Echa fuera tu manto babilónico

20 Minutos y 24 Personajes. Así como Acán desobedeció las órdenes de Dios y escondió un manto babilónico y un lingote de oro, así nosotros podemos esconder en nuestro corazón otros pecados que nublen nuestra vida espiritual.


ECHA FUERA TU MANTO BABILÓNICO


PERSONAJES

JOSUÉ
ISRAELITA 1
ISRAELITA 2
NARRADOR
ACÁN
DIRECTOR
VOZ
JUAN
ROSITA
ANITA
CARLOS
LUIS
VOZ FEMENINA
DANIEL
LUISA
AIDA
BERTA
ALINA
AMONESTADORA
ORGULLO
CRÍTICA
RENCILLAS
MODAS
VÍDEOS Y AVENTURAS



INTRODUCCIÓN. En esta noche nos hemos reunido aquí, en esta querida Iglesia para tratar un asunto de vital importancia. En todos los tiempos pasados, cuando el Israel de Dios se alistaba para tomar posesión de Canaán, el pecado de un hombre produjo trastornos en todo el campamento, y quedaron imposibilitados, incapacitados para obtener la victoria en la batalla siguiente.

El pueblo de Dios, hoy, como ayer, tiene un Canaán que conquistar, y hay batallas constantes que librar. Si la juventud se alista debidamente obtendrá la victoria en cada batalla hasta la misma entrada de Canaán, pero un solo pecado de un solo hombre hará que el desagrado de Dios descanse sobre toda la Iglesia hasta que la trasgresión sea buscada, descubierta y eliminada. De no ser así, de fracaso en fracaso se avanzará hasta el total desánimo y perdición.


PRIMERA ESCENA

JOSUÉ. Y si mal os parece, servir a Jehová, escogeos hoy a quien sirváis... que yo y mi casa serviremos a Jehová.

ISRAELITA 1. Josué, vimos la ciudad de Jericó y se ve bien amurallada. No es fácil la conquista.

ISRAELITA 2. Tendrá que ir todo el ejército o perderemos.

JOSUÉ. No tenemos que temer; si Dios es con nosotros, ¿quién contra nosotros? Dios mismo, ha prometido darnos la victoria y su poderoso ejército peleará por nosotros. Esperemos y veremos la gran maravilla que hará nuestro Dios.

NARRADOR. La victoria fue rotunda porque el capitán y su pueblo se rindieron al capitán supremo y se aseguraron la ayuda del ejército invisible que rodea el trono de Dios. No hubo espíritu de venganza sino que solamente actuaron conforme a la voluntad de Dios. Pero un estigma manchó aquella victoria tumultuosa y las huestes israelitas quedaron debilitadas.

ACÁN. ¡Es tan hermoso este manto, y el lingote de oro es una fortuna! Nadie me vio tomarlo. Lo guardaré en mi tienda y ni uno solo de mi familia lo declarará.

NARRADOR. Nadie declaró lo que con tanto cuidado guardó Acán, pero lo que él olvidó fue al Dios del cielo que todo lo ve, todo lo escudriña, hasta lo más secreto del corazón. Aquel solo pecado impidió que el ejército celestial y el Espíritu del Señor les acompañara en la siguiente batalla y el fracaso fue rotundo. La sentencia divina llegó: "Levántate, ¿por qué te postras así? Israel ha pecado...'
.. Y la suerte cayó en la tribu de Judá, y llegó hasta el mismo Acán. Cuando el pecado fue quitado, el pueblo quedó preparado para continuar triunfando".

DIRECTOR. En esta hora solemne en que vivimos, tenemos muchas batallas de índole espiritual que librar y hay que limpiar el campamento de cada corazón para asegurarnos de la ayuda divina y obtener victoria tras victoria hasta la misma entrada de la Santa Ciudad.

VOZ. ¡Echa fuera tu mano babilónico!



SEGUNDA ESCENA

(En casa de Juan un grupo de jóvenes.)

JUAN. Mira, Rosita, no hay dudas de que nos queda muy poco tiempo de preparación, no sabemos cuándo el decreto final será dado y cada uno será sellado para vida o para muerte.

ROSITA. Pero Juan, querido, lo lamentable es ver con cuánta tranquilidad vivimos. Cuando nos observamos y observamos a los demás nos admiramos de ver con cuánta facilidad uno de nuestros jóvenes que ha nacido en la iglesia, oyendo la verdad del evangelio desde pequeñito, o bien hace años que se ha bautizado y se supone debe estar bien cimentado, deja las filas y se introduce en el pecado del mundo.

JUAN. Sí, es muy lamentable. Tenemos que cuidarnos no sea que el enemigo nos sorprenda y arranque de nuestro corazón la verdad que con amor hemos abrazado desde nuestra niñez. (Tocan a la puerta).

ROSITA. Deja, Juan, yo voy a abrir. (Abre y entran con un saludo lo más natural posible. Después de acomodados en la sala, conversan).

JUAN. Me alegro mucho de que hayan venido a nuestro hogar y así poder conversar un buen rato.

ANITA. Rosita, saben ustedes, a veces me siento muy triste cuando veo a nuestra juventud que debía ser más victoriosa y sin embargo somos débiles, maltrechos, apocados frente a la hora que vivimos que es tan solemne.

CARLOS. Ahora mismo sabemos que hay jóvenes que debieran ser activos colaboradores en la iglesia y sin embargo, los ve uno embargados con las cosas de este mundo.

LUIS. A veces los mismos que parecen o parecemos activos tenemos también cosas que el enemigo aprovecha para enredarnos en sus garras.

ROSITA. Esto se debe a que el pecado que se deja penetrar poco a poco hace su efecto profundo. Lo primero que hace es separarnos de Dios.

LUIS. Yo he leído que el pecado después que nos separa de Dios, impide la bendición suya y nos hace ciegos para no entender cuál es su voluntad.

ROSITA. Después nos debilita en nuestro servicio a Dios.

JUAN. Y como es lógico, causa sufrimiento en los que se preocupan por el honor de Dios.

ROSITA. Es penoso ver que donde debiera haber más prosperidad no la hay, y a veces no se sabe por qué es.

JUAN. Debe ser algún manto babilónico.

CARLOS. ¿Cómo un manto babilónico?

JUAN. O un lingote de oro.

LUIS. Juan, eso me hace recordar a los tiempos de Josué, cuando el pueblo estaba por entrar en Canaán, pero lo que no sé es cómo tú puedes compararlo con los tiempos modernos.

JUAN. Mira Luis, nosotros constituimos el pueblo de Dios en estos momentos y estamos también para entrar en una Canaán, pero la celestial. Quisiera en esta tarde mostrarles a ustedes y (dirigiéndose al público) a cada uno de los presentes en esta noche cómo es posible esconder en el campamento de un corazón carnal amurallado por el egoísmo, la ignorancia, la obstinación y la Indiferencia, un manto babilónico o un lingote de oro como lo hizo Acán, trayendo como consecuencia el desastre hasta que pueda ser eliminada la trasgresión. Les invito a ser espectadores junto con el público presente.

(Se van al primer banco).

NARRADOR. Dios ama a su iglesia. Dio a su Hijo porque quiere salvarla; el que le toca, toca la niña de sus ojos, pero quiere ver a una Iglesia victoriosa. Desea verla esclarecida como el sol, hermosa como la luna, imponente como ejército en orden. Quiere llevarla consigo al celeste hogar, pero el cielo se entristece cuando ve a aquellos que debieran rendirse plenamente a aquel que ofrendó su vida por los, negligentes, descuidados e indiferentes, que permiten que el pecado se anide en sus corazones.
Dios no permitirá que el cielo se vea manchado por un alma que permanezca con un pecado acariciado; o abandona el pecado, o el pecado hará que sea consumido por el fuego eterno de la muerte segunda.



TERCERA ESCENA

VOZ FEMENINA. Aquí tienen ustedes unas jóvenes miembros de nuestra congregación. Aparentemente todo marcha bien, pero hay mantos babilónicos que deben ser echados fuera de esos corazones juveniles.

ANITA. Mira, mi amiga, te voy a ser sincera, no puedo ir temprano a la reunión de la directiva porque hay una aventura que me tiene trastornada. Fíjate que hasta el sueño se me quita y otras veces tengo pesadillas con ella.

LUISA. Cállate, dilo bajito que si mi hermano te oye enseguida te amonesta. A mí las aventuras no me interesan, pero lo que sí me gusta es estar a la última moda.

DANIEL. Muchachitas, les oigo a las dos en su conversación y parece mentira que no vean ustedes lo fácil que el diablo las va envolviendo de tal modo que pronto no tendrán el discernimiento espiritual necesario y serán rechazadas por el Espíritu Santo, y como Acán perecerán con su manto babilónico. Las dejo, pero piensen bien lo que les digo.

LUISA. Ya estás Daniel con tus consejos. Yo creo que tú te piensas que eres Daniel el profeta.

(Daniel se va.)

ANITA. Luisa, tú sabes que a mí me mortifica ver cómo Juanita se manifiesta tan cortés y amable con todo el mundo y nunca se pone brava con nadie.

LUISA. (Tocan a la puerta. Abre, saluda a las amigas y se sientan felices a conversar). Muchachitas, qué bueno que han venido. Ahora sí podremos pasar un rato más agradable porque el grupo es más grande.

AIDA Ya no podía soportar en casa a mamá con sus consejos.

ANITA. Aida, pero ella es de lo más amable.

AIDA. Sí, pero ella siempre tiene algo que decirme. Me da una ira, y siempre me llama la atención por el círculo de mis amistades. Ella dice que no es porque no son cristianos, sino porque en lugar de hablarles de Cristo y enseñarles el evangelio, lo que yo hago es hacer lo que hacen ellos. Pero imaginen cómo les voy a hablar de Cristo cuando a cada rato estamos pleiteando y muchas veces yo soy la culpable.

BERTA. Cambiemos de tema. ¿Se fijaron en el tema que presentó Juan el otro día en la iglesia? ¡Qué pesado estaba! El se cree que es muy cristiano. No sabe más que hablar de bondad y mansedumbre.

ALINA. La verdad es que si la iglesia se imaginara cómo somos nosotros, no nos daban ninguna responsabilidad. ¿No les parece?

LUISA. Eso será verdad, ¿pero a quién van a poner que lo haga mejor que nosotros?

VOZ FEMENINA. No os engañéis, Dios no puede ser burlado. Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.

ANITA. Luisa, qué pena, tu mamá nos estaba oyendo.

LUISA. No puede ser, ella salió a realizar unas compras y no ha venido.

VOZ FEMENINA. Es la voz amonestadora que les dice que pongan a un lado esas faltas que tanto daño les están haciendo y no sólo a ustedes sino también a la Iglesia.

BERTA. Yo tengo miedo, yo nunca he querido oír la amonestación.

VOZ FEMENINA. Hay desagrado en el cielo por la actitud que ustedes manifiestan. Es más, ustedes verán ahora por medio de la amonestación lo que eso representa para Dios.

AMONESTADORA. Jóvenes, he venido para darles el consejo que da Dios en su Palabra. Hay desagrado en Dios por la actitud de ustedes que no creen que la iglesia no podría prosperar si ustedes no tuvieran sus responsabilidades; al contrario, la actitud de ustedes está afectando a la iglesia grandemente.
Tienen ustedes varios mantos babilónicos que traen pecado a la iglesia. ¡Vean ustedes!

(Se pone a un lado mientras salen las muchachas.)

ORGULLO. Anita, tú me posees a mí como si eso fuera una cosa muy buena. Yo me alegro, ¿sabes? Represento un hermoso manto babilónico.

ANITA. Yo no tengo ningún manto babilónico ni de ningún lado. No me gustan los mantos.

ORGULLO. Sí, el orgullo es un buen manto babilónico de colores deslumbrantes, pero te tengo perdida a ti y la influencia que tú ejerces sobre tus amigas es destructora también.

ANITA. ¡Oh, qué horror! Yo nunca me había enfrentado con esta realidad. (Se va Orgullo).

AMONESTADORA. Miren ahora otro manto babilónico, ¿a quién le pertenece?

CRÍTICA. Aquí llego para decirte a ti, Bertita, que eres una buena criticona y te crees muy buena, pero te tengo en mi poder y te llevaré a la perdición.

BERTA. Oh, no, yo no quiero perderme.

AMONESTADORA. Bertita, ¿ves que también tú tienes un manto babilónico? Si no dejas de criticar te vas a perder, porque cada día deformas más tu carácter que se debe estar forjando para el cielo.

RENCILLAS. Y aquí estoy yo; soy poderosa arma de perdición y como tú, Aida, me posees, ya puedes saber cuál es el final.

AIDA. Yo me quiero salvar, y no creía que lo que hacía era tan malo.

RENCILLAS. No, niña, no digas eso… Si es de lo más bueno, para traer oprobio a la iglesia (se ríe) y para perderte. No oigas los consejos de tu mamá. Soy un buen manto babilónico, te pierdo a ti, no dejo entrar a los que lo desean y debilito la iglesia. No me abandones, sígueme poseyendo. (Se va).

AMONESTADORA. Y tú Luisa, no pienses que es bueno Ir en contra del consejo de tu hermano. Si lo hubieras seguido fueras más feliz. Además, tienes un manto babilónico que si te dejas envolver por él estarás con los impíos en el día postrero y allí será el lloro y el crujir de dientes.

LUISA. ¿Cuál es ese manto?

MODAS. Soy yo, mientras tú procuras las modas indecentes, no tendrás tiempo de pensar en tu arreglo espiritual para encontrarte con Jesús cuando él venga. Siempre tendré algo con qué desviar tu mente y no tendrás tiempo de pensar en salvación.

AIDA. Pero, ¿es malo usar una cosa a la moda?

AMONESTADORA. No, hija mía, lo que es malo es que te dediques a la moda como algo imprescindible de tu vida y poco a poco cedas terreno al enemigo utilizando modas inapropiadas para el cristiano.

VIDEOS Y AVENTURAS. Yo vengo para acompañar a las modas (entra junto con las modas) porque yo me encargo de ocupar la mente y el tiempo de cada uno de los que caen en mis manos. Primero una película discreta, luego una más emocionante y luego otra que degrada la mente hasta que al fin están en mis manos, como muñecos. La influencia es tan poderosa que a veces domino la mente hasta en las horas del sueño. ¿Qué te parece, Alina? (Dirigiéndose al público). No, y también a ustedes, jóvenes presentes. A muchos tengo dominados con las películas y las aventuras. Muchos tienen, como Alina, mi buen manto babilónico que les costará la vida eterna, si no cambian. (Se van las dos). Vamos, mi amiga.

(Las muchachas se inclinan y cubren sus rostros con horror.)

AMONESTADORA. No muchachas la hora no es de cubrir el rostro, sino de descubrirlo confesando a Dios los pecados para que sus mantos babilónicos sean sacados fuera del corazón y exterminados, y sus almas queden limpias para salvación de ustedes y para crecimiento de la iglesia. (Se marcha).

LUISA. Yo por mi parte quiero hacer mis arreglos.

ANITA. Propongo que hagamos ayunos y oremos mucho para poder vencer nuestros defectos antes que sea tarde.

BERTA. Acepto, porque me ha dado una angustia muy grande pensar que en el día postrero me encuentre con mi pecado y como Acán sea destruida por conservarlo.

AIDA. Yo me uno a ustedes y ojala no sea demasiado tarde. Quiero cambiar para mi propio bien y para que la iglesia prospere. (Se van).

PARTE ESPECIAL: "Toma mi corazón".

CONCLUSIÓN: Mis queridos jóvenes, el enemigo de las almas constantemente está procurando minar nuestra mente, echando a perder el trabajo que con tanto amor Dios está haciendo en nosotros por la obra del Espíritu Santo.
Hay una forma preciosa de mantener el alma libre de todo aquello que pueda impedir su entrada triunfal en la Ciudad de Dios, y es la entrega diaria a Jesús. El consejo divino es: "Conságrate a Dios todas las mañanas, haz de esto tu primer trabajo". Deja que Jesús te llene cada día y todo lo feo y desagradable saldrá. En su lugar tu alma se verá coronada por los lindos frutos del Espíritu y el manto de la justicia de Cristo brillará sobre ti cada día.

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