Adquiriendo el pasaporte para el Cielo


12 Minutos y 9 Personajes. Haroldo es un joven que tiene que cambiar su carácter para ir al Cielo.

ADQUIRIENDO EL PASAPORTE PARA EL CIELO

PERSONAJES

Madre
Haroldo a los 12 años
Haroldo joven
Luís
Raúl
Brenda
Adis
Enma
Elisa
LECTURA BÍBLICA: 1 Cor. 2: 9

INTRODUCCIÓN. Uno de los centros históricos y recreativos de la RDA lo constituye el parque Sansousí, conocido mundialmente por su belleza natural, exuberante vegetación, pintorescos jardines y refrescantes fuentes. La fauna que habita sus bosques, los castillos y palacios, así como museos donde se exhiben pinturas originales de famosos artistas como Rafael, Miguel Ángel, Murillo, Leonardo D’ Vinci, el Tiziano y otros, son la admiración de todos. Tiene una extensión de 290 hectáreas a través de caminos y carreteras que se entrecruzan de un lado a otro por entre verdes bosques de gigantes abedules donde se llega a majestuosos castillos y palacios construidos por los reyes prusianos en estilo rococó, barroco, clásico. Cuando el visitante se traslada a cualquiera de estos lugares, van apareciendo a su paso numerosas estatuas, fuentes de empinados chorros, jardines florecidos, canales de apacibles aguas por cuyas corrientes nadan patos y peces de muchos colores que pueden ser observados desde pequeños puentes de madera hechos por artesanos… Podíamos seguir hablando de Sansousi, pero no hemos venido esta noche a hablar de este paraíso terrenal, como muchos lo llaman, sino a resaltar la importancia de adquirir el pasaporte para el paraíso Celestial.



ESCENMA I

(Entra Haroldo (niño) con guantes, pelota y bate, viene de la calle. Al llegar a la casa los deja regados en la sala, tira también la gorra.)

MADRE. Haroldo, ¿cuántas veces tendré que repetirte que seas ordenado? ¿Es que no te das cuenta? Estás creciendo, pronto serás un hombre. ¿Te imaginas que siguieras así? Siempre serías un desordenado… Recuerda que el orden es la primera ley del cielo, recoge esas cosas y ponlas en su lugar.

HAROLDO. (Malhumorado.) Ya, ya, está bueno de sermones, siempre tiene que salir el cielo, por lo que veo será un suplicio vivir en el cielo. (Habla mientras empuja con los pies lo que tiene que guardar.)

MADRE. ¡Niño! ¿Qué dices? Hijo, por favor, no hables así, eso es pecado.

HAROLDO. Sí, ya sé, es pecado, ¿no sé como podemos respirar…? Como todo es pecado…

MADRE. Pero Haroldo, ¿por qué piensas así? No sabes cuánto me haces sufrir cuando hablas de esa forma. Anda, lávate y busca el libro con el que estás haciendo el curso de lectura y ponte a leer, te hará mucho bien.

(El niño sale.)

MADRE. (Alzando las manos al cielo.) Señor, ayúdame a educar a Haroldo, dame sabiduría, paciencia y fe.

(Sale.)

HAROLDO. (Llega y se sienta en una silla frente a una mesita y abre un libro que trae.) Yo no me explico por qué habrá que leer y leer… si me pongo a pensar un poco no leo nada, pero, ¿quién oye a mamá después? Me voy a acostar en la cama, leeré más cómodo.

NARRADOR. Con ese defectuoso carácter Haroldo llega a convertirse en un joven, comparte con sus amigos, los jóvenes de la iglesia; estos tratan de ayudarle pero es en vano el esfuerzo.



ESCENMA II

(Haroldo y Luís, un joven de la iglesia, entran por ambos lados y se saludan.)

LUÍS.¡Hola Haroldo qué bueno que te encuentro!

HAROLDO. ¡Hola! ¿Y se puede saber por qué es bueno encontrarme?

LUÍS. Hombre, pues para preguntarte, ¿por qué no estuviste hoy en las clases de trompeta? ¿Sabes lo que nos decía el profesor? Pues que en el cielo no nos esforzaremos para aprender y dominar los tiempos, aires, y compases, pues tocaremos sin necesidad de aprender solfeos y teorías.

HAROLDO. Bah, yo no fui porque desarmé la «bici» para engrasarla y ajustarla, pero, dime una cosa, ¿tú crees eso de que en el cielo no tendremos necesidad de repasar el aburrido solfeo?

LUÍS. ¿Cómo? Haroldo, no te pongas con esas dudas ahora, yo creía que ya habías cambiado, ¿recuerdas que las muchachitas dicen que eres el señor problema, porque todo lo vez difícil?

HAROLDO. Como sea, no me impresiona eso, y me voy que quiero ver un partido de voleibol.

NARRADOR. Haroldo no fue a las clases de música ese domingo por la mañana, después fue a ver deportes, pero, nada de lo que hacía, veía y oía le proporcionaba complacencia alguna. Un día podemos verlo en un paseo al aire libre en compañía de los muchachos de la iglesia.



ESCENMA III

BRENDA. Es maravilloso el aire puro y sano de la naturaleza.

ADIS. ¡Ah, sí! Eso es así… Yo lo que no comprendo es, ¿cómo puede haber personas que no se complazcan con paseos como este?

HAROLDO. Adis, ¿lo dices por mí, verdad? Mira a mí sí me gusta la naturaleza y me complace el paseo, lo que pasa es que...

ENMA. Es ¿qué, Haroldo?

HAROLDO. Es que, yo dudo que podamos vivir en un país donde no haya dolor, en un mundo perfecto… No, no puedo creer eso.

RAÚL. Pues yo sí lo creo, lo que tú no estás es fundamentándote en esta tierra para vivir en ese mundo; nuestro carácter debe perfeccionarse en esta vida para que cuando vivamos allá no notemos diferencia alguna.

HAROLDO. No te entiendo Raúl.

LUÍS. Déjame a mi Raúl, yo le explicaré. Fíjate, Haroldo, la inspiración dice que lo único que llevaremos al cielo es el carácter, es por eso lo que te explicamos, que debes vivir aquí en armonía con las cosas celestiales.

ELISA. Sí, Haroldo, en Apoc 3:14-20 dice que debemos ser fríos o calientes por lo que debemos comprar oro refinado en fuego, vestiduras blancas para que no se descubra la vergüenza de nuestra desnudez y colirio para ver, porque si somos tibios nos escupirá de su boca.

ENMA. La vestidura blanca es nuestro carácter, es lo que pudiéramos llamar «nuestro pasaporte para el cielo, nadie que no posea ese carácter representado por las vestiduras blancas, entrará al cielo.

BRENDA. Le sucederá como al hombre de la parábola que refirió Jesús: será echado fuera, allí será el lloro y el crujir de dientes.

HAROLDO. Yo sé que Uds. tienen razón, pero ¿es que debo mirar más allá de lo terreno, como Uds., para creer que podemos vivir en un lugar donde no haya que lamentar nada, sin dolores ni contratiempos?

ADIS. Recuerda que, cosa que ojo no vio, son las que Dios tiene preparadas para aquellos que le aman.

HAROLDO. Y eso, eso es lo que pasa, que yo tengo que ver para creer.

ELISA. Creo que te está sucediendo algo terrible, Haroldo, aquí traigo el libro que estoy leyendo en mi curso de lectura (saca el libro de un bolso y lee) “Amados hermanos y hermanas: ¿Creemos con todo nuestro corazón que Cristo va a venir pronto y que tenemos ahora el último mensaje de misericordia que haya de ser dado a un mundo culpable? ¿Es nuestro ejemplo lo que debiera ser? Por nuestra vida y santa conversación, ¿revelamos a los que nos rodean que estamos esperando la gloriosa aparición de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, quien cambiará estos viles cuerpos y los transformará a semejanza de su glorioso cuerpo? Temo que no creamos ni comprendamos estas cosas como debiéramos. Los que creen las verdades importantes que profesamos, deben obrar de acuerdo con su fe. Hay demasiado búsqueda de las diversiones y de las cosas que llaman la atención en este mundo; los pensamientos se espacian demasiado en la vestimenta, y la lengua se dedica demasiado a menudo a conversaciones livianas y triviales, que desmienten lo que profesamos, pues nuestra conversación no está en los cielos, de donde esperamos al Salvador.» Y en la pág. 107 dice: «Mientras últimamente he estado mirando en derredor para encontrar a los humildes discípulos del manso y humilde Jesús, he sentido mucha preocupación; Muchos de los que profesan esperar la pronta venida de Cristo se están conformando con este mundo, y buscan más fervorosamente los aplausos en derredor suyo que la aprobación de Dios. Son fríos y formalistas, como las iglesias nominales de las cuales se separaron hace poco. Las palabras dirigidas a la iglesia de Laodicea describen perfectamente su condición actual (Véase Apoc. 3:14-20). No son ni fríos ni calientes, sino tibios. Y a menos que escuchen el consejo del «Testigo fiel y verdadero», se arrepientan celosamente y obtengan oro refinado en fuego», vestiduras blancas», y «colirio», los escupirá pronto de su boca.»
¿Comprendes ahora, Haroldo?

ADIS. Préstame el libro que quiero leer algo maravilloso.

RAÚL. Vamos, ánimo, usa el pasaporte para el cielo, eres sincero, y sabemos que quieres ser salvo… es posible.

HAROLDO. Ahora, déjenme solo, quiero pensar, coordinar mis ideas, sigan, yo me reúno con Uds. luego.

(Para este momento habrá en un lado una banqueta baja con una lona o alfombra, simulando un tronco. Haroldo se acomoda en ella, con la cara de preocupación, luego deja caer la cabeza entre las manos y se queda dormido.)

NARRADOR. Los demás muchachos siguieron explorando y admirando la belleza del paisaje, Haroldo quedó allí muy preocupado, sin embargo no demoró en quedar profundamente dormido, más, ¡oh qué sueño!, ¡qué visión tan clara de lo que él necesitaba entender!

(Música instrumental suave.)

ESCENA IV

(Se encienden los focos y entran los muchachos con guirnaldas, flores, frutas, hojas, etc.)

LUÍS. ¡Qué felicidad se respira en el cielo!

ENMA. Sí, Luís, es maravilloso, no me canso de hacer guirnaldas y decoraciones y ni una sola flor se ha marchitado, es sorprendente.

ADIS. Además, ¿se fijan?, las plantas son irrigadas por algo así como un vapor fresco, aquí no hay lodo, además uno camina como entre esponjas, no hay nada que lastime, ni cause dolor.

RAÚL. Además Adis, desde que estamos aquí nunca es oscuro, de día y de noche la luz es radiante.

BENDA. Y cuántos viajes por el espacio hemos dado, sin aparatos ni de oxígeno, ¡cuántas cosas maravillosas hemos visto! Hay infinidad de mundos habitados en las distintas galaxias del universo.

ELISA. Una de las cosas que más me gusta son las frutas, es cierto que no podíamos imaginar todo esto, ¿se han fijado como podemos comerlas sin dejar desperdicios? Todas sus partes son comestibles y exquisitas, además todos los árboles llevan frutos ricos y hermosos.

LUÍS. Además los guisantes y judías no hay que procesarlos para comerlos, no hay malas
hierbas, ni espinos, todo es útil y perfecto.

ENMA: ¿Vieron qué lindos son los cachorros de la mamá leopardo? Los osos blancos no viven en el hielo… lo suave y limpio que tiene el pelaje, aquí el clima es fresco, acogedor y exquisito.

RAÚL. Mi ángel dice que puede contarme las veces que me libró de peligros y ¡qué hermosas son las historias de los profetas y apóstoles! Es verdad que son cosas que ojo no
vio, ni oído oyó, eran las que nuestro Padre celestial tenía preparadas para nosotros: ¿Se acuerdan cómo se lo repetíamos a Haroldo?

LUÍS. Verdad, ¡Haroldo! ¿Dónde está Haroldo?

BRENDA. ¡Ay, sí! ¿Dónde está Haroldo?

ENMA. Yo creo que no vino...

ADIS: No vino, yo no lo he visto aquí desde que llegamos.

ELISA. Busquémoslo, pero mucho me temo que no pudiera estar pues su carácter no era
acorde con el cielo.

(Salen apresurados.)

HAROLDO. (Con los ojos aún cerrados.) Yo sí estoy, sí, yo sí tengo que estar... (Abre los ojos y cesa la música que había comenzado en la escena del cielo, se apagan los focos y se pone en pie.) ¡Oh, ha sido un sueño, gracias a Dios, un sueño, pero qué sueño! En él he podido ver claramente lo que necesitaba para disipar todas mis dudas; estoy arrepentido sinceramente de mi actitud ante las promesas de Dios. Este sueño es lo que puede subir al pensamiento del hombre y es maravilloso, pues ¿cómo será lo que tiene preparado para aquellos que le amen? Y... yo lo amo, amén. Buscaré a los muchachos, les diré el sueño y lo que me ha ayudado, sí, yo quiero entrar en el paraíso del cielo.

(Sale apresurado.)

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