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2012 - España

Belén, cuna del pan

10 Minutos + Cantos y 9 Personajes + Extras. Un niño pobre pide limona pero le entrega todo lo que lleva a un pordiosero que también pide como él. Dos ángeles son enviados por Dios para ayudar a Martinillo, el niño pobre, y sanar a su madre que está enferma.


BELÉN, CUNA DEL PAN

Martín Cifuentes



PERSONAJES
MARTINILLO
NIÑO BIEN
PORDIOSERO
LUZ DE SIMPATÍA
ALEGRÍA DE VIVIR
PASTOR 1
PASTOR 2
PASTORA 1
PASTORA 2
GRUPO NIÑOS
GRUPO PASTORES
GRUPO ÁNGELES


(Vísperas de Nochebuena. En una ciudad como tantas otras, todo el mundo va y viene de compras. A la puerta de una casa se encuentra un niño andrajoso en actitud mendigante. Algunos bien pocos, son los que dan limosna al niño pobre. Hace un frío gélido que llega a los huesos.)

(Entre los viandantes pasa un grupo de chavales cantando canciones de Navidad. Se paran, cantan y marchan al terminar.)

MARTINILLO. Una limosna, por amor del Niño Jesús que nació en Belén. Una limosna por compasión.

(Pasan por allí unos niños, portando cosas necesarias con las que hacer un Belén. Apenas reparan en la presencia de Martinillo. Se le acerca un niño bien vestido, que por su apariencia denota que es de familia acomodada.)

NIÑO BIEN. Toma, Martinillo. No insistas más, que dentro de casa nos molestas con tus voces lastimeras. No nos dejas hacer el Belén. Vete a otra parte.

MARTINILLO. No pido por gusto, lo hago por necesidad. Mi padre se murió y mi madre está enferma. ¿Quien atenderá a mamá y a mis dos hermanos menores?

(El niño bien se marcha sin inmutarse. Martinillo sigue insistiendo.)

MARTINILLO. Una limosna, en nombre de Jesús que nació en Belen. Una limosna por compasión.

(Los viandantes son insensibles a las demandas de Martinillo. Pasa un grupo de niños con su maestro al frente. Van cantando un villancico. Se paran hasta terminarlo y se marchan.)

(De pronto pasa por allí un pordiosero, que por los gestos que hace, se nota que es ciego.)

PORDIOSERO. Una limosna para este pobre indigente que por no tener, no puede ni ver. ¡Una limosna para este pobre!

(Martinillo se queda asombrado al ver al pobre ciego. Empieza a rebuscarse por los bolsillos y reúne en sus manos todo cuanto había conseguido durante el día y la noche.)

MARTINILLO. (Observando atentamente al pordiosero pero lleno de amor y comprensión.) Tome, buen señor. Yo, aunque soy pobre, os doy estos mendrugos de pan y algunas monedas que me han dado durante todo el día. Usted lo necesita más que yo.

PORDIOSERO. (Extendiendo las manos, en actitud de tocar a Martinillo.) ¿Cómo te llamas, muchacho?

MARTINILLO. Señor, desde pequeño me llaman Martinillo, y tengo que pedir porque papá murió y mama se puso enferma de tanto trabajar. Así es que tengo que mendigar para que coman mis hermanos menores y mamá.

PORDIOSERO. En verdad eres pobre y tienes un gran corazón, Jesús dijo en una ocasión "lo que hiciereis con uno de estos pequeños, a mí me lo hacéis". Martinillo, Dios te dará a conocer el Misterio de la Tierra del Pan. ¡Martinillo, queda con Dios!

MARTINILLO. ¡Id con Dios!

(Pasa otro grupo de niños que cantan villancicos. Al igual que los otros, se marchan al terminar.)
(Aparecen en escena dos ángeles: Alegría de vivir y Luz de Simpatía. Van en actitud de buscar a alguien.)

ALEGRÍA DE VIVIR. Este debe ser el muchacho que andamos buscando.

LUZ DE SIMPATÍA. No cabe duda que es; Dios nos lo ha descrito de esta forma.

(Como presentándolo al público.)

LUZ DE SIMPATÍA. Somos dos Ángeles de la Corte Celestial, que Dios envía para auxiliar a éste zagal. En aquella Nochebuena fuimos los encargados de anunciar a los pastores el nacimiento del Niño Dios.

ALEGRÍA DE VIVIR. Venimos a traerle la curación de su madre.

LUZ DE SIMPATÍA. Y para mayor alegría suya, le vamos a mostrar el nacimiento de Jesús, tal y como ocurrió hace muchos años, muchísimos años, en pago de su buena acción.

ALEGRÍA DE VIVIR. (Dirigiéndose a Martinillo.) Despierta, que te traemos buenas noticias.

LUZ DE SIMPATÍA. Vas a conocer cosas maravillosas, que les están vedadas a los soberbios y poco generosos.

MARTINILLO. (Asombrado.) ¿Qué veo? ¿De dónde habéis salido? ¿Quiénes sois?

LUZ DE SIMPATÍA y ALEGRÍA DE VIVIR. Somos ángeles enviados por el Señor. Venimos a recompensarte de la buena acción que has tenido con el pobre ciego.

MARTINILLO. (No saliendo de su asombro.) ¡Qué sueño tan bonito al oír hablar a los ángeles! Debo estar soñando o enfermo.

LUZ DE SIMPATÍA. Tu humildad te hace creer que sueñas, pero es realidad. Dios se manifiesta a los humildes y generosos dándoles el ciento por uno por las buenas obras que hacen.

ALEGRÍA DE VIVIR. Vamos a hacerte participe del hecho más maravilloso que ha podido ocurrir a la Humanidad...

(Los dos ángeles al mismo tiempo: “El nacimiento del Salvador”.)

(Suena un villancico sin letra. Se abre la parte del fondo y aparecen la Virgen y San José.)

JOSÉ. María, estoy asombrado de ver que mis primos no han querido darnos aposento en su casa.

MARÍA. No te aflijas José, confía en Dios que querrá para su hijo un lugar apropiado para nacer.

JOSÉ. Tan sólo un pariente anciano, descendiente de mi abuelo Eleazar, el tahonero, me ha dicho que podemos ir a una cueva de su propiedad que hay por aquí.

MARÍA. José, vayamos presto, ha llegado la hora.

(Se retiran despacio al fondo. Pasan unos pastores, que van cantando un villancico, Al terminar salen.)

(Aparecen los ángeles y cuatro pastores y pastoras.)

PASTOR 1. He aquí donde ha nacido el Niño. Por fin hemos llegado.

PASTOR 2. Demos humildemente nuestras ofrendas. Aun que son modestos nuestros regalos, los hemos conseguido cuidando el ganado.

JOSÉ. Aquí tenéis a Jesús, pastorcillos. Contemplad, a quien no cabe en el cielo, reclinado en humilde cuna.

MARÍA. Dichosos vosotros, pastores. Habéis sido los primeros en llegar. Los humildes y limpios de corazón, contemplan a Dios.

PASTORA 1. Recibid este presente. Es cuanto he podido traer.

PASTORA 2. Tomad este queso que traigo recién hecho. Es tanta la emoción que tengo, que me parece estar en el cielo.

JOSÉ. Gracias, pastores. Sabemos valorar vuestras ofrendas.

PASTOR 1. (Lleno de alegría, se dirige a un grupo de niños que van llegando.) ¡Adoremos al niño y cantémosle!

(Van pasando cantando villancicos o haciendo sus respectivos números, grupos de alumnos.)

PASTORES. ¡Una estrella se acerca! ¡Una estrella que viene de Oriente!

LUZ DE SIMPATÍA. Son sabios que vienen de tierras extrañas, estudiosos de los astros. Una vez que han visto esta nueva estrella, han interpretado que Jesús ha nacido en este lugar.

ALEGRÍA DE VIVIR. ¡Venid sabios prudentes, y contemplad este bello acontecimiento! ¡Dios en pobre pesebre nos alecciona con tanta humildad!

(Todos se postran adorando al Niño. Entregan los reyes sus ofrendas. Unos niños tapando la escena anterior canta Noche de Paz, mientras cantan salen todos a escena menos Martinillo y los Ángeles.)

LUZ DE SIMPATÍA. (Se dirige a Martinillo, quien se levanta lentamente.) Martinillo, has visto Belén, cuna del pan, porque lo poco que has dado como pobre, Dios lo mide con mucho.

ALEGRÍA DE VIVIR. Eleazar, el abuelo de José, también pasó la vida socorriendo a cuantos pobres acudían a él, gastando buena parte de su hacienda.

LUZ DE SIMPATÍA. Alégrate, Martinillo, pues por tu buena acción el Señor te premia con la curación de tu madre.

ALEGRÍA DE VIVIR. Y así damos por concluida la misión que Dios nos encomendó. ¡Corre, Martinillo, a tu casa! Tu madre te espera. ¡Adiós!

(Martinillo sale aprisa, diciendo adiós con las manos.)

ÁNGELES. ¡Adiós!

Sueño de Navidad

20 Minutos y 12 Personajes + Coro ángeles. Es la historia de un hombre alcohólico a punto de divorciarse que rechaza a Dios cuando un pastor le habla de Él. Está a punto de suicidarse en un hotel una noche antes de Navidad pero Dios le habla a través de un sueño.

SUEÑO DE NAVIDAD

PERSONAJES

PASTOR
JUAN
CARLITA
SUSANA
DIOS
JEREMÍAS
JACOBO
ÁNGEL
NARRADOR
JOSÉ
MARÍA
CORO ÁNGELES


ACTO I

(Se desarrolla en una plaza o parque en donde se encuentra u coro cantando villancicos de Navidad y un pastor repartiendo folletería. Juan va pasando por ahí, un poco desaliñado de su ropa y con fuerte aliento alcohólico. El pastor se le acerca para entregarle un folleto y se presenta el siguiente diálogo. En el fondo el coro canta villancicos navideños.)

PASTOR. Buenas noches, ¿me permite entregarle un folleto?

JUAN. No, esas cosas a mí no me interesan ahora.

PASTOR. Léalo, contiene un mensaje importante para usted. Hablar del lugar al cual iremos después de esta vida.

JUAN. No pierda su tiempo, yo ya sé a donde iré: me voy a ir al infierno por borracho así que no insista, no me interesa hablar de Dios… Ya estoy harto de oír de Dios…

PASTOR. Está bien, vamos a estar viniendo varios días a este lugar por si después le interesa. De cualquier manera, buenas noches y Dios le bendiga.

JUAN. (Refunfuñando se aleja del lugar.) ¡Dios le bendiga, Dios le bendiga! Estoy cansado de escuchar lo mismo. Dios no existe y si existiera no me interesaría saber nada de él.


ACTO II

(Hay dos escenarios: el cuarto de un hotel y a lo lejos la estancia de una casa con un arbolito de Navidad. Primero se ilumina la estancia y aparecen una mujer y una niña.)

CARLITA. Mamá, ¿regresará mañana papá para la cena de Navidad?

SUSANA. No sé, hija, tu padre se fue de viaje y no sé cuándo regresará.

CARLITA. Se fue porque están enojados, ¿verdad? Hace días oí que estaban peleando. ¿Fue por mi culpa, mamá?

SUSANA. No, hija, no fue por tu culpa. A veces los papás peleamos simplemente por tonterías pequeñas que después se hacen grandes, diferencias de opinión pero tú no tienes la culpa. ¿Por qué dices eso?

CARLITA. Es que antes de que se fuera se molestó porque le estaba enseñando un dibujo que hice y me dijo que no le quitara el tiempo.

SUSANA. No le hagas caso… Andaba un poco tomado y cuando anda así no está consciente de lo que dice.

CARLITA. ¿Y por qué le gusta tomar esas cosas, mamá?

SUSANA. Mira, después te explico… Mejor sígueme ayudando para terminar de arreglar el arbolito.

(Se oscurece el cuadro anterior y se ilumina la escena del cuarto del hotel. Ahí se encuentra Juan al lado de una botella de vino y un bote de pastillas. Poco a poco va apareciendo una persona disfrazada de serpiente que observa atento la escena. Juan toma el bote de pastillas, lo mira fijamente y pone una gran cantidad en su mano. Las lleva a la boca y la serpiente sonríe.)

JUAN. (Avienta las pastillas al suelo.) No puedo tomarlas, ni siquiera eso puedo hacer bien. Estoy sólo en navidad, mi familia no me quiere, estoy convertido en una piltrafa. Dios, si de verdad existes, contéstame, ya no quiero vivir así, ayúdame, por favor. (Se duerme tirado en el suelo. La serpiente empieza a rodear a Juan cuando se escucha una voz fuerte.)

DIOS. Por cuanto me buscaste de todo corazón, me hallarás y yo te ofreceré una nueva vida.


ACTO III

(Juan aparece en el desierto. Al lado de unos pastores que estaban platicando en las vigilias de la noche. Vestido con ropa de pastor relativa a la época del nacimiento de Jesús despierta sorprendido.)

JUAN. ¿Qué está pasando aquí?

JEREMÍAS. No pasa nada, sólo fue el sonido de una lechuza. Vuélvete a dormir.

JUAN. ¿En dónde estoy? ¿Quiénes son ustedes?

JACOBO. Te hizo daño la cena. ¿No nos reconoces? Somos tus hermanos: Jacobo y Jeremías y estamos cerca de la ciudad de Belén.

JUAN. ¿Soy un pastor? No pude ser, ahora sí Dios se equivocó. Esto no puede estar pasando…

JEREMÍAS. Hermano, Dios nunca se equivoca. Tal vez tuviste un mal sueño, vuélvete a dormir.

JUAN. Yo no soy su hermano y no vivo en esta época. Vivo el en siglo XXI.

JACOBO. ¿Qué es un siglo XXI?

JUAN. El siglo XXI, muchos años después, carros, civilización, televisión…

JEREMÍAS. Ahora sí que te estás volviendo loco o te pasaste con el vino, hermanito.

JUAN. No puede ser, reencarné y otra vez tengo fama de borracho.

JACOBO. No te preocupes, vuélvete a dormir y quizás despiertes en el lugar ése que dices.

(De pronto se ve una luz muy brillante. Aparece un ángel en lo alto y los pastores se asustan.)

ÁNGEL. No tengan miedo. Miren que les traigo buenas noticias que serán motivo de mucha alegría para todo el pueblo. “Hoy les ha nacido en la ciudad de David un Salvador que es Cristo el Señor. Esto les servirá de señal: Encontrarán a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.”

(Enseguida aparecen más ángeles en el cielo y contestan a coro.)

ÁNGELES. “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad”.

(Se escucha como música de fondo ‘Gloria in Excelsis Deo’. Cuando terminan de decir eso desaparecen y se oscurece el escenario. De nuevo se enciende la luz y aparecen los pastores en un diálogo.)

JEREMÍAS. Vamos a Belén a ver esto que ha pasado y que el Señor nos ha dado a conocer.

JACOBO. Sí, vamos rápido.

JUAN. Esperen, ¿cómo que vamos a Belén? Yo tengo que regresar a donde vivía. Yo no quiero ir.

JEREMÍAS. ¿No entendiste el mensaje? Ha nacido el mesías en Belén. Hoy se cumple lo dicho por el profeta Miqueas: “Pero tú, Belén Éfrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad”.

JACOBO. Dios ha manifestado su gloria el día de hoy al enviarnos este mensaje a través de sus ángeles. Tenemos que ir a ver al niño y ofrecerle nuestra adoración pues es el Salvador que ha estado esperando nuestro pueblo por mucho años. Él es el libertador.

JEREMÍAS. Nosotros vamos, ¿quieres acompañarnos?

JUAN. Está bien, voy con ustedes.



ACTO IV

(Se desarrolla en un pesebre rodeado de paja en el cual aparecen José, María y el niño Jesús. Cerca de ahí van llegando los pastores.)

NARRADOR. Por aquellos días, Augusto César decretó que se levantara un censo en todo el Imperio Romano. Así que iban todos a inscribirse, cada cual a su propio pueblo. También José, que era descendiente del Rey David, subió de Nazaret, ciudad de Galilea, a Judea. Fue a Belén, la ciudad de David para inscribirse junto con María su esposa. Ella se encontraba encinta y mientras estaban allí, se le cumplió el tiempo. Así que dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada.

JACOBO. Parecer ser que es allá. Vamos a verlo.

JUAN. Esperen, yo no puedo acercarme a Él: soy un gran pecador.

JEREMÍAS. ¿Por qué lo dices?

JUAN. Siempre he creído que existe Dios pero jamás lo he obedecido en nada, al contrario, mi vida está llena de egoísmo, de rebeldía, incluso he llegado a maldecirlo. No creo que quiera verme.

JACOBO. A Dios no le importa cómo ha sido tu vida. Todos aquí hemos pecado de alguna forma contra él sin embargo, si nos arrepentimos y le buscamos de corazón El no nos echará fuera.

JEREMÍAS. Sí, Juan, no pierdas la oportunidad de encontrarte con el Salvador. Él ha venido a este mundo a mostrarle el amor de Dios para con nosotros. ¡Vamos a verlo, no perdamos más tiempo!

(Los pastores se acercan al pesebre y se arrodilla viendo al niño y a su padres.)

JOSÉ. Hombre, ¿por qué hacéis esto?

JACOBO. Estábamos cuidando nuestros rebaños en la noche cuando de pronto se apareció un ángel y nos dijo que había nacido en la ciudad de David un Salvador que era el Cristo y que lo encontraríamos envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Por eso hemos venido a adorarle.

JOSÉ. María, ¿has escuchado lo que dice este hombre?

(María asiente con la cabeza.)

JUAN. ¿Puedo acercarme a ver al niño?

JOSÉ. Claro que sí.

(Juan está unos momentos cerca de Jesús y se queda en silencio. Después se aleja de la escena pensativo y se coloca en un extremo del escenario.)

JUAN. No lo entiendo, me miraste sin reprocharme nada a pesar de lo mucho que te he rechazado. ¿Por qué viniste a este mundo de esta forma? ¿Por qué te humillaste naciendo en este pobre lugar?

(De pronto se escucha otra vez una fuerte voz.)

DIOS. Juan, tienes mucho que aprender. Mi amor por ti es tan grande que excede tu entendimiento. Mi hijo Jesús tuvo que venir al mundo en forma de un pequeño que al tiempo cumpliría una misión muy importante: entregar su vida a cambio del perdón de los pecados de la humanidad.

JUAN. (Temeroso.) Pero Señor, soy un pobre borracho que ni siquiera es capaz de dejar de tomar. No merezco tu perdón.

DIOS. Para mí eres alguien valioso, yo conozco tus pecados. He estado presente cuando cometías cada uno de ellos pero sé que ahora tu corazón está arrepentido y si tú los confiesas y me pides perdón sinceramente yo te perdonaré y te limpiaré de tu maldad. Necesitas reconocer a mi hijo Jesucristo como el Señor y Salvador de tu vida, sólo a través de su sacrificio podrás ser salvo y tener paz. Si me buscas todos los días, te prometo caminar a tu lado y a través de mi santo espíritu te daré fuerzas para salir adelante y vencer la tentación.

JUAN. Sí, Señor, perdóname, por favor, ya no quiero ser igual, quiero que tu hijo Cristo entre en mi vida.

(Se oscurece la escena y se cierra el telón.)



ACTO V

(El escenario es el comedor de la casa de Juan, en donde se encuentran Susana y su hija sentadas a la mesa la noche de Navidad. De pronto se escucha el sonido de la puerta. Juan aparece con unas cajas de regalos.)

SUSANA. Hija, están tocando, abre, por favor.

CARLITA. ¡Mamá, mamá, mira quién llegó!

SUSANA. ¿Quién es, Carla?

JUAN. Soy yo, tu esposo.

SUSANA. ¿Qué haces aquí?

JUAN. Carlita, por favor, ve a tu cuarto un momento, tengo que hablar con tu mamá a solas.

CARLITA. Está bien, papá, pero, ¿te vas a quedar, verdad?

JUAN. Sí, me reciben claro que sí.

(Sale Carlita del escenario.)

JUAN. Vengo a pedirte perdón por todo el mal que te he hecho a ti y a mi hija. Quiero decirte que estoy dispuesto a cambiar.

SUSANA. Eso dijiste la última vez y volviste a caer en el alcohol. ¿Por qué debo creerte ahora?

JUAN. Ahora es diferente. Estos días tuve una experiencia que cambió por completo mi vida. Me reconcilié con Dios, tuve un encuentro muy especial con el Señor Jesucristo y lo acepté como Señor y Salvador de mi vida.

SUSANA. Pero si tú ni crees en Dios.

JUAN. Eso decía yo, pero en mi desesperación Dios tuvo misericordia de mí y me escuchó y a través de un sueño pude comprender cómo Dios expresó su amor por mí al mandar a su hijo Jesús a la tierra con un propósito: Salvar a la humanidad de su pecado no importándole el pasar dificultades, sufrir pobreza, frío, convertirse en humano como nosotros para que pudiéramos conocer a Dios a través de él.

SUSANA. Pues sí te escuchas diferente y eso del sueño es muy raro pero, ¿eso también significa que vas a dejar la bebida?

JUAN. Sí, estoy seguro que voy a logarlo con la ayuda de Dios. Antes luchaba yo solo y por eso no podía dejar de ser esclavo del alcohol pero ahora me doy cuenta que ese vicio lo único que hacía era matarme lentamente y alejarme de lo que más quiero que son ustedes: mi familia.

SUSANA. ¡Ay, Juan! Es que nos has hecho tanto daño… que no sé si pueda perdonarte.

JUAN. Sólo déjame intentarlo. Yo sé que soy una persona diferente y te lo voy a demostrar.

SUSANA. Está bien, vamos a intentarlo de nuevo. ¡Carlita, ponle un plato en la mesa a tu papá para que cene con nosotras!

CARLITA. ¡Sí, mamá, ahora lo llevo!

(Se escucha música mientras se acomodan para cenar.)

JUAN. Antes de cenar quiero que hagamos una oración para darle gracias a Dios por estar todos juntos: Señor, gracias por mi familia, gracias por esta noche, gracias por haberme traído de vuelta y rescatarme de la muerte, permite que esta Navidad podamos celebrar su verdadero significado: el regalo de salvación que tú tenías para nosotros, bendice los alimentos y quédate en nuestra casa. Amén.

(Se cierra el telón mientras se escucha un canto, posteriormente se hace un llamamiento al público y se entrega folletería.)

Los colores de la Tierra Nueva

8 Minutos y 25 Personajes. Los niños describen los colores de esta Tierra y cómo será la nueva.


LOS COLORES DE LA TIERRA NUEVA
Eva Palacios. Agradecemos a Eva que nos haya enviado esta obra. Se trata de una adaptación de la obra "Los Colores" que hizo en su iglesia pero para niños.


PERSONAJES

NARRADOR
AMARILLO
AZUL
ROJO
VERDE
MARRÓN
MORADO
NARANJA
ROSA
BLANCO
ARTISTA
13 NIÑOS
MAESTRO


NARRADOR. Hace mucho tiempo, antes de que todos nosotros hubiéramos nacido, ni nuestros abuelos, bisabuelos, en fin, antes de que nadie habitara en el mundo, el gran artista nos creó un mundo lleno de colores. Los árboles, la hierba, las montañas, el cielo, las estrellas, en fin, todo lleno de colores… Y creo:

AMARILLO. Yo soy el color amarillo y conmigo pintó el sol, muchas flores y frutos de algunos árboles.

AZUL. Yo soy el color azul y conmigo pintó el cielo, el agua de los mares y ríos y algunos peces.

ROJO. Yo soy el color rojo y conmigo pintó el color de las rosas y las amapolas, de las manzanas, cerezas y fresas que están muy ricas.

VERDE. Yo soy el color verde y conmigo pintó las hojas de los árboles y plantas y llenó el paisaje de verdes prados.

MARRÓN. Yo soy el color marrón y conmigo pintó los troncos de los árboles, la tierra, el desierto.

MORADO. Yo soy el color morado y conmigo pintó flores como las lilas y las violetas, los racimos de uva que cuelgan de las parras y que tanto nos gustan a todos.

NARANJA. Yo soy el color naranja y conmigo pintó flores y una fruta muy jugosa con la que mi mamá me hace ricos zumos por las mañanas, las naranjas.

ROSA. Yo soy el color rosa y conmigo pintó las flores y todas nuestras mejillas.

BLANCO. Yo soy el color blanco y no sé qué pintó el artista conmigo. (Se sienta en un rincón con cara triste.)

(Se acerca el Artista, y llama a todos los demás colores.)

ARTISTA. Tú eres un color muy especial.

BLANCO. No sé, todos los demás colores son tan alegres… Con ellos el color del mundo es tan variado… Y yo sin embargo soy como un papel en blanco, no digo nada.

ARTISTA. Contigo pinté las nubes, las estrellas, la nieve e incluso los pétalos de las margaritas. Cualquier símbolo de pureza de este mundo lo represento con el color blanco, y en un gran trono blanco juzgaré a todos. Los que entren en la tierra nueva que os prometí, serán puros y sus corazones también.

(El color blanco demuestra su alegría y se acercan todos al decorado simulando que pintan. Salen los niños de uno a uno y cuentan.)

NIÑO 1. Su fulgor era semejante al de una piedra preciosa, como de jaspe, diáfana como el cristal.

NIÑO 2. Tenía un muro grande y alto con doce puertas; al sur tres puertas; al occidente tres puertas.

NIÑO 3. El muro de la ciudad tendrá doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles.

NIÑO 4. Será tan grande cómo doce mil estadios tanto de altura como de anchura. Sus cimientos estarán adornados con piedras preciosas.

NIÑO 5. El primer cimiento de Jaspe; el segundo, Zafiro; la tercera, ágata; el cuarto esmeralda.

NIÑO 6. El quinto ónice; el sexto, cornalina; el séptimo, crisolito; el octavo, berilo.

NIÑO 7. El noveno topacio; el décimo, crisopraso; el decimoprimero Jacinto; el duodécimo, amatista.

NIÑO 8. Las doce puertas eran doce perlas; y la calle de la ciudad será de oro puro, transparente como el vidrio.

NIÑO 9. En la ciudad no hará falta templo pues Dios será templo de ella.

NIÑO 10. La ciudad nueva no tendrá necesidad de sol ni de luna que brille en ella pues la gloria de Dios la iluminará.

NIÑO 11. Todos los salvos andarán a la luz de ella. Y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor.

NIÑO 12. Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche.

NIÑO 13. No entrará en ella ninguna cosa inmunda o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida.

MAESTRO. Y no habrá más maldición.

(Canción.)

El chisme

13 Minutos y 4 Personajes. La visita del pastor a una feligresa de su iglesia, y un comentario de la misma sacado fuera de contexto, levantan las sospechas de las vecinas.


EL CHISME
Raúl Bustamante

PERSONAJES

SRTA. FLOR
PASTOR GONZÁLEZ
SRA. FERNÁNDEZ
SRA. CARMEN ORELLANA


(Haciendo las cosas de la casa está la Srta. Flor; es empleada doméstica.)

SRTA. FLOR. ¡Huy! ¡Se me hizo tarde… pucha! Lo que pasa es que ese llamado de mi mamá en la mañana me demoró cualquier cantidad… Bueno ahora tengo que organizarme… Veamos: lavé la vajilla en la mañana, ya puse la primera carga en la lavadora, ya planché los pantalones de Don Saúl, compré el pan y la fruta y a la una tengo que ir a buscar a Carlitos al colegio. (Comentando para ella.) Bueno Flor, si ahora quieres terminar todo a tiempo debes preparar el almuerzo. ¿Dónde están los tomates? (Buscando dentro del refrigerador.) ¡Aquí están! ¡Ahora a pelarlos! ¡Ojalá que no venga nadie a atrasarme! ¡Por favor!

(Timbre.)

SRTA. FLOR. ¡Oh no, bastaba que yo abriera la boca…! (Se dirige a la puerta de la calle y la abre.) ¡Ah, pastor! ¡Qué inesperada su visita! ¡Adelante! ¡Por favor, tome asiento!

PASTOR GONZÁLEZ. ¡No, no se preocupe Florcita! Solo pasaba por acá a saludarla.
¡Espero que mi visita no sea inoportuna!

SRTA. FLOR. (Exagerando, mirando al público.) ¡No, pastor! ¿Cómo se le ocurre?

PASTOR GONZÁLEZ. ¡Qué bueno, Florcita, me carga molestar! ¿Qué estaba haciendo? ¡A lo mejor la puedo ayudar!

SRTA. FLOR. (En broma.) ¿Sabe usted pelar tomates?

PASTOR GONZÁLEZ. ¡Por supuesto, pues, Florcita, todos los hombres debemos saber hacer de todo!

SRTA. FLOR. Bueno, pues entonces acompáñame a la cocina. (Lo hace pasar.)

PASTOR GONZÁLEZ. Florcita, cuénteme. ¿Cómo ha estado usted? ¿Y su relación con el Señor?

SRTA. FLOR. ¡Usted sabe pues, Pastor, estoy orando para que aparezca mi príncipe!

PASTOR GONZÁLEZ. Sí, Florcita, Dios escucha y se preocupa aún de los detalles…
(Meditando.) ¿Sabe? A veces creo que Él demora un poco su contestación, justamente para probar nuestra fe.

SRTA. FLOR. Usted tiene razón. ¡Pucha´s! ¡Que habla bonito, Pastor González!

(Timbre.)

SRTA. FLOR. ¡Oh no! ¡Hoy día sí que la señora me despide!

(El Pastor se ríe.)

SRTA. FLOR. (Abre la puerta.) ¡Hola, Sra. Fernández, adelante!

SRA. FERNÁNDEZ. (Hurgando con la mirada para todos lados, sospechando algo.) ¡Hola Florcita! ¿Cómo le va? Venía para saber si me podía convidar un poquito de azúcar. (Le pasa una taza.)

SRTA. FLOR. ¡Por supuesto, Sra. Fernández! ¡No faltaba más! Por favor, tome asiento.

SRA. FERNÁNDEZ. No se preocupe, Florcita, yo espero. ¡Vaya no más!

(Apenas Flor entre a la cocina, la Sra. Fernández pega una carrerita y hace la mímica como si estuviera escuchando detrás de la puerta.)

SRTA. FLOR. (En la cocina.) Era la Sra. Fernández, pastor. Usted la conoce, ¿verdad?

PASTOR GONZÁLEZ. Pero por supuesto Florcita, ella es una excelente hermana, muy recatada, muy prudente, en fin: una buena cristiana.

SRTA. FLOR. (Mientras toma un frasco y simula echar azúcar en la taza de la Sra. Fernández.) Bueno, pastor, como le dije anteriormente, se lo repito con pena pero es verdad… (Con voz fuerte.) ¡Estoy esperando!

(La Sra. Fernández hace muecas de admiración, por la noticia que acaba de escuchar.)

PASTOR GONZÁLEZ. Hermana Florcita, lo único que puedo hacer por usted es orar… Solo orar. Bueno, ahora tengo que irme. Si usted me permite… (Se dirige a la puerta.)

(La Sra. Fernández arranca hacia adentro de la habitación, simulando no haber escuchado nada.)

PASTOR GONZÁLEZ. ¡Sí! ¿Y por qué?

(La Srta. Flor le pasa la taza de azúcar a la Sra. Fernández.)

SRA. FERNÁNDEZ. ¡Una ve caras y no corazones! (Le echa una mirada reprobadora a la Srta. Flor.)

PASTOR GONZÁLEZ. (Sin entender nada.) Bueno, hermana Florcita, muchas gracias por su hospitalidad y como le dije, voy a seguir orando por usted.

SRA. FERNÁNDEZ. ¡Yo también, yo también, Florcita! ¡Y mucho! ¡Hasta luego!

(La Srta. Flor se escoge de hombros. Luego se van.)

SRTA. FLOR. ¡Qué rara es la hermana Fernández! ¿Le habrá pasado algo? ¡En fin! (Se retira de la escenografía.)

SRA. FERNÁNDEZ. (Entrando ahora a la misma escenografía como si fuera su casa.) ¡Qué increíble, no lo puedo creer…! ¡Y tan joven! ¡Tengo que decírselo a Carmen! (Toma el teléfono.) ¿Haló, Carmen? ¡Sí! ¡Oye, escucha! ¡Vente inmediatamente para acá! ¡No, aquí te cuento! (Cuelga y comenta.) ¡Se va a morir cuando lo sepa! ¡Qué notición! (Se refriega las manos.)

(Timbre. Es la Sra. Carmen Orellana.)

SRA. FERNÁNDEZ. ¡Qué increíble rapidez, Carmen! ¡Cuando hay noticias, vuelas! En fin, ¿sabes? ¡Florcita está esperando!

SRA. ORELLANA. ¿No?

SRA. FERNÁNDEZ. ¡Sí, niña! Esta mañana miré por la ventana y vi al pastor ir para la casa donde trabaja. Así que inventé el viejo truco del azúcar y ¡para allá! Fíjate, estaban escondiditos en la cocina cuchicheando. Y luego… ¡La confesión! ¡ESTOY ESPERANDO!

SRA. ORELLANA. ¡Que inmoralidad! ¡Y se veía tan inocente la mosquita muerta! Pero, ¿qué le dijo el pastor?

SRA. FERNÁNDEZ. Solo le dijo que iba orar por ella.

SRA. ORELLANA. ¡Con razón se ven cada día más inmoralidades en la iglesia…! ¡Porque no se pone atajo a tiempo!

SRA. FERNÁNDEZ. ¿Y qué vamos hacer ahora, Carmen? ¡Callar como si no supiéramos nada y esperar y esperar el escándalo, la humillación y el escarnio!

SRA. ORELLANA. ¡No, por ningún motivo! Como señoras piadosas y de sublime moralidad debemos enfrentar al hecho, limpiar el nombre de nuestra institución.

SRA. FERNÁNDEZ. ¡Sí, tienes razón! ¡Vamos inmediatamente para allá!

(Salen de la escenografía.)

SRTA. FLOR. (Limpiando, cantando un corito.) ¡Gracias a Dios terminé todo a tiempo! ¡Parece que la visita del pastor me ayudó después de todo!

(Timbre.)

SRTA. FLOR. (Va a abrir.) ¿Quién será ahora? (Abriendo.) ¡Hermana Fernández, hermana Orellana, qué sorpresa! ¡Adelante!

SRA. ORELLANA. ¡No se haga la lesa, hermana Florcita, ya lo sabemos todo! ¡Así que más vale que confiese de una vez por todas!

SRTA. FLOR. ¿Qué? Pero, ¿de qué están hablando?

SRA. FERNÁNDEZ. ¡Es inútil que trate de esconder su pecado! Al contrario, si nos cuenta todo sabremos cómo ayudarla.

SRTA. FLOR. ¡Pero ésta debe ser una broma! ¿Verdad? ¡No es en serio!

SRA. FERNÁNDEZ. ¡Estas son todas iguales: sinvergüenzas de principio a fin! ¡Qué falta de moral! ¡Qué impropio! ¡Qué situación tan patética!

SRTA. FLOR. (Se pone a llorar.) ¡Ah! ¿Qué pasa? Por favor, ¿qué pasa aquí?

SRA. ORELLANA. ¡Ah! Estas son lagrimas de cocodrilo, ¡no le hagas caso! ¡Es la voz de la conciencia la que no la deja estar en paz!

(La Srta. Flor llora más ruidosamente.)

SRA. FERNÁNDEZ. Para esto solo hay un nombre y ese es pecado ¡Pecado mortal y usted no tiene perdón de Dios.

(Timbre. Entra el pastor y ve la escena. Florcita se le echa en los brazos.)

PASTOR GONZÁLEZ. (Sorprendido.) ¡Hermana Florcita! Se puede saber, ¿qué está pasando?

SRA. FERNÁNDEZ. Nada de lo que usted desconozca, ¡pastor! Al contrario, ya debería usted haber tomado serias medidas disciplinarias…

PASTOR GONZÁLEZ. Pero, ¿qué sucede? ¿De qué hablan ustedes?

SRA. ORELLANA. ¡Qué increíble desfachatez! ¡Qué inmoralidad! ¡Se nota que estamos viviendo en el tiempo del fin, en donde pastores se perderán por completo en las iglesias!

SRTA. FLOR. ¡Pastor, ayúdeme! ¡Ellas llegaron insultándome de la peor manera, como si yo fuera una cualquiera! ¡Y yo no entiendo nada!

SRA. FERNÁNDEZ. ¡Vergüenza debería dar, libertina!

(La Srta. Flor llora desconsoladamente.)

PASTOR GONZÁLEZ. ¡Basta ya, señoras! Esto se acabó. Vamos a aclarar esto inmediatamente si no me voy a enojar de verdad.

SRA ORELLANA. ¡Qué cínicos! ¡Se escudan el uno al otro!

PASTOR GONZÁLEZ. ¡Silencio, hermana Orellana o me va hacer perder la paciencia! (Pausa.) Bien, ahora vamos hablar de a uno. ¿Qué paso aquí, Sra. Fernández?

SRA. FERNÁNDEZ. ¡De nada sirve ocultarlo, pastor, ya lo sé todo!

PASTOR GONZÁLEZ. Bien, si lo sabe ¡dígalo de una vez!

SRA. FERNÁNDEZ. Bueno, hoy en la mañana cuando por casualidad se me acabó el azúcar y, como usted bien sabe, vine a solicitársela a la Srta. Flor. Allí, mientras ella iba a la cocina, por un hecho fortuito escuché ¡lo que nunca debí haber oído!

PASTOR GONZÁLEZ. Y, ¿qué es, hermana? ¡Cuéntelo aquí mismo y ahora!

SRA. FERNÁNDEZ. ¡Qué situación más embarazosa…! ¿Qué digo? En fin… Bueno, pastor, si usted lo quiere… ¡Escuché clarito la confesión de la Srta. Flor! Ella lo dijo: ¡que estaba esperando! ¡Qué terrible, que afrenta a la iglesia!

SRATA. FLOR. (Del lloro pasa a la risa.) ¡Ja, ja, ja, ja! ¡Con que eso era…! ¡Qué señoras más ridículas! ¡Ja, ja, ja!

SRA. ORELLANA. ¡Usted no nos insulte, fornicaria!

PASTOR GONZÁLEZ. ¡Basta, silencio! Mi estimada hermana Fernández, usted hizo en primer lugar muy mal por haber escuchado detrás de la puerta.

SRA. FERNÁNDEZ. ¡Pastor, usted me ofende!

PASTOR GONZÁLEZ. ¡Por favor, no me interrumpa, aún no termino! Mi visita a la hermana Flor fue una visita pastoral; personalmente me preocupo de la salud espiritual de todos los hermanos, y ésta no era una excepción. Por lo tanto, escuché a la hermana Florcita sus problemas e inquietudes y oramos al respecto. ¡Lo que usted escuchó tan inoportunamente, hermana Fernández, como en todas estas situaciones, solo fue el final! Cuando nuestra hermana Florcita dijo que estaba esperando, ella se refería a una respuesta del Señor a su pedido, hermana Fernández, ye so es a lo que se refería. ¿Se da cuenta de su imperdonable error?

SRA. FERNÁNDEZ. ¡Ay, qué bochorno! (Tiende a desmayarse y es sostenida por el pastor.) ¡Me falta el aire, socorro!

PASTOR GONZÁLEZ. ¡Por favor, ayúdeme con ella!

SRTA. FLOR ¡Voy por un vaso de agua! (Vuelve con él y se lo da lentamente.)

SRA. FERNÁNDEZ. (Ya recuperada.) ¡Ay, gracias, ya me siento mucho mejor.

(Pausa.)

PASTOR GONZÁLEZ. ¡Que esto le sirva de lección, hermana Fernández, no quiero que vuelva a sucederle, es malo para usted y para los hermanos que la rodean! Y ahora por favor… (Le indica con una señal a la hermana Florcita.) ¡Haga lo que tiene que hacer!

SRA. FERNÁNDEZ. (Carraspeando.) ¡Hum, hum! Bueno, hermana Florcita, por favor, usted discúlpeme por este imperdonable y terrible error. Le prometo que no volverá a acontecer. (Le da la mano.)

SRTA. FLOR. Hermana Fernández, yo ya la perdoné. (La abraza.)

PASTOR GONZÁLEZ. ¡Ahora le toca a usted, hermana Orellana!

SRA. ORELLANA. Por favor, si yo no tengo nada que ver en esto.

PASTOR GONZÁLEZ. ¿Como que no, hermana? ¿No llegó usted también increpando e insultando a la hermana Florcita?

SRA. ORELLANA. Sí, usted tiene razón, ¿quién me manda meterme en enredos también? (Se acerca a Florcita.) Usted dispense mi falta de criterio, he sido una irresponsable, lo siento mucho. ¡Se lo digo de corazón!

SRTA. FLOR. Bueno, hermana Carmen, acepto sus disculpas, igual que a la hermana Fernández la perdono. ¡Sin resentimientos!

PASTOR GONZÁLEZ. Muy bien, ya que terminó este bochornoso encuentro, nos retiramos, hermana Florcita, ¡que el Señor la bendiga y siga esperando en el Señor! ¡Adiós!

(Salen las Sras. Fernández y Orellana empujándose mutuamente. Finalmente lo hace el pastor. La Srta. Flor se despide de ellos haciendo señas con su mano.)


(Dirija aquí el debate o un final con textos Bíblicos.)

Siempre es Navidad

15 Minutos y 10 Personajes. Un grupo de amigos reflexiona sobre el verdadero significado de Navidad. Todos hacen una diferencia entre los días de Navidad y el resto del año pero uno de ellos les anima a que en su corazón siempre sea Navidad.


SIEMPRE ES NAVIDAD


PERSONAJES

NARRADOR
CAMARERO
ENRIQUE
MÓNICA
JOSÉ
RUBÉN
ANA
TOÑO
DIABLO
ANGEL


ACTO I

NARRADOR. Sabemos que en estos días la gente se vuelve muy dadivosa, muy amorosa, muy compasiva, en fin… ¿Se han puesto a observar ese detalle? También se habrán dado cuenta de que la música cambia: se escuchan villancicos… Pero esto surge porque mostramos un espíritu navideño… Pero bueno, han venido a ver la obra de teatro y no a escucharme a mí. Comenzamos.

(Nota: mientras el narrador habla, se encuentra una persona sentada en una mesa de un café esperando a su novia y a sus amigos.)

ENRIQUE. Me parece que otra vez va a llegar tarde esta Mónica…

(Lo interrumpe el camarero.)

CAMARERO. ¿Le sirvo otro chocolate, señor? Usted sabe, para que el tiempo pase más rápido… Además, no se preocupe, ya llegarán las personas que está esperando.

ENRIQUE. Y usted, ¿cómo sabe que estoy esperando a alguien?

CAMARERO. Lo sé, señor, llevo mucho tiempo trabajando aquí y he aprendido a conocer cuándo están tristes, alegres, preocupado… En fin, he tratado de todo tipo de personas. Además comprenda, mucha gente prefiere hacer compras a estas horas y eso complica la circulación de los demás.

ENRIQUE. Es cierto, me parece que tiene razón. Está bien, tráigame otra taza de chocolate, por favor.

CAMARERO. Ahora mismo se la traigo, con su permiso.

ENRIQUE. Pase usted, gracias.

(En ese momento llega su novia.)

MÓNICA. ¡Hola mi amor!

ENRIQUE. Hola amor, ¿sabes qué hora es?

MÓNICA. Sí, cariño, lo sé pero llegué tarde porque fui a comprar algo y ¡hay tanta gente por todos lados!

ENRIQUE. Sí, sí, lo sé, pero las compras podrían esperar para otro día, ¿o no?

MÓNICA. Sí, tesoro, pero cálmate, por favor, cálmate. Recuerda que es momento de vivir el espíritu navideño.

ENRIQUE. Tienes razón, amor, ¿me perdonas?

MÓNICA. Está bien, te perdono, pero no lo vuelvas a hacer, ¿de acuerdo?

ENRIQUE. Está bien.

(Llega el camarero.)

CAMARERO. Disculpe, ¿me permite?


ENRIQUE. (Hace un movimiento para que le sirvan su chocolate.)
Sí, cómo no. (El camarero sirve el chocolate.) Y por favor, tráigale uno a la señorita.

CAMARERO. Sí, señor, si el señor me permite, me tomé la molestia de traerle el chocolate para la señorita. Pues vi que ya llegó.

ENRIQUE. Está muy bien, gracias. Y por favor, en cuanto vea que llegan más personas, tráigales sus respectivas tazas. Gracias.

CAMARERO. Claro, señor, no hay problema. Con su permiso.

ENRIQUE. Adelante, pase usted.

MÓNICA. Bravo, bravo pero bravísimo. ¡Quién te ha visto y quién te ve! ¡Enrique ha cambiado hoy!

ENRIQUE. ¡Pues claro! ¿Es que no ves que estamos en época navideña y toda la gente cambia para bien? (En ese momento llegan sus amigos.)



ACTO II

(Llegan los amigos y platican de muchas cosas. Después proviene el mensaje de salvación.)


JOSÉ. ¡Hola Enrique! ¿Cómo te ha ido?

ENRIQUE. ¡Hola Pepe, me ha ido muy bien, gracias!

JOSÉ. ¡Hola Mónica! ¿Qué tal te trata el gruñón?

MÓNICA. ¡Hola Pepe! Creo que hoy ha sucedido un milagro con Enrique.

ANA. ¿Por qué, Mónica?

MÓNICA. Porque está tan de buenas que ya pidió que os sirviesen chocolate antes de que llegaseis. ¿Os lo podéis creer?

RUBÉN. Pues yo no, pero si tú lo dices… ¡Que así sea!

(Se saludan todos los demás y se sientan.)


RUBÉN. ¿Y dónde están los chocolates? Hace mucho frío…

ENRIQUE. En un momento, tranquilos. (En ese momento llega el camarero.)

CAMARERO. Aquí están los chocolates, señor, ¿alguna cosa más?

ENRIQUE. Gracias, pero por el momento no. Ya le llamaremos.

JOSÉ. ¡Vaya, vaya! ¡Esto sí que es una sorpresa de la vida!

MÓNICA. Te lo dije, Pepe, el gruñón se ha vuelto un manso corderito.

RUBÉN. Y, ¿cómo os ha ido con las fiestas? ¿Eh?

JOSÉ. Pues en lo personal no me puedo quejar porque no salgo de una cuando me están invitando a otra. ¡Y vosotros sabéis que no desprecio nada!

TODOS. (Excepto Toño.) ¡No, que va! ¿Tú? ¿Cuándo no? (Barullo y risas.)

ENRIQUE. Pepe, ¿y tú cuándo nos invitas a una que organices? Porque eres de los que “venga tu reino y nada doy de mi reino”, ¿verdad?

JOSÉ. ¡Qué impacientes sois! Un día de éstos, el menos pensado, os invitaré.

ANA. Pues que no tardes mucho porque se van a acabar las posadas y tú sin invitarnos… Sería como no asistir a ninguna.

JOSÉ. No os preocupéis, lo voy a hacer y pronto.

RUBÉN. Calma, chicos, calma. Esta charla no es para que nos sulfuremos… Total, si José no nos quiere invitar, ¡mejor que nos lo diga!

JOSÉ. No es eso, sí que os quiero invitar pero no soltéis las riendas.

ENRIQUE. Está bien, te esperaremos.

ANA. ¿Y tú, Rubén? ¿Cómo te ha ido en estos días de fiesta?

RUBÉN. Regular, regular… He ido a algunas y a otras no pero mejor cambiemos de tema. ¿Ya habéis comprado los regalos de Navidad?

MÓNICA. Yo ya los he comprado, ¿y vosotros?

ANA. ¡Pues yo también!

ENRIQUE. Yo no, pero los voy a comprar en estos días. ¡Callaos, que no me dejáis escuchar lo que dice Toño!

ANA. Eso, eso, que no le dejamos hablar. Toño, ¿qué decías?

DIABLO. Ahora este tío va a empezar a hablar, ¡y no lo soporto! ¡Mejor lo destruyo!

ÁNGEL. ¡Te recuerdo que fuisteis vencidos hace mucho tiempo! ¡Que el Señor te reprenda! ¡Toño es un hijo de Dios!

(El diablo y el ángel guardan silencio en ese momento.)


TOÑO. Está bien, sólo os estaba escuchando y os estaba observando. ¿Sabéis? Me he dado cuenta de que tenemos planes para estos días pero no nos hemos puesto a pensar en el nacimiento de Jesús.

ANA. Pero, ¿por qué no, Toño? Si en mi casa ese día desde que amanece hasta el otro día estoy contenta y celebramos la Navidad. Además arrullamos al niño Dios cantando algún villancico. Pienso que con eso nos acordamos del nacimiento de Jesús.

TOÑO. Pero, Anita, ¡eso no es suficiente!

RUBÉN. ¿Por qué no, Toño? En mi casa hacemos lo mismo que en casa de Ana y creo que los demás también, ¿o no es así, chicos?

TODOS. Sí, sí, lo hacemos así.

JOSÉ. Entonces, Toño, ¿tú que haces ese día?

TOÑO. En ese día, lo primero que hago es decirle: “¡Felicidades, Jesús! Porque cumple un año más desde que nació. Además todos los días me acuerdo de él.

ENRIQUE. Bueno, Toño, lo haces porque son estos días concretos pero pasando la fiesta, dime, ¿que no vuelves a olvidarte de las promesas que has hecho?

TOÑO. No, Enrique, por eso no prometo si sé que no voy a poder cumplir lo prometido pero, ¿y vosotros? ¿Qué hacéis cuando acaban las fiestas?

MÓNICA. Él (refiriéndose a Enrique) vuelve a ser el mismo gruñón y yo vuelvo a ser la seria, la mosquita muerta.

ANA. Pues yo vuelvo a ser la misma persona que he sido: vacía, sola y en ocasiones sin esperanza alguna.

TOÑO. Y, ¿tú, José?

JOSÉ. Pues me vuelvo a ir a una fiesta para no sentirme solo, para no sentirme insignificante. Es más, quisiera que me hicieseis más caso.

TOÑO. ¿Y tú, Rubén?

RUBÉN. Pues vuelvo a ser un mentiroso, un mal hablado, un mal pensado, vuelvo a fumar y todo eso.

TOÑO. ¿Os habéis dado cuenta? ¡Cuando pasa la Navidad volvéis a vuestros viejos hábitos y no deseáis cambiar realmente.

MÓNICA. Hombre, en realidad, sí que me he dado cuenta de esto. ¡Pero se me ha hecho imposible cambiar!

ANA. A mí también, Toño.

TOÑO. ¡Y a mí también me costó mucho trabajo cambiar! ¿Sabéis por qué? Porque lo hacía con mis propias fuerzas.

MÓNICA. Bueno, bueno, si a ti te costó mucho trabajo poder cambiar entonces, ¿qué tiene que ver Jesús en este asunto?

TOÑO. Escuchad bien, cuando Jesús vino a nacer, él vino a traernos amor, esperanza, fe, confianza, alegría, misericordia, bondad, perdón.

DIABLO. (Se acerca a José y le insinúa una pregunta burlona.)

JOSE. (Irónico.) Entonces, Toño, ya que dices que te costó trabajo cambiar, ¿a caso eras una blanca palomita que no salía del palomar y por eso te costó trabajo cambiar?

TOÑO. No, José, al contrario. Fui una paloma negra.

RUBÉN. ¿Cómo que una paloma negra? Explica eso mejor.

(DIABLO. Hace señas para que no escuchen a Toño.)

TOÑO. Sí, antes de que cambiar y de que pudieseis conocer al Toño que veis, yo era mujeriego, parrandero, jugador, borracho, fiestero, majadero… ¡Pero majadero hasta decir basta! Peleón, etc. Además todo esto lo hacía porque me sentía solo, deprimido, sin esperanza alguna. Sentía que nadie me comprendía.

JOSÉ. ¡Vaya! Tú sí que me ganas. ¿Y entonces cómo cambiaste?

TOÑO. Pues cambié cuando permití a Jesús que naciera en mi corazón.

ENRIQUE. ¡Anda ya! ¿Y cómo lo hiciste para que Jesús naciera en ti? ¿Acaso fuiste llevado por extraterrestres y te implantaron a Jesús en un ovni?

TOÑO. No, Enrique, eso no fue así.

ANA. Entonces, ¿cómo fue?

TOÑO. Bueno, fue muy sencillo. En primer lugar tuve que reconocer que había pecado y que mi vida estaba de acuerdo a la moral de nuestra sociedad. En segundo lugar tuve que pedirle perdón porque todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios. En tercer lugar tuve que declarar con mi boca que Jesús es el Señor y que Dios le levantó de los muertos y entonces le dije: “Jesús, ven a mi corazón, quiero cambiar, deseo que tú nazcas hoy en mi corazón, que me perdones y me des la oportunidad de disfrutar esta Navidad como tú lo mandas”.

JOSÉ. ¿Y no hiciste nada más? ¿Eso fue todo?

TOÑO. Así es, con eso permití que Jesús naciera en mi corazón. Tenéis que entender que la Navidad significa: nacimiento de Jesús. Desde que yo entendí esto, en mi corazón siempre es navidad. (Dirigiéndose al público.) Si alguno desea que Jesús nazca en su corazón le voy a pedir que me lo indique levantando su mano para acompañarlo con una pequeña oración para que pueda decir todos los días de su vida: ¡Es Navidad!


TODOS. (Una vez que la gente acepte a Jesús.) “FELICIDADES, FELIZ AÑO NUEVO”.

Me encantaría seguirte

5 Minutos y 3 Personajes. Una chica recibe la llamada de Jesús a lo largo de su vida pero nunca encuentra el momento adecuado para aceptarlo.


ME ENCANTARÍA SEGUIRTE


PERSONAJES

CAROLINA
2 PERSONAJES DE NEGRO


ESCENA I

(En la primera escena es complaciente y comprensiva, como una joven llena de ideales, pero obviamente cuando se ve enfrentada a decisiones espirituales se van al suelo sus ideales. Es dinámica, ejecutiva, de vida muy activa. Lleva una flor prendida en su pelo, que es lo que la caracteriza en las distintas etapas de la vida. Carolina sentada en su mesa de estudio. Es universitaria. Tiene una flor grande y vistosa prendida en el pelo. Jesús golpea su puerta y ella lentamente comienza a mirar hacia arriba.)

CAROLINA. (Sonríe.) Me encantaría seguirte, ¡en serio! Incluso me agrada la gente religiosa que se la cree, pero creo que no soy tan abnegada además, tengo tanto qué estudiar. ¡Tú sabes! La “U” consume casi todo mi tiempo y el poco que me sobra se me va en ser joven, ir a fiestas, salir con amigos... Es algo que no podría dejar de hacer. ¡Soy Vital! Me gusta el movimiento, la aventura, es algo propio de la juventud. Me he puesto metas, agradezco tanto lo que me has dado pero cuando tenga más edad estaré más reposada, ahí sí voy a seguirte.

(Se oscurece el escenario. Entran dos personajes vestidos de negros y cubren con un manto negro la situación pasada.)


ESCENA II

(En la segunda escena, es visiblemente más seca en cuanto a lo espiritual, aún conserva su modo ejecutivo, en lo natural es bromista. Su flor puede estar en el pelo. Esta escena se desarrolla en el living de la casa. Entra Carolina, que ya está casada, es mamá, está trabajando y se ocupa de su casa cuando llega del trabajo. Deja la cartera, se saca la chaqueta. El living está desordenado.)

CAROLINA. ¡Hola! Ya lleguééé... Sergio, mi amoooor, niñoooos. ¡Ooooh! Pero, ¿y este desastre? Por favooor (empieza a sacudir y a ordenar.) Bueno, así es la vida de nosotras las pobres mujeres (tono broma-serio). Lava, plancha, cocina, cría hijos, regalonea a tu marido y, más encima... trabaja. “La, la, la, la, la...”

(Jesús golpea a su puerta. Ella se detiene poniendo atención.)

CAROLINA. Ahora no, ¡IMPOSIBLE! Tanto que ya no sé cuándo vivo para mí... no sé qué soy primero: si madre o esposa, si mujer profesional (notablemente agotada) y más encima, ¿dedicarme a la religión? (Reflexiona.) Yo creo que cuando haya acabado el ajetreo de la crianza de mis hijos, que es lo más agotador, entonces te seguiré, porque igual encuentro bonito… Me gusta eso de “ser solidaria con el prójimo y ayudar al pobre”, aunque yo igual lo hago cuando se me presenta la oportunidad pero ahora no puedo seguirte.

(Se oscurece el escenario. Entran dos personajes vestidos de negros y cubren con un manto negro la situación pasada.)



ESCENA III

(La tercera escena, como anciana, es orgullosa, dura de corazón, llena de vanidad, aunque sus rasgos naturales ya está maduros, como: la placidez de una anciana. Es como tú ves a una viejita. De mirarla es una ternura, pero sus palabras pueden ser incrédulas y duras. Ella es culta y bien segura de sí misma. La flor la lleva colgada como un collar. Está con un chal y unos lentes ópticos. Carolina, anciana ya, está sentada en una mecedora leyendo un libro. Después de unos segundos de lectura, Jesús golpea a su puerta.)

CAROLINA. ¿Ahora? Ya no puedo, no tengo fuerzas. Ha llegado una etapa en que lo único que quiero es estar tranquila, estar en paz. A estas alturas de mi vida difícilmente podría cambiar lo que ha sido hasta hoy. Pero creo que he cumplido. Me esforcé lo suficiente como para quedar demasiado cansada para dar luchas... Aunque nunca he dejado de rezarte ¿Ah? desde que estaba en la universidad. En el fondo siempre he estado cerca de ti, a mi manera. He hecho un buen trabajo en esta vida. He sido buena con las personas, principalmente con mi familia, ¿qué más puedo hacer?

(Se oscurece el escenario. Entran dos personajes vestidos de negros y cubren con un manto negro la situación pasada.)



ESCENA IV

(Esta escena termina la obra. Se ilumina sólo la flor grande y vistosa que usaba Carolina, en el suelo.)

El pecado de David

13 Minutos y 7 Personajes. Desarrollo de plan de David para ocultar su pecado de adulterio con Betsabé.


EL PECADO DE DAVID
Ángel Maguiña


PERSONAJES


NARRADOR
DAVID
NATAN
JOAB
HET
BETSABÉ
URÍAS




NARRADOR. Al año siguiente, al tiempo en que salen los reyes a la guerra, David envió a Joab a sus siervos y a todo el ejército. Y destruyeron a los amonitas, y sitiaron a Rabá; pero David se quedó en Jerusalén

(Aparece David echado en un diván, luego se levanta y se pasea mirando a todos lados y sus ojos se fijan con atención, después de observar largamente. Da dos palmadas.)

HET. (Haciendo reverencia.) ¿Señor?

DAVID. Mira allá Het, dime, ¿quién es esa mujer?

HET. Aquella es Betsabé, Hija de Eliam, mujer de Urías Heteo.

DAVID. (Aparte.) Es casada. (A Het) Envía mensajeros y traedme aquella mujer.

HET. Así será, señor. (Se retira.)

DAVID. Ah, hermosuras de Jerusalén, ¿quién pudiera andar por todos tus caminos? La victoria me sonríe, los Amonitas ya están derrotados, solo falta caer a Rabá, es cuestión de tiempo, y lo que tiene que caer, caerá.

(Ingresa Het con Betsabé.)

HET. Señor, aquí esta Betsabé, hija de Eliam.

DAVID. Muy bien. (Le hace una señal a Het para que se retire.) Tu hermosura es incomparable.

BETSABÉ. Mi Señor, ¿para qué has hecho venir a tu sierva?

DAVID. Solo el destino podrá explicar tu presencia, sígueme.

(Salen David y Betsabé.)

NARRADOR. Al caer la noche y recibir una mañana la tarde, se bosqueja el sentimiento atraído por una traición, la deslealtad envuelta en sombrías tentaciones, recompensará el delito.

DAVID. (Ingresando,) Dulce encanto de mi ser y mi reino.

HET. Mi Señor: la señora Betsabé. (Se retira.)

BETSABÉ. Señor...

DAVID. ¿Qué te hace tan afligida, mujer? Ten tu reposo en mí y cuéntame tus desconsuelos.

BETSABÉ. La tierra que fue sembrada rendirá su fruto para cuando llegue el...

DAVID. Parece un acertijo, dime ya lo que te impacienta.

BETSABÉ. Estoy en cinta...

DAVID. ¿En cinta? ¿Cómo pudo suceder esto?

BETSABÉ. Mi alma está afligida por la sentencia que recibiré…

DAVID. Recuerda, mujer, soy el rey. (Pensando.) Esto se debe solucionar cuanto antes y poner todo en orden. (Dirigiéndose a la mujer.) Ve tranquila que solucionaré esto cuanto antes.

BETSABÉ. Señor. (Se retira.)

HET. (Ingresa.) Señor.

DAVID. Het, envía a un mensajero a Joab, que haga venir pronto a Urías el Heteo que tiene en el frente de batalla.

HET. Así lo haré, señor, en cuanto llegué a Rabá de los Amonitas se lo enviaré. (Sale.)

NARRADOR. Con la velocidad del viento Urías el Heteo corrió traspasando montañas, y llanuras llegando por fin hasta Jerusalén.

URÍAS. Señor, en cuanto recibí su mensaje vine aprisa sin tardar.

DAVID. Hazme saber sobre la salud del general Joab y del pueblo que sitia a Rabá y cómo va la guerra.

URÍAS. Su salud es inmejorable y el pueblo espera el momento para entrar a la ciudad...

DAVID. Desciende a tu casa, y lava tus pies.

URÍAS. Se lo agradezco, mi rey, con su permiso me retiraré. (Sale.)

(Het ingresa.)

DAVID. Envía algunos presentes a la casa de Urías el Hitita.

(Het se retira.)

NARRADOR. Pero Urías durmió a la puerta de la casa del rey con los demás siervos de su señor, y no descendió a su casa.

HET. (Ingresa.) Señor.

DAVID. Dime, buen Het.

HET. Urías no había descendido a su casa.

DAVID. Ese hombre no sabe cumplir órdenes, le envié para que fuera a casa y no ha ido; haz venir pronto a Urías Heteo.

(Het sale.)

DAVID. (Pensativo.) Este plan otro plan dará resultado…

(Het Ingresa con Urías.)

DAVID. ¿No has venido de camino? ¿Por qué no descendiste a tu casa?

URÍAS. El Arca e Israel y Judá están bajo tiendas; y mi señor Joab y sus oficiales, en el campo, ¿y había yo de entrar en mi casa, y dormir con mi esposa? Por vida de tu alma que yo no haré tal cosa.

DAVID. Quédate aún hoy, y mañana te despacharé. (Le hace una seña a Het y este sale.)

URÍAS. Bien, Señor.

(Het ingresa con un azafate que contiene comida y abundante bebida, y les sirve.)

(Música. Comen y beben, por un tiempo.)

URÍAS. (Ebrio.) Después de dos días de banquete y bebida debo partir a mi hogar.

DAVID. Es una decisión sabia; tu esposa te espera con ansias.

URÍAS. Entonces, mi Rey, me retiro. (Sale.)

NARRADOR. Y él salió a dormir en su cama con los siervos de su señor, pero no descendió a su casa. Entonces la ira del Rey se encendió en gran manera debido a que sus planes no daban resultado y los días pasaban.

DAVID. ¿De dónde viene tanta osadía el desobedecer mis órdenes? (Pensativo. Se oye en voz en off su voz: “Si esto se llega a saber ni la flauta ni el tamboril sonarán para mí debo hallar una solución o la desgracia llegará a mi reino. Actuaré con rapidez.” Coge una pluma y escribe: “A Joab, general de los ejércitos de Israel, que el sitio sea de victoria para nuestra causa. Joab, te ruego que Urías marche al frente, en lo más recio de la batalla, y abandónalo para que sea herido y muera. Hasta pronto.”) ¡Het!

HET. (Ingresa.) ¿Señor?

DAVID. Envía esta carta a Joab. ¡Con urgencia!

(Salen.)

NARRADOR. Aliento de ciudad fortificada, Rabá sitiada por Joab. Escoge a los más valientes, urga entre sus filas para enviar a Urías Heteo. Enviará una ofensiva con un solo objetivo: cumplir una orden expresada en un crimen -matar a Urías para borrar aquel pecado-. Cual aguijón molesta al rey, sabiendo las consecuencias que acarrearía dejarlo vivir. Joab envía a estos guerreros, les insta, les arenga a pelear por Dios y su rey... Y Urías Heteo dispuesto a la lucha con el valor y el vigor de corazón que da la convicción de su Dios y su rey, marcha al frente sin vacilar, sin saber que razones entenebrecidas ya han dictado su sentencia: morir para preservar el reino, sin mancha, la traición cruel marca su camino. ¡Ha muerto! Víctima de la injusticia.

JOAB. Ya la jornada del día de hoy ha terminado, mi valiente Het.

HET. Sí, creo que muy pronto.

JOAB. Llevarás un mensaje a Jerusalén. Cuando acabes de dar al rey todas las noticias de la guerra, si el rey empieza a enojarse, y te dice: “¿Por qué os acercasteis a la ciudad? ¿No sabéis lo que suelen arrojar desde la muralla? ¿Quién hirió a Abimelec, hijo de Jerobaal? ¿No echó una mujer desde la muralla un pedazo de rueda de molino, y murió en Tebes? ¿Por qué os llegasteis a la muralla?” Entonces le dirás: “También tu siervo Urías hitita ha muerto”.

HET. Lo llevaré, señor.

(Salen.)

(David ingresa.)

HET. (Le da alcance a David.) Señor, traigo mensaje de los últimos acontecimientos en Rabá.

DAVID. Decidme, que ansioso estoy por oírlos.

HET. Prevalecieron los hombres que salieron contra nosotros al campo, bien que les hicimos retroceder hasta la entrada de la ciudad pero los arqueros tiraron a tus siervos desde la muralla, y murieron algunos de los siervos del rey, y entre ellos, Urías hitita.

DAVID. Decidle a Joab: “No tengas pesar por eso, porque la espada consume tanto a uno como a otro. Refuerza el ataque contra la ciudad hasta que la rindas”. Y tú, aliéntalo.

HET. Eso haré. (Sale.)

NARRADOR. Al oír la esposa de Urías que su esposo había muerto, hizo duelo por él. Y pasado el luto, David envió y la trajo a su casa. Ella fue su esposa, y dio a luz un hijo. Pero esta acción de David desagradó al Eterno, y Jehová envió a Natán.

NATÁN. (Ingresa) Rey de Israel, aquí os traigo un caso que quisiera relatar.

DAVID. Dilo, Natán, ¿qué profecías traéis?

NATÁN. Había dos hombres en una ciudad, uno rico y el otro pobre. El rico tenía numerosas ovejas y vacas, pero el pobre tenía una sola cordera que había comprado y criado. Había crecido con él y con sus hijos. Comía de su bocado, bebía de su vaso y dormía en su seno. Y la tenía como a una hija. Un viajero llegó a casa del hombre rico, y él no quiso tomar de sus ovejas, ni de sus vacas para dar de comer al viajero que lo visitaba, sino que tomó la oveja de aquel hombre pobre, y la aderezó para su huésped.

DAVID. (Enfurecido.) Vive el Eterno que el que tal hizo es digno de muerte. Y debe pagar la cordera con cuatro tantos, porque hizo tal cosa y no tuvo compasión.

NATÁN. Tú eres ese hombre. Así dice el Eterno, Dios de Israel: “Yo te ungí por rey de Israel, y te libré de manos de Saúl. Te di la casa de tu señor, y las mujeres de tu señor en tu seno. Además, te di la casa de Israel y de Judá. Y si esto fuera poco, te añadiría mucho
más. ¿Por qué, pues, tuviste en poco la Palabra de Jehová y cometiste lo malo en sus ojos? A Urías hitita heriste a espada, y tomaste su esposa para que fuera tuya, y a él lo mataste con la espada de los amonitas. Por eso, la espada no se apartará jamás de tu casa por cuanto me menospreciaste, y tomaste la esposa de Urías hitita para ti”. Así dice Dios: “Yo levantaré el mal en tu misma casa. Tomaré tus mujeres ante tus ojos, y las daré a tu prójimo que yacerá con ellas a la vista de este sol. Tú lo hiciste en secreto, pero yo haré esto ante todo Israel, y ante el sol”.

DAVID. Pequé contra Dios.

NATÁN. También Jehová ha perdonado tu pecado. No morirás. Pero por cuanto con esta acción hiciste blasfemar a los enemigos de Dios, el hijo que te ha nacido morirá. (Sale.)

NARRADOR. Cuando Natán volvió a su casa, el Señor hirió al niño que la esposa de Urías había engendrado a David, y enfermó gravemente. Entonces David rogó a Dios por el niño. Ayunó, se retiró y pasó la noche acostado en tierra. Los ancianos de su casa lo instaron a que se levantara de la tierra pero él no quiso, ni comió con ellos. El niño murió conforme a lo dicho por Natán.