10 Minutos y 2 Personajes. En el primer desayuno de casados la mujer ofrece al marido la única fruta que no le gusta: papaya, pero por amor a ella se la comerá y se convertirá en su fruta favorita. Inspirada en la historia real del predicador de la siguiente charla (AQUÍ) para ilustrar cómo opera la santidad en nuestra relación con Jesús.
POR AMOR A TI
PERSONAJES
ALEJANDRO
SARA
(Alejandro, un hombre joven, está durmiendo en su cama. Está amaneciendo y el sol entra por la ventana. El joven se despierta y escucha entre sueños que su mujer está preparando el desayuno. Se trata de una pareja de recién casados y hoy es su primer día en la casa que será su hogar. Su mujer está preparando la mesa con unas flores y la está adornando para que quede muy bonita.)
ALEJANDRO. (Se levanta, se despereza y se acerca a la mesa que ha preparado su mujer.) ¡Hum! ¡Qué bien huele! ¡Qué flores tan bonitas! (Las huele.) ¡Hum! ¡Qué aroma!
(Entra su mujer.)
SARA. ¡Hola, buenos días! ¿Te he despertado yo con los ruidos?
ALEJANDRO. No, no, me estaba dando el sol en la cara… Pero, ¿cómo no me has despertado para ayudarte?
SARA. Quería darte una sorpresa.
ALEJANDRO. Gracias, mi amor, la mesa está preciosa. ¿De dónde has sacado las rosas?
SARA. Son un regalo de la vecina. He salido al jardín un momento esta mañana y la vecina nos ha felicitado por nuestra boda. Como no tenía nada para darnos, nos ha cortado unas rosas de su jardín.
ALEJANDRO. ¡Qué amable! Ya le daré las gracias cuando la vea.
SARA. Pero, siéntate, cariño, aún me faltan unos minutos para tenerlo todo listo.
ALEJANDRO. (La toma por el brazo y la abraza.) Un momento, un momento, aún no te he dado un abrazo esta mañana. (Se abrazan.) ¡Hum! ¡Qué bien hueles tú también!
(La mujer sale afuera y va trayendo la comida poco a poco mientras escuchamos en voz en off a Alejandro. Lo primero que traerá será un plato con una papaya bien grande y después leche, zumos, pan, cereales, mermelada, etc.)
ALEJANDRO. (Voz en off.) ¡Oh, no, papaya! Mira que no hay frutas en el mundo que sólo ha puesto la única que no me gusta… Bueno, tampoco tengo que comerla, hay más cosas en la mesa para desayunar y no quiero estropear este día con un comentario negativo…
SARA. Ya está todo. Bueno, ¿desayunamos? (Se sienta.)
ALEJANDRO. Sí, dame tu mano, vamos a orar. “Querido padre, gracias por este primer día en nuestra casa, por Sara y por el desayuno que con tanto cariño ha preparado. Amén.”
(Comienzan a desayunar y Sara corta la papaya en dos y le da una mitad con la más dulce y tierna mirada posible.)
SARA. Toma, mi amor. (Se le queda mirando.)
ALEJANDRO. (En voz en off.) ¿Cómo no me voy a comer esa papaya si la mujer más bonita del mundo me la está ofreciendo con esos ojitos?
SARA. ¿Pasa algo, cariño?
ALEJANDRO. No, no, dame tu mano. (Se la besa.) Sólo quería decirte que eres la mujer más linda de este mundo y yo el hombre más afortunado.
(Se apagan las luces y volvemos a la situación del día anterior. Alejandro se despierta y encuentra el desayuno ya lista. Entra su mujer en escena.)
SARA. ¡Buenos días!
ALEJANDRO. ¡Cariño! Yo pensaba sorprenderte hoy pero te has vuelto a adelantar…
SARA. ¡Ja, ja! ¡Vas a tener que madrugar más que yo…! Vamos, siéntate a la mesa.
ALEJANDRO. No sin darte antes el abrazo de buenos días. (Se abrazan.) ¡Hum! ¡Qué bien hueles, como las rosas del jardín!
SARA. ¡Ja, ja! Tengo un marido poeta.
ALEJANDRO. No, sino romántico.
(Sara se ríe y ambos se sientan a la mesa.)
ALEJANDRO. (Voz en off.) ¡Oh, no, papaya!
SARA. ¿Pasa algo, mi amor?
ALEJANDRO. No, no… ¿quieres orar tú hoy?
SARA. Claro.
(Se toman de las manos y la esposa ora. No escucharemos lo que dice porque habrá música de fondo pero vemos cómo mueve los labios y aun cierto punto terminan la oración. Sara toma la papaya, la corta en dos y le da una mitad a él.)
ALEJANDRO. ¿A ti te gusta mucho la papaya, verdad?
SARA. Para mí no existe desayuno sin papaya.
(Música de fondo, se apagan las luces y se encienden de nuevo. La escena se congela y Alejandro se levanta de la mesa, toma un micrófono y se dirige a la audiencia como si estuviera dando una predicación.)
ALEJANDRO. En ese momento cerré los ojos y traté de imaginar el resto de mi vida. (Pausa.) Un día voy a tener que decirle que no me gusta la papaya pero hoy día no podía decírselo porque la amo, no podía dejarla triste. Y el otro día comí papaya, y el otro, y el otro, y ya pasaron 24 años de eso. Si me preguntasen hoy en día cuál es la fruta que más me gusta yo les diría: “la papaya”. (Pausa.) Yo no sé cuándo me comenzó a gustar la papaya, yo no sé cuándo empecé a tomarle sabor, yo solo sé que aprendí a comer papaya por amor a una chica. Yo no sé si ustedes están entendiendo lo que les quiero decir… Cuando comencemos nuestra caminata con Jesús vamos a descubrir que hay muchas cosas que a Él le gustan y a nosotros no nos gustan. ¿Qué hacer? Pero ahí está, yo mira la cruz del Calvario, veo todo lo que Él hizo por mí, veo el sufrimiento, la muerte, la sangre, las lágrimas… y ahora, ¿no voy a poder comer papaya delante de todo el amor que tengo por Él? ¿Qué es eso? Y todas las cosas comienzan a encajar en la vida. Yo no digo que cuando tú te apasiones por Jesús te va a encantar hacer todo lo bueno. ¡No, no! Porque la naturaleza muerta dentro de nosotros todavía nos jala para las cosas malas pero por amor a Jesús nosotros somos atraídos a Él. Esas cosas que nos parecían imposibles de hacer, comienzan ahora a ser hechas.
ALEJANDRO
SARA
(Alejandro, un hombre joven, está durmiendo en su cama. Está amaneciendo y el sol entra por la ventana. El joven se despierta y escucha entre sueños que su mujer está preparando el desayuno. Se trata de una pareja de recién casados y hoy es su primer día en la casa que será su hogar. Su mujer está preparando la mesa con unas flores y la está adornando para que quede muy bonita.)
ALEJANDRO. (Se levanta, se despereza y se acerca a la mesa que ha preparado su mujer.) ¡Hum! ¡Qué bien huele! ¡Qué flores tan bonitas! (Las huele.) ¡Hum! ¡Qué aroma!
(Entra su mujer.)
SARA. ¡Hola, buenos días! ¿Te he despertado yo con los ruidos?
ALEJANDRO. No, no, me estaba dando el sol en la cara… Pero, ¿cómo no me has despertado para ayudarte?
SARA. Quería darte una sorpresa.
ALEJANDRO. Gracias, mi amor, la mesa está preciosa. ¿De dónde has sacado las rosas?
SARA. Son un regalo de la vecina. He salido al jardín un momento esta mañana y la vecina nos ha felicitado por nuestra boda. Como no tenía nada para darnos, nos ha cortado unas rosas de su jardín.
ALEJANDRO. ¡Qué amable! Ya le daré las gracias cuando la vea.
SARA. Pero, siéntate, cariño, aún me faltan unos minutos para tenerlo todo listo.
ALEJANDRO. (La toma por el brazo y la abraza.) Un momento, un momento, aún no te he dado un abrazo esta mañana. (Se abrazan.) ¡Hum! ¡Qué bien hueles tú también!
(La mujer sale afuera y va trayendo la comida poco a poco mientras escuchamos en voz en off a Alejandro. Lo primero que traerá será un plato con una papaya bien grande y después leche, zumos, pan, cereales, mermelada, etc.)
ALEJANDRO. (Voz en off.) ¡Oh, no, papaya! Mira que no hay frutas en el mundo que sólo ha puesto la única que no me gusta… Bueno, tampoco tengo que comerla, hay más cosas en la mesa para desayunar y no quiero estropear este día con un comentario negativo…
SARA. Ya está todo. Bueno, ¿desayunamos? (Se sienta.)
ALEJANDRO. Sí, dame tu mano, vamos a orar. “Querido padre, gracias por este primer día en nuestra casa, por Sara y por el desayuno que con tanto cariño ha preparado. Amén.”
(Comienzan a desayunar y Sara corta la papaya en dos y le da una mitad con la más dulce y tierna mirada posible.)
SARA. Toma, mi amor. (Se le queda mirando.)
ALEJANDRO. (En voz en off.) ¿Cómo no me voy a comer esa papaya si la mujer más bonita del mundo me la está ofreciendo con esos ojitos?
SARA. ¿Pasa algo, cariño?
ALEJANDRO. No, no, dame tu mano. (Se la besa.) Sólo quería decirte que eres la mujer más linda de este mundo y yo el hombre más afortunado.
(Se apagan las luces y volvemos a la situación del día anterior. Alejandro se despierta y encuentra el desayuno ya lista. Entra su mujer en escena.)
SARA. ¡Buenos días!
ALEJANDRO. ¡Cariño! Yo pensaba sorprenderte hoy pero te has vuelto a adelantar…
SARA. ¡Ja, ja! ¡Vas a tener que madrugar más que yo…! Vamos, siéntate a la mesa.
ALEJANDRO. No sin darte antes el abrazo de buenos días. (Se abrazan.) ¡Hum! ¡Qué bien hueles, como las rosas del jardín!
SARA. ¡Ja, ja! Tengo un marido poeta.
ALEJANDRO. No, sino romántico.
(Sara se ríe y ambos se sientan a la mesa.)
ALEJANDRO. (Voz en off.) ¡Oh, no, papaya!
SARA. ¿Pasa algo, mi amor?
ALEJANDRO. No, no… ¿quieres orar tú hoy?
SARA. Claro.
(Se toman de las manos y la esposa ora. No escucharemos lo que dice porque habrá música de fondo pero vemos cómo mueve los labios y aun cierto punto terminan la oración. Sara toma la papaya, la corta en dos y le da una mitad a él.)
ALEJANDRO. ¿A ti te gusta mucho la papaya, verdad?
SARA. Para mí no existe desayuno sin papaya.
(Música de fondo, se apagan las luces y se encienden de nuevo. La escena se congela y Alejandro se levanta de la mesa, toma un micrófono y se dirige a la audiencia como si estuviera dando una predicación.)
ALEJANDRO. En ese momento cerré los ojos y traté de imaginar el resto de mi vida. (Pausa.) Un día voy a tener que decirle que no me gusta la papaya pero hoy día no podía decírselo porque la amo, no podía dejarla triste. Y el otro día comí papaya, y el otro, y el otro, y ya pasaron 24 años de eso. Si me preguntasen hoy en día cuál es la fruta que más me gusta yo les diría: “la papaya”. (Pausa.) Yo no sé cuándo me comenzó a gustar la papaya, yo no sé cuándo empecé a tomarle sabor, yo solo sé que aprendí a comer papaya por amor a una chica. Yo no sé si ustedes están entendiendo lo que les quiero decir… Cuando comencemos nuestra caminata con Jesús vamos a descubrir que hay muchas cosas que a Él le gustan y a nosotros no nos gustan. ¿Qué hacer? Pero ahí está, yo mira la cruz del Calvario, veo todo lo que Él hizo por mí, veo el sufrimiento, la muerte, la sangre, las lágrimas… y ahora, ¿no voy a poder comer papaya delante de todo el amor que tengo por Él? ¿Qué es eso? Y todas las cosas comienzan a encajar en la vida. Yo no digo que cuando tú te apasiones por Jesús te va a encantar hacer todo lo bueno. ¡No, no! Porque la naturaleza muerta dentro de nosotros todavía nos jala para las cosas malas pero por amor a Jesús nosotros somos atraídos a Él. Esas cosas que nos parecían imposibles de hacer, comienzan ahora a ser hechas.
esta increible
ResponderEliminarme pego fuert
es una reflexion muy significativa
Yo escuche ese sermon del pastor Alejandro Bullon hace tiempo. es buenaso.
ResponderEliminarme gusto mucho,me hizo reir y a mi esposo tambien, sobretodo por que a mi me gusta la papaya y a el no
ResponderEliminarAlguien me haria el favor se pasarle el video de ese sermon ojala exista. Gracias desde ya.
ResponderEliminarEste es el link de la predicación:
ResponderEliminarhttp://www.sermonaudio.com/playpopup.asp?SID=31613527453
Esto es de Dios sin dudas
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