Sala de Terapia Intensiva

10 Minutos y 3 Personajes. Un joven en su lecho de muerte acepta a Jesús como su Salvador.


SALA DE TERAPIA INTENSIVA

PERSONAJES

DOCTOR
ENFERMERA
JOVEN
VOZ EN OFF


ESCENOGRAFÍA

(Constará con 2 partes adyacentes: una parte será la enfermería, la otra será la sala de terapia intensiva donde se encontrará el joven internado.)



(Con el telón cerrado se escucha un automóvil a alta velocidad y seguido de esto un accidente de tránsito. Se abre el telón. El doctor está con el joven, lo mira por última vez; va a la enfermería. Agarra su saco ya para irse a su casa.)

DOCTOR. Adiós, Carolina.

ENFERMERA. Adiós Doctor, que le vaya bien.

(El doctor ya saliendo, queda pensando, se da vuelta y dice a la enfermera.)

DOCTOR. En verdad me apena el joven accidentado... (Pausa.) Nosotros hicimos lo mejor que pudimos, pero me temo que morirá antes del amanecer.

ENFERMERA. Pero, ¿cómo es posible? ¡Si usted dijo que todo está bien y también dijo al joven que todo está a su favor y que sobrevivirá!

DOCTOR. Él está luchando por su vida y no hay razón para alterarlo. En algunas horas más quedará inconsciente y ni se va dar cuenta de que se está muriendo...

ENFERMERA. (La enfermera un tanto exaltada) ¿Por qué no se lo dice, doctor? Tal vez tenga algo que ordenar todavía en su vida.

DOCTOR. (Moviendo negativamente la cabeza.) No, es más fácil para él si no lo sabe. (Ya se retira el doctor, puede ponerse el saco. Y antes de salir le dice a la enfermera.) Si quiere, dígaselo usted.

(La enfermera queda pensando un momento sentada en su escritorio, después se levanta y se va a ver al joven.)

JOVEN. ¡Qué lindo gesto de su parte, enfermera, venir a verme…! Usted también escuchó al doctor decir que me voy a salvar de ésta. ¡Por favor, avísele a mi madre para que no se preocupe por mí!

ENFERMERA. (La enfermera guarda silencio un instante hasta que se anima.) Temo que el doctor te dio una falsa esperanza Andrés, tus lesiones son más graves de lo que se pensó a primera vista...

JOVEN. (Sobresaltado.) ¡¿Me dice usted QUE ME VOY A MORIR?!

(La enfermera sólo agacha la vista y guarda silencio.)

JOVEN. ¿Cuánto tiempo me queda?

ENFERMERA. (Se toma unos segundos y con voz triste…) No puedo ocultarte la verdad: te están quedando un par de horas. Según el doctor será antes del amanecer...

JOVEN. (Exclama desesperado.) Pero... ¡Yo no estoy preparado para la muerte, enfermera! ¡Yo no me puedo morir! ¡No estoy preparado!

(Silencio.)

JOVEN. (Un poco más calmado y con tono suplicante.) ¿Qué debo hacer para ser aceptado por Dios? ¿Qué tengo que hacer para ser salvo?

ENFERMERA. (Con desconcierto.) Yo no lo sé Andrés, ni sé cómo yo puedo poner en orden mis cosas...

JOVEN. ¡Ore por mí! Por favor, enfermera, ¡ore por mí!

ENFERMERA. (En un tono triste.) Yo no sé cómo se ora, ¡jamás lo hice! (Piensa un instante.) ¿Sabes lo que voy a hacer, Andrés? Si a vos no te molesta, voy a permanecer esta noche junto a ti y te voy a leer algo de la Biblia.

JOVEN. Sí, enfermera, ¡por favor, hágalo!

(La enfermera se va al cuarto de al lado y saca de su escritorio una Biblia, la limpia pues como no se usa está sucia. Se sienta al lado del joven y comienza a hacer como que lee y va avanzando las páginas.)

VOZ EN OFF. La enfermera abrió la Biblia sin mirar dónde... y comenzó a leer el Evangelio según San Juan. Ella leyó con suave y tranquila voz de un hombre que vino de noche a Jesús buscando respuestas a sus inquietantes preguntas. También leyó del gran amor de Dios a todo el mundo; de una mujer que encontró en Jesús el agua que calmó su sed interior; de un paralítico que fue sanado por Jesús... ella leía con voz clara y él escuchaba con suma atención. Andrés trataba de encontrar una respuesta a la pregunta: “¿Cómo puedo ser salvo?”, cuya respuesta no conocía y afligía su corazón.

(La enfermera hace una pausa y queda mirando al joven.)

JOVEN. Por favor, siga leyendo... ¡No se detenga!

ENFERMERA. “De cierto, de cierto os digo: Él que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”. (Juan 5:24)

(Lee esto y mira al joven. La cara del joven ya no está angustiada y preocupada, sino un rostro de alegría, exclama el joven con voz baja pero alegre.)

JOVEN. Déjeme solo, pero venga pronto otra vez; yo le agradezco ¡Le agradezco de corazón!

(La enfermera sale de la sala y se cierra el telón.)

VOZ EN OFF. Ella lo dejó solo, solo por media hora... solo con Dios.

(Se abre el telón, la enfermera se levanta y vuelve al lado del joven, el joven está con una amplia sonrisa en la cara.)

JOVEN. Yo escuché su palabra y la acepto en verdadera fe, creo que el Señor Jesús también cargó sobre sí mis pecados cuando estuvo colgado en la cruz, y que también me aceptó, así como soy, con todos mis pecados. Eso significa: ¡no más muerte para mí, sino vida y vida Eterna! Él me lo ha dado. ¡Yo pasé de la muerte a la vida!

JOVEN. (El joven hace una pausa, y con seriedad dice…) Enfermera, prométame que nos volveremos a ver en el cielo, usted ya no puede decir que no conoce el camino. ¡Por favor, prométamelo!

ENFERMERA. Yo te prometo, Andrés, que no descansaré hasta saber lo que vos sabés ahora.

JOVEN. Dígale a mi mamá que el Señor Jesús me salvó a las once horas, a las once, enfermera.

ENFERMERA. Sí, Andrés, lo haré...

(El joven comienza a desvanecerse, queda como dormido. La enfermera queda sentada a su lado observándolo. Una luz cada vez más fuerte comienza a llenar la sala de terapia intensiva.)

VOZ EN OFF. La Santa presencia de Dios iba llenando la sala de terapia intensiva. La muerte iba extendiendo su brazo, pero este joven aceptó a Jesucristo en verdadera fe como su salvador y redentor, así como dijo Jesús: “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna, y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”. Él creyó y se aferró a su salvador... ¡Paz, paz! Fueron las últimas palabras que dijo estando conciente. Rápidamente, así como dijo el doctor, perdió el conocimiento. Ahí estaba acostado el joven, preparado para morir, para ser despertado luego por Cristo Jesús; por el Buen Pastor, que buscó y encontró su “oveja perdida”.

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