Una cena de Nochebuena

25 Minutos y 7 Personajes + Coro. Una familia pasa la nochebuena como muchas hoy en día. En un punto se plantean cómo la celebran y por qué la celebran. Es una obra de mucho humor que se escribió para acompañar a un coro, que hace el papel de radio.



UNA CENA DE NOCHEBUENA
Alberto Cardona



PERSONAJES

LOCUTOR
MARIDO
MUJER
ABUELO
HERMANO
HIJA
NOVIO


ESCENA I

(Todo apagado. Se oye la voz de un locutor de radio).

LOCUTOR. (Con voz cálida de locutor de programa nocturno.)
Otra vez con vosotros tras esa preciosa canción.
A veces uno piensa que al otro lado de las ondas no hay nadie. (Se le enfoca con una luz.) Que nadie te escucha y que solo habla para sí mismo.
Solo está la noche, mis pensamientos y esta tranquila música. Pero espero que haya más personas como yo al otro lado del receptor, personas que al igual que yo añoren en esta mágica noche la compañía de un ser querido.
En Nochebuena no es nada bueno estar solo.
Para aquellos de vosotros que echáis de menos el regalo de una sonrisa o un afectuoso abrazo os dedico esta fabulosa canción…

(Se enciende la radio y canta el coro.) (Canción de amor.)

(Se encienden todas las luces. Una mesa de cena de fiesta en el salón de una casa. Un matrimonio está poniendo los platos).

MARIDO. Te lo vuelvo a repetir, eso del árbol es una invención anglosajona.

MUJER. Sí, claro, cariño, y ahora me dirás que introducida en nuestro país por el Corte Inglés.

MARIDO. ¡Exacto!, ¿y a ti quién te lo ha dicho?

MUJER. Tú, cariño, tú, llevo escuchando lo mismo desde los últimos 30 años.

MARIDO. Tú te reirás… pero tengo toda la razón.

MUJER. ¡Mucha!

MARIDO. Mira Isabel, esto de la Navidad es… como “la semana blanca”, (que no sé por qué les ha dado ahora por imponer una semana para esquiar)… como lo de las rebajas… como lo de “Ya es primavera” en yo qué sé… En fin, una invención, todo una invención para potenciar el consumo.

MUJER. Lo que quieras.

MARIDO. No, lo que quiera, no, si es que ya desde el mes de octubre nos ponen por los ojos los adornos de Navidad, las ofertas de regalos. Si es que hay algunos que compran los turrones y los polvorones desde septiembre. Y total, para que luego sobren, se revengan, y se los demos a las visitas.

MUJER. No seas exagerado.

MARIDO. ¿Que no sea exagerado? Pero si en marzo pasado tuvimos que ir con tu tía a un dentista de urgencia porque se le había roto el puente con un panellet.

MUJER. Que no era un panellet, era una peladilla.

MARIDO. ¡Ves! Me das la razón.

MUJER. Lo que quieras. Ahora no tengo tiempo para discutir. Va a venir tu padre y…

MARIDO. ¿Y quién lo trae?, ¿mi querido cuñado?

MUJER. ¡El mismo!, ¿pasa algo?

MARIDO. No, mujer, nada, que guardo muy buen recuerdo suyo de la cena del año pasado.

MUJER. Era un momento muy complicado para él. Deberías haber tenido un poco de paciencia.

MARIDO. Chica, que tampoco me porté tan mal. Solo desconecté.

MUJER. Hombre, si piensas que solo desconectar es ponerse a leer en su cara el Quijote.

MARIDO. Es que a mí Cervantes me inspira.

MUJER. Sobre todo el 24 de diciembre.

MARIDO. Es que estaba muy pesado. Toda la cena igual. Y tampoco era para tanto.

MUJER. ¿Que no era para tanto? Fueron 25 años juntos y justo el día previo a Nochebuena le dice que ya no le aguanta más.

MARIDO. Sí, la verdad es que nuestra ex-cuñada siempre tuvo el don de la oportunidad. Pero eso se venía venir.

MUJER. Eso se ve venir si no eres uno de los afectados. Si estás fuera de la relación. Si no, siempre piensas que no es para tanto, que se solucionará.

MARIDO. Puede, pero era más que evidente. Y lo de la pérdida de trabajo de él fue más que definitivo. Demasiados problemas para una relación sin fundamentos sólidos.

MUJER. Los problemas. Siempre se achaca a los problemas. ¿Y cada uno por separado no tendrá los mismos o iguales problemas?

MARIDO. Buena pregunta. Es obvio. Seguro que sí. Incluso puede que tengan más. Estoy contigo en que eso de los problemas es una excusa. ¿Quién no tiene problemas? Yo siempre había achacado lo de las separaciones a que se habían terminado los proyectos comunes. Fíjate en nosotros. Yo siempre tengo que estar aguantándote…

MUJER. Pues muchas gracias.

MARIDO. No te enfades, mujer. Entiéndeme.

MUJER. ¿Qué pasa?, ¿encima soy tontita y no tengo capacidad para entenderte?

MARIDO. Vaya frase hecha más desafortunada. Me explicaré mejor. Yo te aguanto y tú me aguantas a mí. Es normal. Convivimos. Pero nuestros proyectos comunes compensan y superan a los problemas… ¿O no?

MUJER. A veces.

MARIDO. ¿A veces?

MUJER. ¡Siempre, tontorrón!…. Pero dejemos de hablar y a trabajar, que se nos va a echar el tiempo encima.

MARIDO. ¿Este plato lo pongo aquí? Y mujer, ya que estamos en Nochebuena te prometo que me portaré bien… Siempre y cuando tu hermano no me dé otra vez el tostón con lo mismo de siempre.

MUJER. ¡Eres incorregible! Anda, pon un poco de música.

(Pone la radio). El coro canta Navidad, más allá de Gloria Estefan.

MUJER. Ya casi todo está colocado Si te parece, vete terminando tú. Vete poniendo las servilletas y las velas mientras yo veo cómo va la vichysoisse.

MARIDO. ¿A quién dices que vas a ver?

MUJER. No seas tonto. A quién no, a qué: A la vychyssoise.

MARIDO. Y eso, ¿qué es lo qué es?

MUJER. Una crema francesa.

MARIDO. ¿Una crema? ¿Y qué lleva eso?

MUJER. Pues, puerros, patata…

MARIDO. O sea, una purrusalda pero dicho en fino. ¿Y no podías haber hecho algo español para cenar? Algo más nuestro, no sé… ¡una tortilla de patatas!, una ¡típica tortilla española! Parece que en las cenas y comidas de Navidad siempre hay que hacer cosas raras… y cuanto más raras mejor. Todavía me acuerdo del año pasado.

MUJER. ¿Cenaste mal?

MARIDO. No mujer. Lo que pasa es que… me lo comí hace un año y todavía no sé pronunciarlo. Verás… Quiché Lorrainé, de la France.

MUJER. Quiche Lorraine.

MARIDO. Azuquiqui.

MUJER. Azukis en salsa agridulce.

MARIDO. ¡Eso! Muy japonés. Y por último y de postre: Tarta Tintín.

MUJER. Tarta Tatín.

MARIDO. Pues eso: ¡Tatín tatín! O como se diga…

(Suena el timbre de la puerta.)

MUJER. Anda, vete a abrir la puerta que lo tuyo no son los idiomas.

MARIDO. ¡Oui, Madamme! (Hace una reverencia y se va a abrir la puerta.)

MUJER. Este marido mío… Pero quizá tenga algo de razón. Las cenas y comidas en Navidad se han convertido en concursos gastronómicos. Y quizá nos estamos olvidando de lo más importante. La esencia de las cenas de Navidad es simplemente compartir un momento con nuestros seres queridos… (Pausa.) Aquí me falta una vela… ¿Y la música? Voy a subir un poco más la radio.

(Se apaga el escenario.)



ESCENA II

LOCUTOR. Seguimos con el programa especial de villancicos de Nochebuena. El siguiente villancico se lo dedico a todos aquellos que sienten la Navidad como el momento en que los milagros son posibles, donde judíos y palestinos pueden abrazarse, donde se olvida el dolor, donde los problemas no son. (Pausa.) La Navidad ya está aquí, ya llegó… Os dejo unos momentos con el villancico: “Llegó la Navidad”.

(Se enciende la luz. La mujer sigue acabando de poner la mesa.)

HERMANO. ¡Hola, hermana! Feliz Navidad. Toma, para ti. (Le da un regalo muy pequeño. Viene vestido hasta con pajarita.) Toma, traigo un regalo… Es para todos. ¿Y sabes? Mi economía no va muy boyante con eso de la separación.

MUJER. No tenías que haberte gastado nada. Gracias.

HERMANO. De nada. Pero no me he gastado nada. Es un pequeño bote de gel del último hotel que estuve con mi… con “esa”, antes de separarnos. Y un calendario de mi banco. Es lo único gratis que le saco.

MUJER. Pues nada, gracias de todas formas. Nos vendrá muy bien, es todo muy útil. ¿Y tú qué tal te encuentras? Estás muy guapo.

HERMANO. Es todo fachada. Esto (se coge del traje) se lo he pedido prestado a un amigo.

MUJER. Pues te sienta muy bien.

HERMANO. Mi amigo sí que es afortunado. Tiene una mujer que le quiere, un trabajo estable, un coche y… hasta un chiguagua.

MUJER. ¿Un chiguagua?

HERMANO. Yo siempre quise un chiguagua pero hace un año se acabó lo poco de felicidad que nunca he tenido.

MUJER. No te pongas así, anda, vamos a intentar disfrutar de la noche, ¿vale?

(Entran el abuelo y el marido.)

ABUELO. (Alzando la voz.) ¡Que no quiero excusas, caballero! ¡Exijo, señor mío, que me informe de mi situación actual! ¿Estoy secuestrado? ¿Acaso quieren por mí algún rescate? Pues sepan que estoy solo en el mundo y no tengo posibles. Mi jubilación no da para mucho.

MARIDO. Venga, padre, deje de tomarme el pelo y no me altero. Yo sé que usted sabe que está en la casa de su hija y que ha venido a cenar y a ponerse morado en Nochebuena.

ABUELO. Ponerme morado, ponerme morado… Pero si soy como un pajarillo; apenas como un poquito de caldo y una lechuguita… ¡Y con poco aceite!

MARIDO. Seguro que un pajarillo…

ABUELO. Pues así me siento en tu casa. Porque el año pasado me disteis Azuquiqui o azuki y eso era alpiste.

MARIDO. Pues casi, abuelo. Según su hija, es una legumbre típica de Japón.

ABUELO. Pues espero hoy no haya de ese alpiste, ¿verdad que no hay, hijo? Dime la verdad, porque si es así, ya me podéis llevar de nuevo a mi casa.

MUJER. ¡Hola, padre! ¿Qué tal está?

ABUELO. Bfass…

MUJER. Ya veo que sigue con su buen carácter.

ABUELO. ¡Pues que conste que no soy ni un canario, ni pájaro por el estilo!

MUJER. (A su hermano.) ¿Se sigue tomando la medicación? No sé…

HERMANO. Tranquila, sí se la toma. Fuimos ayer al médico y dice que todavía nos reconocerá durante mucho tiempo. Parece que la enfermedad está estancada.

ABUELO. Quien está estancado eres tú. Que lo que tendrías que hacer es dejar de llorar por los rincones y rehacer tu vida. Ya vale de tanta mojigatería, blandengue, que eres un blandengue.

MARIDO. ¡Está fantástico, abuelo!

ABUELO. Y tú déjate de monsergas. ¿Y la cena? ¿Dónde está la cena?

MUJER. Estoy acabando de hacerla.

ABUELO. ¿Y la niña?

MUJER. Ahora vendrá. Hace un rato que ha llegado de hacer las últimas compras y se está poniendo guapa.

ABUELO. ¿Guapa? ¿Qué pasa? ¿Le han salido manchas como a las cebras?

MARIDO. No, abuelo, es que se ha echado novio y parece que viene hoy a cenar.

ABUELO. Ya. ¿Y no tiene familia que tiene que venir a cenar con una que no es la suya?

HERMANO. ¡Si es que no somos nadie! El mundo está lleno de infelicidad… (Medio llorando.)

MARIDO. Toma. El que faltaba.

MUJER. De eso nada. Parece que es un chico de buena familia, pero van tan bien las cosas que han decidido cenar hoy aquí y mañana irán a comer con la familia de él.

HERMANO. ¿Acaso yo soy el único desgraciado del mundo? ¿Por qué yo?

MARIDO. Por cierto, Isabel, ¿sabes dónde he dejado el Quijote?

ABUELO. Anda, vete a por la niña que tengo ganas de verla.

MUJER. Voy a ver si ya está preparada.

(Se marcha la mujer.)

ABUELO. Tú, como te llames (al marido), ¿sabes algo de la niña?

MARIDO. Poco.

ABUELO. Seguro que es un “nana” de esos.

HERMANO. ¿Un “nana”?

ABUELO. Sí, hombre, esos que nada de trabajo y nada de estudios.

HERMANO. ¡Yo soy un Nana! (Se pone a llorar.)

MARIDO. A esos se les llama “nini”. Ni estudian, ni trabajan.

HERMANO. Ya no soy una nana, ahora soy un nini. (Llorando.)

MARIDO. Por favor, ¡qué paciencia! Voy a poner algo de música a ver si me relajo.

(El coro canta: Christmas Island.)

HIJA. (Vestida de noche.) ¡Hola abuelo! ¿Qué tal estás?

ABUELO. He tenido días mejores. Pero, hija mía, con verte a ti, se me quitan todos los dolores. Eres igualita a tu abuela.

HERMANO. Estás muy guapa. Se nota que esperas a alguien. ¡Qué ya nos hemos enterado…!

HIJA. Sí, hoy viene a cenar mi novio. Pero portaros bien con él, ¿vale? Que ya os conozco…

ABUELO. Yo siempre me porto bien.

HERMANO. Él, él es el que se tiene que portar bien contigo. Pero, ¿estás segura de lo que haces? No quiero que luego te pase como a mí.

MARIDO. Anda, deja a la niña en paz.

ABUELO. Sí, deja a la niña que eres un agonías. Por cierto, cuéntame: ¿Trabaja? ¿Estudia? ¿Está en el paro? ¿Es de buena familia? ¿Te trata bien? ¿Es normal?

HIJA. ¡Claro que es normal! Ya lo conoceréis dentro de poco. Ha decidido venir hoy para conoceros a la familia en la intimidad. Al principio le dije que viniera a la fiesta de fin de año pero creo que es mejor que le veamos vestido de normal.

MARIDO. Pues, a mí me hubiera gustado verlo en Fin de Año. Creo que la fiesta de disfraces que hacemos tradicionalmente es absolutamente aleccionadora.

HERMANO. Estoy contigo, cuñado. El disfraz que eliges dice mucho de tu personalidad. ¿Te acuerdas cuando aquel amigo tuyo se disfrazó de croissant? Le venía que ni pintado.

MARIDO. Sí, el disfraz es el espejo de tu alma.

(Suena el timbre de la puerta.)

MUJER. Ya voy yo.

HIJA. Seguro que es Alonso.

ABUELO. ¿Se apellida Alonso?

HIJA. Es su nombre.

HERMANO. Pero, ¿eso no es un apellido?

MARIDO. Silencio, ya está aquí.

NOVIO. Buenas Noches. (Entra disfrazado de pato.). Alonso…. ¿Qué tal? Creo que por fin me he hecho un lío con lo de la fecha del disfraz. No es hoy, ¿a que no? ¡Hola cariño!

HIJA. Pero, pero...

MUJER. No te preocupes, Alonso, lo importante es que estás aquí con nosotros.

MARIDO. La niña nos ha hablado mucho de ti.

HERMANO. Pero esto no lo había contado.

ABUELO. Este es una Nana, ¡seguro…! No puede ser otra cosa con esta pinta. Por cierto, ¿estudias?, ¿trabajas?, ¿tus padres tienen buena posición?

MUJER. ¡Padre, por favor!

ABUELO. ¿Qué pasa? Si todos estáis deseando hacer estas preguntas. Además, yo, como tengo principio de senilidad no me lo va a tener en cuenta, ¿verdad que no, Alonso?

MARIDO. Ande, padre, que está senil para lo que quiere. (Aparte.) Pero, siga usted, padre, que va por buen camino. Pregúntele sobre qué intenciones tiene para con la niña.

MUJER. Venga. Dejaros de tonterías y vamos a ponernos a cenar. Venga, sentaos en vuestros sitios. Si miráis en la mesa veréis carteles con vuestro nombre.

ABUELO. Sí, fenómeno, ¿cómo tengo la vista…? ¡Como para leer nada! Esto lo hacéis para fastidiarme. Ya, ya llegaréis a mi edad.

HIJA. Tú te sientas aquí, abuelo. Y deja de rezongar.

MUJER. Si os parece, mientras os colocáis en vuestros sitios me voy a por el primer plato. Y mientras cenamos… marido mío, pon un poco de música. (Sale.)

MARIDO. ¿Qué preferís? ¿Música Clásica? ¿Gregoriano? ¿Jazz?

HIJA. Pon algún villancico. ¡Qué estamos en Navidad!

HERMANO. Pon la radio, que el programa que estábamos escuchando estaba fenomenal.

MARIDO. Pues dicho y hecho.

(VILLANCICO Have Yourself a Merry Little Christmas)




ESCENA III


LOCUTOR. Y las horas pasan inexorablemente en esta noche mágica. Os imagino: Familias juntas, cenas copiosas, alegría, sonrisas, caras nerviosas de niños, besos, abrazos, oraciones y recuerdos por los que ya no están. Es obligatoria la alegría y la paz en estas pocas horas. ¿Y todo por qué? Unos diréis por costumbre; Otros… ni recordáis por qué, pero dejadme que os sea sincero: La realidad es otra muy diferente. En el fondo de nuestro corazón sabemos que nos alegramos porque sabemos que hubo un día en que se cumplió una promesa. Porque desde ese día la humanidad tiene esperanza. Porque un día nos nació un niño en la ciudad de Belén y desde entonces le adoramos. Y muchos le oran y oran para que ya no haya más, para que desaparezca el olvido, el hambre, el dolor, la mentira, la venganza, la muerte…
El mejor villancico para este momento es el que lleva por el título “Mi humilde Oración”.

(Villancico: Mi Humilde Oración. )

(Aparece la madre y el padre recogiendo los platos usados.)

NOVIO. Muchas gracias por la cena. Estaba todo delicioso.

MUJER. Pues muchas gracias, muy amable, pero la verdad es que tienes razón, esta vez me ha salido todo buenísimo.

HIJA. ¡Mamá!

MARIDO. No, hija, tu madre tiene razón. Tan malo es ser orgulloso como utilizar la falsa modestia y tu madre no es falsa.

ABUELO. Dirás que no es modesta. Que un padre sabe siempre cómo es su hijo, aunque pretenda engañarse.

HERMANO. La que no era modesta era mi ex. Mi hermana es una santa pero la otra… era una…

MUJER. ¡Por favor!

ABUELO. Eso, por favor, que alguien me explique qué hemos cenado porque todavía no lo sé.

HIJA. A ver, abuelo, hemos empezado con un picoteo.

NOVIO. A mí me ha encantado el milhojas con foi vegetal, manzana desestructurada y reducción de Módena.

ABUELO. Espera que me lo apunte… porque cualquiera se acuerda.

HERMANO. Pues a mí me han encantado los paccheri rellenos de espinacas con salsa de orejones y olivas negras.

ABUELO. ¡Desisto! Otro año más que me voy a ir sin saber lo que he comido.

NOVIO. La verdad es que ha sido una velada fantástica. Pero eso… de que Jesús no nació la noche del 24 al 25 de diciembre me ha llegado al alma.

MARIDO. Pues no debería afectarte tanto. Como comentábamos antes, el 25 de diciembre fue declarado oficialmente como el de la Navidad por el Papa Julio I en el año 350.

NOVIO. Pero, ¿por qué?

MARIDO. Parece ser que la fecha no fue fruto del azar, sino del deseo de la Iglesia de apropiarse de la fiesta pagana que celebraba entonces el alargamiento del día frente a la noche invernal; la victoria de la luz sobre las tinieblas.

HIJA. Y entonces, ¿en qué fecha nació?

MARIDO. Pues no se sabe en realidad. Unos dicen que en primavera. Justo porque los pastores estaban velando a las ovejas en el monte. Y otros dicen que en otoño. Porque dicen que el establo al que se refiere la Biblia como lugar de nacimiento de Jesús podría ser una deformación de la cabaña que cada familia judía debía construir y en la que tenía que pasar ocho días durante la festividad de Sukot, en recuerdo de las cabañas que Dios hizo para su pueblo cuando salió de Egipto.

HERMANO. Entonces, si no sabemos la fecha exacta y sabemos que el 24 y 25 de diciembre es por la elección de una fecha pagana… ¿Debemos seguir celebrando la Navidad en esta fecha?

MUJER. Yo no creo que sea malo recodar el nacimiento de Jesús. Y además, con ese pretexto... hacemos buenas acciones, tenemos mejores sentimientos y nos deseamos paz y amor. ¿Qué tiene de malo?

ABUELO. Qué es una fecha pagana. Y yo no soy pagano.

MUJER. Nadie es pagano aquí, abuelo.

MARIDO. Mirad, yo encontré una cita de una escritora norteamerica que creo que es muy acertada:“Hace mucho tiempo que se celebra el 25 de diciembre para conmemorar el día del nacimiento de Jesús y. . . no es mi propósito afirmar si es apropiado o no celebrar ese acontecimiento en ese día, sino meditar en la niñez y la vida de nuestro Salvador. Quiero llamar la atención de los niños a la humildad del Redentor al venir al mundo”.

NOVIO. Ya. Entiendo. Así que si se celebra la Navidad en esta fecha es un buen pretexto para celebrarla.

HIJA. A mí me encantaría que fuese Navidad todos los días.

MUJER. Y es que la Navidad debería ser todos los días. Si recordamos todos los días que Jesús nació. Quizá nos provoque esos sentimientos de paz y amor de manera continua. Y el mundo será mejor.

NOVIO. Yo no sé vosotros, pero estar filosofando disfrazado de pato… estoy un poco incómodo.

ABUELO. Pues anda que yo. No es normal que le dirija la palabra a un pato y luego me conteste.

HERMANO. Lo que hubiese sido desagradable, hermanita, es que hubieras servido en la cena pato a la naranja.

MUJER. Pues era una de las recetas que tenía pensado hacer.

HIJA. Pues, papá, yo creo que lo verdaderamente importante de la Navidad, además de recordar a Jesús como nuestro salvador, es justamente esto. Lo que estamos haciendo. Disfrutar de los nuestros y oxigenarnos de todo lo malo del año, si es que es posible.

HERMANO. No, no es posible.

ABUELO. Lo mismo te digo.

NOVIO. Pues yo creo que sí. Hay que mirar lo malo que nos pasa como mera anécdota. Mirad, yo, seguro que me acordaré toda mi vida de esta cena. Al principio me sentía como un pato en un garaje, disculpe por la frase hecha, señora, usted tiene la casa preciosa, pero luego me he olvidado del problema porque me he sentido muy a gusto.

MARIDO. Justamente ese es el espíritu de la Navidad: Renovarse, dejar atrás lo malo y mirar a Jesús. Y si lo aderezamos de cenas y alegría, ¡tampoco está tan mal!

MUJER. Pues que sepáis que a mí me encanta la Navidad y que seguiré haciendo cenas raras. Y todo porque me gusta agasajar a los míos.

HIJA. Pues lo que yo no soporto son los villancicos. Eso de “Ande, ande, ande…” O, “mira cómo beben los peces en el río…” No lo soporto.

ABUELO. Lo que yo no soporto es el chunta-chunta de ahora, que los jóvenes lo ponéis hasta en los villancicos.

HERMANO. Callad, callad, mira que villancico está sonando en la radio.

(En Navidad Operación Triunfo)

LOCUTOR. Con este villancico terminamos este programa especial de Nochebuena. Espero que el espíritu de la Navidad se haya colado en vuestras casas. Yo quiero agradeceros vuestra compañía. A veces es difícil sentir la Navidad cuando uno está solo, lejos de los suyos. Sé que, estén donde estén en estos momentos, se sienten cerca de mí como yo de ellos. He sentido vuestro abrazo y ánimo. Quiero creer que habéis comido, reído, disfrutado pero… no olvidaros de los más desfavorecidos. Para ellos también es Navidad. Hacedme un último favor, sed buenos y no olvidéis que la Navidad es todo el año. Un beso de buenas noches para ellas y un saludo para ellos.

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