25 Minutos y 10 Personajes + Extras. Se trata de un cuento navideño que se irá representando a medida que el Narrador cuente lo que va sucediendo. De vez en cuando los personajes tomarán la palabra. Una mujer que está embarazada está sola en Navidad. Su marido está trabajando y sus familiares y amigos están lejos de allí. Le pide a Dios que pueda pasar la Navidad con ellos y su oración es contestada. El cuento está salpicado de varios cantitos.
ENCUENTROS EN NAVIDAD
Margarita Ouwerker
Cuento breve para representar la Navidad
Cuento breve para representar la Navidad
PERSONAJES
MARIANELA
JUAN
COMPAÑERO DEL COLEGIO 1
COMPAÑERO DEL COLEGIO 2
COMPAÑERO DEL COLEGIO 3
TÍO
TÍA
VECINO
VECINA
NARRADOR
EXTRAS: Coro de niños, de jovencitos
ACTO 1 - La soledad
(Una mesita, varias sillas, algún mueble que permita poner fotos, etc. Que parezca el living de una casa. Música de Cd sobre la soledad por apenas unos segundos)
NARRADOR. Esta es la historia de Marianela, una saludable y cariñosa futura mamá, que vive la mayor parte del tiempo sola, ya que su esposo trabaja en la pesca. Él suele estar largos días en alta mar, en un buque pesquero. (Marianela barre un poco.) Unos pocos días antes de Navidad, Marianela se siente muy sola. No sabe si su esposo estará con ella en esta Navidad, y tampoco sabe si llegará para cuando nazca el bebé, que espera para fines de diciembre (Marianela acaricia su panza). Siente una nostalgia que le quita su sonrisa de siempre (limpia una repisa y mira las fotos de unos portarretratos). Al pasar por la repisa donde tiene fotos de sus seres queridos, se queda mirándolas. Ahí están sus tíos tan queridos, los que la criaron desde pequeña y ahora están tan lejos, cuidando de sus animales, en el campo en el que ella vivió su infancia... También, en otra foto, está su esposo junto a ella. Ella lo acaricia y pasa a mirar la tercera foto, en la que están sus tres ex compañeros de colegio y a la vez, sus mejores amigos. Ellos también están lejos, en otra ciudad, siguiendo con sus estudios, tratando de forjarse su futuro.
“Quizá esta nostalgia se nos pase pronto”, piensa, mientras se acaricia la panza. Una sonrisa se dibuja en sus labios y muy suavemente tararea una canción de cuna, caminando hacia su sillón preferido. “No, mi pequeña criaturita, no vamos a estar solos esta Navidad. Dios ha de querer que algo pase y que vos y yo estemos rodeados de gente en esta Navidad, (mirando su pancita), ¿no es cierto?”
Mientras suena una música suave, por ejemplo “Dios entre tus manos”, Marianela se pone en actitud de oración, inclinando su frente y juntando sus manos. (Acá se puede escribir una oración: “Ay, Señor, vos sabés que me siento sola en estos días. Claro que sé que mi bebé me acompaña, si hasta ya siento sus pataditas... Pero, es que el resto de la gente que quiero está tan lejos… etc., etc.)
Después de haber orado, la casa quedó en silencio. Pero la tristeza había desaparecido. Una sensación de profunda paz lo llenaba todo. También la vida de Marianela, que siente renacer su ánimo. (Lentamente ella levanta su rostro, dibujando una sonrisa). “Claro”, se dice, “¿cómo no se me había ocurrido antes?” (Marianela se levanta y busca en diferentes lugares de la casa). “¡Acá están! ¡Con estas cartulinas voy a preparar unas tarjetas! Y voy a invitar a mi querida gente y no voy a estar sola esta Navidad. ¡Gracias, Dios, por responder a mi oración!” Con una felicidad desconocida, Marianela prepara las tarjetas, recordando nombres de personas que desea invitar. Una luz nueva baña su rostro y la tristeza desaparece de sus ojos.
Era entrada la tarde cuando se levantó de su silla para ir al correo a depositar todas esas tarjetas. "“Allá vamos, bebé. Vas a ver qué linda fiesta vamos a tener”. (Deja una tarjeta en el portarretrato de su marido ya que no se la puede mandar).
(Marianela sale con la tarjetitas en sus manos, pasea entre la gente y las reparte).
ACTO 2 - La primera sorpresa
(Desperezándose, Marianela aparece en escena, con un mate en la mano).
NARRADOR. Otro día estaba empezando. Y con la primera luz del sol, como lo hacía cada mañana, Marianela se dispone a tomar su primer mate. Ya no se siente sola. Pensar en la fiesta y en la gente que vendrá y en todos los preparativos cambia su humor y la llena de expectativas.
De repente, un toc-toc en la puerta la sacude de la modorra y la obliga a gritar: “¿quién es?” (Camina hacia la puerta.) Mientras se acerca a la puerta, piensa: “A esta hora, ¿quién podrá ser? Espero que no sea mi vecina, porque todavía ni desayuné...” (Abre apenas un poco la puerta.) Para su enorme sorpresa, un ramo de flores aparece cuando abre la puerta. Y una sonrisa grande y pícara la saluda. “Me dejaron volver”, dice su esposo. (Mientras entra en escena Juan.) “¿Cómo podía perderme los últimos días de embarazo de mi esposa?” (Juan y Marianela se dan un abrazo.) Pero Juan no solamente trae flores. Trae regalos para el bebé y el mayor de los regalos: ¡podía quedarse un mes entero en su casa! ¡Qué inmensa alegría! Marianela casi se desmaya de la emoción. Ella había pedido con todas sus fuerzas a Dios que este milagro sucediera. Y ahora que Juan está allí, casi no lo puede creer. ¿Sería un sueño? ¿No estaría despierta todavía? Por las dudas, le da un pellizco a Juan (al pellizcarlo, Juan se queja). ¡Sí, era Juan y era cierto! Estaba allí, como ella lo había pedido. ¡Qué enorme bendición! Apenas pudiendo contenerse, ella le cuenta a su esposo todo lo que le pasó en las últimas semanas, su soledad, su oración a Dios, y la idea de organizar una fiesta para los amigos y la familia. Le cuenta que envió tarjetas de invitación a muchas personas. (Le muestra la que hizo para él, que está en la repisa) Y Juan, casi tan entusiasmado como ella, quiere empezar YA con todos los detalles.
(Música: 3ra canción del Cd ”Busquemos la paz”, mientras Marianela y Juan adornan, hacen arbolito, pensar algo más).
Por la noche, satisfechos por el trabajo, se van a descansar (salen de escena). Bien merecido tenían el reposo. Pero, luego de un rato, Marianela se levanta de la cama (y entra nuevamente en escena) porque no puede dormir. Está tan agradecida a Dios porque llegó su esposo. Ya no va a estar sola cuando nazca el bebé. Y además la fiesta va a ser doble. Porque estarían los amigos y la familia, pero también su querido Juan. Para sus adentros, susurra: “Dios, realmente siento que estas acá. Quiero que lleguen los invitados para contarles qué cerca estás de nosotros.” Sonriendo toma en sus manos la tarjeta que había preparado para su esposo. Con ella en sus manos se va a dormir. (Sale de escena.)
ACTO 3 - Los preparativos
(Marianela y Juan están poniendo la Mesa y arreglando los detalles previos a la llegada de los invitados: mantel, vasos, cosas ricas, un centro de mesa, etc.)
Finalmente había llegado el día. Marianela y Juan se mueven de aquí para allá organizando los últimos detalles: la mesa, la comida, los adornos, los lugares para cada uno... Querían que todo estuviera perfecto para cuando llegaran los invitados. Una buena fiesta siempre tiene que estar bien preparada. (Encienden una velita del centro de mesa.)
En eso, suena el timbre. Queriendo ser los primeros en llegar a la puerta, casi se chocan entre sí. Riendo, Juan deja que Marianela abra la puerta. ¡Eran los tíos! Recién llegados del campo, ellos traen ese aire de paz y de tranquilidad que solamente se puede cosechar en la inmensidad del campo, a la luz de las estrellas, cerca de la naturaleza. Las palabras brotan a borbotones, tratando de ponerse al día de todas las novedades. Claro, si cada vez que nos juntamos siempre vuelve a suceder, ¿no? La alegría de los reencuentros nos hace nuevos y afloja los sentimientos y las emociones. ¡Qué bueno es poder compartir, abrazar, sonreír, saludar, estrechar una mano, dar un beso, pronunciar un “te quiero”! ¡Cuánta falta hace que las personas nos encontremos y nos reencontremos para celebrar la vida, la amistad, la fe, las esperanzas! Marianela no se había equivocado y aquella loca idea ya se estaba convirtiendo en una verdadera fiesta. Marianela estaba feliz con la llegada de los tíos, que le prodigaban mimos repartidos a ella y su pancita que anunciaba una nueva vida. (En todo este tiempo, la tía puede tocar la pancita de Marianela, Juan puede servir algo para tomar, pueden darle algún regalito para el bebé, una ropita tejida por la tía, una cuna hecha por el tío, una ovejita de peluche para que se vaya acostumbrando para cuando vaya al campo, abrazos espontáneos y risas).
Un nuevo timbrazo interrumpe la animada conversación. Y ésta vez es Juan quien se arrima a la puerta. ¡Marianela estaba demasiado ocupada con los tíos! Los compañeros del colegio también se suman a la reunión. Y otra vez el rito de los abrazos y los besos se repetía sin perder su magia ancestral. Cada persona ocupa su sitio alrededor de la mesa y la charla fluye como el agua cantarina del arroyo.
De pronto, Juan se pone de pie, levanta la copa y propone un brindis (estas palabras las pronuncia el mismo Juan): “propongo que brindemos por esta posibilidad que tenemos de estar juntos” (todos los demás corean ruidosamente la sugerencia) “y además que saludemos con otro brindis la pronta llegada de nuestro primer hijo”. Todos de pie, hacen sonar las copas. Precioso sonido de esperanzas que se elevan al cielo desde lo más hondo del espíritu.
“Bueno”, exclama Marianela, “¿qué les parece si miramos unas fotos?”. Mientras todos se reúnen a mirar aquellos pedacitos de historia, nostalgias y alegrías se mezclan, como en la vida, como los días de lluvia y de sol...
(Marianela se aparta del grupo, alejándose unos metros.)
Sin que nadie lo notara, Marianela se aparta del grupo. Desde cierta distancia mira a su familia y a sus amigos (ellos no lo notan porque están ocupados mirando fotos). No puede ocultar su emoción y su gratitud, y una lágrima embarazada de sentimientos se dibuja en su rostro. “Dios, ¡qué Navidad tan especial! ¡Cuánto te agradezco este regalo! ¡Escuchaste mi oración! Y voy a compartirlo con todos.”
Se reúne con el resto y les dice que quiere contarles algo. Todos se preparan para escuchar, pero alguien toca la puerta. Los vecinos (entran solamente los padres), saludan y cuentan que están visitando a sus vecinos compartiendo una canción con sus hijos (entra la guardería cantando la canción de la paz. Pueden estar vestidos de angelitos o elegantes y cada uno con una letra de la palabra PAZ. Hacen una linda coreografía). La familia agradece y los vecinos se van. (Marianela puede darles unos dulces como agradecimiento)
Marianela se dispone nuevamente a contar su experiencia y en eso siente un dolor fuerte en su vientre. Y dice: “querido, creo que llegó la hora... ¡Nuestro hijo va a nacer!” Todos los saludan deseándoles bendiciones y se van para que ellos se preparen. Marianela y Juan toman el bolso, un abrigo y salen para el hospital.
ACTO 4 - La fiesta
(Cambio de escenografía: una cama, un moisés o cunita. Puede ser la que le regaló el tío)
Marianela y Juan disfrutan de su hijo. Parecen estar en un universo diferente, disfrutando ese regalo maravilloso de la vida. La madre piensa en cuánto ha recibido en los últimos días. La llegada de su esposo, la visita de la familia, los amigos, su hijo... ¡Nunca hubiera imaginado una fiesta de Navidad así! Pero, allí estaba, con su pequeño en brazos, como tantos siglos atrás había sucedido con María y con Jesús. Sí, como aquella vez, ella siente que Dios mismo está presente, y acuna la vida de su pequeño.
(Canción: “Dios te acune en sus brazos”, de la Cantata Navideña Latinoamericana, cantada por grupo de adolescentes).
Mirando a su hijo recién nacido, Juan le dice a Marianela (pero mirando al bebé): “Nunca más la Navidad va a ser igual. ¡Hoy recibimos el mayor regalo de Navidad!”
En eso, mientras los padres están disfrutando de su pequeño, llegan los tíos y la alegría se contagia. El tío, emocionado, dice: “¡Realmente valió la pena dejar nuestras responsabilidades allá en el campo para festejar tan maravilloso acontecimiento!”
La tía agrega: “No vamos a estar más tanto tiempo separados. Este niñito y esta fiesta nos reafirman lo que realmente tiene valor. Tenemos que festejar juntos el regalo de la vida.”
Llegan también los compañeros de colegio, que le traen hermosos regalos al recién nacido, mientras dicen con pícaras sonrisas y a coro: “Somos los sabios de oriente y venimos a traerle regalos al niño.”
Se entremezclan abrazos y felicitaciones, saludos de Navidad y nacimiento. (Seguir buscando algunos saludos, o que los chicos mismos se los puedan decir en voz alta, de manera espontánea: “que crezca sanito, que todo el mundo tenga una linda Navidad, que haya paz donde hay guerra, que seamos mejores personas, que Jesús ocupe su lugar en cada vida, que el bebé traiga muchas alegrías y esperanzas, etc.”)
En eso, llegan también los vecinos (sus hijos pueden estar vestidos de angelitos). La mamá dice: “Venimos de la fiesta de la iglesia. Los chicos hicieron de angelitos y cantaron la canción de la paz”. El papá dice: “Si, estuvo muy lindo, pero los chicos no veían la hora de conocer a esté chiquitín. Para ellos es como si hubiera nacido Jesús”. (Todos se van acomodando alrededor de la cama y del bebé.)
Y entonces Marianela pide que la escuchen porque tiene algo para decir:
“Ustedes no saben qué sola me sentía hasta hace apenas unos días atrás. El pecho me dolía de tanta soledad. Pero una tarde le pedí a Dios que se haga presente en esta Navidad y en mi vida. ¡¡Y miren cómo me respondió!! Cada cosa que pasó fue una clara respuesta de Él, que está acá ahora, entre todos nosotros, y con nosotros. ¿Y díganme si no se parece un poquito a la primera Navidad? Nosotros podríamos representar a José y María con el niño ustedes, tíos, a los pastorcitos que venían del campo ustedes, mis compañeros estudiantes, a los sabios de oriente, que trajeron sus regalos al niño. Y ni los angelitos faltaron a esta Navidad. Cuánta alegría y cuánta paz podemos sentir cuando Dios nace también en nuestro corazón. ¡¡Que Dios pueda nacer en sus corazones también, en esta Navidad!! “
(Suena fuerte la canción “Gloria a Dios”, del Cd Con la voz de los pequeños.)
(Mientras todos se saludan, se abrazan y sonríen, se va cerrando lentamente el telón. Se invita a todos los presentes a entonar Gloria a Dios.)
MARIANELA
JUAN
COMPAÑERO DEL COLEGIO 1
COMPAÑERO DEL COLEGIO 2
COMPAÑERO DEL COLEGIO 3
TÍO
TÍA
VECINO
VECINA
NARRADOR
EXTRAS: Coro de niños, de jovencitos
ACTO 1 - La soledad
(Una mesita, varias sillas, algún mueble que permita poner fotos, etc. Que parezca el living de una casa. Música de Cd sobre la soledad por apenas unos segundos)
NARRADOR. Esta es la historia de Marianela, una saludable y cariñosa futura mamá, que vive la mayor parte del tiempo sola, ya que su esposo trabaja en la pesca. Él suele estar largos días en alta mar, en un buque pesquero. (Marianela barre un poco.) Unos pocos días antes de Navidad, Marianela se siente muy sola. No sabe si su esposo estará con ella en esta Navidad, y tampoco sabe si llegará para cuando nazca el bebé, que espera para fines de diciembre (Marianela acaricia su panza). Siente una nostalgia que le quita su sonrisa de siempre (limpia una repisa y mira las fotos de unos portarretratos). Al pasar por la repisa donde tiene fotos de sus seres queridos, se queda mirándolas. Ahí están sus tíos tan queridos, los que la criaron desde pequeña y ahora están tan lejos, cuidando de sus animales, en el campo en el que ella vivió su infancia... También, en otra foto, está su esposo junto a ella. Ella lo acaricia y pasa a mirar la tercera foto, en la que están sus tres ex compañeros de colegio y a la vez, sus mejores amigos. Ellos también están lejos, en otra ciudad, siguiendo con sus estudios, tratando de forjarse su futuro.
“Quizá esta nostalgia se nos pase pronto”, piensa, mientras se acaricia la panza. Una sonrisa se dibuja en sus labios y muy suavemente tararea una canción de cuna, caminando hacia su sillón preferido. “No, mi pequeña criaturita, no vamos a estar solos esta Navidad. Dios ha de querer que algo pase y que vos y yo estemos rodeados de gente en esta Navidad, (mirando su pancita), ¿no es cierto?”
Mientras suena una música suave, por ejemplo “Dios entre tus manos”, Marianela se pone en actitud de oración, inclinando su frente y juntando sus manos. (Acá se puede escribir una oración: “Ay, Señor, vos sabés que me siento sola en estos días. Claro que sé que mi bebé me acompaña, si hasta ya siento sus pataditas... Pero, es que el resto de la gente que quiero está tan lejos… etc., etc.)
Después de haber orado, la casa quedó en silencio. Pero la tristeza había desaparecido. Una sensación de profunda paz lo llenaba todo. También la vida de Marianela, que siente renacer su ánimo. (Lentamente ella levanta su rostro, dibujando una sonrisa). “Claro”, se dice, “¿cómo no se me había ocurrido antes?” (Marianela se levanta y busca en diferentes lugares de la casa). “¡Acá están! ¡Con estas cartulinas voy a preparar unas tarjetas! Y voy a invitar a mi querida gente y no voy a estar sola esta Navidad. ¡Gracias, Dios, por responder a mi oración!” Con una felicidad desconocida, Marianela prepara las tarjetas, recordando nombres de personas que desea invitar. Una luz nueva baña su rostro y la tristeza desaparece de sus ojos.
Era entrada la tarde cuando se levantó de su silla para ir al correo a depositar todas esas tarjetas. "“Allá vamos, bebé. Vas a ver qué linda fiesta vamos a tener”. (Deja una tarjeta en el portarretrato de su marido ya que no se la puede mandar).
(Marianela sale con la tarjetitas en sus manos, pasea entre la gente y las reparte).
ACTO 2 - La primera sorpresa
(Desperezándose, Marianela aparece en escena, con un mate en la mano).
NARRADOR. Otro día estaba empezando. Y con la primera luz del sol, como lo hacía cada mañana, Marianela se dispone a tomar su primer mate. Ya no se siente sola. Pensar en la fiesta y en la gente que vendrá y en todos los preparativos cambia su humor y la llena de expectativas.
De repente, un toc-toc en la puerta la sacude de la modorra y la obliga a gritar: “¿quién es?” (Camina hacia la puerta.) Mientras se acerca a la puerta, piensa: “A esta hora, ¿quién podrá ser? Espero que no sea mi vecina, porque todavía ni desayuné...” (Abre apenas un poco la puerta.) Para su enorme sorpresa, un ramo de flores aparece cuando abre la puerta. Y una sonrisa grande y pícara la saluda. “Me dejaron volver”, dice su esposo. (Mientras entra en escena Juan.) “¿Cómo podía perderme los últimos días de embarazo de mi esposa?” (Juan y Marianela se dan un abrazo.) Pero Juan no solamente trae flores. Trae regalos para el bebé y el mayor de los regalos: ¡podía quedarse un mes entero en su casa! ¡Qué inmensa alegría! Marianela casi se desmaya de la emoción. Ella había pedido con todas sus fuerzas a Dios que este milagro sucediera. Y ahora que Juan está allí, casi no lo puede creer. ¿Sería un sueño? ¿No estaría despierta todavía? Por las dudas, le da un pellizco a Juan (al pellizcarlo, Juan se queja). ¡Sí, era Juan y era cierto! Estaba allí, como ella lo había pedido. ¡Qué enorme bendición! Apenas pudiendo contenerse, ella le cuenta a su esposo todo lo que le pasó en las últimas semanas, su soledad, su oración a Dios, y la idea de organizar una fiesta para los amigos y la familia. Le cuenta que envió tarjetas de invitación a muchas personas. (Le muestra la que hizo para él, que está en la repisa) Y Juan, casi tan entusiasmado como ella, quiere empezar YA con todos los detalles.
(Música: 3ra canción del Cd ”Busquemos la paz”, mientras Marianela y Juan adornan, hacen arbolito, pensar algo más).
Por la noche, satisfechos por el trabajo, se van a descansar (salen de escena). Bien merecido tenían el reposo. Pero, luego de un rato, Marianela se levanta de la cama (y entra nuevamente en escena) porque no puede dormir. Está tan agradecida a Dios porque llegó su esposo. Ya no va a estar sola cuando nazca el bebé. Y además la fiesta va a ser doble. Porque estarían los amigos y la familia, pero también su querido Juan. Para sus adentros, susurra: “Dios, realmente siento que estas acá. Quiero que lleguen los invitados para contarles qué cerca estás de nosotros.” Sonriendo toma en sus manos la tarjeta que había preparado para su esposo. Con ella en sus manos se va a dormir. (Sale de escena.)
ACTO 3 - Los preparativos
(Marianela y Juan están poniendo la Mesa y arreglando los detalles previos a la llegada de los invitados: mantel, vasos, cosas ricas, un centro de mesa, etc.)
Finalmente había llegado el día. Marianela y Juan se mueven de aquí para allá organizando los últimos detalles: la mesa, la comida, los adornos, los lugares para cada uno... Querían que todo estuviera perfecto para cuando llegaran los invitados. Una buena fiesta siempre tiene que estar bien preparada. (Encienden una velita del centro de mesa.)
En eso, suena el timbre. Queriendo ser los primeros en llegar a la puerta, casi se chocan entre sí. Riendo, Juan deja que Marianela abra la puerta. ¡Eran los tíos! Recién llegados del campo, ellos traen ese aire de paz y de tranquilidad que solamente se puede cosechar en la inmensidad del campo, a la luz de las estrellas, cerca de la naturaleza. Las palabras brotan a borbotones, tratando de ponerse al día de todas las novedades. Claro, si cada vez que nos juntamos siempre vuelve a suceder, ¿no? La alegría de los reencuentros nos hace nuevos y afloja los sentimientos y las emociones. ¡Qué bueno es poder compartir, abrazar, sonreír, saludar, estrechar una mano, dar un beso, pronunciar un “te quiero”! ¡Cuánta falta hace que las personas nos encontremos y nos reencontremos para celebrar la vida, la amistad, la fe, las esperanzas! Marianela no se había equivocado y aquella loca idea ya se estaba convirtiendo en una verdadera fiesta. Marianela estaba feliz con la llegada de los tíos, que le prodigaban mimos repartidos a ella y su pancita que anunciaba una nueva vida. (En todo este tiempo, la tía puede tocar la pancita de Marianela, Juan puede servir algo para tomar, pueden darle algún regalito para el bebé, una ropita tejida por la tía, una cuna hecha por el tío, una ovejita de peluche para que se vaya acostumbrando para cuando vaya al campo, abrazos espontáneos y risas).
Un nuevo timbrazo interrumpe la animada conversación. Y ésta vez es Juan quien se arrima a la puerta. ¡Marianela estaba demasiado ocupada con los tíos! Los compañeros del colegio también se suman a la reunión. Y otra vez el rito de los abrazos y los besos se repetía sin perder su magia ancestral. Cada persona ocupa su sitio alrededor de la mesa y la charla fluye como el agua cantarina del arroyo.
De pronto, Juan se pone de pie, levanta la copa y propone un brindis (estas palabras las pronuncia el mismo Juan): “propongo que brindemos por esta posibilidad que tenemos de estar juntos” (todos los demás corean ruidosamente la sugerencia) “y además que saludemos con otro brindis la pronta llegada de nuestro primer hijo”. Todos de pie, hacen sonar las copas. Precioso sonido de esperanzas que se elevan al cielo desde lo más hondo del espíritu.
“Bueno”, exclama Marianela, “¿qué les parece si miramos unas fotos?”. Mientras todos se reúnen a mirar aquellos pedacitos de historia, nostalgias y alegrías se mezclan, como en la vida, como los días de lluvia y de sol...
(Marianela se aparta del grupo, alejándose unos metros.)
Sin que nadie lo notara, Marianela se aparta del grupo. Desde cierta distancia mira a su familia y a sus amigos (ellos no lo notan porque están ocupados mirando fotos). No puede ocultar su emoción y su gratitud, y una lágrima embarazada de sentimientos se dibuja en su rostro. “Dios, ¡qué Navidad tan especial! ¡Cuánto te agradezco este regalo! ¡Escuchaste mi oración! Y voy a compartirlo con todos.”
Se reúne con el resto y les dice que quiere contarles algo. Todos se preparan para escuchar, pero alguien toca la puerta. Los vecinos (entran solamente los padres), saludan y cuentan que están visitando a sus vecinos compartiendo una canción con sus hijos (entra la guardería cantando la canción de la paz. Pueden estar vestidos de angelitos o elegantes y cada uno con una letra de la palabra PAZ. Hacen una linda coreografía). La familia agradece y los vecinos se van. (Marianela puede darles unos dulces como agradecimiento)
Marianela se dispone nuevamente a contar su experiencia y en eso siente un dolor fuerte en su vientre. Y dice: “querido, creo que llegó la hora... ¡Nuestro hijo va a nacer!” Todos los saludan deseándoles bendiciones y se van para que ellos se preparen. Marianela y Juan toman el bolso, un abrigo y salen para el hospital.
ACTO 4 - La fiesta
(Cambio de escenografía: una cama, un moisés o cunita. Puede ser la que le regaló el tío)
Marianela y Juan disfrutan de su hijo. Parecen estar en un universo diferente, disfrutando ese regalo maravilloso de la vida. La madre piensa en cuánto ha recibido en los últimos días. La llegada de su esposo, la visita de la familia, los amigos, su hijo... ¡Nunca hubiera imaginado una fiesta de Navidad así! Pero, allí estaba, con su pequeño en brazos, como tantos siglos atrás había sucedido con María y con Jesús. Sí, como aquella vez, ella siente que Dios mismo está presente, y acuna la vida de su pequeño.
(Canción: “Dios te acune en sus brazos”, de la Cantata Navideña Latinoamericana, cantada por grupo de adolescentes).
Mirando a su hijo recién nacido, Juan le dice a Marianela (pero mirando al bebé): “Nunca más la Navidad va a ser igual. ¡Hoy recibimos el mayor regalo de Navidad!”
En eso, mientras los padres están disfrutando de su pequeño, llegan los tíos y la alegría se contagia. El tío, emocionado, dice: “¡Realmente valió la pena dejar nuestras responsabilidades allá en el campo para festejar tan maravilloso acontecimiento!”
La tía agrega: “No vamos a estar más tanto tiempo separados. Este niñito y esta fiesta nos reafirman lo que realmente tiene valor. Tenemos que festejar juntos el regalo de la vida.”
Llegan también los compañeros de colegio, que le traen hermosos regalos al recién nacido, mientras dicen con pícaras sonrisas y a coro: “Somos los sabios de oriente y venimos a traerle regalos al niño.”
Se entremezclan abrazos y felicitaciones, saludos de Navidad y nacimiento. (Seguir buscando algunos saludos, o que los chicos mismos se los puedan decir en voz alta, de manera espontánea: “que crezca sanito, que todo el mundo tenga una linda Navidad, que haya paz donde hay guerra, que seamos mejores personas, que Jesús ocupe su lugar en cada vida, que el bebé traiga muchas alegrías y esperanzas, etc.”)
En eso, llegan también los vecinos (sus hijos pueden estar vestidos de angelitos). La mamá dice: “Venimos de la fiesta de la iglesia. Los chicos hicieron de angelitos y cantaron la canción de la paz”. El papá dice: “Si, estuvo muy lindo, pero los chicos no veían la hora de conocer a esté chiquitín. Para ellos es como si hubiera nacido Jesús”. (Todos se van acomodando alrededor de la cama y del bebé.)
Y entonces Marianela pide que la escuchen porque tiene algo para decir:
“Ustedes no saben qué sola me sentía hasta hace apenas unos días atrás. El pecho me dolía de tanta soledad. Pero una tarde le pedí a Dios que se haga presente en esta Navidad y en mi vida. ¡¡Y miren cómo me respondió!! Cada cosa que pasó fue una clara respuesta de Él, que está acá ahora, entre todos nosotros, y con nosotros. ¿Y díganme si no se parece un poquito a la primera Navidad? Nosotros podríamos representar a José y María con el niño ustedes, tíos, a los pastorcitos que venían del campo ustedes, mis compañeros estudiantes, a los sabios de oriente, que trajeron sus regalos al niño. Y ni los angelitos faltaron a esta Navidad. Cuánta alegría y cuánta paz podemos sentir cuando Dios nace también en nuestro corazón. ¡¡Que Dios pueda nacer en sus corazones también, en esta Navidad!! “
(Suena fuerte la canción “Gloria a Dios”, del Cd Con la voz de los pequeños.)
(Mientras todos se saludan, se abrazan y sonríen, se va cerrando lentamente el telón. Se invita a todos los presentes a entonar Gloria a Dios.)