Dramas 1 hora +


UN LUGAR LLAMADO HOGAR 70 Minutos y 17 Personajes. Los hijos de Bárbara no se pueden creer que su madre les pida como regalo de Navidad ayuda para coser una colcha.

Dramas de 51 - 60 Minutos


BIENVENIDOS AL RINCÓN DE TINA 1 Hora y 14 Personajes + extras. El Rincón de Tina es un pequeño restaurante de una pequeña ciudad en el que se entrecruzarán varias historias. Un colorido abanico de personajes comparte las alegrías y las penas de cada día, en Navidad. Hay una variedad de escenas: un hombre que se acaba de quedar viudo y tiene que enfrentarse a su dolor; un pastor joven que se cuestiona si verdaderamente está haciendo el trabajo de Dios; una mujer que se convence de su relación inmoral; y, entre medio de todo esto… los cotilleos de la ciudad.
GRACIAS, SOFÍ 1 Hora y 14 Personajes. Historia moderna del nacimiento de Jesús.
HOSTAL EL ÁNGEL 1 Hora y 13 Personajes. El hostal el Ángel, dirigido por tía y sobrina, está a punto de arruinarse por falta de clientes. Es tiempo de Navidad y se avecina una tormenta de nieve por lo que obliga a muchos viajeros a hospedarse allí. Varias historias se entrecruzarán y encontrarán en estos días de Navidad, un sentido mayor a sus vidas.

¿QUÉ HUBIERE PASADO SI...? 1 Hora y 20 Personajes. Adaptación de la obra "Gracias, Sofí". Historia moderna del nacimiento de Jesús.

Dramas de 41 - 50 Minutos


EL CUARTO VACANTE 45 Minutos y 11 Personajes + Extras. Hamar es un joven betlehemita que por ventura ha heredado el mesón de sus padres, negocio que con mucho esmero administra para tener un buen pasar en la vida.Él desea conquistar el corazón de Juana a quien ama, pero el empeño en las cosas materiales se convierten para él en una obsesión que lo vuelve avaro y ciego.Juana es todo lo opuesto a Hamar. Ella es capaz de discernir el lado romántico y espiritual de la vida. La joven disfruta contemplando la floración silvestre y el suave olor de las florecitas de Belén.Pronto se presagia la venida del mesías, pronto vendría al mundo el salvador prometido.“El profeta” ha venido personalmente a darle esta nueva a Hamar. Le recomienda que lo acoja en su mejor cuarto y de esta manera será bendecido por tener el alto privilegio de tenerlo en su mesón. El joven se alegra por esta noticia porque piensa para él que este príncipe le hará ganar mucho dinero y riquezas. Esto acrecienta cada vez más su materialismo y avaricia. Cegado por esta obsesión de poseer oro, al conocer a María la madre de Jesús, no sólo le niega su cuarto vacante sino que groseramente la expulsa a la calle. Nada puede hacer Juana para evitarlo a pesar de sus ruegos quien debe, a su pesar, acompañarla a la puerta para despedirla.Pasan los días y Hamar no comprende porque su supuesto Mesías no aparece. Un noble de Capernaún le explica que el Mesías no es un príncipe fastuoso sino un enviado de Dios que nacería en humildad. El joven mesonero se niega a creer esto. Finalmente, después de que todos los que se alojan en el mesón van a las montañas a un viejo pesebre a adorar al Mesías, Hamar llevado solamente por la duda decide ir a ver a este humilde príncipe. Cuando regresa a su hogar, Hamar ya no es el mismo. Llorando comprende su terrible error y lamenta de corazón no haber acogido en su mesón al príncipe de paz, al hijo de Dios. Hamar arrepentido pide perdón al cielo. Al instante es transformado y de la mano de Juana que reconoce como su amado, se hacen promesas junto a las hermosas florecitas de Belén.


Gracias, Sofí


1 Hora y 14 Persoanjes. Historia moderna del nacimiento de Jesús.



GRACIAS, SOFÍ
Anma Troncoso Pérez

PERSONAJES

SOFÍ
HERMANA
SEÑOR DEL TIEMPO
JOSÉ
MARÍA
JOSÉ 2
MARÍA 2
DOCTORA
ENFERMERA
MELCHOR
GASPAR
BALTASAR
RABINO
SEÑOR


(Estamos en casa de Sofí. Una niña está adornando un árbol de Navidad.)

SOFÍ. ¡Hola! ¡Qué cansada estoy! Se sienta. ¿Dónde está mamá?

HERMANA. Ha salido a comprar un pesebre. Este año papá ha decidido poner el árbol y el pesebre.

SOFÍ. ¿El pesebre? ¡Vaya tontería!

HERMANA. ¿Por qué? El pesebre representa el nacimiento de Jesús.

SOFÍ. Ya, y Jonás vivió dentro de una ballena, ¿no?

HERMANA. Eso es lo que dice la Biblia.

SOFÍ. ¡Qué infantil eres! ¿No comprendes que lo de la ballena y lo del portalito de Belén con los reyes magos no son más que fábulas?

HERMANA. ¡No es cierto! ¿Es que acaso existió Jesús?

SOFÍ. ¡Claro que existió! No lo estoy negando, sólo digo que lo del nacimiento entre un buey y una mula no es más que una parábola para entender mejor los mensajes de la Biblia.

HERMANA. ¿Y qué mensaje nos irá a transmitir un buey y una mula?

SOFÍ. Ahora mismo no sé pero lo que está claro es que la historia real no debió ser tan simple: los pastorcitos, la estrella, los reyes... ¡Cuentos!

HERMANA. No estoy de acuerdo contigo.

SOFÍ. Porque eres pequeña aún y no comprendes.

HERMANA. Lo único que comprendo es lo que papá y mamá dicen ya, que lo del pesebre es verdad.

SOFÍ. ¡Qué inocente eres! Y seguro que los reyes magos traen regalos a los niños buenos, ¿no?

HERMANA. Será mejor que me vaya a estudiar al cuarto. No tengo ganas de discutir.

(Se va. Sofí, sentada en el sofá, coge una revista.)

SOFÍ. ¡Un pesebre! ¡Hasta dónde ha llegado la ridiculez de mis padres! No comprenden que la Biblia no se puede interpretar tal y como fue escrita. Puede que hace tres siglos sirviera para las mentes más atrasadas pero el hombre del siglo XXI es demasiado inteligente para creer esos mitos. Opino que la Biblia debería actualizarse a nuestro lenguaje actual, más científico y filosófico. Cualquier persona de hoy en día encuentra simplista el lenguaje de la Biblia. Creo que muchas historias deberían ser adaptadas, por ejemplo el engendramiento de Cristo. ¿Quién puede creer hoy en día que José aceptó la increíble historia de María de que estaba embarazada del Espíritu Santo? Vamos, José debió ser tonto para creerlo. Estoy segura de que si esto aconteciese en el futuro en vez de en el pasado José no habría sido tan ingenuo, a pesar de ser verdad.

SEÑOR DEL TIEMPO. No estés tan segura.

SOFÍ. ¿Quién es usted? ¿Cómo ha entrado?

SEÑOR DEL TIEMPO. Soy el Señor del Tiempo. Viajo a través del tiempo y del espacio y he visto todo lo visto y lo de por ver. Puedo situarme en el siglo que desee sin ningún problema.

SOFÍ. ¡Vamos! Déjese de bromas y diga quién es.

SEÑOR DEL TIEMPO. Ya te lo he dicho. Soy el Señor del Tiempo, ¿quieres que te lleve a ver los jardines colgantes de Babilonia o prefieres sentarte en la mesa redonda del Rey Arturo?

SOFÍ. Estoy bien donde estoy, gracias.

SEÑOR DEL TIEMPO. ¿De verás? Hace un momento decía que si José viviera en la época actual no habría creído a María.

SOFÍ. ¿Cómo lo sabe?

SEÑOR DEL TIEMPO. No pude evitar escucharte. Así que eso es lo que piensas, ¿no?

SOFÍ. ¡Claro! Y también creo que todo aquello acerca de que Jesús nació en un pesebre de paja es un mito.

SEÑOR DEL TIEMPO. Entonces, según tú, ¿dónde nació?

SOFÍ. Pues en una casa como cualquier niño de esa época. ¿Acaso hoy en día nacen niños en un garaje o en cubo de basura?

SEÑOR DEL TIEMPO. Supongo que la mejor forma de contestarte será llevándote al presente hipotético de que Jesús naciera en el siglo XXI. Osea, como si los años no fueran contados a partir del nacimiento de Cristo porque no hubiese nacido aún.

SOFÍ. Vamos, ¡no me tome el pelo! Eso supondría un cambio radical en los sucesos de la historia.

SEÑOR DEL TIEMPO. En algunas cosas sí pero en otras no necesariamente. Olvidas que Aristóteles era un filósofo griego del siglo V a.C. y ya descubrió que la Tierra era redonda.

SOFÍ. Eso es cierto...

SEÑOR DEL TIEMPO. Pues empecemos el viaje.


ESCENA II

(Aparecen José y María del futuro que llegan a casa de María y se sientan el sofá.)

JOSÉ. Entonces, ¿nos quedamos con la casa?

MARÍA. Yo creo que está muy bien, además tiene una vista muy acogedora.

JOSÉ. Eso sí, está en las afueras de New York, en pleno campo y eso es maravilloso aunque sea un poco pequeña.

MARÍA. Pero eso no importa, José, lo importante es que es acogedora y tranquila.

JOSÉ. Estoy deseando que nos casemos. Por mí compraría ya esta casa y mañana mismo nos casaríamos.

MARÍA. Pero, ¡qué cosas tienes! Todavía tienes que cobrar el sueldo de la oficina.

JOSÉ. Sí, es cierto. A propósito, ¿dónde quieres que vayamos de viaje de novios?

MARÍA. Ya sabes que siempre me ha hecho mucha ilusión visitar Jerusalén, mis padres me llevaron cuando tenía dos años y no recuerdo nada.

JOSÉ. Sí, yo también he querido siempre ver Jerusalén, al fin y al cabo somos judíos aunque vivamos en América y deberíamos conocer nuestro lugar de origen.

MARÍA. Tú incluso eres de la familia de David.

JOSÉ. Y tú ayudarás a que el linaje continúe.

MARÍA. (Ruborizada.) ¡Qué cosas tienes, José! Si mi madre escuchara esto... ¡Ah! Creo que irán a visitar a mi tía Elísabet. Me irá bien que no estén, así podré estudiar más calmada.

JOSÉ. Es verdad, olvidé que mañana tienes examen en la Universidad.

MARÍA. Yo también lo olvidé y la culpa la tienes tú que me desconcentras.

JOSÉ. Te pongo nerviosa, ¿eh?

MARÍA. ¡José, por favor! Anda, vete, que tengo que aprobar ese examen de lo contrario nunca terminaré el magisterio.

JOSÉ. Vale, ya me voy. Mañana te paso a recoger a las cuatro de la tarde, ¿de acuerdo?

MARÍA. De acuerdo, José.

(Se despiden y María se queda sola. Coge un libro y se pone a estudiar. Aparece una voz.)

VOZ. ¡Salve, muy favorecida!

MARÍA. ¿Quién está ahí? ¿Eres tú, José? Sabes que no me gustan esas bromas.

VOZ. El Señor está contigo. Bendita tú entre las mujeres.

MARÍA. Pero, ¿quién está ahí? ¡Salga!

VOZ. Deja de temer, María, porque has hallado gracia ante Dios.

MARÍA. (Se arrodilla.) ¡Eres un ángel! ¡Oh, Dios mío!

VOZ. Mira, concebirás en tu seno y darás a luz un hijo y lo llamarás Jesús. Éste será grande y será llamado Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su padre David y reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin.

MARÍA. Pero, ¿cómo será esto si soy virgen?

VOZ. El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra por lo cual también lo santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. Y de aquí que tu parienta Elísabet también ha concebido un hijo en su vejez y ya está de seis meses porque ninguna cosa será imposible para Dios.

MARÍA. He aquí la sierva del Señor, hágase conmigo conforme a tu palabra.




ESCENA III

(Casa de María. Llega José.)

JOSÉ. ¡Hola, cariño! ¿Nos vamos?

MARÍA. Pasa un momento, quiero hablar contigo. Mis padres no están.

JOSÉ. De acuerdo. (Se sienta.) ¿Qué ocurre?

MARÍA. Sé que lo que te voy a explicar es un poco difícil de entender pero es cierto.

JOSÉ. ¡Ya! Se trata del examen, ¿no te ha ido muy bien?

MARÍA. No es eso, José. Tú conoces la profecía del Mesías, ¿verdad?

JOSÉ. ¿Cómo no la voy a conocer si ese es el centro de nuestra religión judía? Pero, ¿a qué viene esa pregunta?

MARÍA. Pues ese Mesías pronto llegará al mundo.

JOSÉ. ¡Claro! Cada vez falta menos para que nazca; después de 6000 años ya me dirás si no falta menos.

MARÍA. Quiero decir que no pasará de este año.

JOSÉ. ¿Cómo lo sabes tú, María?

MARÍA. Porque me lo dijo un ángel.

JOSÉ. ¿Qué?

MARÍA. Sí, y me dijo que yo le daría luz.

JOSÉ. ¿Quieres decir que estás embarazada?

MARÍA. Sí, y eso no es todo. ¿Recuerdas que ayer te dije que mis padres estaban en casa de mi tía Elísabet? Pues cuando volvieron a casa me dijeron que ella estaba embarazada de seis meses. Y yo ya lo sabía pues el mismo ángel me lo dijo. Como una dijo también que había hallado gracia ante los ojos de Dios y me había elegido para ser madre del Mesías, del Hijo de Dios. ¿Comprendes que nos ha elegido a los dos? ¿A ti y a mí para ser sus padres y educarlo?

JOSÉ. Yo no soy su padre. ¿Quién es, María?

MARÍA. ¿Quién va a ser? ¡El Espíritu Santo!

(José se levanta y se pone de espaldas.)

MARÍA. José, debes creerme. No te he mentido.
(José enmudece.)

MARÍA. (Triste.) Supongo que es un poco fuerte para ti pero para mí también lo fue. (José sigue sin mirarla.) ¡Mírame, José! ¿Acaso dudas de mis palabras? (José calla.) ¿Crees que yo sería capaz de serte infiel? Para mí no existe otro hombre que no seas tú, José. ¡No dudes de mí! ¡Habla, por favor! ¡Di algo!

JOSÉ. (Sin mirarla.) Necesito tiempo para pensar.

MARÍA. Supongo que sí. Pero no olvides que te quiero.
(José se va.)



ESCENA IV

(Aparece Sofí y el Señor del Tiempo.)

SOFÍ. ¡Ostras! ¡Es verdad! ¡Usted es el Señor del Tiempo!

SEÑOR DEL TIEMPO. ¿Ahora te das cuenta? Anda que no te ha costado.

SOFÍ. ¿Éste sería el presente si José y María viviesen en el siglo XXI?

SEÑOR DEL TIEMPO. Sí y ahora puedes probar si lo que decía era correcto o no.

SOFÍ. Ya verá cómo tengo razón y José no será tan ingenuo.

SEÑOR DEL TIEMPO. ¿A pesar de que sea cierto lo que le dijo María?

SOFÍ. Sí que es cierto pero lo contradictorio para mí es que José lo crea tan fácilmente.

SEÑOR DEL TIEMPO. ¿Quién te ha dicho a ti que lo creyó a la primera?

SOFÍ. A la vista está si se casó con María.

SEÑOR DEL TIEMPO. Vamos a ver.



ESCENA V

(Aparece José andando mientras piensa.)

JOSÉ. Tal vez María no mintió. Tal vez está embarazada del Espíritu Santo. (Sofí interviene como conciencia aunque para José es increíble.)

SOFÍ. Vamos. Cualquier chico del siglo XXI sabe que los niños no se engendran por casualidad. En el colegio ya nos enseñan que se necesita a un hombre y una mujer para engendrar un hijo.

JOSÉ. ¡Claro! Los niños no vienen de París. Si es cierto que María está embarazada no es por casualidad.

SOFÍ. Y si tú no has sido...

JOSÉ. ¡Me ha estado engañando! Pero, ¿con quién? No, no puede ser, ella no había sido infiel con nadie. Ella me ama. No puede haberme mentido. Además, lo que ha explicado de su tía Elísabet...

SOFÍ. ¿Quién te dice a ti que no la llamó por teléfono y se enteró del embarazo de Elísabet antes de que volvieran sus padres?

JOSÉ. Es posible. María me ha traicionado. ¿Por qué si yo la amaba?



ESCENA VI

(En la casa de María. José entra.)

MARÍA. ¡Hola, José! Sabía que volverías. ¿Has pensado en lo que te dije? Mis padres ya lo saben.

JOSÉ. ¿No les habrás dicho que fui yo, no?

MARÍA. Por supuesto que no. ¿Por qué habría de mentirles? Les he dicho la verdad.

JOSÉ. ¿Te han creído?

MARÍA. Sí, ¿sabes por qué? Por lo que te conté acerca de Elisabet. Ella también fue avisada por un ángel como yo.

JOSÉ. ¿Tienes pruebas?

MARÍA. ¿Qué pruebas?

JOSÉ. De que dices la verdad.

MARÍA. ¿No te basta mi palabra, José?

JOSÉ. Sinceramente, María, no soy tan ingenuo. No debiste haber llegado tan lejos al utilizar esa excusa. Cuéntasela al padre de tu hijo. Quizás él te crea.

MARÍA. (Abofetea a José.) ¿Cómo puedes acusarme de pecadora?

JOSÉ. Aquí tienes las llaves de la que iba a ser nuestra casa. Haz lo que quieras con ellas y por favor, olvídame.

(José se va. María se queda llorando.)



ESCENA VII

SOFÍ. ¿Ves como tenía razón? Era imposible que José creyera a María.

SEÑOR DEL TIEMPO. Sí, sobre todo si tú has influido en su opinión.

SOFÍ. Yo no he influido, sólo le he ayudado a ser lógico. Él ya tenía la respuesta lo que ocurre es que se negaba a admitir la verdad. Ha quedado clarísimo que yo tenía razón al decir que la historia del engendramiento de Jesús era muy simple e infantil.

SEÑOR DEL TIEMPO. Antes de darte por satisfecha, echa una ojeada a esta Biblia. (Saca una Biblia.)

SOFÍ. ¿Qué pasa?

SEÑOR DEL TIEMPO. Busca el Nuevo Testamento.

SOFÍ. ¡No está! ¿Por qué?

SEÑOR DEL TIEMPO. Porque tú lo has hecho inexistente.

SOFÍ. ¿Cómo?

SEÑOR DEL TIEMPO. Alterando la historia.

SOFÍ. ¿Qué historia? Esto no ha sido más que una hipótesis, un juego.

SEÑOR DEL TIEMPO. Aún no crees que soy realmente el Señor del Tiempo. Olvidas que pasado y futuro van unidos estrechamente en un cable de causa y efecto. Al hacer que José rechace a María, mira lo que ha hecho a la historia del pasado.




ESCENA VIII

JOSÉ 2. ¡Shalom, maestro rabino!

RABINO. Esta noche no he podido conciliar el sueño. (El rabino aparta los ojos del manuscrito y se levanta. Como es muy anciano, José le ayuda a bajar.)

RABINO. ¿Y eso es lo que te inquieta? Todos pasamos alguna noche de insomnio en nuestra vida.

JOSÉ 2. Sí, pero...

RABINO. Pero, ¿qué? La juventud, llena de vida y vigor no necesita tanto dormir. Tiene cosas más interesante en qué pensar.

JOSÉ 2. Sí, pero...

RABINO. Pero, ¿qué? En tu caso está muy claro. Has conocido a una tierna y dulce doncella llamada María y además te vas a casar con ella. Eso quitaría el sueño a cualquiera.

JOSÉ 2. Sí, pero maestro...

RABINO. (Agarrándole el hombro.) Sinceramente, José, creo que te llevas la mejor de todas las doncellas de Nazaret.

JOSÉ 2. Eso creía pero...

RABINO. ¿Qué más puedes pedir? He conocido a María desde que nació y si el sabio Salomón viviera la compararía sin duda con la yegua de los carros de Faraón.

JOSÉ 2. Sí, es preciosa... Pero...

RABINO. Ya sé lo que te ocurre, José. Estás nervioso con los preparativos de la boda. Te surgen las típicas dudas de cualquier futuro marido. Crees que quizás no seas suficiente para la dulce María. Pero no te valores tan poco. Piensa que Dios te ha regalado a esta mujer de la misma manera que entregó a Eva para Adán. ¿Cómo decía el Génesis? Con los años la memoria me falla...

JOSÉ 2. ¡No es bueno que el hombre esté solo!

RABINO. No, no era eso. Creo que decía algo así como que “no era bueno que el hombre estuviera solo”. (José suspira.) Fueron palabras dichas por Dios, José y muy ciertas. ¿Qué sería de nosotros sin nadie que nos cuidase, que nos mimara, que nos diese ilusiones... que alegrara nuestra vista, que nos sacase alguna sonrisa, que nos diese primogénitos? ¡Oh, mujeres, mujeres, juguetonas como cervatillas e inquietas como ardillas del bosque! (Se dirige a José.) Anda y ve corriendo a ver a María y dile cuánto la quieres.

JOSÉ 2. No puedo...

RABINO. ¿Por qué, José? Tienes unas tonterías... (Vuelve a sentarse a leer el manuscrito.)

JOSÉ 2. María espera un hijo. (Silencio absoluto. El rabino se gira lentamente hacia José con mirada asesina.)

RABINO. ¿Cómo has podido, José?

JOSÉ 2. No, si yo...

RABINO. ¡Nunca creí algo así de ti! ¡Has violado la ley de Dios! ¿Comprendes? ¡Una noche sin dormir no es suficiente, merece la vida entera!

JOSÉ 2. Yo no he sido Rabino.

RABINO. ¿Insinúas que María te ha estado engañando? ¡No escuchas tu pecado, José!

JOSÉ 2. ¡Es cierto! ¡Yo no he sido!

RABINO. Entonces, ¿quién ha sido? (Silencio.) ¡Habla, José!

JOSÉ 2. María dice que fue de (señala hacia arriba).

RABINO. ¿De qué? No te entiendo.

JOSÉ 2. Del Espíritu Santo.

RABINO. (El rabino deja caer sin querer el manuscrito en tierra.) Eso es imposible (con voz baja).

JOSÉ 2. Eso es lo que asegura María.

RABINO. Eso es lo mismo que decir que espera al Mesías. Como dice la Escritura: “Nacerá por obra del Espíritu Santo”.

JOSÉ 2. Entonces, ¿cree que es cierto?

RABINO. Sería una probabilidad. (Se levanta solo.) Pero, ¿por qué iba a nacer el Mesías en una familia tan humilde? ¿Cómo iba a llegar a ser así rey de este mundo? ¡No! Al Mesías le corresponde nacer en una familia real.

JOSÉ 2. ¿Cree que María miente?

RABINO. ¿Tú qué crees, José?

JOSÉ 2. No lo sé. Pero usted mismo dijo hace un momento que María era sin duda la mejor doncella de Nazaret.

RABINO. Sí, por eso me cuesta creer que María haya pecado. (José suspira de alivio.) Sin embargo, María sabe la escritura y conoce esa promesa del Espíritu Santo. ¿Quién nos niega que no se ha valido de ello como tapadera?

JOSÉ 2. ¿Es posible que María haya utilizado la palabra de Dios para encubrir un pecado?

RABINO. Ahora mismo lo veo. (Le duele el corazón.) ¡Ay! (José coge al rabino y lo sienta.)

JOSÉ 2. ¿Se encuentra mejor, rabino?

RABINO. María, María. ¡Cuánto me has decepcionado!

JOSÉ 2. Así pues, María mintió. (Baja la cabeza afligido.)

RABINO. Hijo mío, se me olvidó decirte que las mujeres son también mentirosas, traidoras. Recuerda a Eva cuando desobedeció la voz de Dios y por ello la humanidad fue condenada.

JOSÉ 2. Y María...

RABINO. Sí, María ha de ser castigada también con la ley de Moisés.

JOSÉ 2. (José se levanta desesperado.) ¿Con el apedreamiento?

RABINO. (El rabino asiente con la cabeza.) Sé fuerte, José. Piensa que María es una mujer adúltera, una pecadora.

JOSÉ 2. Sí.

RABINO. (Se levanta.) Vamos, busquemos a María



ESCENA IX

MARÍA. ¿Qué ocurre? ¿Qué van a hacer conmigo?

(Aparecen José y el Rabino.)

MARÍA. José, diles que me dejen. Yo no les he hecho nada. (José baja la cabeza.) Te expliqué la verdad y me creíste. Vamos, diles a todos que no he pecado.

RABINO. ¡Basta, María! No utilices la Palabra de Dios para encubrir tu culpa.

MARÍA. Rabino, usted me conoce y sabe que amo a Dios sobre todas las cosas es por esto que Él me ha elegido para ser madre de su hijo.

RABINO. ¡No mientas, pecadora!

TODOS. ¡Pecadora, pecadora! (Menos José.)

MARÍA. (Llorando.) José...

RABINO. José, dile lo que acordamos.

JOSÉ 2. En presencia de todos niego de María. (María llora desconsoladamente.)

RABINO. Por la Ley de Moisés consiento que ésta mujer sea apedreada para ejemplo de las demás mujeres judías.

TODOS. Sí. (Cogen piedras.)

MARÍA. ¡No! ¡No cometáis el crimen de matar al hijo que llevo dentro de mis entrañas! ¡No matéis al Mesías tan esperado!



ESCENA X

SOFÍ. Tengo que impedirlo, de lo contrario Jesús no nacerá.

SEÑOR DEL TIEMPO. No puedes hacer nada, Sofí.

SOFÍ. Pero, ¿no comprendes? Si Jesús no nace, el mundo no tendrá ninguna esperanza.

SEÑOR DEL TIEMPO. Es cierto pero la incredulidad de José lo ha impedido.

SOFÍ. ¡Es culpa mía! No debía haber persuadido a José pero yo no quería ponerlo en contra de María. Sólo quería hacer la historia más excitante y no tan simple.

SEÑOR DEL TIEMPO. ¡Ya! Querías hacerla más creíble para el siglo XXI.

SOFÍ. ¡Eso! Pero nunca creí que llegara tan lejos. ¡Debo arreglarlo de algún modo! ¿Por qué no retrocedes en el tiempo para arreglar lo de José?

SEÑOR DEL TIEMPO. Lo siento pero eso es imposible.

SOFÍ. ¿Por qué? No podré vivir con esta carga.

SEÑOR DEL TIEMPO. Eso es algo que yo no puedo solucionar.

(Sofí llora; el Señor del Tiempo se ríe.)

SOFÍ. ¿Por qué te ríes? ¿No comprendes la gravedad del problema?

SEÑOR DEL TIEMPO. ¡Ay, Sofí! ¡Qué poco conoces la Escritura!

SOFÍ. ¿Por qué dices eso?

SEÑOR DEL TIEMPO. ¿Todavía no has comprendido que Dios es el único capaz de darnos fe?




ESCENA XI

(Aparece José moderno en la cama. De pronto aparece una voz.)

VOZ. ¡José, hijo de David!

JOSÉ. ¿Quién habla? ¿Quién está ahí?

VOZ. ¡José, hijo de David!

JOSÉ. (Se tapa la cabeza con la almohada.) Dios mío, aparta el mal de mí.

VOZ. ¡José, hijo de David!

JOSÉ. (Se arrodilla.) ¡Heme aquí!

VOZ. No temas recibir a María por mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo.

JOSÉ. ¡Gracias, Dios mío! Y perdona mi poca fe. Me casaré con María.




ESCENA XII

SEÑOR DEL TIEMPO. Olvidaste que Dios mandó un ángel a José para que creyera.

SOFÍ. Mira, el Nuevo Testamento ha aparecido de nuevo. Esto quiere decir que María no fue apedreada. ¡Estupendo!

SEÑOR DEL TIEMPO. La verdad que por un momento creíste que toda la historia se había ido a pique.

SOFÍ. No. Desde el principio sabía que no sucedería nada malo. Al fin y al cabo esto no es más que un juego.

SEÑOR DEL TIEMPO. ¿Crees que realmente es un juego?

SOFÍ. Pues, claro.

SEÑOR DEL TIEMPO. Pues te asustaste de verdad.

SOFÍ. ¡Qué va! Fue una buena interpretación que formaba parte del juego también.

SEÑOR DEL TIEMPO. ¡Ya! Supongo que querrás seguir jugando, ¿no?

SOFÍ. Sí, y si no recuerdo mal, la segunda cosa que no entendía era por qué Jesús nació en un pesebre en vez de en una casa con comadrona, como era normal.

SEÑOR DEL TIEMPO. Debía ser así. Jesús debía dar muestras de humildad y reconocimiento por los más pobres para que éstos supieran que Él los entendía perfectamente.

SOFÍ. ¡No pienso igual! Sin duda, si Jesús hubiera nacido en el siglo XXI lo haría en un buen hospital, con los medios necesarios. Creo que nacer en un pesebre era innecesario. Además, suena a fábula.

SEÑOR DEL TIEMPO. Está bien, Sofí, tu deseo será cumplido.




ESCENA XIII

(Aparece la sala de espera de un hospital. José está de pie dando vueltas de un lado para otro. Otro señor está sentado fumando un cigarrillo.)

SEÑOR. ¿Quiere uno? (Enseñándole el cigarrillo.)

JOSÉ. No, gracias, no fumo y le aconsejo que tampoco fume; no es bueno para sus pulmones.

SEÑOR. ¡Oh, vamos! ¿No me diga que es usted uno de esos deportistas obsesionados con la salud?

JOSÉ. Me gusta el deporte pero no soy ningún deportista.

SEÑOR. ¿Le pongo un café? Ahí hay una máquina de café instantáneo. No es que sea muy bueno pero para esperar despierto va bien.

JOSÉ. No, tampoco tomo café.

SEÑOR. ¡Pero, bueno! ¿Qué es usted, entonces?

JOSÉ. Un simple señor, ¿por qué?

SEÑOR. No fuma, no toma café... (José sonríe.) ¿Es su primer hijo?

JOSÉ. Sí.

SEÑOR. Ya se nota. Lleva dos horas dando vuelta de un lado a otro.

JOSÉ. ¿Y usted?

SEÑOR. ¡Ja, ja, ja! He venido aquí tantas veces que ya me conozco hasta el nombre de las mujeres de la limpieza.

JOSÉ. ¿Cuántos hijos tiene?

SEÑOR. Con los que vengan ahora, serán ocho.

JOSÉ. ¿Ocho?

SEÑOR. Sí, caballero. Es que mi mujer los tiene a pares. Tengo dos niñas y cuatro niños. ¿Qué le parece?

JOSÉ. Que necesitará una salud de caballo para cuidar a tantos.

SEÑOR. ¡Qué ocurrente es! Pero no me trate de usted, mi nombre es Marc Robinson, Marc para los amigos y espero que después de tres horas en la misma sala de espera, lleguemos a serlo.

JOSÉ. ¡Por supuesto! Mi nombre es José de David.

SEÑOR. ¿Y el apellido?

JOSÉ. Pues eso, David.

SEÑOR. No son nombres americanos, ¿acaso es español?

JOSÉ. No, tengo la nacionalidad americana pero soy judío.

SEÑOR. ¡Ah! Ahora comprendo por qué ese empeño por mantener la salud.

JOSÉ. ¿Conoce usted algo sobre nuestras creencias?

SEÑOR. Sí. Creo que los judíos esperáis el nacimiento de un Mesías.

JOSÉ. Sí, es cierto.

SEÑOR. Dime, José, ¿y aún creéis que después de tantos años nacerá un Mesías?

JOSÉ. Por supuesto.

SEÑOR. No sé pero creo que la ciencia ha demostrado la inexistencia de cualquier Dios es cierto que hasta hace muy poco adorábamos a Zeus. Recuerdo que mi abuela incluso tenía una estampa de Venus en el tocador cuando yo era pequeño pero en cincuenta años la ciencia ha adelantado mucho y ha demostrado que no existe el Olimpo.

JOSÉ. Pues los judíos siempre hemos sabido que no existían esos dioses.

SEÑOR. Pero habláis de un Mesías.

JOSÉ. Sí, del hijo del único y verdadero Dios. El que escribió los mandamientos con la yema de sus dedos. Todavía conservamos las tablas en el arca de la alianza que se encuentra en el templo de Jerusalén.

SEÑOR. ¡Qué interesante! Creo que me tomaré esa taza de café. Cambiando de tema. ¿Le han dicho los médicos lo que será?

JOSÉ. ¿Quién?

SEÑOR. ¡Lo que espera su señora!

JOSÉ. No nos lo han dicho pero sabemos que es un niño.

SEÑOR. ¡Ah, sí! Pues como le salga niña...

JOSÉ. No, será un niño y se llamará Jesús.

SEÑOR. ¿Cómo puede estar tan seguro de ello si los médicos no os han dicho nada?

JOSÉ. Porque un ángel nos lo dijo.

SEÑOR. ¿Un qué?

JOSÉ. Un mensajero de nuestro Dios.

SEÑOR. No me digas que nuestro Dios se dedica a decir a los matrimonios qué van a tener.

JOSÉ. No, sólo se lo ha dicho a mi esposa y a su tía.

SEÑOR. Y, ¿a qué se debe ese honor?

JOSÉ. A que María va a dar a luz al hijo de Dios.

SEÑOR. ¡Ya! Y mi mujer al hijo del presidente de los EEUU. ¿Qué te parece?

JOSÉ. Sabía que no creerías pero no tienes por qué burlarte.

SEÑOR. (Toma a José por el hombro.) Vamos, lo que te pasa a ti es que estás muy nervioso y deliras un poco. Será mejor que te relajes.

ENFERMERA. ¿Marc Robinson?

SEÑOR. Me llaman. Esta enfermera debe de ser nueva porque no me conoce. ¡Sí, soy yo!

ENFERMERA. Puede pasar a ver a los dos preciosos hijos que acaba de dar a luz su mujer.

SEÑOR. ¿Dos niños? Pero si el médico me aseguró que eran niñas.

JOSÉ. Ya ves, Marc, los médicos se equivocan.

SEÑOR. Sí, bueno, adiós José. Ha sido un placer conocerte.

JOSÉ. Igualmente.

SEÑOR. (En voz baja a la enfermera.) Creo que este señor de ahí necesita visitar al psicólogo; dice unas cosas muy raras. (La enfermera y Marc se van.)

DOCTORA. ¿José de... David?

JOSÉ. Sí, soy yo.

DOCTORA. Puede pasar a ver a su esposa y a su hijo. Sinceramente, este niño es precioso, créame, he visto muchos. (José desaparece.)

(Se oye un grito.)

DOCTORA. ¿Qué pasa? (Aparece la enfermera.)

ENFERMERA. Doc-to-to-ra.

DOCTORA. ¿Qué?

ENFERMERA. En la entra-tra-tra...

DOCTORA. ¿Quiere hablar bien?

ENFERMERA. En la entrada hay tres señores muy raros que quieren entrar en la maternidad.

DOCTORA. Les habrá dicho que no se puede entrar si no son familiares.

ENFERMERA. Sí, pero insisten. (Se gira.) ¡Están ahí! (Aparecen los tres reyes magos.)

GASPAR. Mahalaja, mojoloca.

DOCTORA. Pero, ¿qué es esto?

BALTASAR. Majaleja tocaloja.

ENFERMERA. No entiendo nada.

MELCHOR. Mujeres no entender... Callar... Hablar yo. Nos buscar rey aquí.

DOCTORA. ¿Buscar un rey aquí? Ustedes se han equivocado, aquí sólo hay niños.

MELCHOR. Sí, buscar niño rey. Nosotros pasar a buscar niños.

DOCTORA. ¿Son familiares?

MELCHOR. No, nosotros buscar niño.

DOCTORA. Lo siento pero sólo está permitida la entrada a los familiares.

BALTASAR. ¡Cacatoca fei!

MELCHOR. ¡Callar! (A los reyes.) Necesitar ver niño urgente.

ENFERMERA. La doctora ha dicho claramente que no.

MELCHOR. Y estrella brillante decir sí.

DOCTORA. Me importa un bledo quién dice sí pero las órdenes son las órdenes.

ENFERMERA. ¡Ya está! Doctora no se altere, seguro que esto es una broma de la “Cámara Oculta”. Lo único que tenemos que hacer es sonreír y ya dirás que es una broma.

DOCTORA. Pues yo no veo ninguna cámara.

(La enfermera levanta la túnica de Baltasar para ver si debajo de él está la cámara de vídeo.)

BALTASAR. (Enfadado.) ¡Cacatola, mojole cola!

DOCTORA. Me parece que esto no es la “Cámara Oculta”.

MELCHOR. No entiendes nada.

ENFERMERA. Seguro que sí. Quédese con ella que yo me asomaré a la ventana para ver si está la furgoneta de televisión y no se olvide de sonreír. (La enfermera se va. La doctora se siente incómoda pero empieza a sonreír. Al verla sonreír todos sonríen y al final se monta una juerga de risa. Aparece la enfermera corriendo.)

ENFERMERA. ¡Doctora!

DOCTORA. ¡Ja, ja!

ENFERMERA. ¡Doctora! Me parece que esto no es la “Cámara Oculta”. (La doctora se calla de golpe.)

DOCTORA. ¿No había ninguna furgoneta de televisión?

ENFERMERA. No. Lo único que había eran tres...

DOCTORA. Tres, ¿qué?

ENFERMERA. Tres camellos formando un atasco de circulación. (Los reyes aún se ríen.)

DOCTORA. ¡Basta! (Todos enmudecen.) Esto es demasiado. Si no abandonan el hospital llamaré a seguridad.

ENFERMERA. ¡Eso!

MELCHOR. Nosotros ver niño rey.

DOCTORA. Contaré hasta cinco y si no se van llamaré a seguridad. 1, 2...

MELCHOR. (Dirigiéndose a los otros reyes.) Acalecola pa...

ENFERMERA. ¿Qué ha dicho?

(Los tres reyes empujan a la doctora y a la enfermera e intentan pasar.)

DOCTORA. ¡Llama a seguridad!

(La enfermera aprieta el botón rojo. Mientras hay lucha entre los reyes y la doctora.)

GUARDIA. ¡Alto! ¡Quedan arrestados!



ESCENA XIV

SOFÍ. ¡Qué divertido!

SEÑOR DEL TIEMPO. ¿Ah, sí? ¿Quieres mirar de nuevo la Biblia?

SOFÍ. No es posible. ¡Otra vez ha desaparecido el Nuevo Testamento! ¿Por qué?

SEÑOR DEL TIEMPO. Vamos al pasado y lo verás.




ESCENA XV

(María está en casa con su bebé en la cuna. Está cosiendo y hablándole al niño. Llaman a la puerta. María abre.)

VECINA. ¡Corre, María! ¡Saca al niño y huye!

MARÍA 2. ¿Por qué?

VECINA. Los soldados romanos están llegando a Belén.

MARÍA. ¿Para qué?

VECINA. No sé pero todas tenemos miedo y queremos salir (se oyen gritos en la calle).

VECINA y MARÍA. ¿Qué ocurre? ¿Ya están aquí los soldados? (Se oye la voz de una madre).

VOZ. ¡No, no mate a mi hijo, asesino!

(Se oyen más voces de mujeres chillando.)

VECINA. ¡Están matando a niños! ¡Mi hijo! (Se va corriendo.)

(María coge al niño en brazos e intenta salir pero al girarse aparece un soldado.)

MARÍA. ¿Qué va a hacer?

SOLDADO. ¡Deme al niño!

MARÍA. ¿Para qué?

SOLDADO. Démelo.

MARÍA. ¡No! (Forcejean por el niño.)

MARÍA. ¡Socorro! ¡José, ven pronto! (Soldado golpea a María y ésta cae al suelo desmayándose; el niño está en brazos del soldado y éste levanta la espada).



ESCENA XVI

SOFÍ. Pero, ¿por qué ha pasado eso? Siempre entendí que José y María huyeron antes de la matanza de los niños.

SEÑOR DEL TIEMPO. Pero olvidas que fueron los reyes magos los que avisaron a José y María de la rabia de Herodes y luego le despertaron.

SOFÍ. Ah sí, si los reyes no han visto a Jesús no han podido avisar a José y a María.

SEÑOR DEL TIEMPO. ¡Exacto!

SOFÍ. Y entonces Jesús morirá en manos del soldado romano.

SEÑOR DEL TIEMPO. Sí.

SOFÍ. Este juego ha ido demasiado lejos. No me gusta nada. Así que vuelve todo como estaba.

SEÑOR DEL TIEMPO. Es un juego.

SOFÍ. Es un juego.

SEÑOR DEL TIEMPO. No es un juego, Sofí. Si no, mira las noticias. (Aparece una presentadora sentada explicando las noticias.)

PRESENTADORA. Noticias de última hora. En la madrugada de éste día tres presuntos ladrones disfrazados de reyes orientales intentaban pasar a la sala de maternidad del hospital central de New York. Los cargos que por los que fueron acusados son tres:
Uno, el ya mencionado, el segundo por no llevar identificación y el tercero por extorsión del tráfico al aparcar sus camellos en medio de la carretera.

SOFÍ. Eso era el telediario.

SEÑOR. Sí.

SOFÍ. Así que no es un juego.

SEÑOR. No.

SOFÍ. ¿Qué quieres que diga? ¿Qué lo siento? Pues sí, lo siento y tengo mucho miedo. He sido una estúpida. No entendí que si las cosas fueron escritas así es porque debían ser así. He subestimado los designios de Dios. Lo siento (agacha la cabeza. De pronto, aparece otro telediario. La presentadora rebobina la noticia y vuelve a empezar).

PRESENTADORA. Noticias de última hora. Esta mañana de madrugada una mujer dio a luz a un niño en los suburbios de la ciudad al no encontrar cobijo. Unos vagabundos fueron a contemplar al niño diciendo que habían visto una luz en el cielo que les guió hasta él. Pero la llegada inesperada fue la de tres reyes procedentes de Oriente que trajeron unos presentes muy singulares: oro, mirra e incienso.

SEÑOR DEL TIEMPO. Ha sucedido como debía ser en el siglo XXI.

SOFÍ. Sí, pero, ¿cómo ha sido?

SEÑOR DEL TIEMPO. Lo has hecho tú, Sofí.

SOFÍ. ¿Yo? ¿Cómo?

SEÑOR DEL TIEMPO. Reconociendo tu error y pidiendo perdón. No olvides que ese niño que nació dio luego su vida por nosotros en una cruz y lo único que nos pide es arrepentimiento.

SOFÍ. Si, es cierto...

SEÑOR DEL TIEMPO. Has aprendido la lección. Así que debo decirte la verdad.

SOFÍ. ¿Qué verdad?

SEÑOR DEL TIEMPO. Todo esto ha sido una ilusión, un juego.

SOFÍ. Entonces, ¿no ha sucedido en la realidad?

SEÑOR DEL TIEMPO. Claro que no, pero te ha ayudado a comprender que la historia del nacimiento de Jesús nos es un cuento de hadas a pesar de que a veces la gente lo cuenta como si tal cosa.

SOFÍ. Sí. A partir de ahora no subestimaré las historias de la Biblia.

SEÑOR DEL TIEMPO. Te tengo reservado un viaje más como regalo final.

SOFÍ. ¿A dónde?



ESCENA XVII

(Aparece el portal de Belén. Está José, María, Jesús y los pastores. Aparece Sofí, suena la música de navidad.)

JOSÉ. Sofí, acércate.

SOFÍ. ¿Yo?

JOSÉ. Sí, tú.
(Sofí se acerca al portal.)

JOSÉ. Gracias por comprender que era necesario que Jesús naciera en ciertas circunstancias para cumplimiento de la palabra de Dios.

SOFÍ. ¡Qué bien suena eso de gracias! Aunque no lo merezco.

MARÍA. Si quieres, puedes coger al niño. (Sofí coge al niño emocionado.)

SOFÍ. Piensa que este niño llegará a morir en la cruz por nosotros.

MARÍA. Sí, pero también este niño volverá con todos sus ángeles para vivir eternamente en un mundo de paz.



ESCENA XVIII

(Aparece Sofí dormida en el sofá. Su hermana la despierta.)

HERMANA. Sofí, despierta, despierta.

SOFÍ. ¿Eh?

HERMANA. Has tenido un sueño, estabas hablando en voz alta diciendo no sé qué de un portal, un Señor del Tiempo, unos reyes...

SOFÍ. Sí, he tenido un sueño maravilloso (se levanta) ¿Sabes? Tenías razón, la historia del portal de Belén no es un cuento para niños pequeños, ni una metáfora. Es una realidad.

HERMANA. Sí.

SOFÍ. ¿Y sabes por qué?

HERMANA. ¿Por qué?

SOFÍ. Porque si no, el rabino hubiera apedreado a María, los reyes no hubieran podido avisar a José porque habrían sido arrestados, sus camellos hubieran extorsionado el tráfico...

HERMANA. Pero, ¿qué tonterías dices?

SOFÍ. No son tonterías, pero tú no lo comprendes, claro.

HERMANA. Desde luego que no. A propósito, Sofí, ¿dónde tienes el teleprograma de la tele?

SOFÍ. En mi cuarto. ¿Por qué?

HERMANA. Porque hoy dan una película muy bonita de Steven Spielberg.

SOFÍ. ¡Ah, sí! ¿Cuál?

HERMANA. Regreso al Futuro.

SOFÍ. Me es familiar.

El hombre más rico del pueblo

15 Minutos y 6 Personajes. ¿Es el hombre más rico del pueblo el más rico de verdad? Cuando la muerte está cercana, el hombre se da cuenta de que hay otras prioridades mayores que las riquezas.

EL HOMBRE MÁS RICO DEL PUEBLO


INTRODUCCIÓN

Cuando calificamos la prosperidad o el éxito de una persona, lo hacemos en base a un único parámetro de medición: el dinero. Pensamos que una persona es próspera si ha logrado acumular una gran cantidad de bienes materiales. Nos basta ver que alguien tenga una buena casa, un buen carro y una buena tarjeta de crédito para pensar que a esa persona le ha ido muy bien y que lleva una vida de éxito. Nunca nos ponemos a pensar en el costo que tal vez tuvo que pagar para alcanzar ese aparente éxito.
Al contrario, si vemos que alguien no tiene mucho dinero ni posesiones materiales, pensamos que no ha tenido éxito en la vida.
La prosperidad no debe medirse sobre la base de un solo parámetro. Peor todavía si ese parámetro es de carácter físico o material. Ser rico no significa tener abundancia de bienes materiales y ser pobre no significa no tenerlos. Los parámetros que Dios utiliza para medir la riqueza no son materiales sino espirituales. Una vida de paz, una buena familia, un hogar bien establecido, un cuerpo y una mente sanos, la calidez de los amigos, el amor de los padres, etc. son tesoros que muchas veces abandonamos para ir en pos de una simple riqueza material. Nadie dijo ni ha dicho hasta ahora en el lecho de muerte: “hubiese querido dedicarle más tiempo a mi negocio o a mi trabajo”. Al contrario, todos reconocen, aunque sea demasiado tarde, que hubiesen podido dedicarle más tiempo a cosas más importantes.
Bien dijo Jesús hace dos mil años: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”


PERSONAJES

ELADIO. El capataz de la hacienda. Es la mano derecha de Don Alberto, el dueño de la hacienda. Tiene una esposa y una hija. A pesar de tener lo suficiente para vivir, se queja constantemente de su pobreza.

HERMINIA. Es la esposa de Eladio. Es una buena mujer pero se deja influenciar por su esposo. Respeta mucho al Viejo Hans.

HANS. Un anciano al que le falta todo lo material pero que es rico espiritualmente. Es feliz con lo que tiene. Tampoco tiene familia y trabaja en la hacienda de Don Alberto.

ANGELITA. Es la hija de Eladio y Herminia. Ama y respeta al Viejo Hans. Le considera su abuelo.

DOCTOR. Es el médico de Don Alberto.

DON ALBERTO. Un hombre joven dedicado por entero al trabajo. Su único fin es obtener cada día más riqueza. Se siente el hombre más rico del pueblo. Pasa mucho tiempo en la hacienda. Tiene esposa e hijos, pero casi no les dedica tiempo.



ESCENA I

(Escenario: La sala de una casa modesta. Es la casa de Eladio y HHerminia. Se escucha música de cantina. Eladio está tomando licor y el Viejo Hans lo escucha de pie.)

ELADIO. Escúcheme, Hans. El que maneja la hacienda soy yo. Don Alberto podrá ser el dueño, pero aquí el que manda soy yo.

VIEJO HANS. Nadie le está diciendo lo contrario. No se queje.

ELADIO. ¿Cómo que no me queje? Claro que me quejo. He dado mi vida por esta hacienda y el patrón me paga una miseria. Si soy pobre es por su culpa. Ojalá tuviera el dinero que él tiene. No me quejaría de nada. Sería feliz, haría feliz a mi esposa y a mis hijos. Sería generoso con los pobres. Ayudaría a mucha gente.

VIEJO HANS. Eladio, no ponga condiciones a su felicidad. Sea feliz ahora, haga feliz a su esposa ahora. Sea generoso y ayude a los demás ahora. ¿Para qué perder esos tesoros solamente por alcanzar la riqueza?

ELADIO. Usted no me entiende, Hans. Mi familia necesita una buena casa, mis hijos una buena educación. Mi esposa necesita la tranquilidad que solo mi trabajo sin descanso le puede dar.

VIEJO HANS. Su familia necesita un buen hogar aunque sea en una humilde casa. Sus hijos necesitan un padre que les enseñe con el ejemplo. Su esposa solo necesita de usted, aunque sea pobre... Además, no se olvide Eladio, que la falta de dinero no es sinónimo de pobreza, ni la abundancia de bienes es sinónimo de riqueza.

ELADIO. Usted habla así porque no tiene familia.

VIEJO HANS. Pero la tuve. Solo Dios sabe porqué me la quitó.

(Entra Herminia con unas hiervas en las manos.)

HERMINIA. ¡Qué pena con usted, Hans! Sólo tengo este poco. Ojalá le alcance para hacerse una agüita... ¿Por qué no me avisó antes? Le hubiera conseguido unos remedios. A su edad cualquier enfermedad es peligrosa.

VIEJO HANS. No se preocupe doña Herminia, con esto será suficiente. Sólo son achaques propios de la edad. Recuerde que ya estoy viejo y en cualquier momento mi Señor me llamará a su presencia. (Suspirando) ¡En el Señor he puesto mi confianza!
Hasta mañana.

(En ese momento llega Angelita.)

ANGELITA. Don Hans, ¡qué gusto verle!

VIEJO HANS. Hola, hija. (Abraza tiernamente a Angelita. Ella lo abraza con ternura.)

ANGELITA. No me diga que está nuevamente enfermo. Don Hans, si usted se muere todos los jóvenes del pueblo nos vamos a quedar sin abuelo. No se olvide que aquí todos le queremos por muchos años más.

VIEJO HANS. (En forma amena y sonriendo.) Te prometo que me voy a cuidar. Con permiso. Hasta mañana.

ELADIO. (Espera que salga el viejo Hans y empieza a murmurar.) Viejo conformista. No tiene en donde caerse muerto y presume de felicidad. Por gente como ésta nuestro país no avanza. Se conforman con nada.

HERMINIA. No hables así del Viejo Hans. No te olvides que a pesar de su pobreza, él siempre nos ha tendido la mano.

ANGELITA. Papá, tú siempre en contra de Don Hans. El es un alma de Dios. Mejor vayan a descansar temprano porque mientras venía para acá vi que llegó Don Alberto y seguro que mañana van a tener bastante trabajo.

ELADIO y HERMINIA. ¿Llegó el patrón? Solo eso nos faltaba.

HERMINIA. Hijita, ¿el patrón llegó solo o vino con su esposa?

ANGELITA. Parece que llegó solo. Tú sabes que él nunca anda con su mujer.

(Se cierra el telón.)



ESCENA II

(Escenario: Una mesa y una silla humildes. El viejo Hans se dispone a cenar. Está orando y Don Alberto golpea la puerta impacientemente.)

VIEJO HANS. (Con sorpresa.) Don Alberto, buenas noches. ¡Qué sorpresa!

DON ALBERTO. Buenas noches, Hans, ¿qué está haciendo?

VIEJO HANS. ¡Ah! Estaba dando gracias a mi Dios por los alimentos. Ya me iba a acostar. Venga, siéntese, tengo un poco de pan para Usted.

DON ALBERTO No, no se preocupe, ya me voy. Solo vine a pedirle que mañana no salga de la hacienda porque lo voy a necesitar. (Camina de un lado para el otro.)Mañana viene a la hacienda mi esposa. Quiero que usted se encargue de atenderla. (Mira a los alrededores de la habitación con un gesto de desconcierto y desprecio.) ¿Sabe? No entiendo cómo puede dar gracias a Dios por tan poco. Yo en lugar de agradecerle le reclamaría por mi pobreza.

VIEJO HANS. No diga eso, Don Alberto. Realmente Dios me ha dado lo necesario para vivir. Él nunca me ha faltado, Dios me ha dado tanta dicha que a mi edad no podría decir que he vivido en la pobreza.

DON ALBERTO. Pero si usted no tiene nada, nunca ha tenido nada... Y para colmo hasta se le ve que está enfermo.

VIEJO HANS. Mi enfermedad solo me dice que se acerca el día de mi descanso hasta que el Señor vuelva a por mí. Pero cuando Él venga, ya tendrá preparada para mí una casa hermosa en el cielo y allí seré más rico aún.

DON ALBERTO. ¡Más rico aún! Usted es pobre, yo sí puedo decir que soy rico. Tengo muchas tierras, mucho ganado, caballos y servidumbre. (Empieza a salir.) Yo sí puedo decir que soy el hombre más rico del pueblo. Hasta mañana. No se olvide de lo que le dije.

VIEJO HANS. Hasta mañana, Don Alberto. ¡Qué le vaya bien! Disfrute de su estancia en la hacienda. (Mientras regresa a la mesa se queja de un dolor en el pecho y tose.)



ESCENA III

(Escenario: Habitación oscura. Don Alberto está durmiendo. Se necesita una voz que simule que Don Alberto está soñando, la voz tiene que decir: “Hoy a la media noche morirá el hombre más rico de este pueblo”. La frase se repite varias veces con efectos especiales. Don Alberto despierta sobresaltado y gritando. Mira el reloj y llama a sus empleados.)

DON ALBERTO. (Gritando.) Eladio, Herminia. (Varias veces.)

ELADIO y HERMINIA. ¿Nos llamó patrón?

DON ALBERTO. (Sin levantarse de la cama.) Sí, alístenme el mejor caballo que voy a dar un paseo por la hacienda. Necesito despejar un poco la mente. Tú Herminia prepárame un buen desayuno.

ELADIO. Enseguida, patrón.

(Empiezan a salir y Don Alberto los llama nuevamente.)

DON ALBERTO. Esperen, vengan un momento. (Se los queda mirando con recelo y al fin se atreve a preguntar...) ¿Quién creen ustedes que es el hombre más rico de este pueblo?

ELADIO. (Regresa a ver a Herminia.) Usted, patrón. Nadie en el pueblo tiene más tierras y ganado que usted. ¿Por qué, patrón?

DON ALBERTO. Por nada, por nada. ¡Tonterías! Pueden retirarse.

HERMINIA. Patrón, lo veo pálido. ¿No quiere que le prepare una agüita?

DON ALBERTO. Estoy bien, Herminia. No necesito nada. (Se levanta preocupado y comienza a pensar en voz alta.) ¡Tonterías! “Esta noche morirá el hombre más rico de este pueblo”. ¿Cómo puedo morir si estoy joven y fuerte? Además, no estoy enfermo. ¡Qué sueño más absurdo!


VOZ DE FONDO. Esa misma mañana Don Alberto cabalgó largamente por sus tierras. Quería olvidar aquel fatídico sueño. No podía concebir la idea de que alguien como él pudiera morir simplemente porque lo soñó. Recorrió varias veces la hacienda, pero no logró olvidar la fatal sentencia: “Hoy a la media noche morirá el hombre más rico de este pueblo”. Ya en la hacienda, al acercarse la noche extrañamente empezó a sentir molestias al respirar y preocupado mandó a llamar al médico.



ESCENA IV

(Escenario: La misma habitación. Don Alberto se encuentra angustiado. Eladio, Herminia, Angelita y el Médico se encuentran alrededor de la cama. Esta escena está cargada de mucha emotividad. Se debe reflejar la angustia de Don Alberto, la impotencia de Eladio, Herminia y Angelita y la tranquilidad del Médico.)

DON ALBERTO. Doctor, ¿cómo que no tengo nada si apenas puedo respirar?

DOCTOR. Le repito que no tiene nada. Le pido por favor que se calme.

DON ALBERTO. Pero si siento que me voy a morir. Debo tener algo. Haga algo, por favor.

DOCTOR. Cálmese, Don Alberto. Usted está bien. Le he revisado varias veces. ¡No tiene nada!

DON ALBERTO. (Desesperado.) ¡No puede ser! ¡Me estoy muriendo!

DOCTOR. Solo tranquilícese. Ya se tomó los calmantes y pronto estará mejor. Yo tengo que retirarme. Está cerca la media noche y tengo que regresar a la ciudad.

DON ALBERTO. No se vaya, doctor. No me deje, por favor. (El médico empieza a despedirse.)

ELADIO. Doctor, ¿tenemos que hacer algo?

HERMINIA. Doctor, yo lo vi mal desde la mañana. Ahora está peor. ¿Qué hacemos?

DOCTOR. No tienen que hacer nada. Sólo traten de calmarlo. Él está bien. Hasta mañana.

(Sale.)

DON ALBERTO. ¿Qué hora es?

ELADIO. Faltan 5 minutos para las 12, patrón.

DON ALBERTO. Eladio, Herminia, ayer en la noche mientras dormía escuché una voz que decía que hoy a la media noche iba a morir el hombre más rico del pueblo.

ELADIO. Pero eso son sólo sueños. Tranquilícese que no pasará nada.

DON ALBERTO. (Dirigiéndose a Eladio.) La voz era real. Lo peor de todo es que yo soy el hombre más rico del pueblo. Tú mismo me lo dijiste en la mañana.

HERMINIA. Tranquilícese, patrón. Eso solo es cosa de sueños.

DON ALBERTO. (Muy angustiado, agarrándose con las manos el cuello.) Eladio, me estoy muriendo. Llamen al cura del pueblo. Necesito que me hablen de Dios. Necesito pedir perdón. No quiero morirme con esta angustia.

HERMINIA. El cura no está. Viene la próxima semana. El único que en el pueblo le puede hablar de Dios es el viejo Hans.

DON ALBERTO. Tráiganlo. Que venga enseguida. Se me acaba el tiempo.

(Angelita sale corriendo a buscarlo, mientras tanto, Don Alberto habla desesperadamente.)

DON ALBERTO. Me estoy muriendo. Ya no tengo tiempo. Llamen a mi esposa, Quiero pedirle perdón por no haberle dedicado tiempo. Quiero decirle que la amo, no quiero separarme de ella. Maldito dinero que no me sirve para nada. ¿Por qué no viene el viejo Hans? ¿Dónde está? ¿Por qué demora tanto? (Empieza a gritar.) ¡NO ME QUIERO MORIR!

(Las 12 campanadas empiezan a tocar. Don Alberto se da vueltas en la cama gritando y gimiendo.)

¡NO ME QUIERO MORIR!

(Las 12 campanadas terminan y Don Alberto sigue vivo. Eladio empieza a calmarle. Don Alberto respira muy rápidamente pero empieza a hacerlo más calmadamente.)

ELADIO. Don Alberto, cálmese. Usted está bien. Ya pasó la media noche y no ha pasado nada.

DON ALBERTO. (Lloroso pero más calmado.) ¿Dónde está el viejo Hans? ¿Por qué no viene?

(En ese momento entra a la habitación Angelita. Está llorando desconsoladamente.)

ANGELITA. Mamá. ¡No puede ser! ¡No puede ser!

HERMINIA. ¿Qué pasa, hija?

ANGELITA. (Colocándose disimuladamente frente al público y llorando.) El viejo Hans acaba de morir.

(Herminia se queda unos instantes abrazando y consolando a Angelita. Luego, camina unos pasos hacia delante hasta colocarse frente al público.)

HERMINIA. Ahora entiendo. Para Dios, el hombre más rico del pueblo era el viejo Hans.

(Se cierra el telón.)

Buscando una reina

15 Minutos y 11 Personajes. Tributo a la labor de las madres.
BUSCANDO UNA REINA

NARRADOR
PRIMER PAJE
SEGUNDO PAJE
REINA
ARTE
MÚSICA
CORTESÍA
MODESTIA
SABIDURÍA
CANTO
MADRE

NARRADOR. En el trono regio de lejanas tierras hay una reina pensativa y triste. ¿Qué le sucede a su majestad? Siempre ha sido alegre, su bello rostro ha expresado la simpatía hacia sus súbditos. Algo repentino ha cambiado las cosas. Esto lo han notado sus allegados y en más de una ocasión han comentado preocupados... “¿Qué le pasará? Esto es extraño.” ¿Pudiéramos acaso nosotras aliviar en algo su pena? ¿Qué hacer?

PRIMER PAJE. Su majestad perdone si mis palabras no son oportunas pero estamos muy preocupados. Notamos algo que no es normal en usted: su simpatía y su alegre rostro se han transformado en tristes y pensativos. Por favor majestad, queremos ayudarla.

SEGUNDO PAJE. Sí majestad. ¿Qué le sucede? Si lo cree prudente díganos, por favor, confíe en nosotras que si es alguien que quiere hacerle daño nos opondremos y haremos lo que sea necesario para que esto no suceda. ¿No hemos sido siempre leales a su Majestad?

REINA. Me alegra que ustedes se interesen por mí, la verdad es que algo turba mi mente y me preocupa y quizás ustedes puedan ayudarme a solucionar el problema. Lo que me agobia es que no me encuentro en condiciones de continuar en el reino: las grandes preocupaciones han afectado un poco mi salud y necesito descanso… Pero lo que me preocupa y me tiene turbada es quién será capaz de hacerle frente a este reino con suficiente capacidad y experiencia para que pueda dirigirlo como es debido. Lo he pensado mucho y la tarea no es nada fácil, quisiera que ustedes me ayudaran a pensar quien podrá ser.

NARRADOR. Todos quedaron sorprendidos. ¿Una sustitución en el reino? ¿Quién sería capaz de hacer este trabajo? Nuestra reina ha sido excelente pero su salud está quebrantada, ¿dónde nos dirigiremos?

PRIMER PAJE. Majestad quizás una princesa de un reino amigo pueda ocupar su puesto.

REINA. Creo que su pensamiento no es el correcto.

SEGUNDO PAJE. Escuche majestad esto que se me ha ocurrido, tal vez pueda ser la solución.

REINA. Di por favor, estoy ansiosa de encontrar la solución a este problema.

SEGUNDO PAJE. Sería bueno reunir a las más destacadas virtudes que en nuestro reino poseemos. Las traeremos ante usted y de ella elegirá la que va a reemplazarla.

REINA. Creo que tu idea es magnífica. Sin más demora reúnan a todos y tráiganla a mi presencia para ver si podemos conseguir la que nos hace falta.

PRIMERO y SEGUNDO PAJE. Listas, majestad, cumpliremos sus deseos.

NARRADOR. Los pajes se retiran apresurados en busca de una buena representación, harán un esfuerzo por buscar a alguien digno de esa responsabilidad. Con afán se dieron al trabajo arduo y duro de conseguir lo mejor para el reino que tanto amaban.

PRIMER PAJE. Majestad creo que hemos hecho la mejor recopilación de virtudes que existen en el reino. Inmediatamente las traeremos ante usted.

REINA. Magnífico, háganlas pasar.

SEGUNDO PAJE. (Trae el arte.) Creo que aquí está una buena representación que puede ser digna de su reino.

ARTE. Yo soy el arte, virtud maravillosa que nos permite hacer todas las cosas con gusto y expresión, abarca todas las esferas de la actividad, el progreso de la cultura. Soy un genio creador de lo bello. Sin mí el mundo sería un desierto árido, sin vida ni expresión. Puedo ayudar en el progreso de la humanidad.

REINA. Veo en ti una bella cualidad. Siéntate a mi lado.

PRIMER PAJE. He buscado por todos los lugares de su reino y creo que he encontrado la heredera del trono. Le presento a la música.

MÚSICA. Vengo ante usted representado a la música que es la combinación de melodía y armonía. Soy capaz de extasiar y dirigir la mente a cosas elevadas y produzco deleites a quienes me escuchan, conmuevo la sensibilidad ya sea para alegría o tristeza. Entre mis mejores y conocidos intérpretes tenemos a Bach, Handel, Meldelson y muchos más. ¿No piensan que la música es un don elevado y sublime?

REINA. Es cierto que la música es una de las virtudes más bellas y como creo que eres necesaria quédate con nosotras.

SEGUNDO PAJE. Traigo una bella cualidad ante usted

REINA. Dime ¿a quién representas?

CORTESÍA. Soy la cortesía. Demuestro a todos la atención, respeto y afecto; en mí encierro la afabilidad, la gentileza y el trato correcto y sincero que necesitan mis semejantes; soy digna de ser llevada por todos los hombres.

REINA. Eres base y fundamento de nuestro reino, te invitamos a que permanezcas en nuestro medio.

PRIMER PAJE. Creo que he encontrado lo que hacía falta, he traído la modestia.

MODESTIA. Soy la virtud que modera, templa y regla las acciones externas conteniendo al hombre en los límites de su estado. Soy la honestidad y el recato en las acciones o palabras.

REINA: Creo que hasta ahora todos son dignos de mi reino: te concedemos un lugar con nosotras.

SEGUNDO PAJE. He venido desde muy lejos para traerte esta virtud que seguro ha de ser de su agrado: es la Sabiduría.

SABIDURÍA. Soy el conocimiento profundo en artes y letras, represento la sabiduría, la conducta prudente en la vida y en los negocios, ¿quién puede hacer algo correcto sin sabiduría?

REINA. Quédate con nosotros, serás muy importante.

PRIMER PAJE. Hemos tratado de buscar las mejores virtudes y esta es un derivado de la música y creo que le será muy útil: le traigo el Canto.

CANTO. Represento al Canto que es el arte de combinar los sonidos de la voz a los instrumentos. Yo poseo la virtud de traer paz y calma al alma que se encuentra desalentada y elevo el pensamiento hacia lo bello. Hasta los pajarillos nos deleitan con su suave trino.

REINA. Te considero útil; precisamente en estos días he estado muy preocupada y necesito de tu virtud para poder calmar mis angustias.

SEGUNDO PAJE. Iremos en busca de la que falta y estoy segura de que suplirá sus exigencias, y si es así creo que tendremos que reunirnos de nuevo. Nos hemos esforzado por buscar lo mejor.

(Salen las dos. Regresan los pajes mientras se toca una marcha. En ese momento entra la Madre con un niño en brazos y todos se ponen de pié.)

PRIMER PAJE. A usted le presento: La reina del hogar, La madre.

MADRE. Soy la madre, represento el amor más grande que existe en el mundo. El nombre que llevo significa dolores, sacrificios, desvelos, trabajos incansables, paciencia y perseverancia. Mi labor solo termina cuando muero. Llevo sobre mis hombros un gran deber y la más alta responsabilidad que existe.

REINA. Aquí ha concluido mi labor, no creo que otra persona sea capaz de dirigir como aquella que ha pasado por tantas pruebas y sacrificios y ha sabido mantenerse en el noble deber de educar a sus hijos. Tú eres la que mereces el trono. Siéntate aquí, éste es el lugar que te pertenece.

(Se sienta la madre en el trono y la reina le pone su corona.)

REINA. Ahora quiero que ustedes que serán las que ayudarán a triunfar les brinden sus dones desde este momento. ¿No querrás tú virtud del canto dedicar a la nueva reina, la madre, tus interpretaciones?

MUSICA. Para quien todo lo merece, claro que estoy dispuesta. (Canta un canto.)

REINA. Estoy segura de que el arte estará dispuesta a ofrecer su virtud lírica a la Madre.

ARTE. Con mucho gusto. (Recita una poesía.)

MADRE. Muchas gracias a todas por esta demostración de aprecio y por haberme elegido como reina. Pesa sobre mis hombros de madre y de todas las madres el más tierno cuidado por nuestros hijos, guiando sus vidas paso a paso a fin de dirigirlos por el amino correcto para que sean de utilidad y una bendición para los que le rodean. Un día tendremos que presentarnos ante el Rey de Reyes y decirle qué hemos hecho con nuestros hijos. Ojalá podamos responder: “He aquí yo y los hijos que me diste, y que podamos recibir de sus manos el más alto obsequio; la corona incorruptible de gloria”.

Adquiriendo el pasaporte para el Cielo


12 Minutos y 9 Personajes. Haroldo es un joven que tiene que cambiar su carácter para ir al Cielo.

ADQUIRIENDO EL PASAPORTE PARA EL CIELO

PERSONAJES

Madre
Haroldo a los 12 años
Haroldo joven
Luís
Raúl
Brenda
Adis
Enma
Elisa
LECTURA BÍBLICA: 1 Cor. 2: 9

INTRODUCCIÓN. Uno de los centros históricos y recreativos de la RDA lo constituye el parque Sansousí, conocido mundialmente por su belleza natural, exuberante vegetación, pintorescos jardines y refrescantes fuentes. La fauna que habita sus bosques, los castillos y palacios, así como museos donde se exhiben pinturas originales de famosos artistas como Rafael, Miguel Ángel, Murillo, Leonardo D’ Vinci, el Tiziano y otros, son la admiración de todos. Tiene una extensión de 290 hectáreas a través de caminos y carreteras que se entrecruzan de un lado a otro por entre verdes bosques de gigantes abedules donde se llega a majestuosos castillos y palacios construidos por los reyes prusianos en estilo rococó, barroco, clásico. Cuando el visitante se traslada a cualquiera de estos lugares, van apareciendo a su paso numerosas estatuas, fuentes de empinados chorros, jardines florecidos, canales de apacibles aguas por cuyas corrientes nadan patos y peces de muchos colores que pueden ser observados desde pequeños puentes de madera hechos por artesanos… Podíamos seguir hablando de Sansousi, pero no hemos venido esta noche a hablar de este paraíso terrenal, como muchos lo llaman, sino a resaltar la importancia de adquirir el pasaporte para el paraíso Celestial.



ESCENMA I

(Entra Haroldo (niño) con guantes, pelota y bate, viene de la calle. Al llegar a la casa los deja regados en la sala, tira también la gorra.)

MADRE. Haroldo, ¿cuántas veces tendré que repetirte que seas ordenado? ¿Es que no te das cuenta? Estás creciendo, pronto serás un hombre. ¿Te imaginas que siguieras así? Siempre serías un desordenado… Recuerda que el orden es la primera ley del cielo, recoge esas cosas y ponlas en su lugar.

HAROLDO. (Malhumorado.) Ya, ya, está bueno de sermones, siempre tiene que salir el cielo, por lo que veo será un suplicio vivir en el cielo. (Habla mientras empuja con los pies lo que tiene que guardar.)

MADRE. ¡Niño! ¿Qué dices? Hijo, por favor, no hables así, eso es pecado.

HAROLDO. Sí, ya sé, es pecado, ¿no sé como podemos respirar…? Como todo es pecado…

MADRE. Pero Haroldo, ¿por qué piensas así? No sabes cuánto me haces sufrir cuando hablas de esa forma. Anda, lávate y busca el libro con el que estás haciendo el curso de lectura y ponte a leer, te hará mucho bien.

(El niño sale.)

MADRE. (Alzando las manos al cielo.) Señor, ayúdame a educar a Haroldo, dame sabiduría, paciencia y fe.

(Sale.)

HAROLDO. (Llega y se sienta en una silla frente a una mesita y abre un libro que trae.) Yo no me explico por qué habrá que leer y leer… si me pongo a pensar un poco no leo nada, pero, ¿quién oye a mamá después? Me voy a acostar en la cama, leeré más cómodo.

NARRADOR. Con ese defectuoso carácter Haroldo llega a convertirse en un joven, comparte con sus amigos, los jóvenes de la iglesia; estos tratan de ayudarle pero es en vano el esfuerzo.



ESCENMA II

(Haroldo y Luís, un joven de la iglesia, entran por ambos lados y se saludan.)

LUÍS.¡Hola Haroldo qué bueno que te encuentro!

HAROLDO. ¡Hola! ¿Y se puede saber por qué es bueno encontrarme?

LUÍS. Hombre, pues para preguntarte, ¿por qué no estuviste hoy en las clases de trompeta? ¿Sabes lo que nos decía el profesor? Pues que en el cielo no nos esforzaremos para aprender y dominar los tiempos, aires, y compases, pues tocaremos sin necesidad de aprender solfeos y teorías.

HAROLDO. Bah, yo no fui porque desarmé la «bici» para engrasarla y ajustarla, pero, dime una cosa, ¿tú crees eso de que en el cielo no tendremos necesidad de repasar el aburrido solfeo?

LUÍS. ¿Cómo? Haroldo, no te pongas con esas dudas ahora, yo creía que ya habías cambiado, ¿recuerdas que las muchachitas dicen que eres el señor problema, porque todo lo vez difícil?

HAROLDO. Como sea, no me impresiona eso, y me voy que quiero ver un partido de voleibol.

NARRADOR. Haroldo no fue a las clases de música ese domingo por la mañana, después fue a ver deportes, pero, nada de lo que hacía, veía y oía le proporcionaba complacencia alguna. Un día podemos verlo en un paseo al aire libre en compañía de los muchachos de la iglesia.



ESCENMA III

BRENDA. Es maravilloso el aire puro y sano de la naturaleza.

ADIS. ¡Ah, sí! Eso es así… Yo lo que no comprendo es, ¿cómo puede haber personas que no se complazcan con paseos como este?

HAROLDO. Adis, ¿lo dices por mí, verdad? Mira a mí sí me gusta la naturaleza y me complace el paseo, lo que pasa es que...

ENMA. Es ¿qué, Haroldo?

HAROLDO. Es que, yo dudo que podamos vivir en un país donde no haya dolor, en un mundo perfecto… No, no puedo creer eso.

RAÚL. Pues yo sí lo creo, lo que tú no estás es fundamentándote en esta tierra para vivir en ese mundo; nuestro carácter debe perfeccionarse en esta vida para que cuando vivamos allá no notemos diferencia alguna.

HAROLDO. No te entiendo Raúl.

LUÍS. Déjame a mi Raúl, yo le explicaré. Fíjate, Haroldo, la inspiración dice que lo único que llevaremos al cielo es el carácter, es por eso lo que te explicamos, que debes vivir aquí en armonía con las cosas celestiales.

ELISA. Sí, Haroldo, en Apoc 3:14-20 dice que debemos ser fríos o calientes por lo que debemos comprar oro refinado en fuego, vestiduras blancas para que no se descubra la vergüenza de nuestra desnudez y colirio para ver, porque si somos tibios nos escupirá de su boca.

ENMA. La vestidura blanca es nuestro carácter, es lo que pudiéramos llamar «nuestro pasaporte para el cielo, nadie que no posea ese carácter representado por las vestiduras blancas, entrará al cielo.

BRENDA. Le sucederá como al hombre de la parábola que refirió Jesús: será echado fuera, allí será el lloro y el crujir de dientes.

HAROLDO. Yo sé que Uds. tienen razón, pero ¿es que debo mirar más allá de lo terreno, como Uds., para creer que podemos vivir en un lugar donde no haya que lamentar nada, sin dolores ni contratiempos?

ADIS. Recuerda que, cosa que ojo no vio, son las que Dios tiene preparadas para aquellos que le aman.

HAROLDO. Y eso, eso es lo que pasa, que yo tengo que ver para creer.

ELISA. Creo que te está sucediendo algo terrible, Haroldo, aquí traigo el libro que estoy leyendo en mi curso de lectura (saca el libro de un bolso y lee) “Amados hermanos y hermanas: ¿Creemos con todo nuestro corazón que Cristo va a venir pronto y que tenemos ahora el último mensaje de misericordia que haya de ser dado a un mundo culpable? ¿Es nuestro ejemplo lo que debiera ser? Por nuestra vida y santa conversación, ¿revelamos a los que nos rodean que estamos esperando la gloriosa aparición de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, quien cambiará estos viles cuerpos y los transformará a semejanza de su glorioso cuerpo? Temo que no creamos ni comprendamos estas cosas como debiéramos. Los que creen las verdades importantes que profesamos, deben obrar de acuerdo con su fe. Hay demasiado búsqueda de las diversiones y de las cosas que llaman la atención en este mundo; los pensamientos se espacian demasiado en la vestimenta, y la lengua se dedica demasiado a menudo a conversaciones livianas y triviales, que desmienten lo que profesamos, pues nuestra conversación no está en los cielos, de donde esperamos al Salvador.» Y en la pág. 107 dice: «Mientras últimamente he estado mirando en derredor para encontrar a los humildes discípulos del manso y humilde Jesús, he sentido mucha preocupación; Muchos de los que profesan esperar la pronta venida de Cristo se están conformando con este mundo, y buscan más fervorosamente los aplausos en derredor suyo que la aprobación de Dios. Son fríos y formalistas, como las iglesias nominales de las cuales se separaron hace poco. Las palabras dirigidas a la iglesia de Laodicea describen perfectamente su condición actual (Véase Apoc. 3:14-20). No son ni fríos ni calientes, sino tibios. Y a menos que escuchen el consejo del «Testigo fiel y verdadero», se arrepientan celosamente y obtengan oro refinado en fuego», vestiduras blancas», y «colirio», los escupirá pronto de su boca.»
¿Comprendes ahora, Haroldo?

ADIS. Préstame el libro que quiero leer algo maravilloso.

RAÚL. Vamos, ánimo, usa el pasaporte para el cielo, eres sincero, y sabemos que quieres ser salvo… es posible.

HAROLDO. Ahora, déjenme solo, quiero pensar, coordinar mis ideas, sigan, yo me reúno con Uds. luego.

(Para este momento habrá en un lado una banqueta baja con una lona o alfombra, simulando un tronco. Haroldo se acomoda en ella, con la cara de preocupación, luego deja caer la cabeza entre las manos y se queda dormido.)

NARRADOR. Los demás muchachos siguieron explorando y admirando la belleza del paisaje, Haroldo quedó allí muy preocupado, sin embargo no demoró en quedar profundamente dormido, más, ¡oh qué sueño!, ¡qué visión tan clara de lo que él necesitaba entender!

(Música instrumental suave.)

ESCENA IV

(Se encienden los focos y entran los muchachos con guirnaldas, flores, frutas, hojas, etc.)

LUÍS. ¡Qué felicidad se respira en el cielo!

ENMA. Sí, Luís, es maravilloso, no me canso de hacer guirnaldas y decoraciones y ni una sola flor se ha marchitado, es sorprendente.

ADIS. Además, ¿se fijan?, las plantas son irrigadas por algo así como un vapor fresco, aquí no hay lodo, además uno camina como entre esponjas, no hay nada que lastime, ni cause dolor.

RAÚL. Además Adis, desde que estamos aquí nunca es oscuro, de día y de noche la luz es radiante.

BENDA. Y cuántos viajes por el espacio hemos dado, sin aparatos ni de oxígeno, ¡cuántas cosas maravillosas hemos visto! Hay infinidad de mundos habitados en las distintas galaxias del universo.

ELISA. Una de las cosas que más me gusta son las frutas, es cierto que no podíamos imaginar todo esto, ¿se han fijado como podemos comerlas sin dejar desperdicios? Todas sus partes son comestibles y exquisitas, además todos los árboles llevan frutos ricos y hermosos.

LUÍS. Además los guisantes y judías no hay que procesarlos para comerlos, no hay malas
hierbas, ni espinos, todo es útil y perfecto.

ENMA: ¿Vieron qué lindos son los cachorros de la mamá leopardo? Los osos blancos no viven en el hielo… lo suave y limpio que tiene el pelaje, aquí el clima es fresco, acogedor y exquisito.

RAÚL. Mi ángel dice que puede contarme las veces que me libró de peligros y ¡qué hermosas son las historias de los profetas y apóstoles! Es verdad que son cosas que ojo no
vio, ni oído oyó, eran las que nuestro Padre celestial tenía preparadas para nosotros: ¿Se acuerdan cómo se lo repetíamos a Haroldo?

LUÍS. Verdad, ¡Haroldo! ¿Dónde está Haroldo?

BRENDA. ¡Ay, sí! ¿Dónde está Haroldo?

ENMA. Yo creo que no vino...

ADIS: No vino, yo no lo he visto aquí desde que llegamos.

ELISA. Busquémoslo, pero mucho me temo que no pudiera estar pues su carácter no era
acorde con el cielo.

(Salen apresurados.)

HAROLDO. (Con los ojos aún cerrados.) Yo sí estoy, sí, yo sí tengo que estar... (Abre los ojos y cesa la música que había comenzado en la escena del cielo, se apagan los focos y se pone en pie.) ¡Oh, ha sido un sueño, gracias a Dios, un sueño, pero qué sueño! En él he podido ver claramente lo que necesitaba para disipar todas mis dudas; estoy arrepentido sinceramente de mi actitud ante las promesas de Dios. Este sueño es lo que puede subir al pensamiento del hombre y es maravilloso, pues ¿cómo será lo que tiene preparado para aquellos que le amen? Y... yo lo amo, amén. Buscaré a los muchachos, les diré el sueño y lo que me ha ayudado, sí, yo quiero entrar en el paraíso del cielo.

(Sale apresurado.)

Bajo las estrellas


12 Minutos y 8 Personajes + Extras. La estrella de Belén en tiempos de Jesús y tiempos modernos.

BAJO LAS ESTRELLAS

PERSONAJES

BETTY
SAMUEL
SABIO 1
SABIO 2
SABIO 3
HERODES
ELISABET
JOSÉ

PRIMER ACTO - EN LA CIUDAD DE DAVID

PRIMERA ESCENA

(El cuarto del trono en el palacio de Herodes. Él está sentado en el trono rodeado de sus asistentes. A un lado del cuarto están Elizabet y Samuel cuchicheando.)

ELIZABET. ¿Por qué hay tanto alboroto, Samuel? Dime pronto, antes de que me envíen a otro trabajo.

SAMUEL. No creo que te envíen a otro trabajo pronto, Elisabet. La corte está muy interesada en ver lo que está pasando aquí. ¿Te acuerdas de esa estrella tan brillante que vimos anoche?

ELISABET. ¡Oh, sí, Samuel! Todo el mundo se pregunta su significado. ¿Ya saben lo que significa?

SAMUEL. Sí, uno hombres sabios han llegado hablando sobre eso. Parecen reyes extranjeros. ¡Aquí llegan!

(Los hombres sabios entran al cuarto y caminan hacia el trono de Herodes.)

HERODES. Bienvenidos a Jerusalén. Hemos estado preocupados por la presencia de la estrella brillante. ¿Nos podrían decir su significado?

SABIO 1. La estrella nos ha guiado desde nuestros lugares en el este. ¿Dónde está el que es nacido rey de los judíos? Es su estrella la que hemos visto y hemos venido a adorarle.

HERODES. Hemos llamado a los sacerdotes y escribas y se han reunido. Ellos dicen que este llamado rey debe nacer en Belén. ¿Qué nos dijiste, Sadoc?

SADOC. (Dando un paso al frente.) Así está escrito por el profeta: “Saldrá estrella de Jacob y levantarase cetro de Israel...”

HERODES. ¡Ah! Yo ya reino sobre Israel. ¿Quién es este que ha nacido? ¿A qué hora dicen que vieron la estrella?

SABIO 2. Hace muchos meses apareció la estrella y nosotros la vimos. Hemos estado siguiéndola por mucho tiempo. Iremos a Belén.

HERODES. Vayan, y busquen diligentemente al niño. Cuando lo encuentren, envíenme un mensaje. Yo también iré a adorarle.

(Los hombres sabios hacen una reverencia y dejan el lugar.)

ELISABET. ¿Crees ya que es el tiempo que el prometido haya llegado?

SAMUEL. Si es así, Herodes tratará de deshacerse de él. Eso de ir a adorarle es una mentira. Herodes nunca haría tal cosa.

ELISABET. Herodes ha estado preocupado estos últimos días desde que apareció la estrella. Se puede notar. Y si es otro rey, no lo soportará. A él no le importa el derramamiento de sangre.

SAMUEL. Eso es cierto. Cualquiera que se atraviesa en su camino… (hace un ademán con la mano como de cortar el cuello). Elísabet, estaré ausente por uno o dos días.

ELISABET. ¡Samuel! ¿A dónde vas? ¿Tienes permiso?

SAMUEL. No, ni se darán cuenta en todo este tumulto. Voy a seguir a esos hombres sabios. Tengo que apurarme. (Habla rápido.) Es probable que ellos hayan salido ya. Tú vigila lo que sucede aquí, Elísabet. Te traeré el resto de las noticias. (Sale corriendo de la escena.)



SEGUNDA ESCENA

(Un cuarto de piedra en Belén. María cargando al bebé está sentada en una silla cerca del establo. José está sentado en una tabla, lee en voz alta del libro Isaías.)

JOSÉ. María, estas son las palabras del profeta Isaías: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado; y el principado sobre su hombro; y llamarase su nombre Admirable,
Consejero, Dios fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz”.

(Se escucha un golpe en la puerta. José se levanta y abre. Se hace para atrás al entrar los hombres sabios y arrodillarse delante del bebé. Samuel aparece en la puerta. Se queda allí observando silenciosamente mientras los hombres sabios ofrecen sus regalos uno por uno al niño. Ellos hacen una reverencia y después salen del lugar. Samuel desaparece de la puerta antes de que ellos salgan.)



TERCERA ESCENA

(El cuarto del trono en el palacio de Herodes. Elísabet y Samuel a un lado Tres días después.)


ELISABET. ¡Samuel, estás de regreso! No había ningún niño, ¿verdad?

SAMUEL. ¿Por qué dudas, Elísabet?

ELISABET. Los hombres sabios nunca regresaron. Ellos no encontraron a ese nuevo rey.

SAMUEL. Sí, sí lo encontraron, Elísabet. La estrella los guió directamente a la ciudad de
David. Ellos encontraron al niño en Belén. Yo los seguí hasta allí. Me paré en la puerta y vi cómo se inclinaban ante el niño. Tenían regalos costosos: oro, mirra e incienso. Ellos se arrodillaron y adoraron.

ELISABET. ¿Tú crees que el es el nuevo rey?

SAMUEL. Sin duda alguna. Yo seguí la estrella al igual que los hombres sabios. Los guió directamente hasta su puerta.

ELISABET. Pero los hombres sabios nunca regresaron.

SAMUEL. Eso es, Elísabet. Algo sucedió que los hizo cambiar. Quizás ellos supieran que él no quería localizar el niño para adorarle. Yo los vi salir de Belén por otro camino. Ellos conocen la importancia del niño, no lo van a entregar a Herodes.

ELISABET. Espero que no. Pero Herodes se ha ido enojando cada día más. Mírale cómo
está ahora.

HERODES. ¡Esos tontos! Se han burlado de mí. Quizás no haya ningún niño. Pero, ¿y si lo hay…? Yo lo encontraré. Nadie me quitará el trono. Hombres sabios… Una estrella… Un nuevo rey… ¡Bah! ¡Qué mentira! ¡Guardias! Ordenen al ejército que mate a todos los niños de dos años para abajo. Limpien a Belén y sus alrededores. No dejen uno vivo. Eso dará con él también. ¡Así lo mataré a él!

(Los guardias salen del salón.)

ELISABET. (Con mirada de terror.) ¡Samuel! Eso es lo más horrible que he escuchado. Fue horrible cuando mató a su esposa e hijos… Pero bebés pequeñitos, inocentes... Y al nuevo rey también. ¡Oh, qué terrible!

SAMUEL. Si este bebé es el rey, y yo estoy seguro de que sí lo es, Dios lo cuidará. Él es el don de Dios para nosotros, Elísabet. Esa estrella era una señal del maravilloso regalo. Él ha llegado y todo el ejército de Herodes no lo podrá destruir.

ELISABET. Si todo lo que dices fuera cierto…

SAMUEL. Estoy seguro de que es cierto, Elísabet. Yo lo vi ahí, bajo la estrella en la ciudad de David.




SEGUNDO ACTO - EN LA CAPITAL

PRIMERA ESCENA

(Bajo un árbol de navidad en el centro de la ciudad. Betty y Samuel están debajo del gran árbol. Las personas van de un lugar a otro comprando regalos de navidad. Todos andan apurados. Al atardecer, en vísperas de navidad.)

BETTY. La capital es un lugar raro, Samuel. ¿Qué significan tantas carreras?

SAMUEL. El tío Manuel dice que siempre es así antes de la noche de navidad. Es el momento de dar regalos y de los árboles de navidad. Mira ese árbol tan grande, ¿no es hermoso?

BETTY. (Con lágrimas en los ojos.) Es hermoso pero no parece navidad. En casa en el campo, todo es tan pacífico y colmado para navidad... Los servicios en la iglesia, el coro… ¿Dónde está todo eso? El regalo más grande es olvidado.

SAMUEL. No es realmente olvidado, Betty. (Mira hacia arriba y ve la estrella) ¡Mira esa estrella! (La señala.)

BETTY. La he estado observando, Samuel. Es lo único que me recuerda la navidad. La he estado mirando todo el tiempo, en vez de ese colorido árbol.

SAMUEL. ¿Dónde crees que está? Debe estar en un edificio. Me pregunto quién la pondría allí. Vamos a ver si la encontramos, Betty.

BETTY. Sí, vamos. El tío Manuel quería que viéramos la ciudad en navidad. No quiero regresar y decirle que solo hemos estado un poco nostálgicos. Especialmente cuando él se ha portado tan bien y nos ha traído a vivir con él, ahora que papá y mamá se han ido.

SAMUEL. No será muy difícil encontrarla. Se ve allá adelante.

(Caminan hacia la estrella y salen de la escena.)



SEGUNDA ESCENA

(Interior de una iglesia. Si es posible, haga de la audiencia parte de la escena. La escena comienza, Betty y Samuel entran a la iglesia. 20 minutos después. El coro canta suavemente «Noche de Paz».)

BETTY. (Susurrando.) Es una iglesia, Samuel. La estrella nos guió hasta aquí.

SAMUEL. Sí, la estrella la tienen sujeta con un poste, bien alta.

BETTY. Entremos, Samuel.

SAMUEL. ¿No quieres ver más las decoraciones de navidad?

BETTY. Mejor quisiera quedarme aquí por un rato. El servicio está por comenzar. Escucha, están cantando «Noche de Paz».

(Caminan hasta el frente y se sientan.)

MINISTRO. (En el pulpito.) Nuestro texto de hoy es Mateo 2:1,2. (Lo lee todo y se sienta a un lado del púlpito).

(El coro canta: «Vamos reyes tres a Belén». Los reyes se inclinan y entregan sus regalos y dejan el lugar cuando se termina el canto.)



TERCERA ESCENA

(Vuelta a la escena primera. Al lado del árbol de Navidad. La estrella sigue brillando en la oscuridad. Unos minutos más tarde.)

BETTY. Todo parece ser diferente ahora, Samuel. Me siento mejor.

SAMUEL. Yo también, Betty. Ahora sé que ellos también recuerdan al niño Jesús y el significado de la estrella de navidad.

BETTY. ¡No es maravilloso que aun hoy en día la estrella guíe a las personas a adorarle!

SAMUEL. Tal como lo dice san Mateo: «Cuando vieron la estrella se regocijaron...»

BETTY. Casi lloraba cuando alguien me decía «Feliz Navidad». No puedo entender como se puede ser feliz en medio de este apuro. Pero ahora sí me siento feliz, Samuel.

SAMUEL. Sí, Betty, cuando recordamos el verdadero significado de la Navidad, sentimos mucha felicidad.

Dramas de 31 - 40 Minutos


CARLITOS, EL ÁNGEL HERALDO 35 Minutos y 5 Personajes + Coro. Un joven y travieso angelito, está a punto de presenciar el nacimiento de Dios Hijo, algo que él aún no comprende. Sin embargo, tiene una tarea muy especial que cumplir en este acontecimiento.

EL PRIMER REGALO 35 Minutos y 5 Personajes + Coro y extras. Este drama presenta a grandes rasgos la vida de Jozabad, mesonero judío. Caracteriza al protagonista la dureza de corazón, su inconformidad con la vida, su amor excesivo por el dinero y sus dudas respecto de Dios. Su esposa, Ruth, es una mujer sensible y temerosa de Dios. Ella lucha con Jozabad debido a su ceguera espiritual que lo lleva a dudar, inclusive de que Jesús es el enviado de Dios. Jozabad posee un mesón pequeño y humilde, igual que su casa y sin darse cuenta de lo que sucede, tiene el privilegio de hospedar a José y a María en el establo de su casa. Su esposa le pide a Dios que le abra los ojos a su esposo. Treinta y tres años después, Jozabad llega por casualidad a Jerusalén el propio día en que Jesús es crucificado. El no da mayor importancia a lo que sucede, pero se hospeda en un cuarto que está en el mismo piso del aposento alto. Cuando los apóstoles llegan, Jozabad tiene la oportunidad de dialogar con Mateo, quien lo pone al tanto de lo que acontece. Una vez que Mateo le va relatando, Jozabad comprende que ese Jesús que ha sido crucificado es el mismo que nació en su humilde establo. Luego, a solas, tiene un encuentro con Dios.

ENTRE BASTIDORES 40 Minutos y 18 Personajes. Un grupo de actores espera entre bastidores para representar una obra de Navidad. Mientras entran y salen a un escenario imaginario, se van dando unos diálogos entre los diferentes personajes sobre problemas personales, de amor, religiosos, etc. 

ENTRE BASTIDORES 35 Minutos y 24 Personajes. Esta obra se desarrolla entre bastidores, el día del ensayo general del programa de Navidad. Todos los personajes están vestidos con los trajes que van a llevar en la representación. La directora está corriendo de aquí para allá intentando poner a la gente en su sitio para el ensayo. Resulta que algunos de los niños no comprenden la historia de Navidad que están representando…

LA NOCHEBUENA 35 Minutos y 16 Personajes + Extras. En un bar se reúnen varios personajes en la Nochebuena. Cada uno tiene una vida con problemas a los que no encuentran solución. Un atraco y el testimonio de uno de los camareros hará que encuentren sentido a esa noche y a sus vidas. Esta obra transmite el mensaje de esperanza para los enfermos, pobres, delincuentes y desanimados.

NAVIDAD EN EL DESIERTO 40 Minutos y 2 personajes + Extras. Se trata de una obra de Navidad en la que algunas partes narradas se realizan con luz negra. Un beduino recibe la visita de un amigo y le explica cuál es el motivo de vivir en el desierto: poder ver la estrella que anuncia el nacimiento del Mesías.

NO TAN LEJOS 40 Minutos y 9 Personajes + Coro. Una obra de Navidad con coro. Víctor y Blanca es una pareja joven que ha sido criada en la iglesia pero que cree que han pasado página respecto al aspecto religioso de sus vidas. Dios utiliza un viaje de regreso a casa por Navidad, la fe de una madre vagabunda, y una crisis personal para llamar su atención y volverlos hacia Él. Ellos se dan cuenta de que no están tan lejos de Dios como pensaban. El coro es también un personaje de la historia y un alivio dramático.