25 Minutos y 12 Personajes + Extras. Un juguetero coloca un buzón para Papá Noel en su tienda para los niños entren y se animen a comprar. No hará caso de las cartas pero un niño pobre le pedirá que escriba la carta por él y eso le hará que reflexione sobre la verdadera Navidad...
UN JUGUETERO TRANSFORMADO
Gerardo Oberman. Idea original de un cuento de Juan Carlos Pisano
AMBIENTACIÓN
La mayor parte de la obra se desarrolla dentro de una juguetería.
Fondo con estanterías llenas de juguetes. Al frente un mostrador.
Se necesita un buzón (se puede armar con cajas de cartón) y un cartel que invite a los niños a depositar en él sus cartas a Papá Noel. Una de las escenas se desarrolla en la calle de un barrio pobre (puede ser al lado de la juguetería, abriendo más el telón).
Sobres cerrados que contienen (supuestamente) las cartas a Papá Noel.
En un sobre está la carta de Luis.
Piñata con caramelos para el final.
Grabador para poner música.
PERSONAJES
MARIANO - El juguetero
CECILIA - Esposa del juguetero
NIÑO 1
LUIS
VOZ
ANÍBAL - Amigo
JUAN - Amigo
NANCY - Amiga
NIÑO 2
NIÑO 3
NIÑA 1
NIÑA 2
ACTO I
VOZ. Mariano es el dueño de una juguetería; ésta que estamos viendo (se abre el telón y se ven las estanterías con los juguetes, el mostrador, el árbol de navidad con luces de colores). Una Navidad, Mariano decidió que tenía que hacer algo para que su negocio funcionara mejor y pudiera vender más juguetes. Al principio no se le ocurría nada. Caminaba de aquí para allá (Mariano camina, mira los juguetes, hace como que piensa) entre los juguetes y, de repente, (Mariano acompaña a la voz en off con sus gestos) se le ocurrió algo...
MARIANO. ¡Ya está, ya lo tengo! ¿Cómo no se me había ocurrido antes? Con esta idea el negocio va a funcionar a las mil maravillas y los juguetes se van a vender como churros. (Llamando a Cecilia.) Cecilia, ¿puedes venir un momento?
CECILIA. ¡Eh! ¡Cuánto barullo! (Con ironía.) ¿No sabes que el tiempo de Navidad es un tiempo de paz y de armonía?
MARIANO. Dejate de decir tonterías y escúchame. ¿Te acuerdas de que hablamos de la necesidad de hacer algo para poder vender más este año? Bueno, ¡ya se me ha ocurrido algo! ¿Sabés el qué?
CECILIA. No, venga; no le des más vueltas.
ANÍBAL. (Entrando en escena) Bueno, bueno, ¿otra vez discutiendo? Disfrutad un poco de la vida; que no es tan mala.
CECILIA. ¿Qué tal, Aníbal? Llegas justo a tiempo. Mariano dice que se le ha ocurrido una gran idea para hacer que el negocio funcione en estas fiestas.
ANÍBAL. Ya sé, no me lo digas: va a importar nieve de Holanda. ¡Muy buena idea! Así podremos tener una bonita navidad: blanca, pura...
MARIANO. No, en serio, lo que he pensado tiene lógica...
ANÍBAL. ¡Uy! Cuando empiezas con tu lógica... A ver, ¿qué brillante idea has tenido esta vez? ¿En lugar de vender juguetes los vamos a alquilar? Eso podría ir muy bien, ¿ves? Papá Noel te alquila las muñecas y los coches para el 24 y los padres te los devuelven el 25. Ideal para tiempos de crisis, ¿no?
CECILIA. Deja que Mariano diga lo suyo porque si no, después, se pone insoportable.
MARIANO. Gracias, ¿me vais a dejar hablar ahora? (Aníbal y Cecilia responden afirmativamente con gestos). Lo que se me ha ocurrido es poner un gran buzón en la puerta con una invitación para que todos los chicos del barrio dejen allí sus cartas para Papa Noel. ¿Qué tal? Creativo el hombre, ¿no?
CECILIA. La verdad que sí. Parece ser algo original. Podríamos repartir unos folletos por el barrio para que la gente, especialmente los chavales, se enteren y vengan...
ANÍBAL. Y sí..., a veinte céntimos el sello podemos ganar algunas perrillas.
MARIANO. No, dinosaurio capitalista, las cartas las depositan gratis. La idea es que vengan a la tienda, entren, pasen, vean y COMPREN.
ANÍBAL. Mirá quién habla de capitalista.
CECILIA. Bueno, basta de perder tiempo. Ya es mediodía. Cerremos y pongámonos manos a la obra.
VOZ. Mariano y Cecilia van a su casa y, con la ayuda de Aníbal, hacen el buzón. Entre tanto, mandan imprimir unos folletos y los reparten por el barrio (pedir a algunos niños que repartan entre la gente sentada algunos papelitos).
ACTO II
(Mariano regresa con el buzón con el cartel encima. Cartel: Deposita aquí tu carta para Papá Noel)
MARIANO. Ahora sí, a esperar... y a vender.
VOZ. La idea de Mariano fue realmente brillante. Muchísimos chicos del barrio depositaron sus cartas en el buzón (varios chicos pasan y depositan sobres) y mágicamente los juguetes se vendían.
CECILIA. ¡Uf! Por fin se termina el día. (Se acerca al buzón y saca las cartas depositadas). ¿Qué vas a hacer con todas estas cartas?
MARIANO. En realidad no pensaba hacer nada. Por mí, puedes tiralas a la basura... (Cecilia se acerca hasta un cesto de basura y las tira).
VOZ. Así todos los días. Muchos chavales depositaban sus cartas, con sus sueños, sus ilusiones... Pero al terminar el día, al bajar la persiana del negocio, Mariano tiraba todas esas cartas. No le interesaban los niños ni lo que escribían. Sólo pensaba en su negocio: vender y vender y seguir vendiendo... Hasta que una tarde sucedió algo que cambió la historia.
NIÑO 1. (Entrando al negocio.) Buenas tardes, señor, ¿usted es el que le manda cartas a Papá Noel?
MARIANO. Sí, soy yo. Éste es el único negocio que tiene correo privado con la tierra de Papa Noel. ¿Has visto algún juguete que te interesa pedirle? ¿Se lo has contado a tus padres?
NIÑO 1. No, señor; yo no quiero pedir ningún juguete. Vengo a pedirle si usted puede escribirle mi carta porque yo tengo muy mala letra y no sé escribir muy bien.
MARIANO. (Malhumorado.) Mira, yo no puedo perder mucho tiempo porque tengo un negocio del que ocuparme. Tengo que ordenar las estanterías y hacer más pedidos. Pero... (dudando), está bien, a esta hora viene poca gente, así que te voy a ayudar a escribir tu carta, si es que no es muy larga.
NIÑO 1. Gracias.
MARIANO. (Tomando una hoja de papel y un bolígrafo.) ¿Qué quieres pedirle a Papá Noel? ¿Qué juguete te anoto?
NIÑO 1. (Decidido.) Ponga: Señor Papá Noel, dos puntos.
MARIANO. (Mirando al niño.) La mayoría de los chicos cuando escriben le ponen "Querido Papá Noel". ¿No te parece mejor?
NIÑO 1. No, está bien así. Le sigo dictando. Yo vendo muñecas a la salida de la estación de tren; la gente no me compra casi nada y a mí se me ha ocurrido que usted podría comprarme una buena cantidad para repartirlas con sus regalos de Navidad.
MARIANO. (Asombrado.) ¿Cómo?
NIÑO 1. Claro, Papá Noel debe de comprar los regalos en alguna parte, ¿no? ¿Por qué no me podría comprar algunos a mí?
MARIANO. ¿Quieres decir que, en lugar de pedirle algo, le escribes a Papá Noel para proponerle un negocio?
NIÑO 1. (Dudando.) ¿Usted cree que no me va a responder? ¿No le gustarán mis muñecas? ¿O Papá Noel no tiene ojos para los pobres?
MARIANO. (Sale de detrás del mostrador y se acerca al niño.) Mira, muchacho, con mucho gusto te ayudaría pero Papá Noel no responde cartas como esa. Él tiene su propia fábrica de juguetes y no compra los juguetes que regala ni en las tiendas como ésta ni a los pequeños vendedores como tú. Papa Noel no hace negocios con la gente. La verdad es que no creo que valga la pena escribir esta carta... Mejor, márchate y trata de vender tus muñecas antes de que se pase el día.
NIÑO 1. (Sale de escena cabizbajo, triste)...
(Mariano se sienta, pensativo, mientras la voz en off lee.)
VOZ. ¿Qué hubiera pasado si este chico hubiera escrito la carta y la hubiera puesto en mi buzón sin decirme nada? Nunca hubiera recibido una respuesta ni una explicación... Todos estos días he estado tirando las cartas que los chicos ponían en el buzón. ¿Habría otras cartas como ésta? ¿Qué pedirán los chicos a Papá Noel? (Mariano mira el buzón, se levanta y se acerca a él.)
MARIANO. Creo que de ahora en adelante, voy a leerlas. (Mirando el reloj.) Ya es hora de cerrar... (Hace como que cierra el negocio y va hacia el buzón, lo vacía, se sienta y empieza a leer.)
VOZ. (Mariano sigue abriendo sobres y leyendo mientras la voz habla) Durante varios días Mariano leyó las cartas que los chicos depositaban en el buzón. A veces se le sumaba Cecilia (aparece y se sienta junto a Mariano). Pero no encontraron nada especial. Sólo pedidos de juguetes y más juguetes. ¡Pero un día sucedió algo!
MARIANO. (Empieza a caminar con una carta en la mano.) Cecilia, escucha lo que dice esta carta...
LUIS. (La voz de un niño lee la carta -puede estar grabada- mientras el rostro de Mariano se va entristeciendo, conmovido.
"Querido Papá Noel:
Mi papá y mi mamá me contaron que vivías en un pueblo donde, todas las navidades, repartías regalos a los vecinos más pobres. Y también me dijeron que todavía sigues haciendo regalos a los que se portan bien. Bueno, yo conozco a unos chicos a los que nunca les has mandado nada y, sin embargo, se portan muy bien. Sus papás les explicaron que tú te debes de haber olvidado de ellos o que no te alcanzan los regalos pero yo no puedo creer eso de alguien como tú. Quisiera pedirte que este año te acordaras de ellos. En todo caso, prefiero que a mí no me traigas nada. Yo no lo necesito pero ellos sí.
Viven en un barrio pobre, San Camilo, en el camino de Cintura nº
3505, casilla 21. No te olvides, ¡por favor!
¡Ah! ¡Feliz Navidad!
Luis"
CECILIA. Ay, Mariano, es una carta más. Y encima no pide ningún juguete importante. No te me vas a conmover ahora, ¿eh? Mira que los negocios y los sentimientos no pueden mezclarse. Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.
MARIANO. No, mi amor, ésta no es una carta más. Es como un despertador, como una alarma que quiere decirnos algo...
VOZ. (Salen un momento de escena.) Una noche, Aníbal y otros amigos fueron a visitar a Mariano y a su esposa. Conversaron acerca del trabajo, de las corridas de fin de año, de los preparativos para las fiestas y todas esas cosas.
ACTO III
ANÍBAL. La verdad es que el tiempo no alcanza para mucho. Para llegar bien a navidad hay que correr como una liebre. Yo tengo a mi mujer preparando comida todos los días. Y ayer, cuando fui al supermercado, ya compré todas las bebidas. Si esperás unos días más las tiendas se convierten en un hervidero de gente.
NANCY. ¿Te acuerdás de cuando éramos pequeños? ¡Qué distintas eran las cosas! No había tantas tiendas ni tanto preparativo con las fiestas. Ahora, todo es un derroche de consumismo. Los supermercados dan asco...
CECILIA. No te metas con las tiendas que nosotros vivimos de eso, ¿eh? Deja que la gente compre, que gaste, que eso es muy bueno, (riendo) especialmente para nosotros.
ANÍBAL. Sí, con la idea del buzón que tuvo Mariano, las cosas marchan mejor. Y éste (señalando a Mariano) parece que se ha engordado.
JUAN. (Con ironía.) Lástima que Papá Noel siempre se vista de rojo y blanco, ¿no? Los grandes personajes de la historia saben qué colores son buenos...
MARIANO. Hablando en serio, muchachos, en realidad Nancy dio en el clavo. De tanto pensar en nosotros, en nuestra fiesta, en nuestro negocio y en nuestras cosas, nos olvidamos de que hay muchos que no tienen nada y que ni siquiera tienen ganas de celebrar esos días.
CECILIA. (Mirando a las visitas.) No está bien desde hace unos días. Recibió una carta de alguien que le pidió a Papá Noel (mira hacia arriba) que se acordara de los pobres de un barrio de por ahí.
ANÍBAL. Y, algo de razón tiene. Hay mucha gente que lo pasa mal y me parece que cada vez son más. Gracias a Dios nosotros todavía podemos celebrar una Navidad como la gente, ¿no?
MARIANO. Tú has nombrado a Dios. ¿Te acuerdas de lo que nos enseñaron cuando íbamos a la iglesia? La Navidad no era el árbol, ni la comida, ni los regalos. La Navidad era Dios que venía al mundo. Y venía pobre, nacía en un pueblecito y en un pesebre. En uno de verdad y no en uno de esos de plástico que yo tengo en la juguetería. ¿Qué ha quedado de ese Dios? ¿Qué lugar tiene en nuestras fiestas? La carta que leí me ha hecho pensar en todas estas cosas.
JUAN. Pero te has vuelto completamente loco, Mariano. En este mundo ya no hay lugar para esas cosas. Si te vas a dejar guiar por sensiblerías nunca vas a llegar a nada y otros te van a pisar la cabeza. Esas cosas de la niñez, lo que nos enseñaron en la iglesia, son cosas para niños o para ignorantes. La vida real es otra cosa. Además, a mí no me parece que Dios tenga mucho que ver con esto.
MARIANO. No sé.
NANCY. Pregúntate, Aníbal, ¿cuál es el sentido de tu vida? Vives para tu trabajo. No tienes tiempo ni para tus hijos. ¿Cuando juegas con ellos? ¿Los acompañas a la escuela? ¿Y tú, Juan? ¿Qué puedes decir de tu vida de ejecutivo? ¿No te parece a veces que eres parte de una maquinaria que termina consumiéndote? A mí me parece que la vida que vivimos ya no es vida. Cada uno lucha por sus propias conveniencias, defendiendo intereses personales. Cada uno vive aislado en su mundo y cada día crece más la indiferencia. ¿Cuándo fue la última vez que nos preocupamos por alguien?
CECILIA. ¡Uy, mujer! ¡Qué mal rollo! Yo os he invitado para pasar un buen rato juntos, para preparar lo que íbamos a hacer en la Nochebuena y fijaos en las tontadas que estáis diciendo. Lo único que falta es que encima queráis ir a ese barrio pobre.
VOZ. Pobre Cecilia. Sus palabras fueron como un desafío... Al otro día, al mediodía, Nancy, Aníbal y Mariano, van a la dirección que les había dado el niño.
ACTO IV
(Esto ocurre en un barrio humilde. Hay cuatro niños/as jugando. Los tres amigos se acercan caminando y hablando.)
NANCY. ¡Qué lugar! Mira que si nos asaltan... ¿Estáis seguros de que es aquí?
MARIANO. Sí, seguro. ¿Ves? Ahí hay unos chavales jugando. Vamos a preguntarles.
ANÍBAL. Hola, chicos. ¿Qué tal? ¿Este es el barrio de San Camilo?
NIÑO 2. Sí, ¿a quién busca?
MARIANO. En realidad buscamos a los chicos de la casilla 21. ¿Los conocéis?
NIÑA 1. Sí, sí. Son Azucena y Darío. Pero ahora no están. Se van temprano y no vuelven hasta la noche.
NANCY. Seguro que van al colegio...
NIÑO 3. ¡Qué colegio! Se van a la Capi, a pedir en los semáforos.
NIÑA 2. ¿Y para qué los buscaban, si se puede saber?
MARIANO. No, por nada... (Intención de irse.) Creo que nos vamos a ir.
ANÍBAL. (Sujetando del brazo a Mariano, como para que se quede) Oye, y vosotros, ¿cómo os llamáis?
(Casi peleándose por responder.)
NIÑO 3. Yo, Enrique.
NIÑA 2. Yo, María.
NIÑA 1. Y a mí me llaman la Pocha.
NANCY. (Mirando al Niño 2.) ¿Y tú? ¿No tienes nombre?
NIÑO 2. ¿Y a ustedes qué les importa? ¿Para qué quieren saber nuestros nombres? (Mirando a sus amigos) Vamos, chicos, vámonos a casa.
NANCY. No, esperad. Sólamente queremos hablar un rato con vosotros. Mi amigo Mariano (lo señala) tiene una juguetería y quería hacerles unos regalitos a esos chicos de la casilla 21 porque nos dijeron que nunca recibían nada para Navidad.
NIÑA 2. ¡Ja! Si es por eso, aquí casi nadie recibe regalos.
NIÑO 3. A mí, a veces, me han dado regalos. Venían de una iglesia y nos daban algunos juguetes que otros chicos ya no usaban. Pero a mí me gustaban de todas formas. Una vez le dieron una muñeca a mi hermana que le faltaban los brazos.
NIÑA 1. Y bueno, si somos pobres hay que aguantarse, ¿no? Eso dice mi madre.
NIÑO 2. ¿Y ustedes creen que con un regalito a dos chicos pobres se solucionan sus problemas? Aquí hay muchos chicos y mucha gente sin trabajo y muchas madres embarazadas...
MARIANO. Bueno, chicos, perdonad... Nosotros nos tenemos que ir.
ACTO V
(De nuevo en la juguetería, los amigos reunidos.)
CECILIA. ¿Habéis visto? Yo os dije que no valía la pena ir allí. Al final, ni siquiera te agradecen que hayas ido por allí. ¡Con el peligro que uno corre en esa zona!
MARIANO. Basta, Cecilia. Tú no te das cuenta, pero ahí hay tanta necesidad que dos juguetes para dos chicos no son más que unas gotas de agua en el océano. Me gustaría hacer algo por esos chavales pero, ¿qué? ¿Se os ocurre algo a vosotros?
ANÍBAL. Yo creo que con el intento ya basta. Los chicos que buscábamos no estaban y ya está. Uno no puede solucionar las miserias del mundo. Para eso están..., eh..., ¿los políticos? Digo, ¿quién hay para esto?
NANCY. No hay nadie, Aníbal. Si uno no hace su parte no se puede pretender que las cosas cambien. Todos aplaudimos a la madre Teresa de Calcuta por lo que hacía. ¿Y sabés por qué? Porque ella se ensuciaba las manos por nosotros. Yo creo que tenemos que hacer algo...
MARIANO. Yo opino lo mismo.
ANÍBAL. Sí, claro, ¿por qué no inauguramos una filial de Disneylandia? ¿Qué podemos hacer nosotros solos?
NANCY. No sé, pensemos, ya se nos ocurrirá algo. Si todos ponemos nuestro granito de arena podemos hacer que la Navidad tenga un sentido para esos chicos.
JUAN. Y bueno, si todos están de acuerdo, yo también me apunto. Igual me sienta bien el hacer el bien.
ACTO VI
(Mientras la voz en off lee se cierra el telón un rato para que el escenario se transforme en un barrio pobre.)
VOZ. Los amigos siguieron conversando y finalmente decidieron organizar, con la ayuda del chico que les había escrito la carta, una tarde de fiesta para todos los chicos del barrio donde vivían Darío, Azucena, María, Enrique, la Pocha y el chaval sin nombre... ¿Escucháis? Ya se oye la música y las voces de los chicos que juegan y corren...
(Se abre el telón, se escucha algo de música y se ven a los chicos jugando y bailando al ritmo de una melodía alegre).
Ved cuánta alegría en cada rostro. Los chicos están felices así como los que organizaron todo esto.
(Sigue un momentito el jolgorio, mientras los personajes charlan informalmente, bailan, juegan, se mueven sobre el escenario.)
MARIANO. (Apartándose hacia el borde del escenario, mirando y dirigiéndose a los presentes.) ¿Sabéis? Hasta no hace mucho, la Navidad era para mí una fecha especial sólo porque mi negocio funcionaba mejor y aumentaban las ventas, y porque era un momento del año en el que la familia se reunía para estar junta; pero no era más que eso. En realidad, no era más que una fiesta vacía. En esta Navidad descubrí algo distinto, algo diferente. Cuando salí de mi pequeño mundo para estar junto a otros, para compartir con los chicos; cuando pude vencer mi egoísmo y mis miedos y me animé a buscar a los más pequeños, allí descubrí algo maravilloso. Yo pude traerles, en nombre de Papá Noel, algunos regalos a los más pequeños... (Pausa) Pero el mayor regalo lo recibimos nosotros. Creo que en esta Navidad nos hemos encontrado nuevamente con Dios. Ojalá vosotros también podáis experimentar en vuestras vidas, en esta Navidad, ese encuentro con Dios. No importa cómo, dónde o con quién... Que en esta Navidad Dios no esté ausente en tu fiesta.
¡Feliz Navidad!
(Vuelve a la fiesta mientras uno de los chicos rompe la piñata, caen los caramelos y los papeles y crecen los aplausos y risas. En medio del barullo -disminuye un poco la intensidad de la música y las voces. Se levanta el Niño 2 y le habla bien fuerte a Mariano.)
NIÑO 2. ¡Ey, señor! Gracias... Gracias por compartir esta tarde con nosotros, por acordarse de los pequeños. Ahora sí que le voy a decir mi nombre... Mis amigos me llaman Jesús.
TODOS. (Se abrazan y dicen todos a coro mirando a la gente.) ¡FELIZ NAVIDAD!
(Se cierra el telón.)
FIN
La mayor parte de la obra se desarrolla dentro de una juguetería.
Fondo con estanterías llenas de juguetes. Al frente un mostrador.
Se necesita un buzón (se puede armar con cajas de cartón) y un cartel que invite a los niños a depositar en él sus cartas a Papá Noel. Una de las escenas se desarrolla en la calle de un barrio pobre (puede ser al lado de la juguetería, abriendo más el telón).
Sobres cerrados que contienen (supuestamente) las cartas a Papá Noel.
En un sobre está la carta de Luis.
Piñata con caramelos para el final.
Grabador para poner música.
PERSONAJES
MARIANO - El juguetero
CECILIA - Esposa del juguetero
NIÑO 1
LUIS
VOZ
ANÍBAL - Amigo
JUAN - Amigo
NANCY - Amiga
NIÑO 2
NIÑO 3
NIÑA 1
NIÑA 2
ACTO I
VOZ. Mariano es el dueño de una juguetería; ésta que estamos viendo (se abre el telón y se ven las estanterías con los juguetes, el mostrador, el árbol de navidad con luces de colores). Una Navidad, Mariano decidió que tenía que hacer algo para que su negocio funcionara mejor y pudiera vender más juguetes. Al principio no se le ocurría nada. Caminaba de aquí para allá (Mariano camina, mira los juguetes, hace como que piensa) entre los juguetes y, de repente, (Mariano acompaña a la voz en off con sus gestos) se le ocurrió algo...
MARIANO. ¡Ya está, ya lo tengo! ¿Cómo no se me había ocurrido antes? Con esta idea el negocio va a funcionar a las mil maravillas y los juguetes se van a vender como churros. (Llamando a Cecilia.) Cecilia, ¿puedes venir un momento?
CECILIA. ¡Eh! ¡Cuánto barullo! (Con ironía.) ¿No sabes que el tiempo de Navidad es un tiempo de paz y de armonía?
MARIANO. Dejate de decir tonterías y escúchame. ¿Te acuerdas de que hablamos de la necesidad de hacer algo para poder vender más este año? Bueno, ¡ya se me ha ocurrido algo! ¿Sabés el qué?
CECILIA. No, venga; no le des más vueltas.
ANÍBAL. (Entrando en escena) Bueno, bueno, ¿otra vez discutiendo? Disfrutad un poco de la vida; que no es tan mala.
CECILIA. ¿Qué tal, Aníbal? Llegas justo a tiempo. Mariano dice que se le ha ocurrido una gran idea para hacer que el negocio funcione en estas fiestas.
ANÍBAL. Ya sé, no me lo digas: va a importar nieve de Holanda. ¡Muy buena idea! Así podremos tener una bonita navidad: blanca, pura...
MARIANO. No, en serio, lo que he pensado tiene lógica...
ANÍBAL. ¡Uy! Cuando empiezas con tu lógica... A ver, ¿qué brillante idea has tenido esta vez? ¿En lugar de vender juguetes los vamos a alquilar? Eso podría ir muy bien, ¿ves? Papá Noel te alquila las muñecas y los coches para el 24 y los padres te los devuelven el 25. Ideal para tiempos de crisis, ¿no?
CECILIA. Deja que Mariano diga lo suyo porque si no, después, se pone insoportable.
MARIANO. Gracias, ¿me vais a dejar hablar ahora? (Aníbal y Cecilia responden afirmativamente con gestos). Lo que se me ha ocurrido es poner un gran buzón en la puerta con una invitación para que todos los chicos del barrio dejen allí sus cartas para Papa Noel. ¿Qué tal? Creativo el hombre, ¿no?
CECILIA. La verdad que sí. Parece ser algo original. Podríamos repartir unos folletos por el barrio para que la gente, especialmente los chavales, se enteren y vengan...
ANÍBAL. Y sí..., a veinte céntimos el sello podemos ganar algunas perrillas.
MARIANO. No, dinosaurio capitalista, las cartas las depositan gratis. La idea es que vengan a la tienda, entren, pasen, vean y COMPREN.
ANÍBAL. Mirá quién habla de capitalista.
CECILIA. Bueno, basta de perder tiempo. Ya es mediodía. Cerremos y pongámonos manos a la obra.
VOZ. Mariano y Cecilia van a su casa y, con la ayuda de Aníbal, hacen el buzón. Entre tanto, mandan imprimir unos folletos y los reparten por el barrio (pedir a algunos niños que repartan entre la gente sentada algunos papelitos).
ACTO II
(Mariano regresa con el buzón con el cartel encima. Cartel: Deposita aquí tu carta para Papá Noel)
MARIANO. Ahora sí, a esperar... y a vender.
VOZ. La idea de Mariano fue realmente brillante. Muchísimos chicos del barrio depositaron sus cartas en el buzón (varios chicos pasan y depositan sobres) y mágicamente los juguetes se vendían.
CECILIA. ¡Uf! Por fin se termina el día. (Se acerca al buzón y saca las cartas depositadas). ¿Qué vas a hacer con todas estas cartas?
MARIANO. En realidad no pensaba hacer nada. Por mí, puedes tiralas a la basura... (Cecilia se acerca hasta un cesto de basura y las tira).
VOZ. Así todos los días. Muchos chavales depositaban sus cartas, con sus sueños, sus ilusiones... Pero al terminar el día, al bajar la persiana del negocio, Mariano tiraba todas esas cartas. No le interesaban los niños ni lo que escribían. Sólo pensaba en su negocio: vender y vender y seguir vendiendo... Hasta que una tarde sucedió algo que cambió la historia.
NIÑO 1. (Entrando al negocio.) Buenas tardes, señor, ¿usted es el que le manda cartas a Papá Noel?
MARIANO. Sí, soy yo. Éste es el único negocio que tiene correo privado con la tierra de Papa Noel. ¿Has visto algún juguete que te interesa pedirle? ¿Se lo has contado a tus padres?
NIÑO 1. No, señor; yo no quiero pedir ningún juguete. Vengo a pedirle si usted puede escribirle mi carta porque yo tengo muy mala letra y no sé escribir muy bien.
MARIANO. (Malhumorado.) Mira, yo no puedo perder mucho tiempo porque tengo un negocio del que ocuparme. Tengo que ordenar las estanterías y hacer más pedidos. Pero... (dudando), está bien, a esta hora viene poca gente, así que te voy a ayudar a escribir tu carta, si es que no es muy larga.
NIÑO 1. Gracias.
MARIANO. (Tomando una hoja de papel y un bolígrafo.) ¿Qué quieres pedirle a Papá Noel? ¿Qué juguete te anoto?
NIÑO 1. (Decidido.) Ponga: Señor Papá Noel, dos puntos.
MARIANO. (Mirando al niño.) La mayoría de los chicos cuando escriben le ponen "Querido Papá Noel". ¿No te parece mejor?
NIÑO 1. No, está bien así. Le sigo dictando. Yo vendo muñecas a la salida de la estación de tren; la gente no me compra casi nada y a mí se me ha ocurrido que usted podría comprarme una buena cantidad para repartirlas con sus regalos de Navidad.
MARIANO. (Asombrado.) ¿Cómo?
NIÑO 1. Claro, Papá Noel debe de comprar los regalos en alguna parte, ¿no? ¿Por qué no me podría comprar algunos a mí?
MARIANO. ¿Quieres decir que, en lugar de pedirle algo, le escribes a Papá Noel para proponerle un negocio?
NIÑO 1. (Dudando.) ¿Usted cree que no me va a responder? ¿No le gustarán mis muñecas? ¿O Papá Noel no tiene ojos para los pobres?
MARIANO. (Sale de detrás del mostrador y se acerca al niño.) Mira, muchacho, con mucho gusto te ayudaría pero Papá Noel no responde cartas como esa. Él tiene su propia fábrica de juguetes y no compra los juguetes que regala ni en las tiendas como ésta ni a los pequeños vendedores como tú. Papa Noel no hace negocios con la gente. La verdad es que no creo que valga la pena escribir esta carta... Mejor, márchate y trata de vender tus muñecas antes de que se pase el día.
NIÑO 1. (Sale de escena cabizbajo, triste)...
(Mariano se sienta, pensativo, mientras la voz en off lee.)
VOZ. ¿Qué hubiera pasado si este chico hubiera escrito la carta y la hubiera puesto en mi buzón sin decirme nada? Nunca hubiera recibido una respuesta ni una explicación... Todos estos días he estado tirando las cartas que los chicos ponían en el buzón. ¿Habría otras cartas como ésta? ¿Qué pedirán los chicos a Papá Noel? (Mariano mira el buzón, se levanta y se acerca a él.)
MARIANO. Creo que de ahora en adelante, voy a leerlas. (Mirando el reloj.) Ya es hora de cerrar... (Hace como que cierra el negocio y va hacia el buzón, lo vacía, se sienta y empieza a leer.)
VOZ. (Mariano sigue abriendo sobres y leyendo mientras la voz habla) Durante varios días Mariano leyó las cartas que los chicos depositaban en el buzón. A veces se le sumaba Cecilia (aparece y se sienta junto a Mariano). Pero no encontraron nada especial. Sólo pedidos de juguetes y más juguetes. ¡Pero un día sucedió algo!
MARIANO. (Empieza a caminar con una carta en la mano.) Cecilia, escucha lo que dice esta carta...
LUIS. (La voz de un niño lee la carta -puede estar grabada- mientras el rostro de Mariano se va entristeciendo, conmovido.
"Querido Papá Noel:
Mi papá y mi mamá me contaron que vivías en un pueblo donde, todas las navidades, repartías regalos a los vecinos más pobres. Y también me dijeron que todavía sigues haciendo regalos a los que se portan bien. Bueno, yo conozco a unos chicos a los que nunca les has mandado nada y, sin embargo, se portan muy bien. Sus papás les explicaron que tú te debes de haber olvidado de ellos o que no te alcanzan los regalos pero yo no puedo creer eso de alguien como tú. Quisiera pedirte que este año te acordaras de ellos. En todo caso, prefiero que a mí no me traigas nada. Yo no lo necesito pero ellos sí.
Viven en un barrio pobre, San Camilo, en el camino de Cintura nº
3505, casilla 21. No te olvides, ¡por favor!
¡Ah! ¡Feliz Navidad!
Luis"
CECILIA. Ay, Mariano, es una carta más. Y encima no pide ningún juguete importante. No te me vas a conmover ahora, ¿eh? Mira que los negocios y los sentimientos no pueden mezclarse. Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.
MARIANO. No, mi amor, ésta no es una carta más. Es como un despertador, como una alarma que quiere decirnos algo...
VOZ. (Salen un momento de escena.) Una noche, Aníbal y otros amigos fueron a visitar a Mariano y a su esposa. Conversaron acerca del trabajo, de las corridas de fin de año, de los preparativos para las fiestas y todas esas cosas.
ACTO III
ANÍBAL. La verdad es que el tiempo no alcanza para mucho. Para llegar bien a navidad hay que correr como una liebre. Yo tengo a mi mujer preparando comida todos los días. Y ayer, cuando fui al supermercado, ya compré todas las bebidas. Si esperás unos días más las tiendas se convierten en un hervidero de gente.
NANCY. ¿Te acuerdás de cuando éramos pequeños? ¡Qué distintas eran las cosas! No había tantas tiendas ni tanto preparativo con las fiestas. Ahora, todo es un derroche de consumismo. Los supermercados dan asco...
CECILIA. No te metas con las tiendas que nosotros vivimos de eso, ¿eh? Deja que la gente compre, que gaste, que eso es muy bueno, (riendo) especialmente para nosotros.
ANÍBAL. Sí, con la idea del buzón que tuvo Mariano, las cosas marchan mejor. Y éste (señalando a Mariano) parece que se ha engordado.
JUAN. (Con ironía.) Lástima que Papá Noel siempre se vista de rojo y blanco, ¿no? Los grandes personajes de la historia saben qué colores son buenos...
MARIANO. Hablando en serio, muchachos, en realidad Nancy dio en el clavo. De tanto pensar en nosotros, en nuestra fiesta, en nuestro negocio y en nuestras cosas, nos olvidamos de que hay muchos que no tienen nada y que ni siquiera tienen ganas de celebrar esos días.
CECILIA. (Mirando a las visitas.) No está bien desde hace unos días. Recibió una carta de alguien que le pidió a Papá Noel (mira hacia arriba) que se acordara de los pobres de un barrio de por ahí.
ANÍBAL. Y, algo de razón tiene. Hay mucha gente que lo pasa mal y me parece que cada vez son más. Gracias a Dios nosotros todavía podemos celebrar una Navidad como la gente, ¿no?
MARIANO. Tú has nombrado a Dios. ¿Te acuerdas de lo que nos enseñaron cuando íbamos a la iglesia? La Navidad no era el árbol, ni la comida, ni los regalos. La Navidad era Dios que venía al mundo. Y venía pobre, nacía en un pueblecito y en un pesebre. En uno de verdad y no en uno de esos de plástico que yo tengo en la juguetería. ¿Qué ha quedado de ese Dios? ¿Qué lugar tiene en nuestras fiestas? La carta que leí me ha hecho pensar en todas estas cosas.
JUAN. Pero te has vuelto completamente loco, Mariano. En este mundo ya no hay lugar para esas cosas. Si te vas a dejar guiar por sensiblerías nunca vas a llegar a nada y otros te van a pisar la cabeza. Esas cosas de la niñez, lo que nos enseñaron en la iglesia, son cosas para niños o para ignorantes. La vida real es otra cosa. Además, a mí no me parece que Dios tenga mucho que ver con esto.
MARIANO. No sé.
NANCY. Pregúntate, Aníbal, ¿cuál es el sentido de tu vida? Vives para tu trabajo. No tienes tiempo ni para tus hijos. ¿Cuando juegas con ellos? ¿Los acompañas a la escuela? ¿Y tú, Juan? ¿Qué puedes decir de tu vida de ejecutivo? ¿No te parece a veces que eres parte de una maquinaria que termina consumiéndote? A mí me parece que la vida que vivimos ya no es vida. Cada uno lucha por sus propias conveniencias, defendiendo intereses personales. Cada uno vive aislado en su mundo y cada día crece más la indiferencia. ¿Cuándo fue la última vez que nos preocupamos por alguien?
CECILIA. ¡Uy, mujer! ¡Qué mal rollo! Yo os he invitado para pasar un buen rato juntos, para preparar lo que íbamos a hacer en la Nochebuena y fijaos en las tontadas que estáis diciendo. Lo único que falta es que encima queráis ir a ese barrio pobre.
VOZ. Pobre Cecilia. Sus palabras fueron como un desafío... Al otro día, al mediodía, Nancy, Aníbal y Mariano, van a la dirección que les había dado el niño.
ACTO IV
(Esto ocurre en un barrio humilde. Hay cuatro niños/as jugando. Los tres amigos se acercan caminando y hablando.)
NANCY. ¡Qué lugar! Mira que si nos asaltan... ¿Estáis seguros de que es aquí?
MARIANO. Sí, seguro. ¿Ves? Ahí hay unos chavales jugando. Vamos a preguntarles.
ANÍBAL. Hola, chicos. ¿Qué tal? ¿Este es el barrio de San Camilo?
NIÑO 2. Sí, ¿a quién busca?
MARIANO. En realidad buscamos a los chicos de la casilla 21. ¿Los conocéis?
NIÑA 1. Sí, sí. Son Azucena y Darío. Pero ahora no están. Se van temprano y no vuelven hasta la noche.
NANCY. Seguro que van al colegio...
NIÑO 3. ¡Qué colegio! Se van a la Capi, a pedir en los semáforos.
NIÑA 2. ¿Y para qué los buscaban, si se puede saber?
MARIANO. No, por nada... (Intención de irse.) Creo que nos vamos a ir.
ANÍBAL. (Sujetando del brazo a Mariano, como para que se quede) Oye, y vosotros, ¿cómo os llamáis?
(Casi peleándose por responder.)
NIÑO 3. Yo, Enrique.
NIÑA 2. Yo, María.
NIÑA 1. Y a mí me llaman la Pocha.
NANCY. (Mirando al Niño 2.) ¿Y tú? ¿No tienes nombre?
NIÑO 2. ¿Y a ustedes qué les importa? ¿Para qué quieren saber nuestros nombres? (Mirando a sus amigos) Vamos, chicos, vámonos a casa.
NANCY. No, esperad. Sólamente queremos hablar un rato con vosotros. Mi amigo Mariano (lo señala) tiene una juguetería y quería hacerles unos regalitos a esos chicos de la casilla 21 porque nos dijeron que nunca recibían nada para Navidad.
NIÑA 2. ¡Ja! Si es por eso, aquí casi nadie recibe regalos.
NIÑO 3. A mí, a veces, me han dado regalos. Venían de una iglesia y nos daban algunos juguetes que otros chicos ya no usaban. Pero a mí me gustaban de todas formas. Una vez le dieron una muñeca a mi hermana que le faltaban los brazos.
NIÑA 1. Y bueno, si somos pobres hay que aguantarse, ¿no? Eso dice mi madre.
NIÑO 2. ¿Y ustedes creen que con un regalito a dos chicos pobres se solucionan sus problemas? Aquí hay muchos chicos y mucha gente sin trabajo y muchas madres embarazadas...
MARIANO. Bueno, chicos, perdonad... Nosotros nos tenemos que ir.
ACTO V
(De nuevo en la juguetería, los amigos reunidos.)
CECILIA. ¿Habéis visto? Yo os dije que no valía la pena ir allí. Al final, ni siquiera te agradecen que hayas ido por allí. ¡Con el peligro que uno corre en esa zona!
MARIANO. Basta, Cecilia. Tú no te das cuenta, pero ahí hay tanta necesidad que dos juguetes para dos chicos no son más que unas gotas de agua en el océano. Me gustaría hacer algo por esos chavales pero, ¿qué? ¿Se os ocurre algo a vosotros?
ANÍBAL. Yo creo que con el intento ya basta. Los chicos que buscábamos no estaban y ya está. Uno no puede solucionar las miserias del mundo. Para eso están..., eh..., ¿los políticos? Digo, ¿quién hay para esto?
NANCY. No hay nadie, Aníbal. Si uno no hace su parte no se puede pretender que las cosas cambien. Todos aplaudimos a la madre Teresa de Calcuta por lo que hacía. ¿Y sabés por qué? Porque ella se ensuciaba las manos por nosotros. Yo creo que tenemos que hacer algo...
MARIANO. Yo opino lo mismo.
ANÍBAL. Sí, claro, ¿por qué no inauguramos una filial de Disneylandia? ¿Qué podemos hacer nosotros solos?
NANCY. No sé, pensemos, ya se nos ocurrirá algo. Si todos ponemos nuestro granito de arena podemos hacer que la Navidad tenga un sentido para esos chicos.
JUAN. Y bueno, si todos están de acuerdo, yo también me apunto. Igual me sienta bien el hacer el bien.
ACTO VI
(Mientras la voz en off lee se cierra el telón un rato para que el escenario se transforme en un barrio pobre.)
VOZ. Los amigos siguieron conversando y finalmente decidieron organizar, con la ayuda del chico que les había escrito la carta, una tarde de fiesta para todos los chicos del barrio donde vivían Darío, Azucena, María, Enrique, la Pocha y el chaval sin nombre... ¿Escucháis? Ya se oye la música y las voces de los chicos que juegan y corren...
(Se abre el telón, se escucha algo de música y se ven a los chicos jugando y bailando al ritmo de una melodía alegre).
Ved cuánta alegría en cada rostro. Los chicos están felices así como los que organizaron todo esto.
(Sigue un momentito el jolgorio, mientras los personajes charlan informalmente, bailan, juegan, se mueven sobre el escenario.)
MARIANO. (Apartándose hacia el borde del escenario, mirando y dirigiéndose a los presentes.) ¿Sabéis? Hasta no hace mucho, la Navidad era para mí una fecha especial sólo porque mi negocio funcionaba mejor y aumentaban las ventas, y porque era un momento del año en el que la familia se reunía para estar junta; pero no era más que eso. En realidad, no era más que una fiesta vacía. En esta Navidad descubrí algo distinto, algo diferente. Cuando salí de mi pequeño mundo para estar junto a otros, para compartir con los chicos; cuando pude vencer mi egoísmo y mis miedos y me animé a buscar a los más pequeños, allí descubrí algo maravilloso. Yo pude traerles, en nombre de Papá Noel, algunos regalos a los más pequeños... (Pausa) Pero el mayor regalo lo recibimos nosotros. Creo que en esta Navidad nos hemos encontrado nuevamente con Dios. Ojalá vosotros también podáis experimentar en vuestras vidas, en esta Navidad, ese encuentro con Dios. No importa cómo, dónde o con quién... Que en esta Navidad Dios no esté ausente en tu fiesta.
¡Feliz Navidad!
(Vuelve a la fiesta mientras uno de los chicos rompe la piñata, caen los caramelos y los papeles y crecen los aplausos y risas. En medio del barullo -disminuye un poco la intensidad de la música y las voces. Se levanta el Niño 2 y le habla bien fuerte a Mariano.)
NIÑO 2. ¡Ey, señor! Gracias... Gracias por compartir esta tarde con nosotros, por acordarse de los pequeños. Ahora sí que le voy a decir mi nombre... Mis amigos me llaman Jesús.
TODOS. (Se abrazan y dicen todos a coro mirando a la gente.) ¡FELIZ NAVIDAD!
(Se cierra el telón.)
FIN
2 comentarios:
Muy linda obra. Gracias por compartirla.
ESta padre!
Publicar un comentario