LÁZARO, EL AMIGO DE JESÚS
Enrique Establés
Obra escenificada en dos cuadros, inspirada en el Evangelio de San Juan, capítulo 11.
Lázaro, el amigo de Jesús, acaba de morir. En el interior de la casa hay varias plañideras sentadas alrededor de la puerta. Los amigos de la familia van llegando y ofrecen a María sus condolencias. Marta y María reciben a unos y a otros.
En la primera escena, delante de la puerta están: Plañidera 1, Plañidera 2, Abián, Jorán, Asa, Jehú, Joas, María. Muchos más hacen mímica de estar conversando en voz baja, llorar y saludarse.
PLAÑIDERA 1. ¡Dios mío! ¡Dios santo! ¡Qué desgracia!
ABIÁN. Hay que ver cómo de repente ha llegado la desgracia a esta casa. Ayer tan felices y hoy la casa llena de llantos y lamentos.
PLAÑIDERA 2. ¡Santo de Israel! ¡Qué desgracia, qué desgracia!
ABIÁN. Este es el destino de todo ser que viene al mundo; nacer para morir.
JORÁN. Sí, pero morir en plena juventud, con tan solo unos días de enfermedad, eso no sucede a todo el mundo.
ABIÁN. Una familia tan buena, tan ejemplar, tan unida, llena de vida y salud. Daba gusto verlos a los tres: Marta, María y Lázaro, tan alegres, tan serviciales…
JORÁN. La prueba la tienes ahí, tantos amigos que han acudido al saber la triste noticia.
ABIÁN. Están desconsolados y tienen razón para ello. Un hombre tan correcto, tan dulce y amable, lleno de energía y firmeza. Su corazón estaba rebosando de amor y respeto a Dios. Era un ejemplo viviente de un verdadero hijo de Dios.
JORÁN. Mirad, ahí viene María. (Se adelanta para saludarla) María, hermana, cuanto lo siento. Me faltan palabras para expresarte mi dolor. Solo puedo desearte que el Señor te llene de su consuelo y enjugue tus lágrimas.
MARÍA. Gracias, buen amigo, muchas gracias.
JORÁN. ¡Pobre Lázaro, tan bueno y tan fiel! Hace pocos días que me encontré con él camino de Jerusalén y durante todo el trayecto no cesó en demostrar su alegría. Hablaba, cantaba y… ¡con qué voz! Durante todo el camino y cuando vio la ciudad de Jerusalén se arrodilló y elevó al cielo una plegaria… de la misma manera que el águila cae sobre su presa, así tan velozmente se lo llevó la muerte…
MARÍA. Ya ves, tan lleno de vida y alegría la semana pasada y ahora ya no existe. (Llora). Ahí está tendido sobre la estera en el suelo. Su rostro tan radiante y luminoso se ha vuelto color ceniza. Está rígido, sin movimiento. Le llamo, le grito, le muevo los brazos y no me oye… ¡Muerto! ¡Dios mío, qué difícil es aceptar esta situación! No lo entiendo. Él que era tan bueno, tan correcto y tan fiel…
ABIÁN. Es que, María, esta situación es difícil de entender. Hay que hacer estudios muy profundos para comprender cómo, en un abrir y cerrar de ojos, se va la vida de un hombre tan sensato: Lázaro, que era el ornato y la honra de Betania.
ABIÁN. Lo que no entiendo es la injusticia que parece reinar en este mundo. Mientras los impíos prosperan y se enriquecen los que temen al Señor, los que siguen sus caminos, declinan y van al hoyo.
JORÁN. Que sean hombres temerosos de Dios o impíos blasfemos a todos les sucede lo mismo. Y lo mismo que a las bestias… Porque hombres y animales respiran el mismo aire y unos y otros mueren. De modo que no veo que la humanidad sea superior a las bestias, ¡qué absurdo! Todos vamos al mismo sitio: al polvo de donde salieron y al cual han de volver.
ABIÁN. Yo digo como muchos y empiezo a pensar como ellos. Puesto que todos vamos al sepulcro a convertirnos en un montón de podredumbre, ¿por qué aún seguimos aferrados al bien y a la virtud?
MARÍA. Callad, callad. Habláis como la gente impía, sin corazón. No sigáis diciendo tonterías. Mi hermano era un hombre justo, fiel a sus compromisos. Tenía puesta toda su confianza en Dios. Ha muerto con la fe puesta en el Altísimo y en su Mesías…
ASA. Sí, por cierto… ¿qué ha sido de ese que se proclama a sí mismo ser el Mesías? ¿Por qué no está aquí junto a su amigo haciendo algo a su favor, como dicen que ha hecho con los otros?
MARÍA. Disculparme, me voy a casa con Marta… Quiero quedarme el tiempo que queda junto a mi infortunado hermano Lázaro. ¡Con Dios, buenos amigos! (Entra en la casa).
TODOS. ¡Que Dios te acompañe, María!
ASA. ¡Pobre mujer! Su corazón está dolido y decepcionado. No sólo a causa de la muerte de su hermano Lázaro sino por el extraño silencio y comportamiento del amigo de la casa: Jesús de Nazaret.
JEHÚ. El nazareno venía aquí con frecuencia. Como no tenía casa propia le era muy agradable refugiarse en este hogar apacible. Aquí le brindaban una sincera bienvenida y una amistad pura y santa.
ASA. La última vez que lo vi en esta casa, de esto hace unas tres semanas, estaba sentado junto al hogar removiendo la ceniza del fuego y diciendo cosas muy hermosas sobre el reino de Dios. María estaba sentada a sus pies escuchando con reverencia y devoción, todo lo que salía de su boca, mientras que Marta, no muy lejos, se ocupaba en preparar algo de comer.
JEHÚ. Lo que me extraña es la manera de reaccionar de Jesús. Sé, porque me lo contaron los vecinos, que en cuanto se supo la gravedad de Lázaro y que la vida se le iba por momentos, enviaron un mensajero a Jerusalén donde estaba Jesús. Total unos cuatro kilómetros. El mensajero le dijo: “Tu amigo Lázaro, el que tanto aprecias está enfermo” todos pensaban que Jesús se pondría inmediatamente en camino y llegaría tan pronto como pudiera a Betania.
ASA. Pero el mensajero regresó solo, ¿verdad?
ABIÁN. ¿No lo encontró?
JEHÚ. Sí que lo encontró. Pero parecía que Jesús tenía el ánimo distante y frío… así como si no se conociera, como si Lázaro no hubiera sido su amigo. Solo le dijo al mensajero que regresaba las siguientes palabras: “Esta enfermedad no es de muerte”.
ABIÁN. ¡Pues ha dado en el clavo! Si la enfermedad no es de muerte, ¿qué está haciendo Lázaro ahí de cuerpo presente? Para que te fíes de los amigos… Creo que Jesús ha abusado de la hospitalidad y buena fe que le brindaban en esta casa. Aquí tenía siempre mesa puerta, bebida fresca, un techo para cubrirse y cariño, ¡mucho cariño! Pero cuando llega la aflicción, cuando llegan los momentos malos, no se acuerda de nada, ni de nadie…
JORÁN. Esto es lo que sucede muchas veces con los amigos. Es en los momentos difíciles que se prueba la amistad. Cuando todo sonríe, tienes amigos y muchos pero cuando llegan los días de prueba los amigos te vuelven la espalda y te dejan solo.
ASA. Sí, eso sucede con los falsos amigos, pero de Jesús, no lo entiendo, me desconcierta… ¿Por qué no habrá acudido Jesús a la llamada de Marta y María? ¿Por qué ni siquiera acude al entierro y a presentar sus condolencias a las hermanas como lo hacemos nosotros?
JORÁN. Cuando Lázaro murió, las pobres hermanas se quedaron amargamente desilusionadas pero aún confiaban en Jesús. No hemos oído salir de sus bocas una sola palabra de crítica para censurarle e inculparle.
ABIÁN. Parece ser la forma de actuar del Nazareno. Deja a sus mejores amigos en la estacada. Lo mismo sucedió con Juan, el que bautizaba en el Jordán.
JORÁN. ¿Aquel que predicaba en el desierto? ¿El que, según dicen, era pariente suyo? ¿Aquel que Herodes cortó la cabeza en ocasión de un banquete, hace a lo sumo, unos tres años?
ABIÁN. Sí, el mismo. Pues ese hombre enviado de Dios fue encarcelado y Jesús permitió que se pudriera en la mazmorra y muriera de muerte violenta. Y yo me pregunto: ¿Si ese Jesús poseía el poder de realizar milagros, por qué no ha salvado la vida de Juan? Tan solo se contentó en decir que era el mayor profeta que había pisado la Tierra, ¡y nada más! Esto es lo que constantemente le reprochan los fariseos y es el argumento que les hace decir que ese hombre que se llama maestro y Mesías, no es más que un impostor y no es el Hijo de Dios que se pregona.
ASA. Pero yo estoy convencido de que si ayer Jesús hubiera estado en la habitación del enfermo, Lázaro no habría muerto. Porque está demostrado que donde él está, Satanás no tiene poder.
ABIÁN. ¿Qué me dices de la hija de Jairo? ¡Eh!
JORÁN. Sí, ¿qué pasó? Cuenta…
ABIÁN. Pues como había estado enferma tan solo un corto tiempo fue resucitada inmediatamente. Los fariseos declararon que la niña no había muerto pues oyeron a Jesús decir que tan solo estaba dormida. A mí me parece que hay algo oscuro en todo esto. No quiero criticar pero pienso que ese hombre de Nazaret no puede sanar enfermos y tengo la impresión de que hay engaño en sus milagros.
ASA. Ya veis la triste situación de las pobres hermanas. Lázaro de cuerpo presente y ellas decepcionadas por la actitud de Jesús. Parece ser que Jesús dijo al mensajero que “esa enfermedad no era de muerte”.
JORÁN. Sí, eso ya lo has dicho, lo sabemos.
ASA. Pero añadió: el propósito de esta enfermedad no es que Lázaro muera sino que Dios sea glorificado y con pausa dijo aún estas palabras: “Yo, el Hijo de Dios, recibiré gloria como resultado de esta enfermedad.
ABIÁN. ¡Pues se ha equivocado de lleno! ¡Qué pretensión! ¡Que Dios va a ser glorificado en esa enfermedad y él, el Hijo de Dios, recibirá gloria!
JEHÚ. Es un presumido ese Jesús. No me extraña que le tiren piedras en algunas aldeas. Tal vez tenga miedo de venir a Betania pues algunos se la tienen prometida.
JORÁN. Callad, parece que la gente se agolpa hacia la casa.
JOAS. Has esperado hasta el último momento. Viendo que el nazareno no viene y que el sol ya declina lo van a enterrar, allí, al final del huerto, donde la familia tiene un sepulcro. ¡Acerquémonos!
Todos los asistentes se agolpan a la puerta de la casa. Se oyen los lamentos de las plañideras, un bombo y flautas fúnebres. Hay algunas antorchas. Luego se abre un sendero entre las personas y cuatro hombres alzan sobre sus hombros el cadáver amortajado de Lázaro. El silencio es imponente. La comitiva camina lentamente. Hacia la mitad del escenario un anciano para el cortejo y recita unos versos y sentencias de la Escritura. Introducen el cadáver en la tumba. Las hermanas se despiden y el cortejo cabizbajo regresa a casa donde se despiden y la escena queda desierta.
PLAÑIDERA 1. ¡Dejen paso! ¡Dejen paso! ¡Dejen paso a lo mejor de Betania! ¡Dejen paso al fiel israelita! Despidamos a nuestro amigo querido. ¡Adiós, Lázaro, adiós amigo!
PLAÑIDERA 2. ¡Qué desamparados nos dejas! ¡Qué vacía se queda la casa! ¡Todo queda en tinieblas porque tú eras la luz de nuestra vida!
PLAÑIDERA 3. ¡Lamentaos y llorad! ¡Ahí va la juventud y la vida vencidas por la muerte! ¡Muerte cruel que nos arrebatas a los que amamos!
PLAÑIDERAS 1 y 2. ¡Adiós Lázaro, adiós! ¡Ya no te volveremos a ver nunca más!
Sale el cortejo en silencio. Solo el sonido del bombo y flautas. Caminan muy lentamente. Se para el cortejo.
ANCIANO. Hermanos, detengamos nuestra marcha y meditemos un momento en los pasajes de la Escritura Santa pues en ella tenemos luz para los días oscuros y bálsamo para las heridas recibidas. Sabéis que para toda criatura que viene a este mundo existe un tiempo determinado para cada época de su vida. Hay tiempo de nacer y tiempo de morir. Tiempo de reír y tiempo de llorar. Tiempo de bailar y tiempo de duelo. Pero sucede algo curioso e incomprensible aquí en la tierra. Parece que la providencia trata a ciertos hombres buenos como si fueran malos y a ciertos malos como si fueran buenos. Esto nos desorienta y nos aflige. Es por esa razón que muchos insensatos no se preocupan en seguir el camino del bien y de la virtud, el camino del Señor sino que eligen un camino de locura. Han perdido la esperanza y al final solo les espera la muerte, ¡muerte eterna!
A vosotros hablo, gentes de Betania, que acompañáis este duelo. Vosotros al igual que yo aún pertenecemos al mundo de los vivos. Comemos, hablamos, nos movemos. Para nosotros aún existe esperanza. Vivimos y sabemos que hemos de morir. Los muertos nada saben. Sí, eso dice la Escritura. Los muertos nada saben, no tienen noción de nada. Todo lo que distinguió su vida: amor, odio, envidia, todo termina aquí en la puerta del sepulcro. Amigos, fortuna y honores se quedan aquí a la puerta porque la vida pasada queda sorbida por la muerte. Ya no participan en los negocios de la tierra. En la tumba donde vamos no hay industria, ni trabajo, ni planes, ni sabiduría, ni entendimiento… Ricos y pobres, letrados o necios, todos seremos sepultados en el mismo polvo, devorados por los mismo gusanos.
Es por esta razón, hermanos, que os recomiendo encarecidamente que os acordéis de vuestro Creador ahora que aún sois jóvenes, ahora en que todavía tenéis vida. Antes que se rompa ese precioso cordón de plata que es la vida. Antes que el polvo vuelva a la tierra de donde vino y el Espíritu regrese a Dios que lo dio.
No dejemos de relacionarnos con Dios. No dejen de reverenciarle y obedecer sus mandamientos que es lo más importante para el hombre. Sabemos que Dios ha establecido un día para juzgar las obras que los hombres hacen, incluso las que no se ven.
Las Escrituras Sagradas dicen que aquellos que son del pueblo de Dios, cuyos nombres estén escritos en el Libro soportarán ese juicio y saldrán aprobados. Y muchos cuyos cuerpos yacen muertos y sepultados se levantarán: algunos para vida eterna y otros para vergüenza y confusión eterna.
El pueblo sabio y entendido brillará con todo el resplandor del sol y relumbrará como las estrellas para siempre porque enseñaron el camino de la rectitud.
PLAÑIDERA 1. ¡Lázaro era justo! ¡Lázaro era bueno y fiel!
PLAÑIDERA 2. ¡Nuestro corazón se quebranta al decirte adiós! (Llegan al sepulcro).
ANCIANO. Quitad la piedra. Con cuidado. Ojo, no os hagáis daño. (Se quita la piedra. Se introduce el cadáver dentro. Marta y María se abrazan).
MARTA. ¡Adiós, Lázaro, adiós hermano!
MARÍA. ¡Hasta el día que Dios nos reúna de nuevo! (Se cierra el sepulcro con la piedra).
ANCIANO. Ahora, hermanos, volved en paz a vuestros hogares. Hemos hecho lo único que podíamos hacer: dar sepultura a nuestro amigo Lázaro, ¡que descanse en paz!
ASA. El Señor es mi pastor. No me falta nada. Descanso en los mejores pastos y me guía junto a arroyos tranquilos. Si mi salud decae, Él me restaura. Me ayuda a hacer lo que más resalte a su honra. Aun cuando atraviese el negro valle de la muerte, no tendré miedo, porque tú irás siempre muy junto a mí, protegiéndome y guiándome. Me has invitado a tu mesa. Me das alimento y bebida deliciosos. Tus bendiciones desbordan. Tu bondad es inagotable y tu generosidad me acompañará toda la vida y después viviré para siempre contigo en tu hogar…
(Mientras se recita el salmo, todos se van marchando dejando el escenario vacío).
CUADRO 2º
Vuelven los amigos a presentar condolencias a Marta y María. El escenario está lleno de gente que hablan en grupos dispersos. Intervienen Melec, Jara, Moza, Enviado, Jesús, Eliu, Jerobán, Apóstol Juan, Lázaro, Hedor, Abdón, otro apóstol, Abión y varias voces.
MELEC. Están por terminar los días de luto y la gente sigue acudiendo a Betania para presentar su pésame y consolar a Marta y María en su dolor.
JARA. Me han dicho que alguien vio a Jesús con sus discípulos coger el camino de Betania. Iban a pie. El que los vio iba a caballo y hace rato que llegó. Jesús no tardará en venir.
MOZA. Jesús ya sabía lo de la muerte y entierro de Lázaro. Y a los cuatro días decide ponerse de camino: “Vayamos a Betania dice a los que le seguían. Lázaro nuestro amigo duerme y voy a despertarle”. Los discípulos no entendían esas palabras y creían que Lázaro ya estaba mejor, pero Jesús dijo claramente: “¡Lázaro ha muerto! ¡Lázaro está muerto! Y me alegro de no haber estado allí porque esto os dará una nueva oportunidad de creer en mí” y se pusieron de camino.
MELEC. No sé lo que puede hacer en este caso sabiendo que Lázaro lleva cuatro días en el sepulcro (desde el pasillo central llega un enviado. Habla al oído de Marta. Agitación de Marta que se adelanta en el centro de la escena).
MARTA. ¡Viene Jesús! ¡Por fin viene Jesús!
(En el fondo de la iglesia se oye ruido y aclamaciones).
JARA. ¿Qué significa ese rumor? ¿Qué es ese tropel?
ENVIADO. Pasa Jesús de Nazaret.
MELEC. ¿Quién es ese que día tras día conmueve a la muchedumbre?
VOZ 1. (Desde el centro de los espectadores) ¡Pasa Jesús de Nazaret!
MELEC. ¿Por qué a su paso la ciudad se agolpa enfervorizada en torno a él?
VOZ 2. (Dentro del grupo) ¡Pasa Jesús de Nazaret! ¡Pasa Jesús de Nazaret!
VOCES. ¡Hosanna! ¡Hosanna! ¡Bendito sea Dios! ¡Bendito el hijo de David! ¡Hosanna gloria a Dios!
VOZ 1. ¡Jesús, hijo de David, ten piedad de nosotros!
VOZ 2. ¡Bendice a nuestros hijos!
VOZ 3. ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito Jesús de Nazaret!
(Jesús llega al escenario. Se saluda con Marta).
JESÚS. ¡Marta!
MARTA. ¡Jesús! ¡Señor!
JESÚS. Marta, Marta, ¿qué afligida que estás?
MARTA. Señor, si hubieras estado aquí mi hermano no habría muerto.
JESÚS. ¿Por qué dices esto, Marta?
MARTA. Porque estoy convencida de que Dios te concede todo lo que le pides.
JESÚS. Confía, tu hermano volverá a vivir.
MARTA. Estoy confiada en que Lázaro resucitará el día de la resurrección de los justo.
JESÚS. Debes saber que yo soy el autor de la vida. Todo cuanto vive, se mueve en este mundo, vive y respira por mí. Soy la vida de todas las cosas y soy la resurrección. El que cree en mí aunque muera como los demás, recobrará la vida. Porque el que cree en mí recibe vida eterna y nunca perecerá. ¿Crees esto, Marta?
MARTA. Sí, maestro, creo que eres el Mesías, el Hijo de Dios que esperamos. Voy a llamar a María. ¡María, Jesús está aquí!
MARÍA. ¡Jesús, Maestro! ¡Qué desgracia!
(Jesús, Marta y María se abrazan y emocionados lloran)
ELIÚ. Fijaos cómo llora Jesús. Está conmovido y profundamente turbado.
JEROBÁN. Jesús de Nazaret sufre con los que sufren y padece con los oprimidos. No hace mucho abría sus brazos y decía a la multitud: “Venid a mí todos. Todos los que estáis cansados y agobiados que os haré descansar”.
JESÚS. Al igual que le dije a Marta, también te lo digo a ti, María: Soy la vida. Soy la resurrección. Puedo despertar a tu hermano Lázaro, no sólo después, sino ahora. ¿Dónde lo habéis puesto?
MARÍA. Muy cerca de aquí, al fondo de la huerta.
JESÚS. Vamos allá.
ELIÚ. Van a la tumba. ¡Este hombre está loco! ¡Querer ver a un muerto, malo, malo, curiosidad malsana! ¿Qué pensará ver ahí dentro? Podredumbre y carroña.
JESÚS. ¡Quitad la piedra! (Jesús llora y las gentes se espantan al ver el sepulcro abierto)
JEROBÁN. Es verdad, se querían mucho. Mirad cómo llora Jesús.
MARTA. Señor, debe oler terriblemente porque lleva cuatro días muerto.
JESÚS. Silencio… No te he dicho ya que si crees vas a presenciar un maravilloso milagro de Dios. Oremos. ¡Padre, te doy gracias porque siempre escuchas las plegarias que te dirijo! Pero estos que me rodean son incrédulos. ¡Te ruego que me escuches para que crean que tú me enviaste! ¡Lázaro, sal fuera!
VOZ 1. ¡No es posible! ¡Mirad!
VOZ 2. ¡Se mueve, se mueve!
VOZ 1. ¡Lázaro vive! ¡Vive!
VOZ 2. ¡Milagro! ¡Milagro! ¡Alabado sea Dios!
JESÚS. Ayudadle, desatadlo, quítenle el sudario y las vendas.
VOCES. ¡Milagro, milagro!
(Lázaro abraza a Jesús y Jesús lo entrega a sus hermanas)
LÁZARO. ¡Maestro! ¡Marta! ¡María! ¿Qué es esto?
JUAN. El hijo de dios tiene poder sobre la tormenta, la enfermedad y la muerte. Él es el autor de la vida y vence la muerte.
JESÚS. El Padre vuestro y el mío me ha permitido realizar milagros para demostrar que Él me envió. Pero la mayoría de los que estáis aquí no creen en Él y tampoco creen en mí. Muchos de vosotros estudiáis minuciosamente las Escrituras porque pensáis que esas Escrituras contienen todo lo relacionado con la vida eterna. Sin embargo, aunque constantemente hablan de mí, vosotros no queréis acercaros para que yo os de vida eterna. ¡No se sorprendan! Ciertamente se aproxima el día en que los muertos oirán desde sus tumbas la voz del hijo de Dios y resucitarán a la vida. Los que han hecho lo bueno, resucitarán para vida eterna pero los que hayan permanecido voluntariamente en el pecado resucitarán para condenación… ¡Ahí tenéis a nuestro amigo Lázaro, dadle el para bien! (Rodean a Lázaro, le tocan, le abrazan. Mientras Jesús desaparece)
GEDOR. ¡Lázaro, amigo, qué felices nos haces con estar de nuevo entre nosotros! Oye, dinos, ¿qué tal se está allí? Bueno, quiero decir, en la tumba.
ABDÓN. Sí, cuéntanos. ¿Qué hay en el reino de la muerte?
LÁZARO. Nada, no hay nada… No recuerdo nada porque allí no hay nada.
GEDOR. Pero, ¿algo habías sentido al volver a la vida?
LÁZARO. He oído una voz estruendosa y melodiosa a la vez. Una voz terrible que me era conocida y que me llamaba por mi nombre. ¡Lázaro! Es la voz de Jesús que penetró en mis oídos. Un estremecimiento sacude mi cuerpo rígido… Siento calor recorrer mis carnes heladas y el corazón que empieza a latir. Puedo mover los dedos de las manos… Se abren mis ojos y lo primero que veo es Jesús. Jesús, mi amigo y salvador. ¡Siempre confié en él! ¡Sabía que su amistad hacia mi era constante, más allá de la muerte!
ABDÓN. Sí, pero, no nos has contestado, ¿has visto o has oído algo en la mansión de los muertos?
LÁZARO. Ya os he dicho que no he visto ni oído nada. No recuerdo nada. Lo único que viene a mi memoria son los ojos llorosos de mis hermanas Marta y María, cuando refrescaban mi frente ardiendo de fiebre… y luego el rostro de Jesús.
JUAN. Jesús define la muerte como un sueño. Así, como cuando duermes no te acuerdas de nada cierras los ojos y pasan las horas hasta el amanecer, quedándote allí, quieto, reposando, inconsciente, así, de esa manera reposan nuestros seres queridos que fallecieron esperando el día del despertar, ¡el día de la resurrección! ¡Aquel día, cuando suene el estruendoso sonido de la trompeta, los muertos resucitarán!… ¡Será el poder y la voluntad de Dios quien devolverá a la vida a los justos para vivir una eternidad con Dios en la Tierra Nueva!
ANDRÉS. Jesús es el Creador de todo cuanto existe y de todo lo que vive porque Jesús es Dios. En Él está la vida que resplandece sobre la humanidad. Pero aunque Jesús hizo el mundo, los hombres y las mujeres, ellos no lo reconocen. Ni siquiera en su propia aldea natal lo aceptan. Tan sólo un puñado de hombres le dio la bienvenida y creyeron en Él. A esos, a los que les recibieron y creyeron, les concedió el poder de convertirse en hijos de Dios.
JUAN. Creer en Jesús es tener la vida eterna. Aquellos que han depositado en Él sus esperanza de Salvación, aquellos que siguen sus pisadas aquellos que le aman y guardan sus mandamientos, a esos, no les espera ninguna condenación. ¿Queréis creer en Él?
ABIAN. ¡Él da la vista a los que no ven!
ASA. ¡Los cojos andan y los sordos oyen!
MOZA. ¡Los mudos vuelven a hablar y alaban a Dios!
JARA. ¡Los enfermos curan de sus dolencias!
MELEC. ¡Los leprosos quedan limpios!
ABIÁN. ¡Y los muertos resucitan! ¡Milagro, milagro!
TODOS. ¡Milagro, milagro!
GEDOR. ¡Este es el Mesías, el hijo de Dios enviado a los hombres!
ABDÓN. ¡Es el camino, la verdad y la vida eterna!
ASA. ¿Pero dónde está Jesús para que creamos en él?
JUAN. Se ha ido. Ha desaparecido pero aquí está Lázaro. Lázaro es el testimonio viviente de su poder. Lázaro es un ejemplo para todos aquellos que se acercan a Dios con un corazón sincero y una vida correcta. Lázaro es un ejemplo maravilloso para todos aquellos que han entrado en confidente amistad con Jesús. Aquellos que depositan su fe hasta el último momento serán despertados del sueño de la muerte y vivirán eternamente con Él. Lo único que habéis de hacer es creer en Él.
ABIÁN. ¡Yo creo en Él! ¡Creo en Jesús!
ABDÓN. ¡Y yo también!
ASA. ¡Y yo también!
JUAN. ¿Y vosotros?
(Se van arrodillando mientras otros se van por los lados derecho e izquierdo del escenario. Se musita un canto muy suavemente mientas se apagan las luces)
Díos los bendiga grandemente es una gran ayuda para desarrollar un drama en la iglesia
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