20 Minutos y 9 Personajes. Cuando los animales desobedecen al Jardinero, el lugar se destruye. Le corresponde a un Niño empezar con el proceso de curación. Esta parábola es un intento de poner la historia de Navidad dentro del contexto de la caída y la necesidad de un Salvador.
EL JARDÍN
© John McNeil, traducido por Loida Somolinos con permiso
Una obra de Navidad para todo el año.
PERSONAJES
2 Narradores
Niño
Animales (si se pudiera, debería haber por lo menos uno de cada especie, pero se puede modificar tanto el número de animales como de especies.)
Caballo
Hiena
León
Elefante (opcional)
Águila
Mono
Mula
Oveja
Ratón
Cabra
Nota: La obra recae sobre dos narradores que leen mientras los personajes hacen mimo. De todas formas, si se considera apropiado según la edad de los niños que actúen como animales, podrían decir algunos de los diálogos.
OBRA
N1. Había una vez...
N2. Así empiezan todas las buenas historias...
N1. Un jardín.
N2. ¿Un jardín?
N1. Un jardín.
N2. ¿Solo un jardín?
N1. No un jardín cualquiera. Un verdadero jardín (con fuerte énfasis)
N2. Muéstramelo.
N1. Más grande de lo que pudiera alcanzar tu vista.
N2. (Se pone la mano sobre los ojos como si estuviera visionándolo; después coge un telescopio y mira) ¡Guau! ¡Qué grande!
N1. Grande en todos los sentidos. Grandes árboles que casi tocaban el cielo...
N2. (Se pone de puntillas y levanta las manos) Casi llego, casi llego…
N1. Grandes pastos entre ellos.
N2. (Tira de un cortacésped imaginario y va haciendo círculos) ¡Rummmmm!
N1. (Suspira, menea su cabeza) No. No había cortacésped.
N2. Entones, ¿quién cortaba la hierba?
N1. Los animales se la comían. Pero ya llegaremos a eso. Había grandes lagos...
N2. ¡No sé nadar!
N1. ... a los que iban a parar pequeños riachuelos.
N2. ¡Ah! Yo podría ir en canoa.
N1. Pero lo mejor de todo, lo mejor de este jardín, es que siempre era primavera.
N2. ¡Qué bien suena eso!
N1. Era perfecto. Excepto en una cosa...
N2. No, por favor, no lo estropees.
N1. En los animales.
N2. Ya lo has fastidiado.
N1. ¿Sabes lo de los animales?
N2. No, pero puedo imaginármelo por tu tono de voz.
N1. El jardín se había llenado con toda clase de animales que eran felices estando juntos.
(Cuando se nombre a los animales entrarán. Harán los movimientos y sonidos que les corresponda y después se quedarán congelados. Nota: A este punto, los animales serán amigos. Los narradores tendrán que ir más lentos para darles tiempo suficiente para que entren)
N2. ¿Caballos?
N1. Sí, caballos. Y ovejas…
N2. ¡Oh! Me encantan los corderitos esponjosos.
N1. Sus primas las cabras...
N2. Sí que se parecen…
N1. Monos, y hienas...
N2. Me apuesto lo que quieras a que te hacen reír.
N1. Orgullosos leones, elefantes...
N2. Sería un buen trabajo éste de estar aquí, en este gran jardín.
N1. Y también criaturas más pequeñas como mulas y ratones.
N2. Se meten un elefante y un ratón en un ascensor y le dice el elefante al ratón: “¿Qué piso?” y el ratón le responde: “Mi colitaaaa”.
N1. (Continúa) Y no os olvidéis de las aves como las águilas y los pavos reales.
N2. ¿Y todos estos animales pacían juntos? ¡No me lo creo! A alguno se lo van a comer…
N1. Eso es lo maravilloso. Era un jardín perfecto, creado por un jardinero muy inteligente y amable que llevó a los animales allí y les dijo: “Este es mi jardín pero lo he hecho para vosotros”. (Los animales se empiezan a mover por ahí, saludándose entre ellos, jugando pacíficamente, etc. N2 camina entre ellos, quizá acariciando la piel, pretendiendo que monta a alguno, etc.) “Exploradlo, disfrutad de él, pasadlo bien con el resto y sed felices”. Y eso es lo que hicieron. Se reían con las bromas que hacían, cuidaban de los otros y compartían su comida.
N2. (Toma una fruta imaginaria de un animal) Gracias. (Se la come) ¡Hum!
N1. No es que hubiera algún problema en compartir la comida. El Jardinero les había dado toda clase de cosas buenas para comer: frutas, vegetales, fresca hierba, miel… “Comed lo que más os guste”, dijo. “Pero hay algo que no debéis comer. En el centro del jardín hay un árbol más grande que todos. No debéis comer las frutas de él porque me pertenece a mí. Si las coméis, destruiréis el jardín y a vosotros mismos”.
N2. ¡Ey, amigos! (A todos los animales) Escuchad lo que dice el Jardinero. No comáis de la fruta de ese árbol. (Los animales no le prestan mucha atención).
N1. Y como había tantas cosas para comer y el fruto de ese árbol estaba tan alto, los animales estaban felices y no lo tocaron. Y así pasaban los días, en pacífica armonía.
N2. ¡Esto es maravilloso! Ojalá todos los zoos fueran como éste.
N1. Si fueran como éste, no serían zoos.
N2. (Señala a los animales que están alrededor de él/ella, y marca una señal en una lista imaginaria) Así pues tenemos un león, un caballo, una oveja, una hiena, un águila, un ratón, (ya no tiene dedos para contar, mira el pie, se sienta y se quita el zapato para contarse los dedos, se cansa) y muchos animales más. Vale, ya sabemos quién es el zoo. (Regresa a la posición inicial)
N1. Desafortunadamente…
N2. Ves, ya sabía que lo ibas a estropear.
N1. Tristemente, lo hicieron ellos mismos.
N2. ¿El qué hicieron?
N1. Escucha y te lo contaré. Un día el león estaba caminando por el jardín cerca del gran árbol del centro, cuando se paró y miró estupefacto al suelo. Una fruta estaba por tierra… una fruta de una clase que no había probado antes. Miró arriba y se dio cuenta de que debía de haber caído del árbol. El león había comido hacía poco y no tenía hambre y empezó a empujar la fruta hacia un lado. Después se paró y dijo: “Me pregunto cómo sabrá esta fruta”. Pero creía recordar algo que el Jardinero había dicho antes de no comer esa fruta así que se encogió de hombros y siguió su camino. Había dado solo un paso cuando escuchó una voz: “Pchss”. “Dale un mordisquito”. El león miró a su alrededor y vio a un Mono que llevaba una de esas frutas en su mano y se la estaba comiendo. “Está muy rica”, le dijo.
N2. Y me imagino que lo decía con la boca llena.
N1. “Pruébala”. Le dijo el león: “¿Cómo has conseguido una de esas frutas?”. “Trepé por el árbol”, respondió el Mono. “Pero, ¿no dijo el Jardinero algo de no comer esa fruta?”, le preguntó el león. “Él se las quiere guardar para sí porque están muy buenas” respondió el Mono. “Ha hecho un tiempo muy bueno y hay muchas frutas para todos. No creo que eche en falta un par. Además, si comemos esta fruta, seremos como Él. ¿No te gustaría ser tan listo?”
N2. ¡Ese es un comentario muy malicioso!
N1. El león se lo pensó por un momento y dijo: “Quizá tengas razón”. Así que le dio un mordisquito a la fruta que había en el suelo.
N2. (Da un gran suspiro) ¿Y qué sucedió después?
N1. Al principio, no mucho. Excepto que el león se echó encima del mono, le dio un puntapié y le quitó la fruta que estaba comiendo. “No me cojas la última pieza”, gimió el Mono. “Necesito más. ¡Más! ¡Más!” Y desesperado empezó a dar vueltas alrededor.
N2. ¡Mira! El león se dirige a los otros animales. ¿Qué pasará ahora?
N1. El león se puso enfrente de todos y les rugió. “Escuchad esto que os voy a decir. De ahora en adelante, voy a ser el jefe aquí y haréis lo que yo diga”. “Oh, sí”, dijo el águila. “Estuve espiando con mi ojo de águila a un león que comía cierta fruta. Y si quieres alguna más, tendrás que pagarme ya que solo yo puedo volar a las ramas más altas para cogerlas”.
N2. Esto se está poniendo muy feo.
N1. Muy feo. No pasó mucho antes de que los animales empezaran a pelearse o a esconderse para no ser dañados. Y mientras peleaban, se daban cuenta de que el jardín se empezaba a secar. El cielo dejó de llover y las plantas y los árboles se empezaron a marchitar. Pronto la comida empezó a escasear. Solamente los más fuertes y los más rápidos podían conseguir algo para comer. El jardín estaba desapareciendo delante de sus ojos, pero ellos habían dejado de preocuparse por él y por cualquier otra cosa que no fuera ellos mismos. No es solo que los más fuertes consiguieran la comida sino que estos mismos ataban a los otros animales para que no pudieran conseguir nada. (El león y el elefante usan una cuerda para atar a una oveja y a unas cabras. Algún otro ata una cadena alrededor del cuello del Mono)
N2. ¡Ay, por favor! ¿Dónde está el Jardinero ahora que lo necesitamos?
N1. Pues el Jardinero vino. “Parad”, les gritó. (Todos los animales se quedan congelados.) “¿Qué habéis hecho con mi jardín?” les dijo con lágrimas en los ojos. “Fijaos en lo que os habéis convertido” (Mientras el Jardinero señala a cada animal, los animales actuarán cuando se les señale mientras que los otros se estarán quietos).
“Mono, tú le diste el primer mordisco y ahora ya no puedes parar. Te has vuelto adicto a la fruta”, dijo el Jardinero.
“León, tú podrías haber usado tu fuerza para ayudar a otros y ahora te has convertido en un matón”.
“Vosotros: una vez fuisteis caballos y ahora sois tontos burros. Habéis olvidado para lo que fuisteis creados”.
“Las hienas se han vuelto orgullosas y arrogantes…. Sarcásticas… Bocazas”.
“Vosotras las águilas… una vez surcasteis los cielos y ahora os habéis vuelto buitres, comiendo los huesos de las ovejas y las cabras. Ellas se han vuelto pobres, están intimidadas y se mueren de hambre mientras vosotras os volvéis ricas a su costa”.
“Mi pobre mula. No tenías armas con las que luchar y te escondiste en la tierra y te has vuelto ciega y enferma”.
“Y mis pequeños ratones. Los más pequeños, ahora tendréis que escarbar en la hierba seca para buscar algo con lo que vivir”.
N2. ¿Qué hicieron los animales cuando escucharon esto?
N1. Lo más triste es que no lo escucharon. El jardín llevaba tanto tiempo seco que se habían olvidado de que había un Jardinero y estaban tan ocupados con sus asuntos que no tenían tiempo para nada más. (Los animales empiezan a moverse dedicándose a sus asuntos silenciosamente.)
N2. Y, ¿eso es todo? Fin de la historia. ¡Qué triste!
N1. ¡No! El Jardinero tenía un plan. Iba a enviar a alguien especial para reparar el jardín. (Entra el Niño) Un día, un pequeño niño vino al jardín.
N2. ¿Un niño?
N1. Sí. Los animales no estaban muy seguros de qué hacer con ese nuevo inquilino. ¿Iba el niño a quedarse con su comida? ¿Se iba a hacer el jefe? Pero el niño no hizo nada de esas cosas sino que fue a ver a cada animal y simplemente los abrazó. (El niño hace eso) Algunas veces el niño lloraría con los animales, otras veces enjugaría sus lágrimas. Tocó los ojos de la mula y de repente, la mula pudo ver otra vez. Con cuidado desató las cuerdas que ataban a las ovejas y a las cabras cautivas e incluso la cadena del pobre mono. Y mientras hacía todo eso, el niño les hablaba a los animales del jardinero, de cuánto les amaba, y de cómo un día el Jardín sería renovado de nuevo.
N2. Este era un niño especial.
N1. Muy especial.
N2. ¡Ya lo sé! ¡Ya lo sé!
N1. Dime.
N2. ¡Era el hijo del propio Jardinero!
N1. Efectivamente.
N2. ¿Y después vivieron todos contentos y felices?
N1. Me temo que no mucho. Muchos creyeron y amaron a ese niño y le preguntaron cómo podrían ponerse en contacto con el Jardinero otra vez. Pero muchos otros estaban celosos y no querían saber nada. Entonces ellos…Pero, bueno, esa es otra historia.
N2. ¡Oh, no! No te puedes parar ahora.
N1. Te diré algo. Desde ahora te hago una invitación. Ven otra vez y escucharás el resto de la historia en Semana Santa.
© John McNeil 1998. Todos los derechos reservados. Esta obra se puede representar gratuitamente con la condición de que no se saque ningún beneficio económico con las copias, ni se cobre nada por la entrada. A cambio el autor agradecería que se le informara de cuándo y con qué intención se representa la obra. Se puede contactar con él en: jandhmcneil@paradise.net.nz o en: 36B Stourbridge. St. Christchurch 2, Nueva Zelanda.
EL JARDÍN
© John McNeil, traducido por Loida Somolinos con permiso
Una obra de Navidad para todo el año.
PERSONAJES
2 Narradores
Niño
Animales (si se pudiera, debería haber por lo menos uno de cada especie, pero se puede modificar tanto el número de animales como de especies.)
Caballo
Hiena
León
Elefante (opcional)
Águila
Mono
Mula
Oveja
Ratón
Cabra
Nota: La obra recae sobre dos narradores que leen mientras los personajes hacen mimo. De todas formas, si se considera apropiado según la edad de los niños que actúen como animales, podrían decir algunos de los diálogos.
OBRA
N1. Había una vez...
N2. Así empiezan todas las buenas historias...
N1. Un jardín.
N2. ¿Un jardín?
N1. Un jardín.
N2. ¿Solo un jardín?
N1. No un jardín cualquiera. Un verdadero jardín (con fuerte énfasis)
N2. Muéstramelo.
N1. Más grande de lo que pudiera alcanzar tu vista.
N2. (Se pone la mano sobre los ojos como si estuviera visionándolo; después coge un telescopio y mira) ¡Guau! ¡Qué grande!
N1. Grande en todos los sentidos. Grandes árboles que casi tocaban el cielo...
N2. (Se pone de puntillas y levanta las manos) Casi llego, casi llego…
N1. Grandes pastos entre ellos.
N2. (Tira de un cortacésped imaginario y va haciendo círculos) ¡Rummmmm!
N1. (Suspira, menea su cabeza) No. No había cortacésped.
N2. Entones, ¿quién cortaba la hierba?
N1. Los animales se la comían. Pero ya llegaremos a eso. Había grandes lagos...
N2. ¡No sé nadar!
N1. ... a los que iban a parar pequeños riachuelos.
N2. ¡Ah! Yo podría ir en canoa.
N1. Pero lo mejor de todo, lo mejor de este jardín, es que siempre era primavera.
N2. ¡Qué bien suena eso!
N1. Era perfecto. Excepto en una cosa...
N2. No, por favor, no lo estropees.
N1. En los animales.
N2. Ya lo has fastidiado.
N1. ¿Sabes lo de los animales?
N2. No, pero puedo imaginármelo por tu tono de voz.
N1. El jardín se había llenado con toda clase de animales que eran felices estando juntos.
(Cuando se nombre a los animales entrarán. Harán los movimientos y sonidos que les corresponda y después se quedarán congelados. Nota: A este punto, los animales serán amigos. Los narradores tendrán que ir más lentos para darles tiempo suficiente para que entren)
N2. ¿Caballos?
N1. Sí, caballos. Y ovejas…
N2. ¡Oh! Me encantan los corderitos esponjosos.
N1. Sus primas las cabras...
N2. Sí que se parecen…
N1. Monos, y hienas...
N2. Me apuesto lo que quieras a que te hacen reír.
N1. Orgullosos leones, elefantes...
N2. Sería un buen trabajo éste de estar aquí, en este gran jardín.
N1. Y también criaturas más pequeñas como mulas y ratones.
N2. Se meten un elefante y un ratón en un ascensor y le dice el elefante al ratón: “¿Qué piso?” y el ratón le responde: “Mi colitaaaa”.
N1. (Continúa) Y no os olvidéis de las aves como las águilas y los pavos reales.
N2. ¿Y todos estos animales pacían juntos? ¡No me lo creo! A alguno se lo van a comer…
N1. Eso es lo maravilloso. Era un jardín perfecto, creado por un jardinero muy inteligente y amable que llevó a los animales allí y les dijo: “Este es mi jardín pero lo he hecho para vosotros”. (Los animales se empiezan a mover por ahí, saludándose entre ellos, jugando pacíficamente, etc. N2 camina entre ellos, quizá acariciando la piel, pretendiendo que monta a alguno, etc.) “Exploradlo, disfrutad de él, pasadlo bien con el resto y sed felices”. Y eso es lo que hicieron. Se reían con las bromas que hacían, cuidaban de los otros y compartían su comida.
N2. (Toma una fruta imaginaria de un animal) Gracias. (Se la come) ¡Hum!
N1. No es que hubiera algún problema en compartir la comida. El Jardinero les había dado toda clase de cosas buenas para comer: frutas, vegetales, fresca hierba, miel… “Comed lo que más os guste”, dijo. “Pero hay algo que no debéis comer. En el centro del jardín hay un árbol más grande que todos. No debéis comer las frutas de él porque me pertenece a mí. Si las coméis, destruiréis el jardín y a vosotros mismos”.
N2. ¡Ey, amigos! (A todos los animales) Escuchad lo que dice el Jardinero. No comáis de la fruta de ese árbol. (Los animales no le prestan mucha atención).
N1. Y como había tantas cosas para comer y el fruto de ese árbol estaba tan alto, los animales estaban felices y no lo tocaron. Y así pasaban los días, en pacífica armonía.
N2. ¡Esto es maravilloso! Ojalá todos los zoos fueran como éste.
N1. Si fueran como éste, no serían zoos.
N2. (Señala a los animales que están alrededor de él/ella, y marca una señal en una lista imaginaria) Así pues tenemos un león, un caballo, una oveja, una hiena, un águila, un ratón, (ya no tiene dedos para contar, mira el pie, se sienta y se quita el zapato para contarse los dedos, se cansa) y muchos animales más. Vale, ya sabemos quién es el zoo. (Regresa a la posición inicial)
N1. Desafortunadamente…
N2. Ves, ya sabía que lo ibas a estropear.
N1. Tristemente, lo hicieron ellos mismos.
N2. ¿El qué hicieron?
N1. Escucha y te lo contaré. Un día el león estaba caminando por el jardín cerca del gran árbol del centro, cuando se paró y miró estupefacto al suelo. Una fruta estaba por tierra… una fruta de una clase que no había probado antes. Miró arriba y se dio cuenta de que debía de haber caído del árbol. El león había comido hacía poco y no tenía hambre y empezó a empujar la fruta hacia un lado. Después se paró y dijo: “Me pregunto cómo sabrá esta fruta”. Pero creía recordar algo que el Jardinero había dicho antes de no comer esa fruta así que se encogió de hombros y siguió su camino. Había dado solo un paso cuando escuchó una voz: “Pchss”. “Dale un mordisquito”. El león miró a su alrededor y vio a un Mono que llevaba una de esas frutas en su mano y se la estaba comiendo. “Está muy rica”, le dijo.
N2. Y me imagino que lo decía con la boca llena.
N1. “Pruébala”. Le dijo el león: “¿Cómo has conseguido una de esas frutas?”. “Trepé por el árbol”, respondió el Mono. “Pero, ¿no dijo el Jardinero algo de no comer esa fruta?”, le preguntó el león. “Él se las quiere guardar para sí porque están muy buenas” respondió el Mono. “Ha hecho un tiempo muy bueno y hay muchas frutas para todos. No creo que eche en falta un par. Además, si comemos esta fruta, seremos como Él. ¿No te gustaría ser tan listo?”
N2. ¡Ese es un comentario muy malicioso!
N1. El león se lo pensó por un momento y dijo: “Quizá tengas razón”. Así que le dio un mordisquito a la fruta que había en el suelo.
N2. (Da un gran suspiro) ¿Y qué sucedió después?
N1. Al principio, no mucho. Excepto que el león se echó encima del mono, le dio un puntapié y le quitó la fruta que estaba comiendo. “No me cojas la última pieza”, gimió el Mono. “Necesito más. ¡Más! ¡Más!” Y desesperado empezó a dar vueltas alrededor.
N2. ¡Mira! El león se dirige a los otros animales. ¿Qué pasará ahora?
N1. El león se puso enfrente de todos y les rugió. “Escuchad esto que os voy a decir. De ahora en adelante, voy a ser el jefe aquí y haréis lo que yo diga”. “Oh, sí”, dijo el águila. “Estuve espiando con mi ojo de águila a un león que comía cierta fruta. Y si quieres alguna más, tendrás que pagarme ya que solo yo puedo volar a las ramas más altas para cogerlas”.
N2. Esto se está poniendo muy feo.
N1. Muy feo. No pasó mucho antes de que los animales empezaran a pelearse o a esconderse para no ser dañados. Y mientras peleaban, se daban cuenta de que el jardín se empezaba a secar. El cielo dejó de llover y las plantas y los árboles se empezaron a marchitar. Pronto la comida empezó a escasear. Solamente los más fuertes y los más rápidos podían conseguir algo para comer. El jardín estaba desapareciendo delante de sus ojos, pero ellos habían dejado de preocuparse por él y por cualquier otra cosa que no fuera ellos mismos. No es solo que los más fuertes consiguieran la comida sino que estos mismos ataban a los otros animales para que no pudieran conseguir nada. (El león y el elefante usan una cuerda para atar a una oveja y a unas cabras. Algún otro ata una cadena alrededor del cuello del Mono)
N2. ¡Ay, por favor! ¿Dónde está el Jardinero ahora que lo necesitamos?
N1. Pues el Jardinero vino. “Parad”, les gritó. (Todos los animales se quedan congelados.) “¿Qué habéis hecho con mi jardín?” les dijo con lágrimas en los ojos. “Fijaos en lo que os habéis convertido” (Mientras el Jardinero señala a cada animal, los animales actuarán cuando se les señale mientras que los otros se estarán quietos).
“Mono, tú le diste el primer mordisco y ahora ya no puedes parar. Te has vuelto adicto a la fruta”, dijo el Jardinero.
“León, tú podrías haber usado tu fuerza para ayudar a otros y ahora te has convertido en un matón”.
“Vosotros: una vez fuisteis caballos y ahora sois tontos burros. Habéis olvidado para lo que fuisteis creados”.
“Las hienas se han vuelto orgullosas y arrogantes…. Sarcásticas… Bocazas”.
“Vosotras las águilas… una vez surcasteis los cielos y ahora os habéis vuelto buitres, comiendo los huesos de las ovejas y las cabras. Ellas se han vuelto pobres, están intimidadas y se mueren de hambre mientras vosotras os volvéis ricas a su costa”.
“Mi pobre mula. No tenías armas con las que luchar y te escondiste en la tierra y te has vuelto ciega y enferma”.
“Y mis pequeños ratones. Los más pequeños, ahora tendréis que escarbar en la hierba seca para buscar algo con lo que vivir”.
N2. ¿Qué hicieron los animales cuando escucharon esto?
N1. Lo más triste es que no lo escucharon. El jardín llevaba tanto tiempo seco que se habían olvidado de que había un Jardinero y estaban tan ocupados con sus asuntos que no tenían tiempo para nada más. (Los animales empiezan a moverse dedicándose a sus asuntos silenciosamente.)
N2. Y, ¿eso es todo? Fin de la historia. ¡Qué triste!
N1. ¡No! El Jardinero tenía un plan. Iba a enviar a alguien especial para reparar el jardín. (Entra el Niño) Un día, un pequeño niño vino al jardín.
N2. ¿Un niño?
N1. Sí. Los animales no estaban muy seguros de qué hacer con ese nuevo inquilino. ¿Iba el niño a quedarse con su comida? ¿Se iba a hacer el jefe? Pero el niño no hizo nada de esas cosas sino que fue a ver a cada animal y simplemente los abrazó. (El niño hace eso) Algunas veces el niño lloraría con los animales, otras veces enjugaría sus lágrimas. Tocó los ojos de la mula y de repente, la mula pudo ver otra vez. Con cuidado desató las cuerdas que ataban a las ovejas y a las cabras cautivas e incluso la cadena del pobre mono. Y mientras hacía todo eso, el niño les hablaba a los animales del jardinero, de cuánto les amaba, y de cómo un día el Jardín sería renovado de nuevo.
N2. Este era un niño especial.
N1. Muy especial.
N2. ¡Ya lo sé! ¡Ya lo sé!
N1. Dime.
N2. ¡Era el hijo del propio Jardinero!
N1. Efectivamente.
N2. ¿Y después vivieron todos contentos y felices?
N1. Me temo que no mucho. Muchos creyeron y amaron a ese niño y le preguntaron cómo podrían ponerse en contacto con el Jardinero otra vez. Pero muchos otros estaban celosos y no querían saber nada. Entonces ellos…Pero, bueno, esa es otra historia.
N2. ¡Oh, no! No te puedes parar ahora.
N1. Te diré algo. Desde ahora te hago una invitación. Ven otra vez y escucharás el resto de la historia en Semana Santa.
© John McNeil 1998. Todos los derechos reservados. Esta obra se puede representar gratuitamente con la condición de que no se saque ningún beneficio económico con las copias, ni se cobre nada por la entrada. A cambio el autor agradecería que se le informara de cuándo y con qué intención se representa la obra. Se puede contactar con él en: jandhmcneil@paradise.net.nz o en: 36B Stourbridge. St. Christchurch 2, Nueva Zelanda.
Excelente obra, soy de Chile y trabajamos en un ministerio de niño en la ciudad de Llanquihue, nos da permiso para adaptarla al lenguaje, queremos prepararla para el culto de navidad.
ResponderEliminarEstimado Mario Enrique: las obras no nos pertenecen. Aquí solo subimos material de forma gratuita. Algunas obras tienen su autor y la forma de contactarlos. Le animo que lo haga con ellos. Saludos.
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