5 Minutos y 2 Personajes. Jesús le explica a hombre qué es lo que va a hacer subiendo al monte. Al principio no comprende el alcance de lo que Jesús le dice pero poco a poco entiende que Él es su salvación.
CRISTO HOMBRE
José Inostroza
PERSONAJES
CRISTO
HOMBRE
(Jesús entra por un costado, el hombre sale a su encuentro.)
HOMBRE. Disculpe, Señor, ¿dónde va?
CRISTO. Voy hacia aquel monte.
HOMBRE. ¡Al monte! Pero, ¿usted sabe? Allí sólo van los que han hecho mal, aquellos que han robado, matado o no sé qué cosas; pero usted…
CRISTO. Sí, yo iré... Tengo que subir, es importante. Yo no he hecho mal, sin embargo, sobre mis espaldas cargo la maldad de todo el mundo, y también la tuya... Si no subo morirás tú y todos los demás. Sólo mira a tu alrededor: gente asesinada, matanzas por ideales que nadie entiende; otros se suicidan al no encontrar esperanza en sus vidas... ¿Entiendes por qué subir? Si mi Padre sufre, yo también. Por eso me envió...
HOMBRE. ¿Cómo, su Padre le envió? No, no, no entiendo... Allí morirá y... su Padre le envía. ¿Qué Padre podría hacer eso? La verdad es que no comprendo... Su padre le envía y usted obedece, ¡qué locura! No lo puedo creer.
CRISTO. Obedecer, ese es el problema del HOMBRE. Adán, Caín, desde el principio hasta hoy han desobedecido... y tú también lo has hecho.
HOMBRE. Bueno, sí, trato de ser...
CRISTO. Si entendieras la trascendencia de Dios en tu vida, si yo estuviera realmente en tu vida, no sólo tratarías, sino que lo harías. ¡Cuánto dolor evitarías para tu vida!
HOMBRE. Me doy cuenta del dolor, del sufrir. Y estas cadenas que me tienen atado, necesito la libertad, la limpieza, la tranquilidad...
CRISTO. La paz, el amor de Dios que te protege, bendice, que te considera, Tu Creador, y lo principal, tu perdonador. Por eso tengo que subir al monte, morir injustamente, derramar mi sangre como sacrificio de expiación y clavar en esa cruz la carga que hoy oprime tu vida y la de todo el mundo... Hombre, ven conmigo.
HOMBRE. Señor, mi Señor, no quiero que me dejes solo...
CRISTO. Estás cansado y trabajado, los muchos pecados han producido un sufrir constante... Ven y yo te haré descansar.
HOMBRE. ¿Cómo descansaré Señor, si tú vas rumbo al monte de la muerte?
CRISTO. ¿De la muerte? Dirás de la victoria. El poder de Dios se hará sentir en toda la tierra, y el mal será herido de muerte. Tú podrás decir: “libre soy y tengo paz”. Entonces, la muerte ya no será más y la victoria se elevará en el infinito del cielo... ¡Ven sígueme! (El hombre lo sigue y salen juntos.)
PERSONAJES
CRISTO
HOMBRE
(Jesús entra por un costado, el hombre sale a su encuentro.)
HOMBRE. Disculpe, Señor, ¿dónde va?
CRISTO. Voy hacia aquel monte.
HOMBRE. ¡Al monte! Pero, ¿usted sabe? Allí sólo van los que han hecho mal, aquellos que han robado, matado o no sé qué cosas; pero usted…
CRISTO. Sí, yo iré... Tengo que subir, es importante. Yo no he hecho mal, sin embargo, sobre mis espaldas cargo la maldad de todo el mundo, y también la tuya... Si no subo morirás tú y todos los demás. Sólo mira a tu alrededor: gente asesinada, matanzas por ideales que nadie entiende; otros se suicidan al no encontrar esperanza en sus vidas... ¿Entiendes por qué subir? Si mi Padre sufre, yo también. Por eso me envió...
HOMBRE. ¿Cómo, su Padre le envió? No, no, no entiendo... Allí morirá y... su Padre le envía. ¿Qué Padre podría hacer eso? La verdad es que no comprendo... Su padre le envía y usted obedece, ¡qué locura! No lo puedo creer.
CRISTO. Obedecer, ese es el problema del HOMBRE. Adán, Caín, desde el principio hasta hoy han desobedecido... y tú también lo has hecho.
HOMBRE. Bueno, sí, trato de ser...
CRISTO. Si entendieras la trascendencia de Dios en tu vida, si yo estuviera realmente en tu vida, no sólo tratarías, sino que lo harías. ¡Cuánto dolor evitarías para tu vida!
HOMBRE. Me doy cuenta del dolor, del sufrir. Y estas cadenas que me tienen atado, necesito la libertad, la limpieza, la tranquilidad...
CRISTO. La paz, el amor de Dios que te protege, bendice, que te considera, Tu Creador, y lo principal, tu perdonador. Por eso tengo que subir al monte, morir injustamente, derramar mi sangre como sacrificio de expiación y clavar en esa cruz la carga que hoy oprime tu vida y la de todo el mundo... Hombre, ven conmigo.
HOMBRE. Señor, mi Señor, no quiero que me dejes solo...
CRISTO. Estás cansado y trabajado, los muchos pecados han producido un sufrir constante... Ven y yo te haré descansar.
HOMBRE. ¿Cómo descansaré Señor, si tú vas rumbo al monte de la muerte?
CRISTO. ¿De la muerte? Dirás de la victoria. El poder de Dios se hará sentir en toda la tierra, y el mal será herido de muerte. Tú podrás decir: “libre soy y tengo paz”. Entonces, la muerte ya no será más y la victoria se elevará en el infinito del cielo... ¡Ven sígueme! (El hombre lo sigue y salen juntos.)
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