9 Minutos y 2 Personajes. Una periodista entrevista a Caleb: su vida en Egipto, su paso por el desierto y su llegada a Canaán. El diálogo está previsto para un programa posterior que reflexione sobre la confianza y dirección de Dios en nuestras vidas. Para descargarlo pinche AQUÍ.
ENTREVISTA A CALEB
PERIODISTA. ¡Hola, buenos días! Gracias por estar esta mañana con nosotros. Te hemos invitado porque queríamos conocer de primera mano un poco de tu vida ya que no sabemos mucho de ti y estamos muy interesados en saber por qué te consideran un personaje secundario. Cuéntanos un poco de tus orígenes…
CALEB. ¡Hola! Bueno, nací en Egipto hace 40 años, en el seno de la familia de Judá y me crié y viví hasta hace un año y pico allí.
PERIODISTA. ¿Y qué hacías allí?
CALEB. Pues lo que me mandaban.
PERIODISTA. ¿Como que lo que te mandaran?
CALEB. Sí, era un esclavo.
PERIODISTA. Vaya, lo siento, habrá sido muy duro.
CALEB. La verdad es que sí, es muy difícil explicar lo que pasamos allí. Tanto yo como el resto de mis compatriotas hebreos vivíamos en esclavitud, sometidos por los egipcios. Nos mataban a trabajar todo el día y bajo el sol abrasador de Egipto teníamos que hacer ladrillos y más ladrillos…
PERIODISTA. ¿Para qué tantos ladrillos? (Foto 1)
CALEB. Para construir sus edificios públicos y reales. La vida resultaba insoportable y clamábamos a Dios para que nos liberase de tanto sufrimiento. El Señor se apiadó de nosotros y nos liberó bajo la dirección de Moisés. Fue muy fuerte lo que vivimos allí y los egipcios sufrieron muchas penalidades hasta que nos dejaron ir.
PERIODISTA. ¿Qué es lo que les pasó?
CALEB. (Foto 2) Sufrieron terribles plagas que destrozaron el país entero. El agua de su río santo, el Nilo, se convirtió en sangre y no podían beber, ni lavarse, ni cocinar… También hubo una invasión de ranas y no podían dar un paso sin pisar una. Se metían por las despensas, los armarios y al final tuvieron que matarlas.
PERIODISTA. ¿Y qué problema había con matarlas?
CALEB. Pues porque las ranas eran considerados animales sagrados, relacionados con la fertilidad y se las consideraba portadoras de vida… ¿Qué paradoja, verdad? Tuvieron que matar a las portadoras de vida… Después de las ranas vinieron los piojos, moscas, langostas, granizo, tinieblas y úlceras que devastaron al país por completo. Mucha gente murió, los animales muertos yacían a miles por todos lados. Pero lo peor fue la última plaga: El Señor nos ordenó que untásemos con sangre los marcos de nuestras casas para que ningún primogénito muriese esa noche y así lo hicimos. (Foto 3) Marcamos nuestras puertas con sangre y nadie de nosotros murió pero en las casas de los egipcios se empezaron a escuchar clamores de angustia y el país entero se estremeció. Los primogénitos de los egipcios murieron, así como los primogénitos de sus animales…
PERIODISTA. ¿Y por qué no pintaron las puertas también si sabían de antemano lo que iba a pasar?
CALEB. Pues no lo entiendo, la verdad. La rebeldía de su corazón era enorme. Esa misma noche salimos de Egipto libres. Nos íbamos de allí dirigidos por nuestro Dios y liderados por Moisés sin saber muy bien hacia donde nos encaminábamos, ni qué iba a pasar con nosotros. Caminamos hasta el Mar Rojo cuando de repente vimos a lo lejos que el ejército egipcio trataba de alcanzarnos. El pueblo estaba aterrorizado, comenzaron a angustiarse y a culpar de su desgracia a Moisés. Moisés intentaba que se calmasen y que confiasen en Dios. Y así fue… la columna de nube que nos guiaba…
PERIODISTA. Perdona, ¿qué nube? (Foto 4)
CALEB. Había una columna de nube sobre nosotros que nos guardaba todo el tiempo. Esa nube aparte de protegernos del excesivo calor del desierto era la que nos indicaba el camino. Bueno, pues esa nube se puso a nuestras espaldas (ayudándose de mímica) y hacía de barrera entre los egipcios y nosotros.
PERIODISTA. Así que estabais rodeados.
CALEB. (Foto 5) Efectivamente: el mar delante de nosotros y a nuestra espalda el ejército egipcio. Parecía que todo iba a terminar allí pero Dios siempre abre una puerta inesperada en nuestras vidas y de la forma más curiosa. Las aguas del mar se separaron y todos atravesamos en seco el mar hasta la otra orilla. ¡Qué impresionante! ¿Te imaginas pasear entre cortinas de agua? Veíamos los peces dentro del agua y al meter la mano el agua se mantenía firme. Cuando todos acabamos de pasar, la nube que impedía a los egipcios que nos alcanzaran se puso otra vez al principio. Y allí estábamos: en una orilla nosotros y en la otra ellos. Nunca se me olvidarán sus caras. Empezaron a atravesar el mar también pero las aguas se soltaron con furia y los egipcios desaparecieron delante de nuestros ojos. Nuestros captores yacían en el mar y nosotros éramos libres.
PERIODISTA. ¡Qué historia tan impresionante!
CALEB. Durante un año y pico hemos estado en el desierto hasta que hemos llegado a nuestro destino final: Canaán.
PERIODISTA. ¿Canaán?
CALEB. Sí, Canaán. La tierra que Dios nos ha dado en herencia. Se decía de ella que de allí fluía leche y miel pero nosotros no la habíamos visto; nadie había salido de Egipto.
PERIODISTA. ¿Y cómo fue ese año y pico de vivir en el desierto? ¿Qué hicisteis?
CALEB. (Foto 6) Bueno, imagínate que toda tu vida has vivido en esclavitud y de repente eres libre… No sabíamos cómo vivir en libertad pero Dios pacientemente nos enseñó. A los tres meses de haber salido de Egipto llegamos al monte Sinaí. Allí Dios ordenó a Moisés que subiese al monte y que todo el pueblo se preparase porque Él iba a hablar con nosotros.
PERIODISTA. ¿Escuchasteis su voz?
CALEB. Sí, escuchamos su voz junto a truenos y relámpagos. Vimos una nube que se posó sobre el monte y el monte comenzó a echar humo. Parecía un horno en ebullición. La tierra se estremeció y nuestros corazones temblaban de miedo. Dios le entregó a Moisés los 10 mandamientos para que enseñasen a vivir en libertad y en armonía. Dios fue maravilloso. (Foto 7) Nos guió, nos protegió y nos cuidó durante todo el trayecto. Cada día el Señor hacía descender maná del cielo para alimentarnos. Hizo brotar agua fresca de una roca para saciar nuestra sed y nunca pasamos hambre ni sed en todo el tiempo que hemos estado en el desierto. Fíjate, así como la columna nos protegía por el día, por la noche había una columna de fuego que nos alumbraba. Todas, todas nuestras necesidades fueron cubiertas por el Señor. Hemos pasado así un año y medio más o menos hasta que hemos llegado a la frontera de Canaán y aquí estamos pasando otra crisis.
PERIODISTA. ¿Qué quieres decir?
CALEB. (Foto 8) Hace un mes y medio fuimos elegidos doce hombres del pueblo, uno de cada tribu para inspeccionar la tierra de Canaán. Se echaron suertes y yo salí elegido de la tribu de Judá. Estuvimos 40 días recorriendo el país e inspeccionándolo y efectivamente, vimos que era un país muy rico. Trajimos un racimo de uvas tan grande que tuvimos que cargarlo entre dos. Había gran riqueza: fuentes, ríos, mar, valles… El lugar no podía ser mejor después de vivir en el desierto y en las áridas tierras de Egipto. Dios nos eligió ese lugar sobre toda la tierra para vivir allí y no habría hecho falta siquiera haber ido a reconocerlo.
PERIODISTA. Entonces, ¿cuál es el problema?
CALEB. El problema es que mis otros compañeros han desanimado a todo el pueblo.
PERIODISTA. ¿Los otros once?
CALEB. Bueno, diez de ellos porque Josué, de la tribu de Efraín, piensa como yo.
PERIODISTA. La verdad es que no logro ver cuál es el problema…
CALEB. Pues porque tiene miedo de lo que vieron allí.
PERIODISTA. Pero, ¿qué vieron allí?
CALEB. Gigantes, los descendientes de Anac, y a su lado parecíamos hormigas… Empezaron a quejarse, a desanimar al pueblo y éste quería amotinarse. “Moisés, nos has sacado de Egipto para que muramos en manos de esos tíos”, decían. “Volvamos a Egipto”, replicaban otros. Pobre Moisés… estaba muy angustiado. Menos mal que su hermano estaba con él. Josué y yo intentábamos convencerles de que con Dios todo era posible, que Él nos había liberado de Egipto y guardado hasta ese día… pero la multitud no se convenció y querían apedrearnos. Lo habrían hecho si la gloria de Dios no se hubiese manifestado en la Tienda de Reunión. Moisés ha acudido allí y todavía no ha salido así que no sabemos qué va a pasar…
PERIODISTA. Bueno, Caleb, no te preocupes. Como bien dices, Dios os ha cuidado hasta aquí y lo seguirá haciendo. Te deseo mucha suerte con tu pueblo. Me imagino que debe ser difícil encontrarte en contra de todos y no sentirte apoyado pero tienes a Dios de tu lado. Muchas gracias por venir y compartir un poco de tu vida con nosotros.
CALEB. ¡Hola! Bueno, nací en Egipto hace 40 años, en el seno de la familia de Judá y me crié y viví hasta hace un año y pico allí.
PERIODISTA. ¿Y qué hacías allí?
CALEB. Pues lo que me mandaban.
PERIODISTA. ¿Como que lo que te mandaran?
CALEB. Sí, era un esclavo.
PERIODISTA. Vaya, lo siento, habrá sido muy duro.
CALEB. La verdad es que sí, es muy difícil explicar lo que pasamos allí. Tanto yo como el resto de mis compatriotas hebreos vivíamos en esclavitud, sometidos por los egipcios. Nos mataban a trabajar todo el día y bajo el sol abrasador de Egipto teníamos que hacer ladrillos y más ladrillos…
PERIODISTA. ¿Para qué tantos ladrillos? (Foto 1)
CALEB. Para construir sus edificios públicos y reales. La vida resultaba insoportable y clamábamos a Dios para que nos liberase de tanto sufrimiento. El Señor se apiadó de nosotros y nos liberó bajo la dirección de Moisés. Fue muy fuerte lo que vivimos allí y los egipcios sufrieron muchas penalidades hasta que nos dejaron ir.
PERIODISTA. ¿Qué es lo que les pasó?
CALEB. (Foto 2) Sufrieron terribles plagas que destrozaron el país entero. El agua de su río santo, el Nilo, se convirtió en sangre y no podían beber, ni lavarse, ni cocinar… También hubo una invasión de ranas y no podían dar un paso sin pisar una. Se metían por las despensas, los armarios y al final tuvieron que matarlas.
PERIODISTA. ¿Y qué problema había con matarlas?
CALEB. Pues porque las ranas eran considerados animales sagrados, relacionados con la fertilidad y se las consideraba portadoras de vida… ¿Qué paradoja, verdad? Tuvieron que matar a las portadoras de vida… Después de las ranas vinieron los piojos, moscas, langostas, granizo, tinieblas y úlceras que devastaron al país por completo. Mucha gente murió, los animales muertos yacían a miles por todos lados. Pero lo peor fue la última plaga: El Señor nos ordenó que untásemos con sangre los marcos de nuestras casas para que ningún primogénito muriese esa noche y así lo hicimos. (Foto 3) Marcamos nuestras puertas con sangre y nadie de nosotros murió pero en las casas de los egipcios se empezaron a escuchar clamores de angustia y el país entero se estremeció. Los primogénitos de los egipcios murieron, así como los primogénitos de sus animales…
PERIODISTA. ¿Y por qué no pintaron las puertas también si sabían de antemano lo que iba a pasar?
CALEB. Pues no lo entiendo, la verdad. La rebeldía de su corazón era enorme. Esa misma noche salimos de Egipto libres. Nos íbamos de allí dirigidos por nuestro Dios y liderados por Moisés sin saber muy bien hacia donde nos encaminábamos, ni qué iba a pasar con nosotros. Caminamos hasta el Mar Rojo cuando de repente vimos a lo lejos que el ejército egipcio trataba de alcanzarnos. El pueblo estaba aterrorizado, comenzaron a angustiarse y a culpar de su desgracia a Moisés. Moisés intentaba que se calmasen y que confiasen en Dios. Y así fue… la columna de nube que nos guiaba…
PERIODISTA. Perdona, ¿qué nube? (Foto 4)
CALEB. Había una columna de nube sobre nosotros que nos guardaba todo el tiempo. Esa nube aparte de protegernos del excesivo calor del desierto era la que nos indicaba el camino. Bueno, pues esa nube se puso a nuestras espaldas (ayudándose de mímica) y hacía de barrera entre los egipcios y nosotros.
PERIODISTA. Así que estabais rodeados.
CALEB. (Foto 5) Efectivamente: el mar delante de nosotros y a nuestra espalda el ejército egipcio. Parecía que todo iba a terminar allí pero Dios siempre abre una puerta inesperada en nuestras vidas y de la forma más curiosa. Las aguas del mar se separaron y todos atravesamos en seco el mar hasta la otra orilla. ¡Qué impresionante! ¿Te imaginas pasear entre cortinas de agua? Veíamos los peces dentro del agua y al meter la mano el agua se mantenía firme. Cuando todos acabamos de pasar, la nube que impedía a los egipcios que nos alcanzaran se puso otra vez al principio. Y allí estábamos: en una orilla nosotros y en la otra ellos. Nunca se me olvidarán sus caras. Empezaron a atravesar el mar también pero las aguas se soltaron con furia y los egipcios desaparecieron delante de nuestros ojos. Nuestros captores yacían en el mar y nosotros éramos libres.
PERIODISTA. ¡Qué historia tan impresionante!
CALEB. Durante un año y pico hemos estado en el desierto hasta que hemos llegado a nuestro destino final: Canaán.
PERIODISTA. ¿Canaán?
CALEB. Sí, Canaán. La tierra que Dios nos ha dado en herencia. Se decía de ella que de allí fluía leche y miel pero nosotros no la habíamos visto; nadie había salido de Egipto.
PERIODISTA. ¿Y cómo fue ese año y pico de vivir en el desierto? ¿Qué hicisteis?
CALEB. (Foto 6) Bueno, imagínate que toda tu vida has vivido en esclavitud y de repente eres libre… No sabíamos cómo vivir en libertad pero Dios pacientemente nos enseñó. A los tres meses de haber salido de Egipto llegamos al monte Sinaí. Allí Dios ordenó a Moisés que subiese al monte y que todo el pueblo se preparase porque Él iba a hablar con nosotros.
PERIODISTA. ¿Escuchasteis su voz?
CALEB. Sí, escuchamos su voz junto a truenos y relámpagos. Vimos una nube que se posó sobre el monte y el monte comenzó a echar humo. Parecía un horno en ebullición. La tierra se estremeció y nuestros corazones temblaban de miedo. Dios le entregó a Moisés los 10 mandamientos para que enseñasen a vivir en libertad y en armonía. Dios fue maravilloso. (Foto 7) Nos guió, nos protegió y nos cuidó durante todo el trayecto. Cada día el Señor hacía descender maná del cielo para alimentarnos. Hizo brotar agua fresca de una roca para saciar nuestra sed y nunca pasamos hambre ni sed en todo el tiempo que hemos estado en el desierto. Fíjate, así como la columna nos protegía por el día, por la noche había una columna de fuego que nos alumbraba. Todas, todas nuestras necesidades fueron cubiertas por el Señor. Hemos pasado así un año y medio más o menos hasta que hemos llegado a la frontera de Canaán y aquí estamos pasando otra crisis.
PERIODISTA. ¿Qué quieres decir?
CALEB. (Foto 8) Hace un mes y medio fuimos elegidos doce hombres del pueblo, uno de cada tribu para inspeccionar la tierra de Canaán. Se echaron suertes y yo salí elegido de la tribu de Judá. Estuvimos 40 días recorriendo el país e inspeccionándolo y efectivamente, vimos que era un país muy rico. Trajimos un racimo de uvas tan grande que tuvimos que cargarlo entre dos. Había gran riqueza: fuentes, ríos, mar, valles… El lugar no podía ser mejor después de vivir en el desierto y en las áridas tierras de Egipto. Dios nos eligió ese lugar sobre toda la tierra para vivir allí y no habría hecho falta siquiera haber ido a reconocerlo.
PERIODISTA. Entonces, ¿cuál es el problema?
CALEB. El problema es que mis otros compañeros han desanimado a todo el pueblo.
PERIODISTA. ¿Los otros once?
CALEB. Bueno, diez de ellos porque Josué, de la tribu de Efraín, piensa como yo.
PERIODISTA. La verdad es que no logro ver cuál es el problema…
CALEB. Pues porque tiene miedo de lo que vieron allí.
PERIODISTA. Pero, ¿qué vieron allí?
CALEB. Gigantes, los descendientes de Anac, y a su lado parecíamos hormigas… Empezaron a quejarse, a desanimar al pueblo y éste quería amotinarse. “Moisés, nos has sacado de Egipto para que muramos en manos de esos tíos”, decían. “Volvamos a Egipto”, replicaban otros. Pobre Moisés… estaba muy angustiado. Menos mal que su hermano estaba con él. Josué y yo intentábamos convencerles de que con Dios todo era posible, que Él nos había liberado de Egipto y guardado hasta ese día… pero la multitud no se convenció y querían apedrearnos. Lo habrían hecho si la gloria de Dios no se hubiese manifestado en la Tienda de Reunión. Moisés ha acudido allí y todavía no ha salido así que no sabemos qué va a pasar…
PERIODISTA. Bueno, Caleb, no te preocupes. Como bien dices, Dios os ha cuidado hasta aquí y lo seguirá haciendo. Te deseo mucha suerte con tu pueblo. Me imagino que debe ser difícil encontrarte en contra de todos y no sentirte apoyado pero tienes a Dios de tu lado. Muchas gracias por venir y compartir un poco de tu vida con nosotros.
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