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2012 - España

Algarabía en el cielo

5 Minutos y 19 Personajes. Obrita para niños: Las estrellas reciben el aviso de anunciar el nacimiento de Jesús. Estrellas, ángeles y reyes se unen en alabanza del Salvador.

ALGARABÍA EN EL CIELO



PERSONAJES

ESTRELLA 1
ESTRELLA 2
ESTRELLA 3
ESTRELLA 4
ESTRELLA 4
ESTRELLA 6
ÁNGEL 1
ÁNGEL 2
ÁNGEL 3
ÁNGEL 4
ÁNGEL 5
ÁNGEL 6
ÁNGEL 7
ÁNGEL 8
MARÍA
JOSÉ
MELCHOR
GASPAR
BALTASAR



ESTRELLA 1. ¡Que frío!

ESTRELLA 2. ¿Qué hacemos aquí con tanto frío?

ESTRELLA 3. Eso digo yo. ¿Para qué nos quieren los ángeles?

ESTRELLA 4. Para algo muy importante,.

ÁNGEL 1. ¡Buenas noches, estrellas!

ESTRELLAS. ¿Buenas noches?

ÁNGEL 2. Esta noche va a ocurrir algo maravilloso.

ESTRELLAS. ¿Qué?

ÁNGEL 3. ¡El hijo de dios va a nacer!

ESTRELLA. ¡Oooh!

ÁNGEL 4. ¡Debéis alumbrar más que nunca!

ESTRELLA 5. El cielo será pura luz

ESTRELLA 6. ¡Todas a sus puestos hay que trabajar!

ÁNGEL 5. Yo avisaré a los pastores

ÁNGEL 6. Todos los pueblos vamos a visitar

ÁNGEL 7. Yo iré derechito al portal, donde ha nacido el rey celestial.
“en Belén ha nacido un lucero chiquitín,
Chiquitín es el niño mas lindo del cielo...
Hoy ha nacido un lucero,
Hoy ha nacido Jesús... (Música)

MARÍA. Mira José, ¡qué niño más lindo!

JOSÉ. El más bonito del mundo.

ÁNGEL 8. (Guiando a los reyes.) ¡Vamos, vamos! venid todos al portal.

MELCHOR. ¿Dónde está el tesoro? Yo le traigo oro.

GASPAR. Incienso os traigo yo, mi señor.

BALTASAR. Mirra, para la cara más linda.

El valor del perdón

10 Minutos y 4 Personajes. Obra de títeres: El joven Bocota ha reñido con un amigo suyo aunque en realidad es él el que ha tenido un mal comportamiento. Su otro amigo Papanata, le comenta que no puede comportarse así y que tiene que aprender a pedir perdón y a cambiar de actitud.


EL VALOR DEL PERDÓN
Cristian Bertín




PERSONAJES

PAPANATA
BOCOTA
TINTÍN
MAESTRO

(El Maestro presenta la obra. Les pide a los chicos que estén atentos a lo que van a ver en esta representación. Es importante que el Maestro esté al lado del titiritero observando todo lo que sucede con los personajes.)

BOCOTA. (Bocota aparece sollozando.) Snif... snif... snif

PAPANATA. Bocota, ¿seguís resfriado?

BOCOTA. Snif... snif... snif, ya se me pasará. Y déjame, que estoy ocupado.

PAPANATA. ¿Si? ¿Qué te pasa?

BOCOTA. ¿No lo ves?, ¿que estás ciego? ¡Estoy llorando!

PAPANATA. Pero, ¿a qué se debe?

BOCOTA. ¡Es que nadie me quiere! Todos me dejan solo...

PAPANATA. Yo estoy a tu lado... y tenés un montón de chicos a tu alrededor.

BOCOTA. Sí, pero Tintín, mi compañero de banco, se enojó conmigo porque yo me llevé a casa su caja de fibras, ¡me las llevé porque él no quiso prestármelas!

PAPANATA. Bocota, ¡eso es robar!

BOCOTA. Entonces, tuve que pelearme con él... le dije de todo, hasta... (Papanata trata de hacerlo callar.) Encima ¡le di cinco trompadas y tres patadas!

PAPANATA. ¡Bocota, eso está mal!

BOCOTA. Y para colmo al llegar a casa, mi mamá se había enterado de todo lo que pasó. Me dio una flor de paliza, me obligó a devolver las fibras y me prohibió salir a jugar por dos semanas. ¡Buah! ¡Buah! ¡Buah!

PAPANATA. (A los chicos.) Chicos, ¿ustedes le darían un aplauso a Bocota?

NIÑOS: ………………………….

BOCOTA. ¿Lo ves? ¡Nadie me quiere!

PAPANATA. Bocota, creo que el que no quiere a nadie, sos vos. ¡Lo que hiciste estuvo muy mal!

BOCOTA. Y, sí... pero muchos chicos también lo hacen.

PAPANATA. Pero igual está mal. (Dirigiéndose al maestro.) ¿No es cierto, maestro?

MAESTRO. Sí, es cierto. Todas esas cosas malas que hizo Bocota, y que a Dios no le gustan, reciben el nombre de “pecado”. Y el pecado nos separa de Dios.

(Se enseña Romanos 3:23 repitiéndolo varias veces.)

PAPANATA. Espero que recapacites Bocota de que lo que hiciste no estuvo bien. Y recuerda lo que aprendimos recién, que las cosas malas que hacemos nos separan de Dios, como las que le hiciste a Tintín, por lo tanto estás lejos de Dios ¡Piénsalo!

(Papanata sale de escena. Bocota se queda solo meditando.)

BOCOTA. ¡Snif! ¡Snif! ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? Si Tintín tuvo la culpa de que yo le pegara por no prestarme las fibras. Se tiene bien merecido las trompadas y las patadas que le di, así se le va lo egoísta. Si vieran, chicos, cómo le quedó la cara, ¡ja! ¡ja!

(En eso llega Tintín.)

TINTÍN. ¡Bocota! ¡Bocota!

BOCOTA. Eh, ¿quién me llama? ¿Quién está ahí?

TINTÍN. Soy yo Bocota, Tintín.

BOCOTA. ¡Qué quieres! Ahh ya sé, vienes a buscar la revancha, bueno dale vení... vení que tengo muchas trompadas y patadas más para darte... vení, vení.

TINTÍN. No, Bocota, no quiero pelear con vos.

BOCOTA. ¿Y entonces? ¿Para qué me llamabas?

TINTÍN. Fui un poco egoísta al no querer prestarte las fibras, por eso te traigo toda mi cartuchera con lápices de colores, microfibras, de todo para que puedas dibujar y pintar lo que quieras.

BOCOTA. Pero... pero yo.

TINTÍN. Usala todo lo que quieras. Eso sí, devolvédmela el lunes la voy a necesitar para la escuela.

BOCOTA. Tintín, pero yo no puedo, yo, yo...

TINTÍN. Te pido disculpas por mi egoísmo, ahora me tengo que ir al dentista, por los dientes que me sacaste ¿te acuerdas? Chau, nos vemos.

(Se va Tintín.)

BOCOTA. ¡Qué tonto que soy! ¿Cómo pude aceptar su cartuchera con todos sus colores? Si yo ¡no me lo merezco! Encima no tuve la valentía de decirle que yo también estuve mal. Se me cae la cara de vergüenza. (Agacha la cabeza y camina de un lado a otro.)

(Aparece Papanata.)

PAPANATA. ¡Bocota!, ¡Bocota! ¡Amigo mío! ¿Cómo estás?

BOCOTA. Déjame, Papanata, no quiero ver a nadie, no merezco nada... nada.

PAPANATA. No digas eso, Bocota, todos cometemos errores y hacemos bien cuando lo reconocemos y pedimos perdón.

BOCOTA. Pero yo no pude, estuve a punto de decirle a Tintín lo mucho que lo sentía y la vergüenza me ganó.

PAPANATA. ¿Cómo? ¿Tintín estuvo con vos?

BOCOTA. Sí, y no me animé a pedirle perdón. Y encima, Tintín me prestó su cartuchera con todas sus cosas. Ahora… ¿Qué hago?

PAPANATA. Lo primeo que tienes que hacer, Bocota, es arreglar tus cuentas con Dios.

BOCOTA. ¿Cómo?

PAPANATA. Tienes que pedirle perdón a Dios por todas las cosas malas que hiciste. Acordate que el pecado te separa de Dios, pero Él quiere estar cerquita tuyo. Es por eso, que envió a su único Hijo, el Señor Jesús, a morir en una cruz para pagar el castigo de todos tus pecados.

BOCOTA. ¿Y cómo hago para pedirle perdón a Dios?

PAPANATA. Simplemente haciendo esta oración conmigo y si ustedes chicos también quieren hacerla, repítanla con nosotros. Cerramos los ojos y agachamos la cabeza.
Oración: Señor Dios, te quiero pedir perdón por todas las cosas malas que hay en mi corazón. Gracias porque un día enviaste a tu Hijo, el Señor Jesús, a morir en la cruz por todos mis pecados. Yo le recibo en mi corazón. Te lo pido en el nombre de Jesús. Amén.

BOCOTA. ¡Qué bien que me siento, Papanata! ¡Hay un alivio dentro mío, como si me hubieran quitado una carga!

PAPANATA. Es que… ¡Dios te perdonó! A partir de este momento sos un hijo de Él.

BOCOTA. ¡Qué lindo! ¡Un hijo de Dios!

PAPANATA. Así es. Y cada vez que hagas algo malo, Dios está esperando que le pidas perdón, porque Él es bueno para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad.

BOCOTA. Ya arreglé mis cuentas con Dios, ahora quiero arreglar mis cuentas con Tintín. Ya mismo le voy a pedir perdón. ¿Vos crees que me va a perdonar?

PAPANATA. ¡Por supuesto que te va a perdonar! Estás haciendo lo correcto, Bocota, porque dice la Biblia que tenemos que perdonarnos unos a otros así como Dios nos perdonó a nosotros por medio de Jesús. Si querés, yo te acompaño.

BOCOTA. ¡Dale, vamos! ¡Chau chicos!

(Se retiran. El Maestro termina con una reflexión final)

El abogado

15 Minutos y 6 Personajes. En un juicio una joven es declarada culpable por todos los errores que ha cometido en su vida pero su Abogado defensor ha pagado el precio por ella

EL ABOGADO


PERSONAJES

ABOGADO
JUEZ
ACUSADOR
ACUSADA
POLICÍA
SECRETARIA



ESCENARIO: Una sala de juzgado.

(La sala está vacía cuando se encienden las luces. Entra el policía y se sienta, entra la secretaria y acomoda su escritorio.)

POLICÍA. Buenas, joven.

SECRETARIA. Buenas, caballero.

POLICÍA. Parece ser que hoy será un día tranquilo.

SECRETARIA. Si usted lo dice.

POLICÍA. Digo yo, a lo mejor será un día bastante cansado.

ACUSADOR. (Entra por la derecha. Se ve muy contento.) Buenos días, dama, caballero.

POLICÍA. Veo que está usted muy contento.

ACUSADOR. ¿Y cómo no lo voy a estar? Hoy es el gran día.

SECRETARIA. (Extrañada.) ¿El gran día?

ACUSADOR. Por supuesto, joven, hoy es el día del gran juicio. El honorable juez tendrá a su cargo este juicio. (Con fanfarronería.) Y yo, claro está, me encargaré de acusar a cada uno de los que por esta sala pasen, para que les caiga todo el peso de la ley. (Golpea el escritorio y se ríe cínicamente.)

(La secretaria y el policía se asustan.)

SECRETARIA. (Al policía.) ¡Qué hombre más malo!

POLICÍA. ¡Oh! No lo dude usted, a este abogado difícilmente se le van los juicios, todos los gana.

SECRETARIA. (Mira al acusador.)

ACUSADOR. (Está en su escritorio acomodando los papeles, y en su rostro tiene una sonrisa, una sonrisa cínica.)

SECRETARIA. (Mira al policía. Hace un gesto como preguntándose ¿Es verdad?)

POLICÍA. (Asiente con la cabeza.)

ACUSADOR. (Mira el reloj.) Vaya (al policía) Disculpe, caballero.

POLICÍA. ¿Sí, señor?

ACUSADOR. ¿No sabe usted cuándo comenzará el juicio?

POLICÍA. Pues no, nadie acá sabe, es más, y no sabía que hoy sería el gran juicio.

ACUSADOR. ¿Podría usted preguntarle al señor juez cuándo comenzaremos este juicio?

POLICÍA. Sí, con gusto, ya regreso. (Sale por la izquierda.)

SECRETARIA. (Con un poco de temor.) Y, ¿tiene mucho tiempo de estar en este tipo de trabajo?

ACUSADOR. (Vuelve a ver a la secretaria.) ¿Me habla a mí?

SECRETARIA. Sí, señor.

ACUSADOR. (Entre cínico y orgullo.) Claro, joven, son muchos años de estar en estas lides, nunca, óigame usted, nunca he perdido un juicio.

SECRETARIA. Vaya, es usted muy buen abogado.

ACUSADOR. Por supuesto, soy el mejor, no hay otro como yo, no lo habrá.

SECRETARIA. Está usted muy confiado.

ACUSADOR. Por supuesto, (con orgullo). Creo en mí, soy mi propio dios.

POLICÍA. (Entra de nuevo.) Dice el señor juez que el juicio iniciará en el momento que él lo decida.

ACUSADOR. Muchas gracias, caballero.

POLICÍA. Ah, y también dijo que no le molestara más. (Se dirige hacia la salida de la derecha.)

ACUSADOR. ¿Se puede saber a dónde se dirige usted, caballero?

POLICÍA. (Se vuelve.) Le contestaré sólo porque soy muy educado, de lo contrario, no me hubiese molestado en perder el tiempo volviéndome a responder. Para su información, me dirijo a las celdas para traer al primer acusado, según órdenes que me dio el distinguido juez. (Sale del escenario.)

ACUSADOR. (Se sienta muy molesto.)

SECRETARIA. (Se ríe disimuladamente.)

JUEZ. (Entra por la izquierda.) Buenos días.

(La Secretaria y el Acusador se ponen de pie.)

SECRETARIA y ACUSADOR. Buenos días, señor juez. (Se sientan.)

JUEZ. Bien, comenzaremos con el juicio. Claro está, en el momento que llegue el primer acusado. (Toma uno de los folders que tiene sobre su mesa y lo revisa.)

ACUSADOR. (Saca un folder lleno de papeles. Se ríe cínicamente.)

SECRETARIA. (Lo mira muy asustada.)

POLICÍA. (Entra con la acusada y la sienta en la silla que está al lado contrario de la mesa del Acusador.)

ABOGADO. (Entra acompañando a la Acusada. Se sienta en su escritorio, pero no dice nada.)

JUEZ. Bien, (leyendo el folder) Ana Lorena Díaz Castro, ¿no es así?

ACUSADA. Sí, señor.

JUEZ. ¿De qué se le acusa?

ACUSADOR. (Se pone de pie.) Se le acusa de varios delitos.

JUEZ. (Al Acusador.) Usted hablará cuando se le indique que lo haga.

ACUSADOR. (Se sienta, muy avergonzado.) Sí, señor.

SECRETARIA. (Se burla disimuladamente del Acusador.)

JUEZ. Bueno, procedamos con el juicio. Escucharemos primero la parte acusadora y luego la defensa.

ABOGADO. (Observa en silencio la acción)

ACUSADOR. (Se pone de pie, muy confiado y con altanería.) Gracias, señor juez. Bien, veamos: esta mujer ha cometido varios pecados muy graves que requieren ser juzgados con todo el peso de la ley. (Abre el expediente.) Bien, veamos, para empezar, quiero llamar como primer testigo a la misma acusada.

ACUSADA. Señor juez...

JUEZ. Silencio, por favor, proceda a obedecer la solicitud del señor Acusador.

ACUSADA. (Triste.) Sí, señor.

ACUSADOR. (Sonriendo maliciosamente.) Bien, bien... Veamos. Acá están todos los pecados que usted ha cometido. ¿Qué tal si hacemos un repaso de cada uno de ellos?

ACUSADO. Pero, señor juez...

JUEZ. Silencio.

ABOGADO. (Sigue en silencio y observa detenidamente.)

ACUSADOR. Bien, remontémonos a 10 años atrás. Usted era una niña de 5 años y se robó una manzana de la verdulería de don Juan, ¿ajá? Después le mintió a su mamá diciendo que se la habían regalado... ¡Qué barbaridad! Mentirle a la mamá.

ACUSADA. Pero, señor juez...

ACUSADOR. A los siente años le arrancó la cabeza a una muñeca para que le compraran una nueva, engañando al papá... ¡Qué terrible! A los diez años se peleó con una compañera en la escuela.

ACUSADA. Pero ella fue la que empezó. Ella me empujó y yo me caí.

ACUSADOR. Sí, pero nada de eso hubiese pasado si no se hubiesen fugado de la escuela.

ACUSADA. (Inclina su rostro.)

ACUSADOR. Bien, a los doce se fue con varios compañeros para la casa de una compañera. (A la Acusada.) ¿Quiere que especifique a qué fueron o sólo lo dejo así?

ACUSADA. (Apenada.) No, déjelo así, no vale la pena decirlo.

ACUSADOR. No creo que no valga la pena, hay algunas bastante interesantes que ustedes hicieron en esa casa y ganas me sobran de mencionarlas.

ACUSADA. Sí, pero mejor no diga nada, ya bastante ha dicho.

ACUSADOR. Pero si no he terminado, todavía falta más. POr ejemplo, cuando compraron licor a escondidas durante el baile de graduación de la escuela. O en el colegio, las fugas para ir al pool de la esquina y no precisamente a jugar carambola, bola negra o pool. (Al juez.) Bien, señor juez, hay más, pero creo que con esto basta para acusar a la mujer ésta de cadena perpetua.

JUEZ. (A la Acusada.) Bien, ¿qué tiene que decir a su favor?

ACUSADA. Bueno, creo que no me queda más que declararme...

ABOGADO. (Poniéndose de pie.) Inocente.

(Hay un silencio total.)

ABOGADO. La joven se declara inocente.

ACUSADOR. (Se queda petrificado, asustado, y ano sonríe cínicamente, ahora está nervioso.)

ABOGADO. Ella es inocente, si bien es cierto se le acusa de muchas faltas pero ella ha pagado por esas faltas, yo mismo me he encargado de que su fianza sea pagada. Si usted leyó con detenimiento, el expediente dice que esta mujer ha sido absuelta de toda falta, y que el caso es caso cerrado y que nada tiene que estar haciendo este expediente acá.

JUEZ. Entonces, ¿por qué está este expediente en mi escritorio? ¿Se puede saber quién lo puso?

(Todos vuelven a ver al Acusador.)

ABOGADO. ¿Quién más que este tipo? Sólo él, se ha dedicado a engañar, a mentir, robar, su único objetivo es destruir la vida de quienes vienen a esta sala de juicio, su corazón está lleno de odio y maldad. Muchos de los que han pasado por esta sala han sido encarcelados porque no se les dio otra oportunidad.

ACUSADOR. Pero, señor juez...

JUEZ. Silencio, no tiene autorización para hablar. (Al Abogado.) Prosiga.

ABOGADO. Gracias. Como le decía, su señoría, este hombre ha engañado por mucho tiempo a muchos. Es más, si revisa los demás expedientes, se dará usted cuenta de que la mayoría de ellos son casos cerrados.

JUEZ. (Revisa los folders. En su rostro se dibuja un gesto de sorpresa y de indignación.) No puede ser, es cierto. (Mirando al Acusador.) ¿Qué tiene que decir a esto?

ACUSADOR. (Nervioso.) Bueno, este... Yo... Vea su señoría, es algo muy complicado, quizá si lo vemos desde un punto de vista, donde quizá se junten ambas situaciones, es donde podremos encontrar la respuesta, y entonces nos metemos por huequito y nos salimos por otro y yo digo hasta lueguito. (Toma el portafolio.)

JUEZ. (Enojado.) Un momento, usted no va a ningún sitio. Es usted un sinvergüenza, un canalla lo quiere ver en mi oficina terminado este juicio.

ACUSADOR. (Asustado.) Sí, señor.

JUEZ. (A la acusada.) Queda usted en libertad, joven.

ACUSADO. (Feliz.) Gracias, señor juez.

JUEZ. Y este caso lo doy por cerrado y la corte entra en receso. (Al acusador.) Ya sabe, lo espero en mi oficina. (Al policía.) Se encarga usted de acompañarlo.

POLICÍA. Se hará como usted ordene, su señoría.

JUEZ. Bien, me retiro.

SECRETARIA. (Al Acusador.) Tiene usted razón, no hay nadie como usted, es único, pero mejor que usted, sí hay. (Y vuelve a ver al Abogado.)

ACUSADOR. (Se enoja.)

POLICÍA. Vamos, caballero, que el señor juez le está esperando.

(El Policía y el Acusador salen por la izquierda, la Secretaria lo hace por la derecha.)

ACUSADA. (Al Abogado.) Gracias, si no llega usted a tiempo, quizá ahora estaría de nuevo en la cárcel. Gracias, no sabe cuán agradecida estoy, no tengo cómo pagarle.

ABOGADO. Tranquila, ya usted me pagó.

ACUSADA. ¿Cómo? ¿Si yo no le he dado ni un cinco?

ABOGADO. El hecho de darme las gracias es más que suficiente para mí. Yo no busco dinero, ni tampoco que me paguen, lo único que busco es la gratitud de aquellos a los cuales he salvado de la cárcel y que después de ser liberados se dediquen a vivir una nueva vida, dejando la vieja manera de vivir y convirtiéndose en nuevos hombres y mujeres.

ACUSADA. Nunca había escuchado a alguien hablar de esa forma, en su hablar veo más que simples palabras, veo amor, un amor que en este mundo no se puede encontrar ni comprar.

ABOGADO. El amor no se compra, no se vende, tampoco se fabrica, el amor está en el corazón de cada uno de nosotros, sólo tenemos que dejar que él florezca, así como se hace con una flor. (Toma el portafolio y sale por la derecha.)

ACUSADA. (Pensativa.) El amor no se compra ni se vende, tampoco se fabrica, el amor está en el corazón de cada uno de nosotros, sólo tenemos que dejar que él florezca, así como se hace con una flor. (Mira hacia la derecha.) ¡Ey, espere! (Sale por la derecha y se apagan las luces.)


FIN


"Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre a Jesucristo el Justo". 1 Juan 2:1

La mejor historia jamás contada

55 Minutos y 15 Personajes. La joven Hortensia está harta de la vida sencilla que tiene en su casa. Influenciada por una nueva amiga, firmará un contrato que le asegurará una vida llena de éxito y dinero. Al cabo de los años esa vida no le llena y en el camino además, pierde todo lo que tiene. Se da cuenta de que no tiene amigos y decide regresar a la casa de sus padres.

LA MEJOR HISTORIA JAMÁS CONTADA


PERSONAJES

HORTENSIA

BASILIO

CONSUELO

BERTA

ALEX

ROSALBA

CABALLERO DE LA NOCHE

CHANTAL

CARPINTERO DE BLANCO

ADMINISTRADORA

LIMPIADORA

MANICURISTA

PEINADORA

LUCÍA

RODOLFO

PRIMER ACTO

ESCENARIO



Es el interior de una cabaña hecha con troncos. Se trata de la casa de un carpintero. Tiene que haber una chimenea con algunos leños ardiendo. Todos los muebles son rústicos de madera (mesa y sillas). Colgadas de la pared se ven algunas herramientas de carpintería, serruchos, martillos, etc... Colgada de un gancho sobre el fuego de la chimenea, se halla una perola de cobre; encima de la chimenea, una lámpara de aceite apagada. En la mesa hay platos con restos de comida (están cenando), algunos trozos de pan y una jarra. Junto a la chimenea hay un pequeño árbol de navidad decorado con papeles de colores.


Voz en off:

(El coro está colocado)

(Luces tenues)

(Música Torre Fuerte- Marcos Witt – Introducción descendiendo)

(Sonido fuego chimenea.)


Recuerdo intensos momentos vividos cuando era niña. En aquel entonces, me gustaba sentarme al lado del fuego y contemplarlo mientras escuchaba a mi abuelo. Junto a aquella arcaica chimenea, inundaba mi imaginación de relatos, fábulas y leyendas.

(Música Torre Fuerte- Marcos Witt )

Historias donde el bien inmaculado triunfaba sobre el oscuro mal. Pero de entre todos los relatos que mi abuelo contaba, recuerdo uno con especial cariño. Me llamaba la atención porque parecía ser la excepción a la norma. No era capaz de entender como el final de un cuento tan interesante podía ser tan triste... Mi abuelo siempre me repetía: Hortensia, llegará un momento en el que descubras el sentido de esta historia. Es una historia diferente. no es una historia común, sino que es la mejor historia jamás contada. Una historia que se repite.. y se repite... y de la que tu formas parte.

Canción:

Cuando era niño me relataban

Historias de héroes, profetas y reyes

Gente sin miedo constante y fiel

Daba su vida siempre por El

Son historias reales que quieren llegar
A tocar corazones dispuestos a amar

Año tras año podemos oír la historia de el Salvador

Nunca habrás escuchado otra igual

Esta historia es la mejor

Los sabios nunca podrán explicar

La gracia y amor que este libro nos da

Es mas que un cuento, es nuestra verdad

Esta historia es la historia del Señor

Por muchos años esta historia permaneció en la memoria

Aunque el hombre haya caído

Esta historia se ha mantenido

Y el autor todavía nos quiere hablar

Por medio de hombres y este libro sin par

o tras año podemos oír la historia de el Salvador

Nunca habrás escuchado otra igual

Esta historia es la mejor

Los sabios nunca podrán explicar

La gracia y amor que este libro nos da

Es mas que un cuento, es nuestra verdad

Esta historia es la historia del Señor



(Se apagan luces)


(El coro sale, los protagonistas se colocan)


(Sonido: de Sierra de mano, y hachazos, bajando)

(Aparecen sentados en torno a la mesa Basilio, que ocupa la cabecera, Hortensia y Berta a su lado

CONSUELO. (A Hortensia.) ¿Por qué nos has comido, hija? ¿Estás enferma?

BASILIO. Esta noche es Navidad, no hay razón para estar tristes. Tienes que comer, hija.

HORTENSIA. No tengo hambre. Dejadme en paz.

CONSUELO. Por lo menos toma más caldo. Te sentará bien que hace mucho frío.

ALEX. (Extendiendo su mano con un vaso.) ¡Yo sí quiero más mamá!

ROSALBA. ¡A mí también dame! Y a la prima Berta también. (Extiende el vaso y la madre vierte la jarra.)

CONSUELO. Me alegra mucho que estés aquí con nosotros estas navidades. Por cierto, ¿qué te ha parecido nuestra pequeña iglesia?

BERTA. Es muy acogedora, no me conocía nadie pero me trataron como si fuera de la familia.

CONSUELO. ¡Qué bien oírte decir eso! El sermón de esta noche fue precioso, ¿verdad, Basilio?

BASILIO. Sí, pero a mí me conmovieron más las canciones de Navidad.

CONSUELO. A ti Hortensia, ¿qué te gustó más?

HORTENSIA. Nada. No me gustó nada. Ya estoy aburrida. Siempre la misma historia...

CONSUELO. Es que siempre se recuerda el nacimiento de Cristo.

(Silencio.)

ROSALBA. (Bostezando.) Yo ya tengo sueño...

ALEX. Yo también quiero dormir.

BASILIO. Está bien, antes de iros vamos a orar. (Oración.)

CONSUELO. Ahora sí, hijos, a dormir.

ROSALBA. (Besa a su padre y a su madre.) ¡Cómo me gusta la Navidad!

ALEX. Ojalá todos los días fueran así.

ROSALBA y ALEX. (Se van a dormir.) Buenas Noches.

(Desaparecen. Basilio abre su Biblia y empieza a leer mientras Berta recoge la mesa. Consuelo coge una silla y se sienta a tejer alguna prenda junto a la chimenea.)

BASILIO. ¿Por qué no estás contenta, Hortensia? Deberías estar feliz. Es Navidad y tienes una familia que te quiere y te apoya. Piensa que hay muchas personas en el mundo que se encuentran solas, sin nadie que les tienda una mano.

CONSUELO. No es nada, seguro que está cansada.

HORTENSIA. (Irritada golpea la mesa.) Sí, estoy cansada. (Con voz alterada.) ¡Muy cansada! ¡Ya no soporto esta vida miserable en esta cabaña donde nunca pasa nada! La misma rutina todos los días. Sólo se oye el ruido de la sierra y se aspira el olor de la madera. ¡No hay gente interesante!

CONSUELO. Pero, hija, no tienes razón al pensar así. ¿Qué va a decir tu prima si te oye hablar así? Va a creer que la vida en el pueblo no tiene ningún atractivo e interés, y no es así. Todos nos hemos criado en este pueblo y nos sentimos felices.

HORTENSIA. Yo no estoy feliz. Estoy aburrida. ¿Me oís? Aquí no hay fiestas, no hay música... ¿Cómo puedo estar feliz así?

BERTA. Escúchame, Hortensia, yo vengo de la gran ciudad; allí todo es demasiado superficial. Ya estoy anhelando alejarme del ruido, de la vida acelerada, del estrés. Esta paz que se siente aquí no la cambio por nada. Es cierto que no se celebran fiestas como las de allí pero la vida en el campo ofrece cosas más importantes, más esenciales, diría yo.

BASILIO. Claro, nosotros estamos alegres, y acabamos de regresar de la fiesta de Navidad de la iglesia.

HORTENSIA. ¿A eso lo llamáis fiesta? ¿A cantar unos himnos monótonos y a oír el sermón de un viejo aburrido?

BASILIO. No hables así de la iglesia ni del pastor.

HORTENSIA. Hablaré como me dé la gana. Ya estoy cansada de hacer sólo lo que se me diga. Quiero ser libre... Hacer lo que yo quiera, ¿entendido?

CONSUELO. (Enérgica.) No le faltes el respeto a tu padre, Hortensia.

HORTENSIA. (Sollozando.) ¡Ya no puedo vivir más aquí! En otros sitios hay jóvenes de mi edad que asisten a suntuosos banquetes, que bailan en salones al son de maravillosas orquestas, que llevan vestidos lujosos y joyas deslumbrantes... tienen muchos admiradores, dinero, carruajes, fama, servidores... mujeres que las peinan y les cuidan las manos. En cambio yo (señala su vestido), ando con este vestido tan burdo y mal hecho, y eso que dicen que es ¡el de los fines de semana! ¿Y cómo tengo las manos? Con las uñas gastadas y las yemas partidas por el agua y el jabón. ¿Cuándo me han comprado cremas y polvos como los que usan las damas elegantes?

CONSUELO. Ya sabes que tu padre trabaja mucho y apenas le alcanza para daros lo necesario a tus hermanos y a ti.

HORTENSIA. Sí... ya se que trabaja mucho.. en la carpintería. Pero también de eso me he cansado. Cuando Chantal llegó al colegio nos preguntó a todos en qué trabajaban nuestros padres. Ella es la hija de un intelectual, de un hombre educado de ciudad. En cambio yo tuve que decir que soy la hija de un carpintero...

CONSUELO. ¿Qué deshonra es ser hija de un hombre que trabaja con las manos?

HORTENSIA. Ya no lo soporto más. Quiero salir de la cabaña... quiero viajar por el mundo, conocer muchos lugares, disfrutar de las riquezas, tener fama, ser admirada, tener aplausos, muchos amigos... ¡Celebrar fiestas, Navidades deslumbrantes con mucha música! ¡Banquetes exquisitos! ¡Placeres!

CONSUELO. No sé qué te pasa, hija, pero creo que debes leer la Biblia y acostarte. Mañana estarás mejor.

HORTENSIA. ¿Leer la Biblia yo? No, mamá. Ya estoy cansada de oír de la Biblia. Quiero ser libre, completamente libre, y la Biblia nos encadena y nos quita el gusto por la vida.

CONSUELO. Yo me siento libre, hija, y leo la Biblia.

HORTENSIA. No, mamá, yo no quiero seguir tu ejemplo. No quiero estar en esta cárcel y soportar el yugo que tú has tenido que soportar, esa esclavitud que te tiene atada a la cocina, al lavadero, a la casa. Las mujeres modernas nos hemos emancipado, y yo soy una mujer moderna.

CONSUELO. Vete a la cama, es mejor que duermas.

HORTENSIA. (Desesperada y con voz alterada.) ¡No! ¡No me iré a la cama! ¡No quiero hablar con nadie! ¡Dejadme sola! (Solloza con la cabeza apoyada sobre los brazos puestos sobre la mesa.)

BASILIO. (Se levanta, deja el libro sobre la chimenea y dice a Consuelo.) No comprendo lo que le ha pasado a nuestra hija en los últimos meses.

CONSUELO. Hace tres meses que llegó esa muchacha, Chantal, y le ha metido muchas cosas en la cabeza a nuestra hija. Ella es de la ciudad y se cree una chica moderna.

BASILIO. (Señalando a Hortensia.) Se ha quedado dormida sobre la mesa. ¡Pobre hija...!

CONSUELO. (Toma una mantita y se la pone en la espalda para cubrirla.)

BASILIO. ¿La vamos a dejar ahí?

CONSUELO. Sí, será mejor no despertarla, vamos a dormir.

BASILIO. Regresaré dentro de un rato para echar más leña a la chimenea.

(Luces tenues. Pista de grillos de noche. Superponer el sonido de un gato. Poner la pista “Ven Señor” durante 39 segundos y bajar.)



SEGUNDO ACTO

ESCENARIO

La casa del carpintero. Hortensia está de pie junto a la chimenea y se está mirando en un espejo.


(Luces normales.)

HORTENSIA. En realidad soy guapa. Tiene razón Chantal: yo merezco una vida mejor. No hay muchas mujeres como yo (se toca el pelo). Tengo un pelo bonito y con este color... ni rubia chillona ni morena chocante. ¡Sí! Yo merezco vivir como las artistas del teatro. Yo también sé cantar.

(Pista “Into the Darkness”.)

Me haré famosa, tendré dinero, oiré alabanzas y muchos aplausos, no seré la esclava de nadie... Y los hombres caerán rendidos a mis pies...

(Aparece por el lado izquierdo un personaje vestido de negro, con una capa amplia, un bigotillo y perilla, con un sombrero de copa en la mano y un bastón. Se acerca a Hortensia y hace una elegante inclinación; tomando la mano de la muchacha la lleva a los labios con suma delicadeza.)

CABALLERO DE LA NOCHE. Perdona que haya entrado sin avisar, Hortensia .

HORTENSIA. (Asustada.) ¿Quién es usted? ¿Cómo sabe mi nombre?

CABALLERO DE LA NOCHE. (Permanece en la misma actitud.) Yo soy el caballero de la Noche, aunque la gente me aplica otros nombres. He venido por recomendación de una persona amiga.

HORTENSIA. ¿Usted conoce a Chantal?

CABALLERO DE LA NOCHE. (Se coloca en actitud elegante, junto a la chimenea.) Ya lo creo... es una de mis trabajadoras más activas.

CHANTAL. Hola Hortensia. Sí, efectivamente, le he hablado de ti. Tú tienes clase, ya te lo he dicho muchas veces... aunque bueno, a simple vista no lo parezca, porque esos trapillos que llevas... y mira tu pelo lacio y estropeado. Claro, que eso se puede arreglar con una buena mascarilla capilar. Y con maquillaje y algunos retoques quedarás perfecta.

HORTENSIA. Sí, eso ya lo sé. Gracias por tus consejos Chantal, eres una buena amiga. Pero usted, ¿a qué ha venido?

CABALLERO DE LA NOCHE. Debes saber que yo soy el director de una empresa que tiene ramificaciones en todo el mundo. Empleo a millones de personas.

HORTENSIA. Pero, ¿a qué ha venido, caballero?

CABALLERO DE LA NOCHE. (Haciendo una elegante inclinación.) He sabido que tuviste una pequeña discusión con tus padres.

HORTENSIA. ¿Cómo lo ha sabido? Nadie se ha dado cuenta.

CABALLERO DE LA NOCHE. ¡Bah, eso es fácil! Yo dispongo de medios.

HORTENSIA. ¿Y qué tiene que ver eso con tu presencia aquí?

CABALLERO DE LA NOCHE. Como te decía, Hortensia, yo soy muy poderoso. Dispongo de riquezas incalculables... soy el príncipe de un reino, de manera que puedo ofrecer a los que yo quiera riquezas, fama, placeres.

HORTENSIA. (Pensativa.) Ah, ya comienzo a entender. Alguien le ha hablado de mis ilusiones, lo que les dije a mis padres esta noche...

CABALLERO DE LA NOCHE. (Señalando la cabaña, muebles y vestido de Hortensia.) Tú eres como una joya de gran precio, y necesitas un estuche adecuado. Una mujer tan bella como tú necesita una mansión preciosa, con cortinajes de terciopelo, alfombras persas, muebles de maderas exóticas... tu cuello requiere collares de diamantes, tu cuerpo necesita vestidos y pieles...

HORTENSIA. (Satisfecha.) No cabe duda de que usted sí comprende a las mujeres.

CABALLERO DE LA NOCHE. Tengo esa fama, hermosa Hortensia.

CHANTAL. Es el hombre más interesante que he conocido, y ahí fuera hay muchos más de su estilo.

HORTENSIA. ¡Si todos los hombres fueran como usted! Todo un caballero...

CABALLERO DE LA NOCHE. ¿No te avergüenzas de vivir en esta cabaña? Desde luego, se nota que es de un carpintero (señala las herramientas). ¡Bah, es absurdo que tú, una chica tan guapa, que podrías tener el mundo a tus pies, vivas esclavizada! ¡No, muchacha! ¡Despierta! Ya es hora de que dejes de ser tonta.

HORTENSIA. Me habla igual que Chantal...

CHANTAL. ¡Claro! Porque tengo razón. Yo sé lo que te conviene. Escúchale, Hortensia, él te ayudará a ser libre, a disfrutar de la vida.

CABALLERO DE LA NOCHE. Yo sé que tú tienes facultades artísticas. Yo puedo introducirte en el medio teatral. Puedes llegar a ser una renombrada cantante. Tendrás contratos en los mejores teatros del mundo. Te harás famosa, cosecharás aplausos y tendrás dinero, lujo y placeres.

HORTENSIA. ¡Eso es precisamente lo que quiero, señor! Me alegro de que usted me comprenda.

CABALLERO DE LA NOCHE. Soy un negociante, y podría concederte esto y mucho más siempre que hiciéramos un convenio.

(Pista Pluvius Aestivus.)

CARPINTERO BLANCO. (Entrando por el lado derecho, viste ropas de carpintero y va cubierto con un manto blanco; se apoya en una especie de báculo de madera.) ¡Paz sea contigo, Hortensia!

HORTENSIA. (Asombrada.) ¿Quién es usted? ¿A qué ha venido?

CABALLERO DE LA NOCHE. ¡Pero qué pregunta tan necia! ¿No ves que es un carpintero? ¿No distingues su vestido tosco?

HORTENSIA. Sí, es un carpintero como papá. Pero, ¿a qué ha venido?

CARPINTERO BLANCO. He venido a protegerte.

CABALLERO DE LA NOCHE. (Sarcásticamente.) ¡Ja, Ja, Ja! ¿A defenderla, has dicho? ¿Tú? ¿Un carpintero? ¡Ja, ja, ja!

HORTENSIA. (Seria.) Se ha equivocado, señor. Nadie me quiere hacer daño.

CHANTAL. Dile que se vaya, Hortensia, no sé qué pinta aquí.

HORTENSIA. Si ha venido a protegerme, puede irse tranquilo, porque nadie me puede dañar. Yo me basto a mí misma.

CABALLERO DE LA NOCHE. Dejemos a este intruso, hermosa Hortensia y terminemos de hablar. Como te decía, pongo a tus pies un mundo de riquezas, contratos para cantar en los mejores centros del mundo, muchos viajes, pieles, vestidos, cientos de admiradores, amor y romance, placeres, aplausos... (Se inclina elegante.)

HORTENSIA. Me interesa su oferta. Si no me aprovecho ahora que soy joven, como dice Chantal, ¿qué será de mi cuando esté vieja?

CABALLERO DE LA NOCHE. Como te decía, yo soy negociante y todo lo que he dicho será tuyo si firmas este documento. Tú debes comprender que un hombre de negocios debe garantizar sus intereses. Es legitimo, ¿verdad?

HORTENSIA. ¿Es todo lo que tengo que hacer? ¿No hay nada más?

CABALLERO DE LA NOCHE. (Con una genuflexión elegante.) Es todo, hermosa Hortensia. Es la cosa más fácil.

CARPINTERO BLANCO. Hija mía, si los pecadores te quisieran engañar, no lo consientas.

CABALLERO DE LA NOCHE. Ah, sí, además de carpintero ignorante eres santurrón. No le hagas caso, Hortensia.

CARPINTERO BLANCO. Sobre toda cosa guardada guarda tu corazón.

CABALLERO DE LA NOCHE. ¡Si el carpintero tiene alguna oferta mejor que la mía que la haga!

CARPINTERO BLANCO. Hortensia, yo solo te ofrezco la paz, la justicia y la vida eterna.

CABALLERO DE LA NOCHE. Palabras, palabras y más palabras. (A Hortensia.) Lo que yo te ofrezco es real: oro, diamantes pieles, viajes, aplausos.

CARPINTERO BLANCO. La vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.

CABALLERO DE LA NOCHE. Esas palabras ya las conozco. Las dijo también otro carpintero. Pero no tengo tiempo que perder. (A Hortensia.) ¿Has tomado alguna decisión?

HORTENSIA. No puedo, tengo que pensar.

(Se baja la música. Silencio.)

CARPINTERO BLANCO. Sí, debes meditar cuidadosamente.

CHANTAL. Pero, ¿qué vas a pensar? ¡Si es la oportunidad de tu vida! ¡No debes dejarla escapar!

(Pista Golbeza, Clad in the Dark.)

CABALLERO DE LA NOCHE. Si haces caso a este carpintero, seguro que te arrepentirás cuando tengas la edad de tu madre... y será muy tarde para disfrutar de lo que te ofrezco.

HORTENSIA. (Convencida.) Sí, tenéis razón. No quiero estar como mi madre.

CABALLERO DE LA NOCHE. Entonces, ¿estás dispuesta?

CARPINTERO BLANCO. (Con tono suplicante.) Hortensia, por favor, no hagas ningún trato.

CABALLERO DE LA NOCHE. No te entrometas, carpintero. Ella es libre para hacer lo que le convenga.

HORTENSIA. Sí, es verdad. Yo tengo que decidir por mí misma. Ya me he cansado de ser dirigida por otros. Así que me gusta la idea de ser rica y famosa. ¿Dónde está el documento que tengo que firmar? Démelo, Caballero de la Noche (ríe histéricamente) Pero… qué nombre tan raro... ¿Por qué le llaman así?

CABALLERO DE LA NOCHE. (Sonriendo.) Es sencillo, Hortensia, porque me encantan los tonos oscuros. Son más románticos y elegantes...

HORTENSIA. Es verdad, la noche es tan romántica... (Suspira.)

CABALLERO DE LA NOCHE. ¿Vas a firmar el documento?

CARPINTERO BLANCO. ¿Vas a hacerlo sin el permiso de tus padres, Hortensia?

CHANTAL. ¡Ja, ja, ja! Ya eres mayorcita para tomar tus propias decisiones, ¿no crees?

HORTENSIA. Sí. Yo quiero actuar libremente. Mis padres no son los dueños de mi vida.

CARPINTERO BLANCO. Pero tus padres tienen más experiencia. Ellos podrán orientarte y conducirte a lo que es mejor para ti.

HORTENSIA. Yo también puedo. Quiero ser libre, como Chantal.

CABALLERO DE LA NOCHE. ¡Magnífico, Hortensia! Tú serás grande, me gusta tu espíritu independiente.

CARPINTERO BLANCO. ¡Ten cuidado, Hortensia! Recuerda que debes honrar a tus padres.

CABALLERO DE LA NOCHE. Esas son ideas retrógradas. Hortensia, ahora en nuestro siglo las mujeres son dueñas de sus actos.

CARPINTERO BLANCO. Hortensia, no vayas a fracasar...

HORTENSIA. (En actitud retadora.) Si fracaso o no a nadie le importa. Yo soy dueña de mi vida, ¿entiendes?

CABALLERO DE LA NOCHE. (Aplaude.) Excelente respuesta, Hortensia. Triunfarás en la vida, tendrás dinero. ¿Qué te detiene? Firma de una vez.

CARPINTERO BLANCO. Al menos deberías saber lo que está escrito en el documento.

CABALLERO DE LA NOCHE. (Disgustado.) ¿Para qué perder el tiempo en formulismos? Yo soy hombre de palabra. ¿Dudas a caso de mi caballerosidad?

HORTENSIA. (Pensativa.) No dudo... pero creo que será mejor saber lo que dice el documento. ¿Puede leerlo?

CABALLERO DE LA NOCHE. (Con voz trémula.) Los contratantes, el Príncipe... bueno, no necesito decir todos mis títulos... y la señorita Hortensia… ¿para qué leer tu apellido si ya lo sabes? Han formulado el presente convenio por el cual el primero, Caballero de la Noche, se compromete a dar a la señorita Hortensia riquezas ilimitadas, lujos, fama, viajes, contratos artísticos, admiradores, aplausos, servidores, carruajes y placeres. A cambio de tales cosas, la señorita Hortensia, le entregará al Príncipe de las tinieblas... su alma, una vez que el primero hubiere cumplido la parte del convenio que le corresponda.

HORTENSIA. Me suena muy raro todo.

CABALLERO DE LA NOCHE. ¿Tienes alguna duda?

HORTENSIA. Sí. No sé para qué quiere mi alma...

CABALLERO DE LA NOCHE. Son simples excentridades. Dime, ¿a ti de qué te sirve el alma en la pobreza, sin dinero, viviendo como una criada?

HORTENSIA. Sí, mi madre tiene su alma, pero trabaja mucho: lava, cocina, no tiene ninguna diversión.

CABALLERO DE LA NOCHE. ¿Verdad que es tontería, Hortensia? El alma es un lujo inútil de la gente ignorante. En cambio tú tendrás todo lo que necesitas.

HORTENSIA. Estoy dispuesta. Firmaré ahora mismo.

CARPINTERO BLANCO. (Enérgicamente.) No firmes, Hortensia, no olvides que tu alma vale más que todos los tesoros del mundo. ¿De qué sirve el hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma?

CABALLERO DE LA NOCHE. Ya me estoy cansando. ¿Por qué le haces caso a este carpintero entrometido?

HORTENSIA. No me gusta que nadie se mezcle en mis negocios. Voy a firmar.

CABALLERO DE LA NOCHE. Solo hay una pequeña formalidad... Necesitamos hacerte una pequeña incisión en el brazo... No te dolerá nada (extrae una especie de navaja del bolsillo y se acerca a ella; tras simular que le hace una incisión, moja una pluma de ganso en su sangre) no duele. Así. (Le entrega la pluma, le pone el documento sobre la mesa.) Ahora puedes firmar.

CARPINTERO BLANCO. Antes de firmar Hortensia, quiero aconsejarte que incluyas en el contrato una cláusula que diga que el convenio quedará sin valor si se borraren los caracteres con que está escrito.

HORTENSIA. No me explico por qué... pero me parece gracioso. Quiero que aparezca. Solamente voy a seguir un consejo de este carpintero... a pesar de todo tengo que recordar que mi padre es carpintero.

CABALLERO DE LA NOCHE. (Pensativo.) Bah... me parece una tontería. (Ríe sarcásticamente.) Que yo recuerde, cuando yo escribo con materia ígnea ninguna cosa puede borrarla. Está bien, lo escribiré. (Saca una especie de punzón que simula estar al rojo vivo y escribe en el pergamino.) Ya está escrito, Hortensia, puedes firmar ahora.

HORTENSIA. Firmaré. (Se acerca y pone su firma sobre el documento.)

(Se oyen truenos y risas. Hortensia se deja caer y se apoya en la banqueta. Apagar luces. Música: Ahead on our Way. Cambio de escenario.)




TERCER ACTO


ESCENARIO

Un aposento lujoso en un apartamento de una ciudad. En el centro hay un ventanal desde el cual se ven edificios altos; lujosas cortinas de terciopelo, telas finísimas adornan la estancia. Se ven lamparillas en profusión, estatuillas, flores y muebles confortables.

(Luces encendidas. Comentarios de la radio. Música clásic. Aplausos. Interferencias de Radio.)

RADIO. (Lee cada frase como un titular.) Acaba de nacer una estrella. / Su nombre es Hortensia. / En su corta trayectoria sobre los escenarios ha conseguido que el público llene los teatros donde ella actúa. / La gente quiere a Hortensia. / Los estudios nos indican que Hortensia es la décima mujer más rica y popular del país.

(Bajan aplausos. Se escucha una máquina de escribir manual.)

RADIO. (Se leen las frases como titulares separados.) El espectáculo de Hortensia se ha convertido en monótono y repetitivo. / Después de 4 años Hortensia ya no tiene el mismo atractivo para el público, que ha optado por elegir espectáculos más modernos y progresistas. / Hortensia acude a los juzgados, ¿qué está pasando? / Corre el rumor de que Hortensia está enferma. / La cantante Hortensia se encuentra en una crisis. (Cada vez se escuchan más de lejos.)

LIMPIADORA. (Limpiando con desgana.) Pero, ¿quién se habrá creído ésta que es? Sólo porque dicen que canta como los ángeles, que lo dudo, ya se cree una estrella. ¿Cómo se atreve a decirme que si ha visto motitas de polvo, que si a ver si me esmero más? ¡Ja! Ya quisiera yo verla fregando los suelos. Esa no sabe lo que es trabajar. ¡Ahí viene! ¡Ahí viene! (Se pone a limpiar con más bríos. Entra Hortensia y se sienta en un sillón confortable frente a un lujoso tocador, con espejo.) ¡Buenos días, señora! ¿Qué tal está hoy?

HORTENSIA. Muy cansada.

LIMPIADORA. ¡Vaya! Es que trabaja usted demasiado, ha de tomarse la vida con más calma. Al fin y al cabo, tiene de todo. Ya no le hace falta nada más. Ahora, a cantar y a disfrutar, que a eso no hay quien le gane. Bueno, si no dispone nada más la señora, me retiro.

HORTENSIA. Di a Luisa y a Carmen que entren, por favor.

LIMPIADORA. Sí, cómo no, enseguida las llamo. (Al salir mira con desprecio. Entran Luisa y Carmen y mientras una le adorna el pelo la otra le arregla las uñas.)

HORTENSIA. ¿Ya está listo el coche?

PEINADORA. Sí, señora. Antes de venir ya avisé al lacayo.

HORTENSIA. No se por qué me siento tan cansada. Las fiestas me aburren, la gente toda me fastidia. Ya no soporto su hipocresía. Por fuera me sonríen pero en su interior me odian y me envidian. Estos últimos días he echado de menos la casa de mis padres, eso sí que es extraño.

MANICURISTA. A pesar de todo, usted debe sentirse afortunada. Tiene todo el dinero que quiere. En su armario hay cientos de trajes. Nunca usa un par de zapatos más de una vez. Viaja por todo el mundo, todos los días va a fiestas y recepciones, le ofrecen banquetes diariamente. Los periódicos hablan de usted y la gente le aplaude donde quiera que usted vaya.

HORTENSIA. (Cansada.) Sin embargo, no me siento feliz. Tengo dinero, pero ya no me satisface. Siento que ahora puedo tenerlo todo, pero ya no deseo nada. Los trajes ya no me gustan, los viajes me cansan, la fama me aburre. Si pudiera irme lejos a un lugar en el que estuviera yo sola, sin que nadie me molestara...

PEINADORA. ¡Y nosotras que pensábamos que usted tiene todo lo que desea!

HORTENSIA. Pero me falta lo más esencial: la paz y la tranquilidad.

MANICURISTA. Nosotras quisiéramos tener un poco de lo que usted tiene.

HORTENSIA. Todo esto no significa nada para mí, porque he descubierto que me falta algo mejor. Necesito encontrar el verdadero amor. Toda la gente me busca ahora por mi dinero y nadie me quiere sinceramente. Solo se acercan a mí por interés. Algunos quieren dinero, otros mi protección, mi ayuda, mi influencia... pero nadie lo hace desinteresadamente. Los únicos que me quieren así son mis padres... y están tan lejos...

PEINADORA. De todos modos, señora, hay que disfrutar de la vida porque el tiempo corre. ¡Se acaba la juventud!

(Silencio.)

MANICURISTA. Hay que acabar pronto porque faltan solo dos horas para la recepción de Navidad. El cocinero se ha esmerado. Ha preparado una cena exquisita.

PEINADORA. Y ya están llegando los músicos. Quieren prepararlo todo para el baile. Esta será una fiesta de Navidad inolvidable.

MANICURISTA. Vendrá el gobernador, los embajadores, los artistas del cine... y usted con su belleza deslumbrante será el centro de todas las miradas.

HORTENSIA. (Lánguidamente.) Ya estoy aburrida de tanta fiesta, principalmente en estas reuniones de Navidad que sólo hay ruido, borrachera y superficialidad.

(Llaman a la puerta.)

MANICURISTA. Parece que tocan a la puerta. (Sale a la puerta, regresa y dice.) La contable insiste en verla.

HORTENSIA. Dile que la veré otro día, que estoy muy ocupada.

MANICURISTA. (Sale y regresa acompañada de la contable.)

ADMINISTRADORA. Lamento tener que llevarle la contraria, señora, pero debo hablar con usted inmediatamente.

HORTENSIA. No me gusta que me contradigan, pero hable usted.

ADMINISTRADORA. (Mira a las criadas.) ¿No podríamos hablar a solas?

HORTENSIA. Hable delante de ellas, son de confianza. De hecho diría que son mis mejores amigas.

ADMINISTRADORA. Está bien, señora. (Extrae una carpeta con papeles.) En primer lugar, debo decirle, señora, que el capital que tenía usted invertido en acciones de la compañía industrial se ha perdido totalmente.

HORTENSIA. ¿Qué dice, Claudia?

ADMINISTRADORA. Lo que ha oído, señora. Los malos manejos, la competencia, en fin, otros factores hicieron quebrar a la compañía.

HORTENSIA. Bueno, no importa mucho, nos queda el depósito en efectivo del Banco.

ADMINISTRADORA. El Banco ha quebrado señora. El gobierno ha intervenido y los depositantes tendrán que esperar, aunque no hay mucha esperanza.

HORTENSIA. Mientras tenga voz y contratos no me preocupan mucho los desastres financieros.

ADMINISTRADORA. A este punto quiero llegar, señora, la empresa del teatro la ha demandado por incumplimiento de contrato y ha exigido una indemnización por daños y perjuicios. Por lo tanto, han embargado su casa...

HORTENSIA. (Atemorizada.) ¿Y qué más?

ADMINISTRADORA. El escándalo ha sido enorme y los contratos que usted tenía pendientes han sido rescindidos.

HORTENSIA. Pero, ¿por qué?

ADMINISTRADORA. No quisiera entrar en detalles, señora.

HORTENSIA. Exijo que me diga la verdad.

ADMINISTRADORA. Los críticos teatrales han escrito últimamente crónicas en las que dicen que usted ya pasó a la historia.

HORTENSIA. ¿Qué dice?

ADMINISTRADORA. Que como cantante... es un fracaso. No tiene voz por causa de su enfermedad. Además, la edad...

HORTENSIA. ¡Enfermedad dice?

ADMINISTRADORA. ¿Recuerda el examen médico que se hizo hace tres meses? El médico encargado dijo confidencialmente a un periodista que usted tiene cáncer de garganta y que aunque no muera pronto, no podrá cantar más.

HORTENSIA. ¿Eso dice? Yo no lo sabía... pero mi edad...

ADMINISTRADORA. Desgraciadamente los cosméticos ya no pueden ocultar sus arrugas, que el público percibe claramente cuando usted aparece en el escenario.

HORTENSIA. (Sollozando.) ¿Significa que estoy acabada?

ADMINISTRADORA. No diría tanto, señora, sin embargo...

HORTENSIA. (Desesperada.) Ya no quiero escucharla Claudia, váyase.

ADMINISTRADORA. Con su amable permiso, señora. (Sale.)

HORTENSIA. (A las criadas.) Por favor, arreglen mi equipaje. Hoy mismo saldré a visitar a mis padres.

PEINADORA. Lo siento mucho señora pero hace cinco minutos que he dejado de trabajar para usted.

HORTENSIA. ¿Cómo dices?

PEINADORA. Que ya no trabajo para usted, iré a ver a la administradora para que me entregue mi salario.

MANICURISTA. Yo también señora, con permiso. (Salen.)

HORTENSIA. (Sollozando.) Y yo que las consideraba como amigas…

(Entran don Rodolfo y doña Lucía muy afectados.)

LUCÍA. ¡Ay, querida! Nos acabamos de enterar ¡qué contrariedad! ¿Cómo te encuentras?

HORTENSIA. ¡Lucía! ¡Rodolfo! Gracias por venir en este momento tan amargo. Siento que todo se derrumba a mi alrededor...

RODOLFO. En cuanto lo he sabido le he dicho a mi esposa: “luchi: los amigos en las buenas y en las malas”. Valor, estimada amiga. Pero, ¿es cierto que lo has perdido todo?

HORTENSIA. Absolutamente todo. Pero eso no es lo peor...

RODOLFO. Pero, no puede ser... Entonces, ese negocio en el que habíamos invertido... Tú nos dijiste que era seguro, acuérdate, me dijiste: “Rodolfo, tu pones el capital y yo la voz; los discos se venderán como rosquillas”. ¿Y ahora me vienes con que se ha perdido todo?

LUCÍA. (A Rodolfo.) ¿Lo ves? ¡Te lo dije!

HORTENSIA. Necesito que me ayudéis. No sé si voy a poder resistir esta desgracia, me siento derrotada. Por favor, no me dejéis sola.

LUCÍA. ¿Qué te ayudemos? ¿Y a nosotros quién nos ayuda? No nos cuentes tus problemas, que en buen lío nos has metido. Pero esto no se va a quedar así.

RODOLFO. Ya se pondrán en contacto mis abogados con los tuyos. Esto me pasa por confiar en divas. (Se van mientras discuten.)

LUCÍA. Si es que nunca quieres hacerme caso, iluso. ¿Qué te decía yo? ¡No te fíes de los pueblerinos venidos a más, que tarde o temprano volverán al arroyo y allí nos arrastrarán!

RODOLFO. ¡Calla mujer! ¡Que bastante disgusto tengo como para que tú me vengas ahora con eso de que ya me lo advertiste!

LUCÍA. ¡Ay! Pero qué inútil, si ya me lo decía mi madre: ¡No te cases con ese Rodolfo que no sabe donde tiene la cabeza y mucho menos los pies! (Salen.)

HORTENSIA. ¡Esto no me puede estar pasando a mí! (Coge el teléfono y marca un número.) Quiero hablar con el general Manzano. De parte de Hortensia... ¿Qué? ¿No quiere hablar conmigo? (Cuelga el teléfono.) ¡Será posible que se niegue! ¿Yo que he hecho tanto por él? (Descuelga el teléfono otra vez y marca otro número.) ¿Eres tú, Ramiro? Necesito tu ayuda... ¿Qué dices? ¿Cómo que no quieres volver a verme? Pero, ¿no recuerdas que yo te ayudé aquella vez que...? ¿Cómo? ¿Qué no te vuelva a molestar? (Cuelga el teléfono desesperada.) Mis mejores amigos... ¡Todos me dejan!

(Hortensia canta en el suelo. Pista Yo se que me conoce.)


YO SÉ QUE ME CONOCES

Yo sé que me conoces

Y sé quién eres tú

Mas ahora con tristeza

Recuerdo aquella cruz

Recuerdo hoy tus manos

Queriéndome ayudar

Más siendo yo tan necia

No quise aceptar

No sé por qué mis ojos

Negaron ver aquella luz

Que el cielo regaló

Entonces no sabía de mi error

Creí que con mis fuerzas

Muy lejos podría llegar

Y alcanzar el cielo

Hacer mi voluntad

De pronto un gran resplandor

Surgió de la oscuridad

Haciéndome pensar

Que sola no podía caminar

Y ahora me encuentro aquí

Tratando de recuperar

Lo que un día empecé

Y no supe terminar

Te pido Dios dame valor

Para ponerme en pie

Sé que no será fácil

Más sencilla confiaré

Con fe y una sonrisa

A Ti me aferraré

Por siempre y para siempre

Amén

(Suena el teléfono.)

¿Quién habla? El Caballero de la Noche... dice que ya es hora de reclamar su contrato... ¡Cuándo? ¿Hoy a las 12 de la noche? Dios mío, Dios mío...

(Sale corriendo por el pasillo.)

(Se apagan las luces. Un foco apunta a la cantante en una esquina. Pista “Cristo me sostendrá”. Cambio de escenario.)



CRISTO TE SOSTENDRÁ

Sólo buscas la solución en algún lugar

Siente triste camina sin rumbo al atardecer

Cuando sientas que todo terminará

La esperanza llegará

Cristo te sostendrá

Él nunca cambiará

Sólo no estarás

Cristo te sostendrá

Es una realidad

Siempre Él te amará

Cuando sientas que no hay salvación

Él escucha tu clamor

Cristo te sostendrá

Sientes lucha con la tentación en tu corazón

Solo en debilidad caminas sin rumbo hacia algún lugar

Cuando sientas que todo terminará

La esperanza llegará

Cristo te sostendrá

Él nunca cambiará

Solo no estarás

Cristo te sostendrá

Es una realidad

Siempre Él te amará

Cuando piensas que no hay salvación

Él escucha tu clamor

Cristo te sostendrá

Cristo te sostendrá

Él nunca cambiará

Solo no estarás

Cristo te sostendrá

Es una realidad

Siempre Él te amará

Cuando piensas que no hay salvación

Él escucha tu clamor

Cristo te sostendrá



(Se apagan las luces. Cambio de escenario.)




CUARTO ACTO

ESCENARIO

El del primero y segundo acto. Se supone que es Navidad, porque se halla el mismo arbolillo adornado. Sentados junto al fuego están Basilio y su esposa; el uno lee un libro, mientras la otra teje una prenda de vestir. Entra violentamente por la izquierda Hortensia, con el vestido lujoso pero ajado, los cabellos en desorden, jadeante como si hubiera corriendo desesperadamente. Al llegar cae de rodillas sobre el regazo de la madre.

(Se encienden las luces.)

HORTENSIA. ¡Mamá... mamá... defiéndeme!

CONSUELO. (Acariciando la cabeza de la hija.) No temas hija, aquí estamos nosotros.

BASILIO. (Acercándose a la hija pone sus manos sobre ella.) Descansa hija mía, vienes muy agitada.

HORTENSIA. (Volviéndose a su padre, de rodillas, estrecha su frente sobre las rodillas del carpintero Basilio.) Papá, he pecado contra el cielo y contra ti… no soy digna de ser llamada tu hija.

BASILIO. (Se agacha para estar a la altura de la hija.) Te perdono, hija. Esta es tu casa, nosotros nunca hemos dejado de quererte.

(Aparece por la derecha el Carpintero Blanco.)

CARPINTERO BLANCO. ¡Paz sea en esta casa!

BASILIO. ¿Quién eres?

CARPINTERO BLANCO. Soy un carpintero, como tú.

BASILIO. Ya lo veo. Tu presencia en estos momentos derrama consuelo.

HORTENSIA. Perdón, Dios mío, por mi pecado. Perdóname, estaba equivocada... (Solloza amargamente.)

CARPINTERO BLANCO. El que confiesa sus pecados alcanzará misericordia.

HORTENSIA. Mi pecado es terrible, no tiene perdón. Dios mío, ojalá pudieras perdonarme (sigue sollozando).

CARPINTERO BLANCO. La sangre de Jesús nos limpia de todo pecado.

BASILIO. (Llorando.) Tus palabras son un bálsamo, háblanos más.

HORTENSIA. Ten piedad de mí, ¡perdóname, Señor!

CARPINTERO BLANCO. Si alguno hubiere pecado, abogado tenemos en Jesucristo.

HORTENSIA. Si yo pudiera tener la seguridad…

CARPINTERO BLANCO. Hija, cree solamente.

(Sonido Reloj de pared: las doce.)

HORTENSIA. Defendedme… ya se aproxima la hora.

BASILIO. (Atemorizado.) ¿De qué hablas, hija mía? (La levanta y la abraza.)

HORTENSIA. A las doce vendrá el Caballero de la Noche; al que vendí mi alma.

(Irrumpe en el escenario por el lado izquierdo el Caballero de la Noche, que lleva en la mano la carpeta dorada. Entra violentamente y se coloca junto a la mesa.)

CABALLERO DE LA NOCHE. (Con voz cavernosa, a Hortensia.) Vengo a llevarte, ya he cumplido mi parte del convenio. Ahora te corresponde a ti.

HORTENSIA. (Sollozando se aprieta contra el padre.) ¡Defiéndeme, papa, no quiero ir con él! ¡Quiero quedarme con vosotros!

CABALLERO DE LA NOCHE. Durante cinco años disfrutaste de riquezas, de fama, placeres... ahora tienes que conocer el revés de la medalla. Vamos.

BASILIO. (Agitado.) Sea quien seas, no tienes derecho a llevarte a mi hija.

CABALLERO DE LA NOCHE. (Muestra el documento.) ¿Reconoces la firma? Es la de tu hija, ¿verdad?

CONSUELO. (Gime desesperada y se acerca a su hija como para cubrirla.) ¡Mi hija no saldrá de esta casa! ¡Nosotros la defenderemos con nuestra vida!

CABALLERO DE LA NOCHE. (Sarcásticamente.) No me hagas reír... el documento está en regla, y tiene que cumplirse. A mí me gustan todas las cosas legales. La única forma de pasar sobre este contrato es borrando las cláusulas pero, ¿cómo podréis borrarlas si está escrito con fuego? Aquí está. (Lo coloca sobre la mesa.)

(Música “I do believe in fairies”, bajar en el segundo 52.)

CARPINTERO BLANCO. (Se acerca a la mesa y coloca su mano derecha sobre el documento, al ver esto el caballero de la noche se retira intempestivamente y se cubre el rostro con su capa negra.) Nadie podrá llevarte, Hortensia, el contrato infame ha sido borrado.

CABALLERO DE LA NOCHE. ¡Ya me acuerdo del carpintero! He visto su mano traspasada... ¡Con su sangre ha borrado los caracteres de fuego!

HORTENSIA. (Cae al suelo.) Perdón, Señor, yo no te había reconocido. Te he ofendido y tú en cambio, me libras de mi castigo.

CABALLERO DE LA NOCHE. (Caminando de espaldas con su rostro cubierto por la capa negra, sale por el pasillo.) ¡Has vencido otra vez, carpintero!

(Un foco le sigue por el pasillo. Se apagan las luces. Música.)

EPÍLOGO

(Pista de grillos.)

ESCENARIO

El del primer acto; se supone que es la madrugada del día siguiente de la celebración de la Navidad en el hogar de Basilio el carpintero. Hortensia continúa durmiendo con la cabeza apoyada sobre la mesa, viste las mismas ropas humildes, y está cubierta con la manta que le puso su madre. Las brasas de la chimenea se han apagado. Entran Basilio y Consuelo con un candelero y una vela y se acercan a Hortensia y la mueven suavemente.

(Se encienden las luces.)

CONSUELO. Despierta, hija mía. Ya está haciendo frío. Debes ir a tu cama.

BASILIO. Hemos oído que gritabas ¿estás bien?

HORTENSIA. (Se levanta y se arroja a los brazos de su madre.) ¡Gracias mamá! ¡He tenido una pesadilla horrible! Menos mal que me has despertado... (Llora desconsoladamente.) Papá, perdóname todo lo que te dije anoche. Estaba enfadad, no sabía lo que decía. Me equivoqué. Esta ha sido una Navidad preciosa, y así quiero que sean muchas, papá.

BASILIO. Sí, hija, ha sido una bonita Navidad. Aunque soy un pobre carpintero he querido darte lo mejor.

HORTENSIA. Lo mejor de todo, papá, es que me has enseñado a obedecer a Cristo, y Él también era carpintero, como tú.

CONSUELO. ¡Ya sabía yo que estabas enferma! ¡Lo que dijiste no podía salir de tu corazón!

HORTENSIA. Sí, he entendido que estaba en un error. Perdonadme, por favor, esta cabaña es mejor que todos los palacios del mundo. Estos vestidos son más hermosos que las sedas, que el oro y que la pedrería.

CONSUELO. Vamos a descansar, hija mía.

BASILIO. Ya es muy tarde, Hortensia. Necesitas dormir.

HORTENSIA. Sí... descansaré feliz como nunca.

(Pista “El Señor es mi pastor”.)

VOZ EN OFF. Con el paso del tiempo he comprendido cuánta razón tenía mi abuelo. He visto a otras personas y me he visto a mí misma formando parte de esa historia. Ahora veo con claridad que el final no era triste, sino que simplemente todavía no había llegado el final. El inicio gozoso y espectacular de aquella trama que tuvo como origen el nacimiento de un niño muy especial, no podía terminar simplemente en mis emociones infantiles al llegar al punto de su muerte. No era posible que el mal hubiera vencido a quien representaba todo lo puro y todo lo justo, a quien luchaba porque el destino del hombre fuera un destino de victoria. Y así es. Tú y yo estamos en esa historia. Nosotros estamos escribiendo el final. Y lo curioso es, que sea cual sea el que nosotros decidamos, aquel niño especial seguirá peleando por nosotros hasta llegar a la victoria. Realmente, por mucho que se versione y repita seguirá siendo la mejor historia jamás contada.

(Se apagan las luces. Se encienden las generales.)