18 Minutos y 8 Personajes + Extras. Una joven se hace cristiana y lleva con gusto una enorme cruz en el cuello porque está muy orgullosa de serlo. En contraste, sus amigos "cristianos" de más tiempo en la fe las esconden, o utilizan otras más pequeñas porque se avergüenzan de ellas.
TOMA TU CRUZ
PERSONAJES
NARRADOR
CARLA
SAMY HABILIDOSO
SIMÓN
MANUEL
TOMÁS
JULIA
JENNY
3 Ó 4 ADOLESCENTES
NARRADOR. Es bastante fácil ser cristiano, al menos, es fácil decir que tú eres un cristiano cuando es conveniente. Los cristianos no tienen anuncios alrededor de sus cuellos que anuncien su fe. Pero piensa en las palabras de Cristo en Marcos 8:34: “Entonces llamó a la multitud y a sus discípulos. Si alguien quiere ser mi discípulo -les dijo-, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz y me siga.” ¿Qué sucedería si a los cristianos se les requiriera cargar cruces como símbolos obligatorios de su fe?
ESCENA 1
(Dentro de Cruces En Abundancia, una pequeña tienda en un centro comercial que vende toda variedad de cruces. Detrás del mostrador se encuentra un vendedor. Carla, una nueva cristiana entra a la tienda.)
SAMY HABILIDOSO. Hola. Pásele, pásele. ¿Cómo puedo ayudarla?
CARLA. (Con entusiasmo.) Me acabo de hacer cristiana, y me gustaría obtener una cruz.
SAMY HABILIDOSO. Bueno, has llegado al lugar correcto. Mi nombre es Samy Habilidoso, pero me puedes llamar “S” (haciendo un sonido como el de una serpiente) Soy tu amigo y sé lo que necesitas.
CARLA. ¡Grandioso!
SAMY HABILIDOSO. (Sacando una cruz de oro muy grande.) Estamos en medio de una “24 horas de ofertas”, y por solo $24.95 se puede ir a casa con esta cruz puesta que es de 24 quilates de oro. Hasta le regalamos la cadena.
CARLA. (Dudando.) Bueno… esto no es exactamente lo que estaba yo buscando.
SAMY HABILIDOSO. Entiendo. Es muy grande. Creo que sé exactamente cómo se siente (saca una cruz pequeña). Escuche, aquí hay una que puedo dársela en $19.95. La cadena es aparte, pero le doy buen precio.
CARLA. (Moviendo su cabeza, tratando de ser cortés.) No… No creo que…
SAMY HABILIDOSO. Está bien. Le incluyo la cadena pero esta oferta es solo por hoy.
CARLA. No, vea usted, estoy buscando algo más grande.
SAMY HABILIDOSO. ¡Ya le entendí! (De detrás del mostrador saca una enorme cruz con colores brillantes y chillantes.) Este estilo es muy popular, pero por supuesto es un poco más cara.
CARLA. Quizás usted no me entiende. Creo que no es el tamaño de la cruz tanto como… Bueno, cuando mis amigos se hicieron cristianos, ellos llevaban unas cruces grandes, pero eran cruces de madera, sencillas, sin pintar. Yo pensaba que ellos estaban locos, pero ahora creo que ya entendí. ¿Tiene usted algo así? ¿Quizás de este tamaño? (indicándole el tamaño).
SAMY HABILIDOSO. ¿Sabe? Teníamos de esas antes, pero se vendían tan poco que descontinué ese modelo. Casi nadie quiere comprarlas. La mayoría de la gente las renta—para esas ocasiones especiales cuando necesitan jugar el papelito, y después las regresan.
CARLA. ¿Puede decirme en qué tienda las venden?
SAMY HABILIDOSO. (Se detiene un momento, se le queda viendo a Carla cuidadosamente mientras juega con su cadena.) Bueno, creo que no debería hacer esto, pero usted parece ser una persona decidida. Le haré un mapa. Aquí es a donde puede usted encontrarlas. (Rápidamente hace un dibujo de un mapa en un papel.) Se llama “La Tienda de la Cruz”. Está en la esquina de la Quinta y la Principal. El tipo no tiene muchas ventas, pero quizás tenga lo que estás buscando.
CARLA. ¡Gracias! (Sale pasando a otras dos personas que entran a la tienda).
SAMY HABILIDOSO. Hola. Pásele, pásele. ¿Cómo puedo ayudarle?
(Se apagan las luces.)
ESCENA 2
La Tienda de la Cruz. Un mostrador con una fila de cruces de un solo tipo: grandes y de madera. Un vendedor detrás del mostrador.
SIMÓN. Hola. Mi nombre es Simón. ¿Puedo ayudarle?
CARLA. Mi nombre es Carla y me acabo de hacer cristiana. Me gustaría comprar una cruz (observa las cruces en el mostrador). Estas son perfectas… exactamente lo que estaba buscando.
SIMÓN. ¿Está segura de que esto era lo que buscaba?
CARLA. Seguro que sí. Cuando yo conocí a Jesús, me dijeron que la cruz de Cristo me traería pruebas y tribulaciones así como un gran gozo. Pero yo sé que Dios me dará la fuerza que necesito y que jamás me dejará.
SIMÓN. Parece que usted es una joven decidida. ¿Es ésta la que quiere? (Carla asiente con la cabeza y Simón le da la cruz.) Aquí tiene.
CARLA. ¿Cuánto le debo?
SIMÓN. Nada.
CARLA. ¿Nada?
SIMÓN. Nada, al menos por ahora.
CARLA. Pero acabo de estar en la tienda de “Cruces En Abundancia” y el Señor Habilidoso me dijo que…
SIMÓN. Ya lo sé. Algunas personas piensan que pueden comprar su salvación de esa menara. Se equivocan. Usted comienza a pagar cuando la cargue fuera de aquí.
CARLA. Gracias, Simón. Por cierto, ¿cómo se metió usted a este tipo de trabajo?
SIMÓN. Mi familia ha tenido este negocio por mucho tiempo. Un antepasado mío—cuyo nombre llevo yo—abrió su primera tienda en Cirene. Su primera cruz se parecía mucho a la que lleva usted.
(Si la capacidad bíblica no es la fortaleza de tu grupo, en este momento Simón puede leer Mateo 27:32: “Al salir encontraron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón, y lo obligaron a llevar la cruz”.)
CARLA. (Pensando.) Muchas gracias, Simón.
(Sale y se apagan las luces.)
ESCENA 3
Pasillo de la escuela, de trasfondo unos casilleros. Estudiantes en el descanso. Un grupo de tres o cuatro adolescentes entran en el escenario del lado derecho cargando libros, platicando, riendo, etc. Caminan atravesando el escenario y salen por el lado izquierdo, mientras que Julia y Jenny entran por el mismo lado.
JULIA. (Entusiasta.) ¿No es emocionante? ¡Mañana es el último día de clases!
JENNY. Sí, apenas puedo esperar. Me la voy a pasar de fiesta este verano. Oye, me gusta tu blusa.
JULIA. Gracias. Me la compré ayer. Oye, ¿te llamó David anoche? Karen me dijo que iba a…
(Mateo y Tomás entran e interrumpen.)
TOMÁS. Oigan, ¡no hablen de la gran fiesta de esta noche sin incluirnos! ¡Qué onda!, ¿cómo están?
JULIA. Pues aquí, hablando de la fiesta y el reventón (empuja a Tomás jugando). ¿Ya oyeron que Carla se hizo cristiana? No puedo creer que alguien que vivió como ella pueda ser lo suficientemente buena como para ir a nuestra iglesia.
MANUEL. He escuchado que está muy en serio con esto. Uno de mis amigos la vio en la Tienda de la Cruz. ¿Qué creen que hizo? Primero Car…
TOMÁS. (Interrumpiendo.) ¡Shh! Ahí viene.
(El grupo de adolescentes hace como que está haciendo otra cosa.)
CARLA. (Entra con su gran cruz.) Hola todos. Creo que ya saben que me hice cristiana.
JULIA. Sí ¡Qué bien! (Se escucha el pensamiento de Julia con una voz fuera del escenario.) No puedo creer que esté cargando esa cruz tan fea.
TOMÁS. Estamos muy contentos por ti (se escucha el pensamiento de Tomás con una voz fuera del escenario). Tengo que irme de aquí antes de que todos me vean con ella y se burlen de mí.
MANUEL. Tienes que venir al grupo de jóvenes de la iglesia. (Se escucha una voz fuera del escenario). Espero que decida ir a una iglesia distinta.
JENNY. Escuché la mala noticia de Carlos. Debió de haber sido muy difícil terminar con él porque no es cristiano. (Se escucha una voz fuera del escenario) Quizás ahora él me invite a salir.
CARLA. Sí, fue muy difícil. Pero fue lo mejor. Espero que él también sea cristiano. Quizás ustedes le puedan testificar.
TODOS. Claro, claro (se escucha una voz fuera del escenario). De ninguna manera. Nos sentiríamos como unos tontos.
CARLA. Hablando de testificar, ¿a dónde están sus cruces?
(Todos muestran unas cruces pequeñas, las sacan de lugares escondidos, a excepción de Manuel que sigue buscándola por unos momentos y finalmente se rinde y deja de buscarla.)
CARLA. ¡Qué bonitas! Pero… ¿que no es difícil que la gente las vea?
JULIA. Bueno… Puede ser… Pero si la gente ve bien, las podrán ver.
TOMÁS. Además, no queremos que la gente se lleve una mala impresión.
MANUEL. Cuando nos hicimos cristianos por primera vez, todos teníamos cruces como la tuya, Carla, pero era muy difícil compartirle a nuestros amigos porque esas enormes cruces los irritaban mucho. Nuestros amigos nos evadían, o se burlaban de nosotros.
JENNY. O las dos cosas.
TOMÁS. De esta manera si no deseamos que algunas personas sepan que nosotros somos… bueno, podemos compartir nuestra fe cuando lo deseemos... Tú sabes, cuando el tiempo sea el correcto.
(Todos menos Carla asienten con la cabeza en un acuerdo. La campana suena y todos corren dejando a Carla parada sola y confundida. Se apagan las luces).
ESCENA 4
Un gran cartelón de trasfondo que dice FIESTA, con una flecha apuntando fuera del escenario, a la derecha. Un cartelón más pequeño que dice ESTACIONE SUS CRUCES POR $.50 Manuel, Tomás, Julia y Jenny entran del lado izquierdo del escenario y se paran en medio.
TOMÁS. (A Manuel.) Oye, se ve tu cruz.
MANUEL. Ah, gracias. Se me había olvidado (se mete la cadena dentro de su camisa).
CARLA. (Se acerca con su gran cruz.) ¡Hola amigos!
JULIA. Mira Carla, ¿por qué no dejas tu cruz afuera antes de que entremos a la fiesta? Se vería… este… mucho mejor.
CARLA. ¿Qué quieres decir?
JULIA. Bueno, quizás podamos tomar algo... este... Tú sabes, alcohol, o haya alguna otra cosa…
CARLA. ¿Quieren decir que ustedes van a…
JENNY. Solo vamos a divertirnos en la fiesta. Todos nuestros amigos están ahí. Esa cosa (señalando a la cruz) puede molestar a algunas personas. Puede intervenir en algunas cosas.
(Otro adolescente —con una cruz como la de Carla— entra por el lado izquierdo del escenario, estaciona su cruz bajo el anuncio que dice: ESTACIONE SU CRUZ POR $.50, después sale por el lado derecho hacia la fiesta.)
TOMÁS. No es tan difícil de hacer Carla. Piénsalo.
(Todos menos Carla se van hacia la fiesta.)
CARLA. (Pensando en voz alta.) Pero, ¿que no debería de ser difícil de hacer?
(Se apagan las luces.)
ESCENA 5
Al día siguiente, restaurante mexicano. Manuel, Tomás, Julia y Jenny sentados alrededor de una mesa esperando a que el mesero traiga su comida. Tomás está jugando con las salsas. Julia tiene una pistola de agua.
JULIA. Estuvo increíble la fiesta anoche, ¿no?
JENNY. ¡Estuvo súper! (A Manuel.) Oye, ¿qué te pasa?
JULIA. Creo que comió demasiada salsa picante. ¡Esto te ayudará! (Saca su pistola de agua y le dispara. Todos se ríen excepto Manuel.)
JENNY. ¿Qué te sucede? ¿Aún estás preocupado por la graduación? Escuché que el examen del profesor Sánchez estuvo súper difícil.
MANUEL. No, no es eso. Es solo que… bueno, estoy pensando en regresar a la vieja cruz.
TOMÁS. ¿Qué? ¿Esa cosa enorme de madera dura? No juegues, has estado estudiando demasiado. Creo que se te quemó el cerebro.
MANUEL. No, es en serio. He estado pensando mucho en ello últimamente.
JULIA. No nos puedes hacer esto. Tenemos un gran verano por delante los cuatro.
TOMÁS. No tenemos lugar para esa cruz y además… ahh, ya entiendo. Solo la cargarás a la iglesia y al grupo de jóvenes ¿verdad?
MANUEL. No, la quiero conmigo todo el tiempo. Sé que interferirá, pero lo tengo que hacer. He observado a Carla en estos días. Me recuerda a mí de cómo eran las cosas conmigo. Cuando yo me hice cristiano por primera vez yo me sentía orgulloso de cargar mi cruz por todos lados. No podía dejar de leer mi Biblia. No dejaba de decirles a mis amigos sobre Jesús.
JENNY. Pero tenemos nuestras cruces. Solo que son más convenientes que el modelo grande, y cumplen con la misma cosa.
MANUEL. ¿Ah sí? ¿Cuándo fue la última vez que alguien notó tu cruz, Jenny? ¿Cuándo fue la última vez que alguno de nosotros le explicó a alguien lo que significaba la cruz?
JULIA. Pero Jesús jamás dijo que la cruz tenía que ser grande.
MANUEL. Sí, pero la cruz que Jesús cargó y en la que fue crucificado no era de oro. No podía usarse en el cuello. Era pesada y tenía astillas. Le causó dolor. Le costaba trabajo cargarla. Creo que debería de ser igual con nosotros.
TOMÁS. Creo que tu cerebro se te quemó. (Las muchachas se ríen y asienten con la cabeza señalando estar de acuerdo. Se apagan las luces.)
ESCENA 6
Pasillo de la escuela al día siguiente. Manuel, Tomás, Julia y Jenny entran el escenario del lado derecho platicando. Cuando Manuel ve a Carla entrando al escenario por el lado izquierdo cargando su cruz grande, deja a los otros tres para caminar con ella. Los otros tres siguen caminando y salen del escenario por el lado izquierdo.
MANUEL. ¡Carla! Estoy contento de verte. Tengo algo que decirte.
CARLA. ¿Qué es?
MANUEL. (Tomando aire.) He decidido tomar la cruz que usaba cuando me hice cristiano por primera vez.
CARLA. No entiendo.
MANUEL. Me recuerdas a mí en la forma que solía ser cuando por primera vez conocí a Cristo. No me avergonzaba de mi fe, a donde fuera, no importaba con quién estuviera. Quiero eso de nuevo, gracias a ti, Carla.
CARLA. Yo…yo no sé qué decir. Digo... He estado pensando mucho. Por eso llegué tarde a la primera clase hoy. Me preguntaba si valía la pena cargar esta cruz. Pero decidí seguirla cargando.
MANUEL. ¿Por qué?
CARLA. Recordaba algo que Simón—este tipo que me vendió la cruz, me dijo. Me dijo algo que algún misionero alguna vez dijo: “No es tonto el que da lo que no puede guardar para ganar lo que no puede perder.”
MANUEL. Qué bueno que no te rendiste Carla.
(Suena la campana.)
CARLA. ¿Te veo este fin de semana en el grupo de jóvenes?
MANUEL. ¡No me lo pierdo por nada! (Comienza a caminar pero se detiene al escuchar lo que Carla le dice.)
CARLA. Oye (pausa). Te amo, hermano.
MANUEL. Te amo a ti también. (Los dos se abrazan y salen. Se apagan las luces)
(Una voz fuera del escenario con un micrófono lee Marcos 8:34-38: Entonces llamó a la multitud y a sus discípulos. --Si alguien quiere ser mi discípulo --les dijo--, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa por el evangelio, la salvará. ¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la vida? ¿O qué se puede dar a cambio de la vida? Si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras en medio de esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.)
NARRADOR
CARLA
SAMY HABILIDOSO
SIMÓN
MANUEL
TOMÁS
JULIA
JENNY
3 Ó 4 ADOLESCENTES
NARRADOR. Es bastante fácil ser cristiano, al menos, es fácil decir que tú eres un cristiano cuando es conveniente. Los cristianos no tienen anuncios alrededor de sus cuellos que anuncien su fe. Pero piensa en las palabras de Cristo en Marcos 8:34: “Entonces llamó a la multitud y a sus discípulos. Si alguien quiere ser mi discípulo -les dijo-, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz y me siga.” ¿Qué sucedería si a los cristianos se les requiriera cargar cruces como símbolos obligatorios de su fe?
ESCENA 1
(Dentro de Cruces En Abundancia, una pequeña tienda en un centro comercial que vende toda variedad de cruces. Detrás del mostrador se encuentra un vendedor. Carla, una nueva cristiana entra a la tienda.)
SAMY HABILIDOSO. Hola. Pásele, pásele. ¿Cómo puedo ayudarla?
CARLA. (Con entusiasmo.) Me acabo de hacer cristiana, y me gustaría obtener una cruz.
SAMY HABILIDOSO. Bueno, has llegado al lugar correcto. Mi nombre es Samy Habilidoso, pero me puedes llamar “S” (haciendo un sonido como el de una serpiente) Soy tu amigo y sé lo que necesitas.
CARLA. ¡Grandioso!
SAMY HABILIDOSO. (Sacando una cruz de oro muy grande.) Estamos en medio de una “24 horas de ofertas”, y por solo $24.95 se puede ir a casa con esta cruz puesta que es de 24 quilates de oro. Hasta le regalamos la cadena.
CARLA. (Dudando.) Bueno… esto no es exactamente lo que estaba yo buscando.
SAMY HABILIDOSO. Entiendo. Es muy grande. Creo que sé exactamente cómo se siente (saca una cruz pequeña). Escuche, aquí hay una que puedo dársela en $19.95. La cadena es aparte, pero le doy buen precio.
CARLA. (Moviendo su cabeza, tratando de ser cortés.) No… No creo que…
SAMY HABILIDOSO. Está bien. Le incluyo la cadena pero esta oferta es solo por hoy.
CARLA. No, vea usted, estoy buscando algo más grande.
SAMY HABILIDOSO. ¡Ya le entendí! (De detrás del mostrador saca una enorme cruz con colores brillantes y chillantes.) Este estilo es muy popular, pero por supuesto es un poco más cara.
CARLA. Quizás usted no me entiende. Creo que no es el tamaño de la cruz tanto como… Bueno, cuando mis amigos se hicieron cristianos, ellos llevaban unas cruces grandes, pero eran cruces de madera, sencillas, sin pintar. Yo pensaba que ellos estaban locos, pero ahora creo que ya entendí. ¿Tiene usted algo así? ¿Quizás de este tamaño? (indicándole el tamaño).
SAMY HABILIDOSO. ¿Sabe? Teníamos de esas antes, pero se vendían tan poco que descontinué ese modelo. Casi nadie quiere comprarlas. La mayoría de la gente las renta—para esas ocasiones especiales cuando necesitan jugar el papelito, y después las regresan.
CARLA. ¿Puede decirme en qué tienda las venden?
SAMY HABILIDOSO. (Se detiene un momento, se le queda viendo a Carla cuidadosamente mientras juega con su cadena.) Bueno, creo que no debería hacer esto, pero usted parece ser una persona decidida. Le haré un mapa. Aquí es a donde puede usted encontrarlas. (Rápidamente hace un dibujo de un mapa en un papel.) Se llama “La Tienda de la Cruz”. Está en la esquina de la Quinta y la Principal. El tipo no tiene muchas ventas, pero quizás tenga lo que estás buscando.
CARLA. ¡Gracias! (Sale pasando a otras dos personas que entran a la tienda).
SAMY HABILIDOSO. Hola. Pásele, pásele. ¿Cómo puedo ayudarle?
(Se apagan las luces.)
ESCENA 2
La Tienda de la Cruz. Un mostrador con una fila de cruces de un solo tipo: grandes y de madera. Un vendedor detrás del mostrador.
SIMÓN. Hola. Mi nombre es Simón. ¿Puedo ayudarle?
CARLA. Mi nombre es Carla y me acabo de hacer cristiana. Me gustaría comprar una cruz (observa las cruces en el mostrador). Estas son perfectas… exactamente lo que estaba buscando.
SIMÓN. ¿Está segura de que esto era lo que buscaba?
CARLA. Seguro que sí. Cuando yo conocí a Jesús, me dijeron que la cruz de Cristo me traería pruebas y tribulaciones así como un gran gozo. Pero yo sé que Dios me dará la fuerza que necesito y que jamás me dejará.
SIMÓN. Parece que usted es una joven decidida. ¿Es ésta la que quiere? (Carla asiente con la cabeza y Simón le da la cruz.) Aquí tiene.
CARLA. ¿Cuánto le debo?
SIMÓN. Nada.
CARLA. ¿Nada?
SIMÓN. Nada, al menos por ahora.
CARLA. Pero acabo de estar en la tienda de “Cruces En Abundancia” y el Señor Habilidoso me dijo que…
SIMÓN. Ya lo sé. Algunas personas piensan que pueden comprar su salvación de esa menara. Se equivocan. Usted comienza a pagar cuando la cargue fuera de aquí.
CARLA. Gracias, Simón. Por cierto, ¿cómo se metió usted a este tipo de trabajo?
SIMÓN. Mi familia ha tenido este negocio por mucho tiempo. Un antepasado mío—cuyo nombre llevo yo—abrió su primera tienda en Cirene. Su primera cruz se parecía mucho a la que lleva usted.
(Si la capacidad bíblica no es la fortaleza de tu grupo, en este momento Simón puede leer Mateo 27:32: “Al salir encontraron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón, y lo obligaron a llevar la cruz”.)
CARLA. (Pensando.) Muchas gracias, Simón.
(Sale y se apagan las luces.)
ESCENA 3
Pasillo de la escuela, de trasfondo unos casilleros. Estudiantes en el descanso. Un grupo de tres o cuatro adolescentes entran en el escenario del lado derecho cargando libros, platicando, riendo, etc. Caminan atravesando el escenario y salen por el lado izquierdo, mientras que Julia y Jenny entran por el mismo lado.
JULIA. (Entusiasta.) ¿No es emocionante? ¡Mañana es el último día de clases!
JENNY. Sí, apenas puedo esperar. Me la voy a pasar de fiesta este verano. Oye, me gusta tu blusa.
JULIA. Gracias. Me la compré ayer. Oye, ¿te llamó David anoche? Karen me dijo que iba a…
(Mateo y Tomás entran e interrumpen.)
TOMÁS. Oigan, ¡no hablen de la gran fiesta de esta noche sin incluirnos! ¡Qué onda!, ¿cómo están?
JULIA. Pues aquí, hablando de la fiesta y el reventón (empuja a Tomás jugando). ¿Ya oyeron que Carla se hizo cristiana? No puedo creer que alguien que vivió como ella pueda ser lo suficientemente buena como para ir a nuestra iglesia.
MANUEL. He escuchado que está muy en serio con esto. Uno de mis amigos la vio en la Tienda de la Cruz. ¿Qué creen que hizo? Primero Car…
TOMÁS. (Interrumpiendo.) ¡Shh! Ahí viene.
(El grupo de adolescentes hace como que está haciendo otra cosa.)
CARLA. (Entra con su gran cruz.) Hola todos. Creo que ya saben que me hice cristiana.
JULIA. Sí ¡Qué bien! (Se escucha el pensamiento de Julia con una voz fuera del escenario.) No puedo creer que esté cargando esa cruz tan fea.
TOMÁS. Estamos muy contentos por ti (se escucha el pensamiento de Tomás con una voz fuera del escenario). Tengo que irme de aquí antes de que todos me vean con ella y se burlen de mí.
MANUEL. Tienes que venir al grupo de jóvenes de la iglesia. (Se escucha una voz fuera del escenario). Espero que decida ir a una iglesia distinta.
JENNY. Escuché la mala noticia de Carlos. Debió de haber sido muy difícil terminar con él porque no es cristiano. (Se escucha una voz fuera del escenario) Quizás ahora él me invite a salir.
CARLA. Sí, fue muy difícil. Pero fue lo mejor. Espero que él también sea cristiano. Quizás ustedes le puedan testificar.
TODOS. Claro, claro (se escucha una voz fuera del escenario). De ninguna manera. Nos sentiríamos como unos tontos.
CARLA. Hablando de testificar, ¿a dónde están sus cruces?
(Todos muestran unas cruces pequeñas, las sacan de lugares escondidos, a excepción de Manuel que sigue buscándola por unos momentos y finalmente se rinde y deja de buscarla.)
CARLA. ¡Qué bonitas! Pero… ¿que no es difícil que la gente las vea?
JULIA. Bueno… Puede ser… Pero si la gente ve bien, las podrán ver.
TOMÁS. Además, no queremos que la gente se lleve una mala impresión.
MANUEL. Cuando nos hicimos cristianos por primera vez, todos teníamos cruces como la tuya, Carla, pero era muy difícil compartirle a nuestros amigos porque esas enormes cruces los irritaban mucho. Nuestros amigos nos evadían, o se burlaban de nosotros.
JENNY. O las dos cosas.
TOMÁS. De esta manera si no deseamos que algunas personas sepan que nosotros somos… bueno, podemos compartir nuestra fe cuando lo deseemos... Tú sabes, cuando el tiempo sea el correcto.
(Todos menos Carla asienten con la cabeza en un acuerdo. La campana suena y todos corren dejando a Carla parada sola y confundida. Se apagan las luces).
ESCENA 4
Un gran cartelón de trasfondo que dice FIESTA, con una flecha apuntando fuera del escenario, a la derecha. Un cartelón más pequeño que dice ESTACIONE SUS CRUCES POR $.50 Manuel, Tomás, Julia y Jenny entran del lado izquierdo del escenario y se paran en medio.
TOMÁS. (A Manuel.) Oye, se ve tu cruz.
MANUEL. Ah, gracias. Se me había olvidado (se mete la cadena dentro de su camisa).
CARLA. (Se acerca con su gran cruz.) ¡Hola amigos!
JULIA. Mira Carla, ¿por qué no dejas tu cruz afuera antes de que entremos a la fiesta? Se vería… este… mucho mejor.
CARLA. ¿Qué quieres decir?
JULIA. Bueno, quizás podamos tomar algo... este... Tú sabes, alcohol, o haya alguna otra cosa…
CARLA. ¿Quieren decir que ustedes van a…
JENNY. Solo vamos a divertirnos en la fiesta. Todos nuestros amigos están ahí. Esa cosa (señalando a la cruz) puede molestar a algunas personas. Puede intervenir en algunas cosas.
(Otro adolescente —con una cruz como la de Carla— entra por el lado izquierdo del escenario, estaciona su cruz bajo el anuncio que dice: ESTACIONE SU CRUZ POR $.50, después sale por el lado derecho hacia la fiesta.)
TOMÁS. No es tan difícil de hacer Carla. Piénsalo.
(Todos menos Carla se van hacia la fiesta.)
CARLA. (Pensando en voz alta.) Pero, ¿que no debería de ser difícil de hacer?
(Se apagan las luces.)
ESCENA 5
Al día siguiente, restaurante mexicano. Manuel, Tomás, Julia y Jenny sentados alrededor de una mesa esperando a que el mesero traiga su comida. Tomás está jugando con las salsas. Julia tiene una pistola de agua.
JULIA. Estuvo increíble la fiesta anoche, ¿no?
JENNY. ¡Estuvo súper! (A Manuel.) Oye, ¿qué te pasa?
JULIA. Creo que comió demasiada salsa picante. ¡Esto te ayudará! (Saca su pistola de agua y le dispara. Todos se ríen excepto Manuel.)
JENNY. ¿Qué te sucede? ¿Aún estás preocupado por la graduación? Escuché que el examen del profesor Sánchez estuvo súper difícil.
MANUEL. No, no es eso. Es solo que… bueno, estoy pensando en regresar a la vieja cruz.
TOMÁS. ¿Qué? ¿Esa cosa enorme de madera dura? No juegues, has estado estudiando demasiado. Creo que se te quemó el cerebro.
MANUEL. No, es en serio. He estado pensando mucho en ello últimamente.
JULIA. No nos puedes hacer esto. Tenemos un gran verano por delante los cuatro.
TOMÁS. No tenemos lugar para esa cruz y además… ahh, ya entiendo. Solo la cargarás a la iglesia y al grupo de jóvenes ¿verdad?
MANUEL. No, la quiero conmigo todo el tiempo. Sé que interferirá, pero lo tengo que hacer. He observado a Carla en estos días. Me recuerda a mí de cómo eran las cosas conmigo. Cuando yo me hice cristiano por primera vez yo me sentía orgulloso de cargar mi cruz por todos lados. No podía dejar de leer mi Biblia. No dejaba de decirles a mis amigos sobre Jesús.
JENNY. Pero tenemos nuestras cruces. Solo que son más convenientes que el modelo grande, y cumplen con la misma cosa.
MANUEL. ¿Ah sí? ¿Cuándo fue la última vez que alguien notó tu cruz, Jenny? ¿Cuándo fue la última vez que alguno de nosotros le explicó a alguien lo que significaba la cruz?
JULIA. Pero Jesús jamás dijo que la cruz tenía que ser grande.
MANUEL. Sí, pero la cruz que Jesús cargó y en la que fue crucificado no era de oro. No podía usarse en el cuello. Era pesada y tenía astillas. Le causó dolor. Le costaba trabajo cargarla. Creo que debería de ser igual con nosotros.
TOMÁS. Creo que tu cerebro se te quemó. (Las muchachas se ríen y asienten con la cabeza señalando estar de acuerdo. Se apagan las luces.)
ESCENA 6
Pasillo de la escuela al día siguiente. Manuel, Tomás, Julia y Jenny entran el escenario del lado derecho platicando. Cuando Manuel ve a Carla entrando al escenario por el lado izquierdo cargando su cruz grande, deja a los otros tres para caminar con ella. Los otros tres siguen caminando y salen del escenario por el lado izquierdo.
MANUEL. ¡Carla! Estoy contento de verte. Tengo algo que decirte.
CARLA. ¿Qué es?
MANUEL. (Tomando aire.) He decidido tomar la cruz que usaba cuando me hice cristiano por primera vez.
CARLA. No entiendo.
MANUEL. Me recuerdas a mí en la forma que solía ser cuando por primera vez conocí a Cristo. No me avergonzaba de mi fe, a donde fuera, no importaba con quién estuviera. Quiero eso de nuevo, gracias a ti, Carla.
CARLA. Yo…yo no sé qué decir. Digo... He estado pensando mucho. Por eso llegué tarde a la primera clase hoy. Me preguntaba si valía la pena cargar esta cruz. Pero decidí seguirla cargando.
MANUEL. ¿Por qué?
CARLA. Recordaba algo que Simón—este tipo que me vendió la cruz, me dijo. Me dijo algo que algún misionero alguna vez dijo: “No es tonto el que da lo que no puede guardar para ganar lo que no puede perder.”
MANUEL. Qué bueno que no te rendiste Carla.
(Suena la campana.)
CARLA. ¿Te veo este fin de semana en el grupo de jóvenes?
MANUEL. ¡No me lo pierdo por nada! (Comienza a caminar pero se detiene al escuchar lo que Carla le dice.)
CARLA. Oye (pausa). Te amo, hermano.
MANUEL. Te amo a ti también. (Los dos se abrazan y salen. Se apagan las luces)
(Una voz fuera del escenario con un micrófono lee Marcos 8:34-38: Entonces llamó a la multitud y a sus discípulos. --Si alguien quiere ser mi discípulo --les dijo--, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa por el evangelio, la salvará. ¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la vida? ¿O qué se puede dar a cambio de la vida? Si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras en medio de esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.)
me agrada mucho esta obra ya que refleja lo que muchas personas desgraciadamente han vuelto del evangelio. si eres cristiano debes demostrarlo en todas partes incluso cuando estas solo. Dios los bendiga
ResponderEliminarYo actuaré en esta obra en mi comunidad cristiana saludos desde México Dios les bendiga 💗💓📖🗡️🛡️🙏😇👼
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