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2012 - España

Amigos

27 Minutos y 11 Personajes + Extras. Un joven cristiano demuestra su amistad hacia tres amigos suyos escuchándoles y ayudándoles en sus problemas personales. Él también tiene serios problemas de salud pero los dejará a un lado para centrarse en los de sus amigos.

AMIGOS

PERSONAJES

CRISTIAN
ESTEBAN
DOCTOR
DANIEL
CATY
PADRE
MAMÁ
NELSON
VOZ 1
VOZ 2
VOZ 3




ESCENA 1

(Esta escena se hace con telón cerrado y con música de fondo. En una cancha de fútbol, algunos chicos jugando y uno se equivoca y meten el gol. Todos se enojan con él y lo retan.)

VOZ 1. (Fuera de escena.) ¡Dale, dale! Pásala que estoy solo, ¡dale!

VOZ 2. (Fuera de escena.) ¡Cubridlo que viene…! ¡A la derecha, sácale la pelota!!

VOZ 3. (Fuera de escena.) Bueno, allá voy.

VOZ 1. (Fuera de escena) ¡Goooool, goooool!

(En ese momento se abre el telón.)


NELSON. (A Esteban.) ¡Huh! Otra vez vos, te dije que lo cubrieras. Siempre pasa lo mismo.

CRISTIAN. Bueno Nelson. Si todavía no perdemos.

ESTEBAN. ¡Che! Saben que estoy un poco cansado salgo un rato a tomar agua, a si descanso un poco.

NELSON. Sí, dale, tomémonos todos un descanso.

(Salen todos de escena y se queda Esteban en una orilla de la cancha algo preocupado, y Cristian vuelve con una botella de agua y habla con Esteban).

CRISTIAN. ¡Che! ¿Qué te pasa?

ESTEBAN. ¡Eh, Cristian! Nada, todo bien, todo tranquilo.

CRISTIAN. ¡Ey! No te pongas así por un partido, no vale la pena.

ESTEBAN. No, lo que pasa es que no es solamente el partido, parece que todo me sale mal… Aquí, en mi casa, en la escuela y al parecer los que en un primer momento me querían, me terminan odiando.

CRISTIAN. ¡Che! Por favor, no pienses así, yo te quiero mucho y no me gusta verte así, ese es el pensamiento que el diablo te pone para hacerte caer.

ESTEBAN. Pero es que a veces no me entienden.

CRISTIAN. Puede ser, pero ¿sabes qué? Yo a veces me siento como sofocado por todos los problemas que tengo y quisiera dormir en un parque eternamente y descansar. Encima, antes de ayer fui al medico. (En este momento el amigo le corta para seguir contando de su problema.)

ESTEBAN. ¡Sí, no! Pero los problemas que tengo con mi papá. Y veo a mi mamá llorar por mí y siento que no me aman por lo que hago, y en la escuela la paso remal porque no disfruto ni con Dios, ni con mis compañeros porque soy tibio y viste aquí con ustedes ¡todo mal! Perdóname Cristian que te traiga estos problemas.

CRISTIAN. ¡Ey! Soy tu amigo y estoy aquí para mancarte en todo y lo principal es que Dios está aquí y quiere darte una mano. Y sabes ¿por qué? Porque te ama más que yo, me parece que te olvidaste que estás del lado del altísimo Dios aquel que te puede hacer más que vencedor sobre todo lo que te pasa, si tan sólo tomas la determinación de dejar todo en las manos de Dios. Y esta noche, antes de ir a dormir repetí el Salmos 4:8. “En paz me acostaré y a si mismo dormiré; porque solo tú Jehová me haces vivir confiado”.

ESTEBAN. Cristian tenés razón, todo quiere vajonearme, pero gracias por recordarme que Dios me ama y quiera ayudarme.

CRISTIAN. Bien. (Lo abraza.) No me gusta verte así, te quiero ver sonreír, ¡dale!

ESTEBAN. Gracias, Cristian, por escucharme y por alentarme.

CRISTIAN. De nada, soy tu amigo y estoy para esto. Te parece que nos vayamos a nuestras casas a dormir.

ESTEBAN. ¡Dale Cristian! Dios te bendiga. Chau.

CRISTIAN. Chau, dale, sonreí.

(Se cierra el telón.)



ESCENA 2


(Escenario: consultorio del Doctor López. Se abre el telón. Música triste de fondo porque a Cristian le entregan los análisis no alentadores.)

DOCTOR. ¡Hola, Cristian! Pasá, toma asiento.

CRISTIAN. Sí, Doctor. Dígame, ¿cómo estoy? ¿Cómo salieron los análisis?

DOCTOR. Mirá, Cristian, estuve revisando los análisis y no son para nada alentadores. Es muy difícil decirte lo que tenés. Pero… Te queda muy poco de vida. No podemos hacer nada al respecto. Lo siento.

(Cristian se retira muy triste y se cierra el telón.)




ESCENA 3

(Escenario: local de la Iglesia. Música alegre de fondo con el telón cerrado. Se abre el telón. Todos (los amigos de Cristian incluido él hablando en un rincón del salón y Daniel en la estufa calentándose. Esperando a que todos salgan porque tiene que limpiar el local.)

DANIEL. ¡Vamos, che! Vamos saliendo que tengo que limpiar el local.

CRISTIAN. Daniel vení a hablar con nosotros, ¡dale!

DANIEL. No, hoy no, no puedo.

(Los chicos comienzan a terminar de hablar y se despiden.)

CRISTIAN. ¿Querés que te ayude a limpiar el local?

DANIEL. Bueno, dale, si no tenés nada que hacer, ayúdame.

CRISTIAN. Y, sí… Tengo cosas que hacer, pero igual me voy a quedar, primero porque no tenés ni idea para limpiar y segundo porque hace mucho que no hablamos.

DANIEL. Sí, es verdad y han pasado tantas cosas.

CRISTIAN. ¿Eh? No me hagas asustar, no me digas nada, todavía no podes sacártela de la cabeza ¿no?

DANIEL. Hago todo el esfuerzo pero muchas veces me vienen los recuerdos y me invade la tristeza. ¿Sabes qué? Me siento muy solo.

CRISTIAN. Daniel, no te sientas así, yo quiero decirte que estoy con vos y lo más lindo y alentador es que Dios prometió estar con nosotros hasta el final (Jeremías 1:14), y no importa lo que pase.

DANIEL. Sí, ya lo sé y lo entiendo, pero a veces se hace difícil.

CRISTIAN. Sí, yo entiendo, hay muchas cosas que quieren tirarte, a mí me pasa y muchas veces no entiendo por qué pasan, mirá hay algo dentro de mí que me cuesta mucho superar. Vos sabes que fui al médico y me entregaron unos resultados no muy alentadores.

DANIEL. (Le corta la conversación) Sí, pero eso... ¡Qué sé yo! De última vas a una farmacia compras un remedio y ya está, te curas en pocos días.

CRISTIAN. En algunos casos.

DANIEL. Sí, pero, ¿cómo se hace cuando estás enfermo del corazón? Cuando sentís la necesidad de querer a alguien que no es para vos, cuando notas el rechazo de la persona que más querés en todo el mundo. Es un dolor que tengo dentro y no me deja vivir.

CRISTIAN. ¿Tanto es, Daniel?

DANIEL. Sí, Cristian y te lo cuento a vos porque confío en vos y te considero un buen amigo y siempre que tengo problemas vos me escuchas.

CRISTIAN. Y porque me gusta mucho compartir con vos lo que te pasa, y me siento bien que puedas compartirlo conmigo. ¿Sabes que? Dios quiere que confíes en Él como confías en mí, Él es tu mejor amigo y Él puede llenar esa soledad, porque su amor excede todo conocimiento y Él quiere derramar su amor sobre ti y quiere sanar esas heridas de muerte espiritual que tenés. Daniel, no decaigas por favor, tomá la mano de Cristo que está impaciente por ayudarte y superá ese obstáculo porque Dios no te ha dado espíritu de temor sino un espíritu luchador y valiente. Vamos, Daniel, quiero ver ese chico luchador, ese chico que se la jugaba por Cristo. Que no te tire esta situación. Dale, Dany.

DANIEL. Gracias, Cristian, sos un verdadero amigo, te quiero mucho.

CRISTIAN. Bueno, dale, deja que yo termino de limpiar ¿si?

DANIEL. Gracias, chau, nos vemos.

CRISTIAN. Chau, nos vemos. (Se queda en el local, termina de limpiar y se pone a orar por sus amigos.) Padre, quiero darte gracias por mis amigos. Y te pido que ayudes a Daniel con sus problemas para que pueda seguir adelante, te pido por Esteban, bendice su vida para que prospere. Gracias te doy por todo. Amén.

(Se cierra el telón.)



ESCENA 4


(En casa de Caty. Telón cerrado. Nadie en escena, se escucha una conversación telefónica)

CATY. Hola.

CRISTIAN. ¡Hola Caty! ¿Cómo estás?

CATY. ¡Cristian! Bien che, todo bien y vos, ¿como andas?

CRISTIAN. Yo tranquilo.

CATY. ¡Ya sé! Me llamas para que te siga contando lo de antes de ayer. Perdóname que te cortara así tan de repente pero es que se me acabó la ficha telefónica.

CRISTIAN. No te hagas problema, en realidad no te llamo por eso.

CATY. ¿Y entonces?

CRISTIAN. No, quería contarte algo.

CATY. ¡Bueno, dale! Venite.

CRISTIAN. Pero tu papá…

CATY. ¡No! No te hagas problema, él no está. Solamente estoy con mi mamá. ¡Dale, venite!

CRISTIAN. Bueno, dale, llevo las facturas y te cuento.

CATY. Buenísimo, te espero. Chau.

CRISTIAN. ¡Chau! Pero para, para, decidme el número de tu casa porque no me acuerdo.

CATY. ¡Che! ¿No te acordás? Bueno es el 420.

CRISTIAN. Listo, nos vemos.

(Cristian aparece en escena con el telón cerrado, buscando la casa de Caty. Mientras suena nuevamente el teléfono.)

CATY. Hola

PADRE. ¡Hola Caty! Habla papá.

CATY. ¡Hola papi!

PADRE. Caty, escúchame, mira, salimos más temprano del trabajo a si que voy con unos amigos a casa; por favor, limpia un poco y pon algunas cervezas en la heladera ¿sí?

CATY. Bueno pero, ¿cuánto te demoras?

PADRE. Unos 40 minutos o media hora ¿por qué?

CATY. No, por nada. Chau.

PADRE. ¡Chau!

(Se abre el telón, Caty en su casa. Entra Cristian y toca el timbre en la casa de Caty.)

CATY. Hola Cristian.

CRISTIAN. Hola ¿qué te pasa?

CATY. No, nada. Todo bien.

CRISTIAN. Caty te conozco y nunca te he visto bien con esa cara.

CATY. No, lo que pasa es que después que llamaste, llamó mi papá diciendo que viene más temprano y encima con unos amigos. ¡Y se ponen invancables!

CRISTIAN. Bueno, no te pongas mal y confía en que Dios te ayuda en cada momento.

CATY. Gracias, Cristian.

CRISTIAN. Bueno, Caty, si querés nos juntamos otro día en otro momento, y quizás en otro lugar.

CATY. No, Cristian, no vas a venir desde tan lejos para nada, ¡pasa, pasa!

CRISTIAN. Bueno, dale, gracias.

CATY. A mí me gusta que vengan a mi casa, lo que pasa es que a veces no me gusta por mi papá.

CRISTIAN. Siguen los problemas con tu viejo ¿no? ¿Todavía no mejoran?

CATY. Nada, es más, todo empeora, lo que mi papá no consigue un trabajo estable viene más seguido a casa con sus amigos, y trata mal a mi mamá. Y a mí me parte el corazón ver a mi mamá llorar por los rincones.

CRISTIAN. La verdad, Caty, es que cada vez que te escucho hablar de esto se me estremece el corazón, y hay momentos en que me parece sentir ese dolor que sentís pero sé que no es así, porque ese dolor que sentís debe ser tan grande que quizás no puedo imaginarlo.

CATY. Gracias, Cristian, porque no importa qué problema sea, siento que me entendés y tu comprensión me consuela. Gracias, Cristian, por tratar de comprender mi situación. Te considero mi mejor amigo.

CRISTIAN. Gracias, Caty, yo también te considero una amiga, pero tenés un amigo aún mayor que es Cristo y su amor que excede todo conocimiento, su fidelidad y su comprensión, están allí al alcance de tu mano. Caty, abrazá a Cristo que su amor te va a consolar, su fidelidad te ayudará a caminar segura y su comprensión te animará a seguir a delante, ¡ánimo, soldado!

CATY. Gracias, Cristian, porque tus palabras son animadoras, y sé que Cristo es mi torre fuerte. ¡Cristian, no voy a caer! Porque personas como vos y Cristo me ayudan.

CRISTIAN. ¡Bien! Caty me alegra saber que pienses así. Voy a estar orando por vos y por favor, orá por mí porque…

(Corta la conversación el ruido de la puerta, entra el padre de Caty.)

CATY. ¡Huy! Mi papá…

CRISTIAN. Bueno, Caty, me voy y por favor, ora a Dios y confía en que Él va a estar con vos en momentos así.

CATY. Sí, gracias.

CRISTIAN. ¡Bueno, chau!

CATY. Chau, nos vemos en la Iglesia.

(Entra el padre de Caty.)

PADRE. Caty ¿ese chico es de la iglesia?

CATY. Sí.

PADRE. ¿Y qué hacía aquí? ¿No te dije que no traigas esas personas con pensamientos raros?

CATY. Lo que pasa es que me llamó para contarme algo y al final no me contó nada.

PADRE. Bueno ¿y tu mamá?

CATY. En la cocina.

(Se cierra el telón.)



ESCENA 5


(Casa de Cristian. Música triste de fondo. Se abre el telón. Cristian en su casa ayudando a poner la mesa para comer con los padres.)

CRISTIAN. Mami, ¿qué hiciste de comer?

MAMÁ. Lo que te gusta, Cristian, lasaña.

(Cristian se siente mareado y se toma la cabeza.)

MAMÁ. Cristian, ¿qué te pasa? ¿Te sentís mal?

CRISTIAN. Sí, un poco mareado.

MAMÁ. ¿Queres que llamemos al médico?

CRISTIAN. No, está bien, ya se me pasa.

(Cristian se desmaya y la madre se desespera, lo trata se sujetar pero no puede, y llama al padre desesperadamente.)

MAMÁ. ¡Viejo! Vení rápido: es Cristian. Llama al médico, a la ambulancia, no sé, a alguien. ¡Rápido!

(Esta parte debe ser muy drástica y en forma desesperada. La música de fondo debe subir el volumen. Se cierra el telón.)




ESCENA 6


(Hospital. Música de fondo. Se abre el telón. Cristian está en la camilla con la madre a su lado y el padre sentado. Entra el doctor.)

DOCTOR.: Cristian tiene un tumor cerebral, simplemente le funciona el corazón.

MAMÁ. No, doctor, ¿qué me dice?

(Entran los amigos: Esteban, Daniel y Caty. Se acercan a la camilla y hablan en forma de dolor y arrepentimiento.)

ESTEBAN. No, Cristian, no me dejes. Vos muchas veces me dijiste que sea valiente, siempre estuviste a mi lado, no te vayas.

CATY. ¡Vamos soldado!, no te dejes vencer, lucha un poco más, te necesito. ¡Qué tonta fui! Nunca pude escucharte. Y tenías tanto para contar… ¡Perdóname! ¡Perdón!

DANIEL. Yo siempre te conté mis problemas y no me preocupé por los tuyos, ¡perdóname! Soy un egoísta, solo pensé en mí.

(Se escucha el sonido del latido de un corazón.)

ESTEBAN. Sos mi mejor amigo, te quiero mucho.

CATY. ¡No, Cristian, no! ¿Cómo no me di cuenta antes?

(El corazón deja de latir.)

TODOS. ¡Noooo!

(Entra el doctor en forma desesperada.)

DOCTOR. Desalojen, desalojen.

DOCTOR. Hora del deceso 2:00 AM

(Se cierra el telón. Música de fondo: “Mi regalo” de Marcos Vidal. Salen los tres amigos, delante del público.)

DANIEL. Quizás estés allí pensando o llorando, pero lo que te quiero decir es lo siguiente: vos quizás no te des cuenta del verdadero amigo que tenes a tu lado, tal ves lo tenes simplemente para que te escuche, pero no seas tonto aprovéchalo de una mejor forma, dale tu vida, ámalo como te amas a ti. Porque son dos mejor que uno, y cuando uno caiga esté el otro para que lo levante. Pero date cuenta rápido, no sea, que te des cuenta tarde como nosotros. No tuvimos tiempo para escucharlo. Siempre nuestros problemas primero. Quizás tu amigo tenga un problema. Dale tu tiempo. ¡Que Dios te bendiga!

Un diálogo con mi iglesia

15 Minutos y 3 Personajes + Extras. En la graduación de joven la iglesia le pregúnta por qué no asiste a la iglesia. Se entabla una conversación entre los dos en la que el joven le abrirá su corazón sobre cómo se siente en la iglesia.

UN DIÁLOGO CON MI IGLESIA

PERSONAJES

NARRADOR
JOVEN
IGLESIA

INTRODUCCIÓN

Cada uno de nosotros tiene diferentes sentimientos con respecto a la iglesia. Algunos no tienen problemas, aman a la iglesia, y aunque algunas cositas no les gustan, no le dan mayor importancia. Estos son los que tienen una actitud positiva frente a la iglesia.

Otros, en cambio, sin tener una actitud negativa, no se sienten cómodos en la iglesia. Las razones son variadas, pero por lo general es porque piensan que “no es para ellos”.

Otros pueden ver fanatismo, hipocresía, frases hechas, respuestas centenarias. Como vemos, los seres humanos reaccionamos de diferentes maneras frente al mismo hecho.

Nuestra intención es analizar estos problemas, escuchar lo que nos dice la iglesia y encontrar un camino de comprensión que refuerce nuestra fidelidad a Dios y a su Iglesia.

OBRA

(Simular una graduación con la entrada de algunos alumnos graduandos acompañados por una marcha acorde al momento, seguido de palabras del director del colegio, entrega de diplomas y saludo de parientes y amigos. Pose para las fotos, etc. Todo esto no debe demorar mucho, porque el centro del programa debe ser la enseñanza espiritual. El alumno que tendrá el diálogo con la iglesia se va quedando solo en el escenario, mientras los demás se retiran entre saludos y fotos. La iglesia hace su aparición en escena.)

NARRADOR. Con su diploma en la mano, estuvo saludando a quienes formaban fila; familiares y amigos, y despidiéndose de los compañeros de clase. Entonces fue cuando la vio… Buscó una salida fácil, pero no había escapatoria. Allí, esperándole al final de la fila, estaba la iglesia.

IGLESIA. ¡Felicitaciones! ¡Mantente en contacto conmigo!

JOVEN. Espero hacerlo. Vamos a ver qué sucede…

IGLESIA. (Queda inmóvil y lo mira preocupada.) ¿Podemos hablar? No me había dado cuenta de que estabas abandonando a Dios.

JOVEN. ¡Ese es exactamente el problema! Siempre piensas que nuestra relación es la misma que mi relación con Dios. De hecho, Dios y yo nos llevamos muy bien. ¡Tú eres el principal problema! (Lo señala poniendo énfasis en las palabras.)

IGLESIA. ¿Yo soy el problema? Sí, definitivamente necesitamos hablar. ¿Qué es lo que no te gusta?

JOVEN. No es asunto de gustos. Llámalo desinterés. Ya no siento necesidad de ti. No es que no crea, yo creo. Pero si todo lo que necesito es un compromiso personal con Dios, ¿dónde entras tú? Por supuesto, hay algunas cosas que me gustan de la iglesia, e incluso hay algunas cosas que necesito de ti, pero no las estoy consiguiendo.

IGLESIA. ¿Cómo qué?

JOVEN. (Piensa por un momento y luego responde.) Tú debes mostrarme claramente a Cristo y su amor. Necesito una iglesia de la cual estar orgulloso, una iglesia…

IGLESIA. (Interrumpiendo.) ¿Sin hipócritas?

JOVEN. (Reflexiona y continúa lentamente.) No son sólo los hipócritas. Son también los cobardes y los fanáticos. Son también los cobardes y los fanáticos. Parece que cada vez que llegamos a un asunto importante “se necesita un estudio adicional” (lo dice con sarcasmo.)

IGLESIA. (Se sorprende.) Veo tu punto de vista. Francamente, no siempre soy el ejemplo que debiera ser…

JOVEN. (Sorprendido también.) ¿Lo admites?

IGLESIA. ¿Qué otra cosa puedo hacer? ¡No puedo rebajar mis ideales para adecuarlos a mis acciones! Además, las personas no siempre concuerdan en lo que yo debiera hacer. Algunos sacrificarán la unidad por la verdad, otros sacrificarán la verdad por la unidad. Lo que tú llamas hipocresía puede ser tan sólo la manera de mantenerme en equilibrio.

JOVEN. (Protestando.) ¿Y qué acerca de los fanáticos? Acudo a ti para preguntarte cómo debe vivir un cristiano en (decir el año en el que se está) y ¿qué obtengo por respuesta? ¡Frases hechas! ¡Clichés! ¡Fanáticos esgrimiendo respuestas viejas, centenarias!

IGLESIA. ¿Estás diciendo que no soy relevante?

JOVEN. (Con firmeza.) Estoy diciendo que demasiado a menudo pareces como si no hubieras hecho los deberes. A la defensiva.

IGLESIA. Quizás eso sea cierto. Y por supuesto, también existe el problema de la misión. Para ser honesta, la mayoría de los cristianos ven a su “Dios personal” como un ser bastante afable. Parte de mi trabajo es recordarte al Dios que desea tu compromiso, al Dios que presenta demandas. Toda vez que hago esto, me expongo a que me encuentren fanática y excéntrica.

JOVEN. (Reafirmando con voz más fuerte.) ¡Eso es lo que dicen los fanáticos!

IGLESIA. Ellos son también parte del problema (pausa.) Los fanáticos siempre piensan que hemos de temer a los fanáticos del otro lado de la calle. Nunca ven el daño que hacen de su propio lado. No sería malo que recordaras eso…

JOVEN. Y entonces, ¿qué se supone que debo hacer? No me encuentro cómodo, ¡realmente! La manera como haces las cosas, las preguntas que haces, incluso lo que haces en tu tiempo libre, simplemente ¡no son para mí! No estoy seguro de que quieras ser como tú, no estoy seguro de que me permitas ser diferente.

IGLESIA. ¡Bienvenido al mundo real! (Se altera y luego se controla.) lo siento. He enfrentado muchos problemas para ayudarte a que te encuentres cómodo, a mantenerte con quienes te sientes bien. Esta es la razón por la cual las clases del estudio de la Biblia están dividas por edad. ¿Has estado adorando con tus iguales en edad, educación e intereses?

JOVEN. No dirías eso si conocieras al grupo de jóvenes de mi clase.

IGLESIA. Quizás no, pero compáralo con la clase de adultos a la que asististe una vez. En el mismo grupo estaban reunidas toda profesión, contexto e intereses imaginables. No te sorprendas de sentirte como un extraño. Esta es la primera vez que has adorado con personas que tienen poco a nada en común contigo.

JOVEN. ¡Excepto que todos somos cristianos!

IGLESIA. (Alzando la voz.) ¡Eso no tiene nada que ver! ¡Ser cristiano no determina que prefieras las mesas redondas a las conferencias, que te guste la música religiosa, clásica, folclórica o popular, o incluso que tu temor más grande sea la muerte, el divorcio o los impuestos! ¡Por supuesto que no te cae bien! ¡A ningún adulto le cae bien! ¡No se supone que a ti te caiga bien! (Se serena, se pasa la mano por la frente como agotada.)

Sé que realmente no he respondido a todas tus preguntas. Lo que he tratado de hacer es mostrarte de dónde tendrán que venir las respuestas.

JOVEN. ¿De dónde?

IGLESIA. (Sonriendo enigmática.) ¿Todavía no lo descubres? ¿Recuerdas lo que Pablo escribió acerca de mí?

JOVEN. Seguro, tú eres el cuerpo y Cristo es la cabeza y nosotros somos las partes del cuerpo. Algunos son manos, otros son pies, y otros son el hígado, pero todos son necesarios. ¿Cómo puedo olvidar eso?

IGLESIA. (Lentamente.) Es triste decirlo, yo misma lo he olvidado una o dos veces. ¿Recuerdas la historia acerca de la mano que estaba enojada porque no era ojo?

JOVEN. Por supuesto. Sin embargo, es una parte del cuerpo.

IGLESIA. De manera que el hecho de que tú no te encuentres a gusto, que no te caiga bien, no significa que no eres parte del cuerpo. De hecho, si recuerdo bien mi Biblia, Pablo dice que quienes están en Cristo son parte del cuerpo, ¡aunque digan que no lo son!

JOVEN. (Se siente derrotado, aplastado.) Así que perteneciendo a Cristo, pertenezco a la iglesia.

IGLESIA. (Radiante.) No tienes salida en esto. Sólo falta considerar si tú serás un miembro productivo o no. La mano debe estar dispuesta a dejar que el cuerpo la use.

JOVEN. Eso significa también que el cuerpo debe estar dispuesto a usar a la mano.

IGLESIA. ¡Exacto! (Contesta sonriente y luego piensa un momento.) Y yo no puedo quejarme porque no seas uno de mis sólidos y confiables pies. Tienes necesidades diferentes y medios de servicio diferentes…

JOVEN. ¡Era tiempo de que alguien se diera cuenta de eso! ¿Y qué harás al respecto?

IGLESIA. Quizás debiera preguntártelo a ti. Difícilmente puedo esperar que apoyes decisiones que no hayas tomado. No haría daño si en todos los cuerpos en donde se toman decisiones tuvieran representantes por edad, antes que responsabilidades. Últimamente las cosas han tomado un color canoso por aquí…

JOVEN. Correcto, mientras no pongas simplemente un joven de muestra en esos cuerpos, las actividades a desarrollar no estarán completas. Todos los grupos de edad debieran estar representados.

IGLESIA. Está bien, quizás de esa manera comenzarás a responsabilizarte por el estado en que estoy.

JOVEN. ¿Qué quieres decir?

IGLESIA. Demasiado a menudo actúas como si tu única alternativa fuera amarme incuestionablemente o abandonarme completamente. ¡Eso no es justo! Amarme realmente significa ayudar a hacer de mí todo lo que debiera ser.

JOVEN. (Con cautela, con cierto temor.) ¿Estás diciendo que quieres que yo proponga cambios?

IGLESIA. (Encogiéndose de hombros.) El orden de mis cultos no fue entregado en el monte Sinaí. Si quieres que sea diferente, cámbiame.

JOVEN. Pero, ¿cómo?

IGLESIA. Empieza de a poco. Encuentra algunas personas con las que te sientas cómodo y reúnte con ellas.

JOVEN. ¿Estás diciendo que necesito comenzar una clase de estudio de la Biblia de jóvenes?

IGLESIA. No si ya la hay. Sino trata con alguna otra cosa. Vayan juntos a un picnic, o desayunen juntos antes de ir al culto. Lean la Biblia juntos, oren juntos. Es tu responsabilidad encontrar manera de hacer esto.

JOVEN. Esto suena como si estuvieras diciendo que encontrar o formar un grupo en el cual me sienta cómodo me ayudará a sentirme cómodo en el grupo en el cual no me siento cómodo.

IGLESIA. (Sonriendo.) No pude seguir todo lo que dijiste, pero creo que tienes razón, de todas maneras. Pero lo dices como si te molestara.

JOVEN. Es que todavía no has respondido a mis preguntas. Todavía necesito un ejemplo, ¿recuerdas? Todavía necesito ayuda relevante, consejo y… ¡respuestas! Todo lo que me estás diciendo es que de alguna manera necesito comprometerme.

IGLESIA. (Asintiendo lentamente.) Puede parecer simple, sin embargo, imagina a una persona que le han cortado las manos. Está en graves problemas, no puede tomar las cosas, no puede cuidar de sí misma. Pero si le vuelven a poner las manos, existe nueva esperanza para el cuerpo… y para las manos. (En son de ruego.) Te necesito. Necesito tu diferencia, tus preguntas, aún tu enojo. Sin ti no puedo ser sanada. Sin ti no estoy completa. (Se calla y queda pensativa. Después de un momento se va. El joven también queda callado y pensativo, después de un momento se va.)

NARRADOR. La iglesia calló. Él calló, asintió. Estaba pidiendo mucho. Estaba diciéndole a él y te dice a ti que no serás lo que debieras ser, sin ella. Te necesita por causa, no a pesar, del hecho de que no te sientas cómodo. No hay salida fácil. ¿Qué harás?

Picotero, el pájaro carpintero

10 Minutos y 2 Personajes. Dos personajes servirán para representar todos los personajes que aparecen. La historia de un pájaro carpintero le servirá a un padre para enseñarle a su hija a quién debemos la gloria por los dones que recibimos.


PICOTERO, EL PÁJARO CARPINTERO

PERSONAJES

PADRE
HIJA



(Un padre y una hija se acercan de la mano al centro del escenario. La hija está enfadada, están conversando y el padre intenta explicarle algo.)

HIJA. (Dando unas patadas.) Si Cristian puede, yo también. Si Cristian puede, yo también. Si Cristian puede hacerlo yo también.

PADRE. ¡CARIÑO! ¡Un momento! ¿Qué te parece si te cuento una historia?

HIJA. (Se para, mira a su padre y de repente se pone a saltar emocionada.) ¡Sí! ¡Sí! ¡Cuéntame una historia! ¡Cuéntame una historia, papá! (Lo apretuja...)

PADRE. (Se dirige hacia un lado del escenario en el que finalmente se sentará en el suelo.) Vale, imagina un hermoso bosque, cientos y cientos de árboles y el cielo con grandes nubes negras que van de lado a lado y pájaros revoloteando por todos los sitios buscando un lugar para esconderse de la tormenta que se avecina. Bien, y en ese momento aparece un pequeño pájaro carpintero que decide que ese es el mejor momento para picotear en los árboles más deliciosos.

HIJA. (Interrumpiendo.) ¿Cómo se llama? ¿Cómo se llama el pájaro carpintero?

PADRE. ¿Eh? ¡Ah! ¿Cómo te gustaría que se llamase?

HIJA. (Pensando.) ¡Hummmmmmmmm! ¿Qué tal... PICOTERO? De picotear y de carpintero.

PADRE. Muy bien, pues Picotero se dirigía volando hacia el árbol más grande, más alto y más viejo de todos. Siempre había querido ir a ese árbol pero siempre llegaban antes otros pájaros más grandes y más listos que él. Pero AHORA, ¡ahhhhh!, ahora él sólo iba a darle un buen golpe.

HIJA. (Aplaudiendo.) ¡Vamos Picotero! ¡Dale!

PADRE. (Pide silencio con los dedos en los labios.) ¡Shhhh! (Sonriendo.) Picotero volaba alto, más alto que nunca antes lo había hecho, directo a la copa del árbol. ¡Qué orgulloso que estaba! ¡Imagínate! ¡Picotero! ¡Uno de los pájaros carpinteros más pequeños del bosque picoteando el árbol más grande, más alto y más viejo de todos!

HIJA. ¡Genial!

PADRE. Así que Picotero echó para atrás su cuello (coge el papel que lleva su hija en la mano y lo enrolla como si fuera el pico del pájaro y se lo pone en la nariz) y lo picoteó. ¡Qué sensación! ¡Fantástico!

HIJA. ¡Sí! (Lanzando las manos a lo alto en señal de victoria.) Picotero es el más grande. ¡Ese árbol es para Picotero!

PADRE. Eso es exactamente lo que Picotero estaba pensando. De nuevo echó el cuello para atrás para darle un buen golpe pero cuando se estaba acercando al árbol, ALGO SUCEDIÓ.

HIJA. (Emocionada.) ¿QUÉ? ¿Qué sucedió?

PADRE. ¡Oh!, (mirando a su reloj y sacudiendo su cabeza) tengo mucho que hacer, ¿por qué no terminamos la historia mañana?

HIJA. (Cogiendo el pico de su padre y chafándoselo en la cabeza.) ¡NOOOOOO! ¡Cuéntame el final! ¿Qué sucedió? ¿Qué sucedió? ¿Qué sucedió?

PADRE. (Riéndose, poniendo las manos en señal de paz.) ¡De acuerdo! ¡Vale! (Coge el pico de las manos de su hija y se lo vuelve a poner en la nariz.) En el mismo momento en el que tocó el tronco, un enorme rayo cayó del cielo y golpeó lo más alto del bosque que encontró: el árbol que Picotero está picoteando. ¡Ahh! El viejo árbol explotó en millones, billones de palillos y en ese mismo momento empezó a llover tanta fuerza que parecía que estuvieran cayendo cascadas de agua del cielo.

HIJA. (Preocupada.) ¿Qué le pasó a Picotero? ¿Qué le pasó al pobre Picotero?

PADRE. Eso es lo más increíble. Tan pronto como el árbol explotó y el rayó atravesó el tronco y la lluvia empezó a caer, Picotero salió de allí volando como un loco… Su pequeño corazón de pajarito carpintero palpitaba a mil por hora (se da palmaditas en el pecho rápido imitando al pájaro) y voló voló a donde los otros pájaros carpinteros habían ido a refugiarse... ¡Estaba tan aturdido, el pobre…! Sacudió las alas para secárselas y empezó a llamar a todos los que estaban allí. Todos los pájaros carpinteros se congregaron alrededor de él para ver qué le había pasado y, ¿sabes que les dijo?

HIJA. ¿Qué? ¿Qué les dijo, papá? Dímelo.

PADRE. Les dijo: "Uf, en el futuro voy a tener más cuidado. Tendríais que haber visto lo que ha pasado. (Tocándose el pico) Este pico es muuuuy PELIGROSO. Casi me cargo el bosque entero con un par de picotazos”.

HIJA. (Riéndose con el padre.) ¡Me encanta la historia, papá! Es una historia muy bonita. Pero, pobre Picotero. Picotero era bastante tonto. (Pensando.) Él no rompió el árbol en pedazos. El rayo lo hizo...

PADRE. Sí, pero al pobre Picotero, le pareció que había sido él quien lo hizo. En cierta forma, a veces pasa algo parecido en nuestra relación con Dios. Él nos da dones maravillosos con los que logramos hazañas increíbles pero nosotros pensamos que hemos sido los que lo hemos hecho y no nos damos cuenta de que detrás de todo eso está la mano de Dios..

HIJA. Pero si Cristian puede ser un pastor, yo puedo ser una pastora también. Soy más lista que él, le gano corriendo y al fútbol, y además, su cabeza es muy muy pero que muy grande. ¿Cómo puede predicar alguien con una cabeza tan grande?

PADRE. Bueno, eso es algo que se lo tienes que dejar a Dios. Que sea Él quien decida. Si le escuchas y le sigues, te llenará de dones estupendos, el Espíritu Santo te alzará y servirás al Señor con poder. Además, cada persona hemos sido llamada para servir a Dios de distinta forma.

HIJA. ¿Y tú, papá? ¿Qué es lo que te ha dado Dios para que le sirvas?

PADRE. (Serio, pensando en la pregunta.) Bueno... tú sabes... Creo que…

(La escena se congela por varios segundos mientras ellos se transforman.)

HIJA (Se levanta, se ha hecho madre, camina alrededor de su padre, mirándolo con cariño y nostalgia, un poco triste.) Mi papá. Todavía me acuerdo de ese pájaro carpintero. Esa historia ha estado latente en varios episodios de mi vida, en especial cuando pienso que estoy haciendo las cosas a mi modo o cuando Dios me ha llamado para servirle y he estado tentada a pesar que el talento que tenía provenía de mí o a creerme alguien especial. Pero, papá, ¿cuáles eran tus talentos espirituales? (camina detrás de él y le pone las manos en los hombres.) Tú nunca fuiste un pastor, nunca curaste a nadie, o viajaste por el mundo esparciendo el evangelio… Pero en verdad, tú contabas historias, muchas historias, y siempre aprendía algo de ellas. Todavía me acuerdo de ellas, todavía me acuerdo de la viveza con la que las contabas, la entonación, el cariño... Papá, has dejado una huella enorme en mi vida. Siempre me acordaré de ti. Me enseñaste qué era la fe, la esperanza y especialmente el AMOR. Y el mayor de todos es el Amor...

PADRE. (Se convierte en hijo. Se descongela, se convierte en un niño pequeño emocionado.) ¡Mamá, mamá! ¡Cuéntame esa historia, mamá! Cuéntame la historia de Picotero, el pájaro carpintero. Cuéntame lo que le pasó en la tormenta, mamá.

MADRE. (Lo abraza.) De acuerdo, amor mío. No te la podré contar tan bien como el yayo la contaba pero Picotero, el pájaro carpintero, estaba volando en un bosque directo al árbol más alto...

HIJO. ¡La tormenta! ¡La tormenta se acerca!

MADRE. ¡Exacto! Pero él quería aprovechar la oportunidad para dar unos picotazos al árbol más alto...

HIJO. (Saltando.) ¡El árbol másssss mássss grande!

MADRE. ¡Sí! ¡El másssssss grande de todos! Picotero quería servir a Dios, como los otros pajaritos del bosque. Cuando picoteó en el árbol un rayó cayó del cielo y partió el enorme árbol.

HIJO. ¡Bum!¡Crash! ¡Bum! ¡Plof! ¡Explotó en millobillones de palillos!

MADRE. ¡Eso es! Y el pobre Picotero pensaba que había sido él...

HIJO. Pero realmente había sido Dios.

MADRE. ¡Claro! Fue Dios.

(Se congela.)

HIJO. (Se convierte en padre. Se levanta y se convierte en padre.) ¿Sabéis? Mamá nunca se hizo pastora como su amigo Cristian. El Señor no la llamó para ese trabajo. Pero Dios la llamó para otros asuntos. Le dio poder para servirle: cantaba en el coro, arreglaba la iglesia para las ceremonias, enseñaba a los niños, me contaba historias como su padre se las había contado a ella (la rodea, y le pone las manos en la espalda) Sirvió a Dios tantas veces como Él la llamó. Y me enseñó sobre la fe, y la esperanza, pero especialmente sobre el Amor. Yo creo que ella nunca se confundió como el pobre Picotero se confundió con el rayo... Ahora tengo mis propios hijos. ¿Cómo les enseño que Dios nos llama a todos de formas diferentes, en diferentes puestos para servirle y para servir a otros?

MADRE. (Se convierte en hija. Se descongela, se convierte en hija.) ¡Papá! (Aplaudiendo.) ¡Cuéntame la historia de Picotero el pájaro carpintero!

PADRE. (Sonriendo, poniendo sus brazos alrededor de sus hombros, llevándola al centro.) ¿Esa historia tan vieja? ¿Sabes que tu bisabuelo se la solía contar a tu abuela?

HIJA. (Emocionada.) Cuéntame cómo iba volando por el bosque durante la tormenta y cómo los otros pájaros se escondían de la lluvia y del rayo mientras que Picotero quería...

Jesucristo es mejor que un superhéroe

8 Minutos y 6 Personajes. Un niño quiere resolver los problemas de su padre confiándolos a los superhéroes pero la abuelita les apunta a otro ser más poderoso: Jesucristo.


JESUCRISTO ES MEJOR QUE UN SUPERHÉROE


PERSONAJES

CHAVO VAGO
POLICÍA
PAPÁ
MAMÁ
HIJO
ABUELA



ACTO 1

(El Papá sale con cosas en las manos, fue de compras de Navidad.)

CHAVO VAGO. (Sale con una navaja) Dame todo lo que traes, porque si no te va a ir muy mal.

PAPA. (Empieza a temblar de miedo.) Lo que traigo es para la cena de Navidad de mi familia...

(Se echa a correr y el chavo lo persigue, salen por un extremo del escenario, se oye al papa pedir auxilio.)

POLICIA. (Parado en una esquina.) Tengo mucho frío, y no traigo ni para tomarme un café. (Ve que viene el papá corriendo.) Ese oso viene corriendo, se me hace que las cosas que trae las robó y lo han de venir persiguiendo. ¡Qué suerte tengo! A este de perdido le bajo para unas cocas. (Le empieza a perseguir.)

(El Papá sigue corriendo pidiendo auxilio hasta que llega a su casa.)



ACTO 2

(El Papá entra a la casa corriendo y cansado.)

HIJO. (Está viendo la televisión y voltea a ver a su papá pensativo y confuso, se levanta de su silla y le dice…) ¿Qué tienes, papi?

PAPA. He tenido fuertes problemas y me venían persiguiendo.

HIJO. ¡Ah! Pues yo tengo la solución para tus problemas, precisamente ahorita estaba viendo el Chapulín Colorado.

PAPA. (Lo interrumpe.) ¿Y ese qué tiene que ver con mis problemas?

HIJO. Pues que es muy fácil: lo único que tienes que hacer es repetir conmigo: “¡Oh! ¿Y ahora quién podrá defenderme?” Y el Chapulín aparecerá para ayudarte.

PAPA. (Enfadado.) Esos superhéroes no sirven y no pueden resolver mis problemas, son puras mentiras. Ahora ven (lo toma enérgicamente y lo acerca a donde está la televisión y le cambia al canal donde están las noticias). ¿Ves todos esos muertos? No son de mentiras como el Chapulín, esos tienen problemas reales, así como yo.

MAMA. (Se acerca.) Prepárense para la cena de Navidad, pues no tarda en llegar la abuela.

(La Abuela toca la puerta y va la mamá a abrirle, entra con regalos en las manos y se felicitan.)

ABUEL. Mira, nietecito, te traigo estos regalos: este es el mío, y el otro es el que te mandó tu tío Ruperto que está en Yucatán.

HIJO. (Emocionado.) Gracias, abuelita. (Abre los regalos: el de su tío es un traje de Superman, y el de la abuela es una patineta, sale corriendo de la escena y se pone el traje de Superman.)

PAPA. ¡Oh, mamá! Fíjate que estaba diciéndole a Osvaldo que hoy tuve un problema con un muchacho vago que trató de robarme y me persiguió… Luego al verme un policía correr pensó que había robado las cosas que traía en la mano y también me persiguió. Yo no sé a dónde vamos a ir a parar en este mundo lleno de maldad, yo no sé quién puede ayudarnos a solucionar todos estos problemas que tenemos.

HIJO. (Sale vestido de Superman.) ¡Sí! Ahora si puedo ayudarte, yo sí soy de la vida real. (Sale queriendo volar y se estrella contra uno de los muebles.)

PAPA. (Enojado regaña al niño.) Ya basta de que estés jugando, en vez de ayudar no me dejas hablar con tu abuela, si sigues molestando te voy a tener que pegar. Superman también es un personaje de mentiras que sale en la televisión pero él no es de verdad; si eso fuera verdad no veríamos en las noticias tantos desastres, ni guerras y atraparía a todos los ladrones.

(La Madre levanta a Osvaldo y le hace un cariño.)

ABUELA. Solo hay una persona que puede ayudarnos a solucionar los problemas que tenemos.

PAPA y MAMA. ¿Quién?

ABUELA. Pues es Jesús, el que murió en la cruz del Calvario para salvarnos.

HIJO. No, abuela, no digas eso, se va a enojar mi papá. Jesús también sale en la televisión y hace milagros como en los cuentos de Superman

ABUELA. No, Osvaldo, Jesús sí es verdadero… Precisamente es lo que estamos celebrando hoy en Navidad. Lo importante no es comer una rica cena ni darnos muchos regalos, lo importante de la Navidad es recordar que un día como hoy, allá en Belén, nació el niño Jesús y éste cuando creció enseñó a los hombres todo lo que se necesita para acabar con la maldad de los hombres, y luego murió en una cruz para salvarnos de los pecados.

PAPA. ¿Y cómo es eso de la salvación de los pecados?

ABUELA. Jesús nos enseñó que debemos de vencer con el bien el mal, no debemos esperar a que se acaben los ladrones, sino tenemos que empezar a ser buenos nosotros, antes de que una persona que tiene necesidad nos robe debemos darle algo que tengamos con amor y el estará siempre agradecido. Cristo sabía que éramos malos y habíamos pecado y en vez de castigarnos nos demostró su amor muriendo en la cruz del calvario para perdonarnos nuestras maldades.

HIJO. (Mientras habla la abuela va hacia la cocina y pone algo de la comida que tienen en un plato, luego va hacia la puerta donde va pasando el muchacho vago que persiguió al papá.) ¡Hola, muchacho! Ten un poco de comida para que tengas una feliz Navidad y recuerdes que un día como hoy nació Jesús, que sí es un personaje de la vida real.

CHAVO VAGO. (Se acerca un poco confundido.) Muchas gracias, niño, te estaré siempre agradecido, no tenía nada para comer en esta Navidad.

ABUELA. ¿Ven como Jesús sí puede terminar con la maldad de este mundo? Creo que lo que debemos hacer es orar y adorar a Jesús porque Él sí es más que un superhéroe.

(Todos se acercan y empiezan a orar y a adorar a Jesús. Se cierran las cortinas.)

La llamada

7 Minutos y 3 Personajes. Dios hace una llamada personal en tu vida. ¿Cómo responderás?

LA LLAMADA
Heather Cooper traducido por Loida Somolinos con permiso

PERSONAJES
Adolescente con móvil
Ama de casa con el teléfono de casa
Hombre de negocios con el teléfono de la oficina


(Los tres personajes se encuentran en tres partes distintas del escenario. Como atrezzo 3 teléfonos y algún mueble en el que se pondrá el teléfono. Cada zona se iluminará cuando hablen.)

(La obra empieza con las luces apagadas y suenan a la vez tres tipos de teléfono, cada uno con un tono diferente. Las luces enfocan al adolescente que responde al teléfono.

ADOLESCENTE. ¿Sí? (Pausa.) ¿Quién? (Pausa.) Diego, deja de hacer bromas. (Pausa.) ¿Que no eres Diego? (Pausa.) Entonces, ¿quién eres? (Pausa.) ¿Dios? Sí, claro. (Cuelga y apaga el móvil.)

(El móvil suena otra vez. El adolescente lo mira con cara de incredulidad y después responde.)

ADOLESCENTE. ¿Cómo has hecho eso? ¡He apagado el móvil! (Pausa larga.) Sí, vale, si tú creaste el universo, me imagino que no es un problema para ti. ¿Eres de verdad Dios? (Pausa.) ¿Por qué me estás llamando? (Pausa.) ¿Cómo que yo te llamé? (Pausa.) ¿Sabes eso? (Pausa.) Bueno, estaba en A BIND, ¿sabes, no? ¡No pensaba que me ibas a tomar en serio! (Pausa.)

ADOLESCENTE. Pero, gracias de verdad por haberme ayudado en esa situación. ¡Estaba realmente asustado! ¿Qué es lo que... quieres de mí, Dios?

(Las luces se apagan. Suena el teléfono de una casa.)

(Se encienden y una mujer descuelga el teléfono.)

MADRE. (Lo descuelga pero antes de hablar tapa el auricular porque chilla a sus hijos.) ¡Sergio, deja a tu hermana! ¡Andrea, devuelve eso a tu hermano! (Quita la mano del auricular.) ¿Hola? Un momento... (Vuelve a tapar el auricular para chillar a los chicos.) ¡Que estoy al teléfono! ¡Id a jugar al cuarto de estar y no peleéis!

MADRE. (Quita la mano del auricular otra vez.) Hola, disculpe, por favor. ¿Quién es? (Pausa.) Discúlpeme otra vez (chilla a los niños y no se molesta el cubrir el auricular) ¡No me hagáis ir allí! ¿Eh?

MADRE. (Volviendo a hablar otra vez.) Así que, ¿quién me ha dicho que era? Me parece haber entendido “Dios” (Se ríe un poco. Pausa.) Así que no lo he soñado. Hum… No me parece que Dios use Telefónica para comunicarse con nosotros. (Va a colgar y escucha de nuevo.) ¿Qué? Mire, estoy muy ocupada para escucharle. (Pausa.) ¿Cómo que por eso mismo tuvo que usar el teléfono? (Chilla a los niños otra vez.) Sergio, ¿qué has tirado allí? (A Dios.) Si verdaderamente usted es Dios, necesitaría algo de tranquilidad por aquí. (Pausa.) Tiene razón. ¡Paz es lo que necesito! ¿Cómo lo ha adivinado? (Pausa.) ¡Claro! ¡Tú eres Dios! Por favor, dime, ¿cómo puedo encontrar la paz?

(Se apagan las luces. Se escucha el teléfono del hombre de negocios.)

(Se encienden las luces y un hombre de negocios está cogiendo el teléfono.)

HOMBRE DE NEGOCIOS. Dígame. ¿En qué puedo ayudarle? (Pausa.) ¿Que usted puede ayudarme? No he entendido bien su nombre... (Pausa.) ¿Dios? ¿DIOS? (Pausa.)

(Cuelga el teléfono y después llama por el interfono.)

HOMBRE DE NEGOCIOS. Silvia, por favor, mira a ver quién me pasas la próxima vez. Un loco me acaba de llamar y me ha dicho que era Dios. (Pausa.) ¿Como que no ha llamado nadie? (Pausa.) ¡Vale, vale! Que no estoy cuestionando tu trabajo pero, ¿cómo es...?

(Cuelga, moviendo su cabeza. El teléfono suena otra vez. El hombre de negocios contesta.)

HOMBRE DE NEGOCIOS. Señor Sese al habla. ¿En qué puedo ayudarle? (Pausa.) ¡Otra vez usted! ¿Cómo puede llamar sin pasar por mi secretaria? (Pausa.)

HOMBRE DE NEGOCIOS. Bien, si usted es Dios... hum... dígame en qué estoy trabajando ahora mismo. (Pausa.) ¿En el contrato Arinza? Sí, tiene razón... pero... usted no podría saber eso... (Pausa.) ¿Qué está diciendo? ¿Que sabes más aún? (Pausa.) ¡Todavía no he hecho eso! Sólo lo estaba pensando hacer... (Pausa.) Sí, bueno, ya sé que no es muy ético pero me ahorraría un buen pico. No tengo otra alternativa si no quiero ir a la ruina. (Pausa.) ¿Cómo? ¿Que sólo confíe en ti?

(Se apagan las luces.)
......................

Copyright Heather Cooper, todos los derechos reservados. Este drama se puede usar gratuitamente con la condición de que no se cobre por su entrada. A cambio del drama, la autora agradecería que se le comunicara cuándo se va a poner en escena. Se puede contactar con ella en coopers@silk.net

La Navidad de un preso

20 Minutos y 15 Personajes + Extras. Un preso judío consigue salir de prisión para coincidir con el nacimiento de Jesús

LA NAVIDAD DE UN PRESO

PERSONAJES

PRESO
SOLDADO
MARTA
RABÍ
NOEMÍ
ANA
MADRE
MELCHOR
GASPAR
BALTASAR
PASTOR 1
PASTOR 2
PASTOR 3
PASTORCILLO
JOVENCITA


(La acción se desarrolla en una cárcel. Aparece un preso detrás de las rejas, tomado de los barrotes, con la cabeza inclinada sobre los brazos, en una actitud de profunda tristeza. Las vestimentas deben ser las del tiempo de Jesús. Se pueden obtener ideas al respecto en Las Bellas Historias de la Biblia.)

PRESO. ¡Qué vida más triste la mía! ¡La muerte es mil veces preferible a esto! Humedad, oscuridad, cadenas y hambre, y todo por no tener dinero con qué pagar el tributo al odiado imperio de Roma. Algún día la ira de Jehová descenderá sobre César, ese ser miserable despreciable.

SOLDADO. ¿Qué dices, perro judío? Te he dicho que no quiero oírte hablar. Un judío no tiene derecho a nada.

PRESO. Olvidas, soldado, que mi pueblo no estará siempre sometido al poder de Roma. Llegará el día en que Jehová librará a su pueblo, y todos los demás pueblos le serán sometidos.

SOLDADO. ¡Calla, judío despreciable! ¿Cómo te atreves a decir eso? ¿Cuándo se ha atrevido un vil gusano a desafiar al águila poderosa? Ustedes siempre serán lo que son: gusanos asquerosos. Todos ustedes deberían estar en la cárcel.

PRESO. Soldado: tengo hambre. ¡Me darás hoy algo de comer? El hambre y el frío acabarán conmigo.

SOLDADO. Hoy sólo tendrás pan y agua, y eso en menor cantidad que otras veces, pues en esta cárcel tenemos más ladrones como tú, que le roban su tributo al divino César… y el pan está escaso, ¿sabes? Además, si dependiera de mí, te podrías morir de hambre. Es lo único que merecen los judíos. (Al decir esto, se va.)

PRESO. Quizás tenga razón… Mejor sería morir. ¡Parece que Jehová no se acuerda de su pueblo!

SOLDADO. (Entrando.) ¡Toma! Aquí está tu ración. Es una comida digna de príncipes. ¡Ja, ja, ja! (El preso extiende la mano para tomarla, pero el soldado se la retira por un momento.) ¡Ten cuidado! ¡No me toques! Podrías ensuciarme. Toma tu comida por este lado y cómetela pronto, porque tienes visitas. Es una de esas mujeres que nunca te miran, y cuando lo hacen parece que te van a morder. ¡Líbrenme los dioses de una fiera como esta!

PRESO. (Mientras mira la comida con desprecio.) ¡Pan y agua! ¡Agua y pan! ¿Hasta cuándo, Señor? (Detrás del soldado entra una joven hebrea.)

SOLDADO. Ven por aquí. Ahí lo tienes, se está dando un banquete. (Dirigiéndose a ambos.) Tienen sólo unos minutos para hablar, pronto volveré.

MARTA. ¡Oh, Natán! ¡Cuánto debes sufrir! Se me rompe el alma al verte así. ¡Hermano mío! ¡Si con mi vida pudiera librarte de este sufrimiento, lo haría gustosamente!

PRESO. No sufras, hermanita, tu cariño y tus cuidados me ayudan a olvidar el cruel trato de los romanos. ¿Conseguiste el dinero para pagar mi tributo?

MARTA. No, mi querido hermano. Aunque lloré y le supliqué, ese usurero no ha querido ayudarnos. Quise vender nuestro caballo, pero nadie lo quiso. ¡Está tan flaco el pobre!

PRESO. No te aflijas. Creo que todo se arreglará. No quiero que llores. ¡Pidámosle a Jehová que nos ayude!

MARTA. Mi fe en las promesas de Dios vacila cuando te veo aquí preso; yo sé que tú eres tan bueno y tan noble.

PRESO. No te desesperes. Habla con nuestros hermanos de raza. Es posible que ellos te puedan ayudar para poder librarme de este sufrimiento.

MARTA. ¡Claro que iré! No quedará nadie en Belén sin escuchar mi súplica.

SOLDADO. (Mientras entra.) Bueno, se acabó el tiempo. (Dirigiéndose a Marta.) Es hora de que te vayas. Me parece que les he dado bastante tiempo, ¿no? ¡Me estoy volviendo complaciente! ¡Vamos! (Le dice, mientras la empuja con la lanza.)

MARTA. ¡Adiós, hermano mío!

PRESO. ¡Que Jehová te bendiga, querida hermanita!

SOLADO. (Dirigiéndose a Marta.) ¡Vete de una vez! (Dirigiéndose al preso.) ¡No digas más tonterías!

PRESO. ¡Otra vez solo! Ahora sí que tengo frío. (Al decir esto se sienta en la banqueta cubriéndose el rostro con las manos.)



ACTO SEGUNDO

(Escenografía, una casa hebrea, la del rabí.)

MARTA. (Suplicando.) ¿No puede usted hacer algo por mi afligido hermano?

RABÍ. No te aflijas, Marta. Todavía no hemos podido conseguir dinero, pero no hemos perdido las esperanzas. Jehová sin duda no nos abandonará.

ANA. Yo he puesto en venta mi casita. Espero que me la compren para poder librar de la cárcel a mi padre y a tu hermano. ¡Los días son tan largos que me parecen eternos! ¡Cuánta aflicción y tristeza han caído sobre nuestro pobre pueblo!

RABÍ. No nos desesperemos. ¿Acaso no disponemos de las promesas de Jehová? Con seguridad Israel disfrutará de días de felicidad, que no han de tardar. Estas aflicciones nos indican que esos días están próximos. Están sucediendo cosas muy extrañas.

NOEMÍ. Así es, lo he notado. Además del empadronamiento a que se está sometiendo a nuestro pueblo, están ocurriendo cosas anormales. Yo no los vi pero me contaron que pasaron por Belén unos magos que venían del Oriente.

ANA. ¡Yo los vi! Me dijeron que seguían una estrella que los conduciría hasta donde está el Rey de los judíos.

RABÍ. Todas estas cosas nos dicen que debemos estar preparados para ver el cumplimento de las promesas del Altísimo. El día de la liberación de Israel está cercano.

MARTA. Mi alma está llena de esperanza, y experimento en mí sentimientos encontrados: alegrías y tristezas. Siento tanto que llegue el Mesías prometido y que mi pobre hermano no lo pueda recibir.

RABÍ. Ve a descansar, Marta. Con seguridad mañana tu hermano estará libre. Haremos nuevos esfuerzos.

MARTA. Tiene razón, rabí. Estoy muerta de cansancio, las piernas ya no me sostienen más. Iré a descansar, y depositaré mis cargas en Jehová.

NOEMÍ. Es verdad, Marta. Recuerdo que las Escrituras dicen: “Espera en él, y él hará”. Descansa y confía.

MARTA. ¡Hasta mañana!

RABÍ. Adiós, Marta. ¡Que Jehová te bendiga! (Sale Marta.) ¡Pobre chica! ¡Tan buena que es y tanto que tiene que sufrir! Estos romanos realmente no tienen corazón.

NOEMÍ. ¡Muy pronto cesarán nuestros sufrimientos!

ANA. ¿No les parece que deberíamos averiguar todo lo relacionado con esos magos de Oriente y con el motivo de su viaje?

NOEMÍ. Sí, no nos separemos. La compañía del rabí nos alienta, puesto que nos instruye en las cosas del Señor.

RABÍ. ¡Vamos, pues!



TERCER ACTO

(Escenografía: otra vez la celda. Es de noche. Junto al preso hay una lamparita. Parece que está dormido. Se oye la voz del carcelero.)

SOLDADO. ¡Maldita sea! ¡Si me dejaran dormir siquiera! Parece que estos judíos creen que lo único que tengo que hacer es atenderlos. (Entra seguido por una mujer de edad, pobremente vestida.) Vamos (le dice), entre, aquí está el preso. Ahí lo tiene. (Abre la reja y hace salir al preso.) ¡Sal de una vez! ¡Ya estás libre! (Dice hablando para sí mismo.) ¡Estos judíos tienen mucha suerte! (Dirigiéndose de nuevo a ellos.) ¡Me voy! Cuando quieran pueden marcharse. ¡Lástima que no se los lleve un ciclón! (Al decir esto, el soldado sale.)

MADRE. (Llama con temor al hijo a quien aún no ha visto.) ¡Natán!

PRESO. (Se levanta y se echa en brazos de su madre.) ¡Madre mía! ¿Tú aquí?

MADRE. ¡Natán, hijo querido! ¡Cómo he llorado, cómo he sufrido! Pero por fin te veo y te puedo abrazar.

NATÁN. ¿Cómo llegaste, madre? ¿Cómo pudiste liberarme? No lo puedo entender.

MADRE. Algún día lo comprenderás, hijo. Tal vez cuando seas padre y sepas lo mucho que se ama a un hijo.

NATÁN. Yo sé que me amas mucho, madre. Pero, ¿qué has hecho para conseguir el dinero del tributo?

MADRE. El Señor me ayudó a conseguirlo. Pero estaba decidida a hacer cualquier cosa con tal de no verte sufrir más aquí, pasando hambre y frío. ¿Cómo te sientes?

NATÁN. Me siento bien, madre, y ahora estoy inmensamente feliz.

MADRE. Yo también me siento muy feliz, Natán. Te veo, y me parece mentira. He pasado horas muy tristes, hijo. Me quedé medio dormida y soñé que te daban muerte, que ese soldado romano te estrangulaba. Pero ahora todo pasó.

NATÁN. Explícame, ¿cómo pudiste hacer tú lo que nadie pudo hacer?

MADRE. Para una madre no hay nada imposible, hijo mío. Aún a costa de mi vida habría logrado tu libertad.

NATÁN. ¡Gracias, madre mía! (En ese momento se escucha el himno “Venid pastorcillos”.) ¿Escuchas esos cánticos, madre? ¿Quiénes son los que cantan? ¡Es música divina!

MADRE. ¡Sin duda algo sobrenatural está sucediendo! (En ese momento entra un ángel.)

ÁNGEL. No teman. Los ángeles del cielo están entonando los cánticos que ustedes escuchan. Les están anunciando a los pastores que ha nacido el Mesías prometido a Israel. ¡Jesús ha nacido! El sol de justicia está alumbrando a la humanidad. Este lóbrego lugar ha sido testigo del gran amor de una madre que vino a salvar a su hijo. Vengan rápidamente para que vean al Hijo de Dios que nació para salvar a los hombres de sus pecados. Vayan al pesebre a contemplar la gloria del Señor.



CUARTO ACTO

(Escenografía: Un camino en el campo. Entran los magos siguiendo la estrella.)

MELCHOR. No debe de estar lejos el lugar del nacimiento, parece que la estrella se ha detenido.

GASPAR. Así es, allí se ve una humilde cabaña. Pero, indudablemente no puede ser ése el lugar donde se produjo tan portentoso acontecimiento…

BALTASAR. Tal vez la estrella se ha detenido para indicarnos un cambio de dirección. Pero, ¿qué es ese resplandor? Apresurémonos.

MELCHOR. ¡No hay duda de que ése es el lugar! Durante nuestro viaje hemos visto cosas extrañas, y todo ha estado lleno de misterios. Esta puede ser una de esas cosas.

GASPAR. Tienes razón, Melchor. Sólo un Dios poderoso podría hacer el milagro de guiarnos hasta aquí conducidos por una estrella.

BALTASAR. No perdamos más tiempo. Ardo en deseos de ver al Rey recién nacido. (Los reyes salen del escenario, y entran los pastores.)

PASTOR 1. ¡Miren! ¿Serán esos los magos de quienes hemos oído hablar?

PASTOR 2. Seguramente. Sus vestiduras lo demuestran, y el séquito que los acompaña, tan espléndido, lo confirma.

PASTOR 3. Tienes razón. Esto es mucho para unos pobres mortales como nosotros.

PASTOR 2. De pura alegría nos olvidamos de nuestro pastorcillo.

PASTOR 3. Estoy seguro de que nos seguirá, y como es joven, nos alcanzará pronto. Si cortamos camino llegaremos antes que los magos.

PASTOR 1. ¡Miren! Brilla una estrella sobre ese pesebre.

PASTOR 2. ¡Corramos! ¡Se está manifestando la gloria del Altísimo!

(En ese momento los pastores salen del escenario. Entra el pastorcillo, cojeando, con un corderito en los brazos.)

PASTORCILLO. Me parece que no llegaré nunca, y para colmo, se me ha roto el tobillo. Los pastores me dejaron atrás, pero yo no puedo faltar. Tengo que ver al Mesías que ha nacido.

(El pastorcillo sale del escenario. Entran el rabí, Noemí y Ana, seguidos de una jovencita.)

RABÍ. ¡Apúrense, hijas mías, ya estamos llegando! Observen la estrella y ese sublime resplandor.

NOEMÍ. Demos gracias al Señor porque se ha acordado de su pueblo. ¡Miren! Natán está libre, allí está junto a su madre y Marta. (Los llama) ¡Vengan! Tenemos buenas noticias que compartir con ustedes. Vayamos juntos a adorar al Rey de Israel. (Entran Natán, su madre y Marta.)

MARTA. ¡Por fin se ha cumplido la esperanza de Israel!

NATÁN. Verme libre es para mí algo extraordinario, pero adorar al libertador de Israel es lo más grande que me podía suceder. ¡Apurémonos!

MARTA. ¡Jehová se ha acordado de su pueblo! Quiero llegar pronto para adorar al Rey de reyes.

JOVENCITA. ¿El Mesías que ha nacido será Rey de Israel? ¿Será como el emperador romano?

ANA. No, Judith. No sabemos todavía cómo será, pero las Escrituras dicen que será nuestro Libertador.

JOVENCITA. No comprendo. ¿Cómo se sabe que será Rey si acaba de nacer?

RABÍ. Él es Rey por derecho propio, nació siendo rey.

JOVENCITA. Todavía no lo puedo entender del todo. Pero tengo tantos deseos de verlo que voy delante de ustedes para llegar primero. (Sale rápidamente del escenario.)

RABÍ. ¡Vamos!



QUINTA ESCENA

(Escenografía: El pesebre, lo más completo posible, y todos los personajes que intervinieron en la representación. La escena es muda, con música de fondo. Puede ser “Noche de paz” o alguna otra música alusiva.)

El primer regalo

35 Minutos y 5 Personajes + Coro y extras. Este drama presenta a grandes rasgos la vida de Jozabad, mesonero judío. Caracteriza al protagonista la dureza de corazón, su inconformidad con la vida, su amor excesivo por el dinero y sus dudas respecto de Dios. Su esposa, Ruth, es una mujer sensible y temerosa de Dios. Ella lucha con Jozabad debido a su ceguera espiritual que lo lleva a dudar, inclusive de que Jesús es el enviado de Dios. Jozabad posee un mesón pequeño y humilde, igual que su casa y sin darse cuenta de lo que sucede, tiene el privilegio de hospedar a José y a María en el establo de su casa. Su esposa le pide a Dios que le abra los ojos a su esposo. Treinta y tres años después, Jozabad llega por casualidad a Jerusalén el propio día en que Jesús es crucificado. El no da mayor importancia a lo que sucede, pero se hospeda en un cuarto que está en el mismo piso del aposento alto. Cuando los apóstoles llegan, Jozabad tiene la oportunidad de dialogar con Mateo, quien lo pone al tanto de lo que acontece. Una vez que Mateo le va relatando, Jozabad comprende que ese Jesús que ha sido crucificado es el mismo que nació en su humilde establo. Luego, a solas, tiene un encuentro con Dios.


EL PRIMER REGALO




PERSONAJES

JOZABAD, mesonero judío.
RUTH, esposa del mesonero.
MARÍA, madre de Jesús.
MATEO, uno de los apóstoles.
JOSÉ, esposo de María.
CORO



ESCENA 1

(La escena se realiza en una habitación humilde, de paredes agrietadas y desteñidas. Se nota que pertenece a una familia de escasos recursos económicos. Hay pocos muebles: una mesa con una vela encendida, unos asientos sencillos, un canasto y algunos utensilios sobre la mesa. Debe haber una puerta que dé al exterior y otra que dé a los cuartos. La luz debe ser suave, dando la imagen de quietud y silencio. La noche ha llegado. La esposa permanece sentada, tejiendo.)

JOZABAD. (Entra a la casa con una bolsa en sus hombros y con un marcado gesto de cansancio en su rostro.) ¡Uf! ¡Qué día más cansado y largo! Si seguimos así, yo no sé a dónde vamos a parar. Cada día la situación se complica más y más. Mientras sigamos siendo dominados por el imperio romano, no podremos superarnos ni prosperar. La pobreza no deja de azotarnos.

RUT. (Deja de tejer para escuchar lo que su esposo le dice.) ¡Oh, Jozabad! ¿Hasta cuándo dejarás esa forma tan negativa de expresarte? Te he dicho cientos de veces que no debemos preocuparnos por esas cosas. Debemos confiar en Dios. Estoy segura de que él hará lo mejor para su pueblo. Él nunca nos ha abandonado. ¿Por qué habría de hacerlo ahora? Además, ya te he dicho que...

JOZABAD. (Con gesto de violencia y voz fuerte y cortante.) ¿Cuántas veces te he dicho que no me hables de esas cosas? Perdona que sea brusco contigo, pero es que ya me tienes cansado con esas fantasías tan absurdas que se te han metido en la cabeza. No sé cómo puedes creer que Dios nos enviará un Salvador. ¿Es que no te das cuenta? Somos nosotros los que tenemos que luchar. No podemos esperar que Dios nos envíe el tan esperado Salvador. Somos nosotros quienes debemos sacudirnos este yugo. Tenemos tres hijos que cuidar, y mientras sigamos con esta pobreza no tendremos qué ofrecerles.

RUT. (Con rostro de ternura y comprensión.) Lo sé. Yo te entiendo Jozabad pero... ¿No crees que es mejor dejar que Dios haga las cosas a su modo? Estoy segura de que Él librará a nuestro pueblo pero estoy aún más segura de que Él proveerá lo necesario para que podamos vivir. Además, no son las riquezas las que valen. Podemos criar a nuestros hijos con lo poco que tenemos. Es mejor que crezcan en un lugar humilde pero lleno de amor, que en un palacio lleno de odio. Ya verás que Dios nos mostrará su amor. Él es fiel, sólo debemos tener paciencia.

JOZABAD. (Con gesto burlesco y de desaprobación.) ¡Paciencia! ¡Ya! ¿Crees que debemos aguardar hasta que no tengamos nada? Es más, si Dios en verdad nos amara, ya habría hecho algo, pero se ha demorado. Seguro que ya no nos ama.

RUT. (Reacciona de inmediato por lo que ha dicho su esposo.) ¡Oh, no! Jozabad, por favor, no digas esas cosas. Me da miedo cada vez que dices eso acerca de Dios. Si Él no nos amara, no tendríamos ni abrigo ni comida.

JOZABAD. ¡Exacto! ¡Tú lo has dicho! ¿No te das cuenta? Abre los ojos. Mientras que unos pocos tienen riquezas en abundancia, a nosotros apenas nos alcanza para abrigarnos y vivir. ¿Crees que esto es vida? Me casé contigo y tuve hijos; ahora quiero darles un hogar digno y no las miserias en que hasta ahora hemos vivido.

RUT. (Con voz dulce apoyándose en el hombro de su esposo.) Y nos lo has dado, Jozabad. No tienes por qué decir esas cosas. Soy feliz de ser tu esposa y nuestros hijos se sienten orgullosos de ti, ¿qué más le podemos pedir al Altísimo? Él nos ha dado un hogar humilde, pero lleno de amor y esto es lo que podemos y debemos ofrecer a nuestros hijos.

JOZABAD. (Más calmado y con voz más suave.) Quisiera pensar como tú, mi amada Rut, pero no puedo comprender tu calma, tu pasividad y tu paciencia tan extremadas. Admito que Dios nos debe amar, pero... no he visto nada hasta ahora que nos lo haya manifestado. Si al menos tuviera una prueba tangible de su amor, aceptaría la verdad de su amor sin más ni más. Pero hasta ahora...

RUT. (Con cariño.) Nunca cambiarás, Jozabad. Toda la vida has sido un hombre incrédulo, te cuesta abrir los ojos para ver las cosas que suceden a nuestro derredor. Ojalá algún día llegues a creer y confiar en Dios. Sabes muy bien que eso sería lo más grande para mí.

JOZABAD. (Colocando ambas manos sobre los hombros de su esposa y mirándola a los ojos.) Y para mí, lo más grande sería ofrecerte un hogar digno de una familia tan comprensiva y cariñosa. Sabes que eso me haría muy feliz. Cada noche sueño con que vivimos en una casa más cómoda, más espaciosa; es decir, una verdadera casa. Claro, quién sabe cuándo mi sueño se hará realidad. No sueño con un palacio, no, eso sería mucho pedir, además, ningún príncipe o rey gustaría de hospedarse en el palacio de un pobre. ¡Ya! Mucho menos lo haría en esta casucha que está a punto de caerse.

RUT. Algún día, algún día se hará realidad, Jozabad. Algún día Dios te proveerá de lo que siempre has soñado. Es más, aunque no lo creas podría suceder que un gran rey se hospede en tu humilde casa. Para Dios no hay nada imposible. Además, tú no eres tan pobre. Tienes un mesón que, aunque pequeño y humilde, sirve para dar abrigo a los fatigados viajeros. Y en estos días recibirás más ganancias porque muchas personas han venido a empadronarse, acatando el edicto de Augusto César.

JOZABAD. (Sentado con las manos en la frente en actitud pensativa.) En eso tienes razón. Todos los cuartos de nuestro mesón están ocupados pero aún así, no ganaremos mucho porque además de ser un simple mesón, la gente que se hospeda aquí es muy pobre y no puede pagar mucho. Si al menos se hubiera hospedado alguien importante, la cosa iría mejor, pero todo parece indicar que la mala suerte no piensa apartarse de nosotros.

RUT. Será un simple mesón pero al menos ofrece descanso y abrigo a estas personas. ¿Ni siquiera te alegra saber que estás ayudando a gente necesitada? No tienes idea de lo difícil que se me hace comprenderte.

JOZABAD. Si tú fueras hombre y tuvieras la responsabilidad que yo tengo entonces me comprenderías.

RUT. ¡Ah! ¿Entonces piensas que no me preocupo por nada? ¿Crees que la vida es difícil y dura sólo para ti?

JOZABAD. (Reacciona inmediatamente.) ¡No, no! Disculpa, no quise decir eso. Es simplemente que...

RUT. ¿Qué?, ¿qué, Jozabad? Dímelo, necesito saberlo, tengo derecho.

JOZABAD. Sí, claro que lo tienes, pero dudo que puedas comprenderme. Nunca logramos ponernos de acuerdo en este asunto además, los niños ya están dormidos y es injusto que les quitemos el sueño por estar discutiendo.

RUT. (Con gesto de conformidad.) Está bien, si quieres dejarlo así no me opongo pero recuerda que...

(En ese momento Rut se calla porque alguien llama a la puerta. Jozabad se dirige a abrirla. Se trata de José y María que buscan hospedaje.)

JOSÉ. Disculpe, señor, que lo molestemos a tan avanzada hora de la noche pero sucede que hemos venido desde lejos, somos de Galilea. Estamos agotados por lo duro del trayecto y quisiéramos que nos alquilara un cuarto en su mesón. Además, mi compañera está encinta y los días de su alumbramiento se han cumplido y no quisiera exponerla al frío de la noche.

JOZABAD. (Decepcionado.) Comprendo la situación de ustedes pero todos los cuartos están ocupados, más bien tuvimos que acomodar gente en los pasillos y no contamos con el más mínimo espacio. Quizá en otro de los mesones encuentren lugar. En esta aldea hay varios mesones. ¿Por qué no preguntan en alguno de ellos?

JOSÉ. Lo hemos hecho, señor. Casi todos están llenos y los demás piden mucho dinero. Nosotros somos de escasos recursos y no podemos pagar mucho. Por favor, se lo suplico, cualquier lugar que nos ceda será suficiente para pasar la noche.

JOZABAD. Lo siento pero no tenemos lugar. Créame que con gusto les cedería mi cuarto pero sucede que mis hijos ya están acostados y todos dormimos juntos. Como verá, somos una familia muy pobre.

JOSÉ. (Con voz suave.) Eso no importa, señor, cuando hay amor, la pobreza pasa desapercibida. Por favor, haga todo lo que esté a su alcance, por lo menos deme un lugar para ella (señala a María). Yo puedo dormir en cualquier parte, pero María, no.

(La esposa del mesonero ha permanecido dentro de la habitación escuchando la conversación y ha hecho señas a su esposo para que oiga lo que ella quiere decirle.)

JOZABAD. (Haciendo señal de espera.) ¿Qué quieres, Rut?

RUT. Tengo una idea. Sé que no es muy buena pero algo es mejor que nada. Esa pareja necesita un lugar donde pasar la noche y creo que podemos ofrecerles aunque sea el establo. Sé lo que piensas pero no podemos dejar a esa mujer encinta expuesta al frío de la noche.

JOZABAD. ¡Imposible! ¿Me crees capaz, Rut, de ofrecer el establo? Si me da vergüenza ofrecer los cuartuchos del mesón, más vergüenza me daría dar ese establo. ¿Quién va a querer acostarse encima de una paja en la que duermen los animales? ¡No! Olvida esa idea.

RUT. Pero, Jozabad, por Dios...

JOZABAD. (Con firmeza.) He dicho que no y es definitivo. Así que no pienso discutirlo. ¡No, es no!

(El mesonero se dirige a la puerta para dar la mala noticia a José y a María.)

JOZABAD. (Con gesto de lástima.) Disculpe, señor, créame que lo siento pero realmente no tengo qué ofrecerles.

JOSÉ. Perdone mi intromisión pero me pareció escuchar que podrían hospedarnos en el establo.

JOZABAD. ¡Oh, no! Fue una idea tonta de mi esposa, pero no hagan caso.

JOSÉ. No importa si la idea es tonta; si usted nos permitiera el establo le estaríamos muy agradecidos.

JOZABAD. Creo que no me ha entendido. No puedo ofrecerles el establo porque la paja huele mal y, además, es incómodo dormir entre los animales.

JOSÉ. No importa. Por favor, alquílenos aunque sea el establo; es el único lugar que nos queda, compréndanos.

JOZABAD. (Pensativo y asombrado por la súplica de José. Después de una pausa, habla.) Está bien, si así lo quieren, pueden dormir ahí. (Rut, dentro de la casa, refleja su alegría por la decisión de su esposo.) No se preocupen por el dinero; me daría vergüenza cobrarles por tan mal servicio. Los animales son mansos, así que no les tengan miedo.

JOSÉ. (Con mucha alegría.) Gracias, señor, muchas gracias. No tiene idea de la enorme ayuda que nos brinda. Dios se encargará de pagárselo.

JOZABAD. (Vuelve la vista hacia su esposa.) Espera aquí, Rut, ahora vuelvo. Quiero llevarlos hasta el establo. (Se dirige a José y a María.) Vamos.

(Jozabad sale y cierra la puerta. Rut se sienta y permanece pensativa en silencio. Al rato regresa su esposo, toca a la puerta y ella se levanta para abrirle.)

JOZABAD. ¡Ya! Al fin se acomodaron. De veras que necesitaban un lugar porque para dormir en ese establo uno tiene que estar muy desesperado. Pero, bueno... al menos no pasarán frío. (Breve pausa.) Ahora tú y yo descansaremos. Este día ha sido muy agotador y debemos reponer energías para el día de mañana. Vamos.

RUT. (Abrazando a su esposo.) Vamos, querido. ¿Sabes? Me siento muy contenta de ver que has ayudado a esas personas. Y como dijo el hombre, Dios se encargará de pagártelo.

(Salen del escenario abrazados y caminando, buscando el lugar en que dormirán, colocan la vela dentro del canasto que está en el suelo. No debe caer el telón. Durante un minuto el escenario permanece solitario. De pronto empieza a escucharse un coro. Este puede ser el coro de la iglesia, un disco o una cinta grabada. El sonido debe ir aumentando poco a poco pero nunca muy fuerte. De pronto Jozabad entra despacio y extrañado. Trae en su mano una candela. Permanece unos breves instantes en silencio y con gesto de querer escuchar de dónde provienen los cantos.)

JOZABAD. (Caminando despacio de un lugar a otro.) ¡Qué extraño! ¿Estaré soñando? No puede ser cierto, pero... parece que es tan real. Han estado pasando cosas muy extrañas, lo siento en el ambiente. ¿Qué será? Tengo miedo de salir, no sé de dónde provienen esas voces que cantan... ¡Dios mío! ¿Qué está pasando? No entiendo absolutamente nada. Creo que todo empezó desde que esa pareja llamó a la puerta para solicitar hospedaje. No sé, pero había algo extraño en ellos: el ambiente cambió. (Pausa.) ¡No! Deben ser imaginaciones mías, quizá porque estoy cansado.

(El mesonero sigue pensativo se sienta y pone sus manos sobre la cabeza. Después de una breve pausa entra Rut. La música ha cesado.)

RUT. ¿Qué pasa, cariño? Oí que hablabas y no pude soportar la tentación de averiguar lo que sucedía. Además, me pareció escuchar que alguien cantaba pero eso debe haber sido producto de mi imaginación.

JOZABAD. (Asustado.) ¡Espera! ¿Has dicho que alguien cantaba?

RUT. Sí, pero eso me lo imaginé.

JOZABAD. ¡No! No fue tu imaginación. Yo también lo he escuchado; por eso me levanté. Me da miedo todo esto, por eso no he salido a investigar. ¿Qué crees que puede estar sucediendo?

RUT. No podemos darnos cuenta a menos de que salgamos a averiguarlo. Vamos, estoy segura de que no hay por qué temer.

JOZABAD. ¿Estás segura de que quieres averiguarlo?

RUT. ¡Sí! ¿Por qué? ¿Acaso tienes miedo?

JOZABAD. No, no. ¿Cómo podría tener...?

RUT. Vamos, no hay por qué temer.

JOZABAD. Pero, es que... ¿No sientes algo extraño en el ambiente? ¿Algo diferente? Es algo que nunca antes había sentido. Por eso me da miedo.

RUT. ¿Miedo? ¿Te da miedo sentir la presencia de Dios?

JOZABAD. (Intrigado.) ¿A qué te refieres con eso de la presencia de Dios?

RUT. Tienes miedo y no comprendes nada porque nunca has sentido la presencia de Dios en tu vida. Yo la he sentido muchas veces y de muchas maneras, y te aseguro que ahora mismo la siento con mayor fuerza, como nunca antes la había sentido.

JOZABAD. Ya vienes con tus inventos. Es que no desperdicias ni un instante para hablarme de tu Dios. ¿Cuándo dejarás esa costumbre, Rut, cuándo?

RUT. Bueno, ahora no es momento para discutir. ¿Quieres que salgamos para averiguar lo que sucede? ¿Sí o no?

JOZABAD. Está bien, está bien, pero no tienes que hablarme así. Salgamos.

(Ambos salen por la puerta que da a la calle. Llevan la vela en sus manos. Nuevamente el escenario queda solo. No debe cerrarse el telón. Nuevamente empieza a escucharse el coro. El escenario permanecerá así durante uno o dos minutos. De pronto, entran por la puerta el mesonero y su esposa. Sus rostros deben marcar muy bien las emociones que sientes. Él entra asombrado y ella con el rostro iluminado de alegría.)

RUT. (Con suma alegría.) ¿Lo ves? ¿Comprendes ahora lo que te decía? Estaba segura de que era la presencia misma de Dios. Te lo dije, Jozabad. ¿Por qué no me creías? Al fin ha llegado la salvación a Israel.

JOZABAD. ¡No! No puede ser. Me niego a creerlo. Y no insistas porque me niego a creer que ese niño que acaba de nacer es el Mesías enviado por Dios. Jamás creeré tal absurdo.

RUT. (Continúa extasiada.) ¡Oh, Jozabad! ¡Qué ciego eres! ¿Cómo es posible que no creas que ese niño es el enviado de Dios? Esto es el colmo. Entonces, ¿cómo explicas todo lo que contemplamos? ¡Ah! Explícame entonces, ¿qué ha significado para ti el canto de los ángeles, la adoración de los pastores? ¿Ni siquiera ha palpitado tu corazón más aprisa cuando nos acercamos al niño? Jozabad, tienes que aceptarlo, las profecías se han cumplido. Dios está con nosotros.

JOZABAD. ¡Imposible! Me niego a aceptarlo así de fácil. Además, ¿cómo iba a permitir Dios que su enviado naciera en ese pesebre? Si Dios es tan grande como tú me lo describes, entonces el Mesías nacería en un palacio y no aquí en un humilde establo rodeado de míseras viviendas.

RUT. Pero, Jozabad... las profecías... ¿no comprendes?

JOZABAD. ¡Basta! No creo en esas profecías y mucho menos creeré que ese niño es el enviado de Dios para salvarnos. Así que, por favor Rut, no insistas.

RUT. Pero...

JOZABAD. (Con voz cortante.) ¡Basta ya! Te he dicho que no insitas. No quiero oír ni una palabra más al respecto. Si tú quieres creer esas tonterías créelas pero no me molestes a mí con eso. Ya he oído bastantes, estoy cansado de tus creencias. Así que no quiero que comentes nada más. Mañana será otro día y por lo tanto será mejor descansar.

(El mesonero sale por la puerta que da al cuarto. Su esposa permanece en el escenario. Se sienta en una silla y coloca sus manos en actitud de oración sobre su rostro. Luego habla.)

RUT. (Con mucho dolor.) ¡Oh, Dios mío! Hoy he contemplado tu presencia; mis ojos te han visto y mis manos te han palpado. Sé que no merecíamos que tu enviado naciera en nuestro humilde y pobre establo pero así lo has querido Tú. Mil gracias por esto. Ahora, Señor, permite que mi esposo Jozabad abra sus ojos. Quítale la ceguera espiritual. Haz que él te acepte como Dios que eres y acepte que Tú enviaste ese hermoso niño. Te lo suplico como sierva tuya que soy. Que así sea.

(Rut apoya su rostro sobre la mesa y lo cubre con sus manos. El telón se cierra lentamente.)


ESCENA II

(Esta escena sucede en una habitación del aposento alto, Jozabad ha llegado a Jerusalén y se hospeda en el mismo edificio en que los discípulos del Señor llegan a consolarse después de que Jesús ha sido crucificado. Es un cuarto sencillo: cama, mesa, candela, canasto, dos sillas y una vasija con agua.)

JOZABAD. (Sentado sobre la cama.) ¡Ah! ¡Qué día más agotador! Hace varios años hacer este viaje de Belén a Jerusalén no me cansaba pero ahora con sesenta y siete años sobre mis espaldas no es lo mismo.
¡Uf! Ya mis huesos se están gastando por completo. Así es la vida; uno nace, crece y muere y luego los hijos toman el lugar que dejamos y los nietos tomarán el lugar de mis hijos. Uno no puede hacer nada por cambiar esta situación; es inútil querer vivir más años de los que la vida nos da. De por sí que sería muy duro. He llegado a los sesenta y siete años y aunque mi vida ha sido dura creo que ha valido la pena caminar por el mundo. Ojalá que mi querida Rut no tenga problemas con los muchachos. Aunque la verdad es que son muy buenos. Han salido buenos para el trabajo no sólo de la casa y el ganado sino que también han sabido administrar el mesón. ¡Ay!, creo que será mejor descansar, de lo contrario voy a morir ahora mismo.
¡Qué barbaridad! Qué viaje más cansado y no me cansó tanto el viaje como ese tumulto de gente en las calles. ¡Cómo me costó abrirme paso entre esa multitud! Qué gente más desconsiderada; no les importó que yo fuera un anciano, no se daban cuenta de que yo necesitaba espacio; pero bueno, el caso es que ya he llegado y ahora, a descansar. (Breve pausa en la que permanece en actitud pensativa.) Por cierto, ¿por qué habrá tanta gente en las calles? He venido varias veces a Jerusalén para la Pascua y nunca antes había observado tantas personas en las calles. ¿Qué ocurrirá? Lo único que escuché fue que iban a crucificar a tres tipos pero... ¿Por qué tanto alboroto por una simple crucifixión? Debe haber algo más. Quizá mañana pueda enterarme, no sé por qué me preocupo por lo que no me interesa. Por desgracia no traje a Rut, la pobra ya estaría averiguando qué pasa. Nunca va a cambiar; siempre ha sido así. Parece que vive en otro mundo.

(Jozabad se levanta, se dirige hacia su bolsa de la cual saca sus mantas para abrigarse durante la noche. Después se desata el calzado y se acuesta sobre la cama con la misma ropa que tiene puesta. Oculta la candela bajo el canasto. No se cierra el telón. El escenario y el hombre permanecen así aproximadamente treinta segundo. De pronto se escuchan voces. Hay movimiento dentro de la casa donde él duerme. Las voces demuestran que hay confusión, dolor, tristeza. Jozabad se despierta, inmediatamente se pone en pie y descubre la vela.)

JOZABAD. (Mientras se ata el calzado.) ¿Qué estará sucediendo? ¿Qué habrá pasado? Alguna tragedia debe haber ocurrido. Ya me parecía a mí que algo extraño circulaba en el ambiente. Lo mejor será investigar qué ha ocurrido porque de lo contrario no podré dormir en paz pensando en esto que me intriga.

(Una vez que se ha puesto las sandalias toma el candelero y se dirige a abrir la puerta. Sale de su habitación pero no por mucho tiempo. El escenario está solo; se escucha que Jozabad está hablando.)

JOZABAD. (Fuera de escena.) Por favor, señores, ¿podría alguno de ustedes explicarme lo que sucede? Por favor, ¡no se queden callados! Necesito que alguien me diga lo que ha ocurrido. ¿Por qué están tan tristes y asustados? ¿Qué han visto? ¿Qué les han contado? Vamos, señores, no me dejen con esta intriga. ¡Ayúdenme! ¡Ustedes! Mire, usted, ¡sí, usted! ¡Venga aquí, por favor, venga! (Pausa.) ¿Podría explicarme qué ha sucedido?

(En ese momento se escucha otra voz que habla con Jozabad todavía fuera de escena.)

MATEO. (Con voz triste.) El Maestro, el Maestro, lo han crucificado, ¡lo han matado! Ahora, ¿qué vamos a hacer? Sin Él todo será diferente. Apenas ayer estábamos juntos y, ¡ahora! ¡Ahora lo han matado! ¿Por qué, Dios mío? ¿Por qué ha muerto?

JOZABAD. Perdón, señor, no lo comprendo, no entiendo lo que me ha dicho. ¿Quién ha muerto? ¿Quienes lo han matado? ¡Por favor, explíquemelo! Venga a mi habitación, desde aquí no puedo escuchar nada, venga y cuénteme.

(Ambos aparecen en el escenario. Jozabad trayendo asido del brazo a Mateo.)

JOZABAD. (Acercando a Mateo una silla. Siéntese. Le sirve un poco de agua.) Tome, le hará bien beber esta agua, al menos le calmará para que pueda contarme lo que ha sucedido.

MATEO. (Que ya se ha bebido el agua y está más sereno.) Bueno, no puedo contárselo todo porque debe reunirme con mis compañeros para orar. Necesitamos orar mucho para recibir consuelo y fuerzas de Dios. (Leve pausa en la que se nota que toma aire.) Mire, señor... (Reacciona y con cierta duda.) Perdone pero, ¿quién es usted? ¿Cómo se llama? Así no puedo hablarle, nuestras vidas corren peligro; a partir de hoy seremos drásticamente perseguidos. Así que no podemos hablar con cualquier individuo y mucho menos si es desconocido.

JOZABAD. (Se levanta de su silla, se dirige hacia Mateo, pone su mano sobre su hombre.) ¡No, hombre! ¡No se preocupe! ¿Cómo puede pensar que va a estar en peligro si me cuenta lo que ha sucedido? ¿No se ha fijado en mi rostro? ¿Cómo se le ocurre que con estas facciones y esta ropa pueda hacerle daño? Tenga confianza. Tengo derecho a enterarme de lo que ha sucedido. ¿Por qué sus compañeros están llorando?

MATEO. Está bien, te lo contaré y espero que realmente seas digno de confianza y no un espía.

JOZABAD. (Interrumpiendo inmediatamente a Mateo y con gesto de asombro.) ¿Yo espía? ¡Por Dios! ¿Cómo se te ocurre?

MATEO. Está bien, creo en ti. Después de todo, el Maestro nos enseñó a no juzgar a nuestros semejantes y así debo hacer contigo.

JOZABAD. (Intrigado) ¿Maestro? ¿Qué maestro?

MATEO. Jesús, nuestro Maestro y Señor. Él fue quién nos enseñó todas las cosas. Por eso estamos tristes, hoy lo han matado. Primero lo humillaron, se burlaron de Él, le escupieron, le pusieron una corona de espinas y lo clavaron sobre una cruz. ¡Oh, no! ¡Por favor! No quiero recordarlo. (Ambas manos cubren su rostro.) Fue tan horrible todo lo que tuvo que pasar y sufrir por darnos vida eterna...
JOZABAD. (Muy intrigado) ¿Vida qué? No entiendo, hablas de cosas muy extrañas: Maestro, cruz, vida... ¿cómo has dicho?

MATEO. Vida eterna, eterna y abundante. Todo lo que sufrió fue para que todos fuéramos hechos hijos de Dios, menos Él que ya lo era.

JOZABAD. ¿Que era qué?

MATEO. Hijo de Dios.

JOZABAD. ¡Verdaderamente no te entiendo! ¿Quieres decirme que ese hombre a quien tú llamas Maestro, es el Hijo de Dios?

MATEO. En efecto. Él es Jesucristo, el Hijo del Dios viviente. Él, siendo Dios, se hizo hombre para darnos salvación de nuestros pecados.

JOZABAD. Pero, ¡hombre! ¿Cómo te atreves a decir que un hombre que es humillado y muerto en una cruz es el Hijo de Dios? ¡Tienes que estar loco!

MATEO. No me importa que me digas que estoy loco. Sólo sé que Jesucristo es el Hijo de Dios y que Él nos ama. Por eso murió en la cruz; por nuestros pecados. También murió por los tuyos.

JOZABAD. ¿Por los míos? Pero... yo ni siquiera lo conozco. ¿Cómo iba a morir por mis pecados? Además, yo no tengo pecados, pues cumplo con todo lo que me pide la ley.

MATEO. La ley no es mala, pero tampoco salva. Jesucristo nos dijo que Él es el único camino para llegar al cielo, la ley no te puede salvar, sólo Jesucristo puede hacerlo. Además, no importa que tú no le conozcas, porque Él sí te conoce a ti.

JOZABAD. Lo que no entiendo es por qué lo mataron si era Hijo de Dios. Me imagino que sería un hombre grande y poderoso en conocimientos y riquezas. ¿Cómo, pues, lo iban a matar?

MATEO. Te equivocas. Él era un hombre humilde, no poseía riquezas materiales. En lo único que era rico era en su amor por los pecadores. Precisamente por eso lo mataron. ¿Quién iba a creer que Él era el Hijo de Dios? Si Él no tuvo casa, no recibía ningún salario, vestía humildemente, comía lo que comen los pobres, era carpintero, se relacionaba con la chusma del pueblo... es más, no tuvo lugar decente donde nacer.

JOZABAD. ¡No, no, no, no! Mira, me puedo creer todo, menos que no tuviera lugar decente en donde nacer. Si verdaderamente era el Hijo de Dios, ¿cómo iba a permitir su Padre que Él naciera en cualquier lugar? Eso sí que no me lo creo.

MATEO. Pero es que a él no le importó nacer en un lugar humilde, más bien a través de eso Él le mostraría al mundo entero que su reinado y su misión eran de humildad. Así, todos, aunque no seamos ricos, podemos pertenecer a su reino de paz y amor.

JOZABAD. Realmente me suena muy extraño eso que dices...

MATEO. Lo sé. A mí también me costó creer que Él, siendo el Hijo de Dios, naciera en un pesebre, rodeado de paja y animales. Es más, no nació en una gran ciudad, vino a este mundo en el pueblecito de Belén, esa pequeña e insignificante aldea que no tiene mayor importancia.

JOZABAD. ¿Qué dices? ¿Que nació en un pesebre?

MATEO. Sí, en un pesebre; porque no había lugar para sus padres en el mesón. Su familia era muy pobre y tuvieron que viajar desde Nazaret hasta Belén para ser empadronados, pues así lo dispuso el emperador Augusto César. Al llegar a Belén no encontraron lugar en ningún mesón y tuvieron que pasar la noche en un establo y ahí nació nuestro Señor. En un lugar humilde, pero glorioso, porque recibió la adoración de los pastores, de las huestes celestiales y de tres sabios del Oriente.

JOZABAD. (Ha escuchado atentamente lo que Mateo le ha relatado. Permanece boquiabierto, pues está asombrado de lo que ha oído. Se ha percatado de que Jesús nació en su pesebre aquella fría noche hacia 30 años. Pausa más o menos extensa, luego se lleva las manos a la cara y empieza a caminar por el cuarto. Luego habla.) ¡Oh, Dios! ¡Dios mío! ¿Qué he hecho? ¿Por qué yo? ¿Por qué?

(Mateo no comprende lo que sucede y aprovecha que Jozabad se sienta sobre la cama con el rostro cubierto para salir suavemente de la escena, como no queriendo ser descubierto. Jozabad se queda solo en el cuarto.)

JOZABAD. (Con dolor.) ¡Oh, Dios mío! ¿Por qué actué así? ¿Por qué te traté tan mal? Ahora comprendo, Dios mío, ahora comprendo que tu Hijo fue quién nació aquella fría noche en mi establo. (Pausa.) ¡Señor, perdóname! Tú sabes que si hubiera sabido que era tu Hijo el que necesitaba el cuarto, le habría cedido el mío con todo gusto. Señor, tantos años con aquella noche dando vueltas en mi cabeza para venir a comprender eso el día que tu Hijo ha muerto. (Pausa.) Tantos años sin comprender todo lo que mis ojos contemplaron y mis oídos escucharon aquella noche cuando nació tu Hijo. ¡Tenía razón mi esposa! ¡Todo aquello no era otra cosa que tu presencia entre nosotros! ¡Qué necio he sido! Ahora es tarde para entender, ahora es tarde para abrir mis ojos y mis oídos. ¡Señor, tu Hijo acaba de morir en forma humillante, y yo ni siquiera me preocupé porque al menos naciera decentemente. ¡Oh, Señor! Castígame si quieres, no soy digno de tu compasión. ¡Ya! Toda mi vida he deseado tener un mesón digno de ofrecer alojamiento a gente importante, siempre he cargado ese complejo y ahora me doy cuenta de que tuve el privilegio de hospedar al más importante del mundo, tu Hijo y ni siquiera fui capaz de ofrecerle un cuarto decente. ¡Oh, Dios mío! ¡Perdóname!

(Jozabad cae de rodillas con las manos sobre su rostro, apoyado sobre la cama. Se nota y se escucha que está llorando. Por unos segundos permanece así. El silencio es total. De pronto se escucha una voz fuerte pero dulce que proviene desde fuera del escenario. Esta puede ser grabada o leída.)

VOZ: “No te preocupes, hijo mío. No tienes por qué llorar, seca tus lágrimas. Lo que hiciste pertenece al pasado; es más, yo ni lo recordaba. Nunca he sentido odio ni resentimiento contra ti. Yo te amo, y mi amor se eleva por encima de los errores humanos. Además, quiero que sepas una cosa, tú fuiste el único hombre sobre todo el mundo que le ofreció a mi Hijo un lugar en el cual nacer. Ningún otro mesonero pensó en ofrecerle su humilde pesebre, pero tú lo hiciste y al menos tuvo un lugar abrigado en el cual venir a este mundo. Los primeros en rendirle adoración no fueron los pastores, el primero fuiste tú. Tú fuiste quien le dio el primero regalo, le diste tu humilde pesebre. Ahora, no pienses que es tarde; no, aún estás a tiempo. Hoy le crucificaron; murió, mas no se quedará entre los muertos. Pasado mañana, tal como decía, resucitará. ¿Sabes una cosa? Quiero pedirte que le des un lugar en tu corazón, pero no quiero que sea un rincón, quiero que le des el lugar más importante de tu corazón, de tu vida. Ahí quiere vivir Él y no por una noche sino por la eternidad.”

(Después de escuchar estas palabras, se pone música navideña con no mucho volumen. El hombre permanece en actitud de oración y el telón se cierra lentamente.)