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2012 - España

El abogado

15 Minutos y 6 Personajes. En un juicio una joven es declarada culpable por todos los errores que ha cometido en su vida pero su Abogado defensor ha pagado el precio por ella

EL ABOGADO


PERSONAJES

ABOGADO
JUEZ
ACUSADOR
ACUSADA
POLICÍA
SECRETARIA



ESCENARIO: Una sala de juzgado.

(La sala está vacía cuando se encienden las luces. Entra el policía y se sienta, entra la secretaria y acomoda su escritorio.)

POLICÍA. Buenas, joven.

SECRETARIA. Buenas, caballero.

POLICÍA. Parece ser que hoy será un día tranquilo.

SECRETARIA. Si usted lo dice.

POLICÍA. Digo yo, a lo mejor será un día bastante cansado.

ACUSADOR. (Entra por la derecha. Se ve muy contento.) Buenos días, dama, caballero.

POLICÍA. Veo que está usted muy contento.

ACUSADOR. ¿Y cómo no lo voy a estar? Hoy es el gran día.

SECRETARIA. (Extrañada.) ¿El gran día?

ACUSADOR. Por supuesto, joven, hoy es el día del gran juicio. El honorable juez tendrá a su cargo este juicio. (Con fanfarronería.) Y yo, claro está, me encargaré de acusar a cada uno de los que por esta sala pasen, para que les caiga todo el peso de la ley. (Golpea el escritorio y se ríe cínicamente.)

(La secretaria y el policía se asustan.)

SECRETARIA. (Al policía.) ¡Qué hombre más malo!

POLICÍA. ¡Oh! No lo dude usted, a este abogado difícilmente se le van los juicios, todos los gana.

SECRETARIA. (Mira al acusador.)

ACUSADOR. (Está en su escritorio acomodando los papeles, y en su rostro tiene una sonrisa, una sonrisa cínica.)

SECRETARIA. (Mira al policía. Hace un gesto como preguntándose ¿Es verdad?)

POLICÍA. (Asiente con la cabeza.)

ACUSADOR. (Mira el reloj.) Vaya (al policía) Disculpe, caballero.

POLICÍA. ¿Sí, señor?

ACUSADOR. ¿No sabe usted cuándo comenzará el juicio?

POLICÍA. Pues no, nadie acá sabe, es más, y no sabía que hoy sería el gran juicio.

ACUSADOR. ¿Podría usted preguntarle al señor juez cuándo comenzaremos este juicio?

POLICÍA. Sí, con gusto, ya regreso. (Sale por la izquierda.)

SECRETARIA. (Con un poco de temor.) Y, ¿tiene mucho tiempo de estar en este tipo de trabajo?

ACUSADOR. (Vuelve a ver a la secretaria.) ¿Me habla a mí?

SECRETARIA. Sí, señor.

ACUSADOR. (Entre cínico y orgullo.) Claro, joven, son muchos años de estar en estas lides, nunca, óigame usted, nunca he perdido un juicio.

SECRETARIA. Vaya, es usted muy buen abogado.

ACUSADOR. Por supuesto, soy el mejor, no hay otro como yo, no lo habrá.

SECRETARIA. Está usted muy confiado.

ACUSADOR. Por supuesto, (con orgullo). Creo en mí, soy mi propio dios.

POLICÍA. (Entra de nuevo.) Dice el señor juez que el juicio iniciará en el momento que él lo decida.

ACUSADOR. Muchas gracias, caballero.

POLICÍA. Ah, y también dijo que no le molestara más. (Se dirige hacia la salida de la derecha.)

ACUSADOR. ¿Se puede saber a dónde se dirige usted, caballero?

POLICÍA. (Se vuelve.) Le contestaré sólo porque soy muy educado, de lo contrario, no me hubiese molestado en perder el tiempo volviéndome a responder. Para su información, me dirijo a las celdas para traer al primer acusado, según órdenes que me dio el distinguido juez. (Sale del escenario.)

ACUSADOR. (Se sienta muy molesto.)

SECRETARIA. (Se ríe disimuladamente.)

JUEZ. (Entra por la izquierda.) Buenos días.

(La Secretaria y el Acusador se ponen de pie.)

SECRETARIA y ACUSADOR. Buenos días, señor juez. (Se sientan.)

JUEZ. Bien, comenzaremos con el juicio. Claro está, en el momento que llegue el primer acusado. (Toma uno de los folders que tiene sobre su mesa y lo revisa.)

ACUSADOR. (Saca un folder lleno de papeles. Se ríe cínicamente.)

SECRETARIA. (Lo mira muy asustada.)

POLICÍA. (Entra con la acusada y la sienta en la silla que está al lado contrario de la mesa del Acusador.)

ABOGADO. (Entra acompañando a la Acusada. Se sienta en su escritorio, pero no dice nada.)

JUEZ. Bien, (leyendo el folder) Ana Lorena Díaz Castro, ¿no es así?

ACUSADA. Sí, señor.

JUEZ. ¿De qué se le acusa?

ACUSADOR. (Se pone de pie.) Se le acusa de varios delitos.

JUEZ. (Al Acusador.) Usted hablará cuando se le indique que lo haga.

ACUSADOR. (Se sienta, muy avergonzado.) Sí, señor.

SECRETARIA. (Se burla disimuladamente del Acusador.)

JUEZ. Bueno, procedamos con el juicio. Escucharemos primero la parte acusadora y luego la defensa.

ABOGADO. (Observa en silencio la acción)

ACUSADOR. (Se pone de pie, muy confiado y con altanería.) Gracias, señor juez. Bien, veamos: esta mujer ha cometido varios pecados muy graves que requieren ser juzgados con todo el peso de la ley. (Abre el expediente.) Bien, veamos, para empezar, quiero llamar como primer testigo a la misma acusada.

ACUSADA. Señor juez...

JUEZ. Silencio, por favor, proceda a obedecer la solicitud del señor Acusador.

ACUSADA. (Triste.) Sí, señor.

ACUSADOR. (Sonriendo maliciosamente.) Bien, bien... Veamos. Acá están todos los pecados que usted ha cometido. ¿Qué tal si hacemos un repaso de cada uno de ellos?

ACUSADO. Pero, señor juez...

JUEZ. Silencio.

ABOGADO. (Sigue en silencio y observa detenidamente.)

ACUSADOR. Bien, remontémonos a 10 años atrás. Usted era una niña de 5 años y se robó una manzana de la verdulería de don Juan, ¿ajá? Después le mintió a su mamá diciendo que se la habían regalado... ¡Qué barbaridad! Mentirle a la mamá.

ACUSADA. Pero, señor juez...

ACUSADOR. A los siente años le arrancó la cabeza a una muñeca para que le compraran una nueva, engañando al papá... ¡Qué terrible! A los diez años se peleó con una compañera en la escuela.

ACUSADA. Pero ella fue la que empezó. Ella me empujó y yo me caí.

ACUSADOR. Sí, pero nada de eso hubiese pasado si no se hubiesen fugado de la escuela.

ACUSADA. (Inclina su rostro.)

ACUSADOR. Bien, a los doce se fue con varios compañeros para la casa de una compañera. (A la Acusada.) ¿Quiere que especifique a qué fueron o sólo lo dejo así?

ACUSADA. (Apenada.) No, déjelo así, no vale la pena decirlo.

ACUSADOR. No creo que no valga la pena, hay algunas bastante interesantes que ustedes hicieron en esa casa y ganas me sobran de mencionarlas.

ACUSADA. Sí, pero mejor no diga nada, ya bastante ha dicho.

ACUSADOR. Pero si no he terminado, todavía falta más. POr ejemplo, cuando compraron licor a escondidas durante el baile de graduación de la escuela. O en el colegio, las fugas para ir al pool de la esquina y no precisamente a jugar carambola, bola negra o pool. (Al juez.) Bien, señor juez, hay más, pero creo que con esto basta para acusar a la mujer ésta de cadena perpetua.

JUEZ. (A la Acusada.) Bien, ¿qué tiene que decir a su favor?

ACUSADA. Bueno, creo que no me queda más que declararme...

ABOGADO. (Poniéndose de pie.) Inocente.

(Hay un silencio total.)

ABOGADO. La joven se declara inocente.

ACUSADOR. (Se queda petrificado, asustado, y ano sonríe cínicamente, ahora está nervioso.)

ABOGADO. Ella es inocente, si bien es cierto se le acusa de muchas faltas pero ella ha pagado por esas faltas, yo mismo me he encargado de que su fianza sea pagada. Si usted leyó con detenimiento, el expediente dice que esta mujer ha sido absuelta de toda falta, y que el caso es caso cerrado y que nada tiene que estar haciendo este expediente acá.

JUEZ. Entonces, ¿por qué está este expediente en mi escritorio? ¿Se puede saber quién lo puso?

(Todos vuelven a ver al Acusador.)

ABOGADO. ¿Quién más que este tipo? Sólo él, se ha dedicado a engañar, a mentir, robar, su único objetivo es destruir la vida de quienes vienen a esta sala de juicio, su corazón está lleno de odio y maldad. Muchos de los que han pasado por esta sala han sido encarcelados porque no se les dio otra oportunidad.

ACUSADOR. Pero, señor juez...

JUEZ. Silencio, no tiene autorización para hablar. (Al Abogado.) Prosiga.

ABOGADO. Gracias. Como le decía, su señoría, este hombre ha engañado por mucho tiempo a muchos. Es más, si revisa los demás expedientes, se dará usted cuenta de que la mayoría de ellos son casos cerrados.

JUEZ. (Revisa los folders. En su rostro se dibuja un gesto de sorpresa y de indignación.) No puede ser, es cierto. (Mirando al Acusador.) ¿Qué tiene que decir a esto?

ACUSADOR. (Nervioso.) Bueno, este... Yo... Vea su señoría, es algo muy complicado, quizá si lo vemos desde un punto de vista, donde quizá se junten ambas situaciones, es donde podremos encontrar la respuesta, y entonces nos metemos por huequito y nos salimos por otro y yo digo hasta lueguito. (Toma el portafolio.)

JUEZ. (Enojado.) Un momento, usted no va a ningún sitio. Es usted un sinvergüenza, un canalla lo quiere ver en mi oficina terminado este juicio.

ACUSADOR. (Asustado.) Sí, señor.

JUEZ. (A la acusada.) Queda usted en libertad, joven.

ACUSADO. (Feliz.) Gracias, señor juez.

JUEZ. Y este caso lo doy por cerrado y la corte entra en receso. (Al acusador.) Ya sabe, lo espero en mi oficina. (Al policía.) Se encarga usted de acompañarlo.

POLICÍA. Se hará como usted ordene, su señoría.

JUEZ. Bien, me retiro.

SECRETARIA. (Al Acusador.) Tiene usted razón, no hay nadie como usted, es único, pero mejor que usted, sí hay. (Y vuelve a ver al Abogado.)

ACUSADOR. (Se enoja.)

POLICÍA. Vamos, caballero, que el señor juez le está esperando.

(El Policía y el Acusador salen por la izquierda, la Secretaria lo hace por la derecha.)

ACUSADA. (Al Abogado.) Gracias, si no llega usted a tiempo, quizá ahora estaría de nuevo en la cárcel. Gracias, no sabe cuán agradecida estoy, no tengo cómo pagarle.

ABOGADO. Tranquila, ya usted me pagó.

ACUSADA. ¿Cómo? ¿Si yo no le he dado ni un cinco?

ABOGADO. El hecho de darme las gracias es más que suficiente para mí. Yo no busco dinero, ni tampoco que me paguen, lo único que busco es la gratitud de aquellos a los cuales he salvado de la cárcel y que después de ser liberados se dediquen a vivir una nueva vida, dejando la vieja manera de vivir y convirtiéndose en nuevos hombres y mujeres.

ACUSADA. Nunca había escuchado a alguien hablar de esa forma, en su hablar veo más que simples palabras, veo amor, un amor que en este mundo no se puede encontrar ni comprar.

ABOGADO. El amor no se compra, no se vende, tampoco se fabrica, el amor está en el corazón de cada uno de nosotros, sólo tenemos que dejar que él florezca, así como se hace con una flor. (Toma el portafolio y sale por la derecha.)

ACUSADA. (Pensativa.) El amor no se compra ni se vende, tampoco se fabrica, el amor está en el corazón de cada uno de nosotros, sólo tenemos que dejar que él florezca, así como se hace con una flor. (Mira hacia la derecha.) ¡Ey, espere! (Sale por la derecha y se apagan las luces.)


FIN


"Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre a Jesucristo el Justo". 1 Juan 2:1

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buenas obras cristianas, son faciles de representar y muy edificantes. Ojalá sigan publicando mas obras.
gracias.
orlando vasquez

Anónimo dijo...

Aԁorо la mаnera en que esсribes, en serio