Puede ser muy tarde

10 Minutos y 6 Personajes + Extras. La relación entre padres e hijos: un padre y un hijo no se hablan durante varios años y cuando se quiere arreglar el problema puede que sea demasiado tarde.


PUEDE SER MUY TARDE


PERSONAJES

PADRE
MADRE
HIJO
ESPOSA
DOCTOR
PROFESOR
ESTUDIANTES



ESCENA I

(Escenario: la casa de los Padres. El hijo tiene una fuerte y acalorada discusión con su padre.)

HIJO. ¡Pero es que tú no entiendes!

PADRE. Tú eres quien crees que lo sabes todo y en realidad no sabes nada…

HIJO. Piensas que tu palabra es la única que cuenta…

PADRE. ¡Ah! No sabes nada de la vida y mucho menos te importa lo que digo o pienso.

HIJO. Eres tú quien no escuchas... contigo no se puede hablar.

PADRE. ¡Ja! ¿Ahora soy yo el culpable...? Pues si no te gusta, vete.

HIJO. Perfecto, me da igual, además no estoy como para seguir discutiendo con alguien tan intransigente como tú.

PADRE. Ya no me interesa oírte, tú no entiendes razones.

HIJO. ¡Me voy!

(Tanto el hijo como el padre salen muy molestos y cada cual se dirige por su lado.)



ESCENA II

(Han transcurrido 5 años desde el altercado del padre y el hijo. Ahora el escenario es un salón de clases para adultos. El hijo toma clases en dicho salón.)

PROFESOR. ¡Buenas tardes, señores! ¿Qué tal?

CLASE. (Contesta al saludo del profesor.)

PROFESOR. Bueno... ustedes saben que normalmente yo no acostumbro a dejarles tarea para el fin de semana pero dado que hoy tengo una reunión de la Facultad y no los podré reunir, les dejaré una asignación para la semana próxima. La tarea es la siguiente: deben buscar a alguien a quien amen y decirle que lo aman. Tiene que ser alguien a quien no se lo hayan dicho antes o que haga demasiado tiempo no se lo expresan.

CLASE. ¡Ah, eso está fácil!

PROFESOR. Entonces, nos veremos la semana próxima y que no se les olvide.

(Todos los estudiantes se despiden y salen del salón.)



ESCENA III

(El escenario es la casa del hijo y éste se encuentra en la mesa del comedor tomando una taza de café muy pensativo y llega su esposa.)

ESPOSA. ¿Qué te pasa que te noto tan pensativo?

HIJO. Es que hoy nos dieron una tarea para la semana próxima que la verdad me tiene pensando.

ESPOSA. ¿Y de qué se trata?

HIJO. Tenemos que decirle a alguien que amamos que lo amamos; sólo que debe ser a alguien a quien nunca o haga mucho que no se lo hayamos dicho.

ESPOSA. ¿Y cuál es el problema? No parece tarea difícil.

HIJO. Es que cuando el profesor lo dijo me molesté muchísimo porque pensé que quién era él para pedirnos algo tan personal. Además, pensé que yo no tenía a quién decirle esas palabras. Sin embargo, cuando venía de camino, la consciencia empezó a trabajar y algo me decía que yo sabía exactamente a quien necesitaba decirle: TE AMO.

ESPOSA. Es tu padre, ¿verdad?

HIJO. Sí. (Pausa.) ¿Sabes qué? He decidido visitarlo mañana mismo y decirle que lo amo.

(La esposa se levanta y lo abraza mientras el esposo llora.)



ESCENA IV

(El hijo llega a casa de sus padres al día siguiente y la madre lo recibe.)

MADRE. ¡Hijo! (Lo abraza y llora.)

HIJO. ¿Qué ocurre?

MADRE. Es tu padre... (Baja la cabeza.) Acaban de llevárselo al hospital y está muy grave.

HIJO. (Se sienta muy asombrado.) ¡Vamos al hospital! (Sale de la mano con la madre.)



ESCENA V

(Escenario del hospital. Antes de pasar al cuarto se encuentran con un Doctor y le preguntan.)

MADRE. Dr. yo soy la esposa del Sr. Rodríguez que lo acaban de traer hace un par de horas.

HIJO. Yo soy el hijo... Díganos cómo está.

DOCTOR. La verdad es que su padre está muy mal. Sufrió lo que llamamos un infarto de miocardio. Significa que una de las arterias coronarias es obstruida por un coágulo que evita que la sangre fluya y el músculo cardiaco va muriendo en partes.

(La madre comienza a llorar.)

HIJO. ¿Podemos verlo?

DOCTOR. Sólo un par de minutos y que sea un sólo familiar.

HIJO. Ve tú, yo me quedo.

(La madre sale a ver a su esposo enfermo. El hijo se queda en la sala esperando, se pasea de un lado a otro desesperado y angustiado. Comienza a orar.)

HIJO. ¡Dios mío, permite que mi padre se recupere¡ Yo no quiero que muera, por favor... Dame la oportunidad de decirle que lo amo y que todo está olvidado. (Solloza.) Por favor, devuélvele la salud, yo no quiero que muera...

(El hijo aún no ha terminado de decir las últimas palabras cuando sale su madre llorando del cuarto y le anuncia que su padre acaba de morir. El hijo la abraza y comienza a llorar sin consuelo.)



ESCENA VI

(Aparece el hijo sólo en sentado en la mesa y con una carta en sus manos que le dejó su padre. Lee la carta. El hijo la sostiene en sus manos pero es la voz del padre la que se oye dando lectura.)

PADRE:
Mi hijo: No se dónde estaré cuando esta carta llegue a tus manos. Eres mi hijo, a quien siempre he amado y me duele mucho saber que durante estos años nuestra relación no haya sido la mejor. No creas que quiero reclamarte y mucho menos exigirte algo. Lo que pasó, al pasado pertenece, y en nada ha cambiado el sentimiento que tengo como padre. Perdona los errores que cometí pues ser padre no es tarea fácil. Perdona el no haber llegado hasta ti personalmente y haber recurrido a esta carta. Parece un acto de cobardía pero entiéndeme hijo, me faltó valor para expresarte lo que siento
No te lo he dicho antes pero hijo mío: YO TE AMO y eres lo mejor que le ha pasado a mi vida. Sólo recuerda... jamás quise hacerte daño. Sinceramente, Tu padre.


La cena de Pascua

15 Minutos y 16 Personajes + Extras. El famoso cuadro de Leonardo da Vinci, La Última Cena, cobra vida.
LA CENA DE PASCUA
Kurt Jarvis


PUESTA EN ESCENA

En el escenario se coloca una larga mesa. Detrás de la mesa tiene que haber 9 sillas y dos a cada lado. Se puede cubrir la mesa con una tela marrón claro o marrón oscuro. La tela debería colgar por delante al menos hasta el suelo. Como asientos se pueden utilizar cualquier tipo de bancos o de banquetas o la combinación de ambos. En la mesa habrá que colocar varios bowls de madera y algún tipo de cántaro de arcilla en el suelo. Podría haber una o dos mesas más a los lados para que las mujeres y los niños muevan los objetos de un lado a otro. Si fuera posible, de color marrón oscuro o de cualquier otro color oscuro. Se podría poner fruta en los bowls, tanto en la mesa pricipal como en las secundarias. Habrá que poner seis trozos pequeños de pan, dos para uso de los discípulos y cuatro para la congregación. El pan lo traerá alguno de los discípulos cuando entren en escena. Se necesitarán por lo menos dos objetos grandes de barro como tazas y cuatro cálices o vasos pesados de mosto para que se usen en la comunión. En frente del santuario deberán haber las suficientes mesas redondas para acomodar rápidamente a la congregación que participará de la comunión al final de la escenificación. Esas mesas tendrán que ser cubiertas con un paño de color que pegue con los elegidos para el escenario. En cada una de las mesas los discípulos traerán un vaso con mosto y un plato con pan.



OBRA

NARRADOR. Estamos en el Aposento Alto en Jerusalén. Es tiempo de Pascua. El cuadro que veis en el escenario representa el famoso cuadro de Leonardo da Vinci. Este es cuadro muy conocido pero dejadme contaros algo sobre las personas de este cuadro; quiénes son y cómo son verdaderamente.

Jesús ha enviado a sus discípulos por delante para que tengan listo el aposento. El mesonero lo ha arreglado todo y los invitados empiezan a llegar.

Llenemos esta escena con los discípulos. Aquí llega Juan, el apostol amado.

(Pausa. Juan entra despacio a la sala desde la parte trasera y camina hacia el centro. Se acerca a la mesa. Mientras el narrador sigue hablando Juan puede llevar un bowl con fruta a la mesa.)

Juan, sensitivo, puro de espíritu así como audaz y valiente. A pesar de que Juan no fue el primero en ser llamado entre los discípulos, fue él el que estuvo a los pies de la cruz en medio del pueblo hostil. Fue Juan el que mejor entendió la profundidad del amor de Dios por la humanidad y le devolvió ese amor por su fidelidad en el Calvario.

(Andrés entra por la parte trasera del santuario. Lleva una bolsa con cosas dentro. Andrés dice mientras entra: “Juan, Juan” y camina con rapidez hacia el escenario. Se abrazan. Sacan algunos objetos para la mesa. Quizá algunas tazas. Entablan una conversación señalando a diferentes cosas. Se ríen.)

ANDRÉS. Juan... Juan...

NARRADOR. Andrés, un buen y verdadero amigo de todos los que conocía. Fue Andrés el que, como discípulo de Juan el Bautista, fue el primero en reconocer a Jesús como Señor y rápidamente fue a los asuntos de su Padre llevando a todos los que encontraba a que escucharan las enseñanzas de Jesús. Andrés, un verdadero amigo que comparte el mayor regalo que un amigo puede recibir: el eterno amor de Dios. Y naturalmente allí también estaba el hermano de Andrés, Pedro.

(Tres discípulos entran por las escaleras que están detrás de la mesa: Pedro primero y después Natanael y Felipe. Pedro se va a la parte alta de las escaleras y llama a su espalda.)

PEDRO. Natanael... Felipe, venid. Es la hora de la Pascua.

(Entran los tres en el escenario y saludan a Juan y a Andrés.)

NARRADOR. Pedro... un líder entre los hombres. Un individuo que no tiene pelos en la lengua, impulsivo e impetuoso que conoce su propia mente y que sigue la convicción de su corazón. A pesar de su chulería, él es consciente de sus defectos. Pero su humildad con Dios le convirtió en un hombre que otros querían imitar. Jesús conocía su verdadero y humilde corazón y le concedió la gracia sobre este humilde pescador. Sobre la profesión de fe de este hombre Cristo fundó la Iglesia.
Felipe... Práctico, cuidadoso y preciso, siempre buscaba la comprensión de la naturaleza de Dios.
Y Natanael, un hombre sin engaño, sin hipocresía. Natanael fue un visionario que vio los sueños de Dios y creyó en ellos.

(Entran los dos Santiagos. Entran juntos por el final hablando tranquilamente y caminan hacia el escenario llevando unos cestos.)

SANTIAGO EL MAYOR. Santiago, ven, los otros ya están aquí.

SANTIAGO EL MENOR. Siempre con tanta prisa, Santiago, tranquilízate.

NARRADOR. Había dos apóstoles que tenían el mismo nombre: Santiago. Dos nombres iguales para dos personalidades distintas, completamente opuestas. Uno es muy mencionado en las Escrituras mientras que al otro casi nunca se le menciona pero ambos vieron a Cristo en su ministerio día a día y participaron en las curaciones y otros milagros. Hoy en día hay muchos como Santiago el menor que se ocupan de los asuntos del Padre en una forma modesta.
Polos opuestos, que se unen para trabajar juntos en el ministerio de Jesús. Quizá no hay mayor testimonio en la unión de la santidad de Cristo que en estos dos hombres de Dios.

(Entra Simón y Mateo por la parte trasera y se van acercando.)

SIMÓN. Pagar los impuestos sólo ayuda a los ricos, Mateo.

MATEO. Pero Simón, así es como el gobierno se mantiene. Sin los impuestos todo se derrumbaría.

(Simón Y Mateo continúan hacia el centro del pasillo y entran en el escenario.)

NARRADOR. Simón, el Zelote, un luchador político que busca la libertad de Israel. Un hombre orgulloso y celoso cuya pasión consistía en derrumbar a Roma y liberar a su tierra de la opresión romana. Y Mateo, un cobrador de impuestos que en mitad de una lucrativa y floreciente carrera corrió hacia Dios cuando se encontró con Jesús. A pesar de su reputación como traidor de Israel, debido a su pasado de obediencia al César, llegó a ser una gran fuerza en esparcir el evangelio de Cristo por todo el mundo.
Aunque intensos cada uno en sus opiniones y discusiones, Dios eligió a esta pareja inestable para el ministerio.

(Entran Tomás y Tadeo desde la parte alta de las escaleras traseras, Tomás primero.)

TOMÁS. Tadeo, ¿crees que el Mesías estará aquí? Está tan ocupado hablando con otros que quizá no venga. ¿Qué vamos a hacer si no está aquí para la cena de Pascua?

TADEO. No te preocupes tanto, Tomás, Jesús nos dijo que nos encontraríamos aquí. Él vendrá, ya lo verás.

NARRADOR. Detrás de Tomás, hombre que dudaba, se escondía el más pesimista y cabezón de todos los apóstoles. Tadeo no era muy distinto de su compañero Tadeo que creía firmemente en Jesús, el Mesías. Tomás tuvo que ser llevado a las huellas de los clavos en las manos de su señor antes de que aceptara la victoria del Calvario. De nuevo en el ejemplo de Tomás vemos la abundante gracia que es mostrada en aquellos que tienen poca fe. Aunque la fe de Tomás parecía escasa, no le impidió trabajar para Cristo como un discípulo.

(Entran María, Marta y dos niños de la parte trasera del santuario y de la parte alta del pasillo.)

MARTA. Venid, niños y tú también, María. Tenemos mucho que preparar para la cena. Me pregunto si tendremos sufiente pan.

MARÍA. Marta, ¿importa en algo el pan? Jesús estará con nosotros ¿Qué puede ser más importante?

NARRADOR. María y Marta sirvieron al Señor en sus necesidades diarias: hambre, sed, calor y refugio. Ellas respondieron a sus enseñanzas “Cuando se lo hagáis a uno de estos pequeños es como si me lo estuvierais haciendo a mí”

MARTA. (Entra en el escenario.) María, mira este cuarto. ¡Qué desastre! Ven, ven rápidamente, tenemos que arreglar esto. (Empieza a arreglar todo y se dirige a María y a los niños para que la ayuden.)

(Judas entra por la parte trasera. Lleva una bolsa llena de monedas.)

JUDAS. (Se encuentra con Marta cuando entra.) Marta, ¿ha llegado ya el Maestro?

MARTA. No, todavía no ha llegado pero, entra Judas; los otros ya están aquí esperando.

NARRADOR. Judas Iscariote: villano, traidor. Judas eligió entregar a un hombre que lo había amado y enseñado tanto. Judas, una figura solitaria en la historia que nos sirve como ejemplo para todos los que nos acercamos a Dios de una forma o de otra.
Y así el retrato de Jesús y sus discípulos está casi completo. El amor que se encuentra en Juan; la amistad de Andrés; el humilde liderazgo de Pedro; el practico Felipe; la visión del apóstol Natanael; el coraje de Santiago; el sencillo siervo de otros, Santiago; la pasión de Simón, de Mateo; la inquebrantable fe de Tadeo; la búsqueda de fe de Tomás… Y como un recuerdo, el corazón que busca tesoros como el de Judas.
Como la iglesia de hoy en día, así fue el primer grupo de apóstoles. Doce individuos distintos en su personalidad, con dones diferentes, con diferentes niveles de fe y confianza, que Dios usó para construir su Iglesia.

(Jesús entra por la parte trasera del santuario y pasa por el pasillo hasta el escenario.)

El huésped de honor acaba de llegar: Jesús, el Mesías, el Maestro, el Hijo de Dios. Jesús se une a sus discípulos en su última cena de Pascua.

(Jesús entra y todos los discípulos le saludan. Los que están sentados en la mesa se levantan para saludarle excepto Judas, que permanece sentado distante del grupo. Después de saludar a todos, Jesús y los discípulos toman asiento alrededor de la mesa. Jesús se coloca en el centro. Las mujeres empiezan a colocar los bowles y las tazas en la mesa. Judas está sentado al final de la mesa.)

JESÚS. Es bueno estar todos juntos. He estado esperando este momento con gran gozo en mi corazón y estoy ansioso por compartir esta cena de Pascua con vosotros antes de que llegue mi hora. Y debo deciros ahora que no volveremos a comer todos juntos hasta que se cumpla el Reino de Dios. (Alza su copa)
Aquí, esta copa, este vino. Este vino es un símbolo del nuevo pacto de Dios para salvaros, un sello pactado con la sangre que vertiré por vosotros y por la humanidad. Bebed esto y recordad esta noche. (Jesús bebe y pasa la copa.)
Este pan es mi cuerpo que será quebrado por vosotros. Este es el plan de Dios para vosotros y los demás. Rompo este pan para recordaros lo que ha de venir. Tomad y comed. Comed este pan y recordadme.
En esta mesa, sentado entre nosotros como un amigo está el hombre que me entregará. Porque yo, el Hijo del Hombre, debo morir por el plan de Dios.

(Todos los discípulos excepto Judas bajan sus copas y su pan. Empiezan a preguntar quién es el que entregará a su Maestro. Judas no dice nada pero hunta un trozo de pan en la copa y se lo come. Mira a Jesús y Jesús lo mira a él. Sin decir una palabra Judas se levanta silenciosamente de la mesa y se marcha rápidamente entre la congregación.)

JESÚS. Tomad este vino y este pan y compartirlo entre vosotros.

(A esta orden cuatro discípulos cogen el cáliz de vino y un plato con pan cortado y lo llevan a las cuatro mesas enfrente del santuario. Algunos discípulos se van por la parte trasera de las escaleras del escenario. Jesús y varios discípulos pasan por el pasillo y dejan el santuario. Después de que el zumo y el pan se dejen en las mesas, los discípulos también se marcharán.)

NARRADOR. Esta cena de Pascua fue la última que Jesús comió con sus discípulos. Pero Él comió esta cena con ellos y estableció que las comidas que tuvieran juntos en el futuro serían un continuo recuerdo del sacrificio que Dios hizo por este mundo a través de su único Hijo, Jesús.
Hoy en día, aquellos que reconocen a Jesús como su Salvador pueden compartir de esta forma. Los elementos de la comunión se han colocado en las mesas para que los tomemos nosotros en esta mañana.
La Palabra de Dios nos recuerda que cada uno debería examinar su propia vida y corazón. Si aceptamos a Cristo como nuestro Salvador nos pide que vengamos y tomemos parte de este recuerdo de su Vida, de su Muerte y de su Resurrección hasta que Él vuelva de nuevo.
Mientras nuestro equipo de culto continúa en esta parte, en esta mañana, eres bienvenido para acercarte, partir un trocito de pan, sumergirlo en la copa y comerlo como recuerdo del don de Dios hacia ti.
Ven... Ven y celebra la Semana Santa en estas mesas de la comunión.


Copyright Kurt Jarvis, Essentials International, 118 Hickory Rd.Marlton, NJ 08053Se permite el uso gratuito de esta obra. A cambio el autor agradecería que se le comunicara cada vez que se pusiera en escena.

SEMANA SANTA - Listado de Obras

CRUCIFIXIÓN Y RESURRECCIÓN DE JESÚS VISTO POR UN SOLDADO ROMANO 12 Minutos y 11 Personajes + Extras. Un soldado analiza los últimos acontecimientos de la vida de Jesús y cree en Él.


DOMINGO DE PASCUA 5 Minutos y 2 Personajes. Una marioneta le explica a otra sobre el significado del Domingo de Pascua.


DRAMA POR SU SANGRE 7 Personajes y 12 Minutos. Alegoría en la que para salvar a la humanidad de una enfermedad mortal un padre ofrece la sangre de su hijo porque es el único remedio para curarla.


EL OTRO CARPINTERO 5 Minutos y 1 Personaje. Monólogo del carpintero que construye la cruz de Jesús.


EL PRIMER REGALO 35 Minutos y 5 Personajes + Coro y extras. Este drama presenta a grandes rasgos la vida de Jozabad, mesonero judío. Caracteriza al protagonista la dureza de corazón, su inconformidad con la vida, su amor excesivo por el dinero y sus dudas respecto de Dios. Su esposa, Ruth, es una mujer sensible y temerosa de Dios. Ella lucha con Jozabad debido a su ceguera espiritual que lo lleva a dudar, inclusive de que Jesús es el enviado de Dios. Jozabad posee un mesón pequeño y humilde, igual que su casa y sin darse cuenta de lo que sucede, tiene el privilegio de hospedar a José y a María en el establo de su casa. Su esposa le pide a Dios que le abra los ojos a su esposo. Treinta y tres años después, Jozabad llega por casualidad a Jerusalén el propio día en que Jesús es crucificado. El no da mayor importancia a lo que sucede, pero se hospeda en un cuarto que está en el mismo piso del aposento alto. Cuando los apóstoles llegan, Jozabad tiene la oportunidad de dialogar con Mateo, quien lo pone al tanto de lo que acontece. Una vez que Mateo le va relatando, Jozabad comprende que ese Jesús que ha sido crucificado es el mismo que nació en su humilde establo. Luego, a solas, tiene un encuentro con Dios.


EL SEPULCRO VACÍO 5 Minutos y 6 Personajes + Extras. Las mujeres acuden al sepulcro vacío de Jesús


HA RESUCITADO 2 Minutos y 2 Personajes. Canto de victoria sobre la resurrección de Jesús.


HOY ES DÍA DE SALVACIÓN 15 Minutos y 6 Personajes. Un viajero de una tierra lejana había escuchado ya desde hace 3 años acerca de Jesús, de su predicación y de los milagros que hacia. Al principio estaba lleno de dudas, después de compromisos, y es hasta hoy que se ha decidido visitar Jerusalén para conocer a tan grandioso personaje, sin contar con que dos días anteriores a su llegada había sido crucificado y puesto su cuerpo en una tumba.


LA ENTRADA TRIUNFAL 20 Minutos y 10 Personajes + Extras. Esta obra inicia en el presente, cuando Isabel es testigo de un hecho que le destroza el alma: la cruxificción de Jesús. Eso le trae a la memoria la ilusión con la que ella se dirigía a Jerusalén, para adorar a Jesús. Es aquí cuando la obra se traslada al pasado, cuando en su camino hacia Jerusalén, junto con sus dos primos, se topa con varios personajes cuyas historias giran en torno a la entrada triunfal de Jesús. Al final, nuevamente en el presente, Isabel reflexiona en lo acontecido y le pide a Dios que su adoración hacia Él sea siempre de corazón.


LA PASIÓN 25 Minutos y 24 Personajes + Extras. Un viajero llega a la casa de una joven y ésta le cuenta la historia de Jesús. Mientras le relata la historia se van intercalando diferentes episodios de la vida de Jesús hasta llegar a la Pasión.


LA PLEGARIA DE MARÍA 3 Minutos y 1 Personaje. María, la madre de Jesús está sufriendo al ver la tortura de su hijo. Ella le pide a Dios fuerza para mantenerse con fuerzas.


LA TUMBA VACÍA 35 Minutos y 19 Personajes. Los apóstoles reciben la noticia de la resurrección de Jesús por parte de las mujeres.


LAS MÁQUINAS DEL SIGLO XXI 6 Minutos y 7 Personajes. Un hombre desesperado busca llenar su vacío espiritual por todas las opciones que le ofrece el mundo. Se da cuenta de que Jesús es el único camino pero las máquinas lo matan. El hombre piensa suicidarse pero Jesús le anuncia que Él es la resurrección y la vida.


LÁZARO, EL AMIGO DE JESÚS 30 Minutos y 23 Personajes + Extras. Muerte y resurrección de Lázaro.


LOS GUARDIANES DE LA NOCHE 25 Minutos y 2 Personajes. Este es el drama de dos soldados romanos que cuidan la entrada de la tumba de Jesús. Uno de ellos teme y cree en las palabras de Jesús mientras que el otro lo rechaza e intenta convencer a su compañero de su incredulidad.


MONÓLOGO DE UN CARPINTERO 5 Minutos y 1 Personaje. Monólogo del carpintero que construye la cruz de Jesús.


NO MUY DIFERENTE DE UNA CEBOLLA 5 Minutos y 2 Personajes. Dos mujeres cortando vegetales para la comida del Domingo de Resurrección desvelan las razones por las que la crucifixión de Jesús no es diferente de pelar una cebolla.


PLAN DE SALVACIÓN 15 Minutos y 6 Personajes. Dios prepara un plan de salvación para que Adán, Eva y sus descendientes no se pierdan en una muerte eterna. Inspirado en una predicación.


UN POLLINO ATADO QUE NADIE HA MONTADO 10 Minutos y 6 Personajes. Los animales de un corral van a Jerusalén a recibir a Jesús. Pollino quiere ir pero está atado y no puede. Su madre le dice que la fe y la oración pueden mover montañas y al poco entran los discípulos y se lo llevan.


VOLVIÓ OTRA VEZ 50 Minutos y 20 Personajes. Historia de la conversión de Pablo.

La tumba vacía

35 Minutos y 19 Personajes. Los apóstoles reciben la noticia de la resurrección de Jesús por parte de las mujeres.
LA TUMBA VACÍA
Enrique Establés Giménez

PERSONAJES

MARÍA MAGDALENA
MARÍA, madre de Jacobo y Juan
SALOMÉ
JUANA
SIMÓN PEDRO
JACOBO
JUAN
ANDRES
FELIPE
BARTOLOMÉ
MATEO
SANTIAGO
JUDAS TADEO
SIMÓN el Zelote
JOSÉ de Arimatea
NICODEMO
2 HOMBRES de Emaús
JESÚS de Nazaret


ESCENA
Aposento alto: Sala con arcos, iluminada con lámparas, mesa central con luz, mantel y resto de vasos y algún plato. En banco y taburetes están sentados los apóstoles. Actitudes e pena, cansancio y temor.
Existen dos arcos en que están situadas las escaleras: unas que suben al aposento comedor y otras que suben a otro aposento que se supone está situado por encima.


POSICIONAMIENTO EN LA ESCENA
Sentados en bancos: Bartolomé, Felipe, Jacobo y Juan
En el lateral derecho: Mateo, Santiago y Simón
En el lateral izquierdo: Andrés y Pedro
Judas está de pie junto a la puerta del piso superior
Al entrar las mujeres se levantan Mateo, Santiago y Juan, y se sitúan de pie detrás de los bancos.

La escena está silenciosa. Andrés se arregla el turbante. Pedro se mesa la barba. Felipe despabila una lámpara. Simón golpea nerviosamente la mesa con un vaso vacío. Felipe bebe de una jarra y se limpia con el revés de la mano.

PEDRO. Lo he decidido y lo cumpliré. Yo siempre cumplo lo que digo. Mañana vuelvo a mi antiguo trabajo. Cojo los aperos de pescar y mi barca y a lo de siempre; a lo mío, para eso he nacido y es lo único que sé hacer. Le daré una mano de pintura a la barca y quedará como nueva. Saldré de noche, antes del amanecer y regresaré con las estrellas. Así, de esa manera nadie me verá. Nadie sabrá de mí... Me esconderé de la gente, de las risas, de las burlas, del ridículo... Incluso puedo irme al extranjero, allí donde nadie me conozca, donde nadie sepa la tragedia en la que estoy sumido.

JACOBO. Esto pienso yo también. Nos hemos convertido en los más miserables de la tierra. Hemos seguido durante tres años, hemos seguido, digo, una sombra, una ilusión. El corazón se nos llenó de luz y de esperanza. La vida iba tomando una nueva dimensión y realidad. Tenía sentido. Cuando estábamos con Él, mi pecho no cabía de amor, de proyectos, de santos deseos de paz y bien. Era como... era como caminar empujado por los ángeles. Él lo llenaba todo. Todo lo solucionaba. Estábamos embobados por sus palabras. El contacto con Él nos elevaba, nos hacía diferentes. Veíamos el futuro como embajadores, como restauradores del reino de Israel...

ANDRÉS. Y ya ves ahora... ¡Qué panorama! Ahora, ni siquiera nos atrevemos a mencionar su nombre. El Bendito de Dios que fue aclamado con hosanas y ramos a las puertas de Jerusalén hace apenas una semana, ha sido crucificado como un criminal. Su nombre es maldito y proscrito y nosotros también como Él somos malditos y proscritos. El odio y el encono de los judíos hacia el Rabí nos persigue y estamos expuestos a las burlas y escarnios. Tarde o temprano nos echarán mano y sufriremos la misma suerte que Él. Pero, ¿sabéis lo que os digo? A mí no me cogerán. Pienso aprovechar la oscuridad para esconderme donde nadie me conozca y olvidar de una vez para siempre que conocí alguna vez al Rabí de Nazaret. Olvidar de una vez por todas que escuché sus palabras... Olvidar sus milagros. (Gimotea y se recuesta sobre la mesa).

SANTIAGO. Mi vida está arruinada. Era demasiado hermoso para ser cierto. Mis ilusiones y mis planes han fracasado. Con el Maestro como jefe, como Rey, y nosotros, mi hermano y yo como lugartenientes, uno a la derecha y el otro a la izquierda, nos hubiéramos labrado un buen porvenir. Un porvenir seguro y honrado. ¡El más honrado del mundo! Pero ya veis... ¡El cántaro de nuestras esperanzas se ha roto! ¡Muerto! Señor, ¡muerte y de muerte violenta, cruel, infame! ¡Muerto en una cruz! ¡Santo Dios de Israel, ayúdanos! ¡Muerto en una cruz! La cruz que es lo más detestable, lo más aborrecible por nuestra raza. ¡La cruz que es maldita e inmunda, ha sido reservada para el Mesías! ¡Y todos lo han visto! (Se limpia los ojos con la punta de la manga)

BARTOLOMÉ. Horrible espectáculo: atado, clavado, desnudo, sangrando. La sangre chorreaba por todo su cuerpo lleno de moraduras y golpes. La sangre resbalaba desde la cabeza a los pies tiñendo el madero y el suelo y formando un charco que se bebía la tierra. No era reconocible, no parecía nuestro amigo y maestro. Estaba desfigurado y se retorcía bajo el dolor. ¡Pobre Jesús! Se me parte el corazón al recordar aquellos momentos. ¡Qué vergüenza, Dios mío! ¡Qué escándalo! Allí estaba agonizando aquel que era la vida del mundo. Él lo decía, y yo lo creía. Allí se moría el que calmaba las tormentas: tanto las del lago como las del alma. Allí se retorcía como un miserable aquel que dio esperanza devolviendo a la vida al hijo de la viuda de Naín. Allí se estaba muriendo el que sacó del sepulcro a Lázaro. ¡Que esto lo vi con mis propios ojos!

MATEO. Por cierto, parece ser que se ha ido a Betania, a un lugar desconocido porque también le persiguen y le quieren matar. Como es un testigo viviente de su poder, quieren hacerle desaparecer...

SANTIAGO. Era Lázaro quien tenía por las bridas al pollino el otro día a las puertas de Jerusalén. Se le veía lozano, radiante de gozo y alegría gritando hosannas a su Maestro y Señor.

BARTOLOMÉ. Pero el resultado es que está muerto. Es como una pesadilla, un mal sueño. Jesús está muerto y bien muerto, enterrado en la tumba de José.

SANTIAGO. Ese José de Arimatea me ha asombrado. Ha tenido un gesto que le honra. Venía muy poco con nosotros. Parecía que se escondía como teniendo vergüenza de ser considerado discípulo suyo.

SIMÓN. Es que es un hombre de peso. Ocupa cargos importantes en la función pública y también en el consejo del Sanedrín. Él ha padecido mucho estos últimos días. Me han dicho que estaba en el Sanedrín cuando decidieron condenar a Jesús pero que no votó a favor de su muerte. Levantó su capa, se tapó la cabeza en señal de protesta y desaprobación y abandonó la sala.

SANTIAGO. A mí me parece que es un hombre de la cabeza a los pies. A pesar de su dolor y decepción tuvo valentía para pedir a Pilato el cuerpo de Jesús, envolverlo en una sábana que compró y transportarlo al sepulcro. Fuera de las murallas de Jerusalén José tiene un huerto con una casita para el hortelano, un hombre viejo que le ciudad las legumbre y los frutales. Pues como os digo, en ese huerto, al fondo, José se hizo cavar un sepulcro que destinaba para él y su familia. Pues allí fue donde pusieron el cuerpo muerto de Jesús.

MATEO. ¡No quiero recordar el espectáculo! El sol declinaba. Negros nubarrones se acercaban por el horizonte rojizo. El viento era frío y eso, mezclado con los llantos, los gritos, las prisas y el cuerpo inerte del Maestro en una sábana. Llegamos al sepulcro y lo dejamos allí pensando volver en cuanto se pudiera para lavarlo y embalsamarlo. Ya era de noche. Entre todos hicimos rodar la piedra para tapar la entrada del sepulcro.

PEDRO. Y desde el día de la cena de la pascua estamos aquí, muertos de miedo y acongojados y deprimidos. Tres días sin acostarnos, sin lavarnos, sin comer. Tres días con las ventanas cerradas y con candiles como si fuera siempre de noche... De noche como en nuestros corazones. ¡Miraos bien! ¡Ved aquí reunidos a los ministros del Rey! ¡Me dais pena! ¡Me doy pena y me doy asco...! Tengo angustia y presión en el pecho, la inteligencia nublada por las dudas y las piernas temblando por el mido... Siento vergüenza por mí y por cada uno de vosotros. Cualquier ruido me estremece y parece que se me salta el corazón.

(Ruido)

PEDRO. ¿Qué ha sido ese ruido? (Pedro echa mano a la espada)

TADEO. ¡Voy a ver! (Silencio) (Vuelve) Son las mujeres que han vuelto del sepulcro. Vienen descompuestas. Dicen que el Señor no está allí. Preguntan si ha regresado Magdalena.

FELIPE. No, aquí faltan Tomás, Judas y Magdalena. Diles a las mujeres que suban.

JUANA. Esta mañana hemos madrugado para ir temprano a lavar el cuerpo de Jesús. Aún no había amanecido. Hacía frío... Por el camino pensábamos en lo necias que éramos, pues íbamos al sepulcro, pero, ¿quién nos iba a ayudar a mover la piedra? Se necesitan cinco o seis personas para removerla. Sólo estábamos Juana, María de los Alfeos, Salomé y Susana.

SALOMÉ. Y María Magdalena. Cuando llegamos al huerto, la puerta de la verja estaba abierta. Cruzamos el huerto y llegamos al sepulcro y... ¡Lo encontramos abierto, la piedra echada al suelo y la tumba vacía!

JACOBO. ¡Os habréis equivocado de tumba! Ya se sabe, las mujeres sois muy atolondradas.

SALOMÉ. No nos equivocamos de tumba. Era la tumba de José. La misma en la que pusimos el cuerpo muerto de Jesús hace tres días. Era la misma pues allí estaban, en unos saquitos, las libras de mirra y áloe que José de Arimatea compró para ungirle. Allí estaban las vendas que le ataban las manos y los pies. Allí estaba la sábana plegada y el pañuelo que le cubría el rostro...

MARÍA. Todo estaba plegado a un lado, intacto, como si Jesús nunca hubiera estado allí... Pero lo cierto es que Jesús allí no estaba.

JACOBO. No puede haber desaparecido así como así. Los soldados lo habrían impedido.

ANDRÉS. ¿Qué soldados?

JACOBO. ¿No sabéis que el sepulcro estaba custodiado por diez legionarios por temor, según decían, de que sus discípulos vinieran de noche y lo robaran?

ANDRÉS. No sabíamos nada de eso.

JUANA. Lo cierto es que me he dado cuenta de que el lugar estaba como pisoteado y en el suelo había restos de comida. Pero no le di importancia ya que cuando vinimos a enterrarlo era de noche.

SUSANA. Ahora que habláis de soldados... Al ir cruzamos unos cuantos. Las mujeres nos paramos junto a un porche para que pasaran. Ya sabéis cómo es esa gente, no respetan a nadie. Pues yo observé algo raro en ellos: hablaban fuerte, tenían el rostro desencajado, cubierto de sudor y miraban hacia atrás aterrorizados. Yo pensé que algo grave sucedía.

JACOBO. Si sé lo de la patrulla de soldados es porque ayer sábado me lo contó José de Arimatea. El Sanedrín, temiendo algo anormal, mandó asegurar y vigilar la tumba.

PEDRO. Me estáis asombrando y confundiendo. Vuestras palabras me sumen en la más profunda oscuridad y desorientación. ¡Todo cuanto decís es mentira! ¡No creo ni una sola palabra! ¡Cristo está muerto y bien muerto! Dejaos de patrañas. ¡No sé de qué os sirve venir con esos cuentos! ¿No pensáis que estamos bastante desgraciados así?

(Se oye un ruido. Pedro hace ademán de tomar la espada)

JUANA. Esa debe ser María. Id a abrirle.

(Susana sale y vuelve con Magdalena)

BARTOLOMÉ. ¡Y cierra bien la puerta!

MAGDALENA. ¡El Señor ha resucitado! ¡El Señor ha resucitado! ¡Lo he visto, lo he visto!

PEDRO. ¡Otra con la misma canción! ¿Os habéis puesto de acuerdo? Os aseguro que si es una broma, ésta es de muy mal gusto. Mírala qué sofocada, agitada y descompuesta está... Siempre serás la misma, siempre llamando la atención.

MATO. Déjala, deja que se explique.

MAGDALENA. Hemos ido al sepulcro y la tumba estaba abierta y Jesús no estaba dentro.

FELIPE. Sí, ya nos lo han dicho éstas.

MARÍA. Al ver la tumba abierta no nos atrevíamos a movernos de allí. El mido nos paralizaba las piernas. No teníamos fuerzas para bajar. Allí no había lámparas. Y, aunque había amanecido, la luz no penetraba hasta el fondo. Rozando las paredes entré en el interior y allí, tenté, palpé, llegué al banco de piedra donde yo sabía que habíamos dejado el cadáver de Jesús y al notar que estaba vacío, casi caigo desmayada...

JUANA. Y Magdalena empezó a llorar y a gritar, histérica perdida. Tropezó, se golpeó con las paredes...

SALOMÉ. Con el alarido de Magdalena nos asustamos aún más y salimos precipitadamente de allí. ¡Se lo han llevado! Pensamos. ¡Lo han robado o lo han trasladado a otro lugar!

JUANA. Mirando entre lágrimas de desesperación volvimos la mirada hacia ese triste lugar y vimos dos jóvenes...

SALOMÉ. Ángeles parecían...

FELIPE... ¡Hala! ¡Hala! ¡Lo que nos faltaba! Ahora ángeles por medio.

SALOMÉ. Parecían ángeles, pues sus vestidos blancos resplandecían en la oscuridad del sepulcro. Y entre el hipo, el temblor de piernas y el castañear de dientes nos parecía que decían... (A Susana) Dilo tú, que pareces más serena.

SUSANA. ¿Más serena? ¿Tú crees? Decían: Sabemos que estáis buscando a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí pues ha resucitado... Volved a Jerusalén y decid a sus discípulos y a Pedro que Jesús se encontrará con todos ellos en Galilea...

MAGDALENA. Entonces yo perdí el sentido y se me nublaron los ojos. La cabeza me estallaba y me puse a correr por el huerto, tropezando y cayéndome. Me equivoqué de orientación y no encontré la salida. Entonces me puse a llorar de una forma desconsolada.

PEDRO. ¡Eres una mentirosa, Magdalena! Siempre serás la misma. No has cambiado y creo que no cambiarás nunca. Serás siempre la mujer cortesana, romántica y soñadora. ¡Mientes! ¡Mentís todas! ¡Jesús ha muerto! Lo he visto sangrando. He visto la lanza clavarse en su pecho. Lo hemos trasladado a la tumba de José... No creo en vuestras historias. ¡Jesús ha muerto y punto!

MATEO. Sin embargo hemos olvidado que nos dijo algo así, como que al tercer día resucitaría.

FELIPE. Yo pienso que todo esto es un montaje de Caifás y de su camarilla. Han robado el cuerpo de Jesús para poder decir que hemos sido nosotros y así echarnos la mano encima y acabar de una vez con nosotros como hicieron con Jesús.

MARÍA. Pero, suponiendo que roban el cadáver, ¿por qué no llevarse también la mortaja con él? ¿Por qué entretenerse en dejarla tan bien dispuesta?

MAGDALENA. ¿Queréis escucharme un poco más? Termino enseguida. Estaba yo postrada sobre la hierba húmeda de rocío, llorando casi a ahogarme cuando oí detrás de mí unos pasos. Me volví y vi un hombre.

PEDRO. ¡Tú siempre con los hombres!

FELIPE. Déjala, no la aflijas más.

MAGDALENA. Oye, Pedro, ¿sabes? Eres rencoroso y cruel no conoces el amor de Dios. Me tratas como a una cualquiera y has de saber que he cambiado. No crees en mi conversión. No crees que di mis afectos al maestro y ha de saber, borrico galileo, que desde que vi a Jesús no ha habido ni habrá otros hombres en mi vida. Si no te fías de mí, es porque tú tampoco eres de fiar...

ANDRÉS. Basta ya, Pedro. No la interrumpas. Sigue, Magdalena.

MAGDALENA. Sigo... Allí había un hombre con una túnica blanca. Yo creí que era el criado de José, el hortelano que le cuida la finca. Pensé que ese hombre sabía algo y le pregunté: “¿Dónde has puesto al Maestro? ¿Dónde te lo has llevado? Dime dónde está para que me lo lleve... ¡No puedo vivir sin Él!”. Pero aquel hombre se quedó inmóvil, cabeza baja, como mirando al suelo y al cabo de un rato dijo: “¡María!”. Entonces quedé desconcertada. Conocí su voz. Sí, era inconfundible... ¡Era Él! ¡Mi Jesús! ¡Jesús de mi alma! Al escuchar mi nombre ya no dudé más. Era Él, pero algo había cambiado... Sentí deseos de abrazarle, de besarle, de estrujarle entre mis brazos. Me acerqué pero Él retrocedió y me dijo: “No me toques, María, todavía no...”

SIMÓN. ¡Visiones, eso es todo, visiones!

ANDRÉS. ¿Te dijo algo más?

MAGDALENA. Sí. Después de decirme que no le tocara añadió, y escucha bien, Pedro, escuchad todos vosotros. El maestro me dijo: “Anuncia a los apóstoles y también a Pedro que he resucitado y que me has hablado”.

SALOMÉ. En ese momento llegamos nosotras buscando a María y la encontramos hablando con Jesús. Escuchamos sus últimas palabras: “Decid a los apóstoles y a Pedro que he resucitado y que habéis hablado conmigo”.

(Pedro se levanta. Juan le sigue)

JUAN. ¡Espera, Pedro, voy contigo!

JACOBO. Todo lo que cuentan las mujeres es muy bonito para ser creído. ¡No puede ser! Jesús sabía que su muerte estaba cerca. Era muy inteligente se hombre. De pronto vio que todo se ponía en su contra, que todo se le torcía y precipitaba hacia un final funesto. En la cena pascual Jesús sentía una tristeza mortal.

MARÍA. No os pongáis tristes. Al contrario, deberíamos estar contentos, locos de contentos porque Jesús vive. ¡Jesús ha resucitado! No todo ha quedado en la inmunda cruz y encerrado en la tumba de José. ¡Jesús vive! ¡Jesús está de nuevo entre nosotros! ¡Ha resucitado!

SUSANA. Anda, comed algo. Os sentará bien.

SANTIAGO. Déjate de comidas. No me apetecen. No insistas. ¿No comprendes que no tenemos el cuerpo para eso? ¡Estamos asustados!

(Ruido en la puerta)

SANTIAGO. Id a ver, pero aseguraos antes.

JUANA. ¡Son José y Nicodemo!

JOSÉ. ¡La paz sea con vosotros! ¿Sabéis las noticias?

BARTOLOMÉ. Sí, creemos que lo sabemos todo pero no sabemos nada pues es difícil creerlo. Las mujeres han ido al sepulcro...

JOSÉ. Y lo han encontrado vacío, ¿verdad? Nosotros venimos de allí. ¡Jesús no está!

NICODEMO. La tumba está vacía. La noticia se sabe por toda la ciudad. Corre de boca en boca que el sepulcro estaba abierto y que, sin duda, los fanáticos discípulos de Jesús lo han robado. Y es más, dicen que vosotros decís que ha resucitado. No hay otra conversación en todo Jerusalén. También hablan de Judas.

SIMÓN. ¿Qué dicen de Judas?

NICODEMO. Lo han encontrado ahorcado en un árbol. Se había reventado y todo el paquete intestinal le salía del cuerpo.

SIMÓN. ¡Qué horror! Ese es el discípulo del cual el Maestro dijo que uno le iba a traicionar. No sabíamos la suerte que había corrido.

JACOBO. Yo tengo pena por Judas. No terminaba de encajar en el grupo. En cuanto vio que la actuación de Jesús no correspondía a sus deseos e intenciones dejó de creer en Él y en su misión y procuró deshacerse de Él, entregándolo a sus enemigos.

ANDRÉS. Yo pienso que nosotros no somos mejores que él. En cuanto se ha eclipsado nuestro sol estamos sumidos en las más profundas tinieblas y negamos como Pedro y vendemos al Maestro como Judas.

JOSÉ. Pero tengo algo más que deciros. En la casa de Caifás se acaba de realizar una reunión secreta y han llegado al siguiente acuerdo: “Acabar para siempre los rumores sobre Jesús y expulsar de las sinagogas y del templo a todo aquel que hable o comente, tanto en privado como en público, los asuntos relacionados con el sepulcro vacío o sobre la resurrección. Y por último, condenar a muerte a todo aquel que proclame que ha visto o ha hablado con el resucitado”.

TADEO. ¡Somos hombres muertos! ¡Nos van a aplastar como a hormigas! Creo que lo más prudente sería salir secretamente de la ciudad. Nos disfrazamos de pastores y salimos muy temprano de aquí. ¿Qué os parece?

MUCHOS. De acuerdo... Sí, sí, será lo mejor.

JACOBO. Pero en todo esto hay algo que me intriga. Hace rato que quiero razonar y no logro comprender. Me pregunto constantemente: si Jesús hubiera resucitado, ¿por qué no se ha presentado primero a los íntimos, a Andrés, a Felipe y no a unas mujeres? Ya sabéis lo poco que valora el pueblo las palabras de una mujer. No acabo de entender toda la historia del sepulcro vacío y de la resurrección de Jesús. Pero hay una cosa en la que ceo firmemente, y es en mi madre. ¡Mi madre dice que ha visto al Maestro y yo la creo!

(Ruidos en la puerta)

MATEO. Id a abrir. Serán sin duda Pedro y Juan que regresan.

JUANA. Voy enseguida.

MATEO. ¡Y cierra bien!

(Pedro y Juan entran)

PEDRO. Ahora creo, porque lo han visto mis ojos. El sepulcro está abierto y Jesús no está en él. ¡Malditos y malditos! ¡Malditos sean los que han secuestrado el cadáver del Maestro! No han respetado su muerte...

JUAN. Han robado el cadáver de Jesús y sin duda lo han tirado a la gehemna, donde se pudren los animales muertos.

PEDRO. Pero, ¡qué miserables somos y qué desgraciados! ¡Sin Jesús no somos nada! ¡Sin Él no somos nadie!

MAGDALENA. Pedro, no te aflijas sin necesidad. Es inútil darse de coscorrones. El Maestros vive. ¡Debes creerlo! ¡Ha resucitado, yo lo he visto! Y éstas, mis hermanas, también... Tienes que creer. Al que cree todo le es posible. Jesús me habló a mí, pobre pecadora, y te nombró a ti. Dijo tu nombre: “Ve y diles a Pedro y a los apóstoles...” Jesús sabe que estás apurado. Sabe que sufres. Sabe que el miedo y la incredulidad se han apoderado de tu debilidad humana. Sabe que ya no te quedan fuerzas para resistir.

PEDRO. Sí, aún me quedan y es... para llorar. Para llorar mi cobardía y mi pretensión. Yo que me creía el más valiente. Más que todos ellos. Yo que presumía permanecer junto a él aunque los otros le abandonaran... Yo que estaba dispuesto a sacar la espada para defenderlo... Lo he abandonada cobardemente... (Llora)

JUAN. No llores así. Se me rompe el alma al ver llorar a un hombre como tú, fuerte como un castillo al que nada le asusta y que arremete con todo. Tú demostraste tu amor por el Maestro al sacar la espada para defenderle y darle fuerte a la cabeza del criado del pontífice.

MATEO. Afortunadamente que no atinaste y sólo le cortaste la oreja, si no.. en menudos problemas te hubieras metido. Jesús puso la oreja en su lugar y es como si nunca hubiera pasado nada.

PEDRO. Pero, ¿es que no os dais cuenta de que sufro como una bestia? ¿Que me falta el aliento y la misma vida sin Él? ¿Qué soy hombre muerto, acobardado, apocado, pusilánime sin Él? Y Él... que es todo bondad incluso con los que yerran. Él que no mengua su amor con los que le traicionan y niegan... ¡Aún se acuerda de mí! ¡Se acuerda de mí! “Dile a Pedro...” Señor, ¡qué bueno eres, cuánto te amo!

JUAN. No te pongas así, que nos vas a hacer llorar a todos. Ya sabemos que le amas. Nadie lo ha dudado. Jesús también lo sabe. Has dejado todo para seguirle y has entregado tu persona a los ideales de tu Maestro.

PEDRO. Perdonadme todos, pero es que soy muy bruto. A ti, Magdalena, te pido perdón por las palabras ásperas y groseras que te he dicho. No tengo derecho a dudar de ti. Yo sé que tú también amabas al Señor.

MAGDALENA. Y le sigo amando. ¡Le amaré por la eternidad! Y tú, Pedro, y vosotros todos, seguid amando en vuestro corazón. Seguid confiando en Él. ¡El Señor vive! ¡El ha resucitado! No es el momento de perder el ánimo, ni resistir a la fe, sino por el contrario, desechad el pesimismo y juzgad las cosas en su aspecto favorable. ¡Os digo que el Señor vive! ¡Yo lo he visto y éstas también!

(Ruidos en la puerta. Pedro echa mano de la espada)

MATEO. ¡Id a ver quién es esta vez!

(Sale Juana y vuelve con los dos de Emaús)

JUANA. ¡Son los dos pastores de Emaús!

ANDRÉS. ¿De Emaús?

SALOMÉ. Ellos también son discípulos de Jesús.

PASTOR 1. ¡Paz a esta casa!

MATEO. Falta nos hace. ¿Qué queréis a estas horas? Aquí ya somos muchos y falta espacio. No podéis quedaros aquí.

PASTOR 1. No pensamos quedarnos aquí. Tan sólo venimos a deciros lo que ha acontecido en el camino y en la casa de éste; y luego, después de habernos escuchado, nos marcharemos a nuestra aldea. Mañana hay que sacar los rebaños.

PASTOR 2. Como muchos otros, nosotros también habíamos ido a Jerusalén para asistir a las ceremonias de la pascua, y a media tarde le dije a mi pariente: “Vámonos ya que no me gusta andar de noche”. Ya sabéis cómo están de inseguros los caminos. Y nos fuimos a buen paso. Íbamos comentando la noticia del día. Bueno, quiero decir, todo lo que se rumorea por Jerusalén, eso de la tumba vacía, del robo del cuerpo, hasta que asombrosamente nos alcanzó un hombre y se puso a andar a nuestro paso.

PASTOR 1. Hacía viento e íbamos envueltos en las mantas. No sé por qué, pero no tuvimos miedo. Llevábamos un buen trecho andando en silencio cuando el hombre nos preguntó: “¿De qué cosa tan importante estabais hablando?”. Yo le contesté extrañado: “¿Acaso eres tú el único que no sabe los trágicos sucesos que han acaecido en Jerusalén?”.

PASTOR 2. Entonces le hablamos de Jesús de Nazaret, que se había presentado como un profeta extraordinario, tanto en palabras como en maravillas. Le dijimos que la maldad de los jefes de los sacerdotes le había entregado a los romanos. Y que en el monte le habían clavado en una cruz. Le informamos que ese hombre prodigioso prometía la verdadera libertad... y nosotros habíamos creído que sería Él quien libertaría a Israel de la dominación romana.

PASTOR 1. Pero éste el tercer día de su crucifixión... y así íbamos diciéndole las cosas extrañas que se rumoreaban por la ciudad: la tumba vacía, que algunos lo habían visto, y otros sostienen que ha resucitado.

PASTOR 2. Él nos escuchaba en silencio y luego dijo: “Pero, ¡qué lentos sois para comprender la verdad! ¿Habéis olvidado todas sus predicaciones y advertencias que os hizo? ¿No os acordáis que os anunció por tres veces consecutivas que en Jerusalén sería entregado a sus enemigos, que le condenarían a muerte y que resucitaría al tercer día?”.

PASTOR 1. Además nos preguntó si nunca habíamos leído las Escrituras. Le dijimos que sí, que, aunque somos unos rústicos pastores, teníamos algo de instrucción, no mucha... Pero lo suficiente para saber algo sobre el Libro de Dios.

PASTOR 2. Entonces nos habló de Moisés y de los profetas. De todos los que esperaban la restauración espiritual de las almas. De los que necesitaban luz a sus ojos entenebrecidos, de los presos desesperados que esperaban la liberación y de los corazones destrozados que encontrarían descanso en el Mesías, el siervo de Dios.

PASTOR 1. A eso, ya habíamos llegado a la aldea. Estábamos cerca de casa y le invitamos a pasar la noche en nuestra choza que, aunque pobre, era limpia y acogedora. Parecía que tenía intención en seguir su camino... Insistimos en que ya era de noche y que...

PASTOR 2. Le insinué que no era prudente transitar sólo por los caminos y que, después de descansar, al día siguiente, con luz, podría continuar su viaje. Tanto insistimos que acabó por aceptar.

JACOBO. Pero, ¿a dónde queréis llegar con esa historia? ¿Quién era ese hombre?

PASTOR 1. Ahora voy a decíroslo, si me concedéis un minuto más. Encendimos fuego, pusimos un mantel blanco sobre la mesa, saqué de la panera una hogaza de pan y éste fue a la alacena y trajo un queso de nuestras cabras. Nos sentamos a la mesa y a la luz de la lámpara de aceite le entregué el pan. Me excusé porque estaba algo duro, pues habíamos amasado antes de la pascua. El hombre sonrió y partiéndolo lo bendijo y nos dio un trozo a cada uno.

PASTOR 2. Fue entonces cuando me di cuenta. ¡Le reconocí! Vi sus manos, y dando un codazo a mi hermano le dije: “¡Es el Maestro!” En ese momento desapareció... Desapareció de nuestra vista, no sé cómo lo hizo.

PASTOR 1. Habíamos comprendido. Ahora lo comprendíamos todo. Todo estaba muy claro. Nuestras pobres y entenebrecidas inteligencias, acobardadas por el miedo y el fracaso empezaron a comprender y nuestros corazones ardían de entusiasmo.

PASTOR 2. Dejamos todo y salimos hasta aquí, pensando que vosotros debíais saber lo que ha ocurrido.

PASTOR 1. Sí, dijimos: “Ellos deben saberlo”. Esa noticia tiene que alegrar a los amigos del Rabí de Galilea. Sabíamos que estabais aquí y aquí hemos venido.

FELIPE. No sois los únicos que hoy han tenido visiones. ¿Sabéis? Cuando se tiene miedo y hambre, la mente se pone enferma y produce ideas e imágenes, representación de cosas que no existen. Las mujeres también han venido con esas fantasías del Maestro: unas, en el huerto del sepulcro, y vosotros, en el polvoriento camino de Emaús. ¡Es difícil creer vuestras historias! Callaos y no nos atormentéis más... ¡Ya sufrimos bastante!

JESÚS. ¡Paz a vosotros!

TODOS. ¡Maestro! ¡Jesús! ¡Rabí! ¡No es posible! ¡Es una visión!

MAGDALENA. Os lo había dicho, no mentía.

BARTOLOMÉ. No puede ser. ¡Es un fantasma! ¡Ha entrado sin abrir las puertas!

JESÚS. Pero, ¿por qué decís esas cosas? ¿Por qué tenéis miedo? Miradme bien, ¡soy yo! Mirad mis manos, tocadlas, ved que son de carne y hueso como las vuestras. Palpad y ved, los fantasmas no tienen cuerpo como yo tengo.

SIMÓN. ¡Es verdad! ¡Es Él! Aquí están las señales de los clavos. Déjame que te abrace, Maestro.

(Algunos, no todos, le abrazan)

TADEO. ¡Es el Maestro, ha resucitado!

JESÚS. Claro que so yo. Por cierto, tengo hambre. ¿Tenéis algo de comer?

SANTIAGO. ¡Dice que tiene hambre! Traedle algo de comer, y deprisa.

SALOMÉ. Tenemos pescado asado y un panal de miel, ¿te apetece?

JESÚS. Traedlo, comeré.

SUSANA. Ahí tienes. Come, Maestro, ¡Oh, qué felicidad tenerte entre nosotros! Contigo nos sentimos otra vez seguros. Eres el cerco de protección de nuestras vidas.

PEDRO. Perdona mi incredulidad, Maestro. (Se arrodilla)

FELIPE. Y la mía también.

SANTIAGO. Y la mía, Señor.

JESÚS. Levantaos. Pero, ¿por qué os cuesta tanto trabajo el creer las palabras que os había dicho? Recordad ahora las palabras que os hablé estando con vosotros. Que era necesario que se cumpliese en mí todo lo que habían dicho Moisés, los profetas y los salmos. ¿Lo comprendéis ahora?

JACOBO. ¡Ahora lo veo claro! ¡No era tan difícil creer!

JUAN. Sin embargo, lo habíamos olvidado todo.

ANDRÉS. Cuando te vimos morir en la cruz, desapareciste de nuestras mentes y tus palabras se esfumaron.

JESÚS. Era necesario que yo muriera y resucitara porque así quedaba asegurado el perdón y la salvación de todos aquellos que creen en mí y que creerán en vuestras palabras. Porque vosotros tenéis la misión de decirlo al mundo. Hoy sois testigos de estas cosas. Habéis de proclamarlas por todos los rincones del planeta. Habéis de testificar de mi resurrección, que es la garantía segura de la vuestra. Ya no tendréis miedo ni os faltará valor, porque recibiréis un poder de lo alto que os ayudará en esa tarea. Os espero en Galilea, en el monte que sabéis. Allí os daré más instrucciones. ¡Paz a vosotros!

(Jesús desaparece)

BARTOLOMÉ. (Entusiasmado)¡Se ha ido! ¡Ha desaparecido! ¡Lo mismo que vino se ha ido! Sin abrir ni cerrar puertas.

MARÍA. Teníamos razón. ¡Jesús ha resucitado! ¡Lo hemos visto! ¡Lo hemos visto y tocado! ¡Jamás nos lo harán callar!

JUANA. ¡Nuestro Señor ha resucitado! ¡Vive para siempre! No todo termina en la cruz y en el sepulcro sino que todo vuelve a empezar.

PEDRO. ¡Qué felicidad! ¡Qué asombroso poder! Ahora lo recuerdo todo. Mi mente se ha abierto y las palabras del monte y las palabras del lago... Todo cuanto dijo sobre el reino venidero, el reino de la gracia, todas sus palabras vuelven a mi mente con nuevo significado y poder.

MATEO. ¡Jesús vive! ¡Entre nosotros está! ¡Ha resucitado! ¡Aleluya! (Da palmas y empieza una cadencia) ¡Ha resucitado! ¡Aleluya!

TODOS. (Batiendo palmas) ¡Ha resucitado! ¡Aleluya!

ANDRÉS. Tenemos nuevas cosas que decir al mundo. Somos embajadores del reino, del reino de la paz, del reino del perdón y del reino de la vida eterna.

TODOS. (Batiendo palmas) ¡Ha resucitado! ¡Aleluya!

MAGDALENA. Nuestras vidas cobran sentido. Una corriente de valor anima nuestro ser, ¿verdad, hermanos? La e se ha revestido de fortaleza y ahora es invencible. Hay luz en nuestra vida. Ya no andamos dando tropezones y cayendo por el camino. Nuestras mentes ya no están cerradas por el temor y la ignorancia. Ahora vemos con claridad. El mundo ha de ser iluminado por el poder de su resurrección. Yo, que he sido tan pecadora, pasaré el resto de mi vida proclamando las virtudes de mi Redentor.

PEDRO. Hermanos, el encono y la aversión incontrolable del Sanedrín nos va a causar dificultades. Van a caer sobre nosotros y nos van a acosar y atosigar para que callemos pero, ¡nosotros no podemos callar estas cosas! Tenemos algo que decir, ¡y lo diremos! ¡Cristo ha resucitado!

TODOS. (Palmas y cadencia) ¡Cristo ha resucitado! ¡Aleluya!

PEDRO. Hermanos, vosotros sabéis que he negado a Jesús. No lo escondo, no lo niego, pero sabed también que voy a confesarlo con todas mis fuerzas, con todo mi poder y con toda mi voluntad. No vamos a esconder la luz bajo el almud, sino muy alta sobre el candelero. Cuanta más oposición tengamos, más fuerza y audacia tendremos anunciando la resurrección del Maestro. Esta es la verdad para el tiempo presente. ¡Cristo ha resucitado!

TODOS. ¡Aleluya! ¡Aleluya!

SANTIAGO. La verdad más urgente es anunciar al mundo que Cristo ha resucitado. Nos alegraremos y gozaremos en el Señor. ¡Aleluya!

TODOS. (Abrazos, apretones de manos, conversaciones simuladas en mímica) ¡El Señor ha resucitado! ¡El Señor ha resucitado!

(El himno en cassette “El Señor resucitó, Aleluya” va haciéndose oír poco a poco hasta que termina en términos fuertes)

El jardín

20 Minutos y 9 Personajes. Cuando los animales desobedecen al Jardinero, el lugar se destruye. Le corresponde a un Niño empezar con el proceso de curación. Esta parábola es un intento de poner la historia de Navidad dentro del contexto de la caída y la necesidad de un Salvador.
EL JARDÍN
© John McNeil, traducido por Loida Somolinos con permiso
Una obra de Navidad para todo el año.

PERSONAJES
2 Narradores
Niño
Animales (si se pudiera, debería haber por lo menos uno de cada especie, pero se puede modificar tanto el número de animales como de especies.)
Caballo
Hiena
León
Elefante (opcional)
Águila
Mono
Mula
Oveja
Ratón
Cabra

Nota: La obra recae sobre dos narradores que leen mientras los personajes hacen mimo. De todas formas, si se considera apropiado según la edad de los niños que actúen como animales, podrían decir algunos de los diálogos.


OBRA

N1. Había una vez...

N2. Así empiezan todas las buenas historias...

N1. Un jardín.

N2. ¿Un jardín?

N1. Un jardín.

N2. ¿Solo un jardín?

N1. No un jardín cualquiera. Un verdadero jardín (con fuerte énfasis)

N2. Muéstramelo.

N1. Más grande de lo que pudiera alcanzar tu vista.

N2. (Se pone la mano sobre los ojos como si estuviera visionándolo; después coge un telescopio y mira) ¡Guau! ¡Qué grande!

N1. Grande en todos los sentidos. Grandes árboles que casi tocaban el cielo...

N2. (Se pone de puntillas y levanta las manos) Casi llego, casi llego…

N1. Grandes pastos entre ellos.

N2. (Tira de un cortacésped imaginario y va haciendo círculos) ¡Rummmmm!

N1. (Suspira, menea su cabeza) No. No había cortacésped.

N2. Entones, ¿quién cortaba la hierba?

N1. Los animales se la comían. Pero ya llegaremos a eso. Había grandes lagos...

N2. ¡No sé nadar!

N1. ... a los que iban a parar pequeños riachuelos.

N2. ¡Ah! Yo podría ir en canoa.

N1. Pero lo mejor de todo, lo mejor de este jardín, es que siempre era primavera.

N2. ¡Qué bien suena eso!

N1. Era perfecto. Excepto en una cosa...

N2. No, por favor, no lo estropees.

N1. En los animales.

N2. Ya lo has fastidiado.

N1. ¿Sabes lo de los animales?

N2. No, pero puedo imaginármelo por tu tono de voz.

N1. El jardín se había llenado con toda clase de animales que eran felices estando juntos.

(Cuando se nombre a los animales entrarán. Harán los movimientos y sonidos que les corresponda y después se quedarán congelados. Nota: A este punto, los animales serán amigos. Los narradores tendrán que ir más lentos para darles tiempo suficiente para que entren)

N2. ¿Caballos?

N1. Sí, caballos. Y ovejas…

N2. ¡Oh! Me encantan los corderitos esponjosos.

N1. Sus primas las cabras...

N2. Sí que se parecen…

N1. Monos, y hienas...

N2. Me apuesto lo que quieras a que te hacen reír.

N1. Orgullosos leones, elefantes...

N2. Sería un buen trabajo éste de estar aquí, en este gran jardín.

N1. Y también criaturas más pequeñas como mulas y ratones.

N2. Se meten un elefante y un ratón en un ascensor y le dice el elefante al ratón: “¿Qué piso?” y el ratón le responde: “Mi colitaaaa”.

N1. (Continúa) Y no os olvidéis de las aves como las águilas y los pavos reales.

N2. ¿Y todos estos animales pacían juntos? ¡No me lo creo! A alguno se lo van a comer…

N1. Eso es lo maravilloso. Era un jardín perfecto, creado por un jardinero muy inteligente y amable que llevó a los animales allí y les dijo: “Este es mi jardín pero lo he hecho para vosotros”. (Los animales se empiezan a mover por ahí, saludándose entre ellos, jugando pacíficamente, etc. N2 camina entre ellos, quizá acariciando la piel, pretendiendo que monta a alguno, etc.) “Exploradlo, disfrutad de él, pasadlo bien con el resto y sed felices”. Y eso es lo que hicieron. Se reían con las bromas que hacían, cuidaban de los otros y compartían su comida.

N2. (Toma una fruta imaginaria de un animal) Gracias. (Se la come) ¡Hum!

N1. No es que hubiera algún problema en compartir la comida. El Jardinero les había dado toda clase de cosas buenas para comer: frutas, vegetales, fresca hierba, miel… “Comed lo que más os guste”, dijo. “Pero hay algo que no debéis comer. En el centro del jardín hay un árbol más grande que todos. No debéis comer las frutas de él porque me pertenece a mí. Si las coméis, destruiréis el jardín y a vosotros mismos”.

N2. ¡Ey, amigos! (A todos los animales) Escuchad lo que dice el Jardinero. No comáis de la fruta de ese árbol. (Los animales no le prestan mucha atención).

N1. Y como había tantas cosas para comer y el fruto de ese árbol estaba tan alto, los animales estaban felices y no lo tocaron. Y así pasaban los días, en pacífica armonía.

N2. ¡Esto es maravilloso! Ojalá todos los zoos fueran como éste.

N1. Si fueran como éste, no serían zoos.

N2. (Señala a los animales que están alrededor de él/ella, y marca una señal en una lista imaginaria) Así pues tenemos un león, un caballo, una oveja, una hiena, un águila, un ratón, (ya no tiene dedos para contar, mira el pie, se sienta y se quita el zapato para contarse los dedos, se cansa) y muchos animales más. Vale, ya sabemos quién es el zoo. (Regresa a la posición inicial)

N1. Desafortunadamente…

N2. Ves, ya sabía que lo ibas a estropear.

N1. Tristemente, lo hicieron ellos mismos.

N2. ¿El qué hicieron?

N1. Escucha y te lo contaré. Un día el león estaba caminando por el jardín cerca del gran árbol del centro, cuando se paró y miró estupefacto al suelo. Una fruta estaba por tierra… una fruta de una clase que no había probado antes. Miró arriba y se dio cuenta de que debía de haber caído del árbol. El león había comido hacía poco y no tenía hambre y empezó a empujar la fruta hacia un lado. Después se paró y dijo: “Me pregunto cómo sabrá esta fruta”. Pero creía recordar algo que el Jardinero había dicho antes de no comer esa fruta así que se encogió de hombros y siguió su camino. Había dado solo un paso cuando escuchó una voz: “Pchss”. “Dale un mordisquito”. El león miró a su alrededor y vio a un Mono que llevaba una de esas frutas en su mano y se la estaba comiendo. “Está muy rica”, le dijo.

N2. Y me imagino que lo decía con la boca llena.

N1. “Pruébala”. Le dijo el león: “¿Cómo has conseguido una de esas frutas?”. “Trepé por el árbol”, respondió el Mono. “Pero, ¿no dijo el Jardinero algo de no comer esa fruta?”, le preguntó el león. “Él se las quiere guardar para sí porque están muy buenas” respondió el Mono. “Ha hecho un tiempo muy bueno y hay muchas frutas para todos. No creo que eche en falta un par. Además, si comemos esta fruta, seremos como Él. ¿No te gustaría ser tan listo?”

N2. ¡Ese es un comentario muy malicioso!

N1. El león se lo pensó por un momento y dijo: “Quizá tengas razón”. Así que le dio un mordisquito a la fruta que había en el suelo.

N2. (Da un gran suspiro) ¿Y qué sucedió después?

N1. Al principio, no mucho. Excepto que el león se echó encima del mono, le dio un puntapié y le quitó la fruta que estaba comiendo. “No me cojas la última pieza”, gimió el Mono. “Necesito más. ¡Más! ¡Más!” Y desesperado empezó a dar vueltas alrededor.

N2. ¡Mira! El león se dirige a los otros animales. ¿Qué pasará ahora?

N1. El león se puso enfrente de todos y les rugió. “Escuchad esto que os voy a decir. De ahora en adelante, voy a ser el jefe aquí y haréis lo que yo diga”. “Oh, sí”, dijo el águila. “Estuve espiando con mi ojo de águila a un león que comía cierta fruta. Y si quieres alguna más, tendrás que pagarme ya que solo yo puedo volar a las ramas más altas para cogerlas”.

N2. Esto se está poniendo muy feo.

N1. Muy feo. No pasó mucho antes de que los animales empezaran a pelearse o a esconderse para no ser dañados. Y mientras peleaban, se daban cuenta de que el jardín se empezaba a secar. El cielo dejó de llover y las plantas y los árboles se empezaron a marchitar. Pronto la comida empezó a escasear. Solamente los más fuertes y los más rápidos podían conseguir algo para comer. El jardín estaba desapareciendo delante de sus ojos, pero ellos habían dejado de preocuparse por él y por cualquier otra cosa que no fuera ellos mismos. No es solo que los más fuertes consiguieran la comida sino que estos mismos ataban a los otros animales para que no pudieran conseguir nada. (El león y el elefante usan una cuerda para atar a una oveja y a unas cabras. Algún otro ata una cadena alrededor del cuello del Mono)

N2. ¡Ay, por favor! ¿Dónde está el Jardinero ahora que lo necesitamos?

N1. Pues el Jardinero vino. “Parad”, les gritó. (Todos los animales se quedan congelados.) “¿Qué habéis hecho con mi jardín?” les dijo con lágrimas en los ojos. “Fijaos en lo que os habéis convertido” (Mientras el Jardinero señala a cada animal, los animales actuarán cuando se les señale mientras que los otros se estarán quietos).
“Mono, tú le diste el primer mordisco y ahora ya no puedes parar. Te has vuelto adicto a la fruta”, dijo el Jardinero.
“León, tú podrías haber usado tu fuerza para ayudar a otros y ahora te has convertido en un matón”.
“Vosotros: una vez fuisteis caballos y ahora sois tontos burros. Habéis olvidado para lo que fuisteis creados”.
“Las hienas se han vuelto orgullosas y arrogantes…. Sarcásticas… Bocazas”.
“Vosotras las águilas… una vez surcasteis los cielos y ahora os habéis vuelto buitres, comiendo los huesos de las ovejas y las cabras. Ellas se han vuelto pobres, están intimidadas y se mueren de hambre mientras vosotras os volvéis ricas a su costa”.
“Mi pobre mula. No tenías armas con las que luchar y te escondiste en la tierra y te has vuelto ciega y enferma”.
“Y mis pequeños ratones. Los más pequeños, ahora tendréis que escarbar en la hierba seca para buscar algo con lo que vivir”.

N2. ¿Qué hicieron los animales cuando escucharon esto?

N1. Lo más triste es que no lo escucharon. El jardín llevaba tanto tiempo seco que se habían olvidado de que había un Jardinero y estaban tan ocupados con sus asuntos que no tenían tiempo para nada más. (Los animales empiezan a moverse dedicándose a sus asuntos silenciosamente.)

N2. Y, ¿eso es todo? Fin de la historia. ¡Qué triste!

N1. ¡No! El Jardinero tenía un plan. Iba a enviar a alguien especial para reparar el jardín. (Entra el Niño) Un día, un pequeño niño vino al jardín.

N2. ¿Un niño?

N1. Sí. Los animales no estaban muy seguros de qué hacer con ese nuevo inquilino. ¿Iba el niño a quedarse con su comida? ¿Se iba a hacer el jefe? Pero el niño no hizo nada de esas cosas sino que fue a ver a cada animal y simplemente los abrazó. (El niño hace eso) Algunas veces el niño lloraría con los animales, otras veces enjugaría sus lágrimas. Tocó los ojos de la mula y de repente, la mula pudo ver otra vez. Con cuidado desató las cuerdas que ataban a las ovejas y a las cabras cautivas e incluso la cadena del pobre mono. Y mientras hacía todo eso, el niño les hablaba a los animales del jardinero, de cuánto les amaba, y de cómo un día el Jardín sería renovado de nuevo.

N2. Este era un niño especial.

N1. Muy especial.

N2. ¡Ya lo sé! ¡Ya lo sé!

N1. Dime.

N2. ¡Era el hijo del propio Jardinero!

N1. Efectivamente.

N2. ¿Y después vivieron todos contentos y felices?

N1. Me temo que no mucho. Muchos creyeron y amaron a ese niño y le preguntaron cómo podrían ponerse en contacto con el Jardinero otra vez. Pero muchos otros estaban celosos y no querían saber nada. Entonces ellos…Pero, bueno, esa es otra historia.

N2. ¡Oh, no! No te puedes parar ahora.

N1. Te diré algo. Desde ahora te hago una invitación. Ven otra vez y escucharás el resto de la historia en Semana Santa.

© John McNeil 1998. Todos los derechos reservados. Esta obra se puede representar gratuitamente con la condición de que no se saque ningún beneficio económico con las copias, ni se cobre nada por la entrada. A cambio el autor agradecería que se le informara de cuándo y con qué intención se representa la obra. Se puede contactar con él en:
jandhmcneil@paradise.net.nz o en: 36B Stourbridge. St. Christchurch 2, Nueva Zelanda.

La cocina del infierno


7 Minutos y 10 Personajes. Los cocineros del Cielo y del Infierno explican el menú que tienen para comer.

LA COCINA DEL INFIERNO

PERSONAJES

OPTIMISTA
COCINERO DEL CIELO
PESIMISTA
JOVEN 1
JOVEN 2
JOVEN 3
JOVEN 4
JOVEN 5
JOVEN 6
COCINERO DEL INFIERNO


OBRA

En el estrado están dos cocineros con sus respectivas mesas; uno en el ala derecha y otro en el ala izquierda. Cada uno de ellos simboliza una cocina: el de la derecha la del Cielo y el de la izquierda la del Infierno. Un grupo de muchachos entra y cada uno se distribuye como quiere: dos en la cocina del Cielo y seis en la del Infierno.

OPTIMISTA. ¿Qué hay para comer, cocinero?

COCINERO DEL CIELO. El menú es hoy muy sencillo pero tiene grandes propiedades alimenticias.

PESIMISTA. ¿Y en qué consiste?

COCINERO DEL CIELO. Pues hoy hay para primero: “Ensalada de alegría con picadillo de paciencia y trocitos de buen humor”.

OPTIMISTA. ¡Ah! Pues está bien. Los trocitos de buen humor le dan un gustillo muy especial a la paciencia.

PESIMISTA. (Con sorna.) “Ensalada de alegría con picadillo de paciencia y trocitos de buen humor” ¡Qué va a estar bien! Siempre es lo mismo. Comprendo que pueda ser muy nutritivo pero ya estoy cansado de comer siempre lo mismo.

OPTIMISTA. ¿Y para segundo?

COCINERO DEL CIELO. Para segundo hay una “Sopita de amor” que te va a hacer chupar los dedos.

JOVEN 1. ¿Ves por qué no quiero ir a esa cocina? Es que siempre dan lo mismo, no cambian nunca de menú.

OPTIMISTA. Pero es normal. Dan siempre lo mismo porque siempre necesitamos lo mismo. ¿Quién no necesita todos los días un poco de alegría o un poco de amor? Además, el “quid” de la cuestión está en saber combinarlos de manera que el menú te parezca todos los días distinto.

JOVEN 2. (Dirigiéndose al Cocinero del Cielo, interesado) ¿Y qué hay de tercero, cocinero?

COCINERO DEL CIELO. Pues hoy tenemos un plato especial: “Dependencia de Dios con salsa de fe”. Os aseguro que estará apetitosísimo.

PESIMISTA. Sí pero siempre está duro. Tenemos que pasarnos tres cuartos de hora masticando para poder digerirlo. Perdemos demasiado tiempo.

COCINERO DEL CIELO. Pero es que de eso se trata. No podemos pretender alimentarnos si no masticamos bien antes. Las cosas de Dios son demasiado importantes como para tragarnos los trozos enteros. Debemos masticar, emplear tiempo en ellas para poder digerirlas bien. Dios no quiere un sí porque sí. Dios quiere que razonemos y digeramos.

JOVEN 3. (Al Cocinero del Infierno.) Y, ¿cuál es hoy nuestro menú, cocinero?

COCINERO DEL INFIERNO. Hoy vais a tener una comida suculentísima. No os preocupéis porque aquí, en mi cocina, nunca hay sinsabores ni quejas por la abundancia. Tenemos de todo y a todas horas.

JOVEN 4. ¡Venga! Abrevia y dinos lo que hay.

COCINERO DEL INFIERNO. Pues hoy tenemos de primer plato “Croquetas de Suficiencia propia” con unas gotitas de “orgullo”.

JOVEN 2. Pues a mí me parece que en esta cocina también hay siempre lo mismo: que si “Suficiencia propia”, que si “orgullo”, que si “envidia”. Estoy llegando a la conclusión de que nosotros también probamos todos los días los mismos sabores. Y desde luego, si las dos cocinas tienen el mismo problema, yo elijo la del Cielo. Allí por lo menos me nutriré mucho mejor.

PESIMISTA. ¡Venga! No digas tonterías y déjale hablar.

COCINERO DEL INFIERNO. (Ruborizado.) Para segundo hoy tenemos como ayer: “Empanadillas de Envidia”.

JOVEN 2. ¿Habéis visto? Lo que os acabo de decir; siempre lo mismo.

OPTIMISTA. No es por meterme donde no me llaman pero todo lo que allí coméis es dinamita pura. Lo cierto es que vuestros menús, aunque abundantes y fáciles de masticar, son demasiado pesados y al final os producirán una grave indigestión.

JOVEN 3. En eso tiene razón. Cuanto más abundante y apetitosa es la comida de este hombre, mayor dolor de estómago me produce por la noche.

JOVEN 4. Es cierto, a mí me ocurre lo mismo. Básicamente me estoy dando cuenta de que estamos cometiendo un error.

JOVEN 1. No digas tonterías. Por mucho valor alimenticio que tenga esa comida, nunca se podrá comparar con el buen sabor y abundancia de la nuestra.

OPTIMISTA. (Dirigiéndose a JOVEN 5 y 6.) Y vosotros, ¿qué? ¿No decís nada?

JOVEN 5 y 6. (A la vez en tono repetitivo.) A nosotros nos da lo mismo. Comemos de todo.

JOVEN 3. Pues a nosotros no nos da lo mismo. Preferimos la comida del Cielo.

OPTIMISTA. (Dirigiéndose a PESIMISTA.) ¿Ves? Hay otros que están deseando comer lo que tú desprecias.

PESIMISTA. ¡Pues que se lo queden si les da la gana! Yo prefiero lo de ellos, así que me paso a la otra Cocina.

JOVEN 2. Pues nosotros hacemos lo mismo.

Se cruzan.

OPTIMISTA. (A JOVEN 2, 3 y 4.) Me alegra que os hayáis decidido por nuestro menú. Quizá os cueste un poquito acostumbraros a este nuevo sabor pero ya veréis como pronto os sentiréis plenamente saludables y llenos de vigor. ¡No hay nada como una buena “Sopita de Amor” para sentirse satisfecho!

Todos van pasando y cada cocinero sirve su comida.

PESIMISTA. (A JOVEN 1, 5 y 6.) ¿Qué hay, compañeros? A comer, que estoy deseando probar vuestra comida. (Al Cocinero mientras le sirve la comida.) Más, más, que quiero atiborrarme de las mieles del Infierno... (Se va.)

Lázaro, el amigo de Jesús

30 Minutos y 23 Personajes + Extras. Muerte y resurrección de Lázaro.

LÁZARO, EL AMIGO DE JESÚS
Enrique Establés


Obra escenificada en dos cuadros, inspirada en el Evangelio de San Juan, capítulo 11.

Lázaro, el amigo de Jesús, acaba de morir. En el interior de la casa hay varias plañideras sentadas alrededor de la puerta. Los amigos de la familia van llegando y ofrecen a María sus condolencias. Marta y María reciben a unos y a otros.

En la primera escena, delante de la puerta están: Plañidera 1, Plañidera 2, Abián, Jorán, Asa, Jehú, Joas, María. Muchos más hacen mímica de estar conversando en voz baja, llorar y saludarse.

PLAÑIDERA 1. ¡Dios mío! ¡Dios santo! ¡Qué desgracia!

ABIÁN. Hay que ver cómo de repente ha llegado la desgracia a esta casa. Ayer tan felices y hoy la casa llena de llantos y lamentos.

PLAÑIDERA 2. ¡Santo de Israel! ¡Qué desgracia, qué desgracia!

ABIÁN. Este es el destino de todo ser que viene al mundo; nacer para morir.

JORÁN. Sí, pero morir en plena juventud, con tan solo unos días de enfermedad, eso no sucede a todo el mundo.

ABIÁN. Una familia tan buena, tan ejemplar, tan unida, llena de vida y salud. Daba gusto verlos a los tres: Marta, María y Lázaro, tan alegres, tan serviciales…

JORÁN. La prueba la tienes ahí, tantos amigos que han acudido al saber la triste noticia.

ABIÁN. Están desconsolados y tienen razón para ello. Un hombre tan correcto, tan dulce y amable, lleno de energía y firmeza. Su corazón estaba rebosando de amor y respeto a Dios. Era un ejemplo viviente de un verdadero hijo de Dios.

JORÁN. Mirad, ahí viene María. (Se adelanta para saludarla) María, hermana, cuanto lo siento. Me faltan palabras para expresarte mi dolor. Solo puedo desearte que el Señor te llene de su consuelo y enjugue tus lágrimas.

MARÍA. Gracias, buen amigo, muchas gracias.

JORÁN. ¡Pobre Lázaro, tan bueno y tan fiel! Hace pocos días que me encontré con él camino de Jerusalén y durante todo el trayecto no cesó en demostrar su alegría. Hablaba, cantaba y… ¡con qué voz! Durante todo el camino y cuando vio la ciudad de Jerusalén se arrodilló y elevó al cielo una plegaria… de la misma manera que el águila cae sobre su presa, así tan velozmente se lo llevó la muerte…

MARÍA. Ya ves, tan lleno de vida y alegría la semana pasada y ahora ya no existe. (Llora). Ahí está tendido sobre la estera en el suelo. Su rostro tan radiante y luminoso se ha vuelto color ceniza. Está rígido, sin movimiento. Le llamo, le grito, le muevo los brazos y no me oye… ¡Muerto! ¡Dios mío, qué difícil es aceptar esta situación! No lo entiendo. Él que era tan bueno, tan correcto y tan fiel…

ABIÁN. Es que, María, esta situación es difícil de entender. Hay que hacer estudios muy profundos para comprender cómo, en un abrir y cerrar de ojos, se va la vida de un hombre tan sensato: Lázaro, que era el ornato y la honra de Betania.

ABIÁN. Lo que no entiendo es la injusticia que parece reinar en este mundo. Mientras los impíos prosperan y se enriquecen los que temen al Señor, los que siguen sus caminos, declinan y van al hoyo.

JORÁN. Que sean hombres temerosos de Dios o impíos blasfemos a todos les sucede lo mismo. Y lo mismo que a las bestias… Porque hombres y animales respiran el mismo aire y unos y otros mueren. De modo que no veo que la humanidad sea superior a las bestias, ¡qué absurdo! Todos vamos al mismo sitio: al polvo de donde salieron y al cual han de volver.

ABIÁN. Yo digo como muchos y empiezo a pensar como ellos. Puesto que todos vamos al sepulcro a convertirnos en un montón de podredumbre, ¿por qué aún seguimos aferrados al bien y a la virtud?

MARÍA. Callad, callad. Habláis como la gente impía, sin corazón. No sigáis diciendo tonterías. Mi hermano era un hombre justo, fiel a sus compromisos. Tenía puesta toda su confianza en Dios. Ha muerto con la fe puesta en el Altísimo y en su Mesías…

ASA. Sí, por cierto… ¿qué ha sido de ese que se proclama a sí mismo ser el Mesías? ¿Por qué no está aquí junto a su amigo haciendo algo a su favor, como dicen que ha hecho con los otros?

MARÍA. Disculparme, me voy a casa con Marta… Quiero quedarme el tiempo que queda junto a mi infortunado hermano Lázaro. ¡Con Dios, buenos amigos! (Entra en la casa).

TODOS. ¡Que Dios te acompañe, María!

ASA. ¡Pobre mujer! Su corazón está dolido y decepcionado. No sólo a causa de la muerte de su hermano Lázaro sino por el extraño silencio y comportamiento del amigo de la casa: Jesús de Nazaret.

JEHÚ. El nazareno venía aquí con frecuencia. Como no tenía casa propia le era muy agradable refugiarse en este hogar apacible. Aquí le brindaban una sincera bienvenida y una amistad pura y santa.

ASA. La última vez que lo vi en esta casa, de esto hace unas tres semanas, estaba sentado junto al hogar removiendo la ceniza del fuego y diciendo cosas muy hermosas sobre el reino de Dios. María estaba sentada a sus pies escuchando con reverencia y devoción, todo lo que salía de su boca, mientras que Marta, no muy lejos, se ocupaba en preparar algo de comer.

JEHÚ. Lo que me extraña es la manera de reaccionar de Jesús. Sé, porque me lo contaron los vecinos, que en cuanto se supo la gravedad de Lázaro y que la vida se le iba por momentos, enviaron un mensajero a Jerusalén donde estaba Jesús. Total unos cuatro kilómetros. El mensajero le dijo: “Tu amigo Lázaro, el que tanto aprecias está enfermo” todos pensaban que Jesús se pondría inmediatamente en camino y llegaría tan pronto como pudiera a Betania.

ASA. Pero el mensajero regresó solo, ¿verdad?

ABIÁN. ¿No lo encontró?

JEHÚ. Sí que lo encontró. Pero parecía que Jesús tenía el ánimo distante y frío… así como si no se conociera, como si Lázaro no hubiera sido su amigo. Solo le dijo al mensajero que regresaba las siguientes palabras: “Esta enfermedad no es de muerte”.

ABIÁN. ¡Pues ha dado en el clavo! Si la enfermedad no es de muerte, ¿qué está haciendo Lázaro ahí de cuerpo presente? Para que te fíes de los amigos… Creo que Jesús ha abusado de la hospitalidad y buena fe que le brindaban en esta casa. Aquí tenía siempre mesa puerta, bebida fresca, un techo para cubrirse y cariño, ¡mucho cariño! Pero cuando llega la aflicción, cuando llegan los momentos malos, no se acuerda de nada, ni de nadie…

JORÁN. Esto es lo que sucede muchas veces con los amigos. Es en los momentos difíciles que se prueba la amistad. Cuando todo sonríe, tienes amigos y muchos pero cuando llegan los días de prueba los amigos te vuelven la espalda y te dejan solo.

ASA. Sí, eso sucede con los falsos amigos, pero de Jesús, no lo entiendo, me desconcierta… ¿Por qué no habrá acudido Jesús a la llamada de Marta y María? ¿Por qué ni siquiera acude al entierro y a presentar sus condolencias a las hermanas como lo hacemos nosotros?

JORÁN. Cuando Lázaro murió, las pobres hermanas se quedaron amargamente desilusionadas pero aún confiaban en Jesús. No hemos oído salir de sus bocas una sola palabra de crítica para censurarle e inculparle.

ABIÁN. Parece ser la forma de actuar del Nazareno. Deja a sus mejores amigos en la estacada. Lo mismo sucedió con Juan, el que bautizaba en el Jordán.

JORÁN. ¿Aquel que predicaba en el desierto? ¿El que, según dicen, era pariente suyo? ¿Aquel que Herodes cortó la cabeza en ocasión de un banquete, hace a lo sumo, unos tres años?

ABIÁN. Sí, el mismo. Pues ese hombre enviado de Dios fue encarcelado y Jesús permitió que se pudriera en la mazmorra y muriera de muerte violenta. Y yo me pregunto: ¿Si ese Jesús poseía el poder de realizar milagros, por qué no ha salvado la vida de Juan? Tan solo se contentó en decir que era el mayor profeta que había pisado la Tierra, ¡y nada más! Esto es lo que constantemente le reprochan los fariseos y es el argumento que les hace decir que ese hombre que se llama maestro y Mesías, no es más que un impostor y no es el Hijo de Dios que se pregona.

ASA. Pero yo estoy convencido de que si ayer Jesús hubiera estado en la habitación del enfermo, Lázaro no habría muerto. Porque está demostrado que donde él está, Satanás no tiene poder.

ABIÁN. ¿Qué me dices de la hija de Jairo? ¡Eh!

JORÁN. Sí, ¿qué pasó? Cuenta…

ABIÁN. Pues como había estado enferma tan solo un corto tiempo fue resucitada inmediatamente. Los fariseos declararon que la niña no había muerto pues oyeron a Jesús decir que tan solo estaba dormida. A mí me parece que hay algo oscuro en todo esto. No quiero criticar pero pienso que ese hombre de Nazaret no puede sanar enfermos y tengo la impresión de que hay engaño en sus milagros.

ASA. Ya veis la triste situación de las pobres hermanas. Lázaro de cuerpo presente y ellas decepcionadas por la actitud de Jesús. Parece ser que Jesús dijo al mensajero que “esa enfermedad no era de muerte”.

JORÁN. Sí, eso ya lo has dicho, lo sabemos.

ASA. Pero añadió: el propósito de esta enfermedad no es que Lázaro muera sino que Dios sea glorificado y con pausa dijo aún estas palabras: “Yo, el Hijo de Dios, recibiré gloria como resultado de esta enfermedad.

ABIÁN. ¡Pues se ha equivocado de lleno! ¡Qué pretensión! ¡Que Dios va a ser glorificado en esa enfermedad y él, el Hijo de Dios, recibirá gloria!

JEHÚ. Es un presumido ese Jesús. No me extraña que le tiren piedras en algunas aldeas. Tal vez tenga miedo de venir a Betania pues algunos se la tienen prometida.

JORÁN. Callad, parece que la gente se agolpa hacia la casa.

JOAS. Has esperado hasta el último momento. Viendo que el nazareno no viene y que el sol ya declina lo van a enterrar, allí, al final del huerto, donde la familia tiene un sepulcro. ¡Acerquémonos!

Todos los asistentes se agolpan a la puerta de la casa. Se oyen los lamentos de las plañideras, un bombo y flautas fúnebres. Hay algunas antorchas. Luego se abre un sendero entre las personas y cuatro hombres alzan sobre sus hombros el cadáver amortajado de Lázaro. El silencio es imponente. La comitiva camina lentamente. Hacia la mitad del escenario un anciano para el cortejo y recita unos versos y sentencias de la Escritura. Introducen el cadáver en la tumba. Las hermanas se despiden y el cortejo cabizbajo regresa a casa donde se despiden y la escena queda desierta.

PLAÑIDERA 1. ¡Dejen paso! ¡Dejen paso! ¡Dejen paso a lo mejor de Betania! ¡Dejen paso al fiel israelita! Despidamos a nuestro amigo querido. ¡Adiós, Lázaro, adiós amigo!

PLAÑIDERA 2. ¡Qué desamparados nos dejas! ¡Qué vacía se queda la casa! ¡Todo queda en tinieblas porque tú eras la luz de nuestra vida!

PLAÑIDERA 3. ¡Lamentaos y llorad! ¡Ahí va la juventud y la vida vencidas por la muerte! ¡Muerte cruel que nos arrebatas a los que amamos!

PLAÑIDERAS 1 y 2. ¡Adiós Lázaro, adiós! ¡Ya no te volveremos a ver nunca más!

Sale el cortejo en silencio. Solo el sonido del bombo y flautas. Caminan muy lentamente. Se para el cortejo.

ANCIANO. Hermanos, detengamos nuestra marcha y meditemos un momento en los pasajes de la Escritura Santa pues en ella tenemos luz para los días oscuros y bálsamo para las heridas recibidas. Sabéis que para toda criatura que viene a este mundo existe un tiempo determinado para cada época de su vida. Hay tiempo de nacer y tiempo de morir. Tiempo de reír y tiempo de llorar. Tiempo de bailar y tiempo de duelo. Pero sucede algo curioso e incomprensible aquí en la tierra. Parece que la providencia trata a ciertos hombres buenos como si fueran malos y a ciertos malos como si fueran buenos. Esto nos desorienta y nos aflige. Es por esa razón que muchos insensatos no se preocupan en seguir el camino del bien y de la virtud, el camino del Señor sino que eligen un camino de locura. Han perdido la esperanza y al final solo les espera la muerte, ¡muerte eterna!
A vosotros hablo, gentes de Betania, que acompañáis este duelo. Vosotros al igual que yo aún pertenecemos al mundo de los vivos. Comemos, hablamos, nos movemos. Para nosotros aún existe esperanza. Vivimos y sabemos que hemos de morir. Los muertos nada saben. Sí, eso dice la Escritura. Los muertos nada saben, no tienen noción de nada. Todo lo que distinguió su vida: amor, odio, envidia, todo termina aquí en la puerta del sepulcro. Amigos, fortuna y honores se quedan aquí a la puerta porque la vida pasada queda sorbida por la muerte. Ya no participan en los negocios de la tierra. En la tumba donde vamos no hay industria, ni trabajo, ni planes, ni sabiduría, ni entendimiento… Ricos y pobres, letrados o necios, todos seremos sepultados en el mismo polvo, devorados por los mismo gusanos.
Es por esta razón, hermanos, que os recomiendo encarecidamente que os acordéis de vuestro Creador ahora que aún sois jóvenes, ahora en que todavía tenéis vida. Antes que se rompa ese precioso cordón de plata que es la vida. Antes que el polvo vuelva a la tierra de donde vino y el Espíritu regrese a Dios que lo dio.
No dejemos de relacionarnos con Dios. No dejen de reverenciarle y obedecer sus mandamientos que es lo más importante para el hombre. Sabemos que Dios ha establecido un día para juzgar las obras que los hombres hacen, incluso las que no se ven.
Las Escrituras Sagradas dicen que aquellos que son del pueblo de Dios, cuyos nombres estén escritos en el Libro soportarán ese juicio y saldrán aprobados. Y muchos cuyos cuerpos yacen muertos y sepultados se levantarán: algunos para vida eterna y otros para vergüenza y confusión eterna.
El pueblo sabio y entendido brillará con todo el resplandor del sol y relumbrará como las estrellas para siempre porque enseñaron el camino de la rectitud.

PLAÑIDERA 1. ¡Lázaro era justo! ¡Lázaro era bueno y fiel!

PLAÑIDERA 2. ¡Nuestro corazón se quebranta al decirte adiós! (Llegan al sepulcro).

ANCIANO. Quitad la piedra. Con cuidado. Ojo, no os hagáis daño. (Se quita la piedra. Se introduce el cadáver dentro. Marta y María se abrazan).

MARTA. ¡Adiós, Lázaro, adiós hermano!

MARÍA. ¡Hasta el día que Dios nos reúna de nuevo! (Se cierra el sepulcro con la piedra).

ANCIANO. Ahora, hermanos, volved en paz a vuestros hogares. Hemos hecho lo único que podíamos hacer: dar sepultura a nuestro amigo Lázaro, ¡que descanse en paz!

ASA. El Señor es mi pastor. No me falta nada. Descanso en los mejores pastos y me guía junto a arroyos tranquilos. Si mi salud decae, Él me restaura. Me ayuda a hacer lo que más resalte a su honra. Aun cuando atraviese el negro valle de la muerte, no tendré miedo, porque tú irás siempre muy junto a mí, protegiéndome y guiándome. Me has invitado a tu mesa. Me das alimento y bebida deliciosos. Tus bendiciones desbordan. Tu bondad es inagotable y tu generosidad me acompañará toda la vida y después viviré para siempre contigo en tu hogar…

(Mientras se recita el salmo, todos se van marchando dejando el escenario vacío).


CUADRO 2º

Vuelven los amigos a presentar condolencias a Marta y María. El escenario está lleno de gente que hablan en grupos dispersos. Intervienen Melec, Jara, Moza, Enviado, Jesús, Eliu, Jerobán, Apóstol Juan, Lázaro, Hedor, Abdón, otro apóstol, Abión y varias voces.

MELEC. Están por terminar los días de luto y la gente sigue acudiendo a Betania para presentar su pésame y consolar a Marta y María en su dolor.

JARA. Me han dicho que alguien vio a Jesús con sus discípulos coger el camino de Betania. Iban a pie. El que los vio iba a caballo y hace rato que llegó. Jesús no tardará en venir.

MOZA. Jesús ya sabía lo de la muerte y entierro de Lázaro. Y a los cuatro días decide ponerse de camino: “Vayamos a Betania dice a los que le seguían. Lázaro nuestro amigo duerme y voy a despertarle”. Los discípulos no entendían esas palabras y creían que Lázaro ya estaba mejor, pero Jesús dijo claramente: “¡Lázaro ha muerto! ¡Lázaro está muerto! Y me alegro de no haber estado allí porque esto os dará una nueva oportunidad de creer en mí” y se pusieron de camino.

MELEC. No sé lo que puede hacer en este caso sabiendo que Lázaro lleva cuatro días en el sepulcro (desde el pasillo central llega un enviado. Habla al oído de Marta. Agitación de Marta que se adelanta en el centro de la escena).

MARTA. ¡Viene Jesús! ¡Por fin viene Jesús!

(En el fondo de la iglesia se oye ruido y aclamaciones).

JARA. ¿Qué significa ese rumor? ¿Qué es ese tropel?

ENVIADO. Pasa Jesús de Nazaret.

MELEC. ¿Quién es ese que día tras día conmueve a la muchedumbre?

VOZ 1. (Desde el centro de los espectadores) ¡Pasa Jesús de Nazaret!

MELEC. ¿Por qué a su paso la ciudad se agolpa enfervorizada en torno a él?

VOZ 2. (Dentro del grupo) ¡Pasa Jesús de Nazaret! ¡Pasa Jesús de Nazaret!

VOCES. ¡Hosanna! ¡Hosanna! ¡Bendito sea Dios! ¡Bendito el hijo de David! ¡Hosanna gloria a Dios!

VOZ 1. ¡Jesús, hijo de David, ten piedad de nosotros!

VOZ 2. ¡Bendice a nuestros hijos!

VOZ 3. ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito Jesús de Nazaret!

(Jesús llega al escenario. Se saluda con Marta).

JESÚS. ¡Marta!

MARTA. ¡Jesús! ¡Señor!

JESÚS. Marta, Marta, ¿qué afligida que estás?

MARTA. Señor, si hubieras estado aquí mi hermano no habría muerto.

JESÚS. ¿Por qué dices esto, Marta?

MARTA. Porque estoy convencida de que Dios te concede todo lo que le pides.

JESÚS. Confía, tu hermano volverá a vivir.

MARTA. Estoy confiada en que Lázaro resucitará el día de la resurrección de los justo.

JESÚS. Debes saber que yo soy el autor de la vida. Todo cuanto vive, se mueve en este mundo, vive y respira por mí. Soy la vida de todas las cosas y soy la resurrección. El que cree en mí aunque muera como los demás, recobrará la vida. Porque el que cree en mí recibe vida eterna y nunca perecerá. ¿Crees esto, Marta?

MARTA. Sí, maestro, creo que eres el Mesías, el Hijo de Dios que esperamos. Voy a llamar a María. ¡María, Jesús está aquí!

MARÍA. ¡Jesús, Maestro! ¡Qué desgracia!

(Jesús, Marta y María se abrazan y emocionados lloran)

ELIÚ. Fijaos cómo llora Jesús. Está conmovido y profundamente turbado.

JEROBÁN. Jesús de Nazaret sufre con los que sufren y padece con los oprimidos. No hace mucho abría sus brazos y decía a la multitud: “Venid a mí todos. Todos los que estáis cansados y agobiados que os haré descansar”.

JESÚS. Al igual que le dije a Marta, también te lo digo a ti, María: Soy la vida. Soy la resurrección. Puedo despertar a tu hermano Lázaro, no sólo después, sino ahora. ¿Dónde lo habéis puesto?

MARÍA. Muy cerca de aquí, al fondo de la huerta.

JESÚS. Vamos allá.

ELIÚ. Van a la tumba. ¡Este hombre está loco! ¡Querer ver a un muerto, malo, malo, curiosidad malsana! ¿Qué pensará ver ahí dentro? Podredumbre y carroña.

JESÚS. ¡Quitad la piedra! (Jesús llora y las gentes se espantan al ver el sepulcro abierto)

JEROBÁN. Es verdad, se querían mucho. Mirad cómo llora Jesús.

MARTA. Señor, debe oler terriblemente porque lleva cuatro días muerto.

JESÚS. Silencio… No te he dicho ya que si crees vas a presenciar un maravilloso milagro de Dios. Oremos. ¡Padre, te doy gracias porque siempre escuchas las plegarias que te dirijo! Pero estos que me rodean son incrédulos. ¡Te ruego que me escuches para que crean que tú me enviaste! ¡Lázaro, sal fuera!

VOZ 1. ¡No es posible! ¡Mirad!

VOZ 2. ¡Se mueve, se mueve!

VOZ 1. ¡Lázaro vive! ¡Vive!

VOZ 2. ¡Milagro! ¡Milagro! ¡Alabado sea Dios!

JESÚS. Ayudadle, desatadlo, quítenle el sudario y las vendas.

VOCES. ¡Milagro, milagro!

(Lázaro abraza a Jesús y Jesús lo entrega a sus hermanas)

LÁZARO. ¡Maestro! ¡Marta! ¡María! ¿Qué es esto?

JUAN. El hijo de dios tiene poder sobre la tormenta, la enfermedad y la muerte. Él es el autor de la vida y vence la muerte.

JESÚS. El Padre vuestro y el mío me ha permitido realizar milagros para demostrar que Él me envió. Pero la mayoría de los que estáis aquí no creen en Él y tampoco creen en mí. Muchos de vosotros estudiáis minuciosamente las Escrituras porque pensáis que esas Escrituras contienen todo lo relacionado con la vida eterna. Sin embargo, aunque constantemente hablan de mí, vosotros no queréis acercaros para que yo os de vida eterna. ¡No se sorprendan! Ciertamente se aproxima el día en que los muertos oirán desde sus tumbas la voz del hijo de Dios y resucitarán a la vida. Los que han hecho lo bueno, resucitarán para vida eterna pero los que hayan permanecido voluntariamente en el pecado resucitarán para condenación… ¡Ahí tenéis a nuestro amigo Lázaro, dadle el para bien! (Rodean a Lázaro, le tocan, le abrazan. Mientras Jesús desaparece)

GEDOR. ¡Lázaro, amigo, qué felices nos haces con estar de nuevo entre nosotros! Oye, dinos, ¿qué tal se está allí? Bueno, quiero decir, en la tumba.

ABDÓN. Sí, cuéntanos. ¿Qué hay en el reino de la muerte?

LÁZARO. Nada, no hay nada… No recuerdo nada porque allí no hay nada.

GEDOR. Pero, ¿algo habías sentido al volver a la vida?

LÁZARO. He oído una voz estruendosa y melodiosa a la vez. Una voz terrible que me era conocida y que me llamaba por mi nombre. ¡Lázaro! Es la voz de Jesús que penetró en mis oídos. Un estremecimiento sacude mi cuerpo rígido… Siento calor recorrer mis carnes heladas y el corazón que empieza a latir. Puedo mover los dedos de las manos… Se abren mis ojos y lo primero que veo es Jesús. Jesús, mi amigo y salvador. ¡Siempre confié en él! ¡Sabía que su amistad hacia mi era constante, más allá de la muerte!

ABDÓN. Sí, pero, no nos has contestado, ¿has visto o has oído algo en la mansión de los muertos?

LÁZARO. Ya os he dicho que no he visto ni oído nada. No recuerdo nada. Lo único que viene a mi memoria son los ojos llorosos de mis hermanas Marta y María, cuando refrescaban mi frente ardiendo de fiebre… y luego el rostro de Jesús.

JUAN. Jesús define la muerte como un sueño. Así, como cuando duermes no te acuerdas de nada cierras los ojos y pasan las horas hasta el amanecer, quedándote allí, quieto, reposando, inconsciente, así, de esa manera reposan nuestros seres queridos que fallecieron esperando el día del despertar, ¡el día de la resurrección! ¡Aquel día, cuando suene el estruendoso sonido de la trompeta, los muertos resucitarán!… ¡Será el poder y la voluntad de Dios quien devolverá a la vida a los justos para vivir una eternidad con Dios en la Tierra Nueva!

ANDRÉS. Jesús es el Creador de todo cuanto existe y de todo lo que vive porque Jesús es Dios. En Él está la vida que resplandece sobre la humanidad. Pero aunque Jesús hizo el mundo, los hombres y las mujeres, ellos no lo reconocen. Ni siquiera en su propia aldea natal lo aceptan. Tan sólo un puñado de hombres le dio la bienvenida y creyeron en Él. A esos, a los que les recibieron y creyeron, les concedió el poder de convertirse en hijos de Dios.

JUAN. Creer en Jesús es tener la vida eterna. Aquellos que han depositado en Él sus esperanza de Salvación, aquellos que siguen sus pisadas aquellos que le aman y guardan sus mandamientos, a esos, no les espera ninguna condenación. ¿Queréis creer en Él?

ABIAN. ¡Él da la vista a los que no ven!

ASA. ¡Los cojos andan y los sordos oyen!

MOZA. ¡Los mudos vuelven a hablar y alaban a Dios!

JARA. ¡Los enfermos curan de sus dolencias!

MELEC. ¡Los leprosos quedan limpios!

ABIÁN. ¡Y los muertos resucitan! ¡Milagro, milagro!

TODOS. ¡Milagro, milagro!

GEDOR. ¡Este es el Mesías, el hijo de Dios enviado a los hombres!

ABDÓN. ¡Es el camino, la verdad y la vida eterna!

ASA. ¿Pero dónde está Jesús para que creamos en él?

JUAN. Se ha ido. Ha desaparecido pero aquí está Lázaro. Lázaro es el testimonio viviente de su poder. Lázaro es un ejemplo para todos aquellos que se acercan a Dios con un corazón sincero y una vida correcta. Lázaro es un ejemplo maravilloso para todos aquellos que han entrado en confidente amistad con Jesús. Aquellos que depositan su fe hasta el último momento serán despertados del sueño de la muerte y vivirán eternamente con Él. Lo único que habéis de hacer es creer en Él.

ABIÁN. ¡Yo creo en Él! ¡Creo en Jesús!

ABDÓN. ¡Y yo también!

ASA. ¡Y yo también!

JUAN. ¿Y vosotros?

(Se van arrodillando mientras otros se van por los lados derecho e izquierdo del escenario. Se musita un canto muy suavemente mientas se apagan las luces)