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2012 - España

La entrada triunfal

20 Minutos y 10 Personajes + Extras. Esta obra inicia en el presente, cuando Isabel es testigo de un hecho que le destroza el alma: la cruxificción de Jesús. Eso le trae a la memoria la ilusión con la que ella se dirigía a Jerusalén, para adorar a Jesús. Es aquí cuando la obra se traslada al pasado, cuando en su camino hacia Jerusalén, junto con sus dos primos, se topa con varios personajes cuyas historias giran en torno a la entrada triunfal de Jesús. Al final, nuevamente en el presente, Isabel reflexiona en lo acontecido y le pide a Dios que su adoración hacia Él sea siempre de corazón.


LA ENTRADA TRIUNFAL
Cedida y adaptada por Guillermo Sánchez



PERSONAJES




NARRADOR
PILATO
MULTITUD
ISABEL
GAD
JOEL
MUJER 1
MUJER 2
FARISEO 1
FARISEO 2
TÍA ANA

ESCENA 1

NARRADOR. Cuando llegó la mañana, todos los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron consejo contra Jesús para darle muerte. Y después de atarle, le llevaron y le entregaron a Pilato, el gobernador. Y Jesús compareció delante del gobernador, y éste le interrogó, diciendo: “¿Eres tú el Rey de los judíos?” Y Jesús le dijo: “Tú lo dices”. Ahora bien, en cada fiesta, el gobernador acostumbraba soltar un preso al pueblo, el que ellos quisieran. Y tenían entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Por lo cual, cuando ellos se reunieron, Pilato les dijo:

PILATO. ¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás o a Jesús, llamado el Cristo?

NARRADOR. Porque él sabía que le habían entregado por envidia.

(Aquí los fariseos que están entre el público empiezan a gritar “A Barrabás, que crucifiquen a Jesús”, y voltean hacia otros del público para que digan lo mismo, y asís siguen hasta que Pilato les da señas con la mano de que callen.)

PILATO. ¿A cuál de los dos queréis que os suelte?

(La multitud estará mezclada entre el público.)

MULTITUD. A Barrabás… danos a Barrabás.

PILATO. ¿Qué haré entonces con Jesús, llamado el Cristo?

MULTITUD. ¡Sea crucificado! Qué lo crucifiquen.

PILATO. ¿Por qué? ¿Qué mal ha hecho?

MULTITUD. (Gritan aún más.) ¡Sea crucificado!

(Pilato calla a la multitud, le acercan agua, toma agua y se lava las manos delante de la multitud y dice…)

PILATO. Soy inocente de la sangre de este justo; ¡allá vosotros!

NARRADOR. Entonces les soltó a Barrabás, pero a Jesús, después de hacerle azotar, lo entregó para que fuera crucificado.

(Isabel saliendo de entre el público.)

ISABEL. ¡Nooo! Yo no vine a esto, yo vine a Jerusalén a adorar a Jesús, no a ver cómo lo crucifican… Pero, ¿qué fue lo que pasó? Hace apenas unos días esta misma gente coreaba “Hossana, Sálvanos, ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”. Yo no vine a esto.

(Se cierra el telón.)

Himno: “Tierra de Palestina”

(Se abre el telón.)

NARRADOR. Isabel, al enterarse de que Pilato había entregado a Jesús para que fuera crucificado, está desconsolada. Retrocedamos unos días en el tiempo, cuando Isabel y sus primos venían con la ilusión de adorar a Jesús.



ESCENA 2

ISABEL. Jerusalén, Jerusalén, cómo ansío ya estar ahí.

JOEL. Este es mi primer viaje a esa ciudad, no sabes lo agradecido que estoy con Dios de que podré ir al templo el próximo día de reposo.

GAD. Pues yo ya estoy cansado, además no hemos comido nada desde antes del amanecer, que nos hiciste levantarnos para continuar con el viaje, ¿podemos parar aquí?

JOEL. ¡Gad! Pero no has parado de comer en todo el camino.

ISABEL. Yo quería hacer este descanso cuando divisáramos los muros de la ciudad, falta tan poco y sé de un lugar con una vista hermosa. Pero qué remedio, acerquémonos (busca una sombra)… a esa sombra, antes de que Gad se desmaye de hambre.

GAD. (Repite en tono de enfado.) “Antes de que se desmaye de hambre”. (Se lleva un pedazo de pan a la boca.)

(Joel e Isabel lo miran.)

ISABEL. Recuerda comer despacio, no quiero que nos detengamos por un dolor de estómago.

GAD. (Repite en tono de enfado.) “Recuerda comer despacio” (Se lleva un pedazo de pan a la boca.)

(Joel e Isabel la vuelven a mirar.)

(Se cierra y abre el telón, los actores cambian posiciones.)

(Terminan de comer Joel e Isabel se quedan viendo con impaciencia a Gad, los tres están sentados.)

GAD. Ya acabé, ya acabé, sólo un trago más de agua Joel, sólo uno más... y un poco de pan… y otra uva…

JOEL. ¡Pero ya deja de comer!

(En eso entran dos mujeres.)

MUJER 1. Fue increíble ver a Jesús, me habían platicado tanto de él, pero mira que tener la humildad de llegar a Jerusalén en una burrita y al mismo tiempo percibir toda esa autoridad.

MUJER 2. No tengo ni idea de dónde salió toda esa gente para aclamarlo

ISABEL. Disculpen, pero no pude evitar escuchar su plática ¿en verdad vieron a Jesús?

MUJER 2. Sí, la gente extendió sus mantos y los pusieron a sus pies al verle

MUJER 1. Coreamos con ellos “Hossana”. ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!

JOEL. Le decían “Hosanna”, es decir, sálvanos, ¿no se supone que esa palabra está reservada para el Mesías?

MUJER 1. Muchos de por aquí creemos que Él es el Mesías; hace poco levantó de los muertos a un hombre de Betania llamado Lázaro

MUJER 2. Sí, yo conozco a la hermana de Lázaro y me contó cómo despúes de tres días de muerto, Jesús mando abrir la tumba y cómo el hedor era insoportable ¡pero Lázaro salió por su propio pie, cuando Jesús se lo pidió!

ISABEL. ¡El Mesías! ¡Él es el Mesías!

MUJER 2. ¡Sí! ¡Él es el Mesías! Bueno, tenemos que seguir nuestro camino.

(Se despiden las mujeres y salen del escenario)

ISABEL. Nos perdimos la entrada de Jesús a Jerusalén, gracias a tu hambre, Gad, apuremos el paso, tal vez lo encontremos

(Comienzan de nuevo a caminar, pero Joel se detiene por un dolor en su costado.)

GAD. ¡No, no puede ser! Otra vez ese dolor…

ISABEL. ¿Estás seguro de que no puedes seguir?

GAD. (Sin poder hablar les hace señas que no.)

ISABEL. Lo sabía, y te lo dije… ¡y no me arremedes!

JOEL. (Resignado.) Ni modo, descansa, tendremos casi toda una semana para buscar a Jesús en Jerusalén, te aseguro que lo hallaremos.

(Entran dos fariseos.)

FARISEO 1. Es inconcebible la arrogancia de ese hombre; mira que decirnos que si la multitud callara su clamor, las mismas piedras lo aclamarían.

FARISEO 2. Fue demasiada la gente que lo sigue y admira.

FARISEO 1. Esto se está saliendo de control, debemos ir al Sanedrín y tener una junta.

FARISEO 2. ¡Es que esto ya fue el colmo! Primero nos dijo frente a todos sepulcros blanqueados, hipócritas, pues, y luego responde directa y elocuentemente a nuestros cuestionamientos sobre las limosnas.

FARISEO 1. Sí, me pareció ver una sonrisa burlona en los del pueblo cuando nos respondió que diéramos al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

FARISEO 2. Sí es cierto, ¡vamos a perder el respeto de la gente!

FARISEO 1. En verdad, es momento de tomar medidas drásticas con ese Nazareno.

(Los fariseos se dan cuenta de la presencia de los viajeros y cambian su enojo por un saludo cortés.)

FARISEOS. ¡Shalom!

VIAJEROS. (Intercambian miradas con recelo.) ¡Shalom!

(Desaparecen de escena los fariseos y los viajeros siguen caminando, cuando Isabel ve a la tía Ana.)

ISABEL. Pero ¡miren! (Sale corriendo.) Tía Ana, tía Ana…

(Isabel y Joel se apresuran.)

ANA. Hija que gusto de verte, ¡IJoel! ¡Gad! Pero qué alegría verles.

JOEL. Tía, pero ¿qué haces aquí?

ANA. Salí de la ciudad a recibir a Jesús.

ISABEL. Nos enteramos que fue impresionante cómo la gente aclamó a Jesús.

ANA. Sí, fui de los que corearon la entrada de Jesús a la ciudad, pero después de eso Jesús llegó al Templo y el Maestro sacó a empujones a los vendedores del Templo, volteó los puestos, los animales que estaban para ser sacrificados andaban por todos lados, mientras que él gritaba que estaba escrito que el Templo debía ser conocido por todas las naciones como casa de oración y que los vendedores la habían convertido en cueva de ladrones.

GAD. Había escuchado muchas cosas de Jesús, bueno hasta que resucitó a un hombre, pero nunca que se había enojado.

JOEL. Bueno yo ya había escuchado de esos vendedores y es que se supone que deberíamos preparar nuestras ofrendas, incluso nuestros animales para el sacrificio con anterioridad.

ISABEL. La verdad es que el Templo parecía más bien un mercado la última vez que anduve por acá.

ANA. Sí, lo que hizo Jesús estuvo correcto, me parece que lo que Él quiere es una adoración genuina a Dios...

(Cierra el telón.)

Himno “Mantos y Palmas”

(Abre el telón.)

NARRADOR. Ahora, regresemos de nuevo al presente, y veamos después de todo lo acontecido cual fue la reflexión final de Isabel.



ESCENA 3

(Abre la escena y se escucha la voz de Pilato diciendo: “Soy inocente de la sangre de este justo; ¡allá vosotros!”.)

ISABEL. Hace apenas unos días yo venía con la ilusión de adorarle también…

(Entra la Mujer 1 a la escena donde está Isabel desconsolada.)

ISABEL. Tú, tú eras una de las que creías que Jesús era el Mesías, tú eres de las que coreaste “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”, pero ahora estabas gritando “Crucifícale”.

MUJER 1. Pero, los principales sacerdotes y escribas nos incitaron a hacerlo.

ISABEL. Y hace apenas unos días, ¿quién te convenció para alabarle? Quien haya sido, no lo hizo tan bien como los fariseos… Ahora recuerdo, uno de los fariseos dijo: “es momento de tomar medidas drásticas con ese Nazareno”, que Dios le perdone, él no sabía que se estaba referiendo al Mesías prometido.

MUJER 1. ¿Qué va a pasar conmigo? Ciertamente hace unos días yo lo adoré, y ahora… y ahora… grité para que lo crucificaran. (Toma del brazo a Isabel.) ¿Qué va a pasar conmigo?

ISABEL. Me parece que lo que Jesús quiere es una adoración genuina a Dios... tal como lo dijo la tía Ana.

MUJER 1. Oh Dios, perdóname por mi falsa alabanza, y por haberte rechazado hoy. (Sale de la escena.)

ISABEL. Lo que ahora me llevó marcado en mi corazón es que aunque la entrada de Jesús a Jerusalén pareció estar colmada de adoración, resultó ser una alabanza hueca y es que muchos de los que participaron en ese evento, después corearían junto con los escribas y fariseos, que le crucificaran y liberaran al asesino Barrabás en vez de a Jesús. Dios, ayúdame a que mi adoración hacia ti, siempre sea de corazón.

(Se cierra el telón.)

NARRADOR. Hace veinte siglos; Jesús entraba en Jerusalén, el pueblo tendía sus mantos, tomaban ramas de palmera y le daban la bienvenida; días después, muchos de ellos estaban entre la multitud gritando: “¡Crucifícale!”

Hoy se marca el inició de la semana Mayor es tiempo de recordar y sobre todo valorar lo que Jesús hizo por nosotros, Jesús quiere entrar en tu vida así como entró en Jerusalén; pero quiere ser el verdadero Rey en tu corazón. Date el tiempo de pensar en la clase de adoración que Dios espera de ti, ¿estás listo para adorar a Jesús con un corazón sincero?

Himno: “A Cristo coronad”.

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