes qué, Pepe? En esta casa hay reglas, y se tienen que cumplir. Diles a tus amigos que tú tienes seis días más para acompañarlos, pero que hoy es el día del Señor y de la familia.
(Salen todos.)
NARRADOR. (Voz en off.) Durante los días que siguieron a este episodio hubo mucha tensión en el hogar. La madre trataba de mostrarse fuerte, pero en su interior estaba destruida. Ella sabía lo que estaba pasando dentro de su hijo; lo comprendía porque ella había sido criada de la misma manera que ella y su esposo lo habían criado a él. Pero un día, al igual que Pepe, ella se llenó de dolor, rebelión y frustración, y empezó a llenarla una frialdad y apatía hacia las cosas de Dios y de la familia. La madre lo entendía, pero le dolía. Porque también sabía por lo que su hijo tendría que pasar para volver a experimentar el gozo del Señor. Sabía que Dios lo iba a tener que moldear, y eso no iba a ser fácil, iba a doler. Ella tenía un consuelo. En su corazón sabía que un día Dios iba hacer la obra en su hijo, porque se apoyaba en una gran promesa que Dios le había dado en su Palabra: "Instruye al niño en su camino, y aún cuando sea viejo, no se apartará de el”. Pepe se había olvidado de Dios, pero Dios no se olvidó de él. Esa madre sabe que algún día él volverá y será diferente. Ese hijo todavía va a la 1glesia de vez en cuando. Dice que ama a Dios. Pero el ambiente ha sido más fuerte; los amigos y las actividades no lo dejan acercarse al verdadero Camino. Pero un día todo cambiará, él volverá. Sí, él volverá.
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