La conversión de Pablo

12 Minutos, 7 personas + 3 extras. Representación de la conversión de Saulo desde el camino a Damasco hasta la imposición de manos de Ananías. Reflexión final sobre la necesidad de predicación a todas las personas.

LA CONVERSIÓN DE PABLO

PERSONAJES

LUCAS
PABLO
DIOS
SOLDADO
3 SOLDADOS EXTRAS
ANANÍAS
SEÑORA 1
SEÑORA 2


LUCAS. (De pie.) ¿Saben quién soy yo? No, ¿verdad? Pues les voy a dar unas pistas: Soy originario de Antioquía de Siria, médico de profesión e historiador, un gentil, como me llamaba la iglesia primitiva. (Espera a que el público dé respuestas.) Mi nombre es Lucas y quiero contarles la historia de un personaje que siempre admiré y que inspiró mi vida en el servicio, en la obra de Dios. Así comienza la historia de Pablo de Tarso. Déjenme decirles que el padre de Pablo de Tarso, capital de Cilicia, era fariseo pero de su madre no hay información. Pablo era un ciudadano romano pero fue criado en el fariseísmo. Pertenecía a la tribu de Benjamín. Era un hombre muy culto que conocía varios idiomas y la literatura hebrea y griega. Estudió con Gamaliel, pero no les digo más, veamos qué le pasó a Pablo.

(Está Pablo con un fajo de cartas en la mano y dos soldados a su lado.)

PABLO. ¡Aquí están! ¡Ja, ja, ja! ¡Las tengo ya en mi poder! Son las cartas de recomendación que me dio el sumo sacerdote. Con ellas podré ir a las sinagogas de los judíos de Damasco y cuando los encuentre me los llevaré presos y encadenados a Jerusalén, como se merecen esos desgraciados… ¡Cuánto los odio…! Tengo que seguir pensando qué más puedo hacer para acabarlos de la faz de la tierra… ¡Tengo que exterminarlos definitivamente! (Mirando a los soldados.) ¡Soldados! Ya es hora de continuar nuestro camino… Hemos avanzado bastante… ¡Si nos apuramos, pronto llegaremos a Damasco!

(De repente cuando empiezan a caminar los soldados se quedan inmóviles, mudos de espanto pero no ven a nadie. Sin embargo, Pablo se desconcierta al ver una potente luz venida del cielo. Se tapa la cara con los brazos y asustado escucha una voz.)

DIOS. Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?

(Pablo cae en tierra.)

PABLO. ¿Quién eres tú, Señor?

DIOS. Yo soy Jesús, a quien tú persigues, pero ahora levántate, entra en la ciudad y allí se te dirá lo que tendrás que hacer.

(Pablo se levanta del suelo.)

PABLO. ¡Estoy ciego! ¿Qué me sucede? ¡No veo nada!

(Los soldados lo llevan de la mano, mientras lo sacan de escena.)

SOLDADO. ¡Vamos! Llevémoslo a Damasco que ya está cerca.


ESCENA II

(Aparece un anciano en su casa cuando de repente se arrodilla y levanta las manos al cielo.)

DIOS. ¡Ananías!

ANANÍAS. Aquí estoy, Señor.

DIOS. Levántate. Vete a la calle Recta y pregunta en la casa de Judas por uno de Tarso que se llama Saulo. Mira, él está en oración y está viendo que un hombre llamado Ananías entra y le coloca las manos sobre la cabeza y le devuelve la vista.

ANANÍAS. Señor, he oído a muchos hablar de ese hombre y de los males que ha causado a tus seguidores en Jerusalén, y que ha venido aquí con poderes de los Sumos Sacerdotes para llevar presos a todos los que creen en tu nombre.

DIOS. Vete, pues a este lo he elegido como un instrumento para que lleve mi nombre ante los que no conocen la verdadera religión y ante los gobernantes y ante los hijos de Israel. Yo le mostraré todo lo que tendrá que padecer por mi nombre.

(Ananías se levanta y se va.)


ESCENA III

(Aparece Pablo de rodillas orando cuando entra Ananías. Lentamente le coloca las manos a Pablo sobre la cabeza.)

ANANÍAS. Hermano Saulo: me ha enviado a ti el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías. Sé que llevas tres días sin comer y sin beber. Pues Jesús me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo.

PABLO. (Mirando al cielo.) ¡Dios mío y Señor mío! ¡Ya puedo ver! (Mirando a Ananías.) Me han caído de los ojos como unas escamas… Ya no estoy ciego… ¡Puedo ver!

ANANÍAS. Ven, hermano, para que comas algún alimento y recobres fuerzas.

PABLO. Quiero ser bautizado,  Ananías, por favor, quiero que me bauticen ¡ya!

(Ananías ayuda a Pablo que todavía está débil. Salen de la escena y entra Lucas.)

LUCAS. Pablo estuvo algunos días con los discípulos de Damasco y enseguida se puso a predicar en favor de Jesús en las sinagogas o casas de oración y decía que Jesús era el Hijo de Dios. Todos los que lo escuchaban quedaban admirados.

(Entran dos señoras caminando y comentando.)

SEÑORA 1. ¿Has visto al tal Pablo? ¿No era ese el que en Jerusalén perseguía tan violentamente a los que invocaban el nombre de Jesús?

SEÑORA 2. ¿No lo habían enviado los Sumos Sacerdotes con cartas de recomendación para que se llevara presos y encadenados a los que siguieran esa religión? 

(Pablo entra silenciosamente y se sienta a escribir.)

LUCAS. Pero Saulo seguía predicando y demostraba a muchos que Jesús era el Mesías, el Salvador del mundo. Saulo se cambió el nombre por el de Pablo y en una de las muchas cartas que escribió, en la que remitió a los  Gálatas dijo:

PABLO. (Escribiendo y hablando.) Cuando Aquel que me llamó por su gracia me envió a que lo anunciara entre los que no conocían la verdadera religión, me fui a Arabia, luego volví a Damasco y después de tres años subí a Jerusalén para conocer a Pedro y a Santiago. Las Iglesias de Judea no me conocían pero decían: "El que antes nos perseguía, ahora anuncia la buena noticia de la fe, que antes quería destruir". Y glorificaban a Dios a causa de mí. (Levantándose y hablando al público.) Que tu conversión sea como un ideal para todos y cada uno de nosotros. Que también en el camino de nuestra vida nos llame Cristo y nosotros le hagamos caso y dejemos nuestra antigua vida de pecado y empecemos una vida dedicada a la santidad, a las buenas obras y al apostolado. Si lo que busco es agradar a la gente, no seré siervo de Cristo. ¿Deseas tú también ser siervo de Cristo? ¡AMÉN!


CONCLUSION: La conversión de Saulo dejó sorprendidos a muchos de los primeros cristianos. Saulo era un perseguidor de los cristianos, pero aun así, siendo tan temido por todos, Dios le tocó y fue completamente transformado. Algunas veces pensamos que hay personas a las que no vale la pena predicarles la Palabra de Dios. Pensamos que es una pérdida de tiempo porque ellos no van a escuchar lo que decimos. Pero Dios puede tener un plan especial para esas personas, así como lo tuvo con Saulo. Nuestra tarea es compartir a otros el mensaje y Dios se encargará del resto.

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