No estás sola

20 Minutos y 4 Personajes. Sally es una viuda que vive en la más absoluta miseria después de la muerte de su marido. Lo que no sabe es que guardaba en su casa una gran cantidad de dinero...



NO ESTÁS SOLA
loidasomo@gmail.com




(Basada en un hecho real e inspirada en una predicación sobre el Espíritu Santo. Se trata de un estudio de 5 conferencias en inglés. Si desea obtener gratuitamente esas predicaciones, clique aquí. )



PERSONAJES

SALLY
MARIAN
VECINA 1
VECINA 2


(Dos mujeres conversan en la calle.)

VECINA 1. ¿Cómo han quedado los injertos que te di? ¿Los plantaste?

VECINA 2. Sí, ya han empezado a florecer y están muy bonitos.

VECINA 1. Me alegro que te gusten. Ya te dije que te saldrían enseguida.

VECINA 2. Pues sí… (Bajando la voz.) ¡Uy! Mira quién viene por ahí.

VECINA 1. ¿Quién?

VECINA 2. Date la vuelta y la verás.

VECINA 1. (Se gira.)

(Aparece Sally cabizbaja, con ropas viejas.)

VECINA 2. Cada vez está peor esta mujer…

VECINA 1. Igual tendríamos que llamar a los servicios sociales para que se ocuparan de ella.

VECINA 2. Sí, para que les eche los gatos…

VECINA 1. ¿Qué gatos?

VECINA 2. ¿No has visto los gatos que hay siempre en su puerta?

VECINA 1. Pues no tengo mucho tiempo para observar a mis vecinas.

VECINA 2. Ni yo tampoco, mujer, pero es inevitable si vives enfrente de ella.

VECINA 1. Pues yo vivo a su lado y nunca los he visto.

VECINA 2. Bueno, que me da igual, que una mujer loca no debería vivir sola. Mira cómo tiene la casa, cualquier día se le cae encima.

VECINA 1. Da pena ver cómo está todo… Además se está haciendo mayor y va a ser mucho peor…

VECINA 2. A mí me da miedo: tan solitaria y misteriosa siempre…

VECINA 1. Es verdad, nunca habla con nadie. Igual tendríamos que ir a ver si necesita algo.

VECINA 2. Sí, y que te eche los gatos… ¡quita, quita!

VECINA 1. ¡Qué pesada eres con los gatos!

VECINA 2. Y tú pareces una monjita de la caridad…

VECINA 1. Hombre, no, sólo que me da un poco de pena.

VECINA 2. Pues eso, “hermana” (con retintín). ¿Sabes lo que te digo? Que me voy a mi casa, no vaya a llegar la sangre al río…

VECINA 1. Pero, ¡qué exagerada que eres…! Anda, dame la mano, haya paz…

(Se dan la mano.)

VECINA 2. En serio, que me voy a preparar la cena a los chicos que vendrán a casa de un momento a otro.

VECINA 1. Está bien, está bien. ¿Quedamos mañana para dar otra vuelta?

VECINA. (Despidiéndose.) Sí, a la misma hora.

VECINA 1. Entonces, hasta mañana.

VECINA 2. Hasta mañana.


ACTO II

(Interior de la casa de Sally. La casa está bastante abandonada. Se notan los muebles viejos, las ropas con remiendos y bastante desordenada.)

(Llaman a la puerta y Sally se extraña. Mira por la mirilla.)

SALLY. ¿Quién es?

MARIAN. Sally, soy yo, Marian.

SALLY. ¿Marian?

MARIAN. Sí, abre la puerta.

(Sally abre la puerta.)

SALLY. ¡Qué sorpresa!

(Se abrazan por largo rato y se besan.)

SALLY. ¡Cuánto tiempo!

MARIAN. ¡Qué alegría de volver a verte!

SALLY. ¿Cómo estás?

MARIAN. Bien, muy bien.

SALLY. Pero, ¿qué haces aquí?

MARIAN. Que quería verte y he intentado hablar contigo por teléfono pero no me daba línea.

SALLY. Es que no tengo teléfono.

MARIAN. ¿Cómo puedes estar sin teléfono?

SALLY. Bueno, ya te contaré… Pero, pasa, pasa, no te quedes en la puerta.

(Al entrar a la casa Marian se queda atónita y se muestra en su cara y en su tono de voz.)

MARIAN. Pe… Pero Sally, ¿qué ha pasado en la casa?

SALLY. ¿Está mal, verdad?

MARIAN. Bueno… Está un poco… vieja…

SALLY. Ven, siéntate aquí y hablamos.

(Se sientan en el sofá.)

SALLY. ¡Hace mucho que no nos veíamos!

MARIAN. Mucho. La última vez que vine aquí Jeff aún estaba vivo.

SALLY. Pues de eso hace más de veinte años.

MARIAN. ¡No puede ser! ¿Tanto tiempo ya?

SALLY. Sí, Jeff murió hace 22 años… así que calcula.

MARIAN. Madre mía… ¿Quién lo diría?

SALLY. ¿Te apetece una limonada o algo de comer?

MARIAN. Un vaso de agua.

SALLY. ¿Segura?

MARIAN. Sí, sí, tengo sed de agua.

SALLY. Está bien, ahora te lo traigo. (Mientras sale.) Ya sabes, como si estuvieras en tu casa.

MARIAN. Gracias, Sally. (Marian se acomoda en el sofá y se empieza a hundir. Se alza para acomodarse mejor y del impulso el sofá se rompe.) ¿Sally?

SALLY. (Desde fuera.) ¿Sí?

MARIAN. Creo que te he roto el sofá…

SALLY. (Entra con el agua y unas galletas.) Ah, no, ya verás… Levanta un momento. (Levanta el sofá de un lado y arregla la pata con un calzador.) ¡Ya está! ¿Has visto?

MARIAN. ¡Menos mal! Pensé que lo había roto…

SALLY. Ya estaba roto…

MARIAN. (Tomando el vaso y una galleta.) Dime, Sally, ¿qué tal estos años? ¿Qué has hecho?

SALLY. Pues poca cosa.

MARIAN. ¿Has hecho algún viaje? ¿Algún curso? ¿Sales con amigas?

SALLY. (Negando con la cabeza mientras Marian le preguntaba.) No, no, qué va…

MARIAN. Pues tenemos que hacer una excursión ahora que estoy yo aquí.

SALLY. Bueno, bueno…

MARIAN. No te veo muy entusiasmada.

SALLY. No, solo que…

MARIAN. ¿No te encuentras bien? ¿Pasa algo, Sally?

SALLY. No, no, estoy bien pero es que… desde que murió Jeff no he vuelto a ser la misma.

MARIAN. Es normal, pero ya ha pasado mucho tiempo.

SALLY. Sí, mucho tiempo.

MARIAN. ¿Estás bien, Sally?

SALLY. Bueno, a ratos…

MARIAN. ¿A ratos?

SALLY. Que han sido 22 años muy duros.

MARIAN. Me lo imagino.

SALLY. No, no te lo imaginas. No es sólo la pérdida de Jeff sino la vida que llevo…

MARIAN. ¿Qué quieres decir?

SALLY. Bueno, ya has visto la casa.

MARIAN. Sí, ¿qué ha pasado?

SALLY. Que se cae a pedazos: el sofá o este mantel con agujeros, (levantándose) las paredes con humedad y (acercándose a la lamparita) sin luz.

MARIAN. ¿Estás sin luz?

SALLY. Sí, sin luz.

MARIAN. Pero, ¿por qué no lo has arreglado?

SALLY. Porque no he podido.

MARIAN. Pues haber llamado a alguien para que lo arreglara…

SALLY. No es eso, Marian. (Pausa como si le costase hablar.) Lo que pasa es que no tengo dinero para permitirme esos lujos.

MARIAN. Pero estas cosas no son lujos, son cosas necesarias… Quizá algún vecino te podría haber ayudado a repararlas…

SALLY. Seguro que habría sido así pero no me hablo con ningún vecino.

MARIAN. Pero, ¿por qué? ¿Qué ha pasado?

SALLY. Pues ya ni me acuerdo de por qué… Supongo que he estado tan centrada en mi dolor que me he aislado de todo el mundo…

MARIAN. ¿Nadie vino a visitarte?

SALLY. Sí, al principio, sí, pero luego pasa el tiempo y la gente deja de preocuparse de forma tan seguida… Pero no los culpo, tampoco hice un esfuerzo yo por mantener la amistad.

MARIAN. Sally, cuánto lo siento. Perdóname por no haberte llamado antes, por no haberme preocupado por ti lo suficiente.

SALLY. Y tú a mí. Es muy egoísta por mi parte esperar que sean los demás los que muevan ficha y no preocuparme yo por ellos tampoco.

(Se abrazan.)

MARIAN. Me has hecho saltar las lágrimas. (Limpiándose los ojos.)

SALLY. Y tú a mí…

(Se echan a reír.)

SALLY. Bueno, ¿te vas a quedar varios días, no?

MARIAN. ¡Claro! Si no me echas… (Riéndose.)

SALLY. ¡Cómo te iba a echar a ti…! Dime, ¿qué te gustaría hacer estos días?

MARIAN. Nada en especial, estar contigo, hablar, dar paseos… o lo que te apetezca.

SALLY. Eso suena muy bien. ¡Ay, Marian! (Abrazándola.) Gracias por venir.

(Se apagan las luces.)



ACTO III

(Al encenderse otra vez Marian está limpiando el escritorio de Jeff. La sala tiene mejor aspecto; entra Sally.)

SALLY. ¡No me lo puedo creer! ¡La sala parece otra! Y no sólo la sala sino la casa entera.

MARIAN. Creo que los vecinos han agradecido que cortásemos los setos y además se han ofrecido para plantarnos unas flores alrededor.

SALLY. Creo que les has caído muy simpática.

MARIAN. ¡Hombre, claro! ¿No voy a caerles simpática? Les he ido recortando sus setos también estos días…

(Las dos se echan a reír.)

SALLY. No sé cómo agradecerte todo lo que estás haciendo por mí y por la casa…

MARIAN. ¿Qué te parece si me lo agradeces con una limonada fresquita?

SALLY. ¡Ja, ja! Eres una ayuda muy barata. (Sale de la sala.)

MARIAN. (Sigue limpiando el escritorio de Jeff. De repente se queda asombrada y lee…) ¿Para Sally? ¡Sally!

SALLY. (Desde fuera.) ¿Qué?

MARIAN. ¿Qué es esto?

SALLY. ¿El qué?

MARIAN. Esta carta sin abrir a tu nombre.

SALLY. No lo sé, espera, ya voy…

(Al poco aparece Sally con una limonada en la mano. Se la da a Marian.)

MARIAN. He encontrado esta carta en el escritorio de Jeff.

SALLY. Nunca la había visto, pero es la letra de Jeff.

MARIAN. ¿Y no la has abierto todavía?

SALLY. Pues no; Jeff me dijo antes de morir que mirara en sus cosas pero he estado tan sumida en mi desesperación que no he tenido ganas de hacer nada. Ni siquiera he limpiado el escritorio y está igual que lo dejó él.

MARIAN. ¿Y no vas a abrirla?

SALLY. Ábrela tú, Marian. (Entregándosela.) El corazón me va a 100.

MARIAN. (Abre la carta y la lee.) “Mi amada, el tiempo que he vivido contigo ha pasado rápido pero quiero que sepas que he dejado todo arreglado para que no te tengas que preocupar de nada cuando yo no esté. Mira en la libreta del banco que hay dentro del sobre y luego toma la llave que hay dentro. Con ella podrás abrir una caja fuerte del banco. Acuérdate del amor que he tenido por ti y por favor, disfruta la vida al máximo. Con todo mi amor, Jeff”. ¡Sally, esta carta es un tesoro!

SALLY. Sí, sí que lo es. (Saltándosele las lágrimas.) Marian, no te puedes imaginar lo duros que han sido estos años.

MARIAN. (Abrazándola.) ¡Oh, Sally! Lo siento mucho. Mira, vamos a ver cómo están todas las cosas en el banco. Arréglate que salimos ahora mismo.

(Se apagan las luces.)


ACTO IV

(Se encienden las luces. Las dos mujeres están sentadas en la mesa de la sala.)

MARIAN. ¿Te das cuenta de todo lo que tenías?

SALLY. 32.000 dólares en metálico, más la libreta del banco con los intereses que se han generado en 22 años…

MARIAN. Y las acciones, y la colección de monedas antiguas… ¡Es increíble!

SALLY. ¿Qué valor alcanza todo lo que tengo?

MARIAN. Un momento que lo sumo… (Con calculadora y papeles en la mano.) 883.000 dólares.

SALLY. ¡883.000 dólares! ¡Tanto dinero en mis manos y yo sin saberlo…!

MARIAN. ¡Cómo podrías haber vivido estos años! El sufrimiento y la pena que te podrías haber ahorrado.

SALLY. Todo este tiempo aquí, en el escritorio de Jeff y viviendo en la más absoluta miseria. ¡Cuánto me alegro de que hayas venido a verme! ¿Qué habría sido de mí?

MARIAN. No pienses ya en eso. Dios ha sido muy bueno contigo y no te ha abandonado.

SALLY. Tienes razón. Dios no me ha dejado sola.

(Fin)

Cuando Jesús subió al cielo, no nos dejó solos sino que dejó al Espíritu Santo para que fuese nuestra gran ayuda. Qué pena es tenerlo y no saber que está a nuestra disposición. Si deseas saber más sobre su labor en tu vida, te animo a que escuches las siguientes predicaciones (sólo en inglés). Estas charlas me han ayudado en gran manera. Espero que sean una bendición para ti.

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