15 Minutos y 10 Personajes. Un grupo de amigos reflexiona sobre el verdadero significado de Navidad. Todos hacen una diferencia entre los días de Navidad y el resto del año pero uno de ellos les anima a que en su corazón siempre sea Navidad.
SIEMPRE ES NAVIDAD
PERSONAJES
NARRADOR
CAMARERO
ENRIQUE
MÓNICA
JOSÉ
RUBÉN
ANA
TOÑO
DIABLO
ANGEL
ACTO I
NARRADOR. Sabemos que en estos días la gente se vuelve muy dadivosa, muy amorosa, muy compasiva, en fin… ¿Se han puesto a observar ese detalle? También se habrán dado cuenta de que la música cambia: se escuchan villancicos… Pero esto surge porque mostramos un espíritu navideño… Pero bueno, han venido a ver la obra de teatro y no a escucharme a mí. Comenzamos.
(Nota: mientras el narrador habla, se encuentra una persona sentada en una mesa de un café esperando a su novia y a sus amigos.)
ENRIQUE. Me parece que otra vez va a llegar tarde esta Mónica…
(Lo interrumpe el camarero.)
CAMARERO. ¿Le sirvo otro chocolate, señor? Usted sabe, para que el tiempo pase más rápido… Además, no se preocupe, ya llegarán las personas que está esperando.
ENRIQUE. Y usted, ¿cómo sabe que estoy esperando a alguien?
CAMARERO. Lo sé, señor, llevo mucho tiempo trabajando aquí y he aprendido a conocer cuándo están tristes, alegres, preocupado… En fin, he tratado de todo tipo de personas. Además comprenda, mucha gente prefiere hacer compras a estas horas y eso complica la circulación de los demás.
ENRIQUE. Es cierto, me parece que tiene razón. Está bien, tráigame otra taza de chocolate, por favor.
CAMARERO. Ahora mismo se la traigo, con su permiso.
ENRIQUE. Pase usted, gracias.
(En ese momento llega su novia.)
MÓNICA. ¡Hola mi amor!
ENRIQUE. Hola amor, ¿sabes qué hora es?
MÓNICA. Sí, cariño, lo sé pero llegué tarde porque fui a comprar algo y ¡hay tanta gente por todos lados!
ENRIQUE. Sí, sí, lo sé, pero las compras podrían esperar para otro día, ¿o no?
MÓNICA. Sí, tesoro, pero cálmate, por favor, cálmate. Recuerda que es momento de vivir el espíritu navideño.
ENRIQUE. Tienes razón, amor, ¿me perdonas?
MÓNICA. Está bien, te perdono, pero no lo vuelvas a hacer, ¿de acuerdo?
ENRIQUE. Está bien.
(Llega el camarero.)
CAMARERO. Disculpe, ¿me permite?
ENRIQUE. (Hace un movimiento para que le sirvan su chocolate.)
Sí, cómo no. (El camarero sirve el chocolate.) Y por favor, tráigale uno a la señorita.
CAMARERO. Sí, señor, si el señor me permite, me tomé la molestia de traerle el chocolate para la señorita. Pues vi que ya llegó.
ENRIQUE. Está muy bien, gracias. Y por favor, en cuanto vea que llegan más personas, tráigales sus respectivas tazas. Gracias.
CAMARERO. Claro, señor, no hay problema. Con su permiso.
ENRIQUE. Adelante, pase usted.
MÓNICA. Bravo, bravo pero bravísimo. ¡Quién te ha visto y quién te ve! ¡Enrique ha cambiado hoy!
ENRIQUE. ¡Pues claro! ¿Es que no ves que estamos en época navideña y toda la gente cambia para bien? (En ese momento llegan sus amigos.)
ACTO II
(Llegan los amigos y platican de muchas cosas. Después proviene el mensaje de salvación.)
JOSÉ. ¡Hola Enrique! ¿Cómo te ha ido?
ENRIQUE. ¡Hola Pepe, me ha ido muy bien, gracias!
JOSÉ. ¡Hola Mónica! ¿Qué tal te trata el gruñón?
MÓNICA. ¡Hola Pepe! Creo que hoy ha sucedido un milagro con Enrique.
ANA. ¿Por qué, Mónica?
MÓNICA. Porque está tan de buenas que ya pidió que os sirviesen chocolate antes de que llegaseis. ¿Os lo podéis creer?
RUBÉN. Pues yo no, pero si tú lo dices… ¡Que así sea!
(Se saludan todos los demás y se sientan.)
RUBÉN. ¿Y dónde están los chocolates? Hace mucho frío…
ENRIQUE. En un momento, tranquilos. (En ese momento llega el camarero.)
CAMARERO. Aquí están los chocolates, señor, ¿alguna cosa más?
ENRIQUE. Gracias, pero por el momento no. Ya le llamaremos.
JOSÉ. ¡Vaya, vaya! ¡Esto sí que es una sorpresa de la vida!
MÓNICA. Te lo dije, Pepe, el gruñón se ha vuelto un manso corderito.
RUBÉN. Y, ¿cómo os ha ido con las fiestas? ¿Eh?
JOSÉ. Pues en lo personal no me puedo quejar porque no salgo de una cuando me están invitando a otra. ¡Y vosotros sabéis que no desprecio nada!
TODOS. (Excepto Toño.) ¡No, que va! ¿Tú? ¿Cuándo no? (Barullo y risas.)
ENRIQUE. Pepe, ¿y tú cuándo nos invitas a una que organices? Porque eres de los que “venga tu reino y nada doy de mi reino”, ¿verdad?
JOSÉ. ¡Qué impacientes sois! Un día de éstos, el menos pensado, os invitaré.
ANA. Pues que no tardes mucho porque se van a acabar las posadas y tú sin invitarnos… Sería como no asistir a ninguna.
JOSÉ. No os preocupéis, lo voy a hacer y pronto.
RUBÉN. Calma, chicos, calma. Esta charla no es para que nos sulfuremos… Total, si José no nos quiere invitar, ¡mejor que nos lo diga!
JOSÉ. No es eso, sí que os quiero invitar pero no soltéis las riendas.
ENRIQUE. Está bien, te esperaremos.
ANA. ¿Y tú, Rubén? ¿Cómo te ha ido en estos días de fiesta?
RUBÉN. Regular, regular… He ido a algunas y a otras no pero mejor cambiemos de tema. ¿Ya habéis comprado los regalos de Navidad?
MÓNICA. Yo ya los he comprado, ¿y vosotros?
ANA. ¡Pues yo también!
ENRIQUE. Yo no, pero los voy a comprar en estos días. ¡Callaos, que no me dejáis escuchar lo que dice Toño!
ANA. Eso, eso, que no le dejamos hablar. Toño, ¿qué decías?
DIABLO. Ahora este tío va a empezar a hablar, ¡y no lo soporto! ¡Mejor lo destruyo!
ÁNGEL. ¡Te recuerdo que fuisteis vencidos hace mucho tiempo! ¡Que el Señor te reprenda! ¡Toño es un hijo de Dios!
(El diablo y el ángel guardan silencio en ese momento.)
TOÑO. Está bien, sólo os estaba escuchando y os estaba observando. ¿Sabéis? Me he dado cuenta de que tenemos planes para estos días pero no nos hemos puesto a pensar en el nacimiento de Jesús.
ANA. Pero, ¿por qué no, Toño? Si en mi casa ese día desde que amanece hasta el otro día estoy contenta y celebramos la Navidad. Además arrullamos al niño Dios cantando algún villancico. Pienso que con eso nos acordamos del nacimiento de Jesús.
TOÑO. Pero, Anita, ¡eso no es suficiente!
RUBÉN. ¿Por qué no, Toño? En mi casa hacemos lo mismo que en casa de Ana y creo que los demás también, ¿o no es así, chicos?
TODOS. Sí, sí, lo hacemos así.
JOSÉ. Entonces, Toño, ¿tú que haces ese día?
TOÑO. En ese día, lo primero que hago es decirle: “¡Felicidades, Jesús! Porque cumple un año más desde que nació. Además todos los días me acuerdo de él.
ENRIQUE. Bueno, Toño, lo haces porque son estos días concretos pero pasando la fiesta, dime, ¿que no vuelves a olvidarte de las promesas que has hecho?
TOÑO. No, Enrique, por eso no prometo si sé que no voy a poder cumplir lo prometido pero, ¿y vosotros? ¿Qué hacéis cuando acaban las fiestas?
MÓNICA. Él (refiriéndose a Enrique) vuelve a ser el mismo gruñón y yo vuelvo a ser la seria, la mosquita muerta.
ANA. Pues yo vuelvo a ser la misma persona que he sido: vacía, sola y en ocasiones sin esperanza alguna.
TOÑO. Y, ¿tú, José?
JOSÉ. Pues me vuelvo a ir a una fiesta para no sentirme solo, para no sentirme insignificante. Es más, quisiera que me hicieseis más caso.
TOÑO. ¿Y tú, Rubén?
RUBÉN. Pues vuelvo a ser un mentiroso, un mal hablado, un mal pensado, vuelvo a fumar y todo eso.
TOÑO. ¿Os habéis dado cuenta? ¡Cuando pasa la Navidad volvéis a vuestros viejos hábitos y no deseáis cambiar realmente.
MÓNICA. Hombre, en realidad, sí que me he dado cuenta de esto. ¡Pero se me ha hecho imposible cambiar!
ANA. A mí también, Toño.
TOÑO. ¡Y a mí también me costó mucho trabajo cambiar! ¿Sabéis por qué? Porque lo hacía con mis propias fuerzas.
MÓNICA. Bueno, bueno, si a ti te costó mucho trabajo poder cambiar entonces, ¿qué tiene que ver Jesús en este asunto?
TOÑO. Escuchad bien, cuando Jesús vino a nacer, él vino a traernos amor, esperanza, fe, confianza, alegría, misericordia, bondad, perdón.
DIABLO. (Se acerca a José y le insinúa una pregunta burlona.)
JOSE. (Irónico.) Entonces, Toño, ya que dices que te costó trabajo cambiar, ¿a caso eras una blanca palomita que no salía del palomar y por eso te costó trabajo cambiar?
TOÑO. No, José, al contrario. Fui una paloma negra.
RUBÉN. ¿Cómo que una paloma negra? Explica eso mejor.
(DIABLO. Hace señas para que no escuchen a Toño.)
TOÑO. Sí, antes de que cambiar y de que pudieseis conocer al Toño que veis, yo era mujeriego, parrandero, jugador, borracho, fiestero, majadero… ¡Pero majadero hasta decir basta! Peleón, etc. Además todo esto lo hacía porque me sentía solo, deprimido, sin esperanza alguna. Sentía que nadie me comprendía.
JOSÉ. ¡Vaya! Tú sí que me ganas. ¿Y entonces cómo cambiaste?
TOÑO. Pues cambié cuando permití a Jesús que naciera en mi corazón.
ENRIQUE. ¡Anda ya! ¿Y cómo lo hiciste para que Jesús naciera en ti? ¿Acaso fuiste llevado por extraterrestres y te implantaron a Jesús en un ovni?
TOÑO. No, Enrique, eso no fue así.
ANA. Entonces, ¿cómo fue?
TOÑO. Bueno, fue muy sencillo. En primer lugar tuve que reconocer que había pecado y que mi vida estaba de acuerdo a la moral de nuestra sociedad. En segundo lugar tuve que pedirle perdón porque todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios. En tercer lugar tuve que declarar con mi boca que Jesús es el Señor y que Dios le levantó de los muertos y entonces le dije: “Jesús, ven a mi corazón, quiero cambiar, deseo que tú nazcas hoy en mi corazón, que me perdones y me des la oportunidad de disfrutar esta Navidad como tú lo mandas”.
JOSÉ. ¿Y no hiciste nada más? ¿Eso fue todo?
TOÑO. Así es, con eso permití que Jesús naciera en mi corazón. Tenéis que entender que la Navidad significa: nacimiento de Jesús. Desde que yo entendí esto, en mi corazón siempre es navidad. (Dirigiéndose al público.) Si alguno desea que Jesús nazca en su corazón le voy a pedir que me lo indique levantando su mano para acompañarlo con una pequeña oración para que pueda decir todos los días de su vida: ¡Es Navidad!
TODOS. (Una vez que la gente acepte a Jesús.) “FELICIDADES, FELIZ AÑO NUEVO”.
NARRADOR
CAMARERO
ENRIQUE
MÓNICA
JOSÉ
RUBÉN
ANA
TOÑO
DIABLO
ANGEL
ACTO I
NARRADOR. Sabemos que en estos días la gente se vuelve muy dadivosa, muy amorosa, muy compasiva, en fin… ¿Se han puesto a observar ese detalle? También se habrán dado cuenta de que la música cambia: se escuchan villancicos… Pero esto surge porque mostramos un espíritu navideño… Pero bueno, han venido a ver la obra de teatro y no a escucharme a mí. Comenzamos.
(Nota: mientras el narrador habla, se encuentra una persona sentada en una mesa de un café esperando a su novia y a sus amigos.)
ENRIQUE. Me parece que otra vez va a llegar tarde esta Mónica…
(Lo interrumpe el camarero.)
CAMARERO. ¿Le sirvo otro chocolate, señor? Usted sabe, para que el tiempo pase más rápido… Además, no se preocupe, ya llegarán las personas que está esperando.
ENRIQUE. Y usted, ¿cómo sabe que estoy esperando a alguien?
CAMARERO. Lo sé, señor, llevo mucho tiempo trabajando aquí y he aprendido a conocer cuándo están tristes, alegres, preocupado… En fin, he tratado de todo tipo de personas. Además comprenda, mucha gente prefiere hacer compras a estas horas y eso complica la circulación de los demás.
ENRIQUE. Es cierto, me parece que tiene razón. Está bien, tráigame otra taza de chocolate, por favor.
CAMARERO. Ahora mismo se la traigo, con su permiso.
ENRIQUE. Pase usted, gracias.
(En ese momento llega su novia.)
MÓNICA. ¡Hola mi amor!
ENRIQUE. Hola amor, ¿sabes qué hora es?
MÓNICA. Sí, cariño, lo sé pero llegué tarde porque fui a comprar algo y ¡hay tanta gente por todos lados!
ENRIQUE. Sí, sí, lo sé, pero las compras podrían esperar para otro día, ¿o no?
MÓNICA. Sí, tesoro, pero cálmate, por favor, cálmate. Recuerda que es momento de vivir el espíritu navideño.
ENRIQUE. Tienes razón, amor, ¿me perdonas?
MÓNICA. Está bien, te perdono, pero no lo vuelvas a hacer, ¿de acuerdo?
ENRIQUE. Está bien.
(Llega el camarero.)
CAMARERO. Disculpe, ¿me permite?
ENRIQUE. (Hace un movimiento para que le sirvan su chocolate.)
Sí, cómo no. (El camarero sirve el chocolate.) Y por favor, tráigale uno a la señorita.
CAMARERO. Sí, señor, si el señor me permite, me tomé la molestia de traerle el chocolate para la señorita. Pues vi que ya llegó.
ENRIQUE. Está muy bien, gracias. Y por favor, en cuanto vea que llegan más personas, tráigales sus respectivas tazas. Gracias.
CAMARERO. Claro, señor, no hay problema. Con su permiso.
ENRIQUE. Adelante, pase usted.
MÓNICA. Bravo, bravo pero bravísimo. ¡Quién te ha visto y quién te ve! ¡Enrique ha cambiado hoy!
ENRIQUE. ¡Pues claro! ¿Es que no ves que estamos en época navideña y toda la gente cambia para bien? (En ese momento llegan sus amigos.)
ACTO II
(Llegan los amigos y platican de muchas cosas. Después proviene el mensaje de salvación.)
JOSÉ. ¡Hola Enrique! ¿Cómo te ha ido?
ENRIQUE. ¡Hola Pepe, me ha ido muy bien, gracias!
JOSÉ. ¡Hola Mónica! ¿Qué tal te trata el gruñón?
MÓNICA. ¡Hola Pepe! Creo que hoy ha sucedido un milagro con Enrique.
ANA. ¿Por qué, Mónica?
MÓNICA. Porque está tan de buenas que ya pidió que os sirviesen chocolate antes de que llegaseis. ¿Os lo podéis creer?
RUBÉN. Pues yo no, pero si tú lo dices… ¡Que así sea!
(Se saludan todos los demás y se sientan.)
RUBÉN. ¿Y dónde están los chocolates? Hace mucho frío…
ENRIQUE. En un momento, tranquilos. (En ese momento llega el camarero.)
CAMARERO. Aquí están los chocolates, señor, ¿alguna cosa más?
ENRIQUE. Gracias, pero por el momento no. Ya le llamaremos.
JOSÉ. ¡Vaya, vaya! ¡Esto sí que es una sorpresa de la vida!
MÓNICA. Te lo dije, Pepe, el gruñón se ha vuelto un manso corderito.
RUBÉN. Y, ¿cómo os ha ido con las fiestas? ¿Eh?
JOSÉ. Pues en lo personal no me puedo quejar porque no salgo de una cuando me están invitando a otra. ¡Y vosotros sabéis que no desprecio nada!
TODOS. (Excepto Toño.) ¡No, que va! ¿Tú? ¿Cuándo no? (Barullo y risas.)
ENRIQUE. Pepe, ¿y tú cuándo nos invitas a una que organices? Porque eres de los que “venga tu reino y nada doy de mi reino”, ¿verdad?
JOSÉ. ¡Qué impacientes sois! Un día de éstos, el menos pensado, os invitaré.
ANA. Pues que no tardes mucho porque se van a acabar las posadas y tú sin invitarnos… Sería como no asistir a ninguna.
JOSÉ. No os preocupéis, lo voy a hacer y pronto.
RUBÉN. Calma, chicos, calma. Esta charla no es para que nos sulfuremos… Total, si José no nos quiere invitar, ¡mejor que nos lo diga!
JOSÉ. No es eso, sí que os quiero invitar pero no soltéis las riendas.
ENRIQUE. Está bien, te esperaremos.
ANA. ¿Y tú, Rubén? ¿Cómo te ha ido en estos días de fiesta?
RUBÉN. Regular, regular… He ido a algunas y a otras no pero mejor cambiemos de tema. ¿Ya habéis comprado los regalos de Navidad?
MÓNICA. Yo ya los he comprado, ¿y vosotros?
ANA. ¡Pues yo también!
ENRIQUE. Yo no, pero los voy a comprar en estos días. ¡Callaos, que no me dejáis escuchar lo que dice Toño!
ANA. Eso, eso, que no le dejamos hablar. Toño, ¿qué decías?
DIABLO. Ahora este tío va a empezar a hablar, ¡y no lo soporto! ¡Mejor lo destruyo!
ÁNGEL. ¡Te recuerdo que fuisteis vencidos hace mucho tiempo! ¡Que el Señor te reprenda! ¡Toño es un hijo de Dios!
(El diablo y el ángel guardan silencio en ese momento.)
TOÑO. Está bien, sólo os estaba escuchando y os estaba observando. ¿Sabéis? Me he dado cuenta de que tenemos planes para estos días pero no nos hemos puesto a pensar en el nacimiento de Jesús.
ANA. Pero, ¿por qué no, Toño? Si en mi casa ese día desde que amanece hasta el otro día estoy contenta y celebramos la Navidad. Además arrullamos al niño Dios cantando algún villancico. Pienso que con eso nos acordamos del nacimiento de Jesús.
TOÑO. Pero, Anita, ¡eso no es suficiente!
RUBÉN. ¿Por qué no, Toño? En mi casa hacemos lo mismo que en casa de Ana y creo que los demás también, ¿o no es así, chicos?
TODOS. Sí, sí, lo hacemos así.
JOSÉ. Entonces, Toño, ¿tú que haces ese día?
TOÑO. En ese día, lo primero que hago es decirle: “¡Felicidades, Jesús! Porque cumple un año más desde que nació. Además todos los días me acuerdo de él.
ENRIQUE. Bueno, Toño, lo haces porque son estos días concretos pero pasando la fiesta, dime, ¿que no vuelves a olvidarte de las promesas que has hecho?
TOÑO. No, Enrique, por eso no prometo si sé que no voy a poder cumplir lo prometido pero, ¿y vosotros? ¿Qué hacéis cuando acaban las fiestas?
MÓNICA. Él (refiriéndose a Enrique) vuelve a ser el mismo gruñón y yo vuelvo a ser la seria, la mosquita muerta.
ANA. Pues yo vuelvo a ser la misma persona que he sido: vacía, sola y en ocasiones sin esperanza alguna.
TOÑO. Y, ¿tú, José?
JOSÉ. Pues me vuelvo a ir a una fiesta para no sentirme solo, para no sentirme insignificante. Es más, quisiera que me hicieseis más caso.
TOÑO. ¿Y tú, Rubén?
RUBÉN. Pues vuelvo a ser un mentiroso, un mal hablado, un mal pensado, vuelvo a fumar y todo eso.
TOÑO. ¿Os habéis dado cuenta? ¡Cuando pasa la Navidad volvéis a vuestros viejos hábitos y no deseáis cambiar realmente.
MÓNICA. Hombre, en realidad, sí que me he dado cuenta de esto. ¡Pero se me ha hecho imposible cambiar!
ANA. A mí también, Toño.
TOÑO. ¡Y a mí también me costó mucho trabajo cambiar! ¿Sabéis por qué? Porque lo hacía con mis propias fuerzas.
MÓNICA. Bueno, bueno, si a ti te costó mucho trabajo poder cambiar entonces, ¿qué tiene que ver Jesús en este asunto?
TOÑO. Escuchad bien, cuando Jesús vino a nacer, él vino a traernos amor, esperanza, fe, confianza, alegría, misericordia, bondad, perdón.
DIABLO. (Se acerca a José y le insinúa una pregunta burlona.)
JOSE. (Irónico.) Entonces, Toño, ya que dices que te costó trabajo cambiar, ¿a caso eras una blanca palomita que no salía del palomar y por eso te costó trabajo cambiar?
TOÑO. No, José, al contrario. Fui una paloma negra.
RUBÉN. ¿Cómo que una paloma negra? Explica eso mejor.
(DIABLO. Hace señas para que no escuchen a Toño.)
TOÑO. Sí, antes de que cambiar y de que pudieseis conocer al Toño que veis, yo era mujeriego, parrandero, jugador, borracho, fiestero, majadero… ¡Pero majadero hasta decir basta! Peleón, etc. Además todo esto lo hacía porque me sentía solo, deprimido, sin esperanza alguna. Sentía que nadie me comprendía.
JOSÉ. ¡Vaya! Tú sí que me ganas. ¿Y entonces cómo cambiaste?
TOÑO. Pues cambié cuando permití a Jesús que naciera en mi corazón.
ENRIQUE. ¡Anda ya! ¿Y cómo lo hiciste para que Jesús naciera en ti? ¿Acaso fuiste llevado por extraterrestres y te implantaron a Jesús en un ovni?
TOÑO. No, Enrique, eso no fue así.
ANA. Entonces, ¿cómo fue?
TOÑO. Bueno, fue muy sencillo. En primer lugar tuve que reconocer que había pecado y que mi vida estaba de acuerdo a la moral de nuestra sociedad. En segundo lugar tuve que pedirle perdón porque todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios. En tercer lugar tuve que declarar con mi boca que Jesús es el Señor y que Dios le levantó de los muertos y entonces le dije: “Jesús, ven a mi corazón, quiero cambiar, deseo que tú nazcas hoy en mi corazón, que me perdones y me des la oportunidad de disfrutar esta Navidad como tú lo mandas”.
JOSÉ. ¿Y no hiciste nada más? ¿Eso fue todo?
TOÑO. Así es, con eso permití que Jesús naciera en mi corazón. Tenéis que entender que la Navidad significa: nacimiento de Jesús. Desde que yo entendí esto, en mi corazón siempre es navidad. (Dirigiéndose al público.) Si alguno desea que Jesús nazca en su corazón le voy a pedir que me lo indique levantando su mano para acompañarlo con una pequeña oración para que pueda decir todos los días de su vida: ¡Es Navidad!
TODOS. (Una vez que la gente acepte a Jesús.) “FELICIDADES, FELIZ AÑO NUEVO”.
Muchas gracias! :)
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