25 Minutos y 12 Personajes. ¿Cómo será el Infierno? ¿Cómo vivirán los salvados con unos vecinos que se están quemando?
LOS VECINOS DEL INFIERNO
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PERSONAJES
DIRK WILLENS
ÁNGEL GUARDIÁN
CATELIN GIRARD
CÉSAR
CARLOS
JUAN ANDRÉS
SERGIO
MARÍA
VOZ OFF – MARIDO
ÁNGEL FARO
ÁNGEL CELESTE
ÁNGEL PESCADOR
EXTRAS
(La escena se desarrolla en el cielo. Los personajes viven en la ciudad amada, la historia de la Tierra ya ha terminado. Todos visten túnicas blancas y sus caras reflejan felicidad y paz.)
ESCENA I
(Varias personas pasean por lo que parece la avenida de un parque y se van saludando a medida que se cruzan.)
DIRK. (Sentado en un banco, se levanta para saludar a su ángel guardián que pasa por allí.) ¡Hola, amigo! ¡Qué alegría me da verte!
ÁNGEL. (Lo abraza.) ¿Cómo estás?
DIRK. Estoy feliz, ¡muy feliz! No hay nada como vivir bajo el abrigo del Señor, conocerlo en persona y poder abrazarlo. La vida de la Tierra parece tan lejana; el dolor y las miserias que pasé no son nada comparado con lo que hay aquí. Todo ha merecido la pena con tal de estar en la presencia de Dios.
ÁNGEL. ¿Te gusta tu casa?
DIRK. ¡Me encanta! Es de oro fino y brilla muchísimo. Por cualquier ventana que me asomo veo un jardín hermoso que el Señor preparó en su infinita sabiduría, sabiendo lo mucho que me iba a gustar. Y así es: me da la sensación de libertad que no tenía en la Tierra. A veces me asombro al comprobar cuánta verdad había en la Palabra del Señor porque más de una vez han pastado junto a mi jardín un león y un cordero…
(Pasan algunas personas que saludan: “Hola, Dirk”, “saludos, ángel guardián”, “hasta luego”, etc.)
ÁNGEL. ¿Y qué actividades has hecho en estos meses? ¿Has viajado a otros mundos? ¿Has estudiado alguna disciplina?
DIRK. (Riéndose.) Bueno, nada de eso aún, pero todo se andará... De momento necesito comprender parte de mi historia y de la historia de la humanidad y he estado viendo todo lo que pasó en mi tiempo. He pasado mucho tiempo con mis seres queridos porque quería saber qué habían hecho en la vida y necesitaba saber por qué otras personas que yo quería no estaban aquí sino en el Infierno.
ÁNGEL. Entiendo. Supongo que tienes muchas preguntas que necesitan responderse antes de comenzar otros proyectos…
DIRK. Hay otras cosas que me interesan mucho, como los animales…
ÁNGEL. ¿Los animales?
DIRK. ¡Jamás había visto tantos animales distintos! Hay uno en especial que me llama mucho la atención.
ÁNGEL. ¿Cuál?
DIRK. El canguro. Da unos saltos enormes y me encanta ver a los canguritos en una especie de bolsillo que tienen las mamás canguro…
ÁNGEL. Sí, todas las criaturas de Dios son únicas.
DIRK. Yo nunca había visto ese animal en mi Holanda natal.
ÁNGEL. Tienes razón, ese animal vivía en otra parte del mundo muy distante que no se había descubierto cuando tú vivías.
DIRK. En Australia, ¿verdad?
ÁNGEL. ¡Así es! ¿Quién te lo ha dicho?
DIRK. ¡Ya ves! He hecho los deberes. Unos compatriotas míos descubrieron ese país unos 50 años después de que yo muriera y lo sé de primera mano porque me lo contó un hombre que estuvo en esa expedición.
ÁNGEL. Mira, Dirk (señalando hacia un hombre que se acerca). ¿Conoces a ese hombre?
DIRK. No, nunca lo había visto.
ÁNGEL. Déjame que te lo presente: tenéis muchas cosas en común. (El ángel se acerca al hombre. No escuchamos lo que le dice pero señala a Dirk y lo lleva hacia él.) Dirk, éste es el Sr. Catelin Girard y él también fue un mártir de Jesús como tú.
DIRK. ¡Alabada sea el Señor!
CATELIN. ¡Alabado sea por siempre!
ÁNGEL. ¡Amén!
(Los dos hombres responden “amén”. Se abrazan y se miran con santa alegría.)
DIRK. ¡Cuénteme de su vida en la Tierra, Sr. Girard! ¿Qué fue de usted?
CATELIN. Poca cosa comparado con lo que ahora soy, por la gracia de Dios. Nací en Revel, un pueblecito al sur de Francia y allí morí por no adjurar de mi fe en Jesús.
DIRK. Yo amaba mucho a Jesús y por esa causa fui encarcelado durante bastante tiempo. Una vez logré escaparme de la torre en la que estaba prisionero soltándome con una cuerda por la ventana. Casi lo conseguí… pero lograron llevarme de vuelta.
ÁNGEL. Catelin, yo estuve con él en ese momento y no pude evitar que se me saltasen las lágrimas al ver cómo las enseñanzas del Maestro habían calado en su corazón.
CATELIN. No entiendo…
ÁNGEL. El señor Jesús enseñó en el Sermón del Monte a amar a nuestros enemigos, a bendecir a los que nos maldecían y a hacer bien a los que nos aborrecían. Cuando Dirk descendió por la ventana aterrizó en el estaque helado que rodeaba la fortaleza. Empezó a correr y el guardia de la puerta empezó a perseguirlo pero como pesaba más que él, el hielo se rasgó y cayó en el agua helada. Empezó a pedir auxilio y en ese momento toqué el hombro de Dirk. Dirk se dio la vuelta, escuchó al guardia y fue enseguida para ayudarle. Gracias a él pudo vivir.
DIRK. El señor Jesús hizo un sacrificio muy grande por él en la cruz y aún no lo sabía. No podía dejarlo morir en las aguas heladas sabiendo que después le esperaba el Infierno. Tenía que vivir.
CATELIN. Cuando me condenaron a la hoguera…
DIRK. (Cortándole.) Yo también morí en la hoguera… (Se emociona.)
CATELIN. (Consolándole.) Ya, hermano, ya, ya pasó. El Maestro nos limpia de todo llanto y dolor. (Pequeña pausa.) ¿Sabes? Cuando me llevaron a la hoguera me pidieron que me retractase de mi fe… pero, ¿cómo podía hacerlo? ¿Cómo iba a retractarme de mi Dios, que también sufrió el martirio por mí? No podía, simplemente no podía. En cuestión de segundos se me pasaron tantas cosas… pero entonces miré a mis verdugos y les pedí que me dieran unas piedras. Al principio se negaron pero les dije que era para ilustrar un pensamiento. Me dieron una piedra y con la piedra en la mano les dije: “Cuando el ser humano pueda comer y digerir esta piedra, la fe por la que voy a morir hoy, se acabará”. (Pausa.) Tenía la esperanza de tocar sus corazones con estas palabras pero cuando llegué al Cielo vi cómo fueron lanzados al lago de azufre. Le pregunté a mi ángel guardián qué había pasado con ellos el resto de sus vidas y me dijo que siguieron mofándose y torturando a creyentes hasta el final de sus vidas… ¡Qué lástima! ¿Verdad?
DIRK. Así es. Yo sólo me he acercado una vez al Infierno, al principio, cuando llegamos aquí, y también vi a uno de mis torturadores. (Pensativo.) Pero, no quiero acercarme más porque estar allí me hace revivir el sufrimiento por el que pasé yo y no lo puedo soportar, es demasiado duro para mí.
CATELIN. Sé lo que dices; yo sólo he ido dos veces y no puedo soportar los lamentos, ni escuchar las súplicas incesantes a Dios para que acabe con su agonía y los deje morir en paz.
DIRK. Tiene que ser horroroso… (Emocionándose.)
CATELIN. Ya ni siquiera me acerco al extremo del país amado que colinda con el Infierno… Prefiero evitar ese lugar o dar un rodeo si tengo que ir a algún sitio cercano.
DIRK. Es cierto, los gritos que se oyen, y el humo y el olor que se alza es tan intenso que se confunde con los campos de flores que hay en la tapia. Ese olor a muerte me recuerda al pecado y me trae ecos del pasado que no me permite sanar las heridas.
CATELIN. Yo creo que es un sentir general entre los habitantes del cielo porque esa zona casi siempre está vacía. Muy pocas veces veo a gente allí y las pocas que he visto reflejan en su cara dolores del pasado.
DIRK. Tienes razón, amigo, supongo que tenemos que hacer lo mismo que hacen los ángeles o las visitas de otros mundos: obviar el tema y cantar más fuerte para mitigar los lamentos de los vecinos.
CATELIN. Dirk, nosotros somos afortunados y eso es lo único que importa, ¿verdad? Pues a disfrutar del Cielo, que hay otros lugares más bellos que pueden distraernos. ¡Vamos a dar una vuelta!
(Salen de escena caminando.)
ESCENA II
(Se oyen las voces de unos niños que juegan fuera de escena. De repente se escucha: “César, corre, agarra la pelota”. Aparece es escena una pelota que está rodando y a César detrás que va a buscarla. Se agacha para recogerla y de repente, algo golpea su cabeza.)
CÉSAR. (Le acaba de golpear un tizón del Infierno que ha caído al cielo.) ¡Ay! ¿Qué es esto? ¡Uf, uf, uf! (Intenta soplarse hacia su cabeza, como intentando apagar el fuego que le ha quemado y mitigar el dolor. Se arrasca un poco y cuando se ha calmado intenta averiguar qué ha pasado.) Pero… ¿y esto? ¿De dónde ha salido?
(Entran los niños corriendo.)
CARLOS. ¿Qué pasa, César?
CÉSAR. ¡Esto! (Les muestra el tizón que le ha golpeado.)
JUAN ANDRÉS. ¡Ah, sí! Es del Infierno…
CÉSAR. ¿Cómo? ¿El Infierno? ¿Qué es el Infierno?
SERGIO. ¡Ja, ja, ja! ¿No sabes lo que es el Infierno? Eso es porque no has vivido mucho tiempo en la Tierra…
CÉSAR. Ya sabéis que morí cuando tenía 4 años y no me acuerdo cómo era vivir en la tierra. Mi madre me ha dicho que cuando Jesús vino a salvarnos, me resucitó y un ángel me llevó hasta los brazos de mi madre. ¡Siempre he vivido en el Cielo!
CARLOS. ¡Qué suerte tienes!
CÉSAR. ¿Por qué dices eso?
CARLOS. Porque a mí me raptaron cuando tenía 6 años y me obligaron a vivir en la selva con unos militares… Allí me golpeaban cada vez que hacía algo mal, hasta que un día no pude resistir más... (Se entristece.)
CÉSAR. (Sin comprender muy bien todo, lo compadece.) Lo siento mucho… Pero no entiendo muy bien tu historia. ¿Qué es raptar? ¿Y golpear?
JUAN ANDRÉS. Raptar es cuando tú vives con tus padres en tu casa y una persona que no os respeta entra sin permiso y te saca de allí sin que tú lo quieras. A partir de entonces ya no vives con tus papás sino con esos señores que no te permiten hacer lo que quieres sino lo que ellos quieren… y si no haces lo que te dicen, te golpean.
SERGIO. Que no sabe lo que es “golpear”…
JUAN ANDRÉS. Golpear sería algo así como… mira, vas a ser mi ejemplo: Si con mi mano te toco la cara no pasa nada, pero si cojo impulso y te doy más fuete… no te va a gustar y si no dejo de hacer ese movimiento sin parar por varios minutos te vas a sentir muy mal y te saldrá sangre de la nariz.
CÉSAR. ¡Como la sangre que derramó Jesús!
SERGIO. Bueno, parecido.
CARLOS. La última vez que me golpearon lo hicieron con el pie, directamente a la cabeza y ya no recuerdo más… Porque lo siguiente que vi es a Jesucristo en las nubes con miles de ángeles que me llamaba para salir de la tumba.
CÉSAR. Y todo esto que me comentáis, ¿qué tiene que ver con el Infierno?
JUAN ANDRÉS. Pues mucho. Los que raptaron y golpearon a Carlos están allí por haberle hecho eso. ¡Se lo merecen! ¡Eso no se hace con los niños!
CÉSAR. Entonces, ¿el Infierno no es un buen sitio?
(Los niños se ríen.)
SERGIO. ¡Pues claro que no! Allí están sufriendo y pagando por lo que han hecho. ¿Te gustaría verlos? ¡Carlos! Dinos quiénes son…
CARLOS. Venid, subid a la tapia y os los enseño.
(Los niños se suben a la tapia y la cara de César refleja el impacto que le provoca ver semejante visión. Los otros niños se ríen y se mofan de los que están sufriendo: “¿Se está calentito por allí?”, “Rápido, un bombero, hay un fuego eterno”, “Mirad a esos que están dando saltitos”…)
CARLOS. Mirad a la derecha… ¿Veis esa escalera que está encima del banco?
(Los niños asienten y a partir de aquí, cada vez que Carlos diga algo ofensivo o se mofe de los que están en el Infierno se irán riendo de ellos.)
CARLOS. Pues el hombre que está atrapado en medio, con un parche en el ojo, era el jefe del grupo. Ese fue el que me dio el golpe mortal. (Al hombre.) ¡Benito, ey, Benito! ¿Por qué no coges la escalera y vienes aquí que hace mejor temperatura? ¡Uy! ¡Vaya! ¡Se te han quemado los dedos! ¡Cuánto lo siento! ¡Ja, ja, ja!
(Los demás niños le hacen la burla: “¡Benito, el teniente, está muy ardiente!”, “¡Benito, el teniente, está muy ardiente!”. Después de reírse un buen rato reparan en César.)
JUAN ANDRÉS. ¿Qué te pasa, César? ¿Tienes una cara muy extraña?
SERGIO. Es verdad, ¿qué te pasa?
CÉSAR. No lo sé, tengo una sensación rara en el estómago… Es… esta visión y este olor… (Se pone a vomitar.)
(Los demás chicos intentan ayudarle y calmarle.)
JUAN ANDRÉS. ¡César! ¿Qué te pasa? ¿Te encuentras bien?
CARLOS. Vamos, bajemos de aquí; Quizá no haya sido buena idea.
(Los chicos bajan y rodean a César que se ve visiblemente afectado.)
CARLOS. Mejor que le dé un poco el aire… Salgamos de aquí que huele un poco a chamusquina y vayamos al mar de cristal para refrescarnos con la brisa marina.
SERGIO. Tienes razón, vámonos a otro sitio.
(Los chicos se llevan a César fuera de escena.)
ESCENA III
(María había sido una mujer maltratada en la tierra. Se acerca a la tapia del infierno y asoma un poco la cabeza como si quisiera ver lo que hay detrás. Lo hace con sigilo intentando que no la vean. De repente se agacha sobresaltada como si la hubieran visto. Se echa las manos al pecho, a la cabeza; está nerviosa, brazos al estómago.)
MARIDO. (En voz en off.) ¡Ah! ¡Maldita seas, María! ¡Por tu culpa estoy aquí! Si no me hubieses dado motivos no te habría matado…
(La mujer se angustia al escuchar las palabras y se echa la mano al cuello como recordando la muerte que tuvo. Cada palabra de su marido le sume en una angustia mayor.)
MARIDO. (En voz en off.) Pero lo hice porque te quiero mucho, María. ¡Ahhh! Y aún tengo fuerzas para decirte que siempre serás mía a pesar de que Dios te haya dado otro marido… Porque dime: ¿Te ha dado Dios otro marido, María? ¿Eh, María? ¡Responde! ¡Ahhh! ¡Maldita, seas, tú y tu silencio! ¡Sólo me alegro de estar vivo para recordarte que nunca serás de otro hombre sino mía!
(María comienza a llorar.)
MARIDO. (En voz en off.) ¿Estás llorando, María? Reconozco tu llanto entre todos los del Infierno. ¡Ahhh! ¿Te acuerdas cómo te consolaba cuando… después de portarte mal te abrazaba?
(La mujer está horrorizada se tapa los oídos horrorizada. Su cara muestra el horror vivido en la tierra con él.)
MARIDO. (En voz en off.) Aún tengo fuerzas para luchar por ti… aquí hay mucha gente y si después de estar 20 años sufriendo el tormento Dios no nos ha matado, es posible que nos perdone, ¿no crees?… ¡Ahhh! ¡A mí no me importa nada, ni nadie, sino tú, mi vida! ¡Ahhh! (Intentando poner voz dulce aunque determinante.) María, María, tráeme un poco de agua que tengo mucha sed.
(María va a recoger agua de una fuente cercana como si fuera una autómata al escuchar la voz de su maltratador. Toma agua en un cuenco y lo echa al otro lado de la tapia. Se escucha como un pequeño fuego apagado.)
MARIDO. (Voz en off.) ¡Ahhh! ¡Gracias, pequeña! Veo que aún me quieres…
(La mujer sale de escena como atontada, destrozada, mirando a un punto fijo sin fijarse en las personas que pasan a su alrededor. Éstas la saludan pero ella parece que no las ve y no les responde al saludo.)
ESCENA IV
(El coro celestial está cantando una alabanza al Señor. No se ve a Dios pero una luz, a un lateral del escenario, indicará que está allí. El coro está formado por alguno de los personajes anteriores y otros más, y cantará orientado hacia donde se encuentra Dios. Varios ángeles se deleitan con la música.)
ÁNGEL FARO. El canto es precioso, ¿verdad?
(Los otros dos ángeles asienten. Siguen escuchando un rato en silencio.)
ÁNGEL FARO. (Un poco preocupado.) Pero… Hay algo que me inquieta.
ÁNGEL CELESTE. ¿Qué te puede inquietar después de 490 años de haber vencido al pecado?
ÁNGEL FARO. Pues hay algo, Celeste, no lo puedo evitar…
ÁNGEL CELESTE. Amigo, compañero, pero, ¿qué te pasa? Me estás preocupando y hace tiempo que no me sentía de esa forma. Dile algo tú, Pescador.
ÁNGEL PESCADOR. Pues la verdad es que no sé qué decirle… Porque ya hemos hablado de este tema con anterioridad y creo que tiene razón.
ÁNGEL CELESTE. Pero, ¿de qué tema? ¿De qué estáis hablando? No os entiendo…
ÁNGEL FARO. Celeste, mira el coro y fíjate en el brillo de los ojos de María.
ÁNGEL CELESTE. (Mirando a María.) ¿Qué brillo?
ÁNGEL FARO. Eso es; no hay ningún brillo. Ese brillo le desapareció en el año 20 de nuestra era y desde entonces está así. Y, ¿has visto a César?
ÁNGEL CELESTE. (Mirándolo.) ¿Qué le pasa?
ÁNGEL FARO. Que no sonríe desde el año 6.
ÁNGEL CELESTE. (Preocupado.) Pero, ¿por qué? ¿Estás seguro? ¡Estarán concentrados en el canto!
ÁNGEL PESCADOR. No, amigo. Observa a los mártires Dirk y Catelin.
ÁNGEL CELESTE. Estos sí que sonríen.
ÁNGEL PESCADOR. En este caso no es la sonrisa, sino lo que ocultan…
ÁNGEL CELESTE. Pescador, ¿qué pueden ocultar? Por favor, amigos, decidme de qué va todo esto porque no entiendo nada y me estoy empezando a angustiar… No me gustan estos sentimientos, me recuerdan tiempos pasados.
ÁNGEL FARO. Celeste, ¿hace cuánto no te toca hacer un turno en la custodia del Infierno?
ÁNGEL CELESTE. Sólo me tocó la primera semana de nuestra era y desde entonces no he vuelto allí: la visión es desoladora…
ÁNGEL FARO. Así es. Hace una semana que regresé de esa misión y no he tenido ganas de nada. He estado tumbado en un valle, debajo de un árbol, intentando llenar mi mente de imágenes bellas y olvidar a la vez los horrores del Infierno.
ÁNGEL PESCADOR. A mí me pasó algo similar porque cuando volví sólo tenía ganas de estar sólo, en silencio, y me fui una semana al mar del séptimo punto cardinal. Me vino muy bien porque estuve dando paseos, respirando aire puro y calmándome un poco. Ya parece que lo había olvidado pero al encontrarme con Faro esta semana me han vuelto esos espantosos recuerdos.
ÁNGEL FARO. Hay muchos humanos que están como nosotros. Al principio de llegar al cielo lloraban de alegría al ver cómo se había hecho justicia por los sufrimientos que habían tenido en la Tierra. Todas esas vidas rotas por los asesinatos, los malos tratos, el alcohol, las humillaciones, las violaciones… recibían justicia: el Infierno eterno para los pecadores pero… (pequeña pausa) a medida que pasa el tiempo las cosas se ven de otra forma…
ÁNGEL PESCADOR. 490 años en los que muchas personas han pasado de sentirse bien por la justicia recibida, a sentirse molestos por la presencia del Infierno.
ÁNGEL CELESTE. Bueno, por eso se trasladó el Infierno a otro lugar más lejano.
ÁNGEL FARO. Claro, porque el lado del Cielo que colindaba con el Infierno siempre estaba vacío. ¡Qué raro, no? Ya no pasaba nadie por allí porque de vez en cuando se dejaban escuchar los lamentos de las almas y los humanos se sentían mal.
ÁNGEL PESCADOR. Cuando lo trasladaron a la luna más lejana del universo y tuvimos hacer turnos allí, sin ninguna otra visión que las almas ardiendo… Fue más de lo que podíamos soportar.
ÁNGEL CELESTE. (Que ha estado todo el rato atento, pensativo y razonando con las explicaciones de sus amigos.) Supongo que al trasladar el Infierno a un lugar más lejano como que nos habíamos olvidado de él pero sólo habíamos echado tierra encima sin abordar el problema.
ÁNGEL FARO. Exacto: el problema, porque es un problema por más que se encuentre a 100.000 años luz. Hay muchos humanos que no han podido pasar página en sus vidas; como por ejemplo, María. Escuchó al torturador de su marido en el año 20 y desde entonces no ha levantado cabeza.
ÁNGEL PESCADOR. César descubrió lo que era el horror y el sufrimiento cuando se asomó al Infierno y se espantó al ver a sus amiguitos de entonces burlándose de los que se quemaban. De un golpe conoció lo que era el pecado…
ÁNGEL CELESTE. Ya veo… Y, ¿creéis que esto se va a eternizar? Porque después de 490 años parece que va a ser así…
ÁNGEL FARO. No lo sabemos pero es una pequeña mancha en la Galaxia celestial, que aunque pase desaperciba desde hace años, está allí y en cualquier momento se puede ir a visitar.
ÁNGEL PESCADOR. Ya han pagado con creces sus faltas; tendríamos que dejarlos ir.
ÁNGEL CELESTE. (Pensativo.) Creo que tenéis razón. No quiero ver más la cara de Satanás y sus ángeles, no quiero verlos nunca más, no quiero escuchar sus juramentos y sus gritos. Ya hemos sufrido bastante desde su rebelión en el cielo; esto tiene que acabar. (Pensativo.) Amigos, estoy pensando que quizá deberíamos hablar con Jesús para que nos explicara más todo esto que no entendemos. Tiene que haber una explicación de por qué sigue existiendo aún el Infierno y de por qué sus culpas terrenales no se pueden saldar ya de una vez por todas, ¿no creéis?
ÁNGEL FARO. Supongo que tienes razón. ¿Vamos a hablar con Jesús para que responda a estas preguntas?
ÁNGEL PESCADOR. Sí, por favor, porque no puedo soportar más ver esa visión aterradora. No quiero que ningún humano se acerque por allí y todavía tenga que lidiar con la existencia de pecado en el Universo.
ÁNGEL PESCADOR. Entonces, vamos; cuanto antes resolvamos este tema, mejor.
FIN
Nota: La autora de esta obra suscribe todas las ideas del siguiente vídeo: http://www.youtube.com/watch?v=yh-4pTkMzGE La existencia del Infierno ensombre la persona del Creador y eterniza el pecado en el Universo. Con esta idea lo único que se logra es provocar miedo y obediencia irracional a Dios. Por si no había quedado claro, esta obra es una parodia que intenta demostrar que el Infierno como comúnmente se entiende no puede existir.