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2012 - España

¿Navidad en tiempos de guerra?

20 Minutos y 14 Personajes. Un padre le cuenta a su hijo la historia del nacimiento de Jesús así como diversas historias de la Biblia en las que los dirigientes pusieron su confianza o Dios o la rechazaron.


¿NAVIDAD EN TIEMPOS DE GUERRA?
Jaime Bouchillon



PERSONAJES

PADRE
HIJO
ISAÍAS
ACAZ
CÉSAR
ROMÁN
JOSÉ
MARÍA
SIMEÓN
HERODES
ÁNGEL
SABIOS DE ORIENTE

(El padre va con ropa de calle y el hijo en pijama.)

ESCENOGRAFÍA: El escenario se dividirá en dos secciones. Para el padre y el hijo se puede poner un sillón o una cama. El jovencito lleva pijama. Tienen una televisión que da la espalda al público. Puede estar encendida sin volumen. El sonido es aparte. Debe apagarse poco después de iniciar la obra, con un control remoto si es posible. Todo depende de las circunstancias, y se puede adapta a la imaginación del espectador.
Por otro lado está la zona que va a moverse más. De acuerdo a las posibilidades será más complejo o sencillo: si es posible poner un biombo donde se colgarán cortinas que ambienten los diferentes escenarios: una cortina lujosa para el rey Acaz y Herodes, una cortina lujosa pero de estilo diferente para el César, una tela de manta sencilla para la casa de José y María, un dibujo en tela de la entrada del templo y una cortina blanca para el ángel.


PRIMERA ESCENA

(Rey Acaz con una silla adornada como un trono.)



SEGUNDA ESCENA

(Escena con el César. Mismo trono con telas que cuelgan de él, rollos en las manos de Román, secretario del Cesar.)



TERCERA ESCENA

(Sólo cuelga una cortina de manta. María aparece con un atado de ropa para su viaje a Belén.)



CUARTA ESCENA

(Nada de cortinas. Este se adapta según los recursos. Si es posible tener un paisaje en vez de cortina, mostrando la entrada del templo.)



QUINTA ESCENA

(Igual que la primera escena.)




SEXTA ESCENA.

(Sólo una cortina blanca. Un tapete donde está dormido José. También se adapta si puede ponerse una pequeña litera, o si incluso puede estar María y el Bebé dormidos al lado de José.)


(AMBIENTE: Luces adecuadas para encenderse y apagarse repetidamente durante la obra. Al inicio sonidos de noticiero anunciando guerras, se apaga el sonido cuando el padre apaga la TV. Después se puede poner música suave mientras se hacen las transiciones, voces en la escena del templo, llanto de bebés cuando se habla de la matanza de los inocentes que planeó Herodes… Al final la música del himno: “Al mundo paz”. La luz enfoca un lado del escenario donde el niño está en su cama. Aparenta estar viendo la televisión y se escucha en el ambiente un noticiario que está narrando una guerra. Su cara demuestra temor por las escenas que ve en la televisión. El niño tiene junto a él una Biblia que pretende leer antes de dormir. De ella leerá el padre los pasajes correspondientes. Entra el papá y el jovencito lo saluda. El papá toma el control remoto y apaga la TV.)

NIÑO. ¿Cómo te fue papi en tu estudio bíblico?

PAPÁ. Bien, hijito mío. Fue un estudio interesante. Se trató de cómo surgían las guerras y la diferencia que había cuando un rey creía y confiaba en Dios y cuando un rey sabía que Dios existía pero no confiaba en Él.

NIÑO. ¡Las guerras dan miedo! ¿Qué dice la Biblia de esos reyes?

PAPÁ. ¡Tranquilo, no hay que temer! Primero te voy a leer acerca de un rey que hace lo recto ante los ojos de Dios. 2 Crónicas 14:9-12 Relata lo que el rey Asa hizo cuando los Etíopes vinieron contra Judá para hacerle guerra. (Empieza a leer 2 Crónicas 14:10-12 y 14:2-6.)

NIÑO. ¡Qué sabio rey!

PAPÁ. Ahora fíjate cómo era el rey Acaz. (Empieza a leer 2 Crónicas 28:1-5 y 2 Reyes 16:7-8.)

NIÑO. Este rey no buscó la ayuda de Dios y le fue mal.

PAPÁ. Así es, hijo. Se desvió de la ley de Dios y se idolatró con las costumbres de otras naciones. Aun así, fíjate en la misericordia divina. Dios todavía le envió al profeta Isaías, quien le dijo al rey Acaz:

(Se apaga la luz que alumbra la anterior escena y se enciende la que alumbra las escenas secundarias. Esta vez Isaías está frente a Acaz y éste en su trono. Isaías con gran autoridad y educación le está reconviniendo.)

ISAÍAS. “¡Guarda y repósate! No temas ni se turbe tu corazón a causa de estos dos reyes que se levantan contra ti, haciendo guerra… Pide para ti señal de Jehová tu Dios, demandándola ya sea de abajo en lo profundo, o de arriba en lo alto.” (Isaías 7:4 y 11)

ACAZ. (Fingiendo piedad, se nota altanero.) No pediré, y no tentaré a Jehová.

ISAÍAS. ¡Oigan ahora, descendientes de David! ¿Les es poco el ser molestos a los hombres, sino que también lo sean ustedes a mi Dios? Por tanto, el Señor mismo les dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel. (Isaías 7:13-14) “El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos… Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto”. (Is. 9:6-7).

(Las luces de la escena anterior se apagan y se vuelve a enfocar al niño y su padre.)

PAPÁ. ¡Bueno, hijo! Estos son dos ejemplos; primero, un rey que confiaba plenamente en Dios, después un rey que no confiaba en Dios. ¿Entiendes ahora la diferencia?

NIÑO. Sí, papa.

PAPÁ. Ahora, por el hecho de que nos falta solamente una semana para celebrar el día en el cual el niño profetizado por Isaías nació, me gustaría continuar con esta parte de la historia. Unos 750 años después de esa profecía de Isaías, aquel niño nació en Belén.

(Aparece en escena el César con sus ropas romanas, sentado en el trono que antes estaba ocupado por Acaz. Se pueden poner jarrones y detalles sencillos como telas colgadas, que muestren los diferentes escenarios. El César llama a su secretario. Voz de autoritario y voluntarioso rey.)

CÉSAR. ¡Román!

ROMÁN. Salve, César.

CÉSAR. Promulga un edicto de mi parte. Que todo mundo sea empadronado. Que cada uno vaya a su ciudad correspondiente para empadronarse.

ROMÁN. Así lo haré, César.

(Se apagan las luces y se oye la voz del secretario dando órdenes para que la gente vaya a sus lugares de origen a empadronarse por orden del César. Esto da tiempo a quitar todo jarrón y el trono y a dejar sólo unos sencillos trapos colgando, nada lujoso. Aparece primero José y luego María embarazada, con un ata de ropa para el viaje.)

JOSÉ. ¡María, María! ¿Estás lista ya?

MARÍA. José, ¿qué está pasando? ¿Por qué tanta urgencia? Piensa que el bebé no tarda en llegar.

JOSÉ. María tienes que venir conmigo a la ciudad de Belén para empadronarnos. Es nuestro deber obedecer a los gobernantes.

MARÍA. ¿En estas condiciones?

JOSÉ. María, eres mi mujer, estás desposada conmigo, y sin importar las condiciones tenemos que cumplir este mandato. El Señor nos cuidará.

(Se oye la voz del padre y se vuelve a apagar la luz. José y María salen. Conforme el padre va narrando aparece primero Simón, un ancianito, y la luz lo enfoca. Después aparecen José y María. Ella ya no se ve encinta, sino que tiene el bebé en brazos.)

PAPÁ. Y el Señor los cuidó, pero sus designios habían establecido que el bebé naciera en Belén, cuando María y José llegaron para anotarse en el censo. La gente de su época se enteró porque ángeles y personas anunciaron este evento de esperanza mundial.
Unos cuarenta días después de su nacimiento sus papás lo llevaron al templo de la ciudad de Jerusalén. Ahora te voy a leer lo que está escrito en Lucas 2:25-33 acerca de lo que pasó aquel día.
“He aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel. El Espíritu Santo estaba sobre él y le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor. Movido por el Espíritu, vino al templo. Cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo para hacer por él conforme al rito de la ley, él le tomó en sus brazos y bendijo a Dios, diciendo:

(Entran José y María y se encuentran con Simeón, que los estaba esperando.)

SIMEÓN. ‘Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra, porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos, luz para revelación a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel.’

(José y su madre se maravillan de todo lo que escuchan. Se apagan las luces nuevamente y se escucha al padre hablar en la oscuridad, mientras se vuelven a colgar un manto real y se mete el trono, donde el rey Herodes estará sentado. Los sabios entran y se dirigen con respeto a él.)

VOZ DE PAPÁ. Después de ofrecer el sacrificio de palomas en el templo, María y José volvieron a Belén. Unos días después unos hombres sabios, expertos en el estudio de las estrellas, llegaron a Jerusalén y se dirigieron a donde pensaban que encontrarían al rey recién nacido: al palacio del rey Herodes:

(Se encienden las luces para enfocar a Herodes y los sabios.)

HOMBRES SABIOS. ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Hemos visto su estrella en el oriente y hemos venido a adorarle.

(Se apagan las luces cuando Herodes hace un gran gesto de asombro. De nuevo sólo se escucha la voz del padre.)

VOZ DE PAPÁ. Oyendo esto, el rey Herodes se turbó y todos de su gobierno en Jerusalén también. Inmediatamente el rey convocó a todos los principales sacerdotes y los escribas y les preguntó dónde debería estar el Mesías prometido. Sus sacerdotes y escribas le explicaron que debería estar en Belén de Judea, porque así está escrito por el profeta: “Y tú, Belén, de la tierra de Judá, no eres la más pequeña entre los príncipes de Judá porque de ti saldrá un guiador que apacentará a mi pueblo Israel.”
Entonces Herodes, volvió a hablar en secreto con los sabios, e indagó diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella y enviándolos a Belén, les dijo:

(Se enciende nuevamente la luz de la escena de Herodes y los sabios.)

REY HERODES. Vayan a Belén y averigüen con diligencia acerca del niño. Cuando lo hallen, háganmelo saber para que yo también vaya y le adore.

(Se apaga la luz. Vuelve a sonar la voz del padre. Mientras, se quita el trono y sólo aparecerá en luz tenue el ángel y se ve a José acostado en el suelo.)

PAPÁ. Ellos, habiendo oído al rey, se fueron y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. Al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron. Abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. Pero, siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen al rey Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.
Después que partieron ellos, he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José y le dijo:

(Se enciende la luz. Ángel y José en la escena.)

ÁNGEL. “Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto. Permanece allá hasta que yo te diga porque acontecerá que el rey Herodes buscará al niño para matarlo.”

(Se apaga la luz que alumbra esa escena y se enciende la luz donde el niño está con ojos de gran asombro escuchando a su padre.)

PAPÁ. Y él, despertando, tomó de noche al niño y a su madre y se fue a Egipto. Se quedaron en Egipto hasta la muerte de Herodes para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta, cuando dijo: “De Egipto llamé a mi Hijo.”
Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, se enojó mucho y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores.

(El niño está realmente asustado y su padre lo calma al hacerlo reflexionar.)

PAPÁ. Calma, hijo mío. Como sabes, Dios cuidó al bebé Jesús. Él cumplió toda su vida bajo la protección de Dios. Como te das cuenta en el mundo siempre ha habido gente buena como el Rey Asa, Simeón y los hombres sabios; y también gente mala como el rey Acaz y el rey Herodes. Pero, a través de la historia vemos la mano de Dios cuidando a los suyos y guiando los eventos, ¡Y ESTO INCLUYE LAS GUERRAS!

NIÑO. ¡Qué alivio saber eso, papi! ¿Así que no te preocupan las guerras que hoy surgen en el mundo?

PAPÁ. No, mi hijito, porque la Escritura dice que guerras son una de cinco cosas que señalan la cercanía de la venida del Señor Jesucristo. Cada día que pasa nos damos cuenta de que la situación se está poniendo tal como la palabra de Dios nos enseña en Mateo 24:6-7: “Y oiréis de guerras y rumores de guerras. Mirad que no os turbéis porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación y reino contra reino y habrá pestes y hambres y terremotos en diferentes lugares.”
Lo que nos toca hacer a nosotros es participar en la evangelización del mundo porque Mateo 24:14 dice, “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo para testimonio a todas las naciones; entonces, vendrá el fin.”

NIÑO. Es bueno tener la confianza de que Jesucristo es nuestro Salvador. ¡Todo está bajo su control!

PAPÁ. ¡Sí hijo! Me siento feliz de saber que tú, a tu edad, tienes tu fe puesta en el Señor Jesucristo como tu Salvador personal y confías en las promesas de Dios. Este es el tiempo para recordar que aunque estamos en tiempos difíciles, tenemos una gran esperanza. El pueblo de Dios proclama su paz.

(Leen juntos y a gran voz: “Porque Dios no envió a su hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.” (Juan 3:17). Se apagan las luces y se escuchan las notas del himno “Al mundo paz”.)

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