Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud


15 Minutos y 5 Personajes. Varios jóvenes reflexionan sobre cómo deben aprovechar su juventud.


ACUÉRDATE DE TU CREADOR EN LOS DÍAS DE TU JUVENTUD
Loida White

INTRODUCCIÓN

Querido joven, mediante el programa de hoy quiero que reflexiones sobre un deber de muchísima importancia para el bien de nuestras vidas. Como jóvenes de este tiempo, nos ha tocado vivir días difíciles, de mucho trabajo, de poco tiempo, de grandes decisiones, de poco deseo de servir, pero es ahora cuando más que nunca debemos recordar las palabras del sabio Salomón: «Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, y esto se puede hacer realidad en nuestras vidas hoy y por siempre. Permita el Señor que en esta reunión cada joven presente se haga la firme resolución de no olvidarse de su Creador, y dedicarnos por completo a su servicio.

Con ustedes: «Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud.»



ESCENA I

JORGE. (Entra con la Biblia en su mano) Haré un esfuerzo para ver si puedo leer un poco de la Biblia, realmente no sé como hay quienes leen el año Bíblico dos y tres veces al año.

ALBERTO. Jorge, vamos a ver una película; Miguel se compró un vídeo y lo va a estrenar con una película que está buenísima.

JORGE. Bueno, realmente no tengo muchos deseos de leer ahora, desconectaré un poco, vamos.

ALBERTO. Claro chico, cuando seamos viejos ya habrá tiempo de leer todo lo que queramos (salen).



ESCENA II

MIRIAM. ¡Qué aburrida estoy! No tengo a donde ir, ni nada que hacer: ya limpié la casa, toda la ropa está limpia, planchada, la cocina está en orden, el patio también... me acostaré un rato.

(Tocan a la puerta)

LUISA. Buenas tardes, ¿cómo andan por acá?

MIRIAM. Bien, sólo que con un poco de aburrimiento, mami salió, si llegas a llegar unos minutos más tarde me hubieses encontrado dormida, pues no hay otra cosa que hacer.

LUISA. Bueno, me alegra mucho que no tengas nada que hacer, pues pasé por aquí para que me acompañaras a visitar a Elena, pues no ha ido más a la iglesia y posiblemente esté enferma. Aquí le llevo unas naranjas.

MIRIAM. (Poniéndose las manos en la cabeza) ¡Ay, Luisa! Ir hasta allá, tan lejos y caminando… Eso no es fácil; mira, ve tú y de regreso me dices cómo está Elena para ir luego.

LUISA. ¡Qué lástima que no me quieras acompañar! Pero antes de marcharme te diré que tal vez cuando seas mayor y quieras caminar para visitar a los enfermos o a alguien, entonces no podrás por los años, pues si siendo tan joven te pesa hacerlo después será peor, acuérdate de tu Creador ahora que puedes trabajar para otros, antes de que lleguen los años cuando ya no puedas hacer algo útil para Dios y los demás (hace para marcharse).

MIRIAM. Espera, tus palabras me han ayudado a reflexionar, es verdad, ahora recuerdo que aunque haga lo que quiera, me juzgará Dios. Te acompaño.

(Salen)



ESCENA III

(Entra Jorge por el pasillo y José por una puerta)

JOSÉ. ¡Oh! Pero si precisamente pensaba llegar a tu casa para verte.

JORGE. Pues aquí me ves. ¿Nos vamos a pescar mañana?

JOSÉ. No, no, es otro asunto. ¿Qué piensas hacer esta noche?

JORGE. ¿Esta noche? No sé, tal vez desarme la bicicleta para engrasarla un poco, no sé. ¿Por qué me lo preguntas?

JOSÉ. Mira, yo necesito que esta noche cuides en el Hospital un hermano de la iglesia que se encuentra hospitalizado y su esposa lleva tres noches seguidas con él. La iglesia no tenía conocimiento de esto y hoy me enteré de este asunto. Yo tengo que ensayar esta noche el programa del viernes, así que si tú puedes hoy, yo me puedo quedar mañana.

JORGE. Pero ven acá y, ¿no tienen hijos, ni familia? Porque...

JOSÉ. (Interrumpe.) No sabemos, Jorge y no hay tiempo para averiguar, necesitamos tu cooperación; eres joven, saludable y no tienes compromiso para hoy, piensa que llegarán los años cuando digas ya no puedo, estoy viejo o la salud no me lo permite… piensa en esto.

JORGE. Bueno, está bien, iré hoy pero después habla con los diáconos para que se ocupen de este caso.

JOSÉ. Gracias, Jorge, que Dios te dé la recompensa; aquí tienes su nombre y la sala donde se encuentra (le entrega una tarjeta.)

(Salen.)



ESCENA IV

(Entra Miriam y se sienta en su casa)

ALBERTO. Miriam, ¿no vas a las clases de música?

MIRIAM. Ahora voy para allá, luego quiero visitar a algunos ancianos de la iglesia y dar algunos estudios bíblicos.

ALBERTO. ¡Oh! ¡Cómo está la obrera bíblica!

MIRIAM. ¿Sabes? Antes no pensaba y actuaba así, pero el otro día conversando con mi abuela me decía que cuando ella era joven nunca tenía tanto tiempo libre, pues siempre tenía algo que hacer. Ahora se siente triste, pues ya no puede hacerlo por los años y el otro día Luisa me ayudó a recapacitar en cuanto a esto y quiero aprovechar mejor mi juventud.

ALBERTO. Mi mamá también me dijo que aprovechara bien mi juventud, pues ésta pasa y que me acordara de mi Creador antes de que llegaran los días malos. Yo no entendí esto muy bien.

MIRIAM. Yo te comprendo, pues yo tampoco entendía muy bien eso, pero pasemos después en otra ocasión por la casa de Luisa y ella te explicará también, pues gracias a ella hoy me siento más útil sirviendo a otros.

ALBERTO. Bueno, vamos, que se nos hace tarde para las clases de música.



ESCENA V

(Entra Luisa y se sienta. Tocan a la puerta Jorge, Miriam y Alberto.)

LUISA. ¡Qué grata visita! Entren y siéntense.

MIRIAM. Invité a Alberto a venir hasta acá y por el camino nos encontramos con Jorge y aquí estamos los tres.

JORGE. Sí, pues tú sabes que yo estoy en todo y tal vez haya algún batidito por ahí.

LUISA. Bueno, ¿y a qué se debe tan grata visita?

ALBERTO. Yo te diré, resulta que hablando con Miriam le contaba que me decía mi mamá que aprovechara bien la juventud y me acordara de mi Creador antes de que llegaran los años en los cuales diga: “no tengo en ellos contentamiento” y ella me invitó a venir hasta acá para que tú me explicaras estas palabras.

LUISA. Ahora comprendo. Pues muchachos, les diré primeramente que dice la Santa Biblia en Ecl.11:9 “Alégrate, joven en tu juventud y tome placer tu corazón en los día de tu adolescencia, y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos, pero sabe que sobre todas estas cosas te juzgará Dios”. Es decir, que podemos hacer todo lo que queramos y gozar de nuestra juventud, pero recordando que tenemos que dar cuenta a Dios en el juicio final. Y en cuanto a las palabras que tu mamá te dijo, estas se encuentran en Ecl.12:1, allí se nos exhorta a acordarnos de nuestro Dios, el Señor sabía que íbamos a estar tan ocupados en las cosas de nuestra juventud que con facilidad nos podemos olvidar de él, y entonces cuando ya lleguen las canas y las arrugas, y se pierda la visión y nuestras piernas pierdan su fuerza no se puede dar al Señor lo que en la juventud podemos ofrecerle: tiempo, energía, inteligencia, entusiasmo... Éstas son cosas características de la juventud, estoy segura de que los abuelos quisieran hacer las cosas que hoy nosotros podemos hacer, es por esto muchachos, que en todo cuanto hacemos debemos honrar a Dios, acordándonos siempre de él.

JORGE. Yo agradezco mucho al Señor por habernos dado cuenta de todo esto, ahora que todavía soy joven, sé que puedo con su ayuda trabajar en favor de otros. Dedicar mis talentos a la obra de Dios, sobre todo orar y estudiar más su Palabra.

ALBERTO. ¡Qué feliz me siento de haber entendido este pasaje Bíblico! Sé que la juventud pasará y tengo que aprovechar los años que el Señor me ofrece ahora.

MIRIAM. Pues sin más tiempo que perder, ofrezcámosle a Dios enteramente nuestra juventud y pidámosle que vivamos siempre para él.


CONCLUSIÓN: Joven, acuérdate de tu Creador antes de que lleguen los años cuando no puedas triunfar sirviendo a los demás. Nabuconodosor a la edad de 70 años estaba haciendo un recuento de sus logros y de su brillante carrera, nacido de linaje real, a los 24 años convertido en jefe del ejército y a la muerte de su padre un año después, se convirtió en rey del imperio. Sus éxitos como jefe militar en Egipto, Canaán y Asiria le confirieron autoridad para gobernar desde el Golfo Pérsico hasta el mar Mediterráneo. Llenó su ciudad capital, la ciudad más grande del mundo de entonces, de elegantes edificios, muelles, además edificó murallas fortificadas; allí estaban los jardines colgantes, una de las siete maravillas del mundo antiguo, y muchas otras cosas grandiosas. Contemplando este vasto imperio y reflexionando acerca de su éxito personal, exclamó orgullosamente: «Esta es Babilonia, la magnífica, que yo he construido como capital de mi reino, en un alarde de poder y para honrar mi majestad. En ese momento Nabuconodosor experimentó la crisis de su propia vida, siete años más tarde al recobrar su salud mental, recapacitó sobre el significado de la vida desde una perspectiva completamente diferente, pues reconoció que Jehová puede humillar a los que andan con soberbia, y debemos preguntarnos: ¿Es este realmente el éxito? En el registro bíblico que relata la experiencia de Nabuconodosor, se da una respuesta a esta pregunta. Daniel, contemporáneo de Nabuconodosor también era del linaje real. Desde joven fue llevado cautivo a Babilonia, se educó en la mejor universidad de su tiempo, era lleno de sabiduría y llegó a ser consejero, confidente y amigo de Nabuconodosor. Daniel fue un hombre de éxito, pero no era arrogante, a diferencia de Nabuconodosor, Daniel mantenía una lealtad indivisa a Dios. Dios, no el yo, que el resto de su vida vivió para dar, compartir y servir a los demás.
Jóvenes, debemos recordar cada día el principio de que Dios debe ser el centro de nuestra vida y aceptar el privilegio y la responsabilidad de servir a otros.
Salomón, el hombre mas sabio que haya existido jamás, llegó a esta conclusión después de vivir un tiempo lejos de Dios y al darse cuenta de los días que había desperdiciado viviendo concentrado en el yo, escribió: «Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud.»
¿Qué significa acordarse del Creador? ¿Será como pensar en la patrulla de transito cuando se está violando el límite de velocidad? ¿Será como acordarse de Santa Claus en nuestra navidad o como acordarse de los primeros auxilios cuando un amigo se ahoga? La respuesta a cada una de estas preguntas es: NO. Acordarse de Dios significa tener una amistad cotidiana con él a través de la oración y el estudio de la Biblia. Significa una relación de confianza y admiración, un proceso de llegar a ser como Cristo. ¿Qué mezclaremos hoy con el éxito? Elijamos el servicio en lugar de la arrogancia, porque nuestra elección determinará si triunfamos unidos con nuestro Creador por la eternidad.

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